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Sermones Sobre El Evangelio De Lucas (vi) - Somos Los Mensajeros De La Voluntad De Dios
Sermones Sobre El Evangelio De Lucas (vi) - Somos Los Mensajeros De La Voluntad De Dios
Sermones Sobre El Evangelio De Lucas (vi) - Somos Los Mensajeros De La Voluntad De Dios
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Sermones Sobre El Evangelio De Lucas (vi) - Somos Los Mensajeros De La Voluntad De Dios

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Jesucristo mueve la historia de la humanidad. Nuestro Señor vino a este mundo para salvar a los seres humanos del pecado, y se ha convertido en el pan de nueva vida para los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. De hecho, para darnos esta nueva vida a todos los que estábamos destinados a ir al infierno por nuestros pecados, el Señor vino a buscarnos. La razón por la que nuestro Señor vino a nosotros era que quería darnos vida nueva a todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por este don de gracia hemos sido salvados. Nuestro Señor no vino al mundo por cualquier otro motivo, sino que fue para salvarnos, a los que fuimos creados a imagen de Dios, de los pecados del mundo. De hecho, esta es la única razón por la que el Señor vino al mundo, para darnos una vida nueva a todos los que estábamos corruptos por el pecado y destinados a ser condenados y destruidos para siempre por esos pecados.

LanguageEspañol
PublisherPaul C. Jong
Release dateJan 12, 2014
ISBN9788928216512
Sermones Sobre El Evangelio De Lucas (vi) - Somos Los Mensajeros De La Voluntad De Dios

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    Sermones Sobre El Evangelio De Lucas (vi) - Somos Los Mensajeros De La Voluntad De Dios - Paul C. Jong

    La manera más sensata de vivir

    La vida es corta y no tiene sentido, y por eso debemos vivir con sabiduría. Los que solo buscan sus deseos carnales no son diferentes de las bestias del campo que perecen. ¿Para qué viven? ¿Cuál debería ser el objetivo de su vida para vivir con sabiduría? ¿Deben vivir por dinero? ¿Por fama o poder? ¿Por placer? ¿O deberían vivir para entrar en el Reino eterno de los Cielos en vez de por las cosas efímeras del mundo que desaparecen pronto?

    La manera más sabia de vivir solo puede encontrarse si se recibe la remisión de los pecados primero y se obtiene la vida eterna. Una persona puede ganar todo lo que hay bajo el cielo, pero ¿para qué le sirve si pierde su vida? Si su vida corta en este mundo se malgasta por su propia carne después de disfrutar de prosperidad que desparece, para acabar castigados en el infierno después de la muerte, acabarán viviendo como personas insensatas.

    Zaqueo era un publicano de alto cargo y un hombre rico. No le faltaba nada en la carne. Pero Zaqueo no podía encontrar la satisfacción en su prosperidad material. Quería encontrar a Dios. Anhelaba recibir la vida eterna y ser salvado de sus pecados. Así que cuando escuchó que Jesucristo, el Hijo de Dios, iba a ir a la ciudad de Jericó, Zaqueo corrió hacia Él para verle porque quería conocerle en persona. Sin embargo, había demasiadas personas en la calle y Zaqueo era demasiado bajo para poder ver a Jesús entre la multitud. Así que se subió a un árbol y miró a Jesús con anhelo. Entonces Jesús le dijo: «Zaqueo, apresúrate y baja, porque hoy me alojaré en tu casa».

    Cualquier persona que quiera encontrar a Jesús el Salvador, debe tener la misma mentalidad que Zaqueo. Zaqueo sabía que era un pecador ante Dios. Dicho de otra manera, era pobre de espíritu. Era una persona que había reconocido ser un pecador destinado a ir al infierno, y que buscó la misericordia de Dios. Quien quiera recibir la remisión de los pecados y convertirse en una persona justa para entrar en el Cielo, primero debe admitir sus pecados ante el Señor. El perfecto Evangelio del Señor, que ha hecho justos a los pecadores, eliminará todos los pecados de los corazones de las personas para siempre y el Señor sellará los corazones con el Espíritu Santo para que nunca sean pecadores de nuevo. Por tanto, la persona más sabia es la que ha recibido la remisión de los pecados al creer en la justicia de Dios. Pero, quien crea que tiene virtudes aunque no haya recibido la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu no podrá encontrar a Jesucristo. En otras palabras, los que tienen corazones ricos no podrán entrar en el Reino de los Cielos.

    Entonces, ¿cómo deben las personas redimidas vivir de ahora en adelante con sabiduría? Antes de recibir la remisión de los pecados, ¿qué adoraban? ¿De quién eran siervos? Se habían servido a sí mismos como a reyes, y habían adorado las cosas del mundo como dioses. Hablando en términos espirituales, habían estado dominados por el príncipe del poder del aire, Satanás el Diablo, y habían vivido como esclavos suyos (Efesios 2, 2).

    Sin embargo, con el Evangelio del agua y el Espíritu el Señor ha roto todas las cadenas del pecado y nos ha rescatado de la trampa de Satanás y convertido en Su pueblo. Por eso la forma de vida más sabia para los nacidos de nuevo es vivir como siervos fieles del Señor de ahora en adelante. Vivir por el Reino de Dios según Su voluntad es la manera de vivir más bendita y sabia.

    Todos los que han recibido la vida eternal son ciudadanos del Reino de los Cielos. El Señor, nuestro Salvador y Rey, nos está pidiendo a los nacidos de nuevo que vivamos como Sus siervos compartiendo este Evangelio. Servir al Evangelio del agua y el Espíritu es lo correcto. Entonces solo es cuestión de tiempo servir al Señor como nuestro Rey y cumplir nuestro papel como siervos hasta el día en que vuelva.

    Los sabios son las personas cuyos corazones están dispuestos a ser siervos de Dios. Son los que dan fruto abundante al llevar a cabo el ministerio del Evangelio que el Señor nos ha confiado. En la parábola de los talentos, el maestro se fue a un país lejano y le dio a cada siervo diez talentos, a los que debían dar buen uso y sacarles beneficios. Cuando el maestro volvió después de haber sido coronado, los siervos que habían sacado provecho fueron recompensados. Esta parábola es la promesa del Señor de que cuando venga en el futuro nombrará tetrarcas sobre diez o cinco ciudades en el Reino Milenario a los que hayan salvado a muchas almas. Los que vivan el resto de sus vidas en el mundo con sabiduría reinará durante mil años, y después de esto disfrutarán de las bendiciones de la vida eterna con el Señor en el Reino eterno de los Cielos.

    Pero, ¿qué pasó con el siervo que escondió el talento en su pañuelo y se lo devolvió a su maestro como se lo había entregado? Este siervo se refiere a los que, después de recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio, sirven a su carne en vez de servir al Evangelio. Estas personas son las que no comercian con el Evangelio y no reconocen al Señor como su Rey. El Señor anulará la salvación de estas personas y las arrojará en el fuego del infierno, porque dijo: «Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará» (Lucas 19, 26).

    En estos tiempos, cuando el retorno del Señor sea inminente, los que son sabios ponen su esperanza en el Cielo y se dedican a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. La Biblia dice: «El corazón del sabio está a su mano derecha, mas el corazón del necio a su mano izquierda» (Eclesiastés 10, 2). Este pasaje significa que los sabios están dedicados a hacer la obra del Espíritu, mientras que los insensatos están preocupados con los asuntos de la carne. Espero y oro por que todos vivan esta vida sensata para que el Señor les diga: «Bien hecho, siervo bueno y fiel».

    SERMÓN 1

    Creamos en la

    justicia de Dios

    < Lucas 16:19-31 >

    «Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos».

    ¿En qué debemos creer?

    Queridos hermanos, al leer el pasaje de las Escrituras de hoy he sentido como si hubiera visto una película titulada El hombre rico y Lázaro. Cuando pienso en las vidas de estas dos personas, siento como si estuviese viendo un drama. No se sabe qué tipo de familia tenía este hombre rico, pero está claro que vivió con todo lujo, comiendo y viviendo bien hasta el día en que murió. Pero el hombre pobre llamado Lázaro vivió en la verdadera miseria toda su vida, aunque no se sabe cómo su familia había llegado a esa situación. Vivió su vida pidiendo a las puertas del hombre rico y comiendo las migas que caían de su mesa. Por eso, estos dos hombres vivieron vidas completamente diferentes.

    Sin embargo, ¿qué les ocurrió después de la muerte? La situación cambió. Es como ver una película con un cambio dramático. Después de la muerte, Lázaro el mendigo fue llevado al seno de Abraham. En otras palabras, pudo probar todas las riquezas y gloria del Cielo y recibió el amor de Dios. Sin embargo, el hombre rico, el otro protagonista, cayó en el fuego que nunca se extingue y no tuvo otro remedio que recibir el tormento horrible después de la muerte. Como un drama, las vidas de estos dos hombres se nos presentan. El Evangelio de Lucas, capítulo 16, habla de estas cosas.

    Queridos hermanos, así la vida es como un sueño vacío. Como un sueño es fútil. Y nosotros somos como pescadores que navegan por el océano ancho y escarpado llamado vida. En realidad, la vida es como una niebla, y su gloria es como una flor. Creo que hay muchas palabras que se pueden utilizar como metáforas de la vida. Nuestras vidas son como flores que florecen en primavera por poco tiempo y después se marchitan.

    Entonces, ¿qué creen que es lo más importante en nuestras vidas? ¿Qué piensan que debemos conseguir mientras vivimos? A través de los pasajes de las Escrituras que hemos leído hoy el Señor nos da las respuesta a estas preguntas y a la pregunta de qué tipo de vida es la buena. Lo más importante en la vida es la fe. Por tanto, todo lo que debemos tener es la fe verdadera. Aunque Lázaro sufrió muchas dificultades en la vida, pidiendo sobras de la casa del hombre rico, pero después de la muerte fue al seno de Abraham. Lázaro pudo ir al seno de Abraham después de la muerte porque tenía fe en Dios.

    Abraham es el padre de la fe y era un hombre cuya fe era la más grande de todos los que creyeron en la Palabra de Dios. Entonces, ¿por qué piensan que la Biblia dice que Lázaro pudo ir al seno de Abraham en vez de decir que fue al Cielo? Es posible que este Lázaro fuese al Cielo solo por la fe que cree en la justicia de Dios como Abraham.

    De todas formas, Lázaro era un hombre que sabía lo que necesitaba en este mundo. Esto significa que era un hombre de fe. Su situación era difícil y la historia de su vida llena de penas y agonía desde una perspectiva carnal, y hubiera sido mejor que no hubiese nacido. Pero como tenía lo más importante en la vida, es decir la fe en Dios, pudo llegar a tener una vida exitosa. Espero que se den cuenta de que todo lo que necesitamos es tener fe como la de Lázaro y que la fe nos permitirá ir al seno de Abraham, el padre de la fe. La fe de Lázaro es la fe sincera en Dios, como la de Abraham.

    En nuestras vidas, ¿qué es lo más importante que necesitamos? La fe que cree en la justicia de Dios. Aunque no tengamos nada más, debemos por lo menos tener esta fe sin falta. Todos los que han nacido en este mundo deben tener fe en la justicia de Dios en sus corazones. Debemos creer en Dios. La fe tiene que estar en nuestros corazones. Pero, si no tenemos fe en nuestros corazones nuestras vidas serán en vano. Aunque vengamos al mundo con las manos vacías, por lo menos debemos tener fe cuando vayamos a Dios. Si no podemos llevarnos la fe ante Dios, habremos fracasado en nuestras vidas. No importa cómo hayamos vivido en este mundo, cuando vayamos a Dios, debemos ir con fe como hizo Abraham. En vez de decir: «Esto es lo que hizo Lázaro», los nacidos de nuevo debemos seguir el ejemplo de Lázaro y tener fe en la justicia de Dios.

    En este mundo hay mucha gente que no la tiene. Esto significa precisamente que son como el hombre rico mencionado en el pasaje de las Escrituras de hoy. La Biblia probablemente no dice el nombre de este hombre rico porque la mayoría de la gente es igual. Este hombre rico no pudo ir al seno de Abraham después de morir. Fue arrojado al fuego del infierno.

    Algunas personas preguntan: «¿Has visto el infierno? ¿Cómo sabes que existe si no lo has visto?». Pero debemos recordar que la imagen del infierno está claramente descrita en la Biblia. Es un lugar donde hace tanto calor que uno quiere aunque sea una gota de agua. La manifestación del tormento es el infierno. Por eso la gente utiliza la expresión «Esto es un infierno». Este hombre rico fue al infierno porque no tenía fe en Dios. Acabó yendo al infierno en vez de ir al seno de Abraham.

    En este pasaje no hay nada que diga si el hombre rico había pecado más que Lázaro o al contrario

    La gente suele pensar que se va al infierno porque se ha pecado más que la gente normal y que se va al Cielo cuando se ha pecado menos. Pero la gente no va al Cielo o al infierno según la cantidad de pecados cometidos. Esas son nuestras propias ideas y son pensamientos erróneos. ¿Pueden o no entrar en el Reino de Dios? ¿Van a ir al Cielo o al infierno? Queridos hermanos, solo depende de si creen en la justicia de Dios. Depende de si tiene fe en la Palabra de Dios. La razón por la que todo el mundo debe tener fe está aquí.

    Debemos tener fe en la justicia de Dios. Si empezamos a creer en la justicia de Dios esa fe crecerá dentro de nuestros corazones, pero si no creemos en ella esa fe no se formará. Si creemos en la justicia de Dios de todo corazón, Dios estará con nosotros, pero si no creemos no estará con nosotros. Además para los que creen en la justicia de Dios, el Cielo está esperando; pero para los que no solo espera el infierno. Si creemos en que Dios ha redimido todos nuestros pecados al creer en el bautismo del agua y el derramamiento de Su sangre hasta morir en la Cruz, seremos personas de fe, pero si no creemos, seremos pecadores. En resumen, si creemos en la justicia de Dios, nos convertimos en justos.

    La Biblia dice: «Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá» (Romanos 1, 16-17). Queridos hermanos, todo lo que tienen que hacer es creer. Si no creen, no hay fe. Pero si creen, la fe existirá. Por tanto, debemos tener esta fe sin falta. Debemos creer en la justicia de Dios.

    En cuanto a nosotros, los creyentes, recibir la salvación no es todo lo que debemos hacer. Incluso después de haber recibido la salvación, debemos vivir aferrados a esa fe para no perderla. Debemos vivir por fe y cuando el Señor nos llame debemos ir al seno de Abraham, es decir al seno de nuestro Señor. Sin fe no es posible. Sin fe no podemos complacer a Dios.

    Queridos hermanos, no pueden imaginar lo terrible que es no creer. Sin embargo, si creen en Dios podrán escapar de ese horror. Si seguimos teniendo fe en Dios para siempre no tendremos que preocuparnos. Debemos tener fe en Dios siempre y seguir viviendo con esta fe. Debemos tener la fe sincera de creer en todas las Palabras del Señor. En toda nuestra vida, lo más importante es la fe. Dios lo dice. Dice que lo más importante en la vida es precisamente tener un corazón fiel que crea en Dios. El Señor dijo en el pasaje de las Escrituras de hoy que los que tienen fe en Dios tienen una vida con éxito.

    Creer o no creer en la justicia de Dios es importante

    No podemos creer de cualquier manera. Debemos tener fe en la justicia de Dios. Yo veo a personas que creen en todo tipo de cosas. La gente que cree en el budismo confía en Buda, y los que creen en supersticiones creen en muchos dioses. Creer en supersticiones es un tipo de fe, pero esta fe no nos lleva al Cielo. Estoy diciendo que solo la fe en la justicia de Dios es necesaria. Debemos creer en la justicia de Dios solamente, y debemos creer en que Dios ha borrado todos nuestros pecados. Debemos creer en las Palabras de Dios solamente. La gente que tiene fe en la justicia de Dios puede ir al Paraíso Celestial al final al haber vivido correctamente.

    La gente dice que si un ser humano hace el mal y no tiene virtudes será castigado. Esta idea está basada en la noción de la ley de la causalidad. Pero por muchas virtudes que tengamos no hay ningún comportamiento humano virtuoso a los ojos de Dios. ¿Puede una persona creer en sus propias acciones? ¿Quién puede afirmar que su criterio del bien y el mal es correcto? Sabiendo lo débiles que son los seres humanos, ¿quién puede decir algo así con seguridad? ¿Podemos confiar en las supersticiones? Si no es así, ¿podemos confiar en las cosas materiales? Aparte de nuestro Señor, ¿en quién o qué podemos confiar? Todo lo que tenemos que hacer es creer en la justicia de Dios solamente. Estoy diciendo que lo más seguro es tener fe en Dios. Debemos vivir creyendo en la justicia de Dios para tener éxito. Queridos hermanos, debemos vivir así para ir al seno de Abraham. Solo entonces podremos ir al Cielo. En este mundo, podemos vivir nuestras vidas recibiendo la ayuda y el amor de Dios. A pesar de todo, si una persona no cree en la justicia de Dios, es decir, si una persona no cree que Dios ha borrado nuestros pecados para siempre mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, crea en lo que crea, su vida será en vano.

    En el pasaje de las Escrituras de hoy podemos ver cómo las vidas de Lázaro y la del hombre rico se intercambiaron completamente después de la muerte. Cada hombre fue donde tenía que ir, pero uno de ellos fue a un lugar de tormento y fuego, donde hace tanto calor que la lengua se seca completamente. Pero el otro hombre, Lázaro, fue a un lugar bello con flores y árboles frutales donde la comida abunda.

    Pero había un gran golfo entre los dos lugares. Había un agujero abismal. La Biblia nos dice que estos dos hombres no podían visitarse. Nos dice que había una separación tan grande que si una persona hubiera querido ir del Cielo al infierno para visitar a otra, no podría haberlo hecho. La gente no podía ir de un sitio al otro.

    En conclusión, esto significa que una persona que tiene pecados no puede ir al Cielo, y de la misma manera una persona sin pecados no puede ir al infierno. Este pasaje dice que la gente no se puede visitar de un sitio a otro porque en medio hay una gran separación que simboliza el pecado. Es una metáfora del pecado de la gente. Hay un río entre el Cielo y el pecado que nadie puede cruzar, y este es el río del pecado. Por eso, si una persona tiene pecados no puede ir al Cielo. Por muy inteligente o fuerte que sea una persona no puede cruzar el río del pecado.

    Para poder decir que creemos en la justicia de Dios, ¿cómo debemos creer? Para profesar esta fe primero debemos saber cómo la justicia de Dios se ha cumplido. Jesús ha redimido todos nuestros pecados al venir a este mundo, tomar todos los pecados del mundo al recibir el bautismo de Juan el Bautista, y morir en la Cruz por todos nuestros pecados. Jesús había cumplido la justicia de Dios a través de estas obras justas. Debemos tener la fe que cree en la justicia de Dios. La verdadera fe que nos permite recibir la salvación de nuestros pecados no es la fe que cree en mamón o en la superstición, sino la que cree en la justicia de Dios. Esta es la fe que nos permite recibir la salvación de los pecados.

    En este mundo hay muchas personas que dicen creer en una cosa o en la otra, y hay un gran número de personas que dicen creer en Dios. Por ejemplo en Corea del Sur la mayoría de las personas creen en una religión. Los cristianos y budistas son los dos grupos religiosos más numerosos de Corea. Si dividiésemos a los coreanos en religiones, un tercio sería cristiano y otro sería budista. Pero, ¿cuántos de ellos que dicen creer en Dios tienen la fe en la justicia de Dios? Debemos pensar por lo menos una vez en si creemos sinceramente en todas las obras justas llevadas a cabo por Jesús como Lázaro, que fue al seno de Abraham. La fe en la justicia de Dios es la que salva del pecado y nos permite entrar en el Cielo. Tiene que haber esta fe dentro de nosotros: la fe que cree en que el Señor nos ha hecho gente justa a los nacidos de nuevo, es decir, la fe que cree que nos ha tomado como hijos de Dios.

    «Al concederme el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios me ha convertido en hijo Suyo, y así me bendecirá y cuidará de mí». Debemos tener este tipo de fe. Esta fe es como la de Lázaro que nos permite entrar en el Cielo. Todo el mundo puede entrar en el Cielo solo si tiene una fe como la de Lázaro. Y cuando tengamos esta fe, debemos aferrarnos a

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