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The Las Señales de Dios
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The Las Señales de Dios
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The Las Señales de Dios

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About this ebook

The Signs of God explores the importance of mystical consciousness at this time of global transition. In the depths of the heart is hidden the secret purpose of creation, which is the key to our present time of transformation. The work of the mystic is to make this key accessible to humanity, and so open the doors of revelation. The possibilities of the future are present but veiled, the joy of life is waiting to return. The mystic can help us to awaken to the oneness that is essential to life, and to recognize the signs of God that will guide us and reveal our true purpose.
LanguageEnglish
Release dateNov 10, 2015
ISBN9781941394090
The Las Señales de Dios

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    The Las Señales de Dios - Llewellyn Vaughan-Lee

    magnificente.

    El amante y el Amado

    El ser humano es mi secreto y Yo soy su secreto.

    El conocimiento interno de la esencia espiritual es el secreto de mis secretos.

    Hadîth

    LA SUBSTANCIA SECRETA DEL AMOR DIVINO

    La relación mística del amante y el Amado es uno de los mayores secretos de la humanidad. Incluye a toda la creación y, sin embargo, tiene lugar en el corazón humano. La relación de amor del alma con Dios es una pasión que transforma completamente al ser humano y revela la faz oculta del mundo. El camino místico es desarrollar esta relación de amor, es entregarse a Dios a través del amor. Dado que este amor forma parte de la unidad, nos hace regresar a ella. Conduce a los peregrinos al Hogar, los guía de una vida marcada por la separación a la experiencia de unidad con Él.

    Este viaje solamente es posible porque existe una substancia en el corazón que los sufíes denominan sirr. Sin ella no habría ni camino ni conciencia espiritual ni conocimiento de la unión. Sirr es un don de Dios para quienes Le aman, se otorga para que se alcance el conocimiento de la Verdad y para que se viva después en servicio a ella. Sirr significa secreto y forma parte del misterio del Amor Divino, de la relación entre el amante y el Amado que tiene lugar en la cámara más recóndita del corazón, en el corazón de los corazones, como lo llaman los sufíes. Esta substancia es el secreto del universo y la esencia de Su amor por nosotros. Oculta al mundo, dado que no forma parte del mundo, sirr nos revela la unidad esencial de nuestra relación con Él.

    Una gran parte del trabajo que representa recorrer el sendero es el proceso de preparación, la purificación interior que permitirá que el corazón del amante contenga Su secreto sin que este sea contaminado por el ego o la naturaleza baja, es decir, el nafs. Cuando el discípulo esté preparado, entonces se le otorgará el sirr de corazón a corazón, por regla general mediante la presencia de un maestro vivo, un sat guru. Esta substancia de amor divino se infunde en el corazón del amante y es activada por el amor divino. En palabras del místico del siglo X al-Hakîm at-Tirmidhî:

    Dios depositó dentro del corazón el conocimiento de Él y Él lo prendió con la Luz Divina… Con esta luz Él le otorgó al corazón ojos para ver.¹

    La substancia secreta que se encuentra en el corazón es el órgano de la conciencia divina, una conciencia de la unidad de Dios. Un místico es alguien capaz de albergar este secreto, de vivir Su unidad. El sendero nos prepara, aunque Su don será siempre un acto de gracia, otorgado con amor y por amor, y que conlleva que se asuman las responsabilidades del corazón: vivir en servicio y según las reglas del amor, y no según las de la mente o las del ego. El amor nos exige que nos sacrifiquemos, ya que, en palabras del gran amante al-Hallâj: Cuando la Verdad se apodera de un corazón, lo vacía de todo lo que no sea ella.

    A fin de que Su secreto pueda ser infundido en el corazón, es necesario que Le entreguemos nuestro corazón a Dios. Entonces el corazón estará sostenido entre los dos dedos de Dios y Él lo hará girar hacia dónde Él quiera. Un místico es alguien que ha nacido para realizar este trabajo, que ha sido embriagado por el vino antes de que se creara el vino. Antes de nacer fuimos marcados con el sello del amor; vinimos al mundo para servir al amor. A menudo, sin que nos demos cuenta, nos llevan al altar del amor, donde se nos pide que nos sacrifiquemos. La sangre de nuestro corazón, las lágrimas de nuestra alma, son nuestra promesa de amor. Nuestra obligación es mantener viva la conexión del corazón, de modo que Su secreto pueda actuar en nosotros y en el mundo.

    VIVIR SU AMOR

    Ser amante de Dios significa ser sumergido en el misterio del amor, en la unidad esencial que se manifiesta y oculta dentro del corazón. Este amor que recibimos como un obsequio nace a la conciencia con las lágrimas que produce el dolor de la separación, a través del anhelo que abre nuestro corazón. El amor nos despierta con la llamada del junco que ha sido separado de su lecho, con la angustia del alma que comprende que está separada de su Amado. El sufí del siglo XI, Abû Sa’id Abî-l-Khayr, decía: El sufismo era en sus principios el dolor del corazón, solo más tarde se convirtió en algo sobre lo que se podía hablar. Ser un sufí significa vivir este clamor del alma, el dolor primario fruto de la separación. El anhelo nos guía de regreso al amor y el precio son las lágrimas maculadas con la sangre de nuestros corazones.

    El viaje del amante discurre por una vía de una única dirección, y nuestras lágrimas nos transportan a un abismo de anhelo, de soledad y de angustia. Sin embargo, en este desierto desolado, cuando parece que nuestra única compañía es la desesperación, algo nace, algo infinitamente precioso y tierno que va más allá de nuestro entendimiento. Nuestra alma siente la intimidad de su Amado, siente que Él está tan cerca como las lágrimas que fluyen entre el ojo y el párpado. Comenzamos a experimentar una relación de amor que al mismo tiempo nos embriaga y nos produce dolor, nos sorprende y nos aterroriza. Nos despiertan a la suavidad de Su toque, a la dulzura de Su abrazo.

    Estos son los secretos de los místicos, de quienes han sido prendidos por el amor. Para cada amante esta relación de amor será única y, a menudo, demasiado íntima como para hablar de ella. Es lo que siempre habíamos deseado, lo que le da sentido real a nuestras vidas. Cuando sintamos la dulzura de Su toque o cuando suframos la intensidad del dolor por sentirnos separados del Amado, estaremos atrapados en la garra de un amor que consume todo nuestro ser. El amor y el anhelo despiertos en nuestro corazón serán nuestra única realidad. En los momentos de dulzura y de dolor sabremos que estamos conectados con nuestro Amado, sentiremos cuán valiosa es la pena del corazón y cuán inestimable el hilo del anhelo.

    El sendero espiritual es vivir esta conexión del corazón, el más íntimo vínculo de amor. Aspiramos a permanecer en Él, a mantener nuestra atención centrada en nuestro Amado, anhelamos estar con Aquel a quien amamos; necesitamos ver la faz de nuestro Amado y, sin embargo, el mundo nos distrae y parece que perdemos nuestra conexión con Él con demasiada facilidad. Quedamos atrapados en los asuntos del mundo, en nuestros deseos y problemas de la vida cotidiana. ¡Qué fácilmente olvidamos el verdadero deseo de nuestro corazón! Los velos del mundo se despliegan con firmeza a nuestro alrededor, seduciéndonos con sus millares de imágenes. Y entonces, repentinamente, nuestro corazón nos llama, y de nuevo lo recordamos. Volvemos hacia Aquel a quien pertenecemos. Nos despiertan al amor.

    De este modo, vamos recorriendo el camino gradual de regreso al amor, el sendero en espiral que nos acercará cada vez más a nuestro interior. Aquel a quien amamos siempre está con nosotros, susurrándonos los secretos del amor y, aunque Le necesitamos, Le olvidamos. En el centro de nuestros corazones, de forma oculta incluso para nuestra conciencia, se empieza a revelar el misterio del amor divino. En nuestro corazón de los corazones la gracia de Dios hace que la substancia de nuestro ser cambie. Progresivamente, la luz del sol de los soles nos va impregnando por dentro con un amor que es presencia pura. Se necesita tiempo para preñar un alma de Dios, pero este es el milagro que se manifiesta en nuestro interior.

    ¿Por qué algunos han sido elegidos para vivir esta vida de amor y anhelo? Porque es Su voluntad, porque en el entretejido de Su creación Él ha creado a algunos seres humanos para que vivan la vida de Sus amantes, la vida de los que están sellados por Dios y solo Le pertenecen a Él y a nadie más. No existirá para ellos ninguna otra relación que les satisfaga; no habrá ser humano que pueda poseer sus corazones. Podrán enamorarse de un compañero humano, pero siempre les faltará algo, habrá una nota esencial que no sonará. Por mucho que pueda ofrecerles la vida externa, solo les importará una cosa: la relación de amor con Dios.

    No es fácil pertenecerLe a Él. Dios es un amante celoso que exige toda nuestra atención. Entregamos toda nuestra vida y nuestro corazón a los fines del amor y, al comprometernos con el amor, se nos vacía de todo lo que pueda interferir con los proyectos del amor. Somos remodelados y convertidos en espejos del amor de Dios, para que Su amor pueda irradiar en Su mundo. Nos purifican de nuestros problemas a través de las dificultades de la vida y del dolor que sufrimos por amar a nuestro Amado.

    La tarea de los amantes es estar atentos al amor, mantener la conexión interna del corazón a pesar de todas las dificultades de la vida, a pesar de las distracciones que nos rodean. Derramamos lágrimas, rezamos, luchamos para mantener nuestra mirada centrada en nuestro Amado. Nos esforzamos por mantener nuestro corazón puro. Trabajamos en nosotros con diligencia, con perseverancia y paciencia. Con las prácticas del sendero, la meditación, el dhikr (la repetición del nombre de Dios), aspiramos a recordarLe con cada una de nuestras respiraciones. Vivimos la plenitud de nuestra vida externa, con la familia y en el trabajo y, al mismo tiempo, luchamos por mantener la atención interior centrada en el corazón, ya que lo único que realmente nos importa, lo que absorbe nuestra atención interior, son las exigencias del amor que sentimos por Él y Su necesidad de nosotros.

    EL RECUERDO DEL AMOR

    El amor nos abraza y nos destroza. El amor es un cuchillo que nos corta y una suavidad que nos mata. Nos separan de nosotros mismos y nos entregan al Amado. Nos conducen de regreso a la unidad del amor, Su unidad, que llevamos grabada en nuestros corazones. La forma en que esto ocurre es algo que la mente no alcanza a entender. Es un secreto demasiado profundo. La vida de los místicos es vivir este secreto, vivir una entrega completa y absoluta de uno mismo, hasta que no quede nada del amante más que una cáscara, una funda en la que el amor pueda manifestar su propósito. En palabras de Majnun:

    El amor es la esencia de mi ser. El amor es fuego y yo soy la madera que la llama abrasa. El amor ha entrado en mi casa y la ha adornado, yo hice mi hatillo y me marché. Tú crees que me ves, pero ya no existo: lo único que ha quedado es el Amado.²

    El misterio del amante y el Amado se halla oculto dentro del corazón de cada alma que busca a Dios. Su amor es el hilo que nos guía de vuelta a Él, y nuestra pena es la dulzura que Su recuerdo genera. Y, sin embargo, como cultura, hemos olvidado casi por completo este amor.

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