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Mirada Siniestra
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Mirada Siniestra

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About this ebook

Una ola de despiadados homicidios inaugura un reino de terror. Para algunos, las muertes son obra de El Fraile, un hombre que años atrás cometió una serie de crímenes similares. Para otros, detrás de esta nueva matanza se encuentra un astuto Impostor. Mientras que las autoridades intentan en vano poner fin a la violencia, un joven escritor llamado Javier Vásquez se halla a sí mismo en el vértice de un secreto desgarrador, y a medida que la masacre aumenta, sólo una cosa queda clara: Nadie está a salvo...

Ramón Francisco Jurado incursiona con audacia en un thriller convincente estructurado con inteligencia. El protagonista es un asesino voluptuoso, actúa apasionadamente, siente el placer de matar. Cada crimen es un enigma, es la violencia racional llevada al extremo.

En Mirada Siniestra distintos destinos se precipitan a toda velocidad en un curso de colisión del cual sólo los más capaces saldrán con vida. El misterio del Impostor apuñalará las vidas de todos sus personajes, y aquellos que logren sobrevivir se verán irremediablemente cambiados por la macabra verdad detrás de la sangre derramada.

LanguageEspañol
Release dateJul 21, 2013
ISBN9781301782109
Mirada Siniestra
Author

Ramon Francisco Jurado

Ramón Francisco Jurado fue expulsado al espacio en un pequeño cohete justo antes de que su planeta fuera destruido por la tercera Estrella de la Muerte. Se dirigía a un mundo super-civilizado, pero por el alto costo de la gasolina sólo llegó a La Tierra, en donde su familia intentó inculcarle los valores de un super-héroe pero él descubrió el grunge rock, a Fox Mulder, a George Lucas, y luego a Héroes del Silencio, lo cual descartó sus posibilidades de salvar a la humanidad. Oportunamente fue vendido a los Wachowski quienes escandalizados lo conectaron al Matrix, en donde es notoriamente conocido como el Neo que no liberó a sus congéneres. Interpol y la Liga de la Justicia lo han perseguido bajo el temido alias de "Paco, con el cual ha intentado vender su alma en eBay, pese a tenerla hipotecada con Majestic 12. Ocasionalmente escapa de su laberíntica imaginación para criticar las nimiedades del "mundo real". Cuenta en su haber literario con las novelas Mirada Siniestra, Impulsos Taliónicos, La Niebla y Veritas Liberabit. Las dos últimas constituyen las primeras entregas de la serie de Baker Street Security y Sabrina Saavedra. Actualmente está puliendo una colección de cuentos con la cual nunca queda satisfecho y completando una ficción histórica que incursiona en el género del espionaje.

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    Mirada Siniestra - Ramon Francisco Jurado

    CAPÍTULO UNO

    (regresar al índice)

    Javier Vásquez sabía que algo había sucedido prácticamente al momento de su llegada. Casi tuvo que saltar a la parada desde el bus cuyo conductor no estaba interesado en hacer un alto por completo. La llovizna residual del diluvio que había caído durante la noche salpicó sus anteojos y su largo cabello castaño que le llegaba hasta los hombros mientras subía corriendo las escaleras hacia la sección bajo techo de la entrada a las instalaciones de la Universidad Centroamericana en Panamá.

    Varias patrullas de la Fuerza Pública se hallaban en el estacionamiento del campus, y los oficiales conversaban entre sí con expresión de consternación. Los estudiantes regulares se habían detenido a lo largo del pasillo observando el evento y dialogando con curiosidad. Javier frunció el ceño y continuó caminando. ¿Qué podía haber ocurrido para atraer tantos policías? Al entrar al primer edificio, notó la muchedumbre agrupada en la parte posterior del mismo. Unos uniformados estaban tratando de que los jóvenes despejaran el área.

    ¡Javier!

    Al mirar hacia atrás vio a Bruno Escala, su íntimo amigo, que venía casi corriendo hacia él exaltado por algo. Hey, ¿qué pasó aquí? Preguntó Javier.

    ¿No te has enterado todavía? Bruno lo miró sorprendido.

    Acabo de llegar, Bruno; advirtió Javier.

    Un cadáver amaneció en la universidad, reveló Bruno.

    ¡¿Qué?! Exclamó Javier. ¡Cállate la boca!

    Te estoy diciendo, afirmó Bruno. Es de una tipa. Nadie sabe quién es. ¿Ya sabes lo de Mónica?

    Javier miró a su amigo con mayor interés. ¿Qué pasó con Mónica? Inquirió.

    ¡Ella fue la que encontró el cuerpo! Explicó Bruno. ¡Lo habían puesto en la banca frente a la entrada de la cafetería, y cuando Mónica llegó en la mañana a abrirla, se encontró con la sorpresa!

    ¿Dónde está? Preguntó Javier.

    En la biblioteca, respondió Bruno.

    Ven, acompáñame; pidió Javier, prácticamente halando a Bruno por la manga de su camiseta. El descubrimiento del cadáver en sí era interesante, pero que ese privilegio le hubiese tocado a Mónica ya era un asunto totalmente distinto. Javier fue invadido por la ansiedad de llegar a su lado al instante para ver cómo se encontraba. ¿Está bien?

    Se puso un poco-- Bruno buscó las palabras adecuadas. Está bien, nada más se impresionó un poco cuando lo vio. Es lógico.

    A diferencia de su amigo, Bruno era más corpulento y alto, su cabello era negro azabache y estaba cortado en un doble tono. ¿No quieres ir a ver el cuerpo primero? Sugirió mientras caminaban.

    Madura, Bruno; replicó Javier. Quiero ver cómo está Mónica.

    OK, OK; dijo Bruno. No es para que te pongas así. Es sólo que se supone que tú eres el gran escritor de suspenso, y pensé que te interesaría ver un asesinato de verdad. ¿Cuándo volveremos a tener la oportunidad de ver un cuerpo así en persona?

    ¿Cómo sabes que es un asesinato? Preguntó Javier.

    Eso es lo que dice todo el mundo, contestó Bruno. La policía no tiene dudas.

    El dúo de muchachos llegó a la biblioteca y Javier fue el primero en entrar. De inmediato divisó a la chica en una mesa cercana a la puerta bebiendo un vaso de agua mientras recuperaba la compostura. Mónica Guevara era una muchacha sumamente atractiva, de tez canela, largo cabello lacio oscuro, ojos expresivos y excelente figura. Javier experimentó un pinchazo de celos en su interior al ver a Jorge sentado a su lado. Sentía que ese recién llegado estaba usurpando su lugar junto a su mejor amiga. Sin embargo, su posición jerárquica superior en la escala de amigos de Mónica quedó clara cuando ella, al verlo, se prendió de él enseguida. Javier la abrazó con fuerza.

    ¿Estás bien? Le preguntó.

    Sí, asintió Mónica, y Javier se apartó de ella un poco para mirarla a los ojos.

    ¿Qué fue lo que pasó? Inquirió mientras Bruno llegaba a su lado.

    Luigi me llamó anoche para decirme que hoy iba a llegar un poco tarde y para pedirme que abriera la cafetería por él, y yo le dije que estaba bien; relató Mónica. Me vine temprano en la mañana para arreglar todo y, cuando iba llegando, me encuentro con ese ... cuerpo sentado en la banca justo en frente de la puerta de la cafetería, donde todo el mundo lo podía ver.

    Siéntate, sugirió Javier. Ella regresó a la mesa y él se colocó a sus espaldas, dándole un masaje mientras hablaban.

    Hola, Javier; dijo Jorge.

    ¿Qué pasó, Jorge? Javier le contestó el saludo. Bruno lo miró pero no le dijo nada.

    El cuerpo era de una mujer desnuda, Mónica describió lo que había visto. Y tenía una especie de capucha negra que le tapaba la cabeza. Obviamente no me quedé a ver, pero me dio la impresión de que tenía como una cara dibujada en la capucha. No sé. A lo mejor fue mi imaginación.

    No pienses más en eso, aconsejó Javier. Lo mejor que puedes hacer es tratar de sacarte esa imagen de la mente.

    Ya estoy tarde para una clase, interrumpió Jorge. ¿Ustedes se van quedar con ella?

    Claro, aseguró Javier.

    Te veo más tarde, Mónica; Jorge le dio un beso en la mejilla y se paró de la mesa. Hazle caso a Javier.

    ¿Quieres que te busque algo? Javier le ofreció a Mónica.

    No, no es para tanto; dijo ella. No es que voy a quedar traumatizada ni nada por el estilo. Nada más necesito un segundo. Te vas a quedar conmigo, ¿no?

    Por supuesto, confirmó Javier.

    Bruno siguió a Jorge con la mirada hasta que éste abandonó la biblioteca. Yo no entiendo por qué parqueas con ese cueco, le reprochó a la muchacha.

    ¿Te importaría no decirle ‘cueco’? Mónica miró a Bruno de mala gana.

    Ah, verdad; Bruno dijo en tono de burla. Se me había olvidado que a ellos les gusta que les digan ‘gays’. Aunque, si vamos a decir las cosas de la manera correcta, gay significa alegre, así que a tu amigo le deberíamos decir homosexual.

    ¡¿Quieres dejarme en paz aunque sea por un momento, Bruno?! Protestó Mónica.

    Sólo lo hago porque me preocupo por tu bienestar, insistió Bruno. No entiendo que hace una pela'a tan bonita e inteligente como tú con un freak como él.

    A diferencia de ti, él es sensible y tiene algo en la cabeza; replicó Mónica.

    ¡Ouch! Exclamó Bruno.

    Aparte de que él es un buen amigo, añadió Mónica. Claro, que no espero que tú entiendas el concepto de ser amigo de una pela'a, para variar.

    Por lo menos los manes no huyen del baño cuando yo entro, Bruno se defendió.

    ¡Hey! Intervino Javier. ¡¿Nadie te ha enseñado que existe una cosa llamada tacto?! ¡La pela'a acaba de encontrarse con un cadáver, ¿recuerdas?! ¡Lo último que necesita es que tú le estés jodiendo la paciencia!

    ¿Te sentiste aludido, Javier? Replicó Bruno.

    ¿Qué se supone que significa eso?

    Repasemos de nuevo la lista de características que Mónica acaba de mencionar, Bruno fue contando con los dedos de la mano. Eres sensible, tienes algo en la cabeza, yo diría que demasiado, y las pela'as te consideran un muy buen amigo. ¿No será que te identificas con Jorge?

    Yo no soy gay, Bruno; Javier afirmó.

    Claro, claro; dijo Bruno condescendientemente. En lo personal, creo que estás en la etapa de negación. Después de todo, ¿cuándo fue la última vez que anduviste con alguien?

    Fuck you , Bruno; Javier respondió irritado.

    ¿A diferencia de ti que andas con lo primero que te pase por delante sin importar que parezcas una barbacoa ambulante? Mónica lo defendió con un tono sarcástico.

    ¡¿Ahora tienes un problema con Karina?! Dijo Bruno.

    No, contestó Mónica. Sólo tengo curiosidad por saber cuántas veces te ha quemado ya.

    No es que sea de tu incumbencia, pero para tu información Karina tiene una relación muy buena conmigo; advirtió Bruno.

    ¡Contigo y con dos terceras partes de los pela'os de la universidad! Añadió Mónica.

    ¡Tú sólo estás mordida porque sabes que nunca me vas a poder recuperar! Opinó Bruno.

    ¡Bájate de esa nube! Exclamó Mónica. ¡Terminar contigo es lo mejor que pude haber hecho en los días de mi vida!

    Mónica, Mónica; Bruno le colocó una mano en el hombro. ¿A quién tratas de engañar? Justo en ese momento, Bruno vio pasar a su novia frente a la biblioteca y golpeó la ventana con el dedo para llamarla. Y hablando de tu rival ...

    Hola, gente; Karina Arias los saludó al reunirse con ellos. Tenía cabello rubio cortado en capas con highlights y una mecha teñida de rosado, ojos claros, y vestía con un estilo provocativo que resaltaba su exquisita forma. Le dio un beso a Bruno, quien de inmediato colocó sus brazos alrededor de ella. Ese suéter de Héroes del Silencio te va a hablar, Javier. No queda ninguna persona en la universidad que no sepa que ese es tu grupo favorito.

    Todo porque tú te subiste a besar a Enrique en el concierto, pues; replicó Javier.

    Siempre haciendo espectáculos, añadió Mónica.

    Nada más porque tú no te atreviste a subirte a la tarima, contestó Karina. A propósito, ¿qué es lo que pasa allá afuera? ¿Por qué anda todo el mundo como eléctrico?

    ¿No te has enterado? Dijo Bruno.

    Dejaron un cadáver en la entrada de la cafetería, reveló Javier.

    Sí, Mónica lo encontró; añadió Bruno.

    ¡¿En serio?! Los ojos de Karina brillaron con curiosidad. ¡Vamos a verlo, antes de que se lo lleven! Karina agarró a Bruno de la mano, apresurándolo a ir al lugar de los hechos.

    ¿Vas a venir o qué? Bruno le preguntó a Javier mientras Karina abría la puerta de la biblioteca.

    Yo me quedo con Mónica, decidió Javier.

    ¡Muévete, muévete! Dijo Karina con impaciencia, y la pareja desapareció detrás de la puerta.

    Tal para cual, opinó Mónica.

    El Inspector Luis Carlos Girón tuvo una singular sensación en el estómago que no había sentido en más de dos décadas. Tenía cabello negro ensortijado y un espeso bigote. Del bolsillo interior del saco, que ya no cerraba por las libras extras que había adquirido desde que lo había comprado, extrajo un paquete de Viceroy del cual sacó un cigarrillo que encendió con un mechero Bic desechable.

    Estos pela'os parecen como buitres, dijo Luis Carlos de mala gana tras darle una calada al cigarrillo, refiriéndose a la multitud que insistía en rondar el área de la cafetería. ¿Acaso no tienen salones a dónde ir?

    Inspector Girón, un oficial de la Fuerza Pública llamó su atención. Llegaron los medios de comunicación.

    Hablando de buitres ... Dijo Luis Carlos. No dejes que filmen nada hasta que se hayan llevado el cuerpo, ¿quieres?

    El destino había dispuesto que él fuese el primer funcionario de la Policía Técnica Judicial en apersonarse a la escena del crimen. El destino siempre había tenido una ironía particular cuando lidiaba con él. Luis Carlos caminó hasta el cuerpo femenino descubierto, a excepción de la capucha negra que cubría la cabeza y sobre la cual estaban garabateados, en tinta blanca, ojos, nariz y una boca abierta manchada de algo. Él sabía quién era el asesino. Luis Carlos Girón había visto víctimas similares muchos años atrás, durante su primer año como policía. Nunca se había imaginado que volvería a encontrarse con algo tan similar, y al verlo nuevamente el estómago se le retorcía de la ira.

    No hemos logrado localizar al propietario de la cafetería, le dijo otro policía.

    Pues sigan buscándolo. Es demasiada coincidencia que justo el día en que él decide llegar tarde aparece un cadáver dando la bienvenida a su negocio.

    El Inspector extendió la mano que no sostenía el cigarrillo y retiró la capucha que hasta entonces había protegido la identidad de la víctima, revelando el rostro de una mujer rubia que podía tener unos cuarenta y cinco años. La cabeza se inclinó hacia su lado derecho con los ojos abiertos y la mirada desorbitada.

    ¿Alguien tiene la menor idea de quién es? Inquirió Luis Carlos. Como respuesta a su pregunta, un grito desgarrador sembró el silencio en el lugar. El Inspector se volteó inmediatamente y vio a una chica correr hacia él seguida de cerca por un muchacho.

    Karina y Bruno recién habían llegado cuando Luis Carlos había desenmascarado a la difunta. ¡MAMI! Karina gritó horrorizada al reconocerla. El Inspector la apañó en sus brazos y la detuvo. ¡NO! ¡NO! Karina continuó gritando entre sollozos, y abundantes lágrimas se derramaron de sus ojos.

    Pálido y sin habla, Bruno abrazó a su novia y le agarró la cabeza, presionándola contra su cuello para que no viera más ese espectáculo grotesco. Las manos le temblaban. Una oficial femenina rápidamente cubrió el cadáver con una manta. Los ojos del Inspector Girón se encontraron con los de Bruno, y optó por no hacer ninguna pregunta en ese momento. Era evidente que acababan de identificar a la víctima.

    Llévenselos de aquí, Luis Carlos le dijo a la mujer que había cubierto el cuerpo. No sería mala idea llevar a la muchacha a un hospital. Puede estar en shock.

    Karina gritó y forcejeó mientras Bruno y la oficial luchaban por alejarla del lugar. Luis Carlos volvió a mirar el cuerpo. Sólo había un hombre capaz de cometer semejante atrocidad.

    ¿Quién podría estar tan enfermo como para hacer una cosa así? Otro oficial le comentó.

    El Fraile, respondió Luis Carlos con total convicción.

    Flor Moreno no perdió tiempo al llegar a la Universidad Centroamericana, y comenzó a indagar de inmediato. Un joven que, aunque afectado por los sucesos, estaba dispuesto a hablar, le proporcionó la información que buscaba.

    Pobre Karina, dijo, como pensando en voz alta. No puedo ni imaginarme cómo se sentirá encontrarte a tu mamá de esa manera.

    ¿Conoces a la hija de la víctima? Inquirió Flor.

    Y a la víctima también, replicó el muchacho. Era profesora aquí. La Profesora Jaén. La Profesora Rosa Jaén. ¿Quién sería capaz de hacerle eso a ella?

    Rosa Jaén, Flor se dijo a sí misma al apagar la grabadora. ¿Dónde había oído ese nombre antes? Rosa Jaén, repitió en su mente, Rosa Ja--La boca de Flor se abrió al reconocer el nombre. ¡Dios mío, esto va a ser una bomba! Su primer instinto fue correr a un teléfono a llamar al periódico para comunicar la noticia, pero creyó que debía notificarle al funcionario a cargo quién era la víctima.

    Flor se abrió paso entre los espectadores y con la mirada trató de localizar a la persona indicada, y cuando lo hizo cambió de parecer. La mirada del Inspector Girón hizo contacto con la suya por un instante, pero Flor rápidamente apartó los ojos y retrocedió. Si Girón era el responsable del caso, en lo que a ella concernía podía enterarse en la edición del día siguiente como todos los demás.

    Flor se dirigió al teléfono más cercano. Lo que tenía indudablemente sería el titular de la primera plana.

    --Telemetro Reporta, transmitiendo en vivo desde Residencial El Bosque, específicamente el domicilio de la víctima del horrendo crimen descubierto esta mañana en la Universidad Centroamericana, identificada como Rosa Jaén, profesora de dicha universidad y ex-esposa del Honorable Legislador Guillermo Arias, candidato a la Presidencia de la República. Las autoridades aún no han determinado las causas de la muerte. El cadáver de Rosa Jaén fue encontrado desnudo a excepción de una capucha negra que cubría su cabeza con una caricatura de un rostro, lo que sugiere una personalidad enferma en el asesino. Por supuesto, los panameños inmediatamente han hecho la asociación de este lamentable hecho con lo ocurrido hace dos décadas, cuando-- La periodista hizo una pausa al aparecer una Ford Explorer negra que se detuvo frente a la casa. Un momento, por favor. Al parecer--Sí, el Legislador Arias parece haber llegado a dar el pésame.

    El camarógrafo enfocó el automóvil mientras la puerta del conductor se abría y descendía un sujeto vestido con camisilla que, después de pasear la mirada por los rostros de las personas agrupadas en la casa, abrió la puerta del asiento trasero de la Explorer. Por ésta salió un individuo alto de mucha presencia, vestido con un nítido conjunto de saco negro y apariencia impecable, que al quitarse sus gafas oscuras expuso una mirada torturada. Saludó solemnemente a los presentes y avanzó hacia la entrada de la casa, seguido de cerca tanto por su guardaespaldas como por el lente de la cámara.

    Aquí vemos la llegada del Legislador Arias, visiblemente compungido por la muerte de la Profesora Jaén y ... Ahora vemos aparecer a Julio Vergara, actual esposo de la fallecida, que recibe al Legislador Arias y--

    Vergara y Arias intercambiaron palabras que sólo ellos dos escucharon y luego se dieron un fuerte abrazo. La cámara captó el conmovedor momento desde el ángulo ideal, concediendo publicidad gratuita a la campaña política del legislador.

    En la esquina de la imagen que la cámara transmitía, cerca de la puerta de la casa, se podía ver a la hija del legislador acompañada de su novio y de Javier.

    Múltiple equimosis de los dedos en el cuello, señaló el patólogo forense de turno en la morgue del Hospital Santo Tomás. ¿Y ves estas marcas aquí? Excoriaciones semilunares.

    Hechas por uñas que se le enterraron, dedujo el Inspector Girón.

    Eso, sin mencionar las infiltraciones hemorrágicas en los músculos del cuello, el médico concluyó su diagnóstico. Murió asfixiada, afirmó. No hay duda. Y la contusión en la cabeza sugiere que la atudieron con un golpe antes de asfixiarla.

    Esa no es la peor parte, opinó el Inspector Girón mientras encendía un cigarrillo. Lo peor es que alguien está lo suficientemente loco como para llevar el cuerpo a una universidad y dejarlo allí para que todo el mundo aprecie su obra. ¿Te suena familiar?

    El patólogo asintió con una expresión severa. Era un hombre de sesenta años que había estado en esa misma oficina durante el caso original. Aquí no se puede fumar, Luis Carlos; le recordó a su amigo.

    Mándame a la cárcel, replicó Luis Carlos. Con algo tengo que contrarrestar la peste de este lugar.

    Hay evidencia de que hubo una violación carnal, el patólogo continuó notificando. Pero el perpetrador parece haber utilizado preservativo.

    En otras palabras, es loco pero no ahueva'o ; simplificó Luis Carlos.

    En otras palabras, admitió el doctor, y se trasladó al otro extremo de la mesa en donde no recibiese el humo del Inspector. Tengo algo más para ti, anunció el patólogo. Identifiqué la sustancia que había manchado la capucha en la parte que se supone era la boca.

    Sé que no me va a gustar esto, dijo Luis Carlos.

    Semen, reveló el médico.

    ¡Es él! Exclamó Luis Carlos. ¡Tiene que ser él!

    Sólo tienes evidencia circunstancial, advirtió el patólogo. ¿Qué es lo que crees que vas a hacer?

    Voy a hacerle unas cuantas preguntas a César Márquez, respondió Luis Carlos. ¡Y después me voy a asegurar de que El Fraile no vuelva a matar a nadie más!

    Javier. La puerta de la habitación se abrió sin previo aviso. Javier giró en la silla de su computadora para quedar cara a cara con su padre. Voy para el hospital, avisó Ernesto Vásquez. Acuérdate que tienes cosas que hacer aquí en la casa. No creas que vas a pasarte el día pegado a esa computadora. Es lo único que sabes hacer.

    ¿No tienes a alguien a quién salvarle la vida en lugar de estar molestándome a mí? Dijo Javier.

    ¡Te he dicho que no me hables así! Advirtió Ernesto. ¡Yo no soy tu madre! Acto seguido cerró la puerta y dejó a su hijo a solas. El Golden Retriever que había estado echado a los pies de Javier levantó la cabeza, como preguntándose a qué se debía el alboroto, y luego la bajó para proseguir con su inactividad.

    Javier devolvió su atención a las letras en la pantalla de la computadora. Había perdido el hilo de lo que estaba escribiendo, y al recuperarlo no podía recordar la palabra que quería usar que unos segundos atrás le había parecido perfecta para esa oración. Precisamente por eso detestaba que lo interrumpiesen cuando escribía.

    Como conspirando para frustrarlo, el timbre del teléfono sonó en ese momento. Javier tomó el inalámbrico y respondió. ¿Aló?

    Soy yo, la voz de Bruno se oyó al otro lado de la línea. Pon canal dos.

    Estoy ocupado, Bruno; advirtió Javier.

    Pon canal dos, repitió Bruno.

    No voy a ver La Cáscara, Bruno, no me importa qué saquen hoy; dijo Javier.

    ¡Sólo prende la televisión, ¿quieres? Bruno perdió la paciencia.

    Ya voy, accedió Javier y buscó el control remoto.

    Al encender el televisor, apareció la imagen de una conferencia de prensa otorgada por el padre de Karina. Los periodistas estaban atentos a cada una de sus palabras. Los flashes parpadeaban incesantemente.

    Como todos ustedes ya saben, dijo Guillermo; mi ex-esposa fue asesinada hace unos días. Puede que Rosa y yo hayamos tenido algunas diferencias personales, pero ella era una gran persona que no tenía enemigos. Eso me ha llevado a la conclusión de que hay un hombre allá afuera extremadamente enfermo y peligroso capaz de matar a otra persona en cualquier momento. Quizás la próxima sea la esposa de alguno de ustedes. O su hija. No podemos permitir eso. Algunos dirán que estoy aprovechándome de una tragedia familiar para hacer campaña política. No me importa su opinión. Dicen que si te critican es porque algo estás haciendo bien. Uno de los pilares de mi campaña es la promesa de hacer las calles de nuestra ciudad más seguras. Es hora de comenzar a cumplir esa promesa.

    Guillermo hizo una pausa y sus ojos hicieron contacto con la cámara, como si estuviera viendo a Javier y a todos los que sintonizasen la conferencia de prensa directo a los ojos con una mirada inflexible.

    A partir de este momento, ofrezco una recompensa de cincuenta mil dólares al que entregue al asesino de mi ex-esposa a las autoridades, anunció Guillermo. Una conmoción se propagó en el salón de la conferencia. Javier quedó perplejo.

    ¿Qué te parece? Bruno dijo del otro lado de la línea.

    CAPÍTULO DOS

    (regresar al índice)

    Los ojos de Flor estaban enfocados en el titular del periódico que reposaba sobre su escritorio anunciando ARIAS OFRECE RECOMPENSA, pero su pensamiento se hallaba en otro lugar. Su nombre precedía el artículo de la primera plana. Ella se había ganado la historia, y sabía muy bien que ésta apenas comenzaba. Actualmente todo el interés estaba centrado en la osada conferencia que Guillermo Arias había dado, pero tarde o temprano la atención regresaría al asesinato en sí, a la manera específica en la que se había realizado. Mucha gente todavía recordaba al Fraile, y los que lo habían olvidado no tendrían que esforzarse por recordarlo. ¿Cuál sería el siguiente paso, y cómo podría ella anticiparlo?

    Flor. Su editor la llamó desde su oficina. Ven acá. Quiero hablar contigo.

    Flor se levantó de su silla y caminó hacia la puerta abierta. Tenía largo cabello ondulado que solía llevar recogido en moños irregulares para mantenerlo fuera del camino. Usaba escaso maquillaje y sólo se molestaba en arreglarse apropiadamente en ocasiones especiales. El editor sabía que lo principal para ella era su trabajo, y que todo lo demás ocupaba un segundo lugar. Eso se hacía evidente en el excelente producto que Flor constantemente entregaba.

    Quiero hablarte sobre todo esto del asesinato de la ex-esposa de Arias, anunció el editor.

    Me lo imaginé, replicó Flor. Casualmente estaba pensando en eso, Roberto.

    Esta es una noticia importante, opinó Roberto. Con el anuncio que Arias hizo, todo el mundo va a estar pendiente de esto. Queda tácito que no hay nadie a quien prefiera tener a cargo de esto que a ti. Quería que intercambiáramos un par de ideas sobre cuál será el siguiente paso.

    Bueno, la conexión con el Fraile es obvia; dijo Flor. Yo diría que el primer paso es determinar su paradero y averiguar si tiene una coartada.

    Han pasado veintidós años, señaló Roberto. ¿Por qué ahora?

    Sólo lleva dos años libres, respondió Flor.

    Por supuesto, asintió Roberto. Sería prudente que no trataras de buscarlo por tu cuenta, Flor. Si él fue el que la mató no quiero que lo provoques. El tipo está loco.

    No trates de protegerme, advirtió Flor.

    Sólo estoy sugiriendo que no hagas las cosas impetuosamente. La policía debe estar pensando en lo mismo que nosotros. ¿Por qué no dejas que ellos busquen al Fraile y tú sólo reportas lo que descubran?

    Sé cómo hacer mi trabajo, Roberto. Otra cosa que hay que hacer es tratar de identificar alguna conexión entre el Fraile y Rosa Jaén. ¿Por qué escogería a una persona tan ajena a su círculo social?

    Buena idea, dijo Roberto. No dejes que te quite más tiempo.

    Flor se levantó de la silla con intención de salir, pero Roberto la llamó cuando ella apenas había llegado a la puerta. Tu mamá se encargó del caso original, ¿verdad? Le preguntó.

    Sí, confirmó Flor. La historia se repite en espiral, ¿no?

    Siempre te has quejado de que te comparan con ella. Esta es tu oportunidad de probar que eres tan buena como ella lo fue.

    Flor lo miró fijamente antes de decir, Lo sé.

    --Cuando el narrador es partícipe de la historia, estamos hablando del protagonista que-- La Profesora Marta Cedeño hizo una pausa al ver a Javier levantar la mano desde la tercera fila del aula de clases. ¿Sí, Javier?

    No necesariamente tiene que ser el protagonista, opinó Javier.

    Por lo general lo es.

    Pero no tiene que serlo, insistió Javier.

    ¿Conoces algún ejemplo específico en que esa clase de narrador no sea el protagonista de la novela? Preguntó la profesora.

    Ninguno me viene a la mente en este momento, pero debe haberlo; contestó Javier.

    Difícilmente la historia puede ser narrada por alguien que no sea el protagonista, señaló la profesora.

    Difícilmente, tal vez; concedió Javier; pero no es imposible. Yo puedo crear un personaje que cuenta la historia diciendo `yo vi que él hizo eso y aquello y después pasó lo otro´ y ese personaje sólo interviene en la trama en pocos momentos. Incluso existe una técnica en la que la historia se cuenta desde el punto de vista de los personajes menos importantes. George Lucas la usó en la trilogía de Star Wars, con los androides.

    Esa fue una película, advirtió la Profesora Cedeño. La diferencia debe ser obvia, Javier.

    Profesora, se sorprendería al ver la cantidad de técnicas que el cine y la literatura comparten; replicó Javier. Le propongo algo: Si le escribo un cuento en el que el protagonista no es el personaje principal, ¿me dará la razón? No puedo creer mi suerte, Javier dijo para sus adentros. ¡De todas las profesoras, me tenía que tocar la ignorante! ¡¿Cómo es posible que en la década de los noventas haya una profesora de Literatura que no conozca esa clase de narrador?!

    La profesora soltó un suspiro. Está bien, accedió para que el alumno guardara silencio. ¿Por dónde íbamos?

    Ya se acabó la hora, otro estudiante anunció desde la parte de atrás del salón.

    Seguimos la próxima clase, dijo la profesora. Recuerden que la próxima semana tienen parcial de la novela que les dije que leyeran.

    Javier esperó a que la mayoría de sus compañeros salieran del salón para acercarse a la docente. Profesora, ¿por qué siempre tiene que perder la paciencia conmigo? Le preguntó. Debería apreciar que soy uno de los pocos que siempre presta atención a su clase. La mayoría de la gente se la pasa jugando pollito o haciendo tareas de otras materias o durmiendo. Nadie le presta mucha atención a una clase de Literatura. Debería alentar mi interés, no reprimirlo.

    En eso estoy de acuerdo contigo, admitió la Profesora Cedeño. Pero tú siempre te esmeras por llevar la contraria a todo lo que yo digo.

    Estoy tratando de probar un punto, manifestó Javier. Usted no puede encasillar la Literatura con reglas y límites. La Literatura es libre. Todo el mundo puede hacer lo que quiera. ¿Cómo cree que surgieron los estilos que tanto nos hace memorizar, si no es por la gente que intentó hacer algo nuevo y diferente?

    Admiro tu interés, dijo la profesora. Lo único que intento es darte la dirección apropiada. Si realmente deseas ser un escritor, tienes que dejar de escribir las tonterías esas a las que siempre te dedicas.

    ¿Por qué tiene que decir que son tonterías? Replicó Javier. La Literatura no siempre tiene que ser instructiva o tiene que tener un valor histórico ni tiene que destacarse por un lenguaje erudito o lo que sea. A veces un libro es sólo una historia para entretenerse y punto. A veces el valor de una novela está en los personajes y en la historia que cuenta y punto. No necesariamente todo tiene que ser para plantear una idea filosófica o política o una crítica social. No siempre la historia es un medio para un fin. A veces la historia es el fin en sí.

    La Literatura no es para escribir novelas de suspenso con asesinos irreales que matan a docenas de personas antes de que un héroe más inteligente que las autoridades y que todo el mundo lo detenga, criticó la Profesora Cedeño. Esa no es la vida real. Tienes que escribir acerca de cosas más importantes.

    ¿Por qué me tienen que decir qué es lo que tengo que escribir? Javier se quejó. Yo escribo acerca de lo que me llama la atención a mí, de lo que me interesa. Que otra persona me diga qué temas tengo que tocar le quita todo el sentido al acto de escribir.

    Si es lo que piensas, dijo la profesora. Pero en mi opinión estás desperdiciando tu tiempo y tu talento.

    No sé sobre el talento, pero definitivamente sí estoy desperdiciando mi tiempo discutiendo esto con usted; Javier se dio por vencido. Nunca va a entender mi punto de vista. ¡Hasta mañana!

    Javier se echó su bolsa al hombro y abandonó el salón ofuscado. Coincidentalmente, bajando las escaleras se encontró con Karina.

    Hola, ella lo saludó. ¿En dónde tienes clase?

    Tengo una hora libre, explicó Javier. Pensaba visitar al Profesor Fuentes.

    Primero acompáñame a mi salón, pidió Karina y lo agarró del brazo.

    Y ... Javier miró a Karina con detenimiento. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?

    Bien, Karina respondió superficialmente, y rápidamente cambió de tema. ¿Y de qué clase vienes?

    Literatura, con Cedeño, contestó Javier. Quien, en su humilde opinión, considera que yo soy lo peor que le ha ocurrido a la Literatura en sus muchos siglos de existencia.

    ¿De nuevo estaba criticando tu novela? Preguntó Karina.

    Ya ni me molesto en mencionársela, replicó Javier. Es sólo que estoy harto de que todo el mundo me quiera decir qué puedo y no puedo escribir.

    Si te sirve de consuelo, a mí me gusta la idea de tu novela; declaró Karina.

    Gracias, Javier sonrió. Le parecía impresionante cómo, con todo el mundo mirándola y hablando de ella en los pasillos por los que pasaban, Karina continuaba tan jovial e indiferente a la opinión general como siempre lo había sido. No tenía la menor idea de cómo era capaz de hacer tal cosa. El sabía que, en su lugar, él se habría desmoronado y ni siquiera estaría en condiciones de aparecerse en la universidad tan pronto.

    ¿Ya no necesitas hacer más investigaciones para documentarte? Inquirió Karina.

    Siempre es bueno conseguir más información, dijo Javier.

    Bueno, cuando quieras que te ayude, tú nada más dime; ofreció Karina. Tú sabes que a mí me gusta ayudarte con todo ese tema de los asesinos en serie y eso. Javier la miró de reojo pero no dijo nada. ¿Has leído algo más sobre el Fraile?

    Con esa pregunta, Javier la miró más abiertamente extrañado. En más de una ocasión, Karina lo había ayudado a buscar referencias de psicópatas de la vida real para el asesino de su novela y había analizado con él fascinantes perfiles psicológicos que habían logrado encontrar. A diferencia de Bruno, que no podía actuar más desinteresado cuando Javier le hablaba de lo que estaba escribiendo, e incluso de Mónica, quien le prestaba atención pero nunca tenía mucho que aportar a la conversación, Karina siempre se entusiasmaba cuando él platicaba con ella sobre sus ideas, discutían el tema, y en general le fascinaba indagar sobre el particular. Sin embargo, las circunstancias habían cambiado. No era normal que, tras el reciente asesinato de su madre, Karina actuara de esa forma con un tema tan sensible. ¿Y por qué había mencionado específicamente al Fraile? Evidentemente ella había tenido que notar la similitud entre la forma en que su madre había muerto y lo que el Fraile había hecho pero, ¿qué se proponía?

    Eh ... Javier no estaba seguro de lo que debía decir, y de todas formas la oportunidad se esfumó casi al instante.

    Aquí es mi salón, Karina se detuvo. Y como siempre, vengo tarde. Llámame por cualquier cosa, dijo mientras su mano giraba la perilla. Después de todo, prácticamente somos cuñados, ¿no?

    Javier sonrió y Karina entró al salón. Al quedarse solo, él se apoyó a un mural y reflexionó por unos momentos, tratando de hallarle sentido a esa conversación. ¿Por qué Karina había abordado ese tema que debía ser extremadamente doloroso de esa manera tan indiferente y casual? ¿Qué significaba eso? ¿Era siquiera normal?

    Sin llegar a ninguna conclusión en especial, Javier continuó su camino original, que lo llevó a un aula de clases vacía en la que un hombre negro con cabello canoso sentado en una silla de ruedas detrás de su escritorio escribía afanosamente sobre un grupo de hojas.

    ¿Profesor Fuentes? Dijo Javier al tocar a la puerta.

    Javier. El Profesor Gabriel Fuentes levantó la vista y sonrió al ver al joven. Pasa adelante.

    ¿Está ocupado? Preguntó Javier.

    Estaba corrigiendo unos parciales, pero no te preocupes; aseguró Gabriel. Toma asiento con confianza. Tú sabes que siempre tengo tiempo para ti.

    Gabriel Fuentes no sólo era un destacado Profesor de Criminología y Criminalística en la Universidad Centroamericana sino una auténtica eminencia en esos campos reconocida por toda la República. El año anterior, Javier había movido cielo y tierra para conseguir cupo en su curso, y tras lograrlo había entablado con el catedrático una buena amistad que había continuado después de que él había aprobado la materia con A. Gabriel era querido por todos sus estudiantes. Aunque era considerablemente estricto en sus clases, también era un gran amigo para todo el que así lo desease.

    ¿En qué te puedo ayudar? Le preguntó al muchacho que se había sentado frente a su escritorio.

    En nada en especial, dijo Javier. Sólo quería ... eh ...

    Que comentáramos el crimen de la semana pasada, dedujo Gabriel.

    ¿Cómo lo supo? Preguntó Javier sorprendido.

    Porque ya te conozco, y conozco esa mente tuya; sonrió Gabriel. A estas alturas tu imaginación debe haber formulado por lo menos media docena de teorías de lo que pudo haber pasado.

    Más o menos, Javier admitió apenado. La verdad es que soy amigo de la hija de la Profesora Jaén, así que no tengo mucha objetividad que digamos en esto.

    ¿Karina? Dijo Gabriel. Rosa me la presentó una vez. Pobre chica. Ella es la que verdaderamente va a ser afectada por todo esto. Como si ya no estuviera suficientemente confundida, ese degenerado que tiene por padre ahora se le ocurre usar la muerte de su madre como proselitismo político. ¡Te digo, Javier, la gente hoy en día no tiene ni un ápice de vergüenza!

    Javier asintió. Profesor, me preguntaba si usted había notado--

    ¿Lo del Fraile? Gabriel no siquiera le dio oportunidad de terminar. Claro.

    ¿Será él de nuevo?

    Eso no es algo que te pueda contestar de buenas a primeras, advirtió Gabriel. Tendría que examinar las pruebas por mi cuenta, conocer todos los detalles, no sólo lo que sale en los diarios.

    Pero, aquí entre nosotros, ¿usted cree que realmente podría ser el Fraile? Javier insistió.

    El Fraile era un hombre excesivamente perturbado por sus propios demonios, opinó Gabriel. Lo que resulta irónico, si ves que él se consideraba a sí mismo un mensajero de Dios. Y puedes estar seguro de que veinte años en Coiba no son beneficiosos para la salud mental de nadie. Yo diría que mentalmente es capaz de reanudar lo que empezó en ese entonces. Y si tomas en cuenta que lo arrestaron cuando tenía veintiún años, con alrededor de cuarenta y tres sigue teniendo condiciones físicas aptas para matar.

    Y suponiendo que sea él, dijo Javier. ¿Por qué elegiría a la Profesora Jaén?

    Siempre hay una buena razón para ese tipo de hombres, advirtió Gabriel. Si me preguntas cómo entró en contacto con Rosa, yo me vería inclinado a decir que fue gracias al `Honorable´ Arias. Lleva años siendo una figura prominente en nuestra vida política, y con su candidatura a presidente sólo ha conseguido convertirse en el centro de atención. Sólo en Panamá un hombre con tres ex-esposas y no sé exactamente cuántos hijos podría lanzarse a Presidente. Mucha gente ve esa actitud como inmoral. Puedes estar seguro de que El Fraile es uno de ellos. A lo mejor se obsesionó con Rosa y pensó que una madre soltera va en contra de las normas de Dios y decidió castigarla.

    Eso suena un poco débil, ¿no le parece? Sugirió Javier. Si ese fuera el caso, ¿no preferiría entonces matar al papá de Karina?

    ¿Con la protección que ese sujeto lleva a todos lados? Replicó Gabriel. Lo veo muy difícil, hijo. Por supuesto, puede que haya otros motivos. Tú sabes cómo a la gente aquí le encanta hablar de la vida ajena, y habían cosas que se decían de Rosa ... El Profesor dejó la frase sin terminar.

    ¿Qué cosas? Javier frunció el ceño intrigado.

    Me temo que te dejaré con la curiosidad, avisó Gabriel. Nunca he sido fanático de regar bochinches.

    Claro, dijo Javier, un poco decepcionado. Él también había oído algunos rumores. Por un instante, había creído estar en el umbral de una confirmación.

    Eres un chico inteligente, Javier; dijo Gabriel. Pero hay mucho que te falta por comprender. Incluso todos estos hombres que escriben tratados y teorías muchas veces no saben de lo que hablan. Uno de los rasgos característicos del Profesor Fuentes era su reticencia a aceptar como totalmente cierta cualquier teoría sobre el delincuente planteada por los expertos. Él alegaba que de la teoría a la práctica había un trecho muy amplio, y que era imposible definir al delincuente por métodos científicos. Gabriel afirmaba que cada caso era diferente, que cada crimen ameritaba su propia teoría, y a menudo él fabricaba sus propias versiones aprovechando fragmentos útiles de las ideas de otros. Nunca llegarás a entender totalmente a la mente criminal hasta que la mires directo a sus ojos y a través de ellos hasta llegar a su alma. Esa es la mejor lección que te puedo dar.

    Manuel, ¿tienes un minuto? Preguntó el Inspector Girón al acercarse al escritorio de uno de sus colegas en la División de Homicidios de la PTJ.

    Siéntate, invitó el Inspector Manuel Martínez. ¿En qué te soy útil?

    Quería ver si podíamos tener una pequeña discusión constructiva para ordenar mis ideas, explicó Luis Carlos.

    Oí que te asignaron el asesinato de Rosa Jaén, comentó Manuel. Todo el mundo va a estar pendiente de eso.

    ¿Crees que no lo sé? Replicó Luis Carlos. Supongo que me lo dieron a mí porque ya tengo experiencia en esto.

    Me imagino que piensas que es él, dijo Manuel.

    No tengo casi ninguna duda, dijo Luis Carlos.

    ¿Qué pasó con el propietario de la cafetería? Preguntó Manuel. ¿No era un sospechoso?

    Tiene una buena coartada, advirtió Luis Carlos. Su hermano se desbarató la vida en un choque la noche anterior, y estaba en el hospital esa mañana, por lo que le dijo a la chica que abriera ella. El Inspector hizo una pausa y miró a su amigo a los ojos. Todo indica que es él, Manuel.

    A ver, invitó Manuel.

    Empecemos con el modus operandi, sugirió Luis Carlos. Como recordarás, el Fraile atacaba a personas que, según su criterio, estaban cometiendo algún pecado grave. Los cuerpos los dejaba en sitios públicos en donde tenía la seguridad de que mucha gente los vería, desnudos y con una capucha en la que pintaba un rostro que representaba el pecado en el que estaban incurriendo. A veces, cuando la capucha no era suficiente, los dejaba en una posición que simbolizara el pecado. En su mente retorcida, eso servía de ejemplo para que los demás no imitaran su conducta.

    Hasta ahí vamos bien.

    Bueno, Rosa Jaén apareció desnuda en un sitio público con una de esas capuchas; señaló Luis Carlos.

    ¿Y cuál se supone que sería su pecado? Inquirió Manuel con interés.

    ¿Recuerdas mi talento para hacer preguntas indiscretas? Luis Carlos sonrió maliciosamente. Averigüé un par de cosas interesantes sobre la víctima. El Inspector hizo una pausa, para asegurarse de acaparar toda la atención de su colega. Ya sabemos que nuestro candidato presidencial favorito no es ningún santo, pero al parecer ella no se quedaba atrás. Dicen las malas lenguas que la infidelidad de nuestro querido legislador originalmente la empujó hacia la botella, pero que terminó teniendo una aventura. Poco después ellos se divorciaron. Ya sabemos qué fue del señor Arias después de la separación, pero resulta que su ex-esposa tiene una historia igual de interesante. Aparentemente la señora Jaén quedó muy afectada por el divorcio y tuvo una serie de relaciones variadas después de éste. Hombres mayores, menores, solteros, casados, divorciados ... Todos llamaban su atención. Uno de ellos fue Vergara, que le pidió que se casara con ella.

    Creo saber a dónde te diriges, opinó Manuel.

    La cosa se pone mejor, advirtió Luis Carlos. Ese segundo matrimonio no fue suficiente para ella. Quemó a su nuevo esposo varias veces. Hasta dicen por ahí que estuvo involucrada con dos de sus estudiantes.

    Y ese comportamiento es precisamente el que Márquez consideraría pecado grave, concluyó Manuel.

    Precisamente, asintió Luis Carlos. ¿Qué dices?

    Yo diría que tienes suficiente como para por lo menos hacerle un par de preguntas al Fraile, sugirió Manuel.

    Eso era justamente lo que estaba pensando, sonrió Luis Carlos. Por eso necesito que me hagas otro favor. ¿Puedes hacer que lo localicen y lo traigan acá para interrogarlo?

    Sí pero, ¿tú qué vas a hacer?

    Tengo una cita pendiente, reveló el Inspector Girón mientras se levantaba de la silla. Aunque no lo creas, mi presencia ha sido solicitada en el Palacio Legislativo.

    Ese beeper que me mandaste casi hace que me saquen del salón, reclamó Bruno mientras avanzaban en la línea de la cafetería.

    Disculpa, pero es que no sabía si me iba a encontrar contigo hoy; explicó Javier. Y necesitaba comentarte algo.

    Hola, Mónica los saludó con una sonrisa cuando llegaron a la caja registradora. Javier vio los hoyuelos que se le hacían cuando la sonrisa realmente connotaba felicidad y le sonrió de vuelta.

    ¿Qué pasó, Mónica? Bruno le respondió el saludo. Dame un Marlboro grande, ahí.

    Mónica le entregó la cajetilla de cigarrillos y le cobró el precio. Ella en realidad no necesitaba trabajar, pero siempre había tenido tendencia a ser independiente, y ese empleo era ideal para trabajar y dar clases en un mismo lugar, además de que no era particularmente pesado.

    ¿Te llamo esta tarde? Dijo Javier.

    Sí, confirmó Mónica, y el dúo de amigos continuó su camino al mismo tiempo que la siguiente persona en la fila avanzaba. Mientras se dirigían a una mesa vacía en una esquina de la cafetería, los ojos de Javier contemplaron a la muchacha que continuaba trabajando.

    Entonces, ¿qué es lo que tenías que hablar conmigo? Preguntó Bruno.

    Eh ... Javier vaciló, tratando de encontrar la manera correcta de abordar el tema. No estoy seguro de cómo deba decir esto, confesó.

    Si quieres un consejo, yo diría que abras la boca y pronuncies las palabras; replicó Bruno, pero antes de que Javier pudiese replicar, su buscapersonas interrumpió la conversación. Bruno leyó el mensaje que apareció en la pequeña pantalla del mismo. ¡'Aya la ...! Exclamó al terminar. Hey, acompáñame a Ralph's, ahí.

    ¿Qué vamos a hacer a Ralph's? Preguntó Javier.

    Hay algo que tengo que hacer que se me había olvidado, respondió Bruno. Hablas conmigo en el camino.

    Pero tú siempre me haces perder el tiempo, se quejó Javier.

    Dale, insistió Bruno. Jugamos un par de mesas, te pago una pinta, hablamos tranquilos de lo que sea que quieras hablar, y después te doy el bote a tu casa.

    Está bien, pues; accedió Javier.

    Muévete, entonces, que después se me va el tipo; dijo Bruno mientras se dirigían a la salida. Hey, Mónica como que anda en algo con Ariel, ¿no? Comentó al ver al muchacho con el que Mónica conversaba amenamente retrasando al resto de la fila.

    Eh ... Javier los observó a través del vidrio de la cafetería e hizo una mueca casi imperceptible. Todavía no.

    Cuando llegaron a Ralph's Pool Place, Bruno se acercó a la barra y pidió hablar con el encargado.

    ¿Cómo está? Bruno le estrechó la mano. Vengo a hacerle una oferta.

    ¿Y qué oferta puede ser? Inquirió el otro sujeto.

    Me he enterado de que ustedes están buscando algo nuevo para los sábados en la noche, algo como una noche de rock--

    Me temo que escuchaste mal.

    Pues deberían pensar en hacerlo, Bruno cambió el acercamiento. No a todo el mundo le gusta el reggae. Yo tengo una banda de rock que se llama Practicamos Con Tu Hermana. A lo mejor nos ha oído por ahí.

    No, creo que no.

    ¿Está seguro? Insistió Bruno. Tenemos una canción en el último CD que sacaron de bandas nacionales que está bien pegada. Se llama ‘Ella Te Quemó Con El Chupacabras’. ¿Estás seguro que no la ha oído?

    No, afirmó el encargado. Detrás de Bruno, Javier lo miró y dibujó círculos alrededor de su oreja con su dedo índice. El encargado se rió.

    ¡Hey! Bruno le dijo a Javier. Estoy tratando de hacer negocios.

    Claro, dijo Javier sarcásticamente.

    Nuestro CD va a salir al mercado próximamente. Se me ocurre que ustedes estén interesados en que nos presentemos aquí.

    No, la verdad es que no; dijo el encargado.

    Necesita pensar al respecto, opinó Bruno al entregarle una tarjeta. Es lógico.

    No, no necesito pensarlo.

    Tómese su tiempo, alentó Bruno. Nos puede llamar a ese número cuando esté listo.

    También queríamos una mesa, añadió Javier. Poco después, los dos amigos estaban jugando billar en la esquina más apartada.

    ¿De qué querías hablar conmigo? Recordó Bruno tras encender un cigarrillo.

    Es sobre Karina, explicó Javier.

    ¿Qué pasó con ella? Preguntó Bruno.

    Tuve una conversación extraña con ella, relató Javier.

    ¿Cómo así extraña?

    No me mal interpretes, Bruno; Javier dijo defensivamente. No estoy tratando de decir que tu novia tiene problemas ni nada por el estilo. Pero es que ... Acaban de enterrar a su mamá después de que ésta fue asesinada, y ella anda por ahí como si nada. Tienes que admitir que eso es ... inusual. Y hoy se puso a hablar conmigo del Fraile como si nada.

    ¿Quién es el fraile? Bruno frunció el ceño.

    ¡¿No sabes quién es El Fraile?! Javier miró a su amigo sorprendido.

    ¿Algún rapeador nuevo? Sugirió Bruno mientras colocaba tiza en la punta del taco.

    ¡Ah, claro! Javier cayó en cuenta. ¡Es que siempre se me olvida que tú nada más tienes tres años aquí en Panamá! Bruno se había trasladado a Panamá desde Costa Rica cuando su papá había sido transferido a una sucursal que su compañía tenía en el Istmo, por lo que a menudo no estaba al tanto de muchas cosas que habían sucedido antes de su llegada. El Fraile fue un asesino en serie que hubo hace como veintidós años. El tipo era un psicópata total.

    ¿Como en las películas? Comentó Bruno después de introducir tres bolas en una misma jugada.

    Sí, asintió Javier. Parece que la mamá del tipo era una fanática religiosa de esas que son como irracionales, y desde chico le exigía demasiado. El man creció como que traumatizado por eso, y tenía como veinte años cuando su mamá se murió de un infarto. Ella controlaba su vida, así que cuando se murió el tipo quedó como desorientado, y allí es donde terminó de poncharse. Creía que era una especie de emisario de Dios cuya labor principal era castigar a los pecadores y hacer un ejemplo de ellos. Mataba a personas que consideraba pecadoras, y luego dejaba sus cadáveres en sitios públicos en alguna forma que representara su pecado, para que fueran un ejemplo para la gente. Llegó a matar a diez personas que habían quebrantado los diez mandamientos antes de que lo arrestaran.

    ¿Y eso qué tiene que ver con Karina? Cuestionó Bruno al beber el último sorbo de su cerveza. Con el dedo llamó la atención del mesero que los atendía. Otra ronda, ahí.

    La mamá de Karina apareció en la misma forma en que aparecían las víctimas del Fraile, simplificó Javier. Le desesperaba hablar con Bruno cuando éste actuaba distraído. Incluyendo la máscara rara esa que tenía. Eso le proporcionó la atención total del otro muchacho.

    ¿Y qué pasó con ese Fraile? Preguntó Bruno.

    Lo mandaron a Coiba, reveló Javier. Cumplió su sentencia de veinte años y lo último que sé es que salió libre.

    Bruno miró a Javier seriamente. O sea que muy bien podría haber sido él el que mató a la mamá de Karina.

    Probablemente, asintió Javier.

    La policía ya debe saber eso, ¿no?

    El que está encargado del caso de la mamá de Karina era el compañero del que arrestó al Fraile, dijo Javier.

    O sea que en cualquier momento lo van a atrapar, dedujo Bruno.

    Si es él, concedió Javier. Pero ése no es el punto, advirtió. Lo que te quiero decir es, ¿no crees que es raro que Karina se ponga a hablar del Fraile, y a ofrecerme su ayuda para investigar de él para mi novela?

    ¿Crees que ella sepa la conexión con la muerte de su mamá?

    Tiene que saberlo, aseguró Javier. Ella y yo ya habíamos hablado del Fraile varias veces cuando discutíamos mi novela. Pero era diferente.

    ¿Y qué crees tú que significa eso?

    No tengo la menor idea, Bruno; confesó Javier. Pero hasta parece que no siente nada por la muerte de su mamá. Sinceramente esa fue la impresión que me dio.

    No es eso, Javier; Bruno corrigió. Karina lo siente. Créeme que lo siente. Bruno hizo una pausa para efectuar otra jugada formidable. "Pero para entender a Karina ahora tienes que saber cómo ha sido su vida. Para empezar, su papá es un hijo de puta. Cuando Karina estaba chiquita él quemaba a su mamá a cada rato. La mayoría de los recuerdos más viejos que ella tiene es de ellos dos peleando y después de su mamá tomando. Su mamá no se decidía a divorciarse

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