LA LITERATURA DEL JUDÍO ERRANTE
El lugar común nos dice que comenzó a circular en Leiden —Holanda— allá por 1602. Se trataba de un libelo publicado por Christoff Crutzer, bajo el título Breve historia de un judío llamado Ahasvero. El mismo que, siendo zapatero en Jerusalén, apartó al Cristo de un empellón cuando se apoyó en el puntal de su tienda. «Yo descansaré pronto —repuso el Mesías—, pero tú caminarás hasta que yo vuelva». Bastó con eso para que el texto de Crutzer se difundiera como la pólvora por toda Europa. Ese año vieron al Hebreo Condenado en Lübeck y en Praga, poco después en Múnich y, ya de siglo en siglo, hasta en Nueva York.
El enigma comienza cuando advertimos que el nombre de su autor cifra un seudónimo, Cristoff (Cristo) más Crutzer (la Cruz). E invita a la reflexión cuando descubrimos que, desde un siglo antes, corrían versiones apócrifas por toda la geografía ibérica. También identificaban al Caminante Maldito con un zapatero. Pero este no remitía a una figura espectral, sino a cierto remendón iluminado que fue ejecutado por la Inquisición en el Badajoz de 1538.
Se hacía llamar David Reubeni, se le conocía como «Elobstante, ya desde la Edad Media encontramos una inquietante tradición de zapateros profetas, como aquel Benvenuto, a quien el condena al Infierno de su . Si el autor florentino nos retrotrae al siglo xiii, por ese tiempo ya corría una leyenda paralela, aunque descalza.
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