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Mayuco: Un Migrante Afortunado
Mayuco: Un Migrante Afortunado
Mayuco: Un Migrante Afortunado
Ebook57 pages44 minutes

Mayuco: Un Migrante Afortunado

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Mayuco es un migrante afortunado. Tuvo la oportunidad de legalizar su estancia en los Estados Unidos gracias a una ley emitida en 1987. Este relato es un tributo ofrecido a su excelente manera de ser, su sinceridad y sus buenas intenciones que lo destacan como una persona ejemplar. El libro está escrito en un lenguaje sencillo y fácil de comprender por toda la familia. Mayuco actualmente vive en los Estados Unidos, es un caballero que pronto cumplirá los sesenta años de edad. Lo distingue un caminar pausado, metódico y sereno. Es la suma de la amabilidad y el amor al prójimo, es la persona más excelente que he conocido en mi larga vida.

LanguageEspañol
Release dateJul 10, 2014
ISBN9781310272431
Mayuco: Un Migrante Afortunado
Author

Adolfo Sagastume

Construyendo Universos LiterariosCiudadano LatinoamericanoCiudadano de la República de LiberlandCiudadano de Asgardia The Space Kingdom

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    Mayuco - Adolfo Sagastume

    Índice

    Capitulo 1 – Cruzando el Suchiate

    Capitulo 2 – Don Felipe

    Capitulo 3 – Jorge Solís

    Capitulo 4 – La Ventosa

    Capítulo 5 – La Siguanaba

    Capítulo 6 – La Marcha

    Capitulo 7 – Guadalajara

    Capitulo 8 – El Hombre Acordeón

    Capitulo 9 – Mexicali

    Capitulo 10 – Ley Simpson Rodino

    Conclusión

    Capítulo 1 – Cruzando el Suchiate

    Anochecía en la frontera. Un huracán desencadenó un torrencial aguacero en toda la zona de Ciudad Hidalgo, Chiapas. Los migrantes se apresuraron a cruzar, sobre llantas improvisadas como lanchas, el ancho caudal del río Suchiate que divide y sirve de frontera entre Guatemala y México.

    Era urgente cruzar antes de que se viniera el sabanazo húmedo de la crecida del río. Toda la gente de la zona sabe que con el río no se juega. Cuando llueve la corriente crece y se vuelve violenta. Además, el agua arranca los matorrales y árboles de la rivera, acumulando enormes desechos que podrían herir, ahogar o lastimar gravemente a las personas.

    Cientos de migrantes cruzaron apresurados, en medio de todos iba un muchacho solitario de Guatemala que, para ganarse la confianza de la gente, desarrolló su habilidad de contar chistes. Era Mayuco, el Conejo, de veintiún años de edad, casado y con cuatro niños a quien mantener: Gladys, Jorge, Madelín y Mauro.

    Los agentes de migración mexicanos de esa zona de la frontera nunca molestan a los migrantes, los toleran y dejan circular libremente en Ciudad Hidalgo. De allí hasta la última garita de Veracruz, pues hay siete en total, es una gran aventura la que forzosamente tiene que vivirse. Internarse en territorio mexicano sin pasaporte ni visa fue en los años ochenta la peor de las pesadillas.

    Mayuco, el Conejo, pasó por todos los dolores y tristezas para llegar a los Estados Unidos. Era muy joven, amaba a su bella esposa llamada Mirna y a sus hijos. Ellos eran el único motivo por el cual él estaba dispuesto a arrostrar todos los peligros y desgracias del camino. En aquellos años no se acostumbraba viajar en la bestia, el tren. Los medios de transporte eran otros.

    Generalmente, Mayuco, es simpático y platicador, cualidad esta que le abre puertas a donde quiera que vaya. Así que pronto, al entrar la noche, ya estaba al centro de un grupo de migrantes que se protegían de la lluvia en la casa del chiapaneco Rodulfo de la Rosa, un protector de los migrantes y que en muchas ocasiones fue a visitar al Conejo y a su familia a su pueblo natal que aquí no mencionamos para evitar malas consecuencias posteriores del relato.

    Eran unas dieciocho personas entre mujeres, niños y hombres los que estaban en la casa de Rodulfo. Estaban mojados, la lluvia no acepta disculpas de nadie. Doña Elvira, la mamá de Rodulfo les hizo tacos de frijoles, arroz y queso. No tenía más porque eran pobres de dinero pero ricos en buenos sentimientos humanos. En una cubeta de lámina galvanizada les acercó agua del pozo para que se bajaran la cena. Todos tomaron en el mismo vaso de peltre amarillo con dibujos de tulipanes en la parte externa.

    La fuerza psicológica de la aventura, el sentimiento y nostalgia de haber abandonado a su familia, los hermanaba y solidarizaba; eran como una gran familia y en medio del contubernio nació el compañerismo humano de cuidarse mutuamente unos a otros. Entonces Mayuco se dirigió a Rodulfo.

    —Oye, Rodulfo, ¿hablaste con don Felipe, el chofer del torton, de mi aventón?

    —Si, Mayuco. Me dijo que será un gran honor llevarte por tercera vez. En este momento está en Rayón cargando de plátanos el camión. Dice que ahora su viaje llegará hasta Guadalajara y te espera a las cinco y media de la

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