LAS REINAS EMBRUJADAS RASPUTÍN Y LOS CURANDEROS REALES
Desde su nacimiento, la vida de Eugenia de Montijo estuvo marcada por hechos misteriosos. El día en que Manuela Kirkpatrick dio a luz a la pequeña Eugenia, un terremoto sacudió Granada, y doña Manuela tuvo que parir en una improvisada tienda de campña en medio del campo. Las gitanas del Sacromonte dijeron que una criatura venida al mundo en tan extraordinarias circunstancias tenía que ser alguien con un destino excepcional.
Tuvieron que pasar años para que una adivinadora del porvenir leyese las líneas de la mano de Eugenia, siendo esta una adolescente. “Serás más que reina”, le dijo. Nadie, ni la misma Eugenia, que era muy supersticiosa, adivinó el alcance de aquella profecía. Tiempo más tarde, en 1853, la hermosa española rendía el corazón de Napoleón III y se convertía en emperatriz de los franceses, haciendo realidad aquellos augurios.
La vida de la pareja discurría entre viajes de Estado y compromisos de corte en las Tullerías y Versalles. Eran jornadas agotadoras; por eso Eugenia encontraba particularmente agradable el trasladarse a la mansión campestre de Compiegne, donde pasaba cortas temporadas. Fue allí donde Eugenia introdujo un elemento de novedad en las reuniones nocturnas llevando a un espiritista escocés llamado Douglas Home.
LA EMPERATRIZ Y EL ESPIRITISTA
Eugenia, fascinada por las ciencias ocultas, había ordenado llamar a Home en cuanto supo que estaba en París. Él
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