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Coaching deportivo: Mucho más que entrenamiento
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Coaching deportivo: Mucho más que entrenamiento

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El "coaching" deportivo es una potente herramienta que genera un fuerte impulso para mejorar el rendimiento deportivo como fin último. Está plenamente enfocado a la acción eficaz y a optimizar el rendimiento con logros reales. Asimismo, promueve una acción sostenida en el tiempo y orientada a conseguir un resultado sobresaliente en las áreas de trabajo que se plantean en las sesiones de "coaching", y que se traduce en una fuente de motivación para seguir avanzando en el proceso.
Este libro ayudará a los entrenadores a desarrollar sus habilidades de líder-"coach" motivando a cada uno de los miembros de su equipo y desarrollando a sus deportistas como personas y como profesionales de alto nivel. Con las técnicas que se presentan se facilita a los deportistas ser conscientes de su aprendizaje y evolución, descubrir cuál es su mayor potencial buscando su mejor rendimiento a su ritmo particular y a medio-largo plazo.
- Cómo elaborar planes de acción personalizada y concreta para cada uno de los deportistas del equipo.
- Cómo introducir las mejoras apropiadas para que la permanencia en la elite deportiva se mantenga firme.
- Cómo potenciar los puntos fuertes y controlar el estrés.
- Cómo trabajar con el deportista las diferentes etapas por las que pasa: iniciación y formación, consolidación y retiro.
LanguageEspañol
PublisherPaidotribo
Release dateDec 10, 2013
ISBN9788499104737
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    Coaching deportivo - María José Alaminos

    AECOP

    1

    El coaching en el deporte base

    Eva Sancho

    INTRODUCCIÓN: ¿QUÉ ES EL DEPORTE BASE?

    Por establecer un marco de referencia para el lector, comenzaré concretando qué se va a entender por categorías de base o deporte base. Son conceptos íntimamente ligados a la edad, pues los deportistas que se encuadran en ellos no superan los 20 años. A partir de aquí, entran (en la mayoría de las disciplinas deportivas) en la categoría sénior, entendiéndose concluida su etapa de formación (lo cual puede ser discutible) y enfocando el trabajo deportivo hacia el perfeccionamiento de la práctica (especialmente el orientado al rendimiento y la competición). Así pues, estamos hablando de jóvenes deportistas que van a tener la principal misión de sostener la práctica deportiva en la modalidad de que se trate, evitando que ésta se vaya extinguiendo en la medida en que sus figuras veteranas vayan retirándose de escena. Suponen la base sobre la cual descansa todo el elenco de categorías superiores y de la que, en algún momento, pueden nutrirse para completar plantillas, banquillos, jugadores, reservas, etc. Es por esto que se denominan categorías de base. Pero yendo un poquito más lejos, y aun sin ánimo de anticipar conclusiones y contenidos, debemos relacionar ese concepto de deporte base con el número de deportistas que lo integran. De ahí surge una reflexión relacionada con cómo quedan estructuradas las entidades deportivas en función de la cantidad de deportistas que integran sus filas en las diversas categorías. Las siguientes figuras muestran la configuración de aquellas estructuras, siendo su altura la evolución de los deportistas en el tiempo, según ascienden de categoría, y la anchura el número de deportistas:

    Ésta es una estructura en la que el número de deportistas en etapas de iniciación deportiva se mantiene inmutable hasta sus categorías júnior y sénior. Es la estructura cuasi-ideal, porque no se pierden adeptos. Pero para que fuese realmente ideal debería ser mucho más ancha, lo que implicaría mayor cantidad de deportistas en todas sus categorías, compensándose las bajas de una temporada con altas en la temporada siguiente. No obstante, esta figura peca de ser poco realista, puesto que el paso del tiempo realiza su función y filtra a los deportistas, produciéndose abandonos provocados, fundamentalmente, por cambios en los motivos que sustentan la práctica del deporte.

    Ésta es una estructura en la que hay un gran número de deportistas en etapas de iniciación y que se van perdiendo conforme van creciendo y subiendo de categorías. Es una situación que se aproxima mucho a la realidad de algunas modalidades deportivas, en las que el abandono en etapas formativas acaba haciendo mella en las categorías superiores y, por tanto, el deporte base no cumple esa función a la que antes se aludía.

    Es ésta, a mi entender, la estructura que supone un desafío realista, un reto fácilmente alcanzable si se trabaja en la línea requerida. En ella se aprecian unas nutridas categorías inferiores que van perdiendo deportistas progresivamente y de manera natural, porque no podemos negar que los motivos de la práctica deportiva en edades tempranas van evolucionando y cambiando, porque, con ello, cambia también la motivación, aumentan las cargas académicas, las lesiones, etc. Y todo ello conlleva un filtrado. Pero los profesionales del deporte debemos gestionarlo y controlarlo para que los abandonos no seanmás de los estrictamente inevitables, aunando esfuerzos para que las categorías de base cumplan efectivamente su misión y supongan aportaciones significativas a las categorías superiores.

    Con todo, espero haber introducido un pequeño ideario de lo que va a ser este capítulo, y haber resumido de manera clara las líneas de trabajo por las que se va a apostar a continuación.

    ¿PARA QUÉ HACER COACHING EN LA BASE?

    ¿QUÉ APORTA A LAS CATEGORÍAS DE BASE?

    Cuando nos referimos a las categorías de base de un deporte, el trabajo hacia el rendimiento deportivo, es más, hacia el alto rendimiento deportivo, debe pasar siempre por el filtro de la edad de aquellos con los que estemos trabajando. Este hecho obliga a hacer adaptaciones en los programas deportivos y en las planificaciones, adaptaciones relativas a los criterios que es conveniente utilizar para fijar los objetivos deportivos, a los plazos para cumplirlos y a la flexibilidad en la exigencia de la obtención de los resultados. Y los motivos no son sólo el grado de capacitación y el nivel actitudinal que los niños tienen en el ejercicio de la actividad física en comparación con las etapas adultas, sino también el hecho de que están todavía en plena evolución. Los cambios a nivel anatómico, físico, psicológico y emocional se suceden con mucha mayor rapidez que en una etapa adulta. De una temporada a otra, los deportistas pueden experimentar cambios básicos y fundamentales para determinar su carrera deportiva. Por tanto, es importante indicar que las conclusiones absolutas y rígidas respecto al rendimiento de los deportistas de base no deben tenerse en cuenta hasta llegada cierta etapa de madurez y consolidación del crecimiento.

    Considerar a un niño deportista en el único aspecto del desarrollo deportivo en cuanto que actividad física, y pretender explotar esa faceta para obtener resultados inmediatos, no va a garantizar la continuidad de ese mismo nivel de rendimiento en las etapas sucesivas. A modo ilustrativo, transcribo aquí los datos de un par de estudios realizados respecto a la evolución en el tiempo de los deportistas y el mantenimiento de su nivel de rendimiento, así como el momento de aparición significativa de resultados competitivos:

    En el estudio realizado por García-Verdugo Delmas (expuesto en su ponencia Bases del entrenamiento en niños y jóvenes. De la formación al alto rendimiento, dentro del II Congreso Internacional de Ciencias del Deporte organizado por la Universidad de Vigo), centrándose en las pruebas de fondo y mediofondo de atletismo, y sin discriminar entre hombres y mujeres, el autor trató de reflexionar sobre cuál era el mantenimiento del rendimiento de los atletas cuando, a edades tempranas, se han demostrado resultados significativos en la competición. Así, a partir de los datos que a continuación se detallan, obtuvo el número de atletas que, habiendo estado entre los 15 primeros del ranking nacional en esas pruebas en categorías cadete, continuaban 10 años después practicando las pruebas equivalentes en categoría sénior al mismo nivel competitivo. El resultado fue que sólo 2 atletas sénior seguían entre los 15 primeros del ranking (figura 1).

    Posteriormente, García-Verdugo Delmas realizó el análisis a la inversa, a fin de obtener el momento de aparición de los atletas sénior que destacan en el ranking nacional (en todas las pruebas de resistencia), es decir, en qué categoría aparecían por primera vez estos atletas entre los primeros del ranking de su categoría. Se fijó en los atletas sénior que estaban entre los 10 primeros del ranking e investigó su evolución a lo largo de las categorías precedentes, hasta encontrar el momento en que fue la primera vez que tuvieron un resultado competitivo significativo. Ésta es la tabla que resume los resultados obtenidos:

    Así, de entre 171 deportistas sujetos al estudio que quedaron entre los 10 primeros del ranking en categoría sénior, sólo 15 aparecieron en cadete, lo que supone un 8,77%. Igualmente, de entre otros 231 deportistas sujetos al estudio, 39 aparecieron en júnior, lo que supone un 16,88%. Y por último, de entre otros 165 deportistas sujetos al estudio, 45 aparecieron en promesa, lo que supone un 27,27%. Si se observan detenidamente los números, se aprecia que el número de apariciones aumenta según se asciende de categoría, con lo que el mayor número de momentos de aparición con resultados competitivos significativos tiene lugar en la categoría sénior (concretamente el resto del porcentaje hasta llegar al 100% de la población estudiada, es decir, un 47,08%). Esta conclusión se aprecia con mayor claridad en la siguiente gráfica:

    Como curiosidad que respalda la tesis que se está exponiendo, la tabla de la página siguiente indica la progresión en el ranking de tres de los mejores atletas saltadores españoles, según sus resultados en competición en todas sus categorías.

    Para poder contar con un gran número de deportistas que nutran las canteras de los clubes deportivos, manteniendo los resultados y el rendimiento durante el mayor tiempo posible, habrá que incorporar otra visión, otra perspectiva de trabajo con la base. En consecuencia, conviene tener en cuenta otra dimensión de las categorías más jóvenes: la del crecimiento y la formación como persona.

    Ser considerado como persona (niño o adolescente) es fundamental para hacer que ciertos aspectos que van a influir en su futuro rendimiento deportivo jueguen a su favor y a favor de los resultados esperados. Hablamos de aspectos tales como:

    Motivación e implicación.

    Aprendizaje.

    Responsabilidad y ejercicio de su capacidad de elección.

    Evolución y desarrollo.

    Conciencia de uno mismo.

    Autoconocimiento.

    Autoestima.

    Seguridad y confianza.

    Gestión emocional.

    Asunción de valores (esfuerzo, constancia y trabajo).

    Es en este desarrollo como persona donde el coaching puede jugar su mayor papel en el deporte de base, pues su propia filosofía subyacente (a saber: basarse en la capacidad o potencial que las personas tienen para buscar y descubrir las respuestas por sí mismas) ya hace que ésta sea una herramienta adecuada para trabajar aquellos aspectos mencionados.

    Conceptos tan utilizados en coaching como la responsabilidad y el protagonismo sobre la propia vida; el círculo de influencia; el cambio y la evolución; el no estancarse y seguir adelante; los objetivos deseados, positivos, medibles, retadores y alcanzables; la acción como oportunidad de logro, y el error como base del aprendizaje resultan adecuados para el trabajo con niños en cuanto a su desarrollo holístico e integral, y no exclusivamente como deportistas.

    Los expertos mencionan su preocupación por las altas tasas de abandono deportivo en edades escolares que se están produciendo. Y aunque a priori parezca que esto no tenga relación con el tema objeto de estudio, sí me gustaría detenerme en la relación existente entre este abandono y la motivación de los niños y adolescentes. Hay autores (Torregrosa y Cruz, 2007) que clasifican los motivos de los menores para practicar deporte en:

    Razones intrínsecas: son motivos que radican en el propio deportista, en su decisión, elección, o en sus sentimientos cuando practican el deporte. Ejemplo: divertirse, sentir la emoción, sentir el reto, aprender a hacer cosas.

    Motivos sociales: tienen que ver con el entorno. Ejemplo: estar con los amigos, hacer nuevos amigos, o evadirse de donde o con quien debería estar si no hiciera deporte, pasar un rato con mi madre cuando me lleva a entrenar.

    Razones extrínsecas: son motivos externos al deportista, que tienen que ver con la actividad. Ejemplo: competir, el reconocimiento externo, el premio, la propia modalidad deportiva, la admiración de los familiares.

    Tal como indica Dosil (2008), mantenerse en un deporte está relacionado con la orientación que se le da a su práctica, es decir, si está orientado a la competición, a la recreación o al desarrollo. Cuando la orientación es competitiva, el deporte está inmerso en un círculo de reforzadores estrechamente vinculados con la motivación extrínseca del practicante, lo que suele tener mucha importancia en el mantenimiento o en el abandono. Con esta motivación externa puede coexistir una motivación interna que, probablemente, será la que adquiera más fuerza para continuar en el deporte de competición en los momentos en que el deportista atraviese dificultades. Por tanto, para prevenir el abandono es importante que el proceso formativo de los deportistas centre parte de la atención en reforzar la motivación interna de los niños deportistas, y no potenciar el premio y los resultados competitivos como único motor para practicar el deporte de que se trate.

    La aportación del coaching en este punto es importante, en cuanto que potencia la motivación intrínseca y la implicación de los jóvenes con su disciplina deportiva, por lo menos, en dos aspectos:

    En cuanto a la empatía: en la medida en que el coaching implica una relación de empatía y confianza entre el coach y la persona que lo recibe. Especialmente cuando es ejercido por la propia figura del entrenador, genera motivos por los que practicar el deporte, y esto aumenta la implicación porque hace a los niños sentirse a gusto y experimentar con mayor plenitud y libertad todas las vivencias deportivas.

    En cuanto al trabajo por objetivos: la manera en que el coaching incentiva al coachee a conseguir sus objetivos, potencia el afán de superación y esfuerzo, que acaba ejerciendo un efecto palanca sobre aquella motivación e implicación.

    En otro orden de cosas, hay que mencionar también la consideración que el coaching tiene sobre la capacidad de cambio del ser humano. Estamos ante una disciplina basada en hacer crecer y evolucionar a las personas, promoviendo introducir cambios en sus vidas que provoquen resultados diferentes de los obtenidos hasta el momento. Estos resultados deben evaluarse con posterioridad y trazar así planes de acción adecuados para lograr los objetivos deseados. Por tanto, uno de los pilares del coaching es concebir al ser humano susceptible de cambio en cuanto que tiene capacidad de decidir y elegir su futuro, y no como seres rígidos e inmutables, con capacidades prefijadas genéticamente que implican un filtro determinista sobre las personas. Esto último conlleva excluir, y, como se ha visto anteriormente, la exclusión en categorías de base limita las opciones en categorías superiores. Sin embargo, confiar, como hace el coaching, en que las personas cambian y tienen capacidad para lograr los objetivos que se planteen conduce a entender que, con mucha probabilidad, detrás de cada niño deportista puede haber, a largo plazo, un deportista de elite o un gran campeón. Esta filosofía ofrece una tregua a aquellos jóvenes que en edades tempranas todavía no han obtenido grandes resultados competitivos, pues no quedan excluidos del marco de la planificación y programación deportiva que se haya elaborado. Palia algunas de las principales causas de abandono deportivo de escolares:

    Es esto lo que el coaching puede aportar al deporte de base: hacer que los pequeños y jóvenes deportistas se desarrollen como personas responsables con su vida y sus metas, que sean conscientes de sus elecciones y consecuentes con las acciones que deciden tomar respecto a las metas que ellos mismos desean conseguir. Y ello en el marco de un entorno de respeto y empatía que, lejos de conformarse con cualquier resultado, va a promover que cada deportista sea consciente de su aprendizaje y evolución, descubra cuál es su mayor potencial y busque su mejor rendimiento a su ritmo particular y a medio-largo plazo.

    DIFICULTADES DEL COACHING DEPORTIVO EN LAS CATEGORÍAS DE BASE

    Es importante hacer un breve repaso a cuáles son las dificultades que atraviesa el coaching en su ejercicio con las categorías de base. Algunas de ellas son compartidas, desgraciadamente, con las categorías sénior y/o veteranas, especialmente cuando se trata de deportes minoritarios.

    Es cierto que el entorno deportivo está cada vez más abierto a incluir en sus programas deportivos la preparación mental o psicológica, y que ésta está en vías de convertirse en un aspecto tan relevante como el desarrollo físico. Aunque esta consideración es reciente y aún tiene que evolucionar más, el aspecto psicológico de los deportistas ya se está teniendo lo suficientemente en cuenta como para constituir un trabajo autónomo y con entidad propia en cualquier preparación deportiva, especialmente en la alta competición. Afortunadamente, en el entorno deportivo ya no se niega que los miedos, las inseguridades y las creencias limitantes de un deportista afectan a sus resultados, además de la concentración, la motivación, la resistencia al estrés, la confianza en uno mismo y la gestión emocional…, por mencionar sólo algunos aspectos. Esta nueva situación facilita que exista la posibilidad de ir introduciendo nuevas técnicas y disciplinas que trabajen todas estas facetas en los deportistas, disciplinas como el coaching.

    Sin embargo, es cierto que todavía existe un gran desconocimiento de esta disciplina en concreto, que obstaculiza la fluidez con la que los clubes deportivos, entrenadores, técnicos y deportistas pueden recurrir a los servicios de un coach. Ciertamente, el coaching es una disciplina que se encuentra en plena evolución y crecimiento en nuestro país, y que, hasta ahora, se ha desenvuelto más en entornos empresariales y ejecutivos. Esto provoca que los coach deportivos se conviertan en puros comerciales y tengan que hacer un esfuerzo por explicar a las diferentes personas involucradas qué es y en qué consiste el coaching para llegar a plantear lo que éste puede aportar.

    Otra dificultad que se suma a la implantación del coaching en los clubes o en el proceso de preparación de los deportistas es de naturaleza económica. En general, el deporte en nuestro país cuenta con una escasa inversión económica, a excepción de algunas disciplinas mayoritarias. Esta situación conduce, hablando de las categorías de base, a que, de querer contar con un coach y valorar su necesidad en el desarrollo de los deportistas, el trabajo se realiza de manera voluntaria o escasamente retribuida, o bajo la denominación de otras figuras (como las de segundo entrenador, delegado, fisioterapeuta, coordinador deportivo…). Esto en el mejor de los casos. En el peor, automáticamente se deja de contemplar la posibilidad de realizar un desarrollo como el hasta ahora descrito con los deportistas más pequeños, priorizando otros aspectos, en ocasiones, menos relevantes. Ocurre el caso de clubes, técnicos y deportistas para los que las prioridades acerca de cómo repartir los presupuestos o la inversión económica pasan por la impaciencia que tienen en la obtención de resultados. Esta impaciencia conduce a no invertir en un proceso de aprendizaje y desarrollo como el que hemos descrito antes, sino que se busca el atajo y el camino que más fácilmente vaya a producir grandes resultados deportivos, lo que, segura y desgraciadamente, conlleve a corto plazo más inversión, patrocinio y esponsorización. Es el caso, por ejemplo, de la inversión en fichajes y becas a jóvenes deportistas que tienen un nivel de rendimiento actual superior al de su categoría, con la intención de integrarlos dentro de un plan formativo que les mantenga en ese nivel para ser aprovechados en las plantillas de las categorías superiores en el presente y en el futuro. Obviamente, este tipo de fichajes pasan también a engrosar las filas de la cantera de las organizaciones deportivas, lo que resulta positivo, pero desafortunadamente, en la mayoría de los casos, implica un descuido de la evolución de la cantera local hacia ese mismo rendimiento, de manera que esas inversiones (económicas y de esfuerzo) no son equitativas. Crear una cantera es crear escuela, una escuela orientada a atender a la base en cuanto que son los futuros deportistas, y esto implica:

    Tener la paciencia suficiente para dedicar tiempo al desarrollo.

    Implicación y confianza de los técnicos en la evolución de los niños.

    Tener la habilidad necesaria para saber apreciar las mejoras y hacer las correcciones pertinentes.

    Es ante esa filosofía del fichaje cuando surge la dificultad con la que se encuentra el coaching como herramienta de desarrollo de deportistas como personas ante todo, y como futuros deportistas de rendimiento después, porque el trabajo a largo plazo y la metodología utilizada distan mucho de las intenciones de la filosofía mencionada. Es decir, dado que lo que aporta el coaching no es lo que interesa, no se invierte en él.

    Cuando nos encontramos en esta tesitura, una alternativa a la hora de ejercer el coaching en la base es que los entrenadores sean a su vez los coach, aplicando sus habilidades y competencias en su desempeño como técnicos. No obstante, esta opción lleva consigo unos riesgos que suponen sacrificar algunos aspectos inherentes a los procesos de coaching estrictamente entendidos. Me estoy refiriendo especialmente a la implicación del coach en los procesos del equipo o de los deportistas. Los técnicos son parte del proceso de evolución y desarrollo, y son los responsables de la valoración y evaluación de las planificaciones deportivas establecidas. Esto les posiciona como parte dentro de ese proceso, impregnándoles de cierto subjetivismo y dificultándoles, en muchas ocasiones, contar con una visión tan aséptica como se requiere. Es el caso, por ejemplo, de situaciones en las que se requiere gestionar emociones durante un evento competitivo en el que los entrenadores también son partícipes del mismo (aunque no principales protagonistas) y soportan cierta carga emocional propia. En estos casos, que tanto el deportista como el técnico vayan acompañados por un coach facilita que ambos gestionen sus emociones orientándolas al objetivo, pudiendo centrarse en uno, otro, o en ambos, según en quién se manifieste la limitación. Por el contrario, un entrenador que se encuentre en una situación de tensión competitiva, por ejemplo, durante un partido importante con un marcador ajustado, corre el riesgo de actuar con los/las deportistas influido por sus propias emociones, sus propias expectativas y su diálogo interno personal.

    Y no es éste el único riesgo o sacrificio. Se puede también hablar de las diferencias que existen entre el estilo comunicativo utilizado en el coaching y el que habitualmente tienen los entrenadores, así como, en general, entre el modus operandi del coach y el del entrenador:

    Modus operandi del coach: será hacer que el deportista encuentre sus propias respuestas en su aprendizaje a través, fundamentalmente, de preguntas poderosas que movilicen sus conocimientos y le ayuden a hacer sus propios descubrimientos. Y permitiéndole siempre experimentar, probar, arriesgarse para darse cuenta de que sólo con la acción se puede ganar.

    Modus operandi del entrenador: basado en que será su propia experiencia y conocimientos los que sirvan de base para que el niño aprenda a través de observar cómo se debe hacer, repetir y mecanizar lo que hay que hacer, y establecer de manera absoluta la técnica y la táctica deportiva a seguir. Es, por tanto, un proceso de aprendizaje guiado y orientado, con unos criterios que hay que aplicar a la generalidad de los deportistas.

    Con todo, no quiero transmitir que estos supuestos de integración de ambas figuras no son adecuados o son una misión imposible, pero sí que se requiere que el coach-entrenador realice un esfuerzo para compaginarlas, prestando especial atención a aquello que haga que el coaching no pierda su esencia. Se invita al lector que desee profundizar en este tema a la lectura del capítulo de este mismo libro El rol del entrenador como líder-coach.

    Otra dificultad con la que un coach deportivo se puede encontrar a la hora de realizar procesos de coaching a las categorías de base es la escasez de tiempo del que disponen actualmente los niños. Algo que hay que evitar de cualquier manera es que las sesiones de coaching se conviertan en otra actividad extraescolar más para los deportistas. La mayoría de los niños y niñas se encuentran sobresaturados de actividades extraescolares. Muchos realizan varias modalidades deportivas, otros compaginan el deporte con disciplinas artísticas (como la música, la danza o la pintura, por ejemplo), y otros cuadran sus horarios con actividades de refuerzo de los estudios y clases particulares. Ante estas circunstancias, el coaching se ve relegado al espacio de tiempo en que estos pequeños deportistas practican su modalidad

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