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JACINTO VIQUEIRA LANDA: UNA VIDA DEDICADA A LA INDUSTRIA ELÉCTRICA EN MÉXICO
JACINTO VIQUEIRA LANDA: UNA VIDA DEDICADA A LA INDUSTRIA ELÉCTRICA EN MÉXICO
JACINTO VIQUEIRA LANDA: UNA VIDA DEDICADA A LA INDUSTRIA ELÉCTRICA EN MÉXICO
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JACINTO VIQUEIRA LANDA: UNA VIDA DEDICADA A LA INDUSTRIA ELÉCTRICA EN MÉXICO

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Jacinto Viqueira Landa fue siempre un hombre de su tiempo. Un humanista crítico más cerca de Albert Camus que de ningún otro pensamiento. Si quisiéramos conocer la esencia de la textura de su vida tendríamos que mirar con atención la obra cinematográfica de Víctor Erice. Allí, en El espíritu de la colmena, El sur y en El sol del membrillo vislumbro el gran misterio de su sabiduría.

Aunque desde 1994 fue nombrado profesor emérito de su Facultad, durante 56 años, hasta marzo de 2014, cada día de la semana manejaba su automóvil, modesto, y llegaba a las aulas o a las conversaciones personales con sus estudiantes. Su especialidad era la electricidad. Para ellos escribió libros esenciales para la enseñanza y el pensamiento: Redes eléctricas en dos volúmenes; Operación de los sistemas de energía eléctrica y su Introducción a la ingeniería: ingeniería, sociedad y medio ambiente. Cuando en 1994 la Asociación de Ingenieros Universitarios Mecánicos Electricistas le otorgó el Premio Anual a la Excelencia Profesional en su primera edición, uno de sus estudiantes recordó que “el maestro Viqueira en aquellos cursos enseñó, sin mencionarlo nunca, que la solución de una ecuación, el diseño de un modelo matemático complejo y hermosísimo, la realización de una pequeña obra o la construcción de una instalación magna, no tienen justificación alguna si su objetivo es diferente al de la satisfacción de las necesidades de los hombres, al del mejoramiento de la vida de las comunidades y en casos como el nuestro, al rescate de hombres y mujeres que viven en condiciones infrahumanas de miseria, de hambre, de libertad y de dignidad”.

LanguageEspañol
Release dateSep 9, 2015
ISBN9781516327058
JACINTO VIQUEIRA LANDA: UNA VIDA DEDICADA A LA INDUSTRIA ELÉCTRICA EN MÉXICO

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    JACINTO VIQUEIRA LANDA - Varios

    A Jacinto

    "Ay amor,

    eres un largo adiós

    que nunca termina"

    Quevedo

    Índice

    Presentación

    Textos autobiográficos

    Infancia y exilio

    Presencia y olvido del exilio: Annie y Jacinto Viqueira, unas vidas mexicanas, entrevista por Bernard Sicot

    Una vida profesional dedicada a la industria eléctrica de México, por Jacinto Viqueira

    Ideario político

    Socialismo y libertad, por Jacinto Viqueira

    Entrevistas

    Reorganizar sí, pero no centralizar (1966), por Felipe Vargas

    Entrevista al Ing. Jacinto Viqueira, Gerente General de Planeación y Programa de la CFE (1974)

    Entrevista con el Ing. Jacinto Viqueira Landa (Primera parte) (1983)

    Jacinto Viqueira, Premio Nacional de Ingeniería (2009), por Laura Romero

    Premios, distinciones y homenajes

    Mejor maestro del año en la carrera de ingeniero mecánico electricista (1966)

    Premio a la Excelencia Profesional de la AIUME (28 de febrero de 1994)

    Palabras del Ing. Javier Jiménez Espriú

    Respuesta del Ing. Jacinto Viqueira Landa

    Homenaje a un maestro ejemplar: Jacinto Viqueira Landa, con motivo de la reedición de su obra Redes eléctricas (2006), por Lic. Lizbeth Iris Moreno Aldana

    Homenaje en que el Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México distingue al Ing. Jacinto Viqueira Landa, Profesor Emérito de esta casa de estudios, por la publicación de su libro Energía e Impacto Ambiental (9 de mayo de 2008)

    Energía e impacto ambiental, por Anne-Marie Viqueira

    Homenaje póstumo al Ing. Jacinto Viqueira Landa (14 de enero de 2015)

    Homenaje póstumo a Jacinto Viqueira, por Rosalba Ovando

    Ingeniero Jacinto Viqueira Landa, Maestro y Amigo: Muchas gracias, por haber sido así, por Ing. Heriberto Olguín

    Palabras de Javier Jiménez Espriú

    A ti, Jacinto..., por Ing. Walter Julián Ángel Jiménez

    Palabras de agradecimiento, por Ana María Alban de Viqueira

    Palabras de Enrique Viqueira

    El ejemplo como fuente de los valores, por Juan Pedro Viqueira

    Curriculum vitae

    Estudios profesionales

    Actividades profesionales

    Premios y reconocimientos

    Actividades docentes

    Libros publicados

    Artículos y folletos publicados

    Notas

    Presentación

    Su mirada luminosa atraía de inmediato. La suave elegancia de todas sus maneras lo señalaban. El sonido de su voz venía de un tiempo ido, casi legendario. Al contar, la ironía en su conversación ritmaba sus historias, la afilaban. Todo en él era tersura. Al estar a su lado uno sabía por fin lo que era sentirse junto a un hombre que encantaba. En su mesa aprendí a tomar vino, probé por vez primera la mostaza, cultivé el gusto por el café fresco de cafeteras italianas y, de sus pequeñas tazas, fui retirando poco a poco las cucharadas de azúcar para apreciar su sabor y su aroma. En su sobremesa supe lo que era ser un hombre de su tiempo.

    Corrían los últimos años de la década de los setenta y en la mesa de centro de su sala se podía encontrar Cambio 16, Le Monde, L’Express, Le Nouvel Observateur, Vuelta, las novedades literarias de por lo menos tres países y, allí, las conversaciones versaban lo mismo sobre asuntos de Francia o España, que de los peligros de la crítica en la Unión Soviética, de sucesos en los países del bloque comunista, o de la picaresca de la vida cotidiana en México, donde contar la historia de las formas como defraudaban los vendedores de gas a su futura nuera lo hacían reír a carcajadas.

    Allí, con Annie su mujer, claro, escuché por vez primera los nombres de Jorge Ibargüengoitia, Roger von Gunten, Joy Laville, Juan García Ponce y tantos otros que siguen acompañando mis días.

    Aunque nació en Extremadura, casi todos pensábamos que era de Galicia. Leía y leía. Sabía de música —en mi recuerdo le encantaba Pau Casals—, de política, de artes visuales. Es uno de los grandes humanistas que conozco. De profesión era ingeniero mecánico electricista. Jacinto Viqueira Landa murió a los 93 años hace unos días en la ciudad de México.

    Llegó a nuestro país en agosto de 1939 cuando tenía 17 años. Gracias a los archivos del Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles que conserva la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia podemos saber que salió de la España franquista el 2 de febrero de 1939 por Cerbère, viajó a París, a Londres, y en Southampton, gracias a la ayuda de cuáqueros ingleses, inició su travesía en el vapor Statendam del que desembarcó en Nueva York el 4 de agosto acompañado de su madre Jacinta Landa y de sus hermanas Carmen y Luisa, personajes esenciales todas.

    Tomaron un autobús a Laredo, donde hicieron noche y, a pesar de haber vivido las terribles penurias de la guerra, al pasar a Nuevo Laredo se impresionaron de verdad. Desde ese lugar de la frontera hicieron un viaje interminable a la ciudad de México en un autobús Flecha Roja. Al llegar a la capital del país, los Viqueira vivieron en el departamento 207 del modesto edificio de Peralvillo 80 bis.

    Como no consiguió que le revalidaran sino hasta la secundaria, Jacinto presentó todas las materias de preparatoria en lo que se llamaba entonces exámenes a título de suficiencia y así pudo inscribirse en la vieja Escuela Nacional de Ingeniería de la UNAM que estaba en el Palacio de Minería y que después se llamó Facultad de Ingeniería. Allí, a partir de 1958 impartió clases a los jóvenes estudiantes de licenciatura y a los de posgrado. Para él sus clases eran sagradas. No las interrumpió nunca.

    Aunque desde 1994 fue nombrado profesor emérito de su Facultad, durante 56 años, hasta marzo de 2014, cada día de la semana manejaba su automóvil, modesto, y llegaba a las aulas o a las conversaciones personales con sus estudiantes. Su especialidad era la electricidad. Para ellos escribió libros esenciales para la enseñanza y el pensamiento: Redes eléctricas en dos volúmenes; Operación de los sistemas de energía eléctrica y su Introducción a la ingeniería: ingeniería, sociedad y medio ambiente. Cuando en 1994 la Asociación de Ingenieros Universitarios Mecánicos Electricistas le otorgó el Premio Anual a la Excelencia Profesional en su primera edición, uno de sus estudiantes recordó que el maestro Viqueira en aquellos cursos enseñó, sin mencionarlo nunca, que la solución de una ecuación, el diseño de un modelo matemático complejo y hermosísimo, la realización de una pequeña obra o la construcción de una instalación magna, no tienen justificación alguna si su objetivo es diferente al de la satisfacción de las necesidades de los hombres, al del mejoramiento de la vida de las comunidades y en casos como el nuestro, al rescate de hombres y mujeres que viven en condiciones infrahumanas de miseria, de hambre, de libertad y de dignidad.

    México le debe mucho. Desde la vieja Compañía de Luz y Fuerza y la Comisión Federal de Electricidad, gracias a su sapiencia se iluminó, textualmente, nuestro país. Cuidando nuestro entorno, desde la honestidad, la modestia y el recato planeó el fundamento de lo que hoy es nuestro sistema eléctrico nacional.

    Jacinto Viqueira Landa fue siempre un hombre de su tiempo. Un humanista crítico más cerca de Albert Camus que de ningún otro pensamiento. Si quisiéramos conocer la esencia de la textura de su vida tendríamos que mirar con atención la obra cinematográfica de Víctor Erice. Allí, en El espíritu de la colmena, El sur y en El sol del membrillo vislumbro el gran misterio de su sabiduría. Desde la primera vez que la miré, su sonrisa ilumina mi vida. Por su pudor y el mío nunca le dije lo que aquí digo. Gracias Jacinto.

    César Moheno [1]

    TEXTOS AUTOBIOGRÁFICOS

    Infancia y exilio [2]

    ––––––––

    México, D.F., a 18 de junio de 2010

    Nací en Badajoz, el 25 de diciembre de 1921, porque, aunque mis padres vivían en La Coruña, habían ido a pasar las Navidades con la familia de mi madre, Jacinta Landa Vaz.

    Como me piden que hable del exilio, debo empezar este relato recordando a mi abuelo materno Rubén Landa, extremeño y abogado de profesión, republicano y anticlerical por convicción, que se sublevó en 1883 contra la monarquía en Badajoz y, desde el balcón de ese ayuntamiento, proclamó la República. Debido a que el jefe militar de la plaza, comprometido con el levantamiento, se echó para atrás al saber que avanzaban hacia Badajoz las fuerzas del gobierno, don Rubén se tuvo que ir andando a Portugal, donde estuvo exiliado primero y más adelante en Francia durante varios años, hasta que una amnistía le permitió regresar a España. Se casó con una portuguesa, Jacinta Vaz, y tuvieron un hijo, Rubén, y tres hijas: Aída, Jacinta (mi madre) y Matilde.

    Mi abuelo fue amigo de Salmerón y de los institucionalistas, por lo que envió a su hija Jacinta a la Institución Libre de Enseñanza en Madrid, en donde conoció a mi padre, Vicente Viqueira, poco después de que éste regresó de su beca de estudios en Alemania en 1914, justo cuando empezaba la Primera Guerra Mundial.

    Se casaron y se fueron a vivir a Galicia, donde mi padre desarrolló sus actividades culturales, siendo uno de los precursores del movimiento galleguista que culminó con el estatuto de autonomía de Galicia, aprobado poco antes de que empezara la Guerra Civil en España.

    Mi padre murió en 1924, cuando sus hijos éramos muy pequeños, y nos fuimos a Madrid, donde mi madre, regresando a su profesión de maestra, fue directora de la Escuela Plurilingüe, un proyecto educativo abierto hacia Europa, inspirado en gran medida en los ideales de la Institución Libre de Enseñanza.

    Al empezar la Guerra Civil, estábamos pasando el verano en Galicia, en una finca próxima a La Coruña, que había hecho construir mi bisabuelo paterno para retirarse a su regreso de América.

    Allí se nos unió la hermana de mi madre, Aída, y sus hijos pequeños, que venía huyendo de Badajoz, donde habían fusilado a su marido, el médico militar retirado Florencio Villa, las tropas sublevadas que tomaron Badajoz.

    Nos tuvimos que quedar en la zona franquista hasta principios el año 1937, cuando se concertó un canje que nos permitió llegar a la zona republicana, primero en un barco de guerra inglés que nos llevó desde La Coruña a un puerto francés y a través del sur de Francia a la frontera española en Cataluña y a Barcelona.

    A principios de 1938, me inscribí como voluntario en las Dos Divisiones de la Juventud, para lo que tuve que alterar un poco mi

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