LA CIUDAD ROMANA DE BAELO CLAUDIA Y SU MUSEO
José Miguel Parra
Fenicios, iberos, cartagineses... y romanos después. Andalucía y el valle del Guadalquivir han sido desde temprano las zonas más urbanizadas de la península, en especial desde la conquista romana. Para darse cuenta basta con fijarse en los innumerables restos arqueológicos que la salpican, llenos de grandes ciudades como Itálica o Corduba; pero también de otras más pequeñas como Onoba, la moderna Huelva. Una gran capital como Emerita Augusta permite al visitante asombrarse ante el tamaño que podrían alcanzar las ciudades romanas, porque si una población como esta existía en una simple provincia como Lusitania, pensar en el tamaño de la Roma imperial y su millón de habitantes puede llegar a causar mareos. Por fortuna, dado lo «maniáticos » que eran los romanos con los elementos imprescindibles con los que debía de contar una población para poder llevar en ella una vida civilizada —a la romana, por supuesto—, son las ciudades más que tanto deleitaba el paladar de los romanos y donde las poblaciones cercanas tenían un punto de encuentro para vender y comprar sus productos.
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