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La Celestina
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La Celestina

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Adaptación para los adolescentes o para adultos en un lenguaje más actual, sencillo y comprensible de La Comedia o Tragicomedia de Calisto y Melibea también llamada La Celestina, nombre por el que es más conocida, es una de las obras más importantes de la literatura española.
Se asegura que la obra ha sido creada por dos autores distintos, aunque se ignora quien fue el autor del primer acto. El mismo Fernando de Rojas explica que se encontró en Salamanca un manuscrito del primer acto de esta obra y decidió continuarla para distraerse. Terminó hasta el dieciséis acto de Comedia de Calisto y Melibea, más tarde agregó hasta el acto veintiuno con el nombre de Tragicomedia de Calisto y Melibea.
LanguageEspañol
PublisherOlelibros
Release dateJul 20, 2016
ISBN9788416063048
Author

Fernando de Rojas

Fernando de Rojas (c. 1465/73, in La Puebla de Montalbán, Toledo, Spain – April 1541, in Talavera de la Reina, Toledo, Spain) was a Spanish author and dramatist, known for his only surviving work, La Celestina (originally titled Tragicomedia de Calisto y Melibea), first published in 1499. It is variously considered 'the last work of the Spanish Middle Ages or the first work of the Spanish Renaissance'.

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    La Celestina - Fernando de Rojas

    hija.

    INTRODUCCIÓN

    La Comedia o Tragicomedia de Calisto y Melibea también llamada La Celestina, nombre por el que es más conocida, es una de las obras más importantes de la literatura española.

    Se asegura que la obra ha sido creada por dos autores distintos, aunque se ignora quien fue el autor del primer acto. El mismo Fernando de Rojas explica que se encontró en Salamanca un manuscrito del primer acto de esta obra y decidió continuarla para distraerse. Terminó hasta el dieciséis acto de Comedia de Calisto y Melibea, más tarde agregó hasta el acto veintiuno con el nombre de Tragicomedia de Calisto y Melibea.

    A finales del siglo XV y XVI, época en la que fue escrita La Celestina, España vivía importantes transformaciones sociales y económicas. La mentalidad medieval chocaba con las nuevas ideas difundida por el humanismo, que entendía al hombre como centro del universo, defendía la libertad y recuperaba la cultura clásica y, con ella, la sensualidad. En la obra se retratan virtudes y vicios de la sociedad del siglo XVI. Fernando de Rojas veía la vida como una lucha constante.

    La persecución religiosa, encarnada por la inquisición, desterraba la posibilidad de la libertad de creencias. Sólo se admitía la práctica de la religión cristiana. Para poder permanecer en España, los judíos se vieron obligados a convertirse al cristianismo. El autor es de origen judío y de familia con riquezas. Su padre fue quemado por la inquisición.

    Se escribió pues La Celestina en un contesto social agitado, donde entran en conflicto numerosas fuerzas contrarias: la norma social y la voluntad personal, el deber y el deseo, la dependencia y la necesidad de libertad, la traición y la lealtad, lo culto y lo popular.

    La obra se encuentra a mitad de camino entre dos géneros literarios: el teatro y la novela. Mediante la intervención de los personajes se desarrolla la acción. Se utilizan recursos exclusivos del teatro, como los apartes. Por otro lado, la obra tiene una extensión importante, ello hace pensar que no se escribió para ser representada, sino para que fuera recitada. El texto posee una construcción compleja, cercana a la de la novela.

    La obra trata de la pasión amorosa: Calisto y Melibea la viven ciegamente, más bien pierden la razón trastornados por sus amores, y viven la pasión amorosa distorsionada por la lectura de libros de su época; el criado Sempronio disfruta con Elicia; el criado Pármeno traiciona a su señor para acostarse con Aréusa y ambos se mueven por avaricia y sexo traicionando a su amo; Lucrecia envidia las relaciones íntimas de Calisto y Melibea; Celestina intenta satisfacer su decadente apetito sexual viendo el encuentro de Pármeno con Areúsa; Pleberio se acusa de llevar una soltería desenfrenada; incluso los religiosos son mostrados como pecaminosos. El autor no se recrea con escenas sexuales y denuncia a quienes caen en la desbordada sexualidad.

    El objetivo de esta adaptación es promover y facilitar la lectura de esta joya de nuestra literatura. Se respetan todos los capítulos y no se simplifica la obra, sino que introduce vocablos más asequibles, menos arcaicos, y suprime párrafos cuya referencias mitológicas o históricas caen fuera del alcance de los lectores a los que va dirigida. Los refranes son de una inmensa riqueza, de los cuales quedan aquellos cuyos contenidos son más apropiados para los tiempos actuales y los jóvenes lectores.

    PERSONAJES DE LA OBRA

    Calisto, joven enamorado de Melibea.

    Melibea, única hija de Pleberio y Alisa, de alta cuna.

    Celestina, alcahueta, astuta, interesada y amoral, personajes principal de la obra.

    Pleberio y Alisa, nobles y adinerados padres de Melibea.

    Pármeno y Sempronio, criados de Calisto, de carácter débil, cobardes y egoístas.

    Lucrecia, criada de Pleberio.

    Elicia y Areúsa, primas, rameras, amigas de Celestina.

    Centurio, rufián.

    Crito, cliente de la ramera Areúsa.

    Tristán y Sosia, criados de Calisto.

    TRAGICOMEDIA DE CALISTO Y MELIBEA

    El autor a un amigo.

    Aquellos que se ausentan de su tierra suelen pensar en las carencias de las personas que allá dejaron, con la buena intención de buscarles remedio. Dejo volar mi fantasía, concentrado en mi habitación, donde he pensado muchas veces que esta obra es necesaria para nuestra ciudad que tiene muchos galanes y enamorados.

    También pienso que podía servirte puesto que el amor te ha lastimado en tu juventud al no disponer de medios para contrarrestar sus embelesos y fuegos. Contra los amores no vencen las armas fabricadas en Milán, eso sí sirven las grabadas en esta obra y las páginas escritas por doctos varones de Castilla. Encontré el primer acto de esta obra y quedé admirado del ingenio y estilo desenfadado nunca antes visto ni oído. Cada vez que lo releía más me gustaba. Me complacía su argumento, y más aún sus pasajes graciosos y sus advertencias contra sirvientes desleales y aduladores, y hechiceras convenencieras. El primer acto carece de firma del autor, creo que fue de Juan Mena o de Rodrigo Cota. Pero quien fuese debe ser recordado por su gran invención, sus sentencias y sabiduría. El autor ocultó su nombre para no ser criticado por las malas lenguas. No te extrañe que yo oculte el mío, puesto que soy un estudiante de Derecho y escribir esta obra es ajeno a las materias que estudio, además la escribí en quince días. Estas explicaciones son para disculpa no solo ante ti sino a los que lean lo escrito.

    ACTO I

    Siguiendo a su halcón, Calisto entra en el huerto de Melibea, al verla quedó enamorado y le dirige la palabra pero ella lo despide. Se retira a su pesar malhumorado y angustiado. Contó lo sucedido a su criado Sempronio el cual le aconsejó, para que le remediara su mal, recurrir a una vieja llamada Celestina, que es alcahueta y hechicera. Calisto acepta el consejo y envía al criado a buscarla. Al llegar Sempronio a casa de Celestina, su enamorada que es prostituta, se halla acostada con Crito, al que oculta con rapidez. Sempronio expone a Celestina al corriente y negocia con ella. Mientras tanto Calisto habla con Pármeno, criado suyo, al cual conoce Celestina desde niño.

    Escena 1. En el huerto de Melibea.

    CALISTO.- Melibea, ahora sí que veo la grandeza de Dios.

    MELIBEA.- ¿En qué la ves, Calisto?

    CALISTO.- En que la sabia naturaleza te dotó de hermosura perfecta, y yo sin merecerlo te hallo en este jardín, que es el lugar más adecuado para expresarte mi alegría y mi dolor secreto. Sin duda verte es incomparablemente mayor galardón que el servicio, sacrificio, devoción y hacer obras piadosas ofrecidas a Dios. ¿Quién ha conocido en el mundo a una persona tan dichosa como yo? ¿Quién como yo puede sentir la gloria? Ni los santos que se deleitan en el cielo con la visión de Dios gozan más que yo contemplando tu cuerpo. Pero, ¡qué tristeza!, hay diferencia entre aquellos que gozan del cielo sin miedo a perderlo, y yo en cuerpo y alma, temo el terrible tormento de tu ausencia.

    MELIBEA.- ¿Verme es un gran premio para ti, Calisto?

    CALISTO.- Si me diese Dios en el cielo un sitio a su lado, rodeado de sus santos, no sería tan feliz.

    MELIBEA.- Pues aún más recompensa te daré si perseveras.

    CALISTO.- ¡Oh, dichosos de mis oídos que han escuchado tan gran palabra!

    MELIBEA.- Más bien te parecerán desdichadas cuando escuches lo que voy a decirte. ¡Vete de aquí! Tu atrevimiento es loco y tus ingeniosas palabras pueden corromper mi virtud. ¡Vete desvergonzado, no soporto que el amor ilícito se haya apoderado de tu corazón y me comunique su deleite.

    CALISTO.- Me marcharé, tan desgraciado como a quien la adversa fortuna mira con odio cruel.

    Escena 2. Calisto vuelve a su casa.

    CALISTO.- ¡Sempronio, Sempronio! ¿Dónde te metes, maldito?

    SEMPRONIO.- Estoy aquí, señor, cuidando de los caballos.

    CALISTO.- Pues, ¿cómo vienes de la sala?

    SEMPRONIO.- Es que se ha volado el halcón he ido a colocarlo en su sitio.

    CALISTO.- ¡Que los diablos te lleven! ¡Así por infortunio arrebatado perezcas, te condenes al infierno, intolerable tormento consigas, porque más insoportable será la muerte que espero. ¡Anda, anda, malvado, abre la habitación y prepárame la cama!

    SEMPRONIO.- Voy enseguida, señor.

    CALISTO.- Cierra la ventana y deja que las tinieblas me acompañen. Mis pensamientos tristes no son dignos de la luz. Bienaventurada muerte que viene deseada por los afligidos. ¡Ven ya! ¡Oh, si los médicos Eras y Crato vinieseis ahora, sentiríais mi mal! No hay esperanza para mi salud.

    SEMPRONIO.- ¿Qué dices?

    CALISTO.- Vete de ahí, no me digas nada. Si no mis propias manos causarán tu muerte.

    SEMPRONIO.- Me iré, pues quieres estar solo para padecer tu mal.

    CALISTO.- Vete al diablo.

    Escena 3. Sempronio sale de la habitación.

    SEMPRONIO.- La situación de mi amo no es cuestión mía. ¿Qué acontecimiento le ha pasado que le ha robado la alegría y el juicio? Y ahora no sé si dejarlo solo o entrar. Si no entro, me mata, si entro, igual me mata. Pues ahí se queda, yo ni me preocupo. Mejor que mi amo se muera ya que aborrece la vida, que no yo que quiero disfrutarla, aunque sea sólo por contemplar a mi Elicia me debería guardar de peligros. Pero si mi amo se mata sin testigos, tendré que dar cuenta de su vida. Más vale que vuelva a entrar. Pero que conseguiré si no quiere consuelo ni consejo. Mejor será que no me vea, porque montará en cólera. Así pues voy a esperar a que se calme, que llore, lágrimas y suspiros son un gran deshogo para el corazón, Si en este tiempo se mata, que se mate. Tal vez yo salga ganando algo, o no, porque si mi amo muere, es posible que me maten a mí, siempre va la soga tras el caldero. Será mejor si entro, lo soporto y lo consuelo.

    Escena 4. Calisto llama a Sempronio voceando.

    CALISTO.- ¡Sempronio!

    SEMPRONIO.- ¿Señor?

    CALISTO.- Tráeme el laúd.

    SEMPRONIO.- Señor, ya está aquí.

    CALISTO.- ¿Qué dolor puede ser tal que se iguale al mal que siento?

    SEMPRONIO.- Destemplado está el laúd.

    CALISTO.- ¿Cómo quieres que esté afinado, si en mi pecho hay un total desconcierto entre paz y guerra, amor y enemistad, ofensas y sospechas, y todo ello por una sola causa? Anda, Sempronio, toca tú y canta la canción más triste que sepas.

    SEMPRONIO.- Mira Nerón de Tarpeya a Roma como se ardía; gritos dan niños y viejos y él de nada se dolía.

    CALISTO.- Mayor es mi fuego y menor la piedad de quien ahora yo digo.

    SEMPRONIO.- No me engaño, mi amo está loco.

    CALISTO.- ¿Qué estás murmurando Sempronio?

    SEMPRONIO.- No murmuro nada, nada.

    CALISTO.- Dímelo, no temas.

    SEMPRONIO.- Digo que no comprendo como puede ser más grande el fuego que te atormenta que aquel fuego que quemó una ciudad y abrasó a tanta gente.

    CALISTO.- ¿Cómo? Yo te lo diré. Es mayor una llama que dura ochenta años que la que pasa en un día, mayor la que mata un alma que la que quema cien mil cuerpos. Como de la apariencia a la existencia, como lo vivo a lo pintado, como la sombra a lo real, tanta diferencia hay del fuego que dices al que me quema. Por cierto, si el fuego del purgatorio es igual al que me consume, prefiero que mi espíritu vaya con el de los animales, antes que ir al cielo pasando por el purgatorio.

    SEMPRONIO.- Además de loco, ¡hereje!

    CALISTO.- ¿No te digo que hables alto? ¿Qué dices?

    SEMPRONIO.- Digo, mi amo, que lo que dijiste es una herejía.

    CALISTO.- ¿Por qué?

    SEMPRONIO.- Porque contradice a la religión cristiana.

    CALISTO.- ¿Y a mí qué más me da?

    SEMPRONIO.- En verdad no eres cristiano.

    CALISTO.- ¿Yo? Melibeo soy, y a Melibea adoro, en Melibea creo y a Melibea amo.

    SEMPRONIO.- ¡Si tú lo dices! Como Melibea es tan grande no cabe en el corazón de mi señor y le sale por la boca a borbotones. Ya sé de qué pie cojeas. Yo te sanaré.

    CALISTO.- Prometes algo increíble.

    SEMPRONIO.- Es fácil. Para comenzar a sanar hay que conocer la dolencia del enfermo.

    CALISTO.- ¿Qué consejo puedo tomar de lo que en sí no tiene orden ni consejo?

    SEMPRONIO.- (Murmura bajo) ¡Ja, ja, ja! ¿Esto es el fuego de Calisto? ¿Son estas sus congojas? ¡Como si el amor solo le dirigiera sus flechas contra él! ¡Oh soberano Dios, qué altos son tus misterios! ¿Qué turbación dispones en el enamorado, que pierde la mesura y salta las barreras como un toro bravo herido?

    CALISTO.- ¡Sempronio!

    SEMPRONIO.- ¿Qué señor?

    CALISTO.- No me dejes.

    SEMPRONIO.- (Haciendo un aparte). Vaya, de otro temple está mi amo.

    CALISTO. -¿Qué te parece mi mal?

    SEMPRONIO.- Que amas a Melibea.

    CALISTO.- ¿Y no otra cosa?

    SEMPRONIO.- ¿Es poco mal tener la voluntad cautiva de una sola mujer?

    CALISTO.- Poco sabes de firmeza.

    SEMPRONIO.- Lo tuyo no es firmeza en mi tierra es ser testarudo.

    CALISTO.- Torpe cosa es mentir el que enseña a otro.

    SEMPRONIO.- Tienes que hacer lo que bien digo y no lo que mal hago.

    CALISTO.- ¿Qué me repruebas?

    SEMPRONIO.- Que prefieres someter la voluntad de un hombre a la de una mujer.

    CALISTO.- ¿Melibea, una mujer? ¡Grosero! ¡Melibea es Dios, Dios!

    SEMPRONIO.- ¿Así lo crees, o te burlas?

    CALISTO.- ¿Burlarme? Por Dios, lo creo, no hay otro soberano en el cielo, vive entre nosotros.

    SEMPRONIO.- (Murmura divertido). ¡Ja, ja, ja! ¿Oíste la blasfemia? ¡Vaya locura!

    CALISTO.- ¿De qué te ríes?

    SEMPRONIO.- Pues me río… pensaba que no había mayor pecado que en Sodoma cuando unos hombres quisieron violar a dos ángeles, pero tu pecado es peor, quieres abusar de Dios

    CALISTO.- ¡Maldito seas! Has conseguido hacerme reír. Nunca lo pensé hacer este año.

    SEMPRONIO.- Entonces… ¿Toda tu vida habías de llorar?

    CALISTO.- Sí.

    SEMPRONIO.- ¿Por qué?

    CALISTO.- Porque amo a aquella mujer y no soy digno de ella, ni la puedo alcanzar.

    SEMPRONIO.- (Murmura). ¿Con que esas tenemos, mal nacido!

    CALISTO.- No le he oído Sempronio, vuélvelo a decir.

    SEMPRONIO.- Dije que tú tienes mejor corazón que muchas personas importantes y desesperas de alcanzar una mujer, cuando muchas se sometieron a quienes no lo merecían, a hombres de baja condición y otras a animales. ¿No conoces la historia de Pasife con el toro?

    CALISTO.- No la creo, son habladurías.

    SEMPRONIO.- Y lo de tu abuela con el mono ¿habladuría fue?

    CALISTO.- Maldito necio ¡Qué bobadas dices!

    SEMPRONIO.- ¿Te escoció? Lee las historias, estudia a los filósofos, mira los poetas. Llenos están los libros de sus viles y malos ejemplos y de las caídas que llevaron las que en algo, como tú, las estimaron. Oye a Salomón cuando dice que las mujeres y el vino hacen blasfemar a los hombres. Aristóteles y Séneca coinciden en no apreciar a las mujeres. En esto están de acuerdo los cristianos, los moros y los judíos. También hubo y hay santas y virtuosas que

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