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    Para que no te pierdas en el barrio
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    Para que no te pierdas en el barrio
    Ebook120 pages2 hours

    Para que no te pierdas en el barrio

    By Patrick Modiano

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    About this ebook

    Jean Daragane, un escritor solitario, recibe una llamada telefónica. Un desconocido de voz ligeramente amenazante le habla de una vieja libreta de direcciones que probablemente perdió en un tren que venía de la Costa Azul y lo cita para entregársela. El desconocido se presenta acompañado de una enigmática joven y se interesa por uno de los nombres de la libreta. Ese encuentro llevará al escritor a rastrear en su pasado, a rememorar un episodio de la infancia que marcó su vida: su madre lo dejó al cuidado de una amiga, en una enorme mansión a las afueras en la que el niño veía entrar y salir a extraños visitantes nocturnos. ¿Eran traficantes? ¿De qué? ¿Y quién era aquella mujer? ¿Qué habrá sido de ella? ¿Seguirá viva? París y su extrarradio. El pasado. Una mujer misteriosa. El temor de un niño a ser abandonado. Un hombre que busca. Un escritor que indaga en una herida abierta que acaso la escritura logrará por fin sellar. Un libro que contiene muchas preguntas y apenas algunas respuestas. Un libro sobre misterios envueltos en las brumas del recuerdo. Un libro sobre un episodio de infancia que quizá explique toda una vida. Territorio Modiano: ecos, fragancias, imágenes como de una vieja película, escenarios evanescentes, personajes fantasmagóricos. La nueva novela del premio Nobel Patrick Modiano es una obra maestra en la que el autor, detective de la memoria, reconstruye un episodio que forja su imaginario. Una pieza fundamental para completar el rompecabezas de su prodigiosa literatura.

    LanguageEspañol
    PublisherEditorial Anagrama
    Release dateMay 13, 2015
    ISBN9788433936158
    Para que no te pierdas en el barrio
    Author

    Patrick Modiano

    PATRICK MODIANO was born in 1945 in a suburb of Paris and grew up in various locations throughout France. In 1967, he published his first novel, La Place de l'étoile, to great acclaim. Since then, he has published over twenty novels—including the Goncourt Prize−winning Rue des boutiques obscures (translated as Missing Person), Dora Bruder, and Les Boulevards des ceintures (translated as Ring Roads)—as well as the memoir Un Pedigree and a children's book, Catherine Certitude. He collaborated with Louis Malle on the screenplay for the film Lacombe Lucien. In 2014, he was awarded the Nobel Prize in Literature. The Swedish Academy cited “the art of memory with which he has evoked the most ungraspable human destinies and uncovered the life-world of the Occupation,” calling him “a Marcel Proust of our time.”

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    Reviews for Para que no te pierdas en el barrio

    3.5/5

    113 ratings11 reviews

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    • 4/5
      I'm beginning to think Modiano's books just aren't my cup of tea. All that oblique hinting, the subtlety, the innuendo. Just tell me what's going on already! I feel like I'm supposed to like this, I'm supposed to think it's profound and layered and amazing and maybe it is, maybe I just don't have the patience for books like this right now. With the first book of his I read, looking up some names in Wikipedia helped me understand what was going on and I've heard that this is helpful with this book as well. So here's the thing. Just put what you want me to know in the book. I really should not have to look up references to make sense of your narrative. It's not that i'm lazy, it's that the writing is, if it depends on me running down biographies. Modiano might just say that I'm ignorant if I don't get his allusions but I'm not sure that's fair. I just wish the book were clear enough on its own for research to be unnecessary.
    • 3/5
      As I noted in my review of Patrick Modiano's Suspended Sentences, I was drawn to his work after he won the 2014 Nobel Prize in Literature. I didn't like the novellas in Suspended Sentences, and his "suspense" novel So You Don't Get Lost in the Neighborhood didn't help me understand the Nobel committee's decision any better (and I'm now scratching my head over this book's inclusion on the 2016 Tournament of Books Long List, too).I put the word "suspense" in quotation marks above because it is both accurate and inaccurate as a description of Modiano's novel. This is not a novel of suspense in the sense that I (and, I suspect, many other American readers) think of such novels. Alfred Hitchcock, often referred to as the "master of suspense," defined suspense as the state of waiting for something significant to happen, where the audience is as fully informed as possible and can, therefore, hold its breath waiting for that event to engulf the unsuspecting protagonist. In So You Don't Get Lost in the Neighborhood, however, Modiano has reversed these roles; the protagonist, Jean Daragane, seems to know what's going on, but the reader is clueless. We can see from the start that Daragane feels threatened by the man who has somehow come into possession of his address book, but we have no idea why. My notes are peppered with such comments as "Why is he so wary from the beginning?" and "Seems unreasonably paranoid." That bewilderment is never resolved; the book ends abruptly 155 pages after it began, with nothing significant having happened (or, if it did, I missed it completely).If it weren't for my having read, understood, and enjoyed several books by Pascal Garnier (not to mention Marcel Proust, with whom Modiano has been compared), I would be tempted to conclude that works translated from the French are simply beyond me. Instead, I think Modiano's writing is simply too obscure for my tastes.I received a free copy of So You Don't Get Lost in the Neighborhood through Edelweiss in exchange for an honest review.
    • 3/5
      I decided to read this because the author had received the Nobel Prize for literature in 2014. I understand that this is a translation so something may be missing. The author's style is about links to memory, references to the past, a mystery. The book is short and the writing is excellent. I am glad I read something by him, and I am willing to read another of his books. I will say that he may not be for everyone. I also found that his movement between the present and past got confusing because of the threads in his narrative.
    • 3/5
      This book was okay. I enjoyed the writing and reading it, but didn't really feel like I got anything out of it. I felt like it was leading me somewhere, and then it just ended without getting there. I thought about giving it 2 stars, but it did make me want to give some of Modiano's other works a try, so I gave it 2.5 stars. I don't know that this book would be for everyone, but on the flip side, others might appreciate it more than me. I don't know.
    • 5/5
      Another fine Modiano. This could stand alone, but I think it makes more sense if read after some of his other works. Library book.
    • 5/5
      Nobel prize winner 2014 - hooray! My wife asked me what this book was about. It's about all the things that Modiano's books are always about, I replied. That's why it's so good. It's about a woman called Annie Astrand who once looked after the narrator when he was a boy. The return of a lost address book triggers memories in the narrator's mind and he remembers visiting Annie Astrand later on; he remembers someone telling him that she had done time but what for - no-one really knows or is prepared to say. He remembers having his photo taken in a photo booth with Annie Astrand, a mysterious train journey to a town on the Cote d'Azur - Eze sur Mer perhaps - and being left alone in a house. It's all about different layers of time, false passports, frontiers, people and places interwoven across these time zones, memories fading, resurfacing, lost parents, shady characters and activities, Roger Vincent, Colette Laurent, murdered, nothing quite clear or adding up but then it doesn't have to quite add up - it's magic. I've read it twice so far - and need to read it again. Modiano writes so well.
    • 4/5
      Many years afterwards, we attempt to solve puzzles that were not mysteries at the time and we try to decipher half-obliterated letters from a language that is too old and whose alphabet we don't even know.

      Welcome to a simple yet disturbing turn. Modiano provides a world where the pieces don't quite fit. There are gaps and incongruities here. Chance encounters jar an author from his solitude. He himself is expected to provide answers, which only disorients him further. Insert citations about Noir and Beckett: I am not sure that will help. This is a fresh voice, even if the material appears familiar, almost recalled -- in fact.

      I am not sure I could have appreciated this if I was younger. There is something about the mind's blind spots and our self-editing which doesn't reveal itself until a few streaks of gray have adorned our weary heads.
    • 5/5
      Patrick Modiano has written more than 20 novels and has received multiple awards for his writing. In 2014, he won the Nobel Prize in Literature. In So You Don’t Get Lost in the Neighborhood, wonderfully translated from the French by Euan Cameron, Modiano gives the reader a view of life in Paris through the constricted paranoid consciousness of a successful novel writer.Jean Daragane is a middle age intelligent person who has withdrawn to a life of comfortable isolation in his apartment. He has a history of residence changes in Paris with a common characteristic for each venue of an escape route from the building and an anchor to the reality of Paris life outside his window. In his current home, Jean is able to look at a tree in a park across the street giving him a stable immediate connection with the living world and positive childhood memories of Paris. This action of needing only a view of the outside world for peace of mind is reminiscent of the behavior of Meursault in The Stranger by Albert Camus. Jean is not home bound, however, and likes to take daily walks in Paris enjoying the flora, especially in summer.Jean has relegated his past history to books he has written, novels that are psychologically autobiographical. Once he has written a fictional piece, he does not re-read it or think about the memories that were the foundation of the novel. His oeuvre, however, is like Oscar Wilde’s The Picture of Dorian Gray describing the unconscious evolution of the emotion of his past. The emotion spills out of his repressed memories when he is contacted by an advertising agency employee who has a found a notebook that Jean has lost and forgotten in a Cafeteria.Gilles Ottolini and an assistant Chantal Grippay telephone Jean to arrange a meeting to return the notebook. Jean responds to a vague proposal by the two strangers to write an article based on a name discovered in the notebook.Receiving a personal call is such a rare event that the reclusive writer agrees to meet with Gilles and Chantal because of fear of blackmail on the one hand and excitement of meeting new people and breaking out of his loneliness and isolation on the other. Jean soon discovers that sharing information from his notebook triggers an emotional revisit to his childhood that leads him away from the peaceful summer memories of walking the tree lined Paris boulevards and sun filled parks in the city. He finds that the results of trauma can be hidden from consciousness, but the childhood emotional reactions to them are as powerful as they were forty years ago.I really enjoyed reading this novel with its keen psychological insight of the characters and lyrical of descriptions of the atmosphere of Paris. My overall very positive experience of reading the novel was like the one I had reading surrealist Andre Breton’s novel, Nadia. I look forward to reading more of the novels of Patrick Modiano.
    • 5/5
      In his first novel since winning the Nobel Prize in 2014, Patrick Modiano has spun an absorbing tale of mystery and suspense. He is a French novelist who also won the Austrian State Prize for European Literature in 2012 and the 2010 Prix Mondial Cino Del Duca from the Institute of France for lifetime achievement. His other prestigious awards include the Prix Goncourt for The Street of Obscure Boutiques in 1978 and the 1972 Grand Prix du Roman de L’Académie for Ring Road. His work has been translated into more than 30 languages. Most of his novels had not been translated into English until he was awarded the Nobel Prize.Jean Daragane is a novelist who is in a funk and living as a recluse in Paris. One day he discovers he has lost his address book, and he receives a phone call from a stranger, who found the book in a train station. His first thought is blackmail, but he agrees to meet the caller, Gilles Ottolini, who brings a woman friend, Chantel Grippay. Jean retrieves the book and leaves. The next day, Gilles calls again, and wants to talk about an entry in the address book – Guy Torstell. Jean has no memory of who this man is or even why he is in his address book. Gilles reveals Jean also used the name in his first novel, 30 years ago. The mystery thickens when Jean receives a call from Chantell and reveals several apparently coincidental items, which connect Gilles and Jean. The next day, Chantel calls Jean, and ask him to meet at her apartment. Modiano writes, “She leant over to him, and her face was so close to his that he noticed a tiny scar on her left cheek. Le Tremblay. Chantel. Square de Graisvaudan. These words had traveled a long way. An insect bite, , very slight to begin with, and it causes you an increasingly sharp pain, and very soon a feeling of being torn apart. The present and the past merge together, and that seems quite natural because they were only separated by a cellophane partition. An insect bite was all it took to pierce the cellophane. He could not be sure of the year, but he was very young, in a room as small as this one with a girl called Chantel – a fairly common name at the time. The husband of this Chantel, on Paul, and other friends of theirs had set off as they always did on Saturdays to gamble in the casinos on the outskirts of Paris: […] and they came back the following day with a bit of money. He, Daragane, and this Chantel, spent the entire night together in this room in square du Graisvaudan until the others returned. Paul, the husband, also used to go to race meetings. A gambler. With him it was not merely a matter of doubling up on your losses” (31-32). As Modiano expands on this peculiar web of coincidences, the suspense rises. Chantel gives Jean copies of notes for an article about Tostel. It is not apparent that she had permission to do so. Later, Jean examines the copies, and notices a passage from his first novel, Summer Night. Modiano reads from his novel, “In the Galeris de Beaujolais, there was indeed a bookshop behind whose window some art books were displayed. He went in. S dark-haired woman was sitting at her desk. //. ‘I should like to talk to Monsieur Morihien.’ // Monsieur Morihien is away,’ She told him. “but would you like to speak to Monsieur Torstel?’” (41). The tenuous threads, which hold this story together, create a tale of mystery and suspense, which you can finish in a day.The more clues Patrick Modiano supplies, the more mysterious the story becomes. So You Don’t Get Lost in the Neighborhood is a good introduction to a writer for those interested in a good mystery mixed with fine literary fiction. 5 stars--Jim, 12/29/15
    • 5/5
      A man named Jean Daragane recalls his rootless childhood, some of which was spent with a woman named Annie Astrand. Time fluctuates in the story, and he is sometimes thrust back to when he was a younger man, having written his first novel and searching for traces of Annie. A central question in Modiano’s books seems to be: “Why do people whose existence you are unaware of, whom you meet once and will never see again, come to play, behind the scenes, an important role in your life?”Jean possesses a suitcase (his memories?) he has not opened in ten years. “He could not part with it, but he was nevertheless relieved to have lost the key.”The writing is elegant, the atmosphere dreamlike, with Jean Daragane moving from present time back to the past, then further back, seeking but avoiding the most traumatic moment of his childhood.
    • 4/5
      Clever writing. Somehow moves forward propulsively with a tight plot while sprawling backwards stabbing for memories.

    Book preview

    Para que no te pierdas en el barrio - María Teresa Gallego Urrutia

    Índice

    Portada

    Para que no te pierdas en el barrio

    Notas

    Créditos

    No puedo aportar la realidad de los hechos, sólo puedo ofrecer su sombra.

    STENDHAL

    Poca cosa. Como la picadura de un insecto, que al principio nos parece benigna. Al menos eso es lo que nos decimos en voz baja para tranquilizarnos. El teléfono había sonado a eso de las cuatro de la tarde en casa de Jean Daragane, en la habitación que llamaba el «despacho». Se había quedado traspuesto en el sofá del fondo, resguardado del sol. Y esos timbrazos que ya había perdido desde hacía mucho la costumbre de oír no cesaban. ¿Por qué esa insistencia? En el otro extremo del hilo, a lo mejor se les había olvidado colgar. Se levantó por fin y fue hacia la parte de la habitación próxima a las ventanas, donde el sol pegaba con muchísima fuerza.

    «Querría hablar con el señor Daragane.»

    Una voz desganada y amenazadora. Ésa fue su primera impresión.

    «¿Señor Daragane? ¿Me oye?»

    Daragane quiso colgar. Pero ¿para qué? Los timbrazos se reanudarían sin interrumpirse nunca. Y a menos que cortara definitivamente el cable del teléfono...

    «Al aparato.»

    «Es por su libreta de direcciones, caballero.»

    La había perdido el mes anterior en un tren que lo llevaba a la Costa Azul. Sí, sólo podía haber sido en ese tren. La libreta de direcciones había resbalado del bolsillo de la chaqueta seguramente en el momento de sacar el billete para enseñárselo al revisor.

    «He encontrado una libreta de direcciones a su nombre.»

    En la tapa gris ponía: EN CASO DE EXTRAVÍO ENVIAR ESTA LIBRETA A. Y Daragane, un día, mecánicamente, había escrito su nombre, sus señas y su número de teléfono.

    «Se la llevo a su domicilio. El día y a la hora que quiera.»

    Sí, definitivamente una voz desganada y amenazadora. E incluso, pensó Daragane, una voz de chantajista.

    «Preferiría que nos viéramos fuera de casa.»

    Había hecho un esfuerzo para sobreponerse al malestar que sentía. Pero su voz, que habría querido que resultara indiferente, le pareció de pronto una voz sin inflexiones.

    «Como quiera, caballero.»

    Hubo un silencio.

    «Una lástima. Estoy cerquísima de su casa. Me habría gustado dársela en mano.»

    Daragane se preguntó si el hombre no estaría delante del edificio y si no se iba a quedar allí, acechando su salida. Tenía que librarse de él lo antes posible.

    «Veámonos mañana por la tarde», acabó por decir.

    «Si usted quiere... Pero en tal caso cerca de mi lugar de trabajo. Por la zona de la estación de Saint-Lazare.»

    Estaba a punto de colgar, pero no perdió la sangre fía.

    «¿Conoce la calle de L’Arcade?», preguntó el hombre. «Podríamos quedar en un café. En el número 42 de la calle de L’Arcade.»

    Daragane apuntó la dirección. Recobró el resuello y dijo:

    «Muy bien, caballero. En el número 42 de la calle de L’Arcade mañana a las cinco de la tarde.»

    Luego colgó sin esperar la respuesta de su interlocutor. Lamentó en el acto haberse portado de forma tan desabrida, pero le echó la culpa al calor que agobiaba París desde hacía unos cuantos días, un calor inhabitual en el mes de septiembre. Le incrementaba la soledad. Lo obligaba a quedarse encerrado en aquella habitación hasta que se ponía el sol. Y además el teléfono no había vuelto a sonar desde hacía meses. Y el móvil, encima del escritorio...: se preguntó cuándo lo había usado por última vez. Apenas si sabía utilizarlo y se equivocaba con frecuencia al apretar las teclas.

    Si el desconocido no hubiese llamado por teléfono, se le habría olvidado para siempre la pérdida de aquella libreta. Intentaba recordar qué nombres había en ella. La semana anterior quería incluso reconstruirla y, en una hoja en blanco, había empezado a hacer una lista. Al cabo de un momento rompió la hoja. Ninguno de los nombres era de las personas que habían tenido importancia en su vida y cuyos números de teléfono y direcciones nunca había necesitado apuntar. Se los sabía de memoria. En esa libreta sólo había conocidos de esos de los que se dice que son «de orden profesional», unas cuantas señas supuestamente útiles, no más de treinta nombres. Y, entre ellos, varios que habría debido suprimir, porque ya no valían. Lo único que lo había preocupado al perder la libreta era haber mencionado en ella su propio nombre y sus señas. Por descontado, podía hacer como si no hubiera ocurrido nada y dejar que aquel individuo lo esperase en vano en el número 42 de la calle de L’Arcade. Pero entonces siempre quedaría algo en el aire, una amenaza. Había soñado muchas veces, en el vacío de algunas tardes solitarias, que sonaba el teléfono y una voz suave le daba una cita. Se acordaba del título de una novela que había leído: El tiempo de los encuentros. A lo mejor ese tiempo no había terminado aún para él. Pero la voz de hacía un rato no le inspiraba confianza. Desganada y amenazadora a un tiempo era aquella voz. Sí.

    Le pidió al taxista que lo dejase en La Madeleine. Hacía menos calor que los otros días y era posible andar siempre y cuando uno fuera por la acera de la sombra. Fue por la calle de L’Arcade, desierta y silenciosa bajo el sol.

    Llevaba una eternidad sin andar por aquellos parajes. Se acordó de que su madre actuaba en un teatro de las inmediaciones y su padre tenía un despacho al final del todo de la calle, a la izquierda, en el 73 del bulevar de Haussmann. Lo asombró que aún le sonara el número 73. Pero todo ese pasado se había vuelto tan translúcido con el tiempo... Un vaho que se disipaba al sol.

    El café estaba en la esquina de la calle y del bulevar de Haussmann. Un local vacío, una barra larga con estanterías encima, igual que en un autoservicio o en un Wimpy de los de antes. Daragane se sentó en una de las mesas del fondo. ¿Acudiría el desconocido a la cita? Las dos puertas, la que daba a la calle y la que daba al bulevar, estaban abiertas por el calor. Al otro lado de la calle, el edificio grande, el número 73... Se preguntó si alguna de las ventanas del despacho de su padre daría de ese lado. ¿En qué piso? Pero esos recuerdos se le iban escabullendo sobre la marcha, como pompas de jabón o los retazos de un sueño que se volatilizan al despertar. Habría tenido la memoria más despierta en el café de la calle de Les Mathurins, delante del teatro, donde esperaba a su madre, o en los alrededores de la estación de Saint-Lazare, una zona por la que había andado mucho hacía tiempo. Aunque no. Seguro que no. La ciudad ya no era la misma.

    «¿El señor Jean Daragane?»

    Había reconocido la voz. Tenía delante a un hombre de unos cuarenta años, a quien acompañaba una muchacha más joven que él.

    «Gilles Ottolini.»

    Era la misma voz, desganada y amenazadora. Señalaba a la muchacha:

    «Una amiga... Chantal Grippay.»

    Daragane seguía en su asiento, inmóvil, sin tenderles la mano siquiera. Se sentaron los dos enfrente de él.

    «Le ruego nos disculpe... Llegamos con algo de retraso...»

    Ottolini había adoptado un tono irónico, seguramente para mostrar aplomo. Sí, era la misma voz, con un leve, casi imperceptible, acento del sur que no le había llamado la atención a Daragane la víspera, por teléfono.

    Piel marfileña, ojos negros, nariz aquilina. La cara era delgada, tan cortante de frente como de perfil.

    «Aquí tiene lo que le pertenece», le dijo a Daragane, en el mismo tono irónico, que parecía ocultar cierto embarazo.

    Se sacó del bolsillo de la chaqueta la libreta de direcciones. La puso encima de la mesa tapándola con la palma de la mano, separando los dedos. Hubiérase dicho que quería impedir a Daragane que la cogiera.

    La muchacha estaba algo retirada, como si no quisiera que nadie se fijara en ella, una morena de unos treinta años con media melena. Llevaba una camisa y un pantalón negros. Le lanzó una mirada inquieta a Daragane. Éste se preguntó, por los pómulos y los ojos rasgados, si no sería de origen vietnamita, o china.

    «¿Y dónde encontró esta libreta?»

    «En el suelo, debajo de un asiento del bar de la estación de Lyon.»

    Le alargó la libreta de direcciones. Daragane se la metió en el bolsillo. Recordó, efectivamente, que el día que se fue a la Costa Azul llegó con adelanto a la estación de Lyon y se sentó en el bar del primer piso.

    «¿Quiere tomar algo?», preguntó el tal Gilles Ottolini.

    A Daragane le entraron ganas de dejarlos plantados. Pero cambió de opinión.

    «Una Schweppes.»

    «Intenta dar con alguien que nos atienda. Yo quiero un café», dijo Ottolini, volviéndose hacia la muchacha.

    Ésta se puso de pie en el acto. Aparentemente, estaba acostumbrada a obedecerle.

    «Debía de ser un fastidio estar sin esa libreta...»

    Sonrió con una peculiar sonrisa que a Daragane le pareció insolente. Pero quizá fuera torpe o tímido.

    «La verdad», dijo Daragane, «puede decirse que ya

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