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Una proposición forzada
Una proposición forzada
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Ebook162 pages2 hours

Una proposición forzada

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About this ebook

Era un despiadado e implacable millonario… acostumbrado a negociar.

La modelo y heredera Angelique Marchand estaba furiosa. El famoso playboy Remy Caffarelli, increíblemente guapo y arrogante, le había arrebatado la mansión escocesa de su madre ganándola en una partida de cartas.
Angelique logró localizarlo en Oriente Medio y decidió enfrentarse a él y reclamar lo que era suyo por derecho, pero, cuando los encontraron en la habitación de su hotel, los dos enemigos se vieron forzados a contraer matrimonio.
Y, sorprendentemente, en lugar de anular la boda, Remy quiso explotar su matrimonio por negocios… y por placer.
LanguageEspañol
Release dateFeb 6, 2014
ISBN9788468740225
Una proposición forzada
Author

Melanie Milburne

Melanie Milburne read her first Harlequin at age seventeen in between studying for her final exams. After completing a Masters Degree in Education she decided to write a novel and thus her career as a romance author was born. Melanie is an ambassador for the Australian Childhood Foundation and is a keen dog lover and trainer and enjoys long walks in the Tasmanian bush. In 2015 Melanie won the  HOLT Medallion, a prestigous award honouring outstanding literary talent. 

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    Una proposición forzada - Melanie Milburne

    Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2013 Melanie Milburne

    © 2014 Harlequin Ibérica, S.A.

    Una proposición forzada, n.º 2290 - febrero 2014

    Título original: Never Gamble with a Caffarelli

    Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.: 978-84-687-4022-5

    Editor responsable: Luis Pugni

    Conversión ebook: MT Color & Diseño

    Capítulo 1

    –¿Cómo que la has perdido? –Angelique miraba a su padre con expresión de horror.

    Henri Marchand se encogió de hombros con aparente indiferencia, pero se le movía la nuez arriba y abajo como si hubiera tragado algo desagradable. Claro que perder la mansión de su difunta esposa, un castillo en las Tierras Altas de Escocia, durante una partida de cartas en Las Vegas debía de ser el trago más amargo de su vida.

    –Todo iba bien hasta que Remy Caffarelli me engañó haciéndome creer que estaba pasando una mala racha. Jugamos durante horas y él perdía todas las partidas...

    –¿Qué?

    –Pensé que podría desplumarlo de una vez por todas y me lo jugué todo en la última... y entonces me ganó.

    Angelique sintió un escalofrío en la espina dorsal.

    –Dime que Remy Caffarelli no es el nuevo propietario de Tarrantloch.

    Remy era su peor enemigo, el hombre al que intentaba evitar a toda costa. Incluso evitaba pensar en él.

    –La recuperaré –afirmó su padre, con la arrogante confianza de un jugador–. Lo retaré a otra partida y no podrá negarse...

    –¿Quieres perderlo todo? –exclamó ella, exasperada–. Remy siempre te ha tenido atravesado, pero tú empeoraste la situación al sabotear la construcción de ese complejo hotelero en España. ¿Cómo has podido caer en una trampa tan absurda?

    –La próxima vez ganaré, ya lo verás. Se cree muy listo, pero yo le daré donde más le duela.

    Angelique no podía creérselo. ¿Cómo podía haber entregado la querida mansión familiar a Remy Caffarelli? ¡Tarrantloch ni siquiera era suyo! Supuestamente, el castillo y la finca eran controlados por un fideicomiso hasta que ella cumpliese los veinticinco años y eso ocurriría en unos meses.

    Su santuario, su refugio. El único sitio en el que podía ser ella misma sin tener cientos de cámaras cegándola a todas horas.

    Perdido para siempre.

    Y en manos de su enemigo.

    Remy debía de estar disfrutando como nunca. Podía imaginárselo con una sonrisa de satisfacción en esa boca tan sensual y con sus ojos marrones brillando de insolencia...

    Mientras a ella le hervía la sangre.

    La amarga rivalidad entre las dos familias duraba ya más de diez años. El abuelo de Remy, Vittorio, había sido amigo íntimo y socio de su padre, pero Henri había decidido retirar súbitamente la financiación de un complejo hotelero en España a la que ya se había comprometido, poniendo en peligro el imperio financiero de los Caffarelli, y los dos hombres jamás volvieron a dirigirse la palabra.

    Había esperado que fuese Remy quien intentara vengarse porque, de los tres hermanos, era el que tenía más relación con su abuelo, aunque esa relación no fuera afectuosa o cercana. Sospechaba que necesitaba ganarse la aprobación y el respeto de Vittorio, algo que ni Rafe ni Raoul habían conseguido a pesar de haber hecho sus fortunas fuera del imperio familiar.

    Pero Angelique había tenido encontronazos con Remy incluso antes de la ruptura entre las dos familias. A ella le parecía un hombre altivo y temerario, Remy pensaba que era una niña malcriada siempre en busca de atención. La diferencia de ocho años entre los dos no había ayudado mucho, aunque era la primera en admitir que no había sido fácil relacionarse con ella, especialmente tras la muerte de su madre.

    Angelique le dio la espalda a su padre, que estaba intentando borrar el amargo sabor de la derrota con un trago de coñac.

    –Mamá estará revolviéndose en su tumba... y sus padres y sus abuelos con ella. ¿Cómo has podido ser tan estúpido?

    Henri apretó los labios, airado.

    –Cuidado con lo que dices, jovencita. Recuerda que soy tu padre. No voy a permitir que me hables como si fuera un idiota.

    Ella irguió los hombros.

    –¿Qué piensas hacer, insultarme como insultabas a mamá? ¿Abusar de mí emocionalmente hasta que tome una sobredosis de pastillas solo para alejarme de ti como hizo ella?

    El silencio era tenso, amenazante.

    Angelique sabía que era peligroso enfadar a su padre.

    Y mencionar lo que nunca debería ser mencionado.

    Durante toda su infancia había ido de puntillas para evitar su ira y, de niña, había visto cómo su madre perdía la autoestima hasta convertirse en una sombra de lo que había sido.

    Aunque su padre jamás le había levantado la mano, la amenaza potencial siempre estaba ahí.

    Años atrás, Angelique había intentado complacerlo, pero nada de lo que hacía era suficientemente bueno y, al final, había decidido hacer todo lo contrario. Desde los diecisiete años había intentado avergonzarlo deliberadamente, por eso se había empeñado tanto en su carrera como modelo de prendas de baño. Ella sabía cuánto lo molestaba que apareciese en revistas, catálogos y carteles por toda Europa. Había buscado escándalos en la prensa, sin importarle que cimentasen una reputación de chica irresponsable y malcriada a quien solo le interesaba ir de fiesta...

    –Si no tienes cuidado, acabaré desheredándote –la amenazó él, con los dientes apretados–. Le dejaré todo mi dinero a un refugio de animales.

    Angelique podría haber dicho: «Muy bien, hazlo», pero la fortuna que amenazaba con arrebatarle había sido de su madre y haría lo que tuviese que hacer para recibir lo que era suyo por derecho.

    Empezando en aquel mismo instante.

    El desierto de Dharbiri era uno de los sitios favoritos de Remy. Uno de sus amigos de la universidad, Talib Firas Muhtadi, era príncipe de aquel antiguo país que había visitado muchas veces. Le gustaba el desierto interminable, el ulular del viento en el aire sofocante, los vibrantes colores del atardecer y la sensación de estar solo en el mundo, aunque las leyes y costumbres casi feudales fuesen tan diferentes a su vida diaria. Nada de alcohol, nada de juego, nada de mujeres sin acompañante femenina.

    Le gustaba su vida, pero de vez en cuando sentía la necesidad de desconectar e ir allí para recargar baterías.

    El aire, seco y ardiente, era un gran contraste con el otoño en Italia, donde había pasado un par de días con su abuelo, Vittorio Caffarelli, un hombre difícil, amargado y a veces violento. Le gustaba aparecer sin avisar, algo que molestaba inmensamente a su abuelo, quedarse un par de días y marcharse después sin decir adiós.

    Le gustaba Italia, pero no era fácil decir dónde se sentía más como en casa. Su herencia italofrancesa y su educación en un internado británico lo habían convertido en un ciudadano del mundo y hasta aquel momento no tenía un sitio que pudiese llamar su hogar. Había vivido siempre en hoteles y le gustaba no saber dónde iba a residir la semana siguiente. Le gustaba moverse por todo el mundo, haciendo negocios aquí y allá, consiguiendo lo que no conseguía nadie.

    Remy sonrió.

    Por ejemplo, ganarle aquella partida a Henri Marchand en Las Vegas. Había sido una jugada maestra. No quería presumir demasiado, pero la verdad era que se sentía orgulloso de sí mismo.

    Había golpeado a Henri Marchand donde más le dolía quitándole el famoso castillo escocés a ese tramposo.

    Era una victoria muy dulce.

    Tarrantloch era una de las fincas más bellas y prestigiosas de Escocia, un refugio ideal para cazar, pescar y organizar fiestas con sus amigos. Un sitio que tal vez algún día podría ser su hogar. Podría haber ido allí directamente para tomar posesión de la casa, pero no quería parecer demasiado impaciente.

    No, era mejor dejar que Henri Marchand y su malcriada hija, Angelique, pensaran que no estaba demasiado interesado.

    Habría mucho tiempo para restregárselo por su respingona nariz.

    Y estaba deseando hacerlo.

    Conseguir un vuelo a Dharbiri no había sido fácil, pero llegar hasta Remy Caffarelli era tan difícil como intentar atravesar la seguridad de un aeropuerto con una maleta cargada de granadas.

    Angelique apretó los dientes por enésima vez. ¿Tenía ella aspecto de terrorista?

    –Tengo que hablar con el señor Caffarelli, es algo muy urgente. Un problema familiar.

    El empleado de recepción la miró con frialdad y Angelique supuso que estaba acostumbrado a las hordas de mujeres que darían una pierna y un brazo por estar unos minutos con el arrebatadoramente atractivo Remy Caffarelli.

    Como si ella fuese a caer tan bajo.

    Monsieur Caffarelli no está disponible en este momento –dijo el hombre–. Está cenando con el príncipe y su esposa y, según el protocolo, no puede ser interrumpido a menos que se trate de un asunto de máxima urgencia.

    Angelique tuvo que contenerse para no poner los ojos en blanco. Tendría que probar con otra táctica, pensó. Ella estaba acostumbrada a salirse con la suya, a superar al contrario.

    Esa era su especialidad.

    No tardó mucho en sobornar a una joven camarera, que la reconoció por la portada de una revista en la que había aparecido recientemente. Solo tuvo que darle un autógrafo para que la dejase entrar en la suite de Remy.

    Según la joven, nadie salvo Remy debía encontrarla allí. Aparentemente, había protocolos estrictos sobre el comportamiento de hombres y mujeres y, aunque le molestaba tener que esconderse hasta que él entrase en la habitación, decidió ser precavida.

    Angelique miró alrededor, buscando algún escondite.

    ¿Tras las cortinas? No, allí la encontrarían fácilmente.

    ¿El cuarto de baño? No, alguna camarera podría entrar para limpiar el caos que Remy había dejado.

    Angelique miró el armario de la habitación, que ocupaba toda una pared.

    Esconderse en un armario era un cliché, sí.

    Pero también era el escondite perfecto.

    Capítulo 2

    Remy

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