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Bratislava: Edición 2023
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Bratislava: Edición 2023

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About this ebook

Bratislava es una bella e histórica ciudad que despertó del socialismo y, casi sin tiempo a reaccionar, se vio convertida en capital de un joven país, Eslovaquia. Dinámica y emprendedora, la ciudad vive un momento crucial que hace que se construya y se reconstruya constantemente. Aún así, conserva un centro histórico pleno de encanto, pequeño y recogido, con calles de adoquines y viejas casonas que testimonian un pasado de esplendor. En la colina de su suntuoso castillo (el Hrad), Bratislava comenzó a escribir su historia y hoy desde allí se obtienen las mejores vistas de la ciudad y del Danubio, ese río capaz de realzar todo lo que baña. La ciudad nueva también tiene su encanto, desde los palacios erigidos por la aristocracia húngara, hasta la pragmática arquitectura socialista, que en esta ciudad ha dejado algunos retos audaces y originales. Para bien y para mal, Bratislava parece lanzada a recuperar el tiempo perdido, y aun así la ciudad conserva en muchos rincones esa calma típicamente eslava, que invita a disfrutar de la vida junto a un buen vaso de cerveza.
LanguageEspañol
Release dateOct 19, 2023
ISBN9788415563792
Bratislava: Edición 2023

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    Book preview

    Bratislava - Juan Carlos Moreno

    BRATISLAVA

    Juan Carlos Moreno

    Ornamento.jpgLOGO_ECOS.jpg

    Índice de contenidos

    Índice de contenidos

    Plano de Bratislava

    Bratislava hoy… y ayer

    Recomendaciones para el viaje

    Cómo llegar

    Moneda

    Idioma

    Moverse por la ciudad

    Transporte público

    Ferrocarril

    Propuesta de recorrido

    Gastronomía

    Cultura

    10 visitas imprescindibles

    1 AYUNTAMIENTO VIEJO Y HLAVNÉ NÁMESTIE

    Hlavné námestie

    Ayuntamiento Viejo o Stará radnica

    Primaciálny palác

    Plaza de los Franciscanos e iglesia de los Jesuitas

    Iglesia franciscana de la Anunciación

    Puerta de San Miguel

    Obchodná ulica o calle del Comercio

    Michalská ulica o calle de Miguel

    2 CATEDRAL DE SAN MARTÍN Y ALREDEDORES

    Catedral de San Martín

    Kapitulská ulica

    Muralla

    Most SNP

    Sad Janka Král’a o parque Janko Kral

    Panská

    Rybné námestie (plaza del Pescado) y Hviezdoslavovo námestie (plaza de Hviezdoslav)

    3 CASTILLO Y ALREDEDORES

    Casa del Buen Pastor o dom U dobrého pastiera

    Museo de la Cultura Judía

    El castillo de Bratislava, el Hrad

    Parlamento

    4 IGLESIA AZUL

    Cementerio de San Andrés

    5 SLAVÍN

    Nuestra Señora de las Nieves

    6 PALACIO PRESIDENCIAL

    Námestie Slobody o plaza de la Libertad

    7 DEVÍN

    8 GERULATA Y DANUBIANA

    Kaštieľ o palacio

    Danubiana

    9 KAMZÍK Y BRATISLAVSKÝ LESNÝ PARK

    Torre de televisión de Kamzík

    10 PETRŽALKA

    ALREDEDORES DE BRATISLAVA

    • Trnava

    • Červený Kameň

    • Pezinok, Svätý Jur y la ruta del vino

    ESCAPADA A VIENA

    Datos útiles

    10 Restaurantes

    10 Tiendas

    10 Eventos

    GUÍAS DIGITALES ECOS

    Plano de Bratislava

    Véase mapa en Internet

    Bratislava_mapa.jpg

     1 . Ayuntamiento Viejo y Hlavné Námestie

     2 . Catedral de San Martín y alrededores

     3 . Castillo

     4 . Iglesia Azul

     5 . Slavín

     6 . Palacio presidencial

     7 . Devín

     8 . Gerulata y Danubiana

     9 . Kamzík y Bratislavský lesný Park

     10 . Petržalka

    castle_ufo_bridge.jpg

    Bratislava hoy… y ayer

    En la actualidad la conocemos como Bratislava, pero eso es desde hace relativamente poco tiempo, algo así como un siglo. Antes era Pressburg, Presburgo, y así es como sigue apareciendo en los libros de autores germanos, en algunos manuales de historia o incluso en los callejeros de ciudades como París. Pero era también Pozsony, y como tal llegó a ser capital del reino de Hungría. Si tales denominaciones pueden parecer ya muchas, aún falta añadir las cultas, la latina Posonium y la griega Istropolis, la ciudad del Danubio.

    Pressburg para los austriacos, Pozsony para los húngaros y Posonium e Istropolis para la intelectualidad amante del clasicismo grecorromano. ¿Y para los eslovacos? Algo así como una eslovaquización de los dos primeros nombres, Prešporok o Požúň. Bratislava solo empezó a conocerse con este nombre tras la proclamación de la primera República de Checoslovaquia, surgida del colapso del Imperio austrohúngaro tras la Primera Guerra Mundial. El 6 de marzo de 1919, un decreto estableció que ese sería su nombre oficial. Era toda una declaración de intenciones, pues Bratislava deriva de Bratislav, la denominación que los miembros del despertar nacional eslovaco empezaron a usar a partir de 1840 para referirse a esta ciudad danubiana. Y todo porque un historiador y eslavista de ese movimiento romántico llamado Pavol Jozef Šafárik (1795-1861), había concluido que ese era su nombre eslavo correcto, derivado del de un rey medieval checo, Břetislav I, que vivió en la primera mitad del siglo XI.

    Aunque parezca un lío, y ciertamente lo es, este cóctel de nombres es interesante porque nos habla de una ciudad en la que han convivido a lo largo de los siglos tres pueblos muy diferentes (cuatro, si se añade la otrora amplia comunidad judía), no solo por su origen o su historia, sino también por su lengua: el alemán, el húngaro y el eslovaco. De ellas, curiosamente, el eslovaco era hasta hace un siglo la menos común. ¿Cómo entonces Presburgo-Pozsony llegó a convertirse en Bratislava y, de ese modo, en capital de la República de Eslovaquia? Toca, pues, dar unas cuantas pinceladas de historia.

    En Bratislava, en la zona ocupada por el Hrad, el Castillo, se han encontrado vestigios de ocupación humana desde la Edad de Piedra. En el siglo I a.C. eran los celtas los que estaban por aquí y ya en el siglo I d.C., fueron contingentes romanos los que hicieron su aparición para reforzar la frontera del Imperio. Tras la caída de este, llegaron los germanos, pero fueron los eslavos los que, a partir del siglo VII, se asentaron de forma más duradera. Incluso llegaron a formar un imperio, la Gran Moravia, que aunque efímero, llegó a controlar extensas zonas de lo que hoy es no solo Eslovaquia, sino también Hungría, República Checa, Austria, Alemania, Rumanía, Polonia y Ucrania. No es extraño que su príncipe Svätopluk haya quedado en la memoria de los eslovacos como símbolo de la época más gloriosa de su pueblo. Fue por entonces también, en el siglo IX, cuando los monjes Cirilo y Metodio acometieron la evangelización de estas tierras. La llegada de un nuevo pueblo, los húngaros, precipitó el colapso de la Gran Moravia, ya muy debilitada por las luchas intestinas entre los herederos de Svätopluk. El territorio de Bratislava, que entonces no era más que un poblado en la colina del Hrad, pasó de eslavo a magiar. Y a alemán, pues el rey san Esteban I de Hungría favoreció el establecimiento de colonos de ese origen a principios del siglo XI.

    Gracias a su estratégica situación en las vías comerciales del Danubio, Bratislava era ya una ciudad importante del reino húngaro y aún lo sería más a partir de 1291, cuando el rey Andrés III le concedió el privilegio de ciudad real y libre. A la prosperidad económica se unió la cultural, sobre todo desde que en 1465 el rey Matías Corvino estableciera en ella la primera universidad en tierras eslovacas, la Universitas Istropolitana. Nadie podía imaginar entonces que la ciudad se convertiría en la capital del reino: en 1526, la destrucción del ejército magiar en la batalla de Mohács permitió a los turcos ocupar dos terceras partes de Hungría, incluida la capital, Buda. Pozsony ocupó su puesto, y a ella se trasladaron la nobleza superviviente y la jerarquía eclesiástica, empezando por el arzobispo de Ezstergom. No así el rey: Luis II murió en la batalla sin dejar descendencia y la corona pasó a su primo Fernando de Habsburgo, quien a partir de 1556, tras la abdicación de su hermano Carlos V, llegaría a ser emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. El hijo de Fernando, Maximiliano II, se convirtió en 1563 en el primer rey de Hungría coronado en la catedral de San Martín de Bratislava, una tradición que se mantendría hasta 1830 y en recuerdo de la cual se celebra cada último fin de semana de junio una fiesta que hace que la ciudad se vista con galas de época.

    Los reyes, que a su vez eran emperadores, residían en Viena, muchas veces despreocupados de lo que acontecía en Bratislava. Y esto fue así hasta el siglo XVIII, cuando la emperatriz María Teresa empezó a pasar largas temporadas en Pressburg para estar más cerca de sus súbditos húngaros. Fue una época dorada que duró lo que la soberana, pues su hijo, José II, no solo no pensaba moverse de Viena, sino que hizo que la capital húngara regresara a la reconquistada Buda.

    En el siglo XIX, una vez superada la aventura napoleónica, Bratislava supo reconvertirse en un floreciente centro industrial y comercial gracias a una emprendedora burguesía de habla alemana. La Revolución industrial, que apenas había conocido implantación en Hungría, se abría así paso en este rincón del reino. Bratislava, de hecho, era una isla alemana en una Hungría cuya Dieta no escatimaba medios para lograr la magiarización de la sociedad, incluyendo el cierre de las escuelas e institutos que enseñaban en eslovaco.

    Estalló la Primera Guerra Mundial y, con ella, todos los conflictos latentes entre las naciones que formaban el Imperio austrohúngaro llevaron a este a su disolución una vez consumada la derrota en el conflicto. Bohemios y moravos, que habían formado parte de la parte austriaca dentro de la doble corona austrohúngara, y eslovacos, que lo habían sido de la parte húngara, decidieron entonces unirse en una república, Checoslovaquia, cuyo mismo nombre ya muestra el deseo de resaltar el carácter eslavo de la unión. Fue entonces cuando Bratislava se convirtió en la capital de la parte eslovaca y cuando el eslovaco empezó a ganar presencia en la sociedad. Fue un proceso rápido, que ni la creación de la república títere de Eslovaquia en 1939 por la Alemania nazi consiguió frenar. Tras la Segunda Guerra Mundial, Checoslovaquia se reconstituyó, solo que con un régimen en la órbita de la Unión Soviética que se mantuvo hasta 1989. Cuatro años después del colapso del socialismo, checos y eslovacos decidieron emprender rumbos diferentes y fue así como Bratislava se convirtió en la capital de Eslovaquia. Desde 2004 es miembro de la Unión Europea.

    Todas esas etapas históricas pueden verse en la Bratislava actual, aunque a veces el paso de una a otra sea abrupto y traumático, como si la ciudad fuera incapaz de desarrollarse según unos parámetros racionales. Los saltos estéticos rayanos en la agresión visual abundan en Bratislava y el ejemplo más flagrante de ello es el Most SNP, el puente de aire futurista que los socialistas levantaron sobre el Danubio y cuya construcción se llevó por delante el antiguo barrio judío, ya desierto tras el paso de los nazis. La ciudad vieja y la colina del Hrad han quedado desde entonces separados por una transitada cinta de asfalto, con todo lo que ello supone para la estabilidad de la catedral gótica de San Martín. Y, sin embargo, hoy ese mismo puente se ha convertido, por méritos propios, en uno de los iconos más reconocibles de la ciudad con el castillo y la catedral.

    Bratislava, pues, es una ciudad chocante y contradictoria, pero es eso mismo lo que la hace interesante. Su centro histórico no siempre se halla bien preservado. De hecho, no es raro toparse con venerables palacios y casonas reducidos a la condición de lastimosa ruina, algunos con un renovate me escrito en sus muros, así, en inglés, a modo de grito desesperado. A pesar de ello, ese centro tiene un incomparable encanto, sobre todo en calles como Kapucínska, con su calzada todavía de adoquines y sus viejas casas que testimonian un pasado esplendor. Es un centro pequeño y recogido, prácticamente todo él peatonal, que invita a pasear con calma. Pero fuera de él también hay muchas cosas que ver: inevitable, la colina del Hrad, donde Bratislava comenzó a escribir su historia. Desde ella se obtienen las mejores vistas de la ciudad y del Danubio, ese río que por sí solo ya es capaz de realzar todo lo que baña. Pero no hay que

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