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[Colección del Nuevo Humanismo] Humanizar la historia
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[Colección del Nuevo Humanismo] Humanizar la historia

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La historia se ha explicado desde muchos ángulos. El devenir se ha pensado y presentado como simple cronología, como relato mítico, como enfrentamiento de clases, como desarrollo del espíritu, de la razón, de la energía, de la voluntad o de la materia. En todo ello, el ser humano ha sido relegado a un papel secundario, a una entidad accesoria, determinada y sometida al vaivén de fuerzas externas. En este libro se estudia la posibilidad de pensar la historia desde su principal protagonista, el ser humano, cuya íntima temporalidad encarna en sucesivas y a la vez coexistentes generaciones. Comprender la historia desde la propia humanidad es afrontar el intento de humanizarla. Mirar hacia adentro de la historia y hacia la historia desde adentro. Un desafío intenso, una bella aspiración, una inspirada promesa.
LanguageEspañol
Release dateJun 24, 2015
ISBN9789567483518
[Colección del Nuevo Humanismo] Humanizar la historia

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    [Colección del Nuevo Humanismo] Humanizar la historia - Javier Tolcachier

    gracias.

    INTRODUCCIÓN

    Un problema.

    Las introducciones son un problema. Una paradoja de espacios. Por una parte, se trata de llevar al lector a una suerte de antesala de la obra, conduciéndolo adentro, tal como indica el término introducir. Por otra, se comienza exponiendo –es decir, poniendo afuera– algunos tópicos de la misma. El interpelado se encuentra entonces perplejo, no sabiendo cabalmente si entrar por la puerta que la introducción le abre, o bien quedarse esperando y observando lentamente como la exposición va trasladando hacia afuera los temas a tratar.

    En rigor, de esto trata este trabajo. De atravesar un portal hacia las profundidades de la historia humana, viendo cómo, a través de ella, el ser humano va introduciendo a su vez, y desde su propia interioridad, significados en el mundo. Transformándolo.

    En esta aparente confusión de espacios –en verdad una superación de los muros que separan afueras y adentros– se pretenderá atisbar cómo es que la temporalidad humana, devenida generación y cultura, va hilando sutiles tejidos históricos.

    Siendo entonces las introducciones un problema –una inquietud pugnando también desde adentro por encontrar descanso en una respuesta– aprovechemos su fuerza para exponer el nuestro a la luz de todos, al menos para ser capaces de elaborar primero la correspondiente pregunta.

    La historia se nos ha explicado desde muchos ángulos. El devenir se ha pensado y presentado como simple cronología, como relato mítico, como enfrentamiento de clases, como desarrollo del espíritu, de la razón, de la energía, de la voluntad o de la materia. En todo ello, el ser humano ha sido por lo general relegado a un papel secundario, a una entidad accesoria, determinada y sometida al vaivén de fuerzas externas.

    Por nuestro lado, preferimos estudiar la posibilidad de pensar la historia desde su principal protagonista, el ser humano, cuya íntima temporalidad se encarna en sucesivas y a la vez coexistentes generaciones, generando historia.

    A estas alturas, la exposición del problema ha llegado ya demasiado lejos, sin delinearse aún con nitidez. Enunciados y presunciones se han ido sumando sin centrar el foco en aquello que nos aqueja. Retrocedamos para avanzar.

    Nos proponemos aprender a comprender la historia desde nuestra propia humanidad. Es decir, afrontar el intento de humanizar la historia humana. Si lo logramos, acaso estemos en mejores condiciones para construir nuestra parte. A tal efecto, ahondaremos mejor en los actores, nosotros mismos y en esa invisible ligazón que nos une a otros.

    Si se quiere penetrar en la intimidad de la historia, se hará imprescindible experimentar al tiempo en el ser humano, ese ser de tiempo que alberga en sí semillas de inmortalidad.

    Para apresar ese misterioso magnetismo que hace que las cosas vayan en una u otra dirección y, apoyándonos en la orientación entregada por Silo¹, tomaremos a las generaciones y a la relación que entre ellas se establece, como poleas de transmisión del acontecimiento humano.²

    Nos gustaría poder contemplar cómo interactúan las generaciones produciendo historia y si nos resulta posible, acaso desarrollar una metódica de análisis precisa que –con alguna aproximación– permita estudiar el fenómeno histórico desde lo humano.

    Quisiéramos mirar hacia adentro de la historia y hacia la historia desde adentro. Más que un problema, una bella aspiración, una inspirada promesa.

    SEGUNDA INTRODUCCIÓN

    La mirada del autor.

    En la lengua inglesa, el verbo "introducir" se utiliza generalmente en el sentido de presentar algo o a alguien. He aquí que esta acepción se ajusta oportunamente a nuestras necesidades expositivas. Presentaremos entonces al autor desde su mirada.

    Necesitaríamos apelar a extensos tratados si quisiéramos explayarnos acabadamente sobre el sostenido conflicto entre quienes mantienen que la realidad en sí misma existe y quienes la niegan o relativizan según la subjetividad que la observa. Para abreviar diremos, sintéticamente, que para nosotros mirada y objeto configuran una estructura, que por ser tal, modifica en su dinámica a todos los elementos que la componen. En otras palabras, si se habla de "realidad", ésta involucra tanto lo mirado como el acto del mirar. De allí que se haga necesario aclarar la mirada del investigador como forma de adentrarse ya en lo investigado.

    En este punto nos viene a la memoria un juego que solíamos jugar con otros amigos en nuestra temprana adolescencia. Se llamaba "verdad o consecuencia y consistía en elegir entre ambas, sometiéndose con la primera a la interpelación colectiva sobre algún asunto emocionalmente comprometedor, o teniendo que realizar alguna proeza superando temores ante el grupo, si es que uno optaba por la consecuencia".

    Se supone, en un ensayo de conocimiento, que la pretensión está ligada a la verdad. Y esta "verdad" parece ser una especie de hermana mayor de la realidad. Esta pareja de muy serias señoras intenta seducir al navegante con promesas de redención definitiva, pero finalmente lo ahuyentan, al sentir éste ahogada la sed de libertad que lo impulsó a aventurarse más allá de los horizontes conocidos. Por otro lado, estas temibles criaturas, de tan terminantes suelen ser excluyentes, anulando la posibilidad de un pensar que guste resaltar lo paradojal o lo incierto de muchas situaciones.

    Así, ante tamaña fuerza dictatorial de presuntos hechos inconmovibles, retrocedemos y optamos por la consecuencia. Hablamos de "consecuencia" aquí en un sentido distinto al de la linealidad causal de aquel ludismo infantil al que figurativamente hacíamos alusión. Consecuente será en este caso sinónimo de un tipo de pensar que aspire a ser coherente con sus postulados básicos. De este modo, se podrá criticar lo expuesto desde su infidelidad consigo mismo, pero no desde su apego o distia de la verdad, ya que no es ésta la novia a desposar por el

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