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Sermones Sobre Génesis (V) - La Diferencia Entre La Fe De Abel Y La Fe De Caín
Sermones Sobre Génesis (V) - La Diferencia Entre La Fe De Abel Y La Fe De Caín
Sermones Sobre Génesis (V) - La Diferencia Entre La Fe De Abel Y La Fe De Caín
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Sermones Sobre Génesis (V) - La Diferencia Entre La Fe De Abel Y La Fe De Caín

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En el Libro de Génesis se contiene la razón por la que Dios nos creó. Cuando los arquitectos empiezan a diseñar un edificio o los artistas empiezan un cuadro, primero conciben la obra que van a completar en su mente antes de empezar a trabajar en el proyecto. De esta manera, nuestro Dios tenía en Su mente la salvación de la humanidad incluso antes de crear los cielos y la tierra, e hizo a Adán y Eva con este objetivo en mente. Y Dios quería explicarnos el dominio del Cielo, que no se ve con los ojos de la carne, mediante una analogía con el dominio de la tierra que todos podemos ver y entender.
Incluso antes de la fundación del mundo, Dios quería salvar a la humanidad perfectamente al darnos el Evangelio del agua y el Espíritu. Así que, aunque todos los seres humanos fueron creados del polvo, debemos aprender la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu para beneficiar nuestras almas. Si la gente sigue viviendo sin conocer el dominio del Cielo, no solo perderán las cosas de la tierra, sino también todo lo que pertenece al Cielo.

LanguageEspañol
PublisherPaul C. Jong
Release dateDec 9, 2014
ISBN9788928216529
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    Sermones Sobre Génesis (V) - La Diferencia Entre La Fe De Abel Y La Fe De Caín - Paul C. Jong

    Vivíamos en el caos, el vacío y la oscuridad y estábamos sujetos a la condena eterna del infierno. Por eso Génesis 1, 1-2 dice: En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Como nuestros antecesores comunes, Adán y Eva, no confiaron en Dios, abandonaron Su Palabra y pecaron contra Dios, todos nos convertimos en pecadores separados de Dios. Como consecuencia, nadie puede deshacerse de la vida llena de deseos vanos incitados de Satanás, y no hay manera de escapar del juicio justo de Dios.

    Sin duda alguna, la humanidad todavía está buscando la santidad porque fue creada a imagen de Dios. ¿Pero cuál es la realidad? ¿Podemos vivir una vida justa y santa sin pecar? ¿Podemos evitar pecar? Es imposible. De vez en cuando parece que hagamos el bien, pero la Palabra de Dios encuentra nuestras obras virtuosas manchadas con motivos sucios y egoístas. Siempre andamos cometiendo doce tipos de pecados según Marcos 7, 21-23. Por este motivo, el Apóstol Pablo habló de esta realidad de la humanidad: ¡Oh miserable de mí! ¿Quién me va a librar de este cuerpo de muerte?. Este versículo los demuestra que la humanidad pecadora y depravada no puede alcanzar la salvación con sus propios esfuerzos o su poder.

    Esta condición humana desesperada me recuerda al mito de la cueva de Platón. En su libro La República, Platón describe cómo unos prisioneros fueron encadenados desde su nacimiento y forzados a mirar hacia la pared. Por eso confundieron las sombras en la pared de la cueva por los objetos reales y murieron sin darse cuenta de lo miserables que eran, o de lo bello y glorioso que era el mundo fuera de la cueva. Pero uno de los prisioneros rompió las cadenas y salió de la cueva. Imaginen la experiencia de ver la luz gloriosa del sol y del mundo bajo el mismo, e imaginen lo confuso que estaría. Después de experimentar este mundo maravilloso, volvió a la cueva y entonces dio testimonio del increíble mundo real fuera de la cueva a los prisioneros que estaban atrapados en el mundo falso, pero al final los prisioneros no quisieron aceptar la verdad y lo mataron.

    Como en esta fábula, nuestra realidad es así. Satanás ha atrapado a la humanidad en la cueva de la confusión y la falsedad. Podemos decir que incluso la mayoría de los cristianos son prisioneros en la cueva de las falsas doctrinas que Satanás creó. Creen en sus doctrinas como si fueran la única verdad porque nacieron en la cueva de las falsas doctrinas y escucharon las enseñanzas confusas de los falsos maestros y murieron sin recibir la remisión de los pecados. En otras palabras, van al infierno sin saber por qué. Cuando escuchan el Evangelio del agua y el Espíritu de nosotros, no solo se niegan a aceptar la Palabra de la Verdad, sino que se levantan contra nosotros porque han estado encadenados durante tanto tiempo por las doctrinas falsas. Por tanto, la sangre de los mártires como Abel, Zacarías (que murió entre los altares del templo), Esteban (que fue lapidado) y los Apóstoles (que dieron testimonio de la Verdad hasta morir) clama desde la tierra: Volved a Dios pronto. Dejad vuestra maldad y vuestra tenacidad y vuelvan a la justicia de Dios. Recibid la salvación solo por fe en Su amor y salvación, porque Dios ha redimido todos vuestros pecados a través del bautismo de Su Hijo y de Su muerte en la Cruz.

    La humanidad no puede alcanzar la salvación con sus propios esfuerzos. Por este motivo la Biblia dice: Y la verdad fue detenida, y el que se apartó del mal fue puesto en prisión; y lo vio Jehová, y desagradó a sus ojos, porque pereció el derecho. Y vio que no había hombre, y se maravilló que no hubiera quien se interpusiese; y lo salvó su brazo, y le afirmó su misma justicia (Isaías 59, 15-16). ¡Es cierto! Los seres humanos somos criaturas que nacen y mueren con pecados, así que nunca podemos alcanzar nuestra salvación sin un Salvador. Por eso Dios se convirtió en nuestro Salvador.

    ¿Entonces cómo eliminó Dios nuestros pecados y nos salvó de la condena eterna del infierno.

    La salvación justa de Dios fue satisfecha a través del sacrificio de Jesucristo y fue anunciada a través del sistema de sacrificios del Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento los israelitas ofrecían el sacrificio de la redención según la Ley de Dios para recibir la remisión de los pecados. Recibían la remisión de los pecados después de preparar a los animales puros, pasarles los pecados mediante la imposición de manos, degollarlos para sacarles la sangre, derramar la sangre y quemar la carne en el altar de los holocaustos. A través de este sacrificio del pecado Dios dio testimonio en el Antiguo Testamento del ministerio de Jesús, quien vino en la carne como un sacrificio perfecto, tomó los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista y murió en la Cruz para pagar por todos los pecados. Y este es el verdadero Evangelio.

    Ahora, los que creen en el sacrificio eterno que Jesús ofreció con Su cuerpo, los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, se convierten en personas justas nacidas de nuevo y en Hijos de Dios. El caos, el vacío y la oscuridad reinaban sobre los corazones de todas las personas y desaparecen cuando esa persona se convierte en hija de la luz. De la misma manera, la verdadera remisión de los pecados es posible solamente por la fe en la Palabra de Verdad de Dios. Dios está descansando ahora porque Su hijo ha cumplido Su voluntad completamente al descender a este mundo y al ser bautizado y morir en la Cruz para obedecerle. Gracias a esto, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu hemos entrado en Su descanso (Hebreos 4, 3). Dios estableció el Sábado para recordar la bendición de que Dios erradicó nuestros pecados.

    La humanidad, que había comido del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, recibió el estándar del bien y del mal de Dios. Entonces, ¿cuál es el juicio correcto, el nuestro o el de Dios? Nuestro estándar es siempre relativo y egoísta. Por tanto deben deshacerse de sus ideas propias y confiar y seguir la Palabra de Dios centrándose en lo que dice la Palabra de Dios. Ignorar la Palabra de Dios y buscar nuestra propia justicia es tener la fe de Caín y los valores religiosos. Abel puso su fe en la Palabra de Dios que escuchó de su padre, Adán y ofreció al primogénito de su rebaño y su grasa. Pero Caín, que era egoísta, le presentó el fruto del suelo al Señor. Dios aceptó la ofrenda de Abel pero rechazó la de Caín. La lección de Dios es que la fe en las religiones humanas no nos da la salvación.

    Por desgracia hay muchos cristianos que siguen ofreciendo el sacrificio de Caín. Intentan obtener la salvación con sus esfuerzos humanos y sus obras buenas. Se les considera buenos cristianos por observar el Día del Señor, por dar ofrendas generosas, ayudar a los necesitados, ofrecer oraciones de arrepentimiento, hacer obras voluntarias en la iglesia y tener buenas relaciones humanas. Se suele creer que la gente que hace estas buenas obras ha recibido la salvación.

    Pero esto no tiene fundamento. Esta fe es religiosa y es un atajo para ir al infierno. ¿Acaso esta vida de fe limpia sus pecados en sus corazones? El precio del pecado es la muerte. Cualquier persona que tenga pecado no puede escapar del juicio de Dios. Por tanto, debemos deshacernos de la fe religiosa y ser salvados únicamente por el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos nacer de nuevo al creer que Dios vino en la carne de un hombre y eliminó nuestros pecados; y después de nuestro segundo nacimiento debemos seguir la justicia de Dios que entra en nuestros corazones por fe en el Evangelio.

    ¿Cómo nos glorificó Dios? Dios nos hizo Sus hijos justos y las esposas de Jesucristo en el Evangelio de Su Hijo. Y nos dio la bienvenida como miembros de la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo. Lo que hizo fue para que dedicásemos nuestros corazones a la obra de Dios unidos al Evangelio durante el resto de nuestras vidas. Cuando nos unimos a la Iglesia del Señor, nuestros corazones caminan con el Señor y Dios obra a través de nosotros, que lleva a la salvación de muchas almas como una buena cosecha de justicia.

    Por tanto, les pido a todos los nacidos de nuevo de todo el mundo que se unan a la Iglesia de Dios. Si nacen de nuevo por el Evangelio del agua y el Espíritu, les pido que oren y ofrezcan fruto abundante de la justicia al Señor al hacer la obra del Señor guiados por la Iglesia de Dios, como la mujer gentil llamada Rut que se convirtió en parte de la genealogía de Jesucristo al seguir a su suegra, Naomi, en obediencia.

    SERMÓN 1

    El significado espiritual del

    sacrificio de Abel

    del primogénito de su

    rebaño y su gordura

    < Génesis 4:1-4 >

    Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón. Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda.

    Cuando estamos ante la presencia de Dios para glorificarle, no debemos acercarnos a través de los rituales religiosos, pero tenemos que acercarnos a Él confiando en lo que ha hecho por nosotros y dándole gracias por Su amor. Solo entonces Dios aceptará nuestra adoración y nos dará el Espíritu Santo abundantemente.

    Abel ofreció al primogénito de su rebaño y de su gordura. Cuando se hace un sacrificio a Dios, una persona debe ofrecer un animal y su gordura sin falta. Está escrito muchas veces en la Biblia que tenían que ofrecer esta grasa cuando se acercasen a Dios. ¿Por qué es necesario ofrecer la grasa a Dios? Debido a la gordura del animal mencionada en la Biblia se refiere al Espíritu Santo, al Espíritu sagrado de Dios.

    Cualquier ofrenda de sacrificio ofrecida a dios debe ser de un animal puro. Esta ofrenda pura simboliza a Jesucristo. Para que el santo Dios viniese a este mundo encarnado en un hombre, Jesucristo fue concebido en el cuerpo de la Virgen María por el Espíritu Santo, y por tanto es el Hijo de Dios puro. La Biblia nos dice que para eliminar los pecados de la humanidad, Jesucristo ofreció Su propio cuerpo a Dios Padre para que fuese nuestra ofrenda de paz.

    Una ofrenda de paz es un sacrificio donde un pecador se queda sin pecados y se reconcilia con Dios ofreciendo un animal, poniéndole las manos en la cabeza. De la misma manera, una ofrenda de paz es igual que una ofrenda del pecado. En el Antiguo Testamento, cuando un israelita cometía pecados, llevaba un animal puro al Tabernáculo como sacrificio, le ponía las manos sobre la cabeza, lo mataba, le sacaba la sangre y le daba la sangre al sacerdote. El sacerdote ponía la sangre en los cuernos del altar de los holocaustos y ofrecía el sacrificio de expiación por el pecador. Junto con la carne del animal sacrificado, el sacerdote ofrecía su grasa, como Dios ordenó: Y le quitará toda su grosura, de la manera que fue quitada la grosura del sacrificio de paz; y el sacerdote la hará arder sobre el altar en olor grato a Jehová; así hará el sacerdote expiación por él, y será perdonado (Levítico 4, 31). Como precedente de este sistema de sacrificios Abel ofreció al primogénito de su rebaño y su gordura a Dios.

    Cuando los israelitas ofrecían sacrificios a Dios, ponían las manos sobre el animal del sacrificio, lo cortaban en trozos y lo ofrecían en el altar de los holocaustos. También le sacaban la grasa que había en el hígado y los riñones y se la ofrecían a Dios. Esto simbolizaba la expiación que Jesucristo nos ha traído, profetizando que se convertiría en nuestro Sumo Sacerdote, cargaría con nuestros pecados, ofrecería Su cuerpo a Dios como ofrenda del pecado para borrar nuestros pecados.

    Jesucristo es Dios mismo. Pero, para ofrecer Su cuerpo como propiciación a Dios Padre, vino a este mundo encarnado en un hombre. Jesús es Dios y nuestro Salvador. Como Jesucristo sacrificó Su cuerpo como ofrenda del pecado para la humanidad, hemos recibido la remisión de los pecados y el don del Espíritu Santo de Dios. Por eso ahora es posible que los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu entren en la presencia de Dios sin dudarlo para estar con este Dios santo.

    Sin embargo, los que no han entendido bien a Jesucristo no pueden ser reconciliados con Dios. Como esta gente todavía tiene pecados en sus corazones, no pueden acercase a Dios. Para reconciliarse con Dios hay que entender la perfecta ofrenda de paz que Jesús hizo y creer en ella. Pero a pesar de este requisito, muchas personas no pueden limpiar sus pecados, todo porque no significan que Jesús es Dios. No conocen la ofrenda perfecta de paz que Jesús hizo y por tanto no creen en Él. Aunque sacrificásemos miles de animales y los ofreciésemos a Dios, ¿los aceptaría? ¿Aceptaría Dios estos sacrificios? Aunque muchos cristianos se sientan mal por Jesús, pensando en lo mucho que sufrió en la Cruz y en lo avergonzado que debía estar, no pueden acercarse a Dios Padre al creer de todo corazón que Jesús es divino, y como resultado no han podido recibir la remisión de los pecados.

    El que Abel ofreciese la grasa del primogénito significa que había creído en la salvación que prometía que Dios, que es la palabra, vendría al mundo encarnado en la carne. Como Jesús es Dios mismo, la obra de la expiación que llevó a cabo es perfecta y por tanto al creer en esta obra de salvación, hemos sido salvados del pecado. Si Jesús fuese un mero hombre mortal, sería imposible ser salvados de nuestros pecados. Si Jesús no fuese divino, incluso Su muerte en la Cruz no valdría para nada. Para que los seres humanos sean salvados del pecado al creer en Dios, Dios tiene que venir a este mundo encarnado en un hombre para convertirse en nuestro sacrificio, tomar los pecados del mundo a través de Su bautismo y morir en nuestro lugar. Solo si Jesús es divino se puede convertir en el verdadero Salvador de la humanidad, y solo si entendemos esta Verdad podemos ser salvados.

    Hoy en día hay muchos cristianos que piensan que Jesús solo era un hombre, aunque digan creer en Él como su Salvador. La gente así no puede ser salvada de los pecados. Solo los que creen que Jesús es Dios pueden ser salvados. Además, una persona debe saber y creer que Jesús fue bautizado en el río Jordán para cargar con nuestros pecados y que sufrió una muerte cruel en la Cruz para ser condenados por nuestros pecados en nuestro lugar y solo entonces podrá ser salvada.

    Fue completamente justo que Jesucristo cargase con los pecados de este mundo a través de Su bautismo y así se convirtió en nuestro sacrificio para pagar por estos pecados. Por eso, cuando Jesús estaba a punto de ser bautizada por Juan el Bautista mediante la imposición de manos, le dijo a Juan: Permíteme hacer ahora pues conviene así cumplir toda justicia (Mateo 3, 15). Por tanto, nuestro trabajo es creer en este Evangelio de Verdad. Aunque todos merecíamos ser malditos, para borrar todos nuestros pecados, Dios Padre tomó a Jesucristo como nuestra ofrenda de paz y erradicó nuestra vergüenza, maldición y sufrimiento a través de Jesucristo. Así es como hemos sido salvados.

    La Biblia dice que Dios no aceptó a Caín y su ofrenda porque Caín ofreció el fruto de la tierra como su ofrenda a Dios (Génesis 4, 5). En este sacrificio de Caín no había sangre para pagar por su vida. El agua y la sangre es lo que lava los pecados de la gente. Somos liberados de nuestros pecados cuando creemos que Jesús es Dios y que tomó nuestros pecados a través de Su bautismo y Su muerte en la Cruz. Dios no podía aceptarnos a los seres humanos porque teníamos demasiados pecados. Así que, para derrumbar este muro de pecados que nos separaba de Dios, y para borrar todos nuestros pecados, Dios tomó a Su Hijo como sacrificio puro, para ser nuestra ofrenda de paz para el Padre. Y el Señor ha eliminado todos nuestros pecados de la manera más justa.

    Para entender exactamente cómo han sido eliminados nuestros pecados primero debemos examinar el sacrificio del Antiguo Testamento y el eterno sacrificio del Nuevo Testamento de cerca.

    En primer lugar, Levítico 4, 28-31 describe los sacrificios diarios ofrecidos por los israelitas en el Antiguo Testamento. Leemos: Si alguna persona del pueblo pecare por yerro, haciendo algo contra alguno de los mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer, y delinquiere (Levítico 4, 27).

    Antes de construir el Tabernáculo, Dios nos dio la Ley. Esto se debe a que la Ley permitió que la gente se diese cuenta de sus pecados (Romanos 3, 20). A través de la Ley Dios permitió que los israelitas se diesen cuenta de sus pecados primero y después pudiesen entrar en el Tabernáculo y recibir la remisión de los pecados a través del sistema de sacrificios. La gente común aquí se refiere a todos los israelitas. Cuando una persona común se daba cuenta de que era pecadora por no cumplir los mandamientos de Dios, llevaba un animal puro al Tabernáculo, le ponía las manos sobre la cabeza, lo mataba, ofrecía la sangre a Dios y así se reconciliaba con Dios. Esta era la salvación de la gracia de Dios que recibió el pueblo de Israel.

    Levítico 4, 29 dice: Y pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de la expiación, y la degollará en el lugar del holocausto. La ofrenda del pecado aquí se refiere al animal del sacrificio que tenía que morir en lugar del pecador. La ofrenda del pecado aquí se refiere al animal del sacrificio que aceptaba las iniquidades de los pecadores a través de la imposición de manos, y el animal moría en su lugar. La imposición de manos aquí significa pasar o transferir. Si una persona poseída por demonios pone las manos sobre otra persona, esa persona también es poseída. De la misma manera, los pecados también se pasan a través de la imposición de manos. Levíticos 1, 14 dice que un pecador pasaba sus pecados a través de la imposición de manos y después debía matar al toro que los recibía. El método de cualquier sacrificio ofrecido a Dios debe realizarse según este sistema de sacrificio.

    Levi es el nombre del tercer hijo de Jacob (Génesis 29, 34). El nombre de Levi significa unido a Dios. El mensaje del Libro de Levítico es que Dios restauraría la paz con Él al limpiar los pecados que nos habían separado de Dios. Está escrito: Si su ofrenda fuere holocausto vacuno, macho sin defecto lo ofrecerá; de su voluntad lo ofrecerá a la puerta del tabernáculo de reunión delante de Jehová (Levítico 1, 3). Este pasaje significa que el sacrificio ofrecido a las puertas del Tabernáculo de la Reunión tenía que ofrecerse de una manera que sea aceptada por Dios.

    Para ofrecer este sacrificio, que era aceptable y bueno a los ojos de Dios, los israelitas tenían que poner las manos sobre la cabeza de sus holocaustos. La Biblia nos dice que solo entonces se podía recibir la redención.

    Cuando la gente común del Antiguo Testamento recibía la remisión de los pecados a diario, primero pasaban los pecados al animal del sacrificio mediante la imposición de manos, le sacaban la grasa, la cortaban a trozos, y se la ofrecían a Dios. Pero antes de quemar el sacrificio su sangre se ponía en los cuernos del altar de los holocaustos. ¿Qué significa este ritual?

    La Biblia dice:

    "El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro

    y con punta de diamante; esculpido está

    en la tabla de su corazón,

    y en los cuernos de sus altares" (Jeremías 17, 1).

    Hablando espiritualmente, los cuernos del altar de los holocaustos se refieren al Libro del Juicio donde los pecados de la humanidad se escriben ante Dios (Apocalipsis 20, 12). El que la sangre del sacrificio se pusiese en los cuernos del altar de los holocaustos nos enseña que, aunque el pecador era el que tenía que morir como precio por sus pecados, la sangre de su sacrificio se ofrecía como precio por su vida. En otras palabras, cuando Dios veía la sangre en los cuernos del altar de los holocaustos, lo reconocía como pago por el precio del pecado. Esto se debe a que el precio del pecado es la muerte.

    El sacerdote entonces derramaba el resto de la sangre en el suelo debajo del altar de los holocaustos. Este suelo en la base del altar se refiere al corazón de los seres humanos. ¿Por qué derramaba el sacerdote la sangre en la base del altar? Cuando una persona comete un pecado, el pecado se escribe en la tabla de su corazón. Aunque este pecado se cometa sin querer, como error, y por tanto el pecador piense que este pecado se ha olvidado, permanece en su corazón y se le recordará constantemente. Así que la sangre del sacrificio se derramaba en la base del altar para recordar que había que limpiarse la conciencia. Cuando un pecador veía la sangre de su sacrificio en la base del altar, se daba cuenta de que era él quien tenía que haber derramado su sangre y morir como este animal, y volvía con profunda gratitud, dando gracias a Dios por aceptar el sacrificio de este animal en su lugar. Aunque todo el mundo con pecados tenía que morir, como Dios amaba a la humanidad, permitió a los pecadores del Antiguo Testamento acercarse para recibir la remisión de los pecados a través del sistema de sacrificios, mediante el cual los pecados eran pasados a los animales que después tenían que morir en su lugar.

    Este era el método mediante el que la gente del Antiguo Testamento recibía la remisión de los pecados y podía acercarse a Dios. Sin embargo, estos sacrificios diarios eran muy pesados porque tenían que ofrecerse un día sí y otro no. Y los pecados por los que no se ofrecían sacrificios se acumulaban en los corazones de los israelitas. Así que Dios les dio otra manera de expiar sus pecados anuales para no caer en la desesperación completa.

    Está escrito en Levítico 16, 29-30: Y esto tendréis por estatuto perpetuo: En el mes séptimo, a los diez días del mes, afligiréis vuestras almas, y ninguna obra haréis, ni el natural ni el extranjero que mora entre vosotros. Porque en este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová. Como está escrito aquí que Dios estableció el décimo día del séptimo día como el Día de la Expiación. Dios estableció este día para que fuese el día en que todos los pecados eran eliminados, no solo para el pueblo de Israel, sino para todos los extranjeros que viviesen entre ello, y les dijo que no trabajasen ese día.

    Todos los días, el décimo día del séptimo mes se señalaba como el Día de la Expiación cuando todos los pecados anuales de los israelitas eran expiados. Los sacerdotes ordinarios no podían realizar el sacrificio ofrecido ese día, sino que era Aarón mismo quien debía realizarlo. Para ofrecer el sacrificio que sería la expiación de los pecados anuales de los israelitas para siempre, Aarón tenía que realizar la expiación de sus pecados y los de su casa primero. Así que tomaba un toro puro, le pasaba los pecados de su casa y los suyos mediante la imposición de manos sobre su cabeza, mataba al toro y ponía la sangre en el Lugar Santísimo. Entonces ponía el dedo en la sangre y la esparcía siete veces sobre el Arca de la Alianza dentro del Lugar Santísimo, es decir, en el Propiciatorio de la cara Este (Levítico 16, 11-14).

    Al haber expiado sus pecados y los de su casa, Aarón tomaba dos cabritos, echaba suertes, llevaba a uno al Tabernáculo y lo sacrificaba ante Dios en nombre de todo su pueblo. Después de poner las manos sobre el cabrito, lo mataba y le sacaba la sangre, Aarón tomaba la sangre y la llevaba al Lugar Santísimo, donde la esparcía sobre el Propiciatorio como había hecho con la sangre del toro.

    ¿Qué significaba esparcir la sangre siete veces? En la Biblia el número siete significa la perfección. En otras palabras, el que la sangre del sacrificio fuese esparcida siete veces implica que Dios ha redimido perfectamente los pecados de la gente. Aarón llevaba cascabeles de oro en el borde de sus vestiduras, y cuando caminaba por el Tabernáculo el sonido de los cascabeles se podía escuchar perfectamente. Así que cuando Aarón esparcía la sangre sobre el Propiciatorio, el sonido de los cascabeles también se oía. Fuera del Santuario la gente esperaba ansiosa hasta que los cascabeles sonaban siete veces.

    El pueblo de Israel recibía la remisión de los pecados de esta manera, pero cuando estaba fuera del Tabernáculo, había algunos que dudaban si sus pecados habían sido pasados o no. Así que el Sumo Sacerdote salía del Tabernáculo y ofrecía otro sacrificio con el otro cabrito mientras la gente lo miraba. Delante del pueblo de Israel que traía sus pecados anuales, Aarón ponía las manos sobre la cabeza del cabrito y confesaba todos los pecados del año entero. Cuando quitaba las manos del cabrito, todos los pecados pasaban a la cabra. De las manos de un hombre adecuado era abandonado, llevando los pecados de los israelitas lejos de ellos, tan lejos como el este es del oeste (Salmo 103, 12), y permitiendo que recibiesen la remisión de los pecados. Este cabrito se conocía como el chivo expiatorio. La palabra chivo expiatorio significa ser enviado. Cargando con los pecados anuales de Israel, este chivo expiatorio se perdía por el desierto hasta morir y así pagaba el precio de los pecados de los israelitas en su lugar, el pueblo de Israel recibía la remisión de los pecados de esta

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