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Hechicero
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Hechicero

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About this ebook

Los restos de tres cuerpos son descubiertos en una vieja casa cerca de la Universidad de Manchester. La casa solía ser un orfanato para chicos adolescentes y el Detective Superintendente Jeff Barton y su equipo descubren un periodo horrendo de brutalidad y abusos que tuvo lugar allí. Sus investigaciones les llevan al anterior director del orfanato y a su esposa, quienes son rastreados hasta una villa en España. Los secretos y mentiras de la familia son expuestos y la línea de víctimas empieza muy cerca del hogar, pero Jeff, quien es un padre soltero tras la muerte de su esposa, y quien equilibra un trabajo exigente con el cuidado de su hijo de cinco años Toby, empieza a ver lo que nadie más puede ver. Un decidido y audaz plan de un anterior residente del orfanato, una anterior víctima de abusos, quien ahora está resuelto a vengarse. Y si él tiene razón, entonces Jeff y su equipo tienen que actuar rápidamente antes de que les arrebaten la justicia de las manos. 

LanguageEspañol
PublisherBadPress
Release dateAug 10, 2015
ISBN9781507117217
Hechicero

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    Hechicero - David Menon

    Esto es para Maddie porque él continúa siendo extraordinario... Para Hilary, Bess, Janet, Noel, Anna, Debbie, Liam, Chris, Andy, Lucy, Katy, y Simon G por toda la diversión, la amistad, y por ser extraordinarios... Y para cualquiera que se haya encontrado rodeado de oscuridad negra como la tinta... No es justo, pero no estáis solos.

    No habría sido capaz de publicar esta edición revisada sin la tremenda dedicación y el apoyo de mi nuevo amigo Paul Barker. Gracias, Paul, por insuflarle nueva vida a mi narración.

    HECHICERO UNO

    Pembroke House había sido una vez un hospicio para chicos hasta que cerró en 1993. Desde entonces el edificio había caído en lo que la gente local pensaba había sido un declive terminal hasta que un constructor local lo había comprado recientemente, habiendo visto su potencial en una localización principal cerca del principal campus universitario de Manchester. Enviaron a un equipo de obreros para excavarlo y convertir las veinte habitaciones en apartamentos para el mercado estudiantil. Pero el trabajo se había visto bruscamente interrumpido cuando la casa reveló algunos macabros secretos. 

    El Detective Superintendente Jeff Barton de la Policia de Manchester recibió la llamada y dejó a su hijo Toby en el colegio antes de conducir directamente hacia lo que ahora había sido cerrado como una escena del crimen, donde se encontró con su ayudante, Detective Inspector Rebecca Stockton. 

    Buenos días, Becky, dijo Jeff después de bajarse de su coche. 

    Buenos días, señor, dijo Rebecca. Ella no dejaba que mucha gente le llamara Becky, pero Jeff era uno de ellos. June Hawkins nos está esperando dentro. 

    Los obreros deben haber empezado temprano, dijo Jeff mientras se dirigían hacia la puerta principal. Acababan de dar las ocho cuando recibí la llamada. 

    Me quedé  a dormir en casa de mi madre y mi padre anoche, y ellos viven justo al otro lado de esta calle, así que pude llegar aquí rápidamente. 

    ¿Cómo están? 

    Están bien, gracias, dijo Rebecca. ¿Y cómo está Toby? 

    Entró en el colegio cogido de la mano de su pequeña amiga, Emma, esta mañana, dijo Jeff sonriendo. Es tan dulce. 

    Él romperá corazones algún día. 

    Sí. Ése es mi chico.

    La patóloga June Hawkins tenía una reputación fenomenal entre las fuerzas policiales de Manchester y trabajaba con muchos de los colegas de Jeff. Ella estaba embutida en su usual mono de plástico con cremallera cubriendo sus ropas normales. Ella había montado un laboratorio temporal en la planta baja del edificio, con grandes luces portátiles cuadradas iluminando una larga mesa. Lo que estaba sobre la mesa borró las sonrisas de Jeff y Rebecca instantáneamente.

    Esto solía ser un bebé pequeño, dijo June, su voz más solemne de lo habitual, mirando un esqueleto que era claramente el de un niño. Fue encontrado por uno de los obreros, quien aún está en shock. Dijo que le recordaba a su nieto que sólo tiene unas pocas semanas de vida.

    ¿Por qué no pudieron dejarlo donde pudiera ser descubierto vivo? preguntó Rebecca con una mezcla de frustración y pena. ¿Por qué tuvo que morir el pobrecito bebé?

    Bueno, eso te corresponde descubrirlo a ti, cariño, pero estimo que probablemente ha estado aquí mucho tiempo.

    Rebecca se encogió. ¿Dónde lo... encontraron?

    En el mismo lugar que los otros dos esqueletos que ya han sido enviados al laboratorio, dijo June.

    ¿También son bebés? preguntó Jeff.

    No, dijo June. Aunque uno de ellos es un niño de sólo unos siete u ocho años. El otro es un macho adulto. Ahora venid conmigo.

    June les guió a través de una puerta bajo la escalera principal de la casa, bajando hasta el sótano. Claramente había sido usado como almacén. Había viejos colchones y somieres, sillas, incluso una televisión pequeña. También había algunas viejas y vacías cajas de videocasetes que llevaron a hacer que Jeff mencionara en voz alta que debían haber estado allí mucho tiempo porque nadie usa ya videocasetes. Entonces siguieron a June a través de unas sábanas blancas de plástico que estaban cubriendo lo que parecía haber sido una especie de puerta secreta. Estaba hundida un metro o así dentro del muro. June dijo que una librería había estado escondiendo el lugar, y los obreros lo habían encontrado cuando la librería se hizo literalmente pedazos con un simple toque. La puerta, que ahora había sido retirada, había estado asegurada usando tres pesados cerrojos, cada uno de los cuales había sido reforzado con un candado. Detrás de la puerta había una gran habitación con dos habitaciones más pequeñas al girar a la izquierda. Rebecca no sabía lo que era, pero ella sintió la más increíble sensación de un mal inminente. Simplemente había algo acerca de las paredes y las sombras que las tres paredes estaban creando. Era como si estuvieran rezumando dolor y sufrimiento antiguos que ahora estaban cruzando los años y alargándose para ser oídos.

    Dios mío, dijo Jeff mientras miraba alrededor. Había cadenas con esposas colgando del techo, más cadenas y esposas colgando de las paredes, y un banco con cadenas para las piernas en el suelo a su lado, y más esposas colgando a medio camino del muro delantero. Esto era algún tipo de mazmorra.

    Eso es exactamente lo que era, dijo June. Creo que está claro que los cerrojos en las puertas sugieren que alguien no quería que nadie supiera que este lugar existía. Nadie sería permitido aquí a menos que se les hiciera una invitación que no podían rechazar.

    ¿Alguien sabe algo de la historia de este lugar? preguntó Jeff abiertamente.

    Bueno, ha estado cerrado durante veinte años, dijo Rebecca. ¿Podrían los restos ser tan viejos, June?

    Sí, respondió June. Pero sabré más cuando vuelva a la fábrica.

    Yo crecí por aquí, dijo Rebecca, mirando en torno suyo. Recuerdo que siempre había un montón de susurros sobre Pembroke House. Solían decir que era donde enviaban a los chicos malos. Mi madre y mi padre solían amenazar a mi hermano con enviarle aquí cuando se portaba mal.

    ¿Y por qué sería éste un lugar con el que tus padres amenazarían a tu hermano, Becky? preguntó Jeff.

    Bueno, se había pensado que los empleados de Pembroke tenían una mano bastante dura a la hora de infligir castigos a los chicos que tenían a su cargo. O al menos eso es lo que se decía. Nunca se probó nada.

    Bien, parece que podría haber sido cierto, dijo June. Estos eran los dominios subterráneos de algunos individuos bastante degenerados. Estaba preparado para causar dolor.

    A los adolescentes, dijo Jeff.

    Sí, confirmó June.

    Esas gruesas esposas de hierro debían haber sido muy dolorosas, dijo Jeff, levantando la vista hacia ellas.

    Bueno, supongo que ésa era la idea, dijo June. Hay manchas de sangre que se han secado en el suelo de madera por todo el lugar. Obviamente eran traídos aquí abajo para algo que era mucho más que un castigo.

    Parece que lo que se decía sobre lo que pasaba en este lugar ni siquiera se acercaba a la realidad de lo que sucedía, dijo Rebecca.

    ¿Y salieron todos vivos? dijo June mientras les tendía un montón de fotografías en blanco y negro. Especialmente teniendo en cuenta lo que se puede ver en ésas.

    Jeff y Rebecca estaban profundamente conmocionados por las imágenes que describían los más horrendos abusos sexuales a chicos adolescentes cuyas caras habían sido cuidadosamente emborronadas en las fotos. La expresión de auténtico dolor y terror en las caras de los chicos era demasiado clara. Todos estaban encadenados con las esposas que habían encontrado en la habitación. Varios otros instrumentos de tortura habían sido usados, y les hizo sentir náuseas. Había fotografías de niños que habían sido atados sobre el banco de la habitación, quienes habían sido no sólo golpeados con un látigo y con una vara, sino que también habían sido violados.

    Me da la impresión de que son fotogramas de películas, dijo June calladamente. No creo que las víctimas hayan olvidado alguna vez sus experiencias aquí; es decir, si podéis hacer que se abran y se sinceren.

    Eso es probablemente lo que eran todas esas cajas de vídeo, dijo Jeff. Hacían las películas y las almacenaban allí antes de venderlas.

    El comercio de la perversión es horriblemente rentable, dijo Rebecca.

    Jesús, lo que estos chicos han debido sufrir, dijo Jeff sacudiendo la cabeza. Y se supone que estaban a cargo del estado.

    Ésa es una de las cosas más sorprendentes de todo este asunto, dijo June. ¿No se supone que hay revisiones en estos sitios? A ver, estamos hablando de sólo hace veinte años. Seguramente habría procedimientos disponibles para detener algo como esto, ¿no?

    Sí, los había, dijo Jeff. Pero las mentes enfermas son desafortunadamente demasiado inteligentes, y así es como salían indemnes por sus actos malvados.

    Un joven policía uniformado se acercó a ellos con una de las cajas de los videocasetes. Los he revisado todos y he encontrado esto, señor, dijo mientras le tendía una fotografía a Jeff. Parece que había sido puesta allí al azar. Estaba en la quinta caja por debajo de una pila de treinta.

    La fotografía era de un bebé, un niño pequeño de unos dos años. Estaba sonriéndole a la cámara y aún no tenía muchos dientes. Vestía un polo azul claro y pantalones de pana gris oscuro. La foto había sido tomada en la costa, parecía que era la Torre Blackpool de fondo, y aunque él parecía feliz, Jeff pudo ver claramente algo menos saludable en sus ojos. Era felicidad forzada. Era casi como si estuviera deseando que alguien descubriera algún terrible secreto y entonces él sería libre. Jeff respiró hondo.

    Hay una sonrisa pero me resulta una sonrisa triste, dijo Jeff.

    Déjame ver, dijo June. Ella la miró y luego la miró más de cerca. ¿No crees que hay algo familiar en él?

    ¿Cómo qué? preguntó Jeff.

    No lo sé, dijo June.

    ¿Le reconoces, June? preguntó Rebecca.

    Realmente no, pero hay algo en él que me hace pensar que podría conocerle, dijo June. Pero no, nunca antes ha visto a este pobrecito niño antes. Me pregunto cuál es su historia y por qué hay una foto de él aquí abajo.

    Jeff sabía que él y su equipo estarían bajo una presión intensa para encontrar respuestas rápido. El asesinato de niños provoca más repugnancia entre el público que cualquier otro asesinato, y los titulares en los medios describiendo la Casa de los Horrores ya habían sido bastante escabrosos. Rebecca y él volvieron a Pembroke House después de que el equipo forense hubiera descubierto una gran caja conteniendo equipo de filmación. Eran aparatos anticuados para el día de hoy, incluyendo viejas cámaras y varios carretes de película de 16 milímetros, pero con la caja también habían encontrado una pila de copias de la revista ‘El Director de Hoy’ con fechas desde 1985 hasta enero de 1993, un par de meses antes de que el orfanato cerrara sus puertas. Claramente alguien había estado haciendo películas allí abajo, pero probablemente no habrían sido capaces de venderlas al Disney Channel. Claramente necesitaban ver la historia del hospicio con más detenimiento, y Rebecca se encargó de hacer ese trabajo.

    El orfanato había sido abierto a finales de los años cuarenta y, en algún momento, había sido considerado como un hogar infantil modelo. Representantes de las autoridades locales de todo el país venían a ver como funcionaba y estaban adecuadamente impresionados con la sensación hogareña que se sentía en el lugar. Esa reputación envidiable continuó hasta 1984, cuando todo pareció cambiar. Un nuevo director, que atendía al nombre de George Griffin, se puso al mando y pronto se empezó a decir que había eliminado todo lo que él llamaba el corazón sangrante de los métodos de cuidados liberales, y volvió a imponer en el hospicio la disciplina de estilo anticuado. Se instauraron toques de queda, cada niño tenía trabajos que hacer por toda la casa, y si no los cumplían entonces todos los ‘privilegios’ como los de ver la tele y socializar con los demás chicos se les retiraba. Un reportero del periódico local acusó una vez a Griffin de dirigir una prisión en vez de un orfanato, pero Griffin había seguido impenitente. Él decía que el país estaba falto de disciplina y que normalmente empezaba con los chicos del tipo de entorno social al que él estaba acostumbrado a tratar en el hogar infantil. Dijo que había adoptado su rudo régimen como un medio de preparar a los chicos a ser adultos responsables en lugar de ser cargas para el estado, pero la mayoría de los anteriores residentes ahora estaban, con una única excepción, muertos, o eran alcohólicos, drogadictos, o entrando y saliendo de instituciones públicas, principalmente la prisión. Griffin siempre negó que alguna vez les infligieran castigos corporales a los chicos en el hospicio, pero en 2001 un documental de televisión sobre el cuidado de niños en hospicios reveló una entrevista con un anterior residente de Pembroke House, llamado Ronnie Wiseman, quien dijo que había alegado abusos físicos y sexuales en una denuncia que presentó ante un oficial de policía en 1989. Él había sido enviado allí durante un tiempo después de que su madre sufriera un colapso nervioso y no pudiera manejarle. Él sólo iba a estar allí unas cuantas semanas, pero al final estuvo allí dos años y alegó que, durante ese tiempo, se vio sujeto a palizas regulares, algunas veces por nimiedades tales como coger demasiadas galletas de chocolate. También denunció que los abusos sexuales habían terminado eficazmente su vida a la edad de quince años.

    Sin embargo, lo que hizo que Rebecca alzara las cejas fue el requerimiento que fue emitido por la Policía de Manchester en la época del documental, previniendo que el nombre del oficial que supuestamente había tomado la declaración de Wiseman fuera revelado. Rebecca pensó que eso era inusual como poco, y le pidió un favor a un antiguo colega, quien le concedió el acceso a un archivo restringido con el nombre del oficial en él. Cuando lo vio se fue directamente a contárselo a Jeff.

    Esto no te va a gustar, dijo ella tras entrar en la oficina de Jeff y cerrar la puerta.

    Bueno, dame una pista.

    Rebecca le hizo a Jeff un breve resumen de lo que había descubierto, centrándose particularmente en los alegatos realizados por Ronnie Wiseman.

    ¿Y qué le pasó a las alegaciones? preguntó Jeff. ¿Fueron investigadas?

    Bueno, eso es lo que no te va a gustar, dijo Rebecca. Wiseman le dijo al programa de televisión que el oficial de policía lo anotó todo en una declaración, pero no llegó nunca a ir a juicio porque nunca se oyó nada más después de hacer su declaración.

    No lo entiendo.

    El equipo de televisión intentó entrevistar al oficial de policía con quien Wiseman había realizado su declaración, pero las fuerzas de Manchester Central sacaron un mandato en contra de que se revelara su identidad y les denegaron el acceso a dicho oficial.

    ¿Pero sabemos quién era ese oficial de policía?

    El archivo era restringido, pero he conseguido echarle un vistazo, reveló Rebecca.

    Consigues meterte en sitios a donde no llega el agua, Becky.

    Rebecca sonrió. A ella le encantaba que él la llamara Becky. Ser una pesada puede ser útil a veces. De todos modos, Jeff, el oficial era el Superintendente Jefe Hayward.

    ¿Estás de broma?

    No, aunque él era simplemente el Agente Hayward en aquella época, por supuesto.

    HECHICERO DOS

    En Didsbury High Street en el sur de Manchester, Jenny Lake estaba reunida con su hija Gabby en un pequeño café llamado ‘Cameron’s Place’. Ella había pedido un bocadillo de jamón de York, y cuando llegó no era particularmente inspirador. Había una terrible cantidad de pan pero no mucho jamón, e iba acompañado de una ensalada que estaba empapada con la vinagreta de olor más fuerte que jamás había visto.

    Mamá, tienes cara de que ese bocadillo es una gran decepción, dijo Gaby.

    Lo es, dijo Jenny. Me quedé dormida esta mañana y no tomé desayuno. Estoy más que preparada para comer algo.

    Bueno, pide otra cosa, dijo Gabby. Di que no te gusta y pide otra cosa.

    Jenny suspiró. No, esto estará bien.

    No lo estará, mamá, si no te gusta.

    Sabes que no me gusta montar jaleo.

    No, venga, mamá. A Cameron no le importará.

    El dueño y encargado del café era un australiano llamado Cameron James, quien tenía treinta y pocos años. Él había conocido a una chica de Manchester mientras ella viajaba por Australia, y se había enamorado lo suficiente como para seguirla hasta su hogar. Ahora estaban casados y tenían un hijo pequeño, pero eso no evitaba que todas las mujeres flirtearan con Cameron. Era el típico australiano alto, esbelto, y fuerte que siempre llevaba pantalones cortos tan pronto como salía el sol. Tenía unos modales relajados y despreocupados, lo cual quería decir que se llevaba bien absolutamente con todo el mundo. Se había unido tanto al club local de criquet como al de rugby. Su atractivo físico era mejorado por su rizado pelo castaño y su cara, que estaba siempre cubierta por una ligera barba como de no haberse afeitado en días. Tenía ese tipo de aspecto de ‘recién levantado’ que hacía que las mujeres que entraban en el café pensaran que él era el tío más macizo que habían visto en años.

    Cameron se acercó a la mesa con su habitual contoneo relajado de las antípodas.

    ¿Va todo bien por aquí, señoras?

    Gabby explicó que a su madre no le gustaba el bocadillo y, tras un corto debate, Cameron dijo que le traería uno de queso y tomate en su lugar, y sin la ensalada.

    Lo siento mucho, señoras, dijo Cameron con su encanto habitual. Tengo un nuevo tipo que ha empezado a trabajar en la cocina y sus técnicas necesitan un poco de refinamiento, digamos. Pero aprenderá.

    "¿Sabes, Cameron? Si no estuvieras casado y yo no fuera feliz como una loca con mi prometido, entonces tú y yo estaríamos hechos el

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