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El heredero MacIntoch
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El heredero MacIntoch
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El heredero MacIntoch

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About this ebook

Andrew MacIntoch, el joven heredero de un poderoso y antiguo clan escocés, ha dicho que no desea casarse todavía y que no ha nacido la mujer que pueda llevarle al altar y mucho menos domeñarle... Hasta que se encuentra unido en matrimonio por error con una bella damita inglesa llamada Harriet Wellington.... 
Ella es una joven rica y muy mimada por sus padres, que soñaba con un matrimonio romántico y cuando finalmente se casa con Andrew, su enamorado escocés, no imagina que todo ha sido un vil ardid para apoderarse de su herencia y que su verdadero marido está en un castillo helado de las highlands y que este la reclama con el ímpetu y la vehemencia de un loco. 
¿Quién es ese Andrew Mac Intoch y qué triste embrollo la ata a ese hombre? 
Debe escapar cuanto antes de ese castillo, ese salvaje escocés no va a tocarla...

LanguageEspañol
PublisherCamila Winter
Release dateAug 16, 2015
ISBN9781516323722
El heredero MacIntoch
Author

Camila Winter

Autora de varias novelas del género romance paranormal y suspenso romántico ha publicado más de diez novelas teniendo gran aceptación entre el público de habla hispana, su estilo fluido, sus historias con un toque de suspenso ha cosechado muchos seguidores en España, México y Estados Unidos, siendo sus novelas más famosas El fantasma de Farnaise, Niebla en Warwick, y las de Regencia; Laberinto de Pasiones y La promesa del escocés,  La esposa cautiva y las de corte paranormal; La maldición de Willows house y el novio fantasma. Su nueva saga paranormal llamada El sendero oscuro mezcla algunas leyendas de vampiros y está disponible en tapa blanda y en ebook habiendo cosechado muy buenas críticas. Entre sus novelas más vendidas se encuentra: La esposa cautiva, La promesa del escocés, Una boda escocesa, La heredera de Rouen y El heredero MacIntoch. Puedes seguir sus noticias en su blog; camilawinternovelas.blogspot.com.es y en su página de facebook.https://www.facebook.com/Camila-Winter-240583846023283

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    El heredero MacIntoch - Camila Winter

    Nota de la autora. Todos los nombres, lugares y personajes son ficticios. De la misma manera que esta novela no guarda semejanza alguna con el relato que lleva el mismo nombre de mi autoría.

    Prefacio.

    EN UNA ÉPOCA EN QUE las señoritas de buena familia y posición eran enviadas a Londres para ser exhibidas en el mercado matrimonial, una joven llamada Harriet Wellington sueña con el amor romántico y su mayor anhelo es casarse por amor, dejando atrás las conveniencias de su tiempo. Y ella, como tantas damas que se enfrentaban a las convenciones de entonces, luchó hasta el fin por lograr su sueño, por encontrar el verdadero amor y ser feliz para siempre. Esta es su historia. Un retrato vívido de otros tiempos. Tiempos más felices para algunos, quién sabe... Idearios victorianos, un legado que perdura hasta nuestros días.

    El heredero MacIntoch

    CAMILA WINTER

    Un amor romántico

    ERA EL DÍA MÁS IMPORTANTE de su vida o debía serlo, pues Harriet Wellington, una bella señorita inglesa, iba a casarse con el hombre que amaba y no hacía más que mirarse en el espejo y sentir que todo era un sueño.

    Una boda romántica, como estaba de moda entonces entre los jóvenes rebeldes, una boda por amor, no algo planeado por sus familias... Porque siendo hija única y muy amada, nunca le habían negado nada y cuando en el condado empezó la fiebre de matrimonios por amor, lord Wellington y su esposa pensaron que su hija debía tener uno a como diera lugar... Eso dijeron algunos, pero no fue exactamente así cómo ocurrieron las cosas. Mejor comenzar con el principio...

    HARRIET WELLINGTON, a sus dieciocho años, era considerada una beldad de cabellera castaña y ojos color zafiro, etérea y callada. Pues nada más entrar en un salón llamaba la atención, no sólo por ser bella, sino por su sonrisa tímida y ese aire angelical que dejaba tontos a los hombres que posaban sus ojos en ella.

    Las comadres, menos generosas decían con malicia que era demasiado delgada para ser considerada hermosa y, sin embargo, nunca le habían faltado admiradores para llenar su carné de baile, sin embargo, no era coqueta sino muy sincera. Harriet desalentaba a sus pretendientes o, mejor dicho, era una experta en dar de calabazas pero no lo hacía por crueldad, vanidad, o timidez sino por una razón más profunda: la jovencita soñaba con una boda por amor, con ese amor que había leído en los clásicos; Romeo y Julieta, Tristán e Iseo y tantas otras historias trágicas y románticas que la habían hecho suspirar y por eso, no podía alentar a un caballero sin más. Todo debía ser perfecto y el amor también debidamente correspondido.

    Bueno, el amor estaba de moda entonces y el condado entero estaba lleno de jóvenes casaderas que esperaban a su príncipe azul, aquel doncel que reuniera las siguientes cualidades: que fuera joven, arrebatadoramente guapo, gentil y supiera o tocar el piano, o recitar poesía... Algo que invitara a enamorarse y a perder la cabeza. Las fugas románticas, y los problemas familiares causados por esto eran algo común. Y mientras ella leía poesía, y soñaba con el amor romántico conoció a Andrew MacIntoch y el suyo fue un amor a primera vista. Para empezar, era exótico. Con su cabello rubio y sus grandes ojos verdes de gato, su sonrisa, el acento escocés y la forma de mirarla... Andrew conocía algunas poesías, pero su talento era hacerla reír con sus cuentos de sus tierras, era encantador, galante, tierno y en menos de lo que canta un gallo se habían prometido en secreto con un beso que la hizo volar hasta el cielo.

    Hubo otros besos que la hicieron suspirar, pero Harriet no dijo nada a nadie porque así escondido, el amor era mucho más intenso, profundo y...

    Pasaron los meses y un día él le confesó con tristeza que no podían casarse porque era pobre, había heredado unas tierras áridas y un castillo en ruinas en el norte, repleto de ratones y sirvientes que alimentar. Seis hermanos pequeños y una madre enferma... El panorama era completamente desolador.

    La pobre Harriet lloró al oír su historia, al enterarse de la gran pobreza que había sufrido toda su vida. No era una joven frívola, sus padres la habían educado con valores y siempre lloraba cuando iba al orfanato a visitar a los niños pobres, a llevarles regalos en reyes y navidad. Lloraba y se lamentaba de que esos niños tan dulces no tuvieran un hogar como ella había tenido, que dependieran tanto de la caridad y eran tan educados y agradecidos...

    Y cuando su prometido le confesó que no era digno de pedir su mano, que lo que más soñaba era casarse con ella, lloró también porque pensó que se moriría si esa boda no llegaba a realizarse. ¡Lo amaba tanto!

    Sus padres, al verla triste quisieron saber qué le pasaba pues no soportaban verla tan melancólica como alma en pena y no tardaron en conocer su secreto. Harriet se había enamorado de un joven escocés, pero él era pobre y no podía casarse con ella.

    El caballo Wellington y su esposa Sophia, se sintieron algo incómodos con todo ese asunto. No esperaban ni deseaban que su hija se casara con un joven pobre y se fuera a vivir a un castillo helado e inhóspito de Escocia. La pobrecita sufriría un resfriado, no tenía salud para llevar a cabo esa aventura.

    Pero no podían negarse a conversar con el joven y... En realidad, planeaban espantarle, pues había otro candidato mucho más adecuado llamado sir Edmund Hamilton, dueño de un gran señorío llamado Merton house, educado, protestante y con un montón de cualidades morales tan valiosas como su posición que lo hacían merecedor de la mano de su hija. Además, el joven sir era amigo de la familia, y adoraba a Harriet desde hacía tiempo. Ella lo ignoraba por supuesto, no sabían si ignoraba al caballero porque no era de su agrado o lo ignoraba porque sabía que él estaba loco por ella, a una edad en que las muchachas son algo esquivas y caprichosas, era de esperar que por timidez o modestia Harriet se mantuviera apartada de ese joven pretendiente. 

    ¿Y quién era ese escocés que, en poco tiempo, en unos pocos meses había robado el corazón de su hija? Sophia estaba asustada y algo incómoda. Su marido igual, pero ambos resolvieron tomar ese asunto con pinzas y esperar...

    —Trae al caballero a Forest Manor hija, hablaremos con él. Deseamos saber quién es—dijo el caballero Wellington.

    Su esposa estuvo de acuerdo y Harriet se alejó llena de esperanzas.

    Andrew era un joven tan bueno, tan encantador, seguro que sus padres iban a quererle con el tiempo y tal vez podrían ayudarlos a casarse.

    La mente de la joven estaba llena de sueños, vivía en una nube, en la nube de Andrew y nadie habría podido hacerle bajar ni comprender que todo era una ilusión romántica. Para Harriet Andrew era perfecto.

    Pero su padre, un hombre de negocios que tenía una fábrica en Londres y se permitía vivir como un landlord en Devon junto a su familia, en una pintoresca propiedad llamada Forest Manor, observó al joven escocés con cierta desconfianza.

    No tenía nada contra los escoceses, al contrario, los tenía en muy alta estima por ser honestos, leales y con mucha rectitud de carácter, sin embargo, ese joven... No es que desconfiara de sus maneras tan agradables, pero lo notaba muy verde para casarse. A él y a su hija por supuesto. El matrimonio era un asunto muy serio y no podía ser considerado a la ligera y tal vez sería mejor esperar un poco. Unos meses, dos años...  Harriet era la luz de sus ojos, era su princesita, su flor, y si un cretino la seducía y le hacía daño pues... No se lo perdonaría. Él no pensaba como otros más temperamentales lo mato, no, él se decía no me perdonaré si por ceder a un capricho mi hija arruina su vida.

    —¿Usted desea casarse con mi hija?

    El gesto de Andrew le recordó a un gato amarillo que había visto hacía tiempo merodeando la granja.

    —Señor Wellington, amo a su hija, pero comprendo que no soy digno de pedir su mano. No tengo nada que ofrecerle y sufro por eso—dijo el joven.

    Los ojos oscuros del caballero brillaron con impaciencia. No, no era el hombre adecuado para su hija, cómo podría hacer para alejarla de ese sujeto y conseguir que ella no sufriera tanto. Bueno, es que todas las jovencitas a esa edad sufrían algún desvarío de esa naturaleza. Además, todo había sido tan secreto y... Harriet nunca había tenido secretos para sus padres, ellos la habían educado bien y...

    —Sir Wellington, quiero que sepa que esperaré a ser digno de su hija, que...

    Frases corteses, llenas de amor desinteresado y abnegado y algo que le resultó peligroso: el joven escocés dijo que tenía un castillo y que su hija podía...

    —Joven MacIntoch, por favor, ni lo mencione, mi hija es muy delicada de los pulmones—se apuró a afirmar el caballero espantado—No resistiría un solo día en sus pintorescos valles helados de Escocia. Y si desea tener la mano de mi hija deberá demostrar que es digno de ella.  

    El escocés lo miró con sus ojos de gato taimado, una mirada que decía mucho y no decía nada, porque el significado solo era conocido por él. ¿Qué era lo que sentía ese joven? ¿Rabia, inquietud, tristeza?

    Pues si sus sentimientos por su hija eran sinceros, si demostraba que además de afecto constancia, madurez, fidelidad y... Un montón de virtudes que el caballero enumeró, si aguardaba un tiempo prudente entonces él daría su aprobación a la boda.

    Así que el noviete escocés y su amor desesperado deberían esperar.

    Si realmente se amaban como decía su hija con tanto énfasis, pues...

    Harriet besó a su padre y le agradeció emocionada, porque había hablado bien de su novio escocés y había autorizado que fuera a visitarla tres veces por semana. Sin embargo, Andrew no quedó tan contento con la entrevista y cuando volvió a verla tuvo el descaro de meterle ideas en la cabeza. Mientras ella decía contenta mis padres te han aceptado el respondía: no aceptarán que me case contigo y lo entiendo, soy un escocés pobre y nadie me conoce aquí, no tengo nada que ofrecerte hermosa.

    No digas eso por favor, te he dado mi palabra, solo me casaré contigo cuando llegue el momento le respondió Harriet desesperada.

    Pasaron los meses y Andrew tuvo que marcharse a Escocia porque su madre estaba enferma y la joven se sintió triste y desolada. Y sus padres, contentos de que ese joven se alejara organizaron fiestas para acercar a su hija a sir Edmund. Él estuvo muy encantado con la idea y comenzó un cortejo sutil porque era un hombre prudente y esperaba tener alguna señal para declararle su amor ardiente y pedir su mano. Amaba a Harriet desde hacía tiempo, pero no estaba seguro de ser correspondido,

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