Sueños del viento noctámbulo y sus rimas despiertas
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Maximiliano Vita nos muestra en este poemario las confabulaciones que arremeten entre el sueño y la vigilia, cuando el alba emerge entre las cenizas de la noche.
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Sueños del viento noctámbulo y sus rimas despiertas - Maximiliano Vita
canción.
Preludio
Concibo esta obra, si es que puede adquirir tal carácter, como aquellas confabulaciones que arremeten entre el sueño y la vigilia, cuando el alba emerge entre las cenizas de la noche, como el disco rayado de una mente en pleno rechazo de cordura. Entonces diría, si es posible describir lo que la escasez de imaginación entreteje en la negrura interior del pensamiento, que todo lo que aquí aparece no es más que un ínfimo compendio de lo que los sueños, o aquel que los sueña –con toda volatilidad-, defectuosamente y en forma precaria, puede expresar a través del lenguaje escrito.
Sueñario
Riberas altas del consciente
La noche me invita a escribir
La noche me invita a escribir;
me seduce con su semblante dormido,
las luces menguadas, el silencio tendido.
La noche llama a mi mente,
derrama tus letras, ordena,
enséñame aquello que sientes.
La noche vigila despierta,
mi pluma, en vela,
rehúsa su oferta.
La noche me invita a escribir,
no hay otra cosa que pida de mí,
mas que atienda su decidir.
Pero no es mía la petición,
es del poeta en mi interior.
La noche lo invita a escribir;
infortunada sea ella, porque
todo lo que hace él… es dormir.
Sólo palabras
Vanas resultan mis vagas palabras,
sin fuerza, sin alma, son sólo palabras.
Proyecto las letras que abogan la causa,
escasas de ímpetu,
lucen trazos inertes que resbalan sin gracia.
No consigo designio que alimente los versos,
sólo hallo palabras, vacías, sin peso.
Con tantas estrofas escritas en roca
anhelo las rosas que en pieles afloran.
Vanas resultan mis vagas palabras,
no encuentro respuesta al misterio que encierras,
sólo palabras que en nada cooperan.
Sin respuesta
Cómo tenerte, si eres abstracta,
cómo tocarte, si tu piel es porcelana.
Cómo huirte, tallada en mi mente,
cómo espantarte, si un fantasma eres.
Cómo mirarte, si eres ilusión,
cómo atraparte, si tú eres prisión.
Cómo olvidarte, cuando eres infinita,
cómo recordarte, si no hay huellas en la brisa.
Cómo odiarte, en sueños tan perfectos:
tus ojos de esmeralda, tus besos de sahumerio.
Cómo amarte, si a mis rimas escapas,
en tan negra realidad, sólo eres ignorancia.
Vagando entre la luz y las sombras
Me naces
Me naces de una idea abstracta,
de un pincel sin filo,
del muerto que sabe de muerte,
pero poco de vivo.
Me naces de la mañana desnuda,
de un mundo vacío bajo la serenata añil del cielo;
del calor de la palabra y del hielo del silencio.
Me naces del sueño del mar, que por hondo es frío,
y el anhelo de la arena, que es áspera e impía.
Me surges del desvelo de la noche
y las lágrimas del día,
como un ángel de alas blancas
y vestido de cenizas.
Me naces del sol naciente, hijo del fuego,
y la luna argentada, musa de melancolía;
como un lago de estrellas
y una canción de las mismas.
Me naces del dolor del alma
y el estigma del cuerpo,
como una punzada de acero
o capricho de aguacero.
De la nieve te arrojas
cual princesa enamorada,
de largo vestido albo
y sonrisa apasionada.
Me naces del viento
que susurra tu nombre,
y de los árboles verdes
que entre sombras lo esconden.
Me naces de pasiones ocultas
y deseos perdidos,
de un cuadro bonito
y un desierto sin río.
Me creces en el arrebol del ocaso
y en el agua cristalina, en paisajes lejanos
y aventuras recorridas.
Me naces del amor por la vida y el temor por la muerte,
de palacios de azúcar y delirios de suerte.
Desde el risco más alto hasta la cueva más profunda,
desde el insecto pequeño hasta el dios sin defecto;
de todos ellos me naces, y te llamo…
Poesía
Grises mañanas
Gris, mañana gris (¡la detesto!);
infortunio de ciudad desamparada.
Se enciende el día como una vela apagada,
como la noche postrera cobrando venganza.
Vaga, pasmada, mi mente en esta página,
sin extrañas razones, como fría nostalgia.
Desayuno locura bañada en malteada (¡la detesto!),
sin objeto dormido, sólo verla en mis mañas.
Beldad divina que mora en mis recuerdos,
faroles malditos que te borran de ellos.
Gris, mañana gris (¡la detesto!);
fatal martirio del alma, frecuencia sin tiempo, eterno anagrama.
Yaces dormida en las fauces de la tierra,
aguardando compañía, condenando mi estadía.
Gris, mañana gris (¡la detesto!); de luces apagadas;
de sentencias cumplidas y balas disparadas.
Caigo en tu pelo coronado de fuego,
esperando el aliento que me lleve al infierno.
Gris, mañana gris (¡Cuánto la anhelo!);
de hombres vencidos y conductas de entierro.
Sobre mi cama descansa una página,
junto a un arma hambrienta de balas.
La abraza la sangre de un cuerpo olvidado,
sin razones ocultas, sin objeto perdido,
sólo costumbre de grises