Introducción
Son cerca de dos años en los que, de manera repetitiva e insistente, hemos trabajado para destacar la importancia del reconocimiento de la arquitectura moderna en el Ecuador y, con particular énfasis, en Quito, esta publicación destaca la necesidad de inventariar y trabajar en el desarrollo de políticas públicas para protegerla del riesgo inminente de desaparecer.
Sin dejar de reconocer la trascendencia para el país de las declaratorias del 8 de septiembre de 1978, de Quito como Patrimonio Cultural de la Humanidad y de Galápagos como Patrimonio Natural de la Humanidad, debemos asumir que ese primer reconocimiento invisibilizó a la arquitectura moderna. La “patrimonialización” en la que estuvimos imbuidos y hemos estado durante décadas, desvirtuó al movimiento moderno que escapa de los parámetros que se ponían en valor y definían la
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