Elija su propia aventura en Berlín
By Berlunes
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Elija su propia aventura en Berlín - Berlunes
Berlín
Génesis
Usted es una persona normal. Se halla en un avión de «Ryanjet» camino al aeropuerto de Schönefeld, Berlín, donde va a pasar unos días de vacaciones. Lleva tiempo planeando este viaje del que espera una experiencia que enriquezca su vida. Hace tiempo que no sentía usted la adictiva sensación de viajar lejos de casa, con la maleta cargada de ilusiones. Es como el primer día de colegio: los cuadernos por estrenar, los nuevos compañeros. Siente cómo los nervios invaden su cuerpo.
Le ha tocado el asiento de en medio. En la misma fila, a su derecha, hay un joven español veinteañero un tanto nervioso. Habla consigo mismo, gesticula sin parar. Lleva una guía «Crowdy Planet» de Berlín que abre y cierra compulsivamente, sin llegar a leer. A su izquierda, una señora mayor ojea una revista con fotos de Penélope Bardem y Javier Cruz en la playa. En los asientos delanteros, un trío de amigos leen revistas sobre Berlín con restaurantes, tiendas de ropa cucas y modelos de bellos cuerpos masculinos con sus six-pack reglamentarios. Detrás se escucha a una familia. Ella, de estilo peterpanesco, vestida con retales, flequillo pony-casco español y mechas largas tipo rasta —herencia de un más que probable pasado inestable—. Él, alemán, tatuado, con pantalones de bolsillos y jersey negro de capucha al estilo antifascista o controlador de la BVG —no parece muy simpático—. Las criaturas van vestidas con ropa de cuarta mano.
Durante el vuelo medita sobre el motivo de su viaje. En España todo el mundo habla de Berlín: la ciudad de moda, the new place to be, alquileres baratos, una interminable oferta cultural, una ciudad donde se respira historia y donde la libertad es más que un discurso populista. Pero esto no es un simple fin de semana de vacaciones para usted. Lleva tiempo planteándose dar el paso y emigrar de España como han hecho algunos de sus conocidos. La difícil situación económica le anima a probar suerte, y Berlín es su destino favorito. Aunque no se lo ha dicho a nadie, estas vacaciones son la prueba definitiva.
Pese al llanto de los niños y los continuos intentos de entablar conversación de su compañero de fila, tiene usted un vuelo agradable. El avión aterriza. Berlín le espera con un día soleado. Hace calor y se alegra de haber abusado del desodorante esta mañana. Las maletas no tardan en empezar a salir. «¡Cómo se nota la eficiencia alemana! —se dice—. ¡En España tardarían una eternidad!».
Se fija usted en los viajeros que recogen el equipaje: hípsters de todas clases, una despedida de soltero, hippies y familias alemanas aparentemente normales. La media de edad no llega a los treinta años. Se fija en los atuendos del personal: pantalones rasgados, camisetas raídas, gafas de sol vintage, piercings, tatuajes y ni una sola corbata. Se alegra de comprobar que Berlín es diferente, tal y como le habían contado.
Alguien se dirige a usted: «Bueno, ya estamos aquí. ¡Qué calor hace, eh! ¡Pues yo me he traído el abrigo y todo!». El comentario le saca súbitamente de sus pensamientos. Es nuevamente su compañero de asiento con evidentes ganas de conversar. Se llama Joaquín Pérez-García Pérez, aunque le gusta que le llamen Joako. Le cuenta que en España no tenía trabajo y que su novia de toda la vida le ha dejado por otro. Ha decidido tomar todos sus ahorros (200€), su guitarra, dejarlo todo y venirse a Berlín a la aventura. «La tierra de las oportunidades, colega», dice.
El plan de Joako en Berlín es tocar la guitarra a cambio de comida y alojamiento. Ha oído hablar en Facebook de un grupo de artistas que viven en un fábrica abandonada. Dice que es el proyecto perfecto para él en esta etapa de su vida. Allí hará muchos colegas y aprenderá no solo alemán, sino también inglés y todo lo que se proponga.
Durante los primeros días, Joako se alojará en casa de gente con la que ha contactado a través de «Gorronsurfing». Son gente «goofie», joven y «chachi», dice, «del rollo compartir». Le ofrece que se aloje con él durante el fin de semana. «Lo pasaremos bien, tú y yo nos vamos de fiesta. Vente, esto es Berlín».
Usted tiene una reserva no pagada en un hostal y considera seriamente la oferta de Joako. Si se va con él se ahorrará el dinero del alojamiento y, además, tendrá compañía. Joako no es desagradable. Además, solo son unas vacaciones, ¡todo sea por probar! Sin embargo, la actitud nerviosa e insegura de su nuevo amigo no le termina de infundir confianza.
La maleta se dirige hacia usted por la cinta transportadora. La pegatina que su madre puso con el escudo de su pueblo la hacen inconfundible. Ya la tiene. Echa a andar hacia la salida. Joako camina a su lado mientras enumera las ventajas del nihilismo y el altruismo.
Ha de tomar una decisión:
Si decide seguir escuchando a Joako e irse con él y su guitarra, pase aquí.
Si prefiere darle largas y dirigirse al hotel que ha reservado, pase aquí.
Berlín, Berlín
Usted se va con Joako, estaba claro. ¿Qué iba a hacer si no? ¿Ir a un hostal a hacer el paria y gastar dinero? ¿Pasear por la ciudad solitariamente con un buen libro? Usted no es de esa clase de gente.
Llegan a un albergue. «You do the beds and clean around here. In exchange you can stay and have food, everything belongs to everyone», les dice el gerente, un tipo sonriente, larguirucho de espalda corvada, pelo largo, camiseta de tirantes y gafas pequeñas tipo Beatle de los 70.
El sitio es ideal, está situado en una parte de Kreuzberg aún por gentrificar, aunque eso usted ni lo sabe ni le importa. «Vámonos por ahí», le dice Joako.
Comienzan la tarde en el Görlitzer Park. Se sientan los dos al solecito, en una loma de césped. «Esto es la hostia, qué buen rollo», dice Joako mientras pega un trago a una cerveza Sternburg que han adquirido en un Späti. «Voy a tocar la guitarra con esos de los bongos, ¡vamos!», dice mientras baila y chasquea los dedos al ritmo de la «música».
Los de los bongos resultan ser gente abierta. Una cosa va llevando a la otra, y entre cervezas y porros, la noche se les ha caído encima. Deciden seguir con la fiesta, ¿qué van a hacer si no? ¿Ir a dormir? Se van a un bar en la azotea de un centro comercial. Nunca se hubiera imaginado un sitio así, con arena de playa y todo.
La noche evoluciona con gente nueva, diferente: turistas anglosajones, italianos, españoles. Empiezan a correr unos polvillos mágicos. Joako asegura que es mazapán. «¡Pero si no es navidad!», exclama