HÄXAN
FICHATÉ CNICA
Año de Producción: 1922; Nacionalidad: Suecia, Dinamarca; Blanco y negro; Director: Benjamin Christensen; Intérpretes: Maren Pedersen, Clara Pontoppidan, Elith Pio, Oscar Stribolt, Tora Teje, John Andersen, Benjamin Christensen, Poul Reumert, Karen Winther, Kate Fabian, Else Vermehren; Director de Fotografía: Johan Ankerstjerne; Guion: Benjamin Christensen; Banda sonora: Ludwig van Beethoven; Duración: 122/91 min.
En el mes en que el estreno de ha propiciado que dediquemos nuestras páginas a algunos señalados mitos y leyendas que nos acompañan desde hace siglos y que han servido como carne de cañón para el cine de terror y fantasía –yeti, Santa Claus asesinos, cocodrilos albinos en el subsuelo de Nueva York, troles, etc.–, no podía faltar en esa selección el tema de la brujería y los supuestos aquelarres. Señala Norman Cohn en, investigación psicohistórica sobre los orígenes de la gran caza de brujas europeas y el estereotipo de la bruja existente en distintas partes de Europa en los siglos XV, XVI y XVII, que la fantasía sobre este asunto se compone de elementos de diverso origen que pueden rastrearse hasta la antigüedad, a lo largo de siglos, originándose muy posiblemente en la moda de la magia ceremonial que se extendió entre los estratos superiores de la sociedad europea en la Baja Edad Media, provocando que a partir del siglo XIII sucesivos papas procedieran a denunciarla como una forma de herejía. En el siglo XIV comenzaron a celebrarse juicios de herejía centrados en la acusación de invocar demonios en los que se vieron envueltas importantes personalidades del mundo político e incluso religioso, incluyendo al papa Bonifacio VIII, que fue juzgado después de su muerte acusado de tratar con entidades demoníacas, citándose a Belial. Esto sentó las bases de los juicios que sirvieron a Benjamin Christensen para desarrollar el argumento de su película , conocida en España como , un clásico fundacional del género de terror en el que recorrió toda la mitología de los supuestos , las reuniones de brujas, los aquelarres, los tratos con el diablo, las orgías incestuosas, la cópula con demonios, el canibalismo –usando carne y sangre de niños como plato principal del festín brujeril– y el resto de los rasgos que constituyen la materia prima sobre la que se ha edificado la mitología que rodea a la brujería. Esa misma mitología ha servido posteriormente como punto de partida para una nutrida colección de clásicos que abordan el asunto cada cual a su manera, sirviéndose a placer de leyendas que habitan en títulos como o , entre otros cientos de películas que de un modo u otro tienen como punto de partida e inspiración y todo el proceso histórico asentado sobre conspiraciones políticas, las necesidades económicas, la lucha por el poder de reyes (Felipe el Hermoso de Francia, que destruyó la Orden del Temple fundamentalmente para apropiarse de sus riquezas) y papas (Juan XXII, que publicó la bula contra la magia ritual en 1326-1327), poniendo en marcha una maquinaria que aspiraba a controlar lo que Norman Cohn define en las páginas de su estudio como una revuelta contra los preceptos más estrictos del cristianismo de la época en la que se proyectaban psicológicamente y de forma morbosa todo tipo de imágenes orgiásticas y brutales hijas de la represión de instintos primarios.
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