DÉJÀ VU Viaje al laberinto de la mente
Cuando era niño y estaba en la escuela primaria solía protagonizar numerosas experiencias de este tipo. Por momentos, tenía la súbita sensación de saber que ya había vivido –o visto– antes una escena concreta. Recuerdo que durante el breve lapso de tiempo que duraba la experiencia esta me parecía no sólo extraña, sino, incluso, “inconfesable”. ¿Cómo podía explicar a mi madre o a cualquier otra persona esa extraña sensación que me invadía? Se trataba de algo tan insólito para mí que cada vez que ocurría experimentaba sentimientos encontrados: primero, cierto grado de ansiedad, aunque positiva, derivada de la propia experiencia, y después, cierto temor por la incapacidad para explicarme el fenómeno a mí mismo y mucho menos a otras personas, que –estaba seguro–no podrán comprenderme.
Aunque después, durante muchos años, rara vez volví a tener este tipo de experiencia, debo decir que sentí algún alivio cuando, ya adulto, supe que tenía un nombre –déjà vu–, que yo no era el único que la había experimentado y que, además, no era indicio de trastorno alguno.
UNA EXPERIENCIA MUY COMÚN
Después de todo, es la “ilusión de reconocimiento” más común que muchas personas tienen. Lo bastante cercana a una experiencia paranormal, pero tan extendida que difícilmente puede encajar en la definición de “paranormal”.
En el último siglo la experiencia de déjà vu ha sido muy poco investigada. En ocasiones se ha examinado a través del método estadístico, mediante encuestas; en otras, se han analizado casos individuales, y ambos tipos de estudios han llegado a conclusiones similares, que son las siguientes: a) cerca del 60%
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