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RaícesPastoral Juvenil en profundidadES UN LIBRO CON EL QUE REFLEXIONARÁS ACERCA DE CÓMO• IDENTIFICAR LOS PRINCIPIOS DETRÁS DE LOS MÉTODOS QUE JESÚS USÓ• UTILIZAR PROCESOS EN VEZ DE SIMPLEMENTE EVENTOS• EDIFICAR LOS PILARES QUE EN VERDAD SOSTENDRÁN EL MINISTERIO• DESARROLLAR LOS ACERCAMIENTOS EDUCATIVOS EN TU CONTEXTO• ESCOGER Y FORMAR UN GRUPO DE LÍDERES• SOBREPASAR LAS BARRERAS MÁS COMUNES• CREAR UNA ESTRATEGIA APROPIADA PARA TU GRUPOLa iglesia debería destinar al ministerio con la juventud a las personas que posean más talentos, espiritualidad vivencial y capacitación profesional. Los jóvenes están formando su identidad y tomando decisiones que afectarán sus propias vidas, las de sus futuras familias, las de la iglesia y las de su nación. Este es un material concebido en el sueño de líderes juveniles capacitados y forjado a través del entrenamiento de miles de líderes por todo continente.
LanguageEspañol
PublisherZondervan
Release dateJun 26, 2009
ISBN9780829781274
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    gracias maestro por este gran libro que Dios lo bendiga

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Raíces - Felix Ortiz

INTRODUCCIÓN

LA RAZÓN POR LA QUE ESTE MATERIAL PUEDE TRANSFORMAR TU MINISTERIO

Bienvenido. Aquí tienes un auténtico y completo curso de pastoral juvenil. Esta introducción tiene varias finalidades:

Definir lo que es la pastoral juvenil

Explicarte la filosofía de trabajo

Presentarte a Jesús como modelo de trabajo pastoral

Explicarte el proceso de la pastoral juvenil

Darte una visión panorámica de este curso de pastoral juvenil

Presentarte a los autores del curso

¿QUÉ ES LA PASTORAL JUVENIL?

Cuando decimos pastoral, hacemos referencia a «la tarea de la iglesia en un medio determinado». Hablamos de «la pastoral de los adolescentes y jóvenes» para referirnos a la tarea de la iglesia con los adolescentes y los jóvenes. Hay grupos que atienden a la juventud apuntando a su preparación formal, o a su entrenamiento deportivo; la comunidad cristiana los debe atender de acuerdo con los valores y prioridades expresados en la Biblia.

Cuando decimos jóvenes, incluimos a aquellos que están entre los 12 y los 29 años. Es frecuente que se distinga entre «jóvenes» y «adolescentes», lo que puede resultar útil, pero en este curso en general usaremos el término «jóvenes» para referirnos a ambos grupos. En parte lo hacemos porque es más sencillo, pero también porque creemos que no hay grandes diferencias en cuanto a la estructura de trabajo con estas diferentes edades. Lo que sí variará son los contenidos. Pero oportunamente, de forma puntual, iremos marcando las situaciones en que no podemos dejar de diferenciar.

El término ministerio juvenil es un sinónimo del término pastoral juvenil, pero muchos opinan que al llamarlo ministerio no se incluye la idea del cuidado personal implícito en la imagen bíblica del pastor. Así que hemos escogido el término pastoral juvenil para enfatizar el aspecto pastoral del trabajo con los jóvenes.

PRINCIPIOS, NO MÉTODOS

Este curso consiste en principios de trabajo para la pastoral juvenil. Por lo tanto, no nos centraremos en describir o proponer métodos. Cuando hagamos uso de algún método, irá como ilustración de un determinado principio. Nuestra filosofía no es capacitarte en el uso de diferentes métodos, sino en el conocimiento y uso de diferentes principios.

¿Por qué principios y no métodos? La razón es sencilla: los principios son verdades universales y no temporales. Explicado de otra manera, los principios pueden funcionar en todas las culturas y en todas las épocas. Por el contrario, los métodos son temporales y locales. Lo que puede funcionar perfectamente en una iglesia, tal vez no sea exportable, no ya a otro país, sino ni siquiera a otra iglesia dentro de la misma ciudad.

Un principio puede ser adaptado a cualquier cultura, en cualquier época. Un método suele ser la manera en que se aplica ese principio dentro de un contexto o época concreta. Por eso vamos a enfatizar principios y no métodos. Si enfatizáramos estos últimos, la capacitación y, por lo tanto, este curso no resultarían válidos, ya que no podrías aplicar en tu realidad muchos de los métodos que nosotros usamos. Sin embargo, al centrarnos en principios, cualquier persona puede beneficiarse del contenido de este manual de pastoral juvenil.

Permítenos usar un ejemplo para ilustrar mejor la diferencia y la relación entre principios y métodos.

Los principios pueden aplicarse dentro de cualquier contexto, de cualquier cultura y en cualquier época porque son universales. Por tanto, deberás realizar el esfuerzo de orar y pensar acerca de cómo aplicar en tu propia realidad los diferentes principios que iremos transmitiendo. En ocasiones lo verás con claridad meridiana y no habrá ninguna dificultad. Pero en otras, aunque puedas reconocer los principios, no te resultará fácil descubrir cómo aplicarlos dentro de tu único y singular contexto.

Algo que debes evitar es copiar los métodos que otros usan. Busca siempre el principio de trabajo que hay detrás de cualquier método. Trata de aplicar el principio, pero no apliques el método sin antes averiguar si puede resultar válido y funcionar en tu situación específica. El éxito, aunque a simple vista parezca lo contrario, siempre se encuentra en los principios, nunca en los métodos. Estos últimos son sólo vehículos, canales para la aplicación de los principios universales.

De nuevo, cuando veas aquí un método explicado, recuerda que lo usamos para ilustrar la forma en que se puede aplicar un principio.

JESÚS, MODELO DE LA PASTORAL JUVENIL

Jesús es nuestro modelo para la pastoral juvenil. Creemos que el trabajo pastoral que él llevó a cabo con sus doce discípulos constituye la fuente de la que debemos beber. Es en su trabajo formando aquel pequeño grupo de hombres donde encontramos los principios universales aplicables a nuestro ministerio de pastoral con la juventud.

La manera en que Jesús trabajó con sus discípulos, los principios pastorales que utilizó, han de ser nuestra inspiración y modelo. Por eso, cada vez que te planteemos un principio de trabajo, una norma de actuación, una forma de encarar la pastoral juvenil, pregúntate siempre si es posible identificarlo con el trabajo pastoral llevado a cabo por el Maestro. En ocasiones nosotros lo haremos de forma explícita. Tu trabajo consistirá únicamente en buscar en el fondo de tu mente los ecos e identificarlo. En otras ocasiones no lo haremos. Será tu responsabilidad bucear, investigar, excavar en el trabajo del Maestro y tratar de identificar los principios que te hayamos transmitido. Como comprenderás, no íbamos a dártelo todo absolutamente hecho ¿no crees?

EL PROCESO DE LA PASTORAL JUVENIL

Debido a que te interesa este material, suponemos que existe una brecha entre lo que ves actualmente en tu ministerio y lo que anhelas ver. El movimiento de un estado a otro implica cambio, pero no nos interesa el cambio por la simple novedad, sino que nos interesa el cambio que nos acerca cada vez más a nuestro propósito. En otras palabras, lo que nos interesa es el crecimiento. El crecimiento se da por medio de un proceso. El diccionario define proceso así: conjunto de las fases sucesivas de un fenómeno. La experiencia y la historia han probado la importancia de los siguientes elementos en el proceso de crecimiento que llamamos El ciclo de crecimiento:

La identificación de las necesidades que deben ser suplidas para que haya crecimiento.

La definición de los resultados que quieres ver, es decir, tu propósito.

La denominación de las metas específicas, los objetivos que componen tu propósito.

La elección de los medios que vas a usar para lograr tus objetivos.

La determinación de los recursos necesarios según el medio que has escogido.

La programación que tiene que ver con la ejecución de tu plan.

La evaluación de todos los elementos anteriores para determinar en que medida se ha cumplido el propósito.

Las necesidades de los jóvenes

Dado que la pastoral juvenil existe para ayudar al crecimiento de los jóvenes y adolescentes, sus necesidades son el punto de partida del proceso. Consideramos importante que tengas el mejor y más amplio conocimiento posible de aquellos que serán los destinatarios de la acción pastoral. Desconocer sus necesidades puede entorpecer la tarea educativa. Así que el primer paso en el proceso de la pastoral juvenil es identificar las necesidades reales y significativas de los jóvenes con los que estás trabajando o quieres trabajar.

El propósito de la pastoral juvenil: Jóvenes que piensan y viven como Jesús

Después de identificar las necesidades, debes definir tu propósito o misión, la razón fundamental de tus esfuerzos. ¿Qué esperas que sea y haga tu grupo? ¿Cuál es el propósito de tu ministerio? ¿Qué o quién lo determina? Las respuestas a estas preguntas son clave.

Es fácil notar una necesidad e intentar hacer algo al respecto, pero si saltamos de las necesidades a la actividad, es decir a «la ejecución», existe una buena posibilidad de que no veamos crecimiento como resultado de lo que hacemos. Necesitamos asegurarnos de que nuestras actividades nos llevan un paso más cerca de nuestro fin, que nos ayudan a cumplir nuestro propósito. De lo contrario, nuestra actividad puede resultar inútil por falta de rumbo y dirección.

¿Cuál es el propósito de la pastoral juvenil? Podemos afirmar con seguridad, sin riesgo de torcer el sentido de las Escrituras, que el propósito último del trabajo con los jóvenes y adolescentes, la misión que Dios nos ha dado, consiste en que éstos se vuelvan personas maduras en Cristo Jesús. Dicho de otra manera más llana y fácil de entender por parte de los jóvenes, que piensen y vivan como Jesús, que manifiesten sus actitudes y comportamiento en relación con Dios, con ellos mismos, con los demás y con la comunidad y el mundo que los rodea.

Establecer nuestro propósito nos ayuda a ver crecimiento verdadero por tres motivos:

Le da un sentido de dirección a todo lo que hacemos, o sea, presenta el blanco hacia el que debemos dirigir todo nuestro esfuerzo.

Nos ayuda a determinar los medios que necesitamos para lograr nuestro fin.

Nos permite evaluar cómo van las cosas, descubrir si nuestros medios resultan eficaces o no, y cuánto nos falta para alcanzar la meta.

Los objetivos: «Nueve características de la persona madura en Cristo Jesús»

Si el propósito nos indica hacia dónde vamos, los objetivos nos muestran el destino específico. En este paso salimos del terreno de las abstracciones porque, a diferencia de los propósitos, los objetivos son enunciaciones de metas específicas y mensurables. Para que un objetivo resulte válido ha de ser algo que se puede evaluar y medir. Implica esfuerzo aterrizar nuestro propósito en objetivos mensurables, pero vale la pena a la hora de evaluar.

¿Qué significa en forma práctica el «pensar y vivir como Jesús»? Si a «la madurez espiritual» no le damos un contenido específico para identificarla como nuestro propósito, no nos sirve de nada. ¿Cómo podremos evaluar si los jóvenes con los que trabajamos progresan adecuadamente hacia esa madurez? Poder dar respuesta a esas preguntas es una necesidad vital, especialmente cuando estamos al frente de un ministerio con jóvenes.

Para que sea específica y posible de medir, vamos a dividir «la madurez en Cristo Jesús» en nueve características que esperamos que los jóvenes vivan y experimenten en sus vidas. Cada una de esas característica se compone de tres elementos diferentes: conocimientos, convicciones y conductas. Así que, la persona madura en Cristo Jesús es aquella que da evidencias en su vida de todas y cada una de estas nueve características a través de los conocimientos que la persona adquiera, las convicciones que interiorice y las conductas que practique.

El medio: La educación

Después de determinar a dónde queremos ir, tenemos que establecer cómo llegar allí. Los medios son métodos para lograr un fin. Hablando de medios, es importante tener presente la siguiente distinción: los fines que desees lograr nunca justifican los medios que emplees, pero siempre los determinan. No todos los medios servirán o serán útiles para los fines que desees alcanzar. Debe haber una clara adecuación de los medios a los fines.

Al estudiar el ministerio de Jesús, que es un modelo en cuanto a la adecuación de los medios a los fines, vemos que él llevó a cabo un auténtico proceso educativo en su trabajo con los doce discípulos. Sin duda Jesús usó la enseñanza, y lo hizo de una manera magistral, pero fue mucho más allá de la enseñanza. Si Jesús trabajó de esa manera para desarrollar a sus discípulos y llevarlos a la madurez, sería una ilusión que nosotros pretendiéramos conseguir los mismos fines sin utilizar los mismos medios. Como líderes juveniles estamos llamados a mucho más que organizar reuniones o entretener a la gente que el Señor ha puesto bajo nuestra responsabilidad. Hemos sido convocados a realizar un trabajo educativo con ellos.

La educación, un proceso que usa la enseñanza pero que va mucho mas allá de ella, es el medio que nos permitirá alcanzar nuestro fin: ayudar a los jóvenes a pensar y vivir como Jesús.

Nota: Educación vendría a ser el término pedagógico, técnico, «profesional», por decirlo de alguna manera. Discipulado sería el término bíblico, espiritual, cristiano. A lo largo de este material es posible que aparezcan ambos términos simultánea o alternativamente. Por favor, no olvides que estamos hablando de lo mismo, nunca de dos cosas diferentes.

Los recursos

Los recursos son los elementos disponibles o necesarios que permiten que los medios funcionen. Básicamente existen dos tipos: recursos humanos (dones, talentos, disposición de la gente, y otros) y recursos materiales (programas, dinero, máquinas, libros, y muchas cosas más).

El liderazgo es el principal recurso de la pastoral juvenil. Tu propia vida es tu mejor recurso educativo; lo que eres (tu relación con el Señor, la medida de madurez que has alcanzado en tu experiencia con Dios) representa tu principal activo a la hora de llevar a cabo el proceso educativo. Pero a la vez es probable que no puedas alcanzar muchos de tus objetivos si cuentas únicamente con tu trabajo y dedicación. Por tanto, también has de ampliar el número de personas que estén dispuestas y capacitadas para participar en la pastoral de los jóvenes y adolescentes.

Otro recurso importante lo constituyen los cuatro posibles acercamientos educativos: el grupo grande, los grupos pequeños, el acompañamiento espiritual y el tiempo concentrado (los campamentos, encuentros retiros). Estos son los canales a través de los que se lleva a cabo el proceso educativo porque son recursos que usó Jesús en su ministerio.

La ejecución

Después de determinar los elementos anteriores, es preciso especifcar los detalles prácticos de la organización y administración para que el proyecto se encamine hacia el cumplimiento del propósito. La puesta en práctica incluye respuestas a las siguientes preguntas: ¿Qué se va a hacer? ¿Quién lo va a hacer? ¿Dónde? ¿Cuándo? Y otras.

Haremos aterrizar cada módulo de este material, explicando cómo poner en práctica su tema especifco. Hay un módulo completo que analiza las barreras más comunes que interfieren con la puesta en práctica de la pastoral juvenil en general. Algunas se relacionan con los jóvenes mismos, algunas con las estructuras eclesiales y algunas con tus propias carencias como líder y educador.

La evaluación

Cuando nuestro ministerio tiene un propósito y objetivos definidos, podemos analizar el trabajo, valorándolo a su luz. Es importante evaluar tanto el pasado (que hayamos cumplido con nuestros objetivos, y en consecuencia con el propósito), como el futuro (el «¿ahora que?»). Esa evaluación nos permite obtener una información muy valiosa. Nos hace conscientes de las cosas que estamos haciendo bien y de las que estamos haciendo mal; de aquello que debemos enfatizary de lo que debemos dejar de hacer. También nos ayuda a ver cuánto nos falta para llegar a la meta.

Este proceso no garantiza el crecimiento pero sí provee un ambiente que lo favorece y nos ayuda a identificar los factores que contribuyen a él o que lo impiden.

VISTA PANORÁMICA DEL CURSO

Este curso de pastoral juvenil está compuesto por varios módulos que queremos presentar de forma breve. Cada módulo se divide en diferentes temas. Al ir trabajando cada uno de esos temas podrás completar la totalidad del módulo.

Módulo 1: Cómo son los jóvenes con los que trabajamos

La finalidad de este primer bloque es ayudarte a entender cómo son y cómo piensan los jóvenes y adolescentes con los que llevarás a cabo tu tarea de pastoral juvenil. Es posible que eso cambie de un país a otro. Por lo tanto, la información que aquí se comparta consistirá, fundamentalmente, de principios generales. A ella deberás añadirle los datos específicos de tu propio contexto. Esta última parte será de tu responsabilidad

Módulo 2: Los fundamentos de la pastoral juvenil

Como su nombre lo indica, se trata de los principios básicos y esenciales para el trabajo educativo de la pastoral juvenil. Aquí trataremos de aclarar el propósito y los objetivos del trabajo con los jóvenes y de señalar los medios más adecuados para lograrlos, siempre desde una perspectiva bíblica y siguiendo el ejemplo de Jesús.

Módulo 3: El liderazgo en la pastoral juvenil

El liderazgo será el que se haga responsable de llevar a cabo la pastoral juvenil. Analizaremos su propósito y algunos objetivos específicos que le corresponden, los medios y recursos que tiene a su disposición y la forma de ejecución que implementará, específicamente en cuanto a su relación con Dios y con los demás. También explicaremos el uso de una herramienta de evaluación, el «NIVEL DE COMPETENCIA PARA LIDERES DE JÓVENES».

Módulo 4: Los acercamientos educativos

El líder lleva a cabo su tarea de pastoral juvenil por medio de diferentes acercamientos educativos. En este apartado estudiaremos qué es un acercamiento educativo, cuál es su función, cuáles son los acercamientos que usó Jesús, y cómo se complementan los diferentes acercamientos educativos. Posteriormente estudiaremos cada uno de forma detallada y te ayudaremos a entender su puesta en práctica en tu contexto específico.

Módulo 5: Barreras comunes en la pastoral juvenil

Cuando el responsable de jóvenes lleva a cabo su trabajo de pastoral debe enfrentar ciertos obstáculos o barreras. Consideraremos cuáles son los más habituales y cómo pueden ser trabajados. Trataremos de ver esos obstáculos como oportunidades para desarrollar mayor confianza y dependencia del Señor.

Módulo 6: La puesta en práctica de la pastoral juvenil

En este bloque integramos lo aprendido hasta este momento para ayudarte a aplicarlo en tu situación local. Estudiamos el fundamento y los pilares que deben sostener tu ministerio y un proceso de crecimiento balanceado. También te presentamos un caso de estudio para que veas un modelo de la pastoral juvenil en funcionamiento.

Módulo 7: La pastoral de la adolescencia

Este bloque está dedicado al mundo de la adolescencia. En él estudiarás las peculiaridades de esa época de la vida y las características que ha de tener un ministerio dirigido a los adolescentes.

Módulo 8: Apéndices

Este último módulo tiene como finalidad proveerte de algunos materiales que te serán de utilidad a la hora de desarrollar tu Pastoral Juvenil y tu propio crecimiento como líder juvenil. No se encuentran impresos en este libro, sino en un espacio singular en internet:

WWW ESPECIALIDADESJUVENILES.COM /RAICES

Material de apoyo

Los módulos están acompañados por materiales adicionales que tienen varios propósitos: ayudarte con tu comprensión de los conceptos presentados, favorecer su puesta en práctica en tu ministerio, servirte en el proceso de la formación de un grupo de líderes. Algunos se encuentran en este libro y otros debes buscar en la página web.

1. Preguntas de Autoevaluación

Al final de la mayoría de los capítulos hay una batería de preguntas que te ayudarán a profundizar en los contenidos leídos. Algunas son de tipo observación, en las cuales se tiene que buscar qué han dicho los autores acerca de tal punto; otras son de tipo análisis, en las cuales se tiene que pensar en el impacto o significado de algún punto.

2. Trabajo práctico

De nada sirven los principios bíblicos que se comparten en este material si no los implementes en tu ministerio. Así que al final de capítulos puntuales te proporcionamos una tarea con el fin de ayudarte a aplicar a tu realidad los principios que has estudiado.

3. Hojas de trabajo

Cuando ves este icono, significa que en el internet encontraras una hoja de trabajo que corresponde al contenido señalado. Estas hojas listas-para-usarse están diseñadas para ser herramientas útiles en la ejecución de la Pastoral Juvenil.

4. Clases Animadas

La página www.especialidadesjuveniles.com/raices te proporciona 20 clases animadas que enseñaza el material del texto de este libro de forma visual e interactiva. Las caricaturas de Félix y Gerardo te guían por los contenidos, potenciando tu comprensión por medio de símbolos y ejemplos del ministro de Jesús y una comunidad de líderes y jóvenes. Cuando aparece el icono de las clases en el texto, significa que hay una sección que explaya el concepto señalado. El icono siempre va acompañado por el número de la clase, el fólder y la página donde se encuentra el tópico. ¡Que disfrutes de esta herramienta educativa innovadora!

ACERCA DE LOS AUTORES

Queremos darte algo de información sobre quiénes somos los autores de este libro. Aquí apreciarás un poco de nuestra apasionante vida. Al menos, has de saber que nuestros esposos la encuentran muy, pero muy interesante. Nuestros hijos, no tanto.

Annette LB. Gulick

Junto con su esposo Tim, trabaja con el ministerio SEPAL, proveyendo recursos y capacitación para líderes de jóvenes, mayormente a través de la pagina de internet www.ParaLideres.org. Annette es Licenciada en Periodismo y Español de Baylor University en Waco, Texas y Master en Teología por el Reformed Theological Seminary de Orlando, Florida. Annette es autora de varias series de Estudios Activos para adolescentes y jóvenes.

Gerardo J. Muniello

Es pastor de la iglesia Presbiteriana San Andrés en Olivos, Buenos Aires, Argentina. Tiene el título de Licenciado en Administración de Empresas, otorgado por la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y de Licenciado en Ministerio, otorgado por el Instituto Bíblico Buenos Aires (IBBA).Cuenta con muchos años de experiencia en la pastoral de adolescentes y jóvenes, en el desarrollo de modelos de trabajo y en el entrenamiento de líderes. Es un conferencista internacional en América Latina, y además, profesor de varios seminarios y consultor en desarrollo de organizaciones. Gerardo está casado con Adriana y tiene dos hijas, Samanta y Jessica.

Félix Ortiz

Está casado con Sara y tiene dos hijos, Andreu y Anna. Estudió historia y educación en la Universidad de Zaragoza y tiene una Maestría en Educación Cristiana, otorgada por el Southwestern Baptist Theological Seminary de Texas, Estados Unidos y otra en Educación a Distancia otorgada por la Universidad Nacional de Educación a Distancia de España. Ha escrito numerosos libros sobre el trabajo con jóvenes y ha sido profesor de varias instituciones teológicas españolas. En la actualidad es el responsable de formación y desarrollo de líderes de Campus Crusade for Christ para Europa. Sigue vinculado de varias formas con el ministerio juvenil.

Módulo 1

CÓMO SON LOS JÓVENES CON LOS TRABAJAMOS

Este primer módulo ha sido concebido para ayudarte a tener una mejor comprensión de los jóvenes con los que estás trabajando o esperas trabajar en el futuro.

Creemos que es importante que puedas tener el mayor conocimiento posible de aquellos que serán los destinatarios de la acción pastoral. Es totalmente cierto que algunos aspectos cambian de país a país. Pero también es verdad que existen ciertos rasgos generales que son comunes a la juventud de todos los países de habla hispana. Pues bien, nos centraremos en estos últimos.

MÓDULO 1 - CAPÍTULO 1

CÓMO SON LOS JÓVENES DE NUESTRAS IGLESIAS

Una nota introductoria

Este capítulo pretende hacer un acercamiento general a la realidad de los jóvenes de nuestras iglesias; no intenta hacer ninguna descripción específica o concreta. Es posible que algunas de las características aquí mencionadas no encajen total o parcialmente dentro de la realidad que tú vives. Eso no es problema puesto que el capítulo, como se indicó, constituye solo una aproximación general. Las impresiones aquí vertidas provienen de experiencias recogidas a través nuestro ministerio personal en Centro y Sudamérica y España, y de entrevistas con muchos líderes de esas regiones.

Tensión entre la iglesia y el mundo

Podemos decir que los jóvenes de nuestras iglesias viven a la vez en dos esferas totalmente distintas: la sociedad (el mundo, como lo denomina la jerga evangélica) y la iglesia. Esas dos esferas no solo son diferentes, sino que, en forma creciente, se están volviendo radicalmente opuestas y están en permanente conflicto.

Por un lado, la juventud evangélica está expuesta dentro de la iglesia a toda una serie de valores, prioridades y formas de ver la vida, que constituyen lo que podríamos denominar la cosmovisión judeocristiana. Durante siglos esos valores han sustentado y estructurado la cultura y la sociedad occidental. Incluso, aunque las personas no fueran creyentes, participaban de esos valores, ya que ellos conformaban el consenso cultural sobre el que se construía la sociedad, y esta los utilizaba para regirse.

Sin embargo, desde hace años esa realidad se ha venido deteriorando y en el último tiempo lo ha hecho de una forma acelerada y dramática. Podemos afirmar, sin lugar a dudas, que asistimos al fin de una sociedad sustentada en los valores inspirados por el cristianismo. En la década pasada, F. Nietzche, anunció la muerte de Dios. En la segunda parte de este siglo, J.P. Sartre declaró que, tras haber matado a Dios, ahora era el tiempo de matar los valores de Dios. Todo parece indicar que en buena parte de nuestro mundo esa empresa está teniendo bastante éxito.

Como anteriormente lo mencionamos, muchos de los valores propios de la cultura cristiana son abiertamente cuestionados, cuando no rechazados de plano, por la sociedad en que vivimos. Temas como la fidelidad matrimonial, la propia institución del matrimonio, la ética sexual en todos sus aspectos, los desafíos de la bioética y otros semejantes son puestos en tela de juicio y el relativismo moral es lo que prima, como claro exponente de lo que señalamos.

Así pues, los jóvenes de nuestras congregaciones se encuentran andando a caballo de ambas realidades, ciudadanos, lo quieran o no, de dos reinos diferentes. Por un lado, los valores del reino de Dios, que, con mayor o menor fortuna les transmiten la familia y la iglesia, y por el otro, los valores de la sociedad en la que han nacido, de la que son hijos. Estos últimos les son transmitidos por sus amigos, el sistema educativo y los omnipresentes medios de comunicación.

La tensión está viva y presente. Esa realidad produce en los muchachos y muchachas de nuestras iglesias una auténtica esquizofrenia, ya que han de formar su personalidad, su propia cosmovisión, en medio del marasmo cultural e ideológico que supone este enfrentamiento entre los dos reinos.

Con demasiada frecuencia, ante una ofensiva cada vez más violenta y radical de la sociedad, la iglesia adopta una actitud defensiva, especialmente dentro del sector de los adultos mayores. Ante la imposibilidad de entender y digerir las nuevas realidades, la iglesia se cierra en bloque y automáticamente anatematiza y rechaza todo lo que provenga de la sociedad, tanto lo malo como lo bueno. Desgraciadamente, el rechazo no siempre va acompañado de una buena interpretación y reflexión teológica acerca de las nuevas realidades. Se trata un «No, porque no».

Consecuentemente, los jóvenes se encuentran ante una presión creciente y difícil de resistir por parte de la sociedad, y una actitud débil por parte de la iglesia, que no logra dar respuestas a sus preguntas, interrogantes, crisis y expectativas. Así pues, la crisis está como servida en bandeja. Muchos jóvenes se dejan llevar por el arrastre del mundo y, aunque no abandonan la iglesia, su cosmovisión es cada vez menos bíblica.

Cuando llegan a la adolescencia, se produce un proceso inevitable en la vida de los muchachos y muchachas de nuestras iglesias: empiezan a ser conscientes de todas las contradicciones que existen a su alrededor. Eso es una realidad en los ámbitos de la familia y la iglesia.

Es común entre los adolescentes afirmar que la iglesia está llena de hipócritas. Todos, sin ninguna duda, hemos escuchado esa afirmación de labios de los jóvenes y adolescentes con los que llevamos a cabo nuestra pastoral juvenil. Al margen de que la juventud de todas las épocas haya hecho esta misma afirmación, debemos preguntarnos, desde un punto de vista crítico y serio, qué hay de realidad en ella.

El desarrollo de nuevas capacidades de pensamiento en la vida de los adolescentes les permite volverse reflexivos en niveles que hasta entonces no les había sido posible. Lo que con anterioridad a ese momento les parecía un universo perfecto e inmaculado, de pronto se convierte en una realidad llena de fallas, falsedad y contradicciones. Debemos entender que los adolescentes y muchos jóvenes tienden a visualizar la realidad en términos de blanco o negro, sin ninguna gama de matices intermedios y que, por tanto, su apreciación no necesariamente resulta del todo exacta. Pero también es cierto que no tenemos que cerrar nuestros oídos a sus críticas y opiniones.

Los jóvenes de nuestras iglesias se dan cuenta de que los valores que profesamos creer como comunidad no necesariamente se viven en la realidad práctica y cotidiana. Tal vez hablamos de reconciliación y, sin embargo, hay familias en la congregación que viven en abierta pugna y enfrentamiento. Leemos pasajes que hablan acerca del amor, la comunión y la fraternidad mientras es posible que la indiferencia hacia las necesidades de otros resulten evidentes y claras. Sin duda la evangelización y el amor a los perdidos están presentes en nuestro credo, incluso en nuestra declaración de propósito como iglesia, pero tal vez no evangelizamos ni tenemos ningún programa de ayuda a los más necesitados y desheredados de la sociedad.

¿Cómo pensamos que debe sentirse un joven que se da cuenta de esa realidad? ¿Qué reacciones internas provocará todo ello en su, tal vez, todavía inexistente o naciente fe? Félix recuerda una conversación con el padre de un adolescente que formaba parte de su ministerio. Ese padre se preocupaba por la aparente indiferencia espiritual de su hijo. Félix le señaló que esa indiferencia, en opinión de su hijo, era producto de las contradicciones que observaba en la vida de la comunidad. Por toda respuesta, el padre afirmó: «Siempre ha habido hipócritas en la iglesia. Nuestros hijos han de aprender a mirar al Señor y no a los hombres».

La respuesta incluso parece tener coherencia. No obstante, ¿no existe una cierta falacia en tal actitud? ¿No debería preocuparnos el hecho de que nuestras conductas y actitudes demasiado a menudo impidan que los jóvenes puedan ver a Dios? Somos plenamente conscientes de que nuestras exégesis no son excesivamente precisas, pero, en ocasiones nos preguntamos si los versículos en los que Jesús enfatiza que dejemos que los niños se acerquen a él y que no se lo impidamos no se aplican a esta situación de la que venimos hablando. Realmente la iglesia ha de llevar a cabo una seria autocrítica a fin de discernir hasta qué punto el estilo de cristianismo que vivimos en nuestras comunidades plantea al joven unas contradicciones que en nada lo ayudan a desarrollar una fe madura y que ni siquiera lo impulsan a querer continuar en la fe.

En línea con esto, el joven no solo encuentra contradicciones entre los valores que la iglesia predica y vive, sino que sucede lo mismo dentro de su propia familia. No resulta extraño que la unidad familiar proclame creer en los valores que emanan de la palabra de Dios, pero que después, en la realidad del día a día, esos valores estén ausentes o incluso se viva según valores que están en abierta oposición con los que teóricamente proclama y defiende.

Puestos en este contexto, hemos de pensar en el impacto que este descubrimiento de contradicciones entre la teoría y la práctica debe producir sobre la religiosidad de los jóvenes de nuestras congregaciones. ¿Cuántos se habrán apartado de la fe por esta causa? ¿Cuántos estarán retrasando un compromiso más firme con Dios debido a ello? No podemos cerrar los ojos a esta realidad; por el contrario, hemos de hacer un esfuerzo para que la vieja excusa de la hipocresía nunca más pueda ser invocada como razón para apartarse del Señor.

Marcos de referencia débiles

Los estudiosos de la personalidad humana afirman que en el periodo de la adolescencia y la juventud temprana, la principal tarea que enfrentan los chicos es la formación de su propia identidad personal. Los adolescentes quieren alcanzar una identidad propia, quieren saber quiénes son, cuál es el propósito y el sentido de sus vidas. Ya no desean ser identificados por la pertenencia a sus familias; necesitan ser ellos mismos, y no el hijo de tal o la hija de cual.

Es un proceso normal, necesario y saludable. Ese proceso implica la necesidad de tomar distancia de los padres a fin de poder encontrarse con ellos mismos para contestar las preguntas antes enunciadas. La distancia permite adquirir una perspectiva que facilita la reflexión acerca de uno mismo. Ese distanciamiento no es únicamente físico: los hijos se vuelven menos cariñosos y propensos al contacto físico con los padres. Y, sobre todo, se trata de un distanciamiento ideológico, emocional, intelectual.

El joven necesita distanciarse de los valores de sus padres, de su forma de vivir, a fin de determinar si ese estilo de vida es válido para él. En esta época los jóvenes se cuestionan la fe. Tienen que decidir si incorporarán la fe de sus padres a su nueva y emergente identidad. Han de definir si la nueva fe incluirá como propia la religión, las creencias y los valores de los padres. No es posible desarrollar una fe madura sin pasar por un proceso de crítica y evaluación.

Durante el proceso de distanciamiento, el joven continúa necesitando a los adultos. El muchacho o la muchacha mira a su alrededor en busca de marcos de referencia. Esos «marcos» son personas o instituciones a los que el joven acude para, por medio del contraste, la imitación, la confrontación, el diálogo, ir formando su propia y nueva identidad. Si queremos utilizar una expresión más corriente, podríamos afirmar que se trata, simple y llanamente, de modelos.

Hasta ese momento, la escuela, la familia y la iglesia constituían el marco de referencia por excelencia. Sin embargo, todos los expertos concuerdan en afirmar que los marcos tradicionales están en franca decadencia y comienzan a ser sustituidos rápidamente por otros distintos, por nuevos modelos. (Este apartado se desarrolla con más amplitud en el módulo dedicado a la pastoral del adolescente. Aquí, por tanto, solo hacemos menciones sucintas). Los nuevos modelos les son transmitidos a los jóvenes por sus propios amigos y por los medios de comunicación.

Queremos resaltar aquí la alarmante falta de buenos modelos para nuestros jóvenes que se da en muchas comunidades locales. La iglesia puede ayudar bastante a la familia. Proveyendo buenos marcos de referencia para los jóvenes, por ejemplo, especialmente durante este periodo tan crítico en el que ellos se distancian de sus familias en medio del proceso de búsqueda de la propia identidad personal. Los muchachos y las muchachas miran a su alrededor en busca de adultos significativos que puedan proveerles ejemplo y un modelo para imitar.

Sin embargo, no siempre sucede eso. Con demasiada frecuencia faltan personas que tengan bien integrada la fe a la vida cotidiana y puedan constituirse en un marco de referencia adecuado para la juventud. Faltan líderes de jóvenes con un buen diálogo entre la fe y la cultura, líderes que no solo les presenten a los jóvenes un enfoque moral sino que estén en condiciones de ofrecerles una auténtica cosmovisión, es decir, una interpretación verdaderamente cristiana del mundo y la vida.

Suele suceder en algunas iglesias evangélicas que los jóvenes solo encuentren contradicciones y marcos de referencia pobres, inmaduros y poco atractivos cuando buscan modelos a imitar. Eso nos plantea un increíble desafío: la necesidad de desarrollar buenos modelos en nuestras comunidades, en especial entre los líderes y otras personas que influyen sobre la juventud. Precisamos encontrar personas cuyas vidas sean dignas de imitar por parte de nuestros jóvenes.

Deficiencias en la educación familiar

Existe una realidad evidente en muchas de nuestras iglesias: los padres se desentienden de la educación espiritual de sus hijos, delegándola cada vez más en la iglesia. Ellos esperan que la comunidad se encargue de la transmisión de los valores cristianos y dan por sentado que a ese fin las iglesias deberían desarrollar las estructuras necesarias.

Sin embargo, la responsabilidad primera de la educación en cuanto a la fe les corresponde a los padres y en ningún caso a la comunidad cristiana. No estamos diciendo que la iglesia local no deba proveer formación espiritual para los niños y jóvenes. ¡En absoluto! Afirmamos que esa educación les corresponde en primer término a los padres y solo en segunda instancia a la iglesia. Esta ha de ser colaboradora en la formación espiritual de los niños y jóvenes, pero nunca suplantará el papel de los padres, ni asumirá la responsabilidad prioritaria que les ha sido puesta sobre los hombros a ellos por la Palabra de Dios.

Desafortunadamente una cosa es la teoría y otra la realidad. Cada vez más padres transfieren, consciente o inconscientemente, esa responsabilidad a la iglesia. Ante esta situación, la iglesia se ve forzada a reaccionar y encarar una tarea que no es primariamente suya, pero que, debido a la falta de asunción por parte de los progenitores, no puede dejar de llevar a cabo.

¿Que implicaciones tiene esto para la pastoral juvenil? Pues que cada vez nos encontramos con más jóvenes que carecen de una formación cristiana recibida en el hogar. Eso significa que no solo desconocen la información básica acerca de la Biblia, sino que tampoco han recibido en su contexto familiar los valores fundamentales de la fe cristiana, valores que son los que conforman el estilo de vida.

Tal vez nunca más podamos dar por sentado el hecho de que por provenir de hogares cristianos nuestros jóvenes ya estén formados en los aspectos básicos del conocimiento y la práctica de la fe cristiana. Es probable que eso nos obligue a replantear nuestras estrategias educativas; ya no podremos seguir siendo un complemento a la educación familiar. Lamentablemente, deberemos convertirnos en su sustituto.

Inseguridad y confusión con respecto a la experiencia de conversión

Hay una realidad que no podemos ni debemos ignorar: en nuestras congregaciones existe un número crecente de personas que pertenecen a una segunda e incluso a una tercera generación de evangélicos. Se trata de jóvenes que no han llegado directamente del «mundo», que no provienen de un ambiente no cristiano o secular, sino que se incorporan a nuestras iglesias porque sus padres se convirtieron alguna vez y ellos ya nacieron dentro del contexto evangélico. Es precisamente cuando aumenta el número de hijos de creyentes en nuestras iglesias que comienza la deserción. El proceso incluso se ve agravado en la tercera generación, formada por los hijos de los hijos de aquellos que una vez abandonaron el mundo.

¿Qué quiere decir todo esto? Fundamentalmente que estamos frente a dos generaciones de evangélicos que han accedido a la información relacionada con la fe y el evangelio no por una decisión propia sino como consecuencia de una herencia cultural de familia. Esos jóvenes han crecido conociendo y teniendo acceso desde pequeños a toda la información que permite a una persona ser cristiana. Han tenido ocasión de recibir formación e instrucción, y de familiarizarse con la fe que puede otorgarles la salvación.

Eso, sin embargo, presenta ventajas e inconvenientes. La ventaja es que les ha dado un acceso privilegiado al conocimiento de Dios y su Palabra. Desde la niñez han aprendido conceptos que no solo pueden otorgarles la salvación sino hacer que sus vidas resulten mucho más ricas, plenas y dignas de ser vividas. Han llegado a conocer el consejo de Dios que puede librar de multitud de situaciones de dolor y sufrimiento como consecuencia del pecado.

Pero eso también ofrece inconvenientes. El conocimiento sin la práctica produce un efecto de inmunización. Esos jóvenes saben pero no viven y, por lo tanto, pueden llegar a pensar que el evangelio realmente no funciona ni sirve para la vida cotidiana. Pueden llegar a creer que estar en la iglesia es lo mismo que formar parte de la familia de Dios y, consecuentemente, no ver o no entender la necesidad de la conversión personal.

En muchos de estos jóvenes se da una confusión en cuanto a la experiencia de la conversión. ¿Creen por convicción personal propia o porque han recibido esas creencias de sus padres? ¿Son religiosos o convertidos? ¿Han aceptado a Jesús o han aceptado una ética y una moral? ¿Tienen relación o tienen religión? Para algunos lectores esas afirmaciones tal vez carezcan de sentido, pero son muy importantes. Demasiado a menudo damos por sentado que todos esos jóvenes son creyentes simplemente porque están en la iglesia. Les exigimos que se conformen a un estilo de vida que no pueden mantener simplemente porque no son creyentes y, a diferencia de sus padres, nunca han tenido una experiencia personal de salvación, dado que jamás comprendieron qué es lo que Dios espera y exige de ellos. En definitiva, partimos de la premisa de que son creyentes en vez de partir de la premisa de que pueden no serlo.

Ante esa crisis de identidad religiosa, ante semejante confusión en relación con la fe y su experiencia personal de conversión, los hijos de creyentes reaccionan de dos formas diferentes:

Abandonan la iglesia. Con más de 40 años en la iglesia, he visto muchos hombres y mujeres de nuestra generación abandonar el evangelio. De hecho, nos encontramos entre el escaso número de los que permanecieron fieles. Todos podemos recordar compañeros, amigos y familiares que hoy ya no están con nosotros pero que un día sí estuvieron. Muchos de ellos abandonaron la fe, tal vez debido a que conocieron la letra pero nunca llegaron a un encuentro personal con Cristo. Tuvieron religión, pero no una relación.

Entran en el nominalismo evangélico. La fe nominal ha dejado de ser un fenómeno exclusivamente católico; muchas personas en nuestras iglesias viven una fe nominal, caracterizada por la observancia de un mínimo de manifestaciones externas y por un escaso compromiso con los ideales radicales del evangelio. Una pequeña minoría mantiene viva y en funcionamiento a la mayor parte de nuestras iglesias ante la pasividad e indiferencia de las mayoría.

Falta de impacto de la palabra de Dios en las vidas

Entre nuestros jóvenes se dan dos lamentables realidades. En primer lugar, un desconocimiento de las Escrituras. Y en segundo, un escaso interés por conocerlas y aplicarlas a la vida cotidiana. Los evangélicos fueron conocidos en el pasado como el pueblo de la Biblia. Eso ha dejado de ser una realidad para las nuevas generaciones. Los jóvenes leen poco la palabra de Dios y, como consecuencia, no la conocen. Por lo tanto, desconocen también al Dios revelado en las Escrituras.

No es para nada infrecuente ver a un joven volverse loco en una de nuestras reuniones al intentar encontrar la tercera carta de Timoteo, o buscando a Filemón entre los profetas menores. Uno podría afirmar que Josafat fue uno de los doce apóstoles sin que el auditorio se inmutará en lo absoluto. Del mismo modo, podríamos incluir a Epafrodito entre los patriarcas bíblicos sin que la mayoría de los jóvenes de muchas de las congregaciones notaran para nada la confusión de épocas.

Más allá de lo anecdótico que esto pueda parecer, revela una situación preocupante. Un editor amigo nuestro mencionó que su editorial había suspendido la publicación de una serie de guías para el estudio de los diferentes libros del Nuevo Testamento ante la falta de mercado. Con tristeza nos comentaba que la gente no lee la Biblia y, por tanto, esos libros carecen de compradores. Es cierto que la juventud en general no lee. Y resulta aún más cierto que no lee la palabra de Dios. Eso se ha vuelto un problema grave al que debemos dedicar la necesaria atención.

Todos somos conscientes de las implicaciones que la falta de lectura bíblica tiene en la vida de nuestros jóvenes. Los muchachos y muchachas de nuestras iglesias carecen de una visión cristiana de la vida. Su cosmovisión responde más a los valores, prioridades y formas de entender la vida de la sociedad en la que se mueven. ¡Es lógico! Al fin y al cabo, es ella la que alimenta sus cerebros.

Otra de las consecuencias de la falta de conocimiento de la Biblia es el desconocimiento del Dios de las Escrituras. Los jóvenes no conocen a Dios porque desconocen su Palabra. Como resultado, sus ideas acerca de Dios en muchos casos son peregrinas, cuando no grotescas. Del mismo modo, sus expectativas sobre la manera en que Dios debería obrar o actuar en sus vidas, en su entorno y en el mundo, también lo son.

En segundo lugar, como ya mencionamos, la Biblia en muchas ocasiones no se predica ni se presenta de una manera pertinente para la vida y las necesidades del joven. Demasiadas predicaciones y estudios bíblicos se enfocan totalmente desarraigados de la realidad vital de los jóvenes. Muchos sermones son auténticos alardes de oratoria, exposiciones eruditas de teología, que poco o nada dicen al joven. Nuestra predicación y forma de enseñar la Biblia produce, como consecuencia, que muchos jóvenes consideren la palabra del Señor como algo antiguo, obsoleto, alejado de su realidad. Algo que nada puede aportarles, que en nada les va a resultar útil. Nuestra predicación y forma de exponer la Biblia, lejos de atraer al joven con sed y ansias de conocimiento de la Palabra y del Dios de la Palabra, lo aleja de ella, confirmando que no resulta pertinente para una vida tan compleja como la del tercer milenio. La falta de creatividad y relevancia caracteriza, lamentablemente, a muchos de nuestros púlpitos. Cuidado con el peligro de espiritualizar y culpar a los oyentes, cuando es nuestra la incapacidad de hacer que la maravillosa palabra del Señor resulte oportuna y adecuada para nuestros jóvenes.

Falta de atención en cuanto a las necesidades de los jóvenes

Como gente que tiene amplia experiencia en el trabajo con los jóvenes, domingo tras domingo nos sentamos en los bancos de nuestras iglesias durante el culto dominical. En teoría, esa constituye la gran celebración de la fe; es el tiempo en que toda la familia cristiana (niños, adolescentes, jóvenes y adultos) se reúne para adorar al Señor y celebrar la nueva vida que tenemos en Cristo. La perspectiva es bella: toda la familia reunida para una fiesta. Sin embargo, cuando el servicio comienza, las cosas cambian y la ilusión, desgraciadamente, con demasiada frecuencia da paso a la decepción. El culto está pensado por y para los adultos de la iglesia. Las necesidades, e incluso las posibilidades de participación de otros sectores de la familia de la fe no se tienen en cuenta. No cantamos canciones infantiles; tampoco explicamos las cosas a un nivel que permita a los niños comprender lo que pasa. Los sermones nunca son del estilo que les agrada a los adolescentes. La música (y esto no en todas las iglesias) suele ser la única concesión que se les hace a los más jóvenes en nuestras congregaciones.

Esto no resulta únicamente anecdótico, constituye una muestra de la desatención que se da en el seno de algunas de nuestras comunidades cristianas hacia las necesidades propias de la adolescencia y de la juventud. Sin duda, a los jóvenes de nuestra generación les toca vivir en una época de presiones y ataques a su fe sin precedentes. La juventud que viven hoy los muchachos y las muchachas no tiene nada que ver con la que nos tocó vivir a nosotros. En este tiempo la existencia se ha vuelto extremadamente compleja y difícil. Vivir la fe en un contexto semejante resulta mucho más duro. Y representa un mayor desafío.

Hay algunas cuestiones fundamentales referidas a los jóvenes que demandan urgente atención: por ejemplo, lograr una comprensión de la adolescencia y de las necesidades que de ella se derivan, tomar conciencia de las presiones por las que los chicos pasan y de lo complejo de la sexualidad dentro de la sociedad contemporánea, percibir la necesidad que tienen ellos de adquirir una identidad cristiana y de asumir el desafío de vivir la fe bajo el creciente imperio de la postmodernidad. También que se les provean salidas para el terrible problema del ocio juvenil existente en nuestra cultura, que se les brinde orientación vocacional, y otras cosas por el estilo. Eso requiere de la iglesia que sea capaz de ofrecer opciones y orientación. El silencio, en ocasiones, resulta aterrador. A menudo es fruto de nuestra propia incapacidad como adultos para entender que la sociedad ha cambiado y ellos han quedado atrapados en medio de un cambio que nosotros no comprendemos y que ellos no saben cómo manejar.

Premisas equivocadas que se relacionan con el trabajo entre los jóvenes

Las premisas equivocadas llevan, de forma ineludible, a conclusiones erróneas. En muchas iglesias el trabajo dirigido a la juventud se construye en base a dos premisas que a nuestro juicio no son correctas pero que, no obstante, determinan

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