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Lecturas emergentes: Volumen II: Subjetividad, poder y deseo en los movimientos sociales
Lecturas emergentes: Volumen II: Subjetividad, poder y deseo en los movimientos sociales
Lecturas emergentes: Volumen II: Subjetividad, poder y deseo en los movimientos sociales
Ebook306 pages2 hours

Lecturas emergentes: Volumen II: Subjetividad, poder y deseo en los movimientos sociales

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Este trabajo explora, en dos volúmenes, un par de ideas marginales en el estudio de los movimientos sociales: decolonialidad y subjetividad. Este segundo volumen está dedicado a explorar la subjetividad -y con ella, el poder y el deseo- en las dinámicas internas de los movimientos sociales (…) ¿De qué manera los movimientos gestionan a su favor las relaciones de poder que surgen en su interior? A partir de esa pregunta se desarrolla este segundo volumen del libro. Mi propósito es comprender en clave subjetiva las prácticas por medio de las cuales se lidia con esas relaciones de poder que circulan internamente.
LanguageEspañol
Release dateSep 11, 2010
ISBN9789587168518
Lecturas emergentes: Volumen II: Subjetividad, poder y deseo en los movimientos sociales

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    Lecturas emergentes - Juliana Flórez Flórez

    Lecturas emergentes

    SUBJETIVIDAD, PODER Y DESEO EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

    (VOL. II)

    JULIANA FLÓREZ FLÓREZ

    Reservados todos los derechos

    © Pontificia Universidad Javeriana

    © Juliana Flórez Flórez

    Segunda edición: Bogotá, D. C., enero del 2015

    ISBN: 978-958-716-757-6

    Número de ejemplares: 300

    Impreso y hecho en Colombia

    Printed and made in Colombia

    Editorial Pontificia Universidad Javeriana

    Cr. 7, núm. 37-25, oficina 1301

    Teléfono: 3208320 ext. 4205

    www.javeriana.edu.co/editorial

    editorialpuj@javeriana.edu.co

    Bogotá, D. C.

    Corrección de estilo:

    Gustavo Patiño

    Rodrigo Díaz Lozada

    Diseño y diagramación:

    Isabel Sandoval

    Imagen de cubierta:

    Carlos Arias Llanten, Somos andando.

    Imagen ganadora del Segundo Premio

    V Salón del Artista. Universidad Central, 2012

    Imagen de portadilla:

    Carlos Arias Llanten, Nación indígena.

    Imagen seleccionada en el premio

    Fotópolis Canon, 2013

    Desarrollo ePub:

    Lápiz Blanco SAS

    Flórez Flórez, María Juliana

    Lecturas emergentes / Juliana Flórez Flórez. -- 2a ed. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2015.

    2 v. ; 24 cm.

    Incluye referencias bibliográficas.

    ISBN:                   Vol. 1. 978-958-716-757-3

    Vol. 2. 978-958-716-756-6

    Contenido :          Vol. 1. El giro decolonial en los movimientos sociales.

    Vol. 2. Subjetividad, poder y deseo en los movimientos sociales

    1. MOVIMIENTOS SOCIALES. 2. MOVIMIENTO ANTIGLOBALIZACIÓN. 3. SUBJETIVIDAD. 4. IDENTIDAD. 5. FEMINISMO. 6. PODER (CIENCIAS SOCIALES). I. Pontificia Universidad Javeriana.

    CDD 303.484 ed. 21

    Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J.

    dff.                                          Diciembre 09 / 2014

    Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin la autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.

    NOTA A LA SEGUNDA EDICION

    Como expliqué en la nota a la segunda edición del primer volumen, la primera edición articuló lecturas emergentes en torno a dos temas de estudio marginales en la literatura de movimientos sociales: la decolonialidad y la subjetividad.

    Si bien desarrollé cada tema de forma independiente, decidí presentarlos conjuntamente en un solo libro para subrayar el hecho de que mi interés por descolonizar las teorías de movimientos sociales fue una tarea ineludible y previa a mi intento por subjetivarlas. Pero el convencimiento de presentar ambos temas en un solo texto se disipó luego de que me comentaran varias veces el interés por una parte del libro pero no por la otra. Al parecer cada tema tiene su propio público. Por otro lado, el texto no explora en los movimientos sociales las articulaciones entre colonialidad y subjetividad (que ya han sugerido otros trabajos inspirados en la filosofía posestructuralista y el feminismo poscolonial y chicano).

    Preferí entonces darle autonomía a ambas partes del libro y publicarlas por separado en esta segunda edición. Así, este segundo volumen está dedicado a abordar el tema de la subjetividad, el poder y el deseo en las dinámicas internas de los movimientos sociales mientras que el objetivo del primero fue impulsar el giro decolonial en el análisis de estos actores colectivos.

    Sigue vigente tanto la necesidad del esquema de análisis que propongo como la incomodidad de donde surge y, en lo sustancial, mantengo la propuesta de la primera edición. Sin embargo, la amplío con un capítulo adicional que explora el lado oscuro de los movimientos sociales. Este texto fue rechazado en un monográfico sobre movimientos sociales de una revista de psicología editada por una universidad latinoamericana bajo el argumento de que no era un texto científico. Y es cierto, tienen razón si se entiende la ciencia como una actividad que anula experiencias, intuiciones e incertidumbres. Todas ellas fueron la base para recoger las reflexiones de este capítulo adicional.

    Con él quisiera reforzar la apuesta del libro por afrontar creativamente el doble reto de construir, con los propios movimientos, los criterios para comprender los alcances y límites de sus iniciativas de transformación y, más importante todavía, de participar en ellas. Ojalá esta segunda edición contribuya a ese tránsito.

    AGRADECIMIENTOS

    Quizá el apartado de los agradecimientos sea el más emotivo de un trabajo. Además de que es escrito cuando ¡por fin! se ha terminado, requiere un confortable ejercicio de retrospectiva gracias al cual los dolores de espalda, la permanente sensación de siempre tener algo pendiente y otras molestias que nos acompañan a lo largo de una investigación se disipan tan pronto constatamos que nuestros esfuerzos no fueron hechos en solitario.

    La compañía y el afecto de mi tutora, Margot Pujal, y mi tutor, Arturo Escobar, una y otro feministas, fueron cruciales para desarrollar este trabajo. Las ricas reflexiones sobre el deseo, el poder y la subjetividad de Margot fueron fuente de inspiración para mi apuesta por subjetivar las teorías de movimientos sociales. La generosidad y humildad de Arturo abonaron un largo trecho del camino andado; sus reflexiones alimentaron mi interés por decolonizar los abordajes de los movimientos latinoamericanos.

    El saber compartido con los activistas y las activistas del Proceso de Comunidades Negras del Pacífico colombiano fue un acontecimiento decisivo para sentar las bases de estas reflexiones. Agradezco especialmente a quienes reflexionaron conmigo sobre sus historias de vida. La trayectoria admirable y vitalista de Luis Meza y la Flor sin color del Magdalena Medio fueron cruciales para esta segunda edición.

    El impulso institucional, encarnado en personas concretas, también fue indispensable para llevar a término esta publicación. La mirada vanguardista de la psicología que promueve Ángela María Robledo, decana académica de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana, me alentó a compartir estas lecturas emergentes de los movimientos sociales. La insistencia de Guillermo Hoyos, entonces director del Instituto de Estudios Sociales y Culturales Pensar, mantuvo viva la ilusión de hacerlo. Sin el entusiasmo de Ángel Nogueira y Juanita Sanz de Santamaría no habría iniciado este proyecto de escritura en el momento oportuno en el que lo hice. Agradezco también a Roberto Vidal, actual director del Instituto Pensar, y a Silvia Bohorquez del mismo instituto; y a Nicolás Morales y al equipo de la Editorial Pontificia Universidad Javeriana por acoger cuidadosamente el proyecto de publicación, haciendo mucho más agradable el camino recorrido.

    Las discusiones que aquí presento están en deuda afectiva e intelectual con el grupo de investigación Des-Subjectant-GES de la Universitat Autónoma de Barcelona, dirigido por Margot Pujal. Las discusiones con Eva Gil, Angélica Ñáñez, Marimar Velazco, Patricia Amigot, Imma Lloret, Alvaro Ponce, Catalina Chávez, Flavia Llimone y la propia Margot Pujal me permitieron orientar el inicio de este trabajo. Las ricas pláticas con Marimar y Patricia fueron decisivas para adentrarme en el tema de la sujeción. Con mucho cariño y añoranza recuerdo las muy largas tandas reflexivas sobre el sujeto de deseo y las deconstrucciones del yo que investiga que mantuve con Eva y Angélica.

    No quiero dejar de agradecerles a mis profesores y profesoras por haber compartido su sabiduría y afecto conmigo. A Carmen Elena Balbás, con quien hace muchos años en la Universidad Católica Andrés Bello, en Caracas, me encaminé en la psicología social, le agradezco el haberme mostrado una Venezuela subalterna, una que a gritos pedía ser escuchada. A Andreu Viola le agradezco conservar un lindo lugar en Barcelona donde encontrarnos y el haberme acompañado de manera desenfadada y entusiasta en los momentos cruciales de este largo recorrido: hace diez años, dándome el primer indicio de que mis reflexiones, bastante alejadas de la psicología convencional, eran prometedoras; hace siete años, confirmándome que había valido la pena llegar a la mitad de este recorrido y, finalmente, hace cuatro, ayudándome a recuperar la alegría de terminarlo. Durante mis estudios de doctorado, el amor crudo pero utópico de Santiago Castro Gómez por América Latina avivó mis ganas de seguir leyendo e investigando para y desde esta región.

    A Pau Pérez le agradezco los muchos años de afecto y el haberme contagiado su curiosidad por la sabiduría. También estoy en deuda con Pilar Navarro i Asin por ofrecerme un fructífero espacio de discusión sobre el feminismo (pensado desde Europa).

    Una vida entregada a la solidaridad, como la de Josep María Hosta y Consol Casals Genover, potenció este trabajo desde el principio hasta el final. Como veremos, dos de las ideas clave del libro surgieron de conversaciones que sostuvimos en la Casa de la Solidaritat de Barcelona.

    Sin el optimismo de Ana María, mi hermana, no habría iniciado mis estudios de posgrado. Le agradezco su alegría, que siempre ha endulzado mi vida, y el haberme enseñado a apreciar la ternura del intelecto. A mi papá, Ernesto, y mi mamá, María Teresa, les agradezco el apoyo sostenido y la ilusión por ver terminado este proyecto. Sin las reflexiones vitales que me brindó Carlos Arias Llanten sobre las paradojas de trabajar con los movimientos sociales, no me habría animado a repensar mis ideas sobre el deseo que atraviesa todo activismo político. Su serenidad también me enseñó que el deseo convoca al intelecto.

    Por su afectuoso ánimo por el libro y esta segunda edición, mi gratitud a Carol Pavajeau, Claudia Tovar, Darío Muñoz y Angélica Ocampo de la Universidad Javeriana, a Juan Ricardo Aparicio de la Universidad de Los Andes y a las entusiastas Rosalba Icaza y Virginia Vargas del Social Search Institute de La Haya.

    Finalmente, quiero reconocer la importancia que para el ejercicio de escritura tuvieron las refrescantes discusiones con mis estudiantes de la Universitat Oberta de Catalunya, y en Bogotá, de la Maestría en Problemas Sociales Contemporáneos del Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos de la Universidad Central y de la Maestría de Estudios Culturales de la Pontificia Universidad Javeriana. Espero que este texto se constituya en un terreno de fértil debate.

    INTRODUCCIÓN

    En las dos últimas décadas ha habido gran fervor por los movimientos sociales. Este libro sigue ese fervor. Se pliega fácilmente a la moda de analizar esos actores y, sin embargo, busca desafiarla, al explorar —como diría Boaventura de Sousa Santos (2003)— temas subteorizados; es decir, procesos de la acción social para los cuales la academia no dispone de herramientas teóricas, porque los considera irrelevantes o, simplemente, no los ha detectado. Concretamente, este trabajo explora en dos volúmenes un par de ideas marginales en el estudio de los movimientos sociales: decolonialidad y subjetividad.

    Este segundo volumen está dedicado a explorar la subjetividad —y con ella, el poder y el deseo— en las dinámicas internas de los movimientos sociales. La literatura de movimientos suele aproximarse a la dimensión subjetiva de la acción colectiva, al mostrar las dinámicas internas de solidaridad, amistad, lealtad, etc. Son esas maravillosas dinámicas que nos convocan a ser parte de un proyecto común. Sin embargo, creo que el encanto de esas dinámicas es su florecimiento en medio de tensiones y fricciones, de abismos que continuamente se abren y cierran entre los miembros de una colectividad. Me refiero a esas dinámicas menos loables, en las que se manifiestan las asimetrías de poder. ¿De qué manera los movimientos gestionan a su favor las relaciones de poder que surgen en su interior? A partir de esa pregunta se desarrolla este segundo volumen del libro.

    Mi propósito es comprender en clave subjetiva las prácticas por medio de las cuales se lidia con esas relaciones de poder que circulan internamente. Atendiendo a este interés, sigo el llamado de un reducido número de autores y autoras por rescatar los conflictos, las ambigüedades y las controversias presentes en la cotidianidad de los movimientos (Benford, Laraña, Slater, Ochoa-Gautier). Pero, también, atiendo al interés de muchos y muchas activistas cuando nos narran sus trayectorias políticas, aludiendo a momentos no solo de éxito, sino, también, de fragilidad, dado que sus relatos están colmados de momentos arduos, que parecieran tener un peso mucho más significativo en los movimientos de lo que hasta ahora ha considerado la academia.

    Recuerdo la carta de un querido activista y amigo catalán, Josep María Hosta, dirigida a quienes fuimos parte de un colectivo después de diez años de su fundación: Me acuerdo mucho de todas y todos ustedes y de los buenos y no tan buenos momentos que hemos compartido¹. Y es que la confrontación con compañeros y compañeras de lucha, con ideales, metas y estrategias del movimiento, con lo que se creía que era y no ha pasado en el movimiento, pero se sigue esperando con la convicción de que así debe ser, son también confrontaciones consigo mismo o consigo misma, cuyo impacto en los movimientos no siempre es de derrota, sino, también, de potenciación en su proceso de devenir como sujeto político. La segunda parte del libro intenta atajar estos tópicos olvidados y hasta ocultados, quizá por considerarlos temas tabú.

    Este volumen, en conjunto con el primero, articula una serie de lecturas emergentes sobre las teorías de los movimientos sociales. Son reflexiones sistemáticas y frescas que buscan no tanto la consecución de la verdad sobre los movimientos sociales, como sacar a flote otras sendas de comprensión de la acción colectiva. Mi interés no es dar la respuesta correcta sobre los movimientos de la región sino cambiar las reglas del juego. No hallarán entonces en el libro apegos a una definición de movimientos sociales ni tampoco un ordenado inventario de las muchas definiciones existentes. Sin embargo, sí me interesa resaltar que las lecturas emergentes que aquí presento están en deuda con los criterios conceptuales que propone Ignacio Mendiola:

    Un movimiento social designa un entramado relacional (de límites difusos que expresan los diferentes grados de implicación en el movimiento) aglutinado en torno a una identidad colectiva que, en virtud de los deseos de incidir en los procesos de cambio social propios de todo contexto social, desencadena una movilización no esporádica (caracterizada por formas no convencionales de acción) en donde el movimiento interrelaciona con una multiplicidad de actores colectivos (favorables o desfavorables a sus propuestas: actores institucionales u otro tipo de movimientos sociales) que afectan y condicionan el propio decurso de la movilización emprendida por el movimiento social. (Mendiola, 2002, p. 11)

    Me gusta esta definición porque —como argumenté en el primer volumen— es sencilla, sustanciosa y, sobre todo, abierta. Admite criterios como, por ejemplo, el espacial y relativo al territorio crucial para comprender muchas de las movilizaciones de esta región. Pero, sobre todo, tomo esta definición porque es una de las pocas que apuntan directamente al tema que exploraremos en este texto: las relaciones internas de los movimientos sociales.

    Si bien el ejercicio de hacer lecturas emergentes exige una dosis suficiente de irreverencia como para ofrecer explicaciones alternativas a las ya existentes, no significa anularlas. El desafío está en entablar un intenso diálogo con ellas, reconociendo su valor heurístico y analítico, y, al mismo tiempo, sus límites.

    En este difícil proceso de tejer y destejer distinguí tres tipos de teorías. Primero, las teorías de movimientos sociales de corte disciplinario, o sea, aquellas que enfatizando la dimensión estratégica (teoría de la movilización de recursos, teoría de los procesos políticos), la dimensión identitaria (teorías de los paradigmas identitarios) o ambas (teorías de los marcos interpretativos), buscan configurar una disciplina del saber en torno a los movimientos sociales. Sobre todo el primer capítulo recoge este tipo de teorías.

    Segundo, las teorías de la acción colectiva de corte interdisciplinario, es decir, las que bebiendo de diversas disciplinas logran construir un lenguaje común y novedoso sobre la acción colectiva. Nótese que a diferencia de las anteriores, estas apelan a la acción colectiva como una categoría mucho más amplia que la de movimientos sociales. El segundo capítulo se afinca en estas teorías.

    Finalmente, están las perspectivas de la acción colectiva de corte transdisciplinario, en el sentido en que constituyen no tanto teorías acabadas como reflexiones abiertas sobre los movimientos sociales en particular y sobre la acción colectiva en general, que instalándose entre diversas disciplinas nos invitan a ir más allá de los límites concretos de cada una de ellas. Pero transdisciplinar también en el sentido de buscar el colapso de la frontera entre doxa y episteme y por tanto, asumir el conocimiento producido por los movimientos con la misma validez que se toma el de la academia y, en el mejor de los casos, procurar construir ese conocimiento con ellos. En ambos sentidos el tercer capítulo y, en general el giro decolonial, tienen un horizonte transdisciplinario.

    Con lo anterior no quiero decir que esta última deba ser la única aproximación a los movimientos sociales; un tipo de teorías puede parecernos más interesante o aburrido que otro, pero todos han sido indispensables para consolidar el heterogéneo campo de estudio en el que se inscribe este libro. Sin el legado y las inquietudes que dejan las teorías de corte disciplinar e interdisciplinar sería imposible trazar la transdiciplinariedad de las lecturas emergentes de los movimientos sociales.

    Estructuré este segundo volumen en cinco capítulos. El primer capítulo Movimientos sociales: anti/héroes de la acción colectiva es una invitación a pensar la acción colectiva fuera del marco binario que ubica el poder en un espacio puro y ajeno a las resistencias. Esto es, comprender que si bien los movimientos sociales deben concebirse como lugares de resistencia (utópica) frente a los dispositivos de poder, es necesario también entenderlos como lugares donde se recrean relaciones de poder. Ese será el punto de partida para subjetivar las teorías de movimientos: asumir los movimientos sociales como héroes, pero también como antihéroes de la acción colectiva cuyas dinámicas internas son susceptibles de reproducir relaciones de poder. Como argumentaré, partir de esa doble condición no es anular, sino potenciar el optimismo y hasta el romanticismo que, a mi parecer, debe caracterizar toda definición de movimiento social (por lo menos si no queremos olvidar el contexto moderno en el que emergió ese concepto).

    El segundo capítulo del libro, Los disensos como dimensión política de la acción colectiva, parte de la incomodidad con la tendencia de la mayoría de teorías a analizar los movimientos sociales privilegiando el consenso. Para compensar tal énfasis, sigo la propuesta de Chantal Mouffe de rescatar la doble raíz etimológica de la palabra política: polis, que alude a vivir conjuntamente, y polemos, que refiere a lo polémico, y, a partir de ahí, distinguir entre la política entendida como consenso y lo político entendido como disenso; un esquema en el que en vez de privilegiar alguno de los polos, se toma como aspecto central la tensión entre el consenso —de los principios de lucha— y el disenso —respecto a su interpretación— (Mouffe, 1993). Con base en esta salida, propongo analizar los antagonismos internos de los movimientos en términos de disensos, o sea, dinámicas colectivas producto de los antagonismos residuales que inevitablemente persisten después de dar prioridad estratégica (mas no ontológica) a la identidad en torno a la cual se articula una lucha. A partir de este concepto, sustento la tesis de que los movimientos sociales se mantienen dinámicos en la medida que dan cabida al disenso, como un ejercicio que acompaña y posibilita la búsqueda del consenso de sus principios de lucha.

    El tercer capítulo, Tácticas de des-sujeción: la subjetividad en los movimientos sociales, intenta rebatir la idea moderna y androcéntrica, según la cual la gestión de los disensos se agota en el plano de la pura racionalidad instrumental de los movimientos. Como la tarea de analizar el papel de la subjetividad en el desarrollo de los movimientos no es nada nueva, comienzo explicando de qué modo este tema fue cobrando fuerza, hasta lograr que lo pasional dejara de entenderse como un efecto residual de la acción colectiva y pasara a concebirse, más bien, como una compleja trama de construcciones discursivas, indispensable para el discurrir cotidiano de los movimientos. Dado que esta aproximación discursiva limita la construcción de la subjetividad a materiales de tipo discursivo y, por tanto, reproduce formalmente el androcentrismo que intenta superar, revisaremos dos referentes de los que la literatura de movimientos está echando mano para seguir pensando el tema de la subjetividad. Por un lado, la noción de multitud de Hardt y Negri y, por otro, la de posiciones de sujeto, de Laclau (inicialmente formulada con Mouffe). La dificultad de estos planteamientos para captar los disensos (en un caso, por diluirlos en la agencia pura y, en el otro, por reducirlos a diferencias entre posiciones en la estructura lingüística), nos conducirá a explorar otra salida, esta vez inspirada en la teoría crítica feminista y su concepción de la subjetividad configurada en la tensión agencia-estructura.

    Siguiendo esta línea, propongo introducir el tema de la subjetividad en el estudio de los movimientos con el concepto de tácticas de des-sujeción; es decir, prácticas cotidianas que activan un continuo, pero leve proceso de apertura y cierre de los límites que definen la identidad política del movimiento. Las llamo tácticas porque, siguiendo a Michel de Certeau (1984), entiendo que se despliegan en un espacio donde los límites identitarios se superponen entre sí (frente a los compañeros y compañeras del movimiento), a diferencia de las estrategias que se desarrollan frente a otros con los cuales sí se pueden distinguir claramente los límites identitarios (los adversarios del movimiento). Y las defino como de des-sujeción, porque entiendo con Judith Butler que la constitución de la identidad es un continuo e inacabado proceso de acercamiento y distanciamiento del poder (lo que ella llama sujeción). Con base en esta noción, planteo una segunda tesis (estrechamente vinculada con la anterior): los movimientos logran gestionar sus disensos mediante continuas tácticas de des-sujeción que desplazan los límites que definen su identidad política.

    En el cuarto capítulo, El deseo y los movimientos sociales: aportes de los feminismos de frontera, como indica su nombre, acudo a los aportes teóricos de los feminismos de frontera, específicamente, para dar cuenta del tipo de sujeto político que se privilegia al estudiar las tácticas de dessujeción desplegadas por los movimientos para gestionar los disensos que surgen en su interior. Luego de repasar estos feminismos en clave ontológica y epistemológica, argumentaré a favor del sujeto de deseo como sujeto político de los movimientos sociales. Según veremos, se trata de un sujeto mucho menos coherente que el sujeto de derecho (reivindicado por la primera ola feminista), pero también mucho menos diferenciado

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