LA BRUJA DE EN-DOR
En el Antiguo Egipto, la magia formaba parte de los asuntos más cotidianos de sus habitantes. No se trataba solo de la magia negra que tanto ha explotado Hollywood; se utilizaba para la sanación, la protección de personas y viviendas y, por supuesto, para la adivinación. Los sacerdotes realizaban conjuros y rituales de todo tipo.
No es de extrañar que el pueblo de Israel, que sirvió como esclavo durante siglos para los egipcios, se hubiera impregnado de esas costumbres. De hecho, debía ser algo bastante arraigado, porque ya entre las primeras leyes que recibió el pueblo israelita durante su éxodo se le advirtió que al entrar en la Tierra Prometida no debía encontrarse entre ellos a nadie que practicara “adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos” (Deu. 18:9-13).
Y no es la única ocasión. Advertencias similares se repiten en multitud de ocasiones a lo largo de todo el Antiguo Testamento. Sin embargo, no parece que sirviera de mucho. Vez tras vez, por todo el texto bíblico se hace referencia a la consulta de adivinadores, como cuando el profeta , que vivió alrededor del siglo VIII a.C., menciona que en la región de Betel, a la que
You’re reading a preview, subscribe to read more.
Start your free 30 days