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Sigue tus sueños
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Ebook144 pages3 hours

Sigue tus sueños

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About this ebook

¿Sería capaz de soportar tanta atracción?

El aristocrático abogado James Carlson estaba trabajando en el caso más importante de su vida. La victoria en aquel juicio sería el pistoletazo de salida a su carrera política. Nada, ni mucho menos, nadie, le haría apartarse de su camino.
Hasta que conoció a su testigo, Maggie Eagle Heart, que hizo que se cuestionara todo: su familia, sus objetivos, su futuro. Era la mujer que deseaba, pero estaba fuera de su alcance. Sin embargo, y a pesar de sus esfuerzos por mantener una relación puramente profesional, la atracción entre ellos era innegable e irresistible.
James siempre había hecho lo que se esperaba de él… Hasta aquel momento.
LanguageEspañol
Release dateDec 27, 2012
ISBN9788468726021
Sigue tus sueños
Author

Sarah M. Anderson

Sarah M. Anderson won RT Reviewer's Choice 2012 Desire of the Year for A Man of Privilege. The Nanny Plan was a 2016 RITA® winner for Contemporary Romance: Short. Find out more about Sarah's love of cowboys at www.sarahmanderson.com

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    Sigue tus sueños - Sarah M. Anderson

    Editados por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2012 Sarah M. Anderson. Todos los derechos reservados.

    SIGUE TUS SUEÑOS, N.º 1892 - Enero 2013

    Título original: A Man of Privilege

    Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

    Publicada en español en 2013

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

    Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

    Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

    ® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

    Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    I.S.B.N.: 978-84-687-2602-1

    Editor responsable: Luis Pugni

    Conversión ebook: MT Color & Diseño

    www.mtcolor.es

    Capítulo Uno

    –Señor Carlson, el agente Yellow Bird ha llegado con la señorita Touchette.

    –Gracias –contestó James a su ayudante Agnes por el interfono, aunque era un sistema de comunicación que odiaba porque le recordaba a su autoritario padre.

    Ni él ni su madre se habían dignado nunca a visitarlo en su modesto despacho de Dakota del Sur. A su madre le habría dado un ataque de nervios, puesto que su única obsesión era que recorriera lo antes posible el camino que distaba entre la mansión familiar de Washington y la Casa Blanca.

    El apellido Carlson representaba una dinastía equiparable a la de los Kennedy o los Bush, y sus padres habían criado a James para que se presentara como candidato a la presidencia. Por eso se habían enfurecido cuando, en lugar de aprovechar los contactos familiares, había elegido su propio camino, mucho más estrecho y complicado del que ellos podían haberle proporcionado.

    James miró la foto de Touchette que tenía sobre la mesa. Aparecía amoratada y con aspecto desafiante, y tenía los dientes oscuros propios de los adictos a la metanfetamina. Su historial delictivo incluía arrestos por posesión y venta de droga, prostitución y robo. Los últimos arrestos habían tenido lugar diez años antes, al mismo tiempo que James acababa su carrera de abogado en Georgetown, como número uno de su promoción. Le habían llovido ofertas millonarias, pero, al contrario de lo que su padre había esperado que hiciera, las había rechazado. James no necesitaba dinero porque su abuelo le había legado todo el que necesitaba. Así que había aceptado un puesto de principiante en el Ministerio de Justicia y había ascendido la cadena laboral peldaño a peldaño. Era uno de los mejores abogados del país porque trabajaba duro y cumplía las normas, y no porque su madre fuera rica y su padre poderoso.

    No todo el mundo cumplía las normas, como demostraba el historial de Touchette. En los últimos nueve años no se registraban detenciones, de lo que se deducía que, o bien se había mudado de estado o había aprendido a esquivar a la policía. Cualquiera de esas posibilidades explicaba que Yellow Bird hubiera tardado meses en dar con ella.

    James la necesitaba para cumplir con su misión de limpiar la judicatura. De haber estado sola, James habría hecho esperar a Touchette porque sabía que era más fácil manipular a las personas cuando estaban nerviosas. Pero el agente del FBI Yellow Bird no era un criminal.

    Se puso la chaqueta, se levantó y llamó por el interfono. Incluso los criminales se merecían un mínimo de cortesía:

    –Haga pasar a la señorita Touchette.

    Yellow Bird entró e indicó que pasara a la mujer que lo seguía.

    Cuando James la vio, parpadeó con fuerza para asegurarse de que no le fallaba la vista.

    La mujer que tenía ante sí no tenía nada que ver con lo que esperaba. El cabello, negro y ondulado, le llegaba a los hombros; el flequillo casi le cubría el ojo izquierdo; la piel era de un delicado tono cetrino. Llevaba una falda marrón hasta los tobillos y un top rosa de tirantes. Asía con fuerza un bolso de cuero que llevaba al hombro, y su mirada era clara e inteligente.

    James pensó que quedaría bien en el estrado... y se sorprendió pensando que también en su cama. Hacia tiempo que no pensaba en esos términos y era completamente inapropiado además de inmoral, tratándose de una testigo potencial. Y aunque no lo fuera, James no solía salir con antiguas prostitutas por muy guapas que fueran.

    –Soy el fiscal especial James Carlson. Gracias por venir, señorita Touchette.

    –No soy Touchette –dijo ella con firmeza–. Me llamo Eagle Heart.

    James miró a Yellow Bird, pero este se apoyaba con indiferencia en un archivador.

    –Enséñaselo –dijo este con voz grave. Al ver que la mujer no se movía, insistió–. Maggie, enséñaselo.

    Ella tomó aire y dirigió la mirada a la fotografía que James tenía sobre el escritorio.

    –Ahora me llamo Maggie Eagle Heart –dijo, retirándose el flequillo y mostrando una cicatriz en la frente que le llegaba a la ceja.

    James vio que coincidía con la de la foto.

    –Y... –dijo Yellow Bird.

    Ella se giró y se bajó el tirante del top a la vez que se retiraba el cabello hacia adelante y mostraba un tatuaje que cubría su hombro derecho. Representaba unas llamas, entre las que se veían las iniciales LLD.

    Margaret Touchette y Maggie Eagle Heart eran la misma persona, aunque dos mujeres muy distintas.

    James carraspeó al sentir que la visión de aquel trozo de piel le provocaba una presión en la entrepierna y, sentándose, ojeó el historial hasta encontrar el tatuaje en una foto.

    No comprendía qué le pasaba. Jamás dejaba que un testigo lo distrajera.

    –Gracias, agente Yellow Bird, a partir de aquí me ocuparé yo –dijo.

    –Quiero que Yellow Bird se quede –dijo ella.

    –Le aseguro que se trata de una entrevista puramente profesional –dijo James–. Cualquier cosa que hablemos será confidencial.

    Ella enarcó una ceja con escepticismo.

    –Permítame que lo dude. ¿Se puede quedar o no? –preguntó, retadora.

    James estaba desconcertado. La gente que solía acudir a él normalmente tenía algo que ocultar y actuaban con nerviosismo. Aquella mujer... James miró a Yellow Bird, que asintió.

    –Bien, comencemos –James indicó el asiento que quedaba delante del escritorio a la vez que ponía la grabadora en marcha–. Por favor, diga su nombre, alias, si lo tiene, y su ocupación.

    Tras un leve titubeo, ella se sentó dando una primera muestra de incomodidad al enredar y desenredar la tira del bolso en el dedo.

    –Me llamo Maggie Eagle Heart. Antes me llamaba Margaret Marie Touchette. Vendo joyas y vestidos artesanales indioamericanos por Internet.

    –¿Cuándo se casó? –preguntó James al tiempo que tomaba nota.

    –No estoy casada.

    James alzó la cabeza sorprendido... y satisfecho de saber que estaba disponible. Ella no había mantenido contacto visual con él en ningún momento. James, que jamás se había sentido nervioso, tuvo que tragar saliva.

    –¿De qué conoce al agente Yellow Bird?

    Tras una larga pausa, ella dijo:

    –Hace mucho tiempo, un niño que se llamaba Tommy intentó salvar a una niña que se llamaba Maggie, pero ni él ni nadie lo logró.

    –¿Está saliendo con alguien en este momento?

    Yellow Bird salió de su inmovilidad y Maggie miró por primera vez a James a los ojos. Este sintió que le sudaba la nuca mientras la inapropiada pregunta parecía haberse quedado suspendida en el aire.

    –No. ¿Se puede saber a qué está jugando? –preguntó ella.

    James supo que debía reconducir el interrogatorio si quería mantener el control.

    –¿Cuándo adoptó su alias presente?

    Ella volvió a desviar la mirada.

    –Hace nueve años.

    –¿Cuánto tiempo después de su último arresto?

    La mujer bajó la mirada, pero mantuvo la cabeza erguida.

    –¿Debo llamar a un abogado?

    –No, aunque le puedo recomendar a una de las mejores del estado –James abrió un cajón y buscó hasta encontrar un tarjeta de Rosebud Armstrong que deslizó sobre el escritorio–. El agente Yellow Bird puede darle referencias.

    También él la conocía en persona. Pero muy pocas personas sabían que el hijo de un antiguo ministro de Defensa había tenido una affaire con una india lakota en la universidad. Se trataba de una información que podía destrozar su carrera, y James no había estado dispuesto a dejar que una atracción pasajera arruinara su futuro. Eso era algo que debía recordar cada vez que mirara a la señorita Eagle Heart.

    Ella leyó la tarjeta y la sostuvo en la mano mientras acariciaba el borde. James observó que tenía unos dedos largos, con uñas cortas, sin pintar. Mostraban algunas durezas que indicaban que no era una mujer privilegiada. Al contrario que Pauline Walker, la mujer que su madre había elegido para él como esposa. No. Eagle Heart tenía las manos de una mujer que sabía cómo usarlas.

    James se revolvió en el asiento. Tenía que mantener la concentración.

    –Señorita Eagle Heart, la he llamado porque creo que tiene conocimiento personal de un crimen, y me gustaría que me proporcionara su versión de los hechos.

    –Yo no sé nada de ningún crimen –dijo ella, palideciendo–. Nunca he estado en la cárcel.

    –A pesar de haber sido detenida en diecisiete ocasiones. Ya lo he observado. Como he observado que siempre le tocó el mismo juez: Royce T. Maynard.

    El pulso de James se aceleró en cuanto mencionó a uno de los jueces más corruptos del sistema judicial. Poder imputarlo le permitiría colgarse una medalla que le abriría el camino hacia su carrera política. Primero se presentaría a fiscal general, luego a gobernador y, si todo salía bien, alcanzaría posiciones aún más elevadas dentro de la administración... quizá hasta la sala oval.

    De pequeño, había creído que ser abogado era mucho más admirable que ser político. Pero con los años había descubierto que solo dentro de la política se podía cambiar el mundo. Estaba convencido de que podía guiar el país tal y como conducía sus casos: con eficacia, honradez y con el sentido de la justicia por encima de

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