Bela Lugosi
Béla Ferenc Dezsö Blaskó. Dicho así, a poca gente simplemente aficionada al cine le sonaría este actor. Es posible que incluso esgrimiendo su nombre artístico, Bela Lugosi, consiguiéramos que le pusieran cara al que fuera una estrella del cine de terror en Estados Unidos allá por los años treinta. Pero seguramente si desenfundamos el nombre de Drácula, añadiendo el acompañamiento de “en blanco y negro”, o “de la Universal”, la cosa empiece a estar algo más clara para la mayoría.
Yes que, inevitablemente y a pesar de tener a sus espaldas una filmografía nutrida con 116 trabajos ante las cámaras, casi todos ellos para el cine, Bela Lugosi nunca pudo librarse del todo del personaje que le proporcionó ese estrellato, el conde vampiro creado por Bram Stoker que interpretó primero en los escenarios y luego en el cine, en contra de lo que cabría pensar, en una sola ocasión, pues luego fue sustituido por otros actores. Lugosi fue para Universal Drácula (1931), en la primera película producida por dicho estudio sobre el personaje, y luego siguió desempeñando otros personajes en el ciclo de películas de terror de la casa. Rechazó ser el monstruo de Frankenstein para beneficio de Boris Karloff, porque según decía temía que tanto maquillaje le ocultara el rostro hasta el punto de que no pudiera desenvolverse con talento como actor y además prácticamente no tenía diálogo, pero curiosamente no tuvo problema curiosamente en interpretar al ayudante / sicario de Frankenstein, Igor, en las secuelas El hijo de Frankenstein (1939) y El fantasma de Frankenstein (1942), y un año más tarde finalmente aceptó ser el monstruo que había rechazado antes en Frankenstein y el hombre lobo (1943). Lo curioso del asunto es que a pesar de haber estado más relacionado con el ciclo de Frankenstein que con el de Drácula, a Lugosi siempre se le identificó como icono del célebre vampiro, hasta el punto de que cuando la industria del juguete y la explotación de merchandising paralelo a las producciones cinematográficas se puso en marcha, sería casi siempre el rostro de Lugosi en aquella primera película de Drácula producida por Universal el que se utilizara como molde para fabricar las figuras, sin pagarle un dólar de derechos de imagen al actor, dicho sea de paso, algo que llegado el momento pusieron en manos de los tribunales sus herederos. Más aún : en La marca del vampiro (1935), producción de Metro Goldwyn Mayer, competencia de Universal, pero dirigida por el
