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Sufismo
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Sufismo. La transformaciÓn del corazÓn proporciona una descripciÓn clara y accesible del sufismo, de sus principios bÁsicos, su fondo histÓrico y su desarrollo reciente en Occidente. Al explorar los procesos de transformaciÓn espirituales y psicolÓgicos, este libro ofrece directrices prÁcticas para ayudar al buscador. Sufismo. La transformaciÓn del corazÓn es una valiosa introducciÓn a un dinÁmico sendero espiritual que estÁ suscitando un creciente interÉs.
LanguageItaliano
Release dateJan 15, 2015
ISBN9781941394038
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    Sufismo - Llewellyn Vaughan-Lee

    INTRODUCCIÓN

    El sufismo es verdad sin forma.

    Ibn El-Jalali

    EL CAMINO DE LA SEPARACIÓN A LA UNIÓN

    El sufismo es un sendero místico de amor, en el que se experimenta a Dios, o la Verdad, como al Amado. La relación interior del alma enamorada y del Amado es el núcleo del sendero sufí. A través del amor, los buscadores son guiados hacia Dios. Los místicos aspiran a alcanzar la Verdad en esta vida, y Dios se revela en los corazones de aquellos que Le aman.

    La experiencia mística de Dios es un estado de unión con Dios. Esta unio mystica es la meta de los buscadores, o viajeros del sendero místico. En el corazón, el alma ebria y el Amado se unen en éxtasis de amor. Los buscadores comienzan su viaje con el anhelo de alcanzar este estado de unión. La nostalgia nace del recuerdo del alma de que proviene de Dios. El alma recuerda que su Hogar real es Dios, y nos despierta a través de este recuerdo. El camino espiritual es un camino que nos lleva de regreso al Hogar, de la separación a la unión.

    El camino místico hacia el Hogar es un camino hacia el interior, hacia el verdadero núcleo de nuestro ser, donde el Amado está eternamente presente. Aquél que buscamos no es otro que nuestra naturaleza eterna. San Agustín dice: Vuélvete hacia ti mismo, porque en el interior del ser humano habita la Verdad. Los místicos experimentan que el Amado habita dentro de sus corazones, no como un concepto, sino como una realidad viva. En las profundidades del corazón no hay separación entre el alma enamorada y el Amado. Allí estamos unidos eternamente a Dios, y la experiencia de unión es una revelación de algo que siempre está presente.

    El mayor obstáculo que nos impide experimentar este estado eterno de unión es el ego, nuestra propia identidad personal. En el estado de unión no hay ego. En este momento el yo individual deja de existir y sólo existe el Amado. Los sufíes dicen: El Amado vive, el enamorado muere. Por esta razón los sufíes aspiran a morir antes de morir, a trascender el yo personal y a experimentar nuestra naturaleza divina trascendental. Ansârî, un sufí del siglo XI, lo expresó de una forma muy sencilla:

    Has de saber que si aprendes a dejar tu yo, alcanzarás al Amado. No hay más secreto que aprender, y más no me es conocido.

    El viaje místico nos lleva del ego al Yo, de la separación, de regreso a la unión. Apartándonos del ego y retornando hacia Dios, nos dirigimos hacia la profundidad interior, hacia el centro más íntimo de nuestro ser, para el cual los sufíes utilizan el término de el corazón de los corazones. Es un camino individual del alma buscadora que vuelve a la fuente, de la solitaria al Solitario. Sin embargo, hay etapas en este viaje, valles de lágrimas y búsqueda, por los que atraviesan todos los caminantes. Los maestros sufíes nos han provisto de un mapa que describe estos estados, y las dificultades y peligros del sendero. Los maestros, tras haber alcanzado la meta, pueden ayudar a otros buscadores, dejando testimonio de lo que nos espera a lo largo del viaje.

    El sufismo también nos ofrece determinadas técnicas para abrirnos al mundo interior y para mantener la atención centrada en nuestra meta invisible. La más importante entre ellas es la práctica del recuerdo de Dios, ya que los sufíes aspiran a recordar a Dios en todo momento, con cada respiración. No se trata de un recuerdo mental, sino del recuerdo del corazón, ya que el corazón guarda la más alta conciencia del Yo. El Yo es la parte nuestra que nunca está separada de Dios, y la conciencia del Yo es saber que Dios y nosotros somos uno. La práctica del recuerdo es una forma de despertar la conciencia del Yo y, de este modo, tomar conciencia de nuestra unión interior con Aquél a quien amamos.

    Cuando amamos a una persona, pensamos siempre en ella y, cuando el amor del alma a Dios se despierta en el corazón, nuestra atención se dirige hacia el Amado. El momento del despertar espiritual es denominado tauba, arrepentimiento, que los sufíes describen como el giro del corazón. Aunque el momento de tauba siempre es un acto de gracia, un regalo del Amado, el sufismo ha desarrollado técnicas para mantener la atención centrada en el amor del alma hacia Dios. Una de estas técnicas es el dhikr, la repetición de uno de los nombres de Dios. A través de la práctica del dhikr, la atención se centra en Dios, y todo el ser del buscador se impregna de la alegría del recuerdo del Amado.

    El sendero sufí nos acerca a la conciencia divina del Yo, que radica en el corazón, y al mismo tiempo nos aparta de la conciencia limitada del ego. El viaje del ego al Yo es el viaje eterno del alma, del exiliado que vuelve a casa. En este mundo hemos olvidado nuestra verdadera naturaleza y nos identificamos con el ego. El viaje al hogar nos libera del dominio del ego y de la naturaleza ilusoria de sus deseos. Nos dirigimos hacia la verdadera realización, que sólo puede provenir de la conciencia de lo que somos verdaderamente, experimentando la verdad de nuestra esencia divina. Cuando le preguntaron a Dhû’l-Nun, un maestro sufí: ¿Cuándo ha alcanzado el sufí su meta?. Él respondió: Cuando es como era, donde estaba, antes de ser.¹

    Todos los senderos espirituales guían a los buscadores sinceros hacia la Verdad, que sólo puede ser hallada en nuestro interior. Los sufíes dicen que hay tantos caminos hacia Dios como seres humanos, tantos, como respiraciones de los seres humanos. Como somos todos únicos e individuales, el viaje hacia el descubrimiento de nuestra verdadera naturaleza será diferente para cada uno de nosotros. Al mismo tiempo, cada sendero espiritual es adecuado para un tipo diferente de persona. El sufismo es adecuado para aquellos que necesitan entender su relación con Dios como una relación de amor, que necesitan que se les lleve de regreso hacia el Amado, atrapados en la red del amor y de la nostalgia divina

    LA SABIDURÍA ANCESTRAL

    Sufí es el nombre que se le da a un grupo de místicos enamorados de Dios. Existe una antigua historia acerca de un grupo de ellos que eran llamados kamal posh (portadores de mantas), que se supone que fueron los primeros sufíes. Su única posesión individual era una simple manta, que llevaban a modo de ropa durante el día, y con la que se arropaban de noche. Iban a ver a todos los profetas y ninguno les podía satisfacer interiormente. Cada profeta les decía haced esto o aquello, pero nada saciaba su sed interior. Un día, Mohammed dijo que hombres de kamal posh se acercaban, y que llegarían en tantos días. Llegaron a los días que él había dicho y, cuando estuvieron a su lado, sólo le miraron sin decir nada y quedaron completamente satisfechos. ¿Por qué quedaron completamente satisfechos? Porque creó amor en sus corazones. Cuando se crea amor, ¿qué insatisfacción puede quedar?²

    El sufismo es la sabiduría ancestral del corazón. No está limitado por la forma, el tiempo o el espacio. Siempre existió y siempre existirá. Siempre habrá personas que necesiten experimentar a Dios como al Amado. Siempre existirán amantes de Dios. Los kamal posh comprendieron que Mohammed conocía los silenciosos misterios del amor. Se quedaron con él y adoptaron el Islam como religión.

    Islam significa literalmente entrega y, mientras el aspecto exotérico del Islam enseña la ley religiosa exterior de la entrega a Dios, se ha desarrollado un aspecto esotérico interior que enseña que el alma que ama debe entregarse al Amado. Un siglo después de la muerte del Profeta, comenzaron a surgir en el mundo musulmán pequeños grupos de enamorados de Dios. Eran también conocidos como los viajeros o caminantes del sendero místico, según se refleja en una frase que se adjudica al Profeta:

    Vive en este mundo como si fueras un viajero, un pasajero, con la ropa y los zapatos llenos de polvo. A veces, sentado a la sombra de un árbol, a veces caminando por el desierto. Sé siempre un pasajero, ya que éste no es tu hogar.

    Más tarde estos caminantes fueron conocidos como sufíes, posiblemente haciendo referencia a sus ropajes de lana blanca (sûf), o como alusión a su pureza de corazón (sâfa).

    Estos pequeños grupos de sufíes se agrupaban alrededor de su maestro o sheikh. Las enseñanzas interiores del sendero se transmiten de maestro a discípulo. Cada maestro guía a su discípulo de acuerdo con los principios que ha aprendido de su maestro. La esencia de las enseñanzas no es verbal, sino una comunión directa de corazón a corazón. Los kamal posh se quedaron con Mohammed, porque éste creó amor en sus corazones, y la comunión interna del corazón es la esencia del sendero sufí. La relación entre el alma enamorada y el Amado se refleja en la relación con el maestro, que guía a sus discípulos, o murshids, con un corazón abierto y con el conocimiento de los misterios del amor.

    La esencia de todas las prácticas sufíes es el elemento de amor y devoción. La devoción es una actitud del alma que ama, y la naturaleza del sendero sufí es devocional. Los sufíes aspiran a entregarse a Dios, como quien ama se entrega a su amado. La devoción es una apertura del corazón hacia la gracia que fluye con el amor. Es una actitud de entrega en la que el ego y la mente se rinden a un misterio que está más allá de su comprensión. Entregándonos a Dios, Le permitimos que nos lleve a nuestro verdadero Hogar, y el camino más rápido es el camino del amor. Utilizando las palabras de al-Qurashi: La realidad del amor significa que tú te entregas completamente al Uno, hasta que no queda nada de ti.³

    Se dice que hay dos formas de atraer la atención de Dios. O bien nos hacemos perfectos y Él tiene que amarnos, o nos entregamos a Él y entonces Él no puede resistirse a nuestra necesidad de estar con Él. La actitud de devoción es ofrecerLe nuestro ser completo a Aquél a quien amamos. Esta ofrenda interior es un estado dinámico de entrega que atrae las altas energías del amor. Exactamente igual que en la naturaleza se llenan siempre los vacíos, del mismo modo, el vacío interior que crea la entrega es colmado por Su presencia.

    En Occidente tendemos a asociar entrega con sumisión y hemos perdido el contacto con su poder oculto. La entrega crea un espacio vacío en la psique, que nos permite experimentar el poder del Yo, sin que nos arrolle o, por el contrario, caigamos en presuntuosidad. Las prácticas sufíes están diseñadas para ayudarnos a entregarnos, y para comprender que estamos contenidos en algo que está mucho más allá de los limitados horizontes de la mente y del ego. Introduciéndonos paso a paso en los espacios interiores de nuestro propio ser, vamos siendo capaces de experimentar la fuerza del amor de Dios por sus siervos.

    El sufismo ha explorado los caminos del amor y desarrollado instrumentos para ayudar a los buscadores a recorrer este sendero invisible, pero poderoso. Dado que la meta del sendero es revelar la esencia interior de los caminantes, el sufismo se mantiene adaptado a la humanidad. La naturaleza más profunda del ser humano se mantiene igual, aunque tengan lugar cambios en la superficie. Se dice que el sufismo ha mantenido y preservado su dinamismo, transformándose y adaptándose a los tiempos y, sin embargo, manteniendo la autenticidad de la esencia de la tradición. La esencia de la tradición es la sintonización interior del corazón con Dios y la entrega del ego, que permite que Su voluntad se cumpla. Sin embargo, exteriormente, dado que la sociedad y la cultura se desarrollan y transforman, el sufismo reponde a estos cambios.

    LOS PRIMEROS SANTOS SUFÍES

    Algunos de los primeros sufíes fueron ascetas extremos. En una reacción contra los crecientes lujos de la vida, acentuaban la necesidad de controlar los deseos físicos. Incluso antes de Mohammed existieron entre las tribus árabes hombres que habían renunciado al mundo, prefiriendo la pobreza a las riquezas. Creían que el apego a los bienes mundanos y los deseos sensuales inducía al pecado, y que el separarse de ellos conducía a la purificación del alma. Estos principios fueron adoptados en las primeras creencias del Islam. Abû-Bakr, el primer califa, prefería la pobreza voluntaria a la pobreza obligatoria, y el segundo califa, ‘Umar, practicaba el ascetismo y la austeridad. Para él la reclusión liberaba de la maldad.

    Hasan de Basora fue uno de los primeros patriarcas sufíes influyentes, cuyas prescripciones acerca de la vida espiritual eran dormir poco, no quejarse del calor o del frío, no tener un domicilio fijo, y tener siempre hambre. Para Hasan el ayuno era un entrenamiento básico y creía que el temor debía ser más fuerte que la esperanza: Cuando la esperanza es más fuerte que el temor, el corazón se pudre.

    Rábi’a al-’Adawiyya, una de las santas sufíes más importantes, también vivía en Basora. Râbi’a fue una mística ebria de Dios. Se cree que no tuvo nunca maestro. Era una asceta que utilizaba una jarra rota para beber y para las abluciones, una vieja alfombrilla de junco para arroparse con ella y un ladrillo a modo de almohada. Siempre atenta a Dios, no se preocupaba de nada que pudiera distraerla de Él. Una vez le preguntaron: Amas a Dios? Ella repondió: . Odias al demonio? Ella respondió: No, mi amor por Dios no me deja tiempo para odiar al demonio.

    Râbi’a se convirtió en un modelo de amor a Dios. Nada debía interponerse entre ella y su Amado, y anhelaba la llegada de la noche para poder estar juntos a solas. En contraste con los hombres religiosos que se esforzaban por alcanzar el paraíso, las oraciones de Râbi’a enfatizaban el rechazo a todo menos a Dios: Oh Señor, cualquier cosa de este mundo que quieras otorgarme, otórgasela a Tus enemigos, y cualquier cosa del otro mundo que quieras darme, dásela a Tus amigos. Tú eres suficiente para mí.

    El maestro del siglo IX, Dhûl-l-Nûn, fue uno de los primeros sufíes que desarrollaron la teoría de fanâ y baqâ, la aniquilación del yo, que conduce a la vida eterna. Él también introdujo una doctrina teosófica del sufismo, hablando del tawhîd, o Unidad de Dios, y formulando la teoría del ma ‘rifa, conocimiento intuitivo de Dios, o gnosis. Los gnósticos no adquieren sabiduría a través de la fé religiosa, de enseñanzas, o análisis, sino a través de la unión con Dios.

    Los gnósticos ven sin sabiduría, sin vista, sin información recibida, y sin observación, sin descripción, sin ocultamiento y sin velo. No son ellos mismos, puesto que en tanto que no existen en absoluto, existen en Dios. Sus movimientos son causados por Dios y sus palabras son palabras de Dios expresadas por sus lenguas, y su mirada, es la mirada de Dios que ha penetrado en sus ojos. Así Dios el Altísimo dijo: Cuando amo a un siervo, yo, el Señor, soy su oído, de tal modo que oye a través de Mí. Yo soy su ojo, de tal modo que ve a través de Mí, y yo soy su lengua, de tal modo que habla a través de Mí, y yo soy su mano, así que recibe a través de Mí.

    Dhû-l-Nûn practicaba la automortificación, aunque conocía la supremacía del amor. Existe la leyenda de que cuando murió, se vió escrito entre sus cejas: Éste es el amigo de Dios. Murió en el amor de Dios. Éste es aquél que murió por la espada de Dios.

    La mayoría de los primeros sufíes consideraba que la renuncia a todo, menos a Dios, es la cualidad más importante de todo caminante. Fue el gran místico del siglo IX, Bâyezîd Bistâmî, quien hizo hincapié en el amor a Dios como instrumento primordial para experimentar la unión, y en que Su amor por nosotros es anterior a nuestro amor por Él.

    Al principio me equivoqué en cuatro aspectos. Me preocupaba por recordar a Dios, por conocerLe, por amarLe y por buscarLe. Cuando alcancé mi meta, comprendí que Él me había recordado antes de que yo Le recordara, que Su conocimiento de mí precedía a mi conocimiento de Él, que Su amor por mí había existido antes de mi amor por Él, y que Él me había visto antes de que yo Le viera.

    Aunque Bâyezîd reconoce la primacía del amor, también valora la renuncia. Pero más que de la renuncia al mundo, habla de renunciar al yo, los nafs. El amor puro a Dios es sólo posible si nos hemos liberado del yo. Bâyezîd dice: Cuando alcancé el estado de proximidad a Dios, Él me dijo: ¿Qué deseas? Yo repliqué: Te deseo a Ti. Él dijo entonces: Mientras que quede una sola partícula de Bayezid en ti, este deseo no te podrá ser concedido.¹⁰

    Bâyezîd fue un místico ebrio de Dios que experimentó la unidad esencial de Dios y el hombre: Me deshice de mi yo, como una serpiente de su piel, pues miré en mi interior y ví que yo soy Él.¹¹ Es conocido por sus declaraciones en éxtasis de unión divina: Gloria a mí, ¡Qué grande es mi majestad! y Bajo mis ropas no hay más que Dios.¹² Logró este estado de unidad absoluta mediante una severa automortificación y austeridad, purificándose a sí mismo de sí mismo hasta que no quedó nada él. Entonces, comprendió que tenía que renunciar a todos sus esfuerzos, ya que sólo con la ayuda de Dios, llegué a Dios.¹³

    En contraste con la naturaleza extática de Bâyezîd, el maestro del siglo

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