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Americanismos en las Indias del poniente: Voces de origen indígena americano en las lenguas del Pacífico
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Americanismos en las Indias del poniente: Voces de origen indígena americano en las lenguas del Pacífico

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El libro estudia las voces indígenas americanas que perviven en las lenguas del Pacífico, adonde llegaron, fundamentalmente, a través del español.
Paloma Albalá, nacida en 1960, era doctora en Filología por la Universidad Complutense de Madrid, donde había cursado también la licenciatura en Filología (Lingüística Hispánica). Su tesis doctoral estuvo dirigida por el prof. Manuel Alvar. Trabajó en el Instituto de la Lengua Española en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Fue "Associate" del Micronesian Area Research Center de la Universidad de Guam. También era bibliotecaria del Estado, del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, y prestó sus servicios en la Biblioteca Nacional y, posteriormente, en la Comunidad de Madrid. Murió en agosto de 2018.
LanguageEspañol
Release dateJun 1, 2014
ISBN9783865278401
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    Americanismos en las Indias del poniente - Paloma Albalá Hernández

    Paloma Albalá Hernández

    Americanismos en las Indias del Poniente

    Paloma Albalá Hernández

    Americanismos en las Indias del Poniente

    Voces de origen indígena americano en las lenguas del Pacífico

    Vervuert • Iberoamericana • 2000

    Die Deutsche Bibliothek - CIP-Einheitsaufnahme

    Ein Titeldatensatz für diese Publikation ist bei Der

    Deutschen Bibliothek erhältlich

    Reservados todos los derechos

    © Iberoamericana, 2000

    Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid

    Tel.: +34 91 429 35 22

    Fax: +34 91 429 53 97

    iberoamericana@readysoft.es

    www.iberoamericanalibros.com

    © Vervuert, 2000

    Wielandstr. 40 – D-60318 Frankfurt am Main

    Tel.:+49 69 597 46 17

    Fax: +49 69 597 87 43

    info@iberoamericanalibros.com

    www.vervuert.com

    ISBN 978-84-95107-52-7 (Iberoamericana)

    ISBN 3-89354-779-7 (Vervuert)

    Depósito Legal: 22.291-2000

    Impreso en España por:

    Publidisa

    Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro

    ÍNDICE

    INTRODUCCIÓN

      1.  CUESTIONES PREVIAS

    1.1.  Datos históricos

    1.2.  La expresión Indias del Poniente o Islas del Poniente

    1.3.  Delimitación del concepto de americanismo

      2.  LAS LENGUAS EMISORAS: LENGUAS INDÍGENAS AMERICANAS

    2.1.  Lenguas antillanas: arahuaco, taíno y caribe

    2.2.  Lenguas mexicanas: náhuatl, maya y tarasco

    2.3.  Lenguas sudamericanas: quechua, guaraní, mapuche y lenguas chibchas

    2.4.  Lenguas norteamericanas: lenguas algonquinas

      3.  LAS LENGUAS TRANSMISORAS DE AMERICANISMOS

    3.1.  Español

    3.1.1.  Americanismos en español

    3.1.2.  El español en Filipinas

    3.1.3.  El español en Marianas

    3.1.4.  El español en el resto de Micronesia

    3.2.  Inglés

    3.2.1.  Americanismos en inglés

    3.2.2.  El inglés en Filipinas

    3.2.3.  El inglés en Marianas

    3.2.4.  El inglés en el resto de Micronesia

    3.3.  Alemán

    3.3.1.  Americanismos en alemán

    3.3.2.  El alemán en Micronesia

    3.4.  Francés

    3.4.1.  Americanismos en francés

    3.5.  Portugués

    3.5.1.  Americanismos en portugués

    3.6.  Lenguas transmisoras secundarias

      4.  LAS LENGUAS RECEPTORAS: LENGUAS DE MICRONESIA Y FILIPINAS

    4.1.  Lenguas de las islas Marianas

    4.2.  Otras lenguas de Micronesia

    4.3.  Lenguas filipinas

      5.  AMERICANISMOS EN CHAMORRO

    5.1.  Fuentes utilizadas

    5.2.  Nota fonético-ortográfica

    5.3.  Americanismos en Chamorro

      6.  AMERICANISMOS EN CAROLINO

    6.1.  Fuentes utilizadas

    6.2.  Nota fonético-ortográfica

    6.3.  Americanismos en carolino

      7.  AMERICANISMOS EN KUSAEÑO

    7.1.  Fuentes utilizadas

    7.2.  Nota fonético-ortográfica

    7.3.  Americanismos en kusaeño

      8.  AMERICANISMOS EN MARSHALÉS

    8.1.  Fuentes utilizadas

    8.2.  Nota fonético-ortográfica

    8.3.  Americanismos en marshalés

      9.  AMERICANISMOS EN MOKILÉS

    9.1.  Fuentes utilizadas

    9.2.  Nota fonético-ortográfica

    9.3.  Americanismos en mokilés

    10.  AMERICANISMOS EN PALAUANO

    10.1.  Fuentes utilizadas

    10.2.  Nota fonético-ortográfica

    10.3.  Americanismos en palauano

    11.  AMERICANISMOS EN PONAPEÑO

    11.1.  Fuentes utilizadas

    11.2.  Nota fonético-ortográfica

    11.3.  Americanismos en ponapeño

    12.  AMERICANISMOS EN TRUKÉS

    12.1.  Fuentes utilizadas

    12.2.  Nota fonético-ortográfica

    12.3.  Americanismos en trukés

    13.  AMERICANISMOS EN ULEAYANO

    13.1.  Fuentes utilizadas

    13.2.  Nota fonético-ortográfica

    13.3.  Americanismos en uleayano

    14.  AMERICANISMOS EN YAPÉS

    14.1.  Fuentes utilizadas

    14.2.  Nota fonético-ortográfica

    14.3.  Americanismos en yapés

    15.  AMERICANISMOS EN TAGALO

    15.1.  Fuentes utilizadas

    15.2.  Nota fonético-ortográfica

    15.3.  Americanismos en tagalo

    16.  AMERICANISMOS EN BICOLANO

    16.1.  Fuentes utilizadas

    16.2.  Nota fonético-ortográfica

    16.3.  Americanismos en bicolano

    17.  AMERICANISMOS EN CEBUANO

    17.1.  Fuentes utilizadas

    17.2.  Nota fonético-ortográfica

    17.3.  Americanismos en Cebuano

    18.  AMERICANISMOS EN ILOCANO

    18.1.  Fuentes utilizadas

    18.2.  Nota fonético-ortográfica

    18.3.  Americanismos en ilocano

    19.  AMERICANISMOS EN PAMPANGO O KAPANPANGAN

    19.1.  Fuentes utilizadas

    19.2.  Nota fonético-ortográfica

    19.3.  Americanismos en pampango o kapanpangan

    20.  AMERICANISMOS EN PANGASINÁN

    20.1.  Fuentes utilizadas

    20.2.  Nota fonético-ortográfica

    20.3.  Americanismos en pangasinán

    21.  CONSIDERACIONES FINALES

    APÉNDICES: CLASIFICACIÓN DE LOS AMERICANISMOS EN LAS LENGUAS DEL PACÍFICO

      I.  Clasificación alfabética de étimos españoles

     II.  Clasificación por lengua de origen

    III.  Clasificación por lengua transmisora

    IV.  Clasificación de étimos por campos ideológicos

    BIBLIOGRAFÍA

    A Rafael y a los niños

    INTRODUCCIÓN

    Desde 1521, fecha de la primera vuelta al mundo, hasta el final del siglo XIX, las Islas Filipinas y varios archipiélagos de Oceanía tuvieron relaciones de diversa índole y duración con España, principalmente a través de los virreinatos americanos. En toda la zona, se conservan hoy abundantes rasgos culturales, entre ellos algunos lingüísticos, que testimonian la presencia española en el territorio. Durante casi cuatro siglos de soberanía, el español, como lengua de la metrópoli, fue el principal vehículo de cultura, además de la lengua de prestigio que sirvió para el comercio, la enseñanza, la administración y la iglesia. Esta situación de contacto hacía que las palabras españolas entrasen con facilidad en las lenguas autóctonas, palabras que todavía hoy se conservan en el seno de estas lenguas.

    Entre estos préstamos, hay un grupo con una característica común: su origen indígena americano. La lengua que llegaba a las Indias del Poniente –Filipinas y Micronesia– no era ya el español de la Península, sino que había vivido la experiencia americana y había asumido algunos rasgos peculiares. El español había quedado para siempre enriquecido por el color y la diversidad de las voces de las lenguas americanas precolombinas. El presente libro estudia precisamente esta parcela del léxico: las voces de origen indígena americano que perviven en lenguas del Pacífico, a las que llegaron, fundamentalmente, a través del español.

    El proceso lingüístico que se estudia aquí es complejo: empieza en territorio americano con la adopción por parte de la lengua española de palabras de las lenguas indígenas. Una vez adaptadas al español, las voces se transmiten, cruzando el Océano Atlántico, a otras lenguas europeas (italiano, alemán, inglés, francés…); y, cruzando el Océano Pacífico, a las lenguas autóctonas de las posesiones oceánicas españolas. A éstas se incorporan a través del español o de alguna otra lengua europea o, en ocasiones, por medio de alguna lengua vecina.

    Se da, en resumen, una situación múltiple de lenguas en contacto en la que existen unas lenguas emisoras (las indígenas americanas), unas lenguas transmisoras (fundamentalmente el español y, en menor medida, las lenguas de otras potencias occidentales que han dominado estos territorios y en algunos casos las propias lenguas autóctonas) y unas lenguas receptoras (las lenguas de Filipinas, Marianas, Carolinas y Palaos).

    Se estudian aquí los americanismos existentes hoy en dieciséis lenguas: chamorro y carolino de las Marianas; kusaeño, mokilés, ponapeño, trukés, uleayano y yapés de las Carolinas (Estados Federados de Micronesia); palauano de las Palaos; marshalés de las Marshall; bicolano, cebuano, ilocano, pampango, pangasinán y tagalo de Filipinas.

    Se ha encontrado más de un centenar de voces americanas que cruzaron el Pacífico y se instalaron en estas lenguas bajo múltiples formas, quizá más de un millar.

    La presencia de estos americanismos en las lenguas malayo-polinésicas es la huella lingüística de un proceso histórico: la lengua española puso en contacto no sólo a Europa con América, sino también a ambos continentes con Asia y Oceanía.

    En el año 1985 tuve ocasión de visitar las Islas Filipinas, Guam y Marianas del Norte, en viaje de investigación, formando equipo con mi marido, Rafael Rodríguez-Ponga. Nuestro proyecto estaba subvencionado por la Fundación Juan March, el Instituto de Cooperación Iberoamericana y la Comisión Nacional del V Centenario del Descubrimiento. La finalidad era estudiar el elemento español en aquellas islas.

    Este libro tiene el objetivo último de contribuir al estudio de los puntos de unión entre las dos grandes áreas de influencia española durante siglos: las Indias americanas y las Indias del Poniente. Hacen falta estudios sobre aspectos variados para que el Pacífico español y la labor española en esta zona sean claramente comprendidos y justamente valorados.

    Quiero expresar mi profundo agradecimiento a todos los que han contribuido de alguna forma a que este libro fuera posible. En especial, quiero mencionar el apoyo y las valiosas sugerencias que me han aportado don Manuel Alvar, de la Real Academia Española, y doña Ma Ángeles Álvarez, de la Universidad de Extremadura. Otras muchas personas me han ayudado a recopilar toda la información, especialmente mis informantes de las encuestas lingüísticas, a quienes quiero reconocer el tiempo y la paciencia que, tan amablemente, me otorgaron. Fue también indispensable la ayuda de la profesora Marjorie Driver, de la Universidad de Guam. A ellos quiero expresar mi agradecimiento, así como a todos los que en España, en Filipinas, en Guam, en las Marianas del Norte, en Japón y en México me han aportado ideas o me han facilitado el acceso a los datos que necesitaba en cada momento. Este libro no se hubiera publicado sin la generosa ayuda y el continuo apoyo de Rafael. También a él quiero expresar desde estas páginas mi agradecimiento.

    1. CUESTIONES PREVIAS

    1.1. Datos históricos

    Para entender la presencia de España en el Océano Pacífico, su tarea colonizadora y la previa incorporación de los archipiélagos del Océano a su Corona, tenemos que referimos primero a una serie de hechos históricos.

    Los antecedentes de tan magnífica expansión se remontan a 1415, fecha en que los portugueses conquistan Ceuta y se lanzan al reconocimiento de la costa atlántica africana que culmina con el viaje de Bartolomé Díaz, quien logra traspasar el Cabo de las Tormentas. Su información servirá a Vasco de Gama en su gran expedición hasta la India, con la que la Corona portuguesa logra llegar a los puntos neurálgicos del comercio de la especiería.

    La Corona española, también interesada en el comercio de las especias, buscaba rutas alternativas que posibilitaran llegar a las islas de Oriente por occidente, para evitarse problemas con los portugueses.

    La finalidad del viaje que Cristóbal Colón inició en 1492 era, precisamente, encontrar nuevos caminos hacia aquellas tierras ricas en especias, las llamadas islas Malucas, Molucas, o El Maluco, a las que esperaba llegar por occidente, contando ya con la idea perfectamente aceptada a la sazón de que la tierra es redonda.

    Colón, convencido de la lógica de su proyecto, había calculado que entre el Mediterráneo y Japón había 1200 leguas y desde la Gomera, 1000 leguas, lo que podría recorrerse en cinco semanas. Como éste fue el tiempo que tardó en alcanzar la isla de Guanahaní, en las Bahamas, se afianzó en su idea de que había llegado a Cipango y había descubierto la nueva ruta hacia la especiería.

    América, pues, surgía, inesperadamente, en la ruta hacia lo que era y seguiría siendo, durante tiempo, el gran empeño de la Corona española: llegar a las islas de las especias, tan necesarias en el Viejo Continente para la conservación de los alimentos.

    Una vez reconocido el error, el fructífero error de Colón, España aceptaba el compromiso de explorar y poblar aquellas tierras recién descubiertas, pero no por ello cejaría en su empeño de llegar al centro del comercio de las especias.

    Para comprender las limitaciones que España encontraba en este punto, es necesario echar un vistazo al aparato legal del momento.

    Desde el instante en que las naves de Colón regresan a España trayendo la gran noticia del Descubrimiento y los Reyes Católicos toman conciencia de la importancia del hecho, parece evidente la necesidad de una serie de leyes que lo protejan. En primer lugar, era necesario afianzar la situación y la condición de descubridores, fundamentalmente ante Portugal. En segundo lugar, habría de dictarse una serie de normas para los sucesivos viajes que se acometiesen desde España. Todas estas leyes –tanto las de proyección internacional como las de carácter interno– tendrán enorme importancia en todo lo relacionado con los viajes al Pacífico y en ellas habrá que buscar la explicación de hechos fundamentales¹.

    Como acabamos de apuntar, uno de los más inminentes peligros que amenazaban a España al hacerse pública la noticia del Descubrimiento era que el Rey de Portugal, Juan II, enviase alguna expedición a las tierras que se acababan de descubrir. Con el fin de evitarlo, los Reyes Católicos solicitan al Papa la consagración de los nuevos territorios a favor de España como única nación con derechos sobre las tierras recién descubiertas y que en adelante se descubrieran. Se consideraba en todo el mundo cristiano que el Sumo Pontífice de Roma tenía potestad sobre todos los reinos infieles, y todos los príncipes y reyes de la Cristiandad debían aceptar sus resoluciones.

    Las bulas pontificias no tardaron en llegar a favor de España, tal como sus monarcas lo habían solicitado. En mayo de 1493, sólo medio año después del Descubrimiento, el Papa Alejandro VI daba a España dos bulas. La primera de ellas otorgaba a la Corona española el derecho a la navegación de las Indias Occidentales y la segunda hacía donación a los mismos soberanos y sus sucesores de todas las Indias, islas y tierra firme del Mar Océano descubiertas o por descubrir al Occidente, a Mediodía y Septentrión, desde un meridiano que desde un Polo al otro pasase por cien leguas al Occidente de las islas de Cabo Verde y las Azores, que hasta el día de Navidad de 1492 no fuesen poseídas por otro príncipe cristiano… (Prieto, 1975:24). España se comprometía a la transcendental tarea de la cristianización de los naturales de todas aquellas tierras. Una tercera bula, otorgada en septiembre del mismo año, concedía a España todo lo conocido en las Indias de Oriente, Occidente y Mediodía: aquel que se opusiera a las voluntades del Romano Pontífice incurriría en la indignación del omnipotente Dios.

    La reacción, en contra, de Portugal fue inmediata y el rey Juan II hizo constar su disconformidad con las bulas otorgadas por Alejandro VI, tanto en Roma como en la Corte de los Reyes Católicos.

    El 7 de junio de 1494, las dos naciones firmaron en Tordesillas un tratado en el que, de común acuerdo, se rectificaba la línea de demarcación establecida por Alejandro VI en la segunda de sus bulas.

    El equilibrio logrado por medio del Tratado se deshizo cuando España empezó a navegar por el Pacífico hacia las islas Molucas, considerando que le pertenecían, según la línea de demarcación fijada en Tordesillas, punto que no admitía Portugal.

    Para llegar a un acuerdo pacífico, las dos naciones celebraron reuniones (las de Yelbes y Badajoz de 1524) en las que opinaron representantes diplomáticos de las dos naciones y emitieron sus juicios eminentes navegantes y astrónomos. La exactitud de los conocimientos de hoy en día permiten comprobar que ambos –españoles y portugueses – estaban equivocados. La verdad, según se puede colegir hoy, es que la longitud del meridiano que se encuentra a 370 leguas al oeste de las islas de la Sal y de Buena Vista, del archipiélago de Cabo Verde (que son las que tomaron como base para la medición) refiriéndola al meridiano de Greenwich, es la de 44° 58’ y 7 al oeste, y que, por tanto, la del meridiano opuesto a la línea de demarcación, tiene una longitud exacta de 135° 1’ 53 al este de Greenwich, o sea que pasa aproximadamente por el extremo occidental de Nueva Guinea, por lo que las islas Molucas, y también las Filipinas que están al oeste de dicho meridiano, debían pertenecer en justicia a Portugal (Prieto, 1975:27).

    El año 1529 se llega a un acuerdo², cuando el Emperador Carlos V, necesitado de dinero para mantener sus guerras europeas, firma en Zaragoza un tratado por el cual vende a Portugal las islas Molucas por 350.000 ducados de oro.

    A partir de este momento, el Maluco pertenecerá exclusivamente a Portugal, y España se dedicará a descubrir, para poblar, cristianizar y gobernar otras islas que se encuentran en el oeste del Océano Pacífico en la región del Poniente. España también conquistará y tomará posesión de las Filipinas, sin que en esto encuentre la oposición de Portugal, a pesar de que quedaba en su demarcación.

    De este modo, los españoles se lanzan a explorar el Pacífico y sus viajes por el Océano son acometidos desde América, poco tiempo antes descubierta, y en muchos casos, por hombres ya mestizos. A partir de este momento la política marítima española tendrá dos vertientes: la del Atlántico y la del Pacífico.

    Una vez explorada la Tierra Firme, la Corona española volcó todo su interés en enviar expediciones que dieran con el paso, a través del continente, hacia la Especiería. Con este motivo, entre 1499 y 1506 se hicieron varias expediciones por la costa de América Central y Septentrional sin llegar a encontrar el camino. Es en 1513 cuando la expedición de Vasco Núñez de Balboa da el primer paso para encontrar la deseada salida hacia el Pacífico, atisbando, desde el istmo de Panamá, las aguas de lo que entonces llamaron la Mar del Sur o Mar Austral.

    La expedición de Núñez de Balboa, formada por unos setenta hombres, descendió desde las colinas del Istmo hasta aquel mar a través de la selva. Llegaron a la costa el 29 de septiembre de 1513, por lo que llamaron al golfo que allí encontraron de San Miguel. Allí mismo, Núñez de Balboa, introduciéndose en el agua y enarbolando el pendón de Castilla, tomó posesión de la Mar del Sur en nombre de los Reyes de Castilla. A partir de este momento, los esfuerzos se concentraron en descubrir el paso que hiciera posible la comunicación del Atlántico con el Mar Austral recién descubierto.

    De suma importancia es la expedición de Femando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano llevada a cabo entre 1519 y 1522³. Con ella se logra, además de dar la primera vuelta al mundo, descubrir el estrecho, que se llamó, en su honor, de Magallanes, que comunica el Atlántico con el Pacífico. Descubren también el archipiélago de las islas de los Ladrones, después llamadas Marianas, y el de San Lázaro, después Filipinas. La muerte de Magallanes en Cebú no arruina la expedición, sino que ésta se ve continuada por Elcano, que regresa a España victorioso y es recibido con todos los honores por el Emperador, quien le otorga la hidalguía y concede un escudo de armas con un globo del mundo en el que aparece la leyenda Primus circumdedisti me. A partir del viaje de Elcano, podemos decir que comienza la política española en el Pacífico.

    En la expedición de Magallanes hay un dato que debemos señalar: mientras Elcano volvía a España en la nave Victoria por el Océano Índico, otra de las que integraban la expedición, la Trinidad, intentó regresar desde Tidore a Nueva España con Gonzalo Gómez de Espinosa como Capitán⁴. En su recorrido prosiguieron los descubrimientos, reconociendo varias islas de las Marianas, y tal vez algunas de las Palaos. Sin embargo, numerosas calamidades, tormentas y temporales le hicieron volver al punto de partida sin poder lograr su objetivo. Éste sería el primer intento de encontrar el regreso a Nueva España, en el que también fracasarían muchas expediciones posteriores. Lograr el camino de vuelta con éxito, el tornaviaje, como lo llamaron, se convirtió a partir de entonces en una difícil meta para los marinos españoles.

    Tras el enorme éxito de la expedición de Magallanes y Elcano, tuvieron lugar sucesivas expediciones desde América hacia la región del Pacífico. Fueron viajes importantísimos puesto que consolidaron la travesía entre México y Filipinas, y fueron reconociendo el Pacífico y descubriendo e incorporando a la Corona las distintas islas de las Carolinas, las Marshall, Nueva Guinea, etc.

    En 1527, Álvaro de Saavedra dirige una expedición hacia Filipinas y las Molucas que sale de Zihuatanejo (México), el 31 de octubre, y pasa por las Islas Marianas y las Carolinas. Al volver a México descubre la costa norte de Nueva Guinea y varias de las Carolinas orientales.

    Al mando de Ruy López de Villalobos, el 1 de noviembre de 1542, sale del puerto de la Navidad de Jalisco (México) una expedición que descubrió las islas de Revillagigedo, el archipiélago de las Marshall y algunas de las Carolinas y de las Palaos.

    En 1559, el Rey habla ya de las Islas del Poniente en su carta al Virrey de Nueva España, don Luis de Velasco, en que le ordena que organice una expedición hacia ellas, recogiendo las sugerencias del propio virrey que en años anteriores había escrito al Rey informándole de la conveniencia de acometer una nueva expedición que debía ser dirigida por el antiguo marino Andrés de Urdaneta, ahora religioso de la orden de San Agustín en un convento de la Nueva España.

    Con la misma fecha, el Rey escribe a Urdaneta rogándole y encargándole que se ponga a las órdenes del virrey Velasco para embarcarse él mismo en la expedición, puesto que conoce su valía como navegante y cosmógrafo.

    La enfermedad y muerte del Virrey retrasó cinco años la expedición, que al final zarpó del Puerto de la Navidad en Jalisco el 21 de noviembre de 1564, fecha importante, pues la expedición fue un éxito y a partir de este momento podemos considerar que comienza la colonización de España en el Pacífico oceánico y asiático. La tripulación estaba integrada en su mayoría por mexicanos; se componía de ciento cincuenta hombres de mar, doscientos soldados y cinco religiosos de la misma orden de Urdaneta, quien había recibido de sus superiores el título de Prelado y Protector de los indios de las naciones que fuesen descubiertas y conquistadas⁵.

    En la primera etapa de la expedición, con Miguel López de Legazpi al frente, se descubrieron varias de las islas Marshall y de las Carolinas y se tomó posesión formal para España de los archipiélagos de las Marianas y de las Filipinas. Era el año 1565. Mientras que Legazpi quedaba en Filipinas, Urdaneta intentaba el regreso del Poniente, en el que ya varias expediciones habían fracasado.

    El 1 de junio de 1565 salía Urdaneta de Cebú en la nave San Pedro y el 8 de octubre del mismo año llegaba al puerto de Acapulco, habiendo logrado encontrar el tan buscado tornaviaje siguiendo la corriente del Kuro-Shivo a lo largo del paralelo 42°. La ruta hallada por Urdaneta la repetiría a lo largo de doscientos cincuenta años el Galeón de Manila o Nao de Acapulco, que durante este tiempo sería la vía de comunicación entre Asia, Oceanía, América y España e impulsaría el comercio propiciando influencias mutuas de varios tipos, entre ellas lingüísticas.

    Desde el principio, España tuvo la intención de establecer población en las islas, paso previo para sentar las bases de una posterior hispanización y gobierno sobre ellas. En el siguiente texto aparecen las instrucciones que el Rey daba para que se llevara a cabo el proyecto, que después tuvo mayor o menor fortuna en las distintas islas:

    Haciendo vuestra averiguación, como está dicho, al Poniente descubriréis lo que pudiérdes en todo lo que cae en la demarcación de Su Majestad, no entrando en los dichos Malucos como está declarado, y donde quiera que hallardes tierra poblada os reformareis de todo lo necesario para vuestra Armada, y si topardes alguna que sea rica, y que los naturales della huelguen de tener vuestra amistad, entiendo que algunos Religiosos, y algunos españoles con ellos, o ellos solos quedarán seguros entre los dichos naturales, daréis orden para que queden los que os parescieren…

    Durante los siglos de dominación española la lengua española fue la lengua de la metrópoli, la lengua de cultura, de la administración y del comercio. Su influencia fue notable, aunque no uniforme. Fue mayor en los territorios más hispanizados (Filipinas y Marianas) y menor o casi nula en el resto. El español que llegó al Poniente fue principalmente el español americano; a partir de la independencia de México, fundamentalmente desde 1815, año en que llega a Guam el último galeón de Acapulco, lo hizo el español peninsular.

    En realidad, las expediciones españolas en el Pacífico fueron muy numerosas y, teóricamente, todas las islas descubiertas pasaron a depender de España. Sin embargo, sólo las Filipinas y, después las Marianas, fueron realmente colonizadas por nuestro país a través del Virreinato de la Nueva España. Desde el siglo XVI toda la actividad de mayor envergadura (administrativa, eclesiástica, comercial, universitaria…) se centralizó en Manila⁷.

    En las Marianas, la acción evangelizadora y colonizadora comenzó de forma permanente en el siglo XVII⁸. Estas islas recibieron una atención especial por ser parada obligada del galeón de Acapulco para su avituallamiento. En el galeón llegó a Guam, en 1668, el jesuita Diego Luis de San Vitores, que creó la primera misión de aquellas islas. Ésta fue el primer asentamiento fijo evangelizador e hispanizador que hubo en Oceanía⁹.

    En las Marianas hubo una verdadera colonización; sin embargo las Carolinas, las Palaos y las Marshall quedaron relegadas sin que apenas hubiera en ellas presencia española. Sólo en 1885, debido a la presión que causaba el creciente interés colonial de las demás naciones europeas, España ocupó de manera efectiva las Carolinas y las Palaos.

    En 1898, como consecuencia de la guerra hispano-estadounidense, España pierde Filipinas y Guam, cedidas a Estados Unidos formalmente por el Tratado de París. Un año más tarde, vende a Alemania los archipiélagos de Marianas, Carolinas y Palaos. De este modo acaba la presencia española en el Pacífico dejando atrás casi cuatro siglos de soberanía, durante los cuales, el español había sido el principal vehículo de cultura y la lengua de la administración, del comercio, de la escuela y de la Iglesia.

    Los territorios del Pacífico que en 1898 pertenecían a España eran las Islas Filipinas y la entonces llamada Oceanía Española, formada, en la actualidad, por el Territorio de Guam y la Mancomunidad de Islas Marianas del Norte –que constituyen el archipélago de las Marianas y que están bajo soberanía de EE.UU. –, la República de Palaos y los Estados Federados de Micronesia –ambos independientes y miembros de la ONU–. En estos cinco territorios, antaño españoles y después estadounidenses, el inglés es hoy lengua general.

    1.2. La expresión Indias del Poniente o Islas del Poniente

    Para navegar desde México hasta Filipinas, hay que ir hacia el Poniente: los galeones salían de Acapulco y se dirigían hacia el Oeste, hacia el Poniente. Esta es la razón del nombre, que era meramente geográfico y acabó convirtiéndose en un nombre propio.

    Boyd Bowman (1971) documenta la expresión en México en 1547: "…fue a la jornada de las islas del poniente"¹⁰ y en la misma fecha, registra la variante de Indias del Poniente: "… en la jornada de las Indias del Poniente"¹¹.

    Ésta fue la forma general de denominar en el siglo XVI a las nuevas posesiones españolas en el Pacífico¹². En 1559, el Rey utiliza el término en sus cartas al Virrey Velasco y a Urdaneta.

    En 1565, Legazpi escribe al Rey dándole cuenta de sus acciones y se refiere a las regiones recién descubiertas de la misma forma:

    Desde el puerto de la Navidad que es en la Nueva España, di cuenta a V.M. de mi partida, con vuestra Real Armada, al descubrimiento de las Islas del Poniente y prosiguiendo el viaje, á trece de Hebrero deste presente año llegué á una de las Islas Filipinas…¹³

    Por las mismas fechas, el agustino Gaspar de San Agustín, se refería a aquéllas en los mismos términos:

    Hiciéronme las capitulaciones y conciertos en el Consejo en Zaragoza, las cuales eran que se obligaban

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