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De Cuentos
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De Cuentos

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De cuentos" es una antología del escritor Enrique Epelbon, donde se pueden encontrar cuentos cortos escritos con claridad y en un español sencillo, propio de su origen argentino. Cuenta historias envueltas en un humor a veces cínico que caracterizan al autor. Es interesante y divertido. Su lectura despierta en el lector coincidencia con el autor por tratarse en la mayoría hechos que ocurren en cualquier parte del mundo envueltos en cierta fantasía y humor.

LanguageEspañol
PublisherEmooby
Release dateMar 3, 2011
ISBN9781452454573
De Cuentos
Author

Enrique Epelbon

-Actividades y Premios: Fundador y director del grupo literario Creaciones Literarias y también del Taller literario on-line Tallerines.-Participó de las antologías "Un árbol de hojas sueltas" (Dunken 2005), "Latinoamerica escribe" (Raíz Alternativa 2006).-"Cuént@me .com" (Cuatro Vientos 2007).-"Israel escribe en español" Creaciones Literarias 2007).-Editor de las antologías "El libro y su autor (C.L.). "Versos y aparte" (C.L.)Diploma de honor en el Certamen Internacional de Terra Austral - Australia 2005).Invitado por la Embajada de Israel para exponer en la Feria Internacional del Libro ' Buenos Aires ' 2007.Primer premio en el Concurso Internacional de relatos del Instituto por la paz Madrid ‘ España.- Correo/s electrónico/s eepelbon@gmail.com

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    De Cuentos - Enrique Epelbon

    DESPEDIDA

    Bendice el alma del extinto, su salida de este mundo y su entrada al mundo de la eternidad. Oh Dios nuestro, Padre Nuestro, Amén Esta oración despedía los restos del Cabo Eufemio Ramírez. Los presentes en el sepelio comenzaron a retirarse. El Capellán del ejército saludo a los familiares con palabras de consuelo, en especial a Adela , la viuda del extinto.

    El estallido de la guerra había movilizado a las fuerzas armadas. Eufemio que pertenecía a un grupo de infantería, fue destinado al frente donde el enemigo amenazaba con invadir la frontera, muy cercana a poblados importantes. El grupo cavó trincheras donde permanecieron parapetados. Al día siguiente, domingo, la tropa hizo las oraciones religiosas allí ocultos, pues el ataque era inminente. A las diez de la mañana, el enemigo inició la ofensiva. Se produjeron bajas en las primeras líneas de ambos lados. Así continuaron todo el día, con algunos intervalos de silencio que eran aprovechados en los dos frentes para evacuar muertos y socorrer heridos. Eufemio colaboraba con sus compañeros en la tarea, cuidando en todo momento de no extraviar la foto de la familia, que llevaba en un bolsillo de la chaqueta.

    A la noche, pudieron comer con cierta tranquilidad y descansar. El enemigo seguramente se reorganizaba, ya que debía haber recibido un duro golpe. Con el aclarar de la mañana se empezó a escuchar el sonido ronco de aviones que a los pocos minutos bombardeaban con intensidad las trincheras y el fuego de defensa no evitó los estragos de las fatales bombas.

    El Cabo Eufemio Ramírez fue encontrado herido de gravedad y evacuado a retaguardia. Ese mismo día a las doce en punto falleció apretando entre sus manos la fotografía que tanto cuidaba.

    Era lunes, Adela se levantó temprano. Casi no había dormido en toda la noche y de inmediato encendió la radio. Las noticias no eran alentadoras, pero no anunciaban nada grave, suspiró e intentó hacer las tareas del hogar con cierta concentración. En el momento en que se escuchaban las noticias del mediodía y los niños correteaban por la casa, sonó el timbre en forma ininterrumpida. Adela abrió la puerta y se encontró frente a un soldado sucio y desaliñado, le costó reconocer a Eufemio; abrazos, besos y manifestaciones de alegría hubo en la familia, Por un instante descargó su angustia disfrutando de ese momento, que según Eufemio serían muy breves y que solo venía a besarlos y dejarles la foto que había llevado pues temía perderla. En pocos minutos ya se había ido y fue tan fugaz la visita, que Adela quedó anonadada y no salía de su asombro; cuando el tintinear del teléfono la hizo volver a la realidad. La conversación fue un monólogo que la sacudió, colgó el auricular y en desesperado llanto abrazó a sus hijos sosteniendo en su mano temblorosa la fotografía que había recibido minutos antes de las propias manos del que ahora, le comunicaban había muerto en el frente, hacía veinticuatro horas.

    EL PARQUE DE DIVERSIONES

    Una tarde en blanco, me esperaba ese día. No se me ocurríanada para matar el tiempo. Comencé a caminar sinrumbo fijo, anduve aproximadamente media hora y lleguéa un descampado que jamás había visto.

    Bajaba ya el sol y con las primeras sombras pude distinguir, no muy lejos, luces de colores. Me dirigí hacia ellas. Ya próximo al lugar escuche música, voces y ruidos, en definitiva un parque de diversiones, muy primitivo, con elementos que solo se ven en las pequeñas aldeas. Tal vez sería uno de los últimos de este tipo, pues los ahora llamados Luna Park son muy modernos y atractivos. En unos minutos estaba ya en el centro de ese lugar de divertimientos, nada despreciable si pensaba en la poca expectativas que tenía para este día. La Mujer Barbuda, El Faquir, Rompepiñatas, Tiro al blanco y otros puestos se enfilaban uno al lado de otro.

    Uno en especial me llamó la atención y me tentó a entrar, Sombras chinescas, así se llamaba, publicitado por un presentador con sombrero ridículo que prometía por pocos centavos una maravilla nunca vista. Entré, era un espacio bastante reducido dividido en dos, el escenario y la platea en la que había unas diez sillas, al frente una pantalla blanca adornada en sus contornos con una ancha franja roja y también un pequeño estrado destinado posiblemente al animador.

    Estuve sentado unos cinco minutos, en los que me dediqué a inspeccionar al detalle el lugar y pensar si esas instalaciones podrían realmente dejar ganancias a su dueño. No me había percatado que otro espectador se sentó en la primera fila, a los pocos instantes se levantó, era el presentador y tomó posición en la levemente elevada tarima y comenzó a hablar como si se dirigiera a un público numeroso . Cuando terminó tuve la intensión de aplaudir, pero me contuve sabiendo que estaba solo. Se apagaron las luces y la pantalla se iluminó, comenzando una música suave de extraños acordes. Una sucesión de rostros, pájaros y animales llenaron el recuadro moviéndose con rapidez y maestría, los perfiles se fueron transformando en personas y poco a poco se fue poblando de personajes en blanco y negro.

    Cambió la música, ahora mas movida y quedó solo una sombra que caminaba en el cuadro con lentitud. De pronto se iluminó y hasta me pareció que había colores; fue tan fugaz que no puedo afirmar si realmente era así. El personaje se sentó frente a un bastidor y en el surgieron otras sombras, el armazón pareció juntarse con la propia pantalla que estaba ante mi. Una sombra que representaba a una mujer colgada del cuello con una soga, se sacudía pretendiendo safarse, a su vez un hombre gordo y robusto con una botella en una mano y un cuchillo en la otra, agredía a la víctima en forma reiterada. El contorno rojo de la pantalla empezó a deslizarse hasta que el marco iluminado se pintó de rojo, pero sin tapar las fatales imágenes. Tuve la impresión que el rojo seguía hasta el piso, me incorporé levemente de la silla y comprobé que el espeso líquido llegaba ya a la primera fila de butacas.

    Salí corriendo con tanta rapidez que en poco ya no oí mas la música, estaba atormentado y con el estómago revuelto, las imájenes pasaban por mi cabeza como en una película de terror. Llegué a la plaza próxima a mi casa, me senté a tranquilizarme y tratar de no pensar en lo desagradable del espectáculo y de la indignación que me causó. Decidí caminar despacio. Ya la noche hacía sentir su frescor y eso me ayudaría a olvidar.

    Al llegar al barrio encontré un movimiento inusual, patrulleros de la policía y ambulancias estaban frente a una casa. Me acerqué, alguien comentaba que un vecino en estado de ebriedad había colgado a su indefensa esposa apuñalándola en forma reiterada. Las palabra resonaban en mis oídos y sentí que me iba a desmayar, pero me repuse y comencé a correr sin saber por qué, en dirección al viejo parque. Llegué al lugar, una pesada bruma cubría todo, haciendo mas densa la oscuridad. A paso rápido recorrí el descampado, hasta que un momento todo se iluminó y volví a encontrarme en el parque. Busqué con nerviosismo el teatrillo de las sombras. El mismo presentador anunciaba el próximo espectáculo, esperé que terminara con su charlotada para relatarle mi experiencia, al acercarme e intentar hablar, abrió la cortina que cubría la entrada y me invitó a entrar. Todo seguía igual. Ocupó su lugar en el estrado y seguidamente se apagaron las luces y nuevamente la música suave, las siluetas, hasta que figuras humanas ocuparon las pantalla, allí había un hombre delgado sentado en una silla como único espectador de un teatro de sombras. De atrás un misterioso personaje con un ridículo sombrero y portando un enorme cuchillo estaba por matar al espectador. En ese momento me estremecí al darme cuenta que yo era la víctima. Comencé a gritar llorando para evitarlo, pero ya era tarde, la sangre empapaba mi ropa y yo seguía gritando tratando de salir del lugar. Al hacer un brusco movimiento, sentí que me golpeaba contra el piso y me desperté. Estaba totalmente empapado de sudor y con un fuerte dolor de cuello. Me senté en el borde de la cama y restregando la parte dolorida pensé en la tarde en blanco que me esperaba ese día.

    LA NOCHE TRÁGICA

    La leyenda sobre Valerio, séptimo hijo varón de una humilde familia del pueblo de Lugre, pesaba para él mas que la abultada joroba, malformación que lo acompañaba desde el nacimiento. Yo mismo fui testigo de las habladurías de la gente al respecto y hasta los mas atrevidos aseguraban que el enorme perro negro que algunas mañanas dormía al lado del buzón en la vereda del Bar Central, era el propio Valerio que descansaba de sus correrías nocturnas.

    El era asiduo visitante del bar y en varias oportunidades me lo he encontrado. Este joven tenía una conversación muy amena y bastante culta, teniendo en cuenta sus escasos estudios y el pobre medio social en que vivía. A pesar de los comentarios era muy querido en el pueblo, tanto que a nadie le extrañaba su noviazgo con la hija del dueño de la mina de carbón, única fuente de trabajo en la zona y donde trabajaba desde niño. Zulema una rubia de largos y cuidados cabellos, bellas manos y ropa muy fina, propio de la única hija de un matrimonio mayor con mucho dinero.

    Las salidas de la pareja eran los domingos, primero a la iglesia, cosa que según Valerio ponía nerviosa a Zulema, pero era obligatorio, pues todo el pueblo lo hacía y luego también como todos, largas caminatas por la plaza, a escuchar la banda musical o ver pasear al comisario Hernández, ufano en su pura sangre Pituco, que era el orgullo del pueblo. Justamente allí en la plaza se empezó a gestar lo que yo llamé la noche trágica.

    Ese domingo amaneció nublado, no obstante después de la iglesia los vecinos se volcaron a la plaza y el comentario general era lo que había pasado la noche anterior. Un enorme lobo negro que ya había hecho sus correrías esporádicas y matado animales de granja, esta vez había atacado de muerte al hermoso caballo del comisario y éste había sido el punto decisivo para terminar con las andanzas de ese animal apodado por consenso general "El lobisón. Por supuesto abundaban los que apuntaban en dirección de Valerio, que por casualidad no se encontraba ese día en la plaza como acostumbraba. Tampoco el comisario estaba allí, esto no fue impedimento para que los vecinos decidieran formar un grupo de

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