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Hogar Feliz: Claves Milenarias de la Tradición Judía
Hogar Feliz: Claves Milenarias de la Tradición Judía
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Hogar Feliz: Claves Milenarias de la Tradición Judía

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Hogar Feliz, es un clásico de la literatura judía, con un equilibrio inmejorable entre psicología y talmudismo. Resume maravillosamente la sabiduría vital de nuestra tradición, que, puesta en práctica, garantiza la acariciada meta —real y posible— de una vida de felicidad y plenitud, disfrutando de armonía en la pareja y cosechando la dicha de la continuidad en nuestros hijos.
LanguageEspañol
PublisherBookBaby
Release dateJun 18, 2013
ISBN9789872961114
Hogar Feliz: Claves Milenarias de la Tradición Judía

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    PRIMER LIBRO

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Hogar Feliz - Eliahu Kitov

Tefilín

Introducción

Elevo mis loas al Di–s Supremo por haberme concedido el privilegio de llevar a la imprenta la renovada edición hebrea de la obra Ish uBeitó, fruto de la pluma de mi suegro, Rabí Avraham Eliahu Ki Tov, sea su memoria bendición.

Cuando se editó este libro por vez primera, en 1956, se lo consideró un enfoque novedoso en virtud de su función como libro de aprendizaje de las doctrinas del hogar judío, así como por dedicarse a áreas sobre las que prácticamente nada se había escrito con anterioridad, abarcando las esferas del pensamiento y la ley, la interpretación y orientación, entrelazados todos de modo tal que conformaran una misma unidad.

El propio autor, en su introducción a su obra, manifestó albergar muchas dudas respecto de su trabajo, fundamentalmente por su carácter novedoso.

A esta obra le precedieron otras cuatro de la serie Jasidím veAnshéi Maasé, en parte una revisión a fondo y renovada de lo que había publicado previamente en el periódico HaKol, en tanto que esta obra, Ish uBeitó, puede considerarse una labor pionera en el campo de la amplia reflexión.

La iniciativa de escribir este libro surgió de personalidades comunitarias que también habrían de solventar su impresión. Pero una vez concluida su preparación (que insumió más de un año) quienes lo encargaran quisieron incluir también cosas con las que no coincidía el autor. Durante esa época (e incluso también tiempo después) Rabí Eliahu se vio sumido en severos y numerosos conflictos internos. También pesaba sobre él la presión del sustento, careciendo de todo recurso para publicar el libro por su cuenta.

Pero siendo un hombre de principios entregado totalmente a la verdad, se negó a publicar algo con lo que su corazón no coincidía plenamente, e impuso sobre sí el yugo de los gastos de impresión de su obra, un proyecto cargado de enormes esfuerzos y dificultades.

Si bien él mismo consideró su obra apenas una mera aproximación literaria sobre estos temas, y nunca creyó que ésta había superado todos los rigores de la corrección — tuvo el enorme privilegio de que su libro fuera acogido con beneplácito y bendición por decenas de miles de judíos de diferentes entornos comunitarios, y con la excepción de modificaciones menores realizadas para la segunda edición (publicada pocos años después de la primera), el libro volvió a publicarse tal cual muchas veces con tiradas de decenas de miles de ejemplares.

Efectivamente, fue esta obra la que ganó para Rabí Eliahu el renombre mundial. Muchos de los ilustres líderes del pueblo judío elogiaron este libro, considerándolo de suma utilidad para nuestra generación. A estos efectos, cabe destacar las palabras del Rebe de Lubavitch, quien dijera al autor hace unos 30 años, con gran énfasis: "¡Yo sé muy bien qué logró tu obra Ish uBeitó en numerosos hogares judíos!"

* * *

Los temas que abarca este libro son muy diversos, y también el enfoque que emplea su autor cambia con cada tema. Su maravillosa comprensión de las palabras de nuestros Sabios acompañada con auténtica sabiduría de vida, su honda sensibilidad al espíritu humano sumada a su particular talento de escritor, hizo que lo que escribiera fuera escuchado por todos y se abriera camino al corazón de cada lector. Hasta hubo quien definiera su prosa como dulce melodía, en la que cada oyente percibe su propio sabor.

Un interesante enfoque deja el autor al descubierto en una carta a uno de sus lectores que reclamaba por la ausencia de las tradicionales Aprobaciones Rabínicas que usualmente prologan toda obra de Torá:

Ciertamente podría haber obtenido muchas, pero conociendo el hábito de la gente de hoy, entre quienes conceden las Aprobaciones, que no revisan lo escrito en el libro sino que echan un vistazo a algunas páginas de las galeras de prueba y, teniendo en cuenta la probidad del autor, otorgan su visto bueno, yo, por mi parte, por un lado temí engañar a la gente apoyándome en grandes árboles al tiempo que yo mismo me veía sumido en dudas, temores e incertidumbre; por el otro, sabía que la ausencia de Aprobaciones haría que la gente titubeara preguntándose ‘quizás el autor no reúne las condiciones o no lo merece’, ¡y eso es lo que quiero! ¡Qué duden, que revisen por su cuenta, y verifiquen la autenticidad de los conceptos bajo la lupa de la crítica!

Janoj Ben Arza (z"l)

yerno del autor

Días de Teshuvá, 5751

Capítulo 1:

Conoce Tu Hogar

Todo lo que Di–s creó en su mundo,

lo creó para beneficio y provecho

del ser humano.

Si el hombre es meritorio

y se sirve del mundo

con mesura y discreción,

en la medida de lo necesario,

todo el bien del mundo se vuelve para él

elixir de vida.

Pero si no lo es,

y se apodera de todo lo que ve a su alcance,

sin cálculo e indiscriminadamente,

su camino se torna tortuoso

y su mundo se sume en las tinieblas.

"Quien en este mundo actúa con mesura,

es privilegiado

con la salvación Divina"

(Talmud, Sotá 5).

En medio de la abundancia material de nuestro tiempo, a muchas personas se les niega el sentido de la plenitud en sus vidas, una plenitud que en tiempos anteriores era resultado de un conocimiento que parecemos haber perdido. Ese conocimiento al que nos referimos era el de la importancia vital del equilibrio en las relaciones íntimas de la vida.

Carente de este sentido de equilibrio, la gente no puede lidiar con las poderosas corrientes de la vida ni disfrutar de las delicias que ésta tiene para ofrecer. Con él, pueden transitar por el mundo con seguridad, fuertes, felices, disfrutando de la vida confiados en que están viviendo en armonía con la voluntad de su Hacedor, seguros de su bienestar final.

Un hombre camina por el sendero de la vida con los ojos abiertos. Estudiando las señales viales, avanza con firmeza hacia su destino. Sabe cómo disfrutar de los placeres de la vida. No se siente amargado por las necesarias cargas que debe sobrellevar, pues comprende el propósito de éstas.

Otro hombre camina a ciegas. Corriendo tras los placeres transitorios, tropieza y cae. Los placeres que no escapan a su alcance resultan pasajeros, su aparente dulzura una ilusión, su supuesto beneficio un peligro.

El matrimonio es una encrucijada en el mapa de la vida, tal vez la decisión más crucial y vital que debe tomar una persona madura. Antes de entrar al matrimonio, debemos meditar acerca de su significado. Sopesar lo más cuidadosamente posible qué sendero tomar, de modo que el matrimonio resulte un camino amplio y brillante hacia la felicidad y la plenitud, y no un callejón sin salida que termine en la desesperación.

El hogar que uno desea construir, la familia cuyas raíces uno está plantando… ¿qué significan? Conociendo la respuesta a estas preguntas básicas, podemos elegir sabiamente ante cada encrucijada de la vida.

Nuestros Sabios tienen mucho para enseñarnos al respecto. La sabiduría acumulada a través de los siglos puede instruirnos acerca de la manera de leer el significado del tiempo y de la vida. Este libro resume la sabiduría vital de la enseñanza judía tradicional.

Capítulo 2:

El Carácter Precioso del Matrimonio

Cuando Javá (Eva)

tuvo a su primer hijo,

lo llamó Cáin y dijo:

"Adquirí (en hebreo, Caníti)

un varón de Di–s"

(Génesis 4:1).

En el pasado, el hombre

fue creado de la tierra

y la mujer fue creada del hombre.

A partir de ahí, la gente nace

a imagen y semejanza de nosotros

— no hay hombre sin mujer,

ni mujer sin hombre,

ni ambos sin la Presencia Divina

(Midrash, Bereshít Rabá 22).

Para comprender los valores del hogar y de la familia judíos, tenemos que examinar ante todo sus cimientos: el matrimonio judío.

El Matrimonio es Obligatorio

El enfoque judío del matrimonio es profundamente singular.

Nosotros, los judíos, no consideramos —como sí lo hacen muchas otras religiones— que el matrimonio sea una cuestión opcional, o una concesión desafortunadamente necesaria para satisfacer las exigencias sensuales de la naturaleza, de otra forma incontrolables. No estamos de acuerdo en que la abstinencia total sea la marca de la santidad.

En cambio, el judaísmo considera al matrimonio un bien intrínseco, un mandamiento y una obligación. La tradición judía prohíbe rigurosamente el abstenerse de procrear. La única persona exenta de este mandamiento es, en palabras de Maimónides, aquel cuya alma anhela incesantemente estudiar la Torá, que mora en sus confines con la singular concentración de Ben Azái, que adhiere a la Torá todos los días. Sólo una persona así no es considerada pecaminosa por abstenerse del matrimonio (Mishné Torá, Leyes Conyugales 16:3).

El Artesano Conoce su Vasija

¿Por qué afirmamos el valor del enfoque judío tradicional sobre el matrimonio?

Antes que nada recordemos que este criterio es extraído de la Torá, y que su significado ha sido definido y formulado por los Sabios judíos.

Como sucede en todas las áreas que cubre, la Torá, conforme fue interpretada por nuestros Sabios, está inmutablemente anclada en la realidad, porque Aquel que nos creó y nos dio forma también nos dio la Torá. Únicamente Él tiene conocimiento perfecto de Sus criaturas; sólo Él sabe qué redunda en beneficio de éstas y qué causa su perjuicio. La Torá es, por ende, las palabras dirigidas por el Divino Artesano a las vasijas humanas que formó: Sus instrucciones a la obra de Sus manos.

Estimamos de manera similar las instrucciones de nuestros Sabios, porque están iluminadas por la luz de la Torá incluso cuando en ella no se lo declare expresamente o cuando no se derive empleando las reglas mediante las cuales la Torá debe interpretarse. Porque la fuerza de nuestros Sabios está no sólo en su profundo razonamiento y en su lógica infalible, sino que también ha penetrado en el misterio Divino y ha sondeado la obra de Di–s, el alma del hombre.

La suya no es una investigación ni un conocimiento desde afuera. Más bien, el suyo es un conocimiento y una visión directa desde adentro. Es como si fueran partícipes de los procesos creativos de la vida. El misterio del universo, los secretos del alma, todas sus debilidades, y cómo puede rectificarse cada debilidad — todo eso es para ellos como un libro abierto, el libro de la generación del hombre.

Nuestros Sabios han derramado su sabiduría sobre nosotros para que todos los mortales puedan hallar el camino de la vida. Sólo necesitamos escuchar atentamente sus palabras de sabiduría y consejo.

Escuchemos qué dicen acerca del matrimonio.

Puro Como el Cielo

De los 613 mandamientos que Di–s inscribió en Su Torá, el que aparece primero, al comienzo del libro de Bereshít, Génesis, es el mandamiento de procrear: Sed fructíferos y multiplicaos es la mitzvá primaria.

En el tercer día del génesis, el Creador ordenó:

Produzca la tierra hierba, planta que dé simiente, árbol frutal que produzca fruto según su género, cuya simiente esté en él, sobre la tierra.

El quinto día, tras ordenar Produzcan las aguas en gran abundancia enjambres de criaturas vivientes, y vuelen las aves sobre la tierra en la abierta expansión de los cielos, Di–s las bendijo, diciendo:

Sed fecundas y multiplicaos; henchid las aguas en los mares y multiplíquense las aves sobre la tierra.

En el día sexto ordenó:

Produzca la tierra criaturas vivientes según su género, ganado y reptiles y bestias de la tierra según su género.

Finalmente, Di–s creó al hombre a Su propia imagen. Y también al hombre dijo Di–s: Sed fecundos y multiplicaos.

Las Tareas Inconclusas de la Creación

El deseo del hombre de procrear deriva de una fuente pura, de la voluntad del Creador, que desea que Su obra perdure.

El mundo está construido sobre la benevolencia (Salmos 89).

Y la mayor bondad que el Creador concedió a Sus criaturas es haber dejado Su trabajo sin terminar: completar la obra es tarea del hombre. En ese acto de creación, el hombre se convierte en constante asociado de su Amo (Midrash, Bereshit Rabá 11:6; Tanjumá, Tazría 5; véase Talmud, Shabat 119b). Porque Di–s, quien jamás siente envidia por la obra de Sus manos, ha exaltado al hombre a una eminencia casi–divina. Al brindar al hombre la capacidad de crear progenie, plantó en el hombre tanto el impulso procreador como un amor espontáneo por todo infante recién nacido, una disposición innata a proteger y criar a los jóvenes hasta que estos, a su vez, puedan hacer su propia contribución creativa para el proceso continuo de creación.

De allí que la fuente del impulso procreador del hombre sea pura y sin mácula. Desbordante de gracia, amor y compasión, llena el mundo. Y estas características no se ven con más belleza y perfección que en la relación del artista con su obra, la de los padres con sus hijos.

Desafortunadamente, aunque el matrimonio se dio al hombre como una bendición, éste puede convertirlo en una amarga maldición cuando no santifica sus relaciones maritales.

¡Cuántas vidas han sido destrozadas por el envilecimiento de las relaciones maritales! ¡Cuánto dolor ha causado esto en el mundo!

Porque el matrimonio, que puede ser la mayor de las bendiciones, también puede ser la peor de las desgracias. Cuál de las dos cosas será, depende del carácter del esposo. Si el alma de un hombre es pura, su matrimonio será puro. Se regocijará en su matrimonio y se enorgullecerá de él, como en todo logro genuino y hermoso. Pero si su alma está maculada, se sentirá tan avergonzado del acto marital como lo estaría de cualquier fracaso personal.

No es Bueno que el Hombre Esté Solo

No es bueno que el hombre esté solo. El hombre debe vivir en matrimonio con una mujer; aquel que repudia el precepto de ser fructífero se asocia con el mal de la creación. Recíprocamente, quien cumple este mandamiento se asocia con el bien del mundo.

Nuestros Sabios de antaño dijeron:

Cuando la Torá advierte al hombre que no viole los mandamientos para que ‘no sirvas al enemigo… por carecer de toda cosa’ (Deuteronomio 28), se refiere a ‘carecer de una esposa’ (Talmud, Nedarím 41a).

A nosotros podría parecernos que nadie ‘carece de toda cosa’, pero ese dicho de nuestros Sabios nos enseña que quienes no estamos casados, en realidad no poseemos nada en absoluto, aunque pueda no parecernos así.

Porque nada que el no–casado posea es suyo. ¿Qué deleite puede derivar de placeres que deben terminar con su propia vida? No tienen ningún valor, ni siquiera en el momento de su posesión.

Pero el bien que posee el hombre casado realmente es suyo en el presente, por más que pueda carecer de bienes temporales, y lo llevará a la vida eterna.

Nuestros Sabios se extendieron en esto, declarando:

Quien no tiene esposa vive sin alegría, sin bendición, sin bien, sin Torá, sin protección, sin paz (Talmud, Ievamot 62a).

Sin alegríaporque sólo aquel cuyo camino futuro está iluminado puede sentir alegría, y aquel que no tiene esposa mira hacia un mañana que ya es oscuro.

Sin bendiciónporque sólo quien planta semilla recibe bendición, y el que vive sin esposa destruye su semilla.

Sin bienporque sólo es bueno aquello que tiene consecuencias, y quien vive sin esposa se separa de toda consecuencia.

Sin Toráporque el propósito esencial de la Torá es servir de instrumento para la construcción de nuevos mundos, tal como fue el instrumento de Di–s en la creación de Su mundo; y quien vive sin esposa destruye su propio mundo así como el de su semilla por venir.

Sin protecciónporque el mejor escudo del hombre contra las tormentas de la vida y la furia de sus sentidos es su propio hogar. Pero quien vive sin esposa está expuesto a todo viento malo y a todo impulso descontrolado, convirtiéndose en hojarasca a merced de la ventisca.

Sin pazporque sólo el hombre cuyo campo está plantado y su producto bendecido conoce la paz interior y exterior. Y quien vive sin esposa ve las moradas de los demás llenas de bendiciones, con sus hijos como retoños de olivo rodeando sus mesas, en tanto que su propia herencia no está bendecida. ¿Cómo puede reinar la paz en su corazón? Sus días están llenos de agitación, de celos, de lucha. Nunca puede estar en paz, ni consigo mismo ni con otros.

Quien no está casado no está calificado para llamarse hombre (Talmud, Iebamot 63).

Originalmente, el hombre fue creado completo. Después de la Creación, Di–s sacó a Adám una costilla, dejándolo incompleto. Formando a Javá (Eva) del costado de Adám, les ordenó que se pegaran uno al otro: y serán una sola carne (Génesis 2). Cuando Adám y Javá se descubrieron uno al otro, recuperaron su originalidad total, y el hombre volvió a ser hombre.

Di–s formó a Javá de una de las costillas de Adám para que el apegarse entre sí fuera una cosa buena, y un acto de verdad; para que pudiera ser impulsado por la naturaleza, para que pudieran ser como ramas que extraen su nutrición de un tronco común, inseparable.

La unión de marido y mujer es la esencia misma de su naturaleza. Aquel que permanece soltero niega su propia naturaleza y pierde su mero nombre de Hombre. Puede que parezca un hombre, pero no lo es. El nombre mismo de hombre, en la lengua sagrada, habla de la obligación de crear una familia y participar en el proceso continuo de la Creación.

Costumbre Judía

El pueblo de Israel ha hecho del matrimonio una ocasión de festejo y regocijo. Se regocija en la conciencia de la importancia superior del matrimonio, el primero de los preceptos. Se alegra en el conocimiento de que el matrimonio es un don que otorga alegría y bendición, bondad y Torá, seguridad y paz. Es feliz en la conciencia de que el lazo del matrimonio puede llevar sus vidas a la perfección, restaurando al Hombre a su plenitud original.

Cuando los judíos entran en el pacto matrimonial, se regocijan por haber cumplido el precepto ordenado por su Hacedor. Su júbilo se duplica cuando viven para ver casados a sus hijos. Y oran fervientemente que se les conceda la alegría de ver nacer niños a sus hijos e hijas.

Los padres judíos, al nacer un hijo o una hija, reciben la bendición:

Que el niño recién nacido ingrese en los portales de la Torá, el matrimonio y las buenas obras (Talmud, Shabat 137b).

El foco de las ocupaciones de los padres judíos es la preparación de sus hijos para el matrimonio. Hace una o dos generaciones, una madre judía devota solía preparar el ajuar de su hija desde muy temprano, a veces desde la infancia.

Solía ser costumbre judía que los padres permitieran a sus hijos casarse a temprana edad, satisfaciendo sus requerimientos materiales hasta que pudieran ganarse la vida por sí mismos. Para que esto fuera posible, muchos padres de escasos recursos económicos asumían de buena gana onerosas obligaciones. Ello es indicación de la santidad que el judaísmo atribuía al matrimonio, pues se consideraba que un matrimonio temprano era una manera de prevenir la mala conducta, de eliminar tentaciones.

Instrucción

Pero, ¿por qué era necesario que la Torá hiciera del matrimonio una obligación religiosa? ¿Por qué pensaron los Sabios que era menester explayarse en la enumeración de sus méritos y en su valor? ¿Es que de otra forma la humanidad nunca optaría por el matrimonio?

La respuesta a estas preguntas es que la intención específica de la Torá y de los Sabios fue instruirnos en la santidad del matrimonio. Deseaban enseñar explícitamente a la novia y al novio que deben verse a sí mismos como participantes en la creación de un nuevo mundo, un mundo de mitzvá y pureza, de majestad y esplendor, de bendición y paz. El matrimonio no era apenas mero asunto de opción, y deseaban que la novia y el novio lo supieran.

Porque el mero conocimiento del carácter sublime de una obligación religiosa exalta a la persona que está cumpliendo esa obligación. La vuelve íntegra en sus acciones y confiable en sus palabras. Como el matrimonio fue dado al hombre para exaltarlo, la Torá desea inculcar en él la santidad del matrimonio.

Como han dicho nuestros Sabios:

Quien cumple un deber religioso sabiendo que lo es, es superior a quien lo cumple sin saberlo (Talmud, Bavá Kamá 38a).

* * * * *

Algunas leyes básicas del matrimonio

Todos están sujetos al deber de contraer mandamiento con el propósito de procrear. Quien no lo hace, es como si derramara sangre. Disminuye lo Divino que hay en él y hace que la Presencia Divina se aparte de Israel.

esa persona puede demorar un poco su matrimonio, pero no demasiado.

Todo hombre debe procurar casarse con una mujer respetable proveniente de una familia respetable. Hay tres características que son marca específica de judeidad: timidez, amabilidad y bondad de corazón. Quien carezca de estas características no es merecedora de ser tomada por esposa.

Está permitido vender un Rollo de la Torá con el objeto de contar con los medios para estudiar Torá y con la finalidad de contraer matrimonio.

Está prohibido que quien es Kohén se case con una mujer divorciada o con una que haya recibido Jalitzá. Ni siquiera le está permitido volver a casarse con la mujer de la que él mismo se divorciara antes. Un judío que es Israel, y uno que es Leví, tiene permitido volver a casarse con la mujer de la que se había divorciado, siempre y cuando entretanto ésta no se haya casado con otro hombre.

La mujer que desee volver a contraer matrimonio luego de enviudar o de divorciarse de su anterior marido debe aguardar 90 días para hacerlo, a contar desde el día en que quedó viuda o se divorció. El día en que se divorció o enviudó, y el día de su boda, no se incluyen en estos 90 días.

Si una mujer está embarazada o amamanta un niño, no debe casarse con otro hombre antes de que el niño cumpla 24 meses.

No se realizan bodas en Shabat, en las Festividades judías (incluyendo Jol HaMoéd, sus días intermedios semifestivos), en los días de duelo público del calendario hebreo (la mayoría de los días de la Cuenta del Omer entre Pesaj y Shavuot, y el período entre el 17 de Tamuz y el 9 de Av) o durante la semana de duelo personal que sigue a la muerte de uno de los parientes directos de la novia o del novio.

Capítulo 3:

La Consagración del Matrimonio

Te desposaré para Mí

por toda la eternidad;

te desposaré para Mí

con rectitud y justicia,

con bondad y misericordia;

te desposaré para Mí

con fidelidad

—y conocerás a Di–s

(Hoshea 2).

Nuestra tradición nos enseña lo preciado que es el deber del matrimonio para los judíos, y cuánta la estima sentida por la persona que lo cumple.

La tradición judía dice:

Un novio es como un rey (Pirké deRabí Eliezer 16).

El Rey Agripas solía apartarse cuando pasaba una novia. ‘Yo llevo la corona todos los días’, decía, ‘que ella lleve la suya durante su hora’. Y los Sabios alabaron su gesto (Semajot 11).

En general, nuestros Sabios no fueron pródigos con sus elogios, sopesándolos y midiéndolos cuidadosamente. ¿Por qué, entonces, compararon a un novio con un rey? Para enseñarnos que aquel que toma una esposa se libra de la maldición de carecer de todas las cosas, y recibe la bendición de multitud de toda cosa. De la misma forma, dicen: Quien encontró una esposa, encontró el bien, indicando con ello que antes del matrimonio no había conocido ningún bien auténtico. Sólo en el matrimonio puede el hombre recibir esta bendición; de allí que quien tome una esposa pueda ser comparado a un rey.

Como un rey — se satisface toda necesidad del novio.

Como un rey — el novio es conducido al palio nupcial con el

acompañamiento de música y danzas.

En una familia judía el padre es rey, la madre es reina, y la hora de su matrimonio es el momento de su coronación, pues a partir de ese instante la totalidad de sus vidas queda dedicada a la construcción de un reino en miniatura: una familia.

Un Día de Expiación

El día en que marido y mujer ingresan al pacto matrimonial puede compararse a un Iom Kipur (Día del Perdón) personal (Talmud Ierushalmí, Bikurím 3). Ayunando, retornan penitentes de las acciones erradas de su juventud.

Con el casamiento borran toda

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