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Prosas profanas
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Prosas profanas

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PROSAS PROFANAS (1896) representa no sólo la cumbre del esteticismo de RUBÉN DARÍO, sino un hito decisivo en la evolución personal del genial nicaragüense.
LanguageEspañol
PublisherRubén Darío
Release dateFeb 12, 2017
ISBN9788826021010
Prosas profanas
Author

Rubén Darío

Rubén Darío (1867-1916) was a Nicaraguan poet. Following his parents’ separation, he was raised in the city of León by Félix and Bernarda Ramirez, his maternal aunt and uncle. In 1879, after years of hardship following the death of Félix, Darío was sent to a Jesuit school, where he began writing poetry. He found publication in El Termómetro and El Ensayo, a popular daily and a local literary magazine, and was recognized as a promising young writer. Darío soon gained a reputation for his liberal politics and was denied an opportunity to study in Europe due to his opposition of the Catholic Church. In 1882, he travelled to El Salvador, where he studied French poetry with Francisco Gavidia and sharpened his sense of traditional poetic forms. Back in Nicaragua, he suffered from financial hardship and poor health while attempting to broaden his style through experimentation with new poetic forms. In 1886, he traveled to Chile, where he published his masterpiece Azul… (1888), a groundbreaking blend of poetry and prose that helped define and distinguish Hispanic Modernism. The success of Azul… enabled Darío to find work as a correspondent for La Nación, a popular periodical based in Buenos Aires. He travelled widely throughout his career, working as a journalist and ambassador in Argentina, France, and Spain. Darío continued to write and publish poetry, courting controversy with a series of poems written on Theodore Roosevelt and the United States which displayed his inconsistent political position on the impact of American imperialism on Latin America. Towards the end of his life, suffering from advanced alcoholism, Darío returned to his native city of León, where he was buried after a lengthy funeral at the Cathedral of the Assumption of Mary.

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    Prosas profanas - Rubén Darío

    Prosas profanas

    Rubén Darío

    Darío:

    Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío fue un poeta, periodista y diplomático nicaragüense. Máximo representante del modernismo literario en lengua española es posiblemente, el poeta que ha tenido una mayor y más duradera influencia en la poesía del siglo XX. Se le apoda el príncipe de las letras castellanas. Influenciado muy fuertemente por los poetas románticos, y muy especialmente Víctor Hugo sucumbió igualmente a la influencia de los parnasianos: Théophile Gautier, Leconte de Lisle, Catulle Mendès y José María de Heredia. Y, por último aprendió de los simbolistas, y entre ellos, Paul Verlaine. Sin embargo, los temas españoles están muy presentes en su producción. En cuanto a los autores de otras lenguas, debe mencionarse la profunda admiración que sentía por tres autores estadounidenses: Emerson, Poe y Whitman.

    Palabras liminares

    Después de Azul… después de Los Raros, voces insinuantes, buena y mala intención, entusiasmo sonoro y envidia subterránea, —todo bella cosecha— solicitaron lo que, en conciencia, no he creído fructuoso ni oportuno: un manifiesto. Ni fructuoso ni oportuno: a) Por la absoluta falta de elevación mental de la mayoría pensante de nuestro continente, en la cual impera el universal personaje clasificado por Remy de Gourmont con el nombre de Celui-qui-ne-comprend-pas. Celui-qui-ne-comprend-pas es, entre nosotros, profesor, académico correspondiente de la Real Academia Española, periodista, abogado, poeta, rastaquouer. b) Porque la obra colectiva de los nuevos de América es aún vana, estando muchos de los mejores talentos en el limbo de un completo desconocimiento del mismo Arte a que se consagran. c) Porque proclamando, como proclamo, una estética acrática, la imposición de un modelo o de un código, implicaría una contradicción. Yo no tengo literatura mía - como lo ha manifestado una magistral autoridad-, para marcar el rumbo de los demás: mi literatura es mía en mí-; quien siga servilmente mis huellas perderá su tesoro personal y, paje o esclavo, no podrá ocultar sello o librea. Wagner a Augusta Holmés, su discípula, dijo un día: lo primero, no imitar a nadie, y sobre todo, a mí. Gran decir.

    *

     Yo he dicho, en la misa rosa de mi juventud, mis antífonas, mis secuencias, mis profanas prosas-. Tiempo y menos fatigas de alma y corazón me han hecho falta, para, como un buen monje artífice, hacer mis mayúsculas dignas de cada página del breviario. (A través de los fuegos divinos de las vidrieras historiadas, me río del viento que sopla afuera, del mal que pasa.) Tocad, campanas de oro, campanas de plata, tocad todos los días llamándome a la fiesta en que brillan los ojos de fuego, y las rosas de las bocas sangran delicias únicas. Mi órgano es un viejo clavicordio pompadour, al son del cual danzaron sus gavotas alegres abuelos; y el perfume de tu pecho es mi perfume, eterno incensario de carne, Varona inmortal, flor de mi costilla. Hombre soy.

    *

     ¿Hay en mi sangre alguna gota de sangre de África, o de indio chorotega o nagrandano? Pudiera ser, a despecho de mis manos de marqués; mas he aquí que veréis en mis versos princesas, reyes, cosas imperiales, visiones de países lejanos o imposibles: ¡qué queréis! yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer; y a un presidente de República no podré saludarle en el idioma en que te cantaría a tí, ¡oh, Halagabal! de cuya corte -oro, seda, mármol- me acuerdo en sueños…  (Si hay poesía en nuestra América ella está en las cosas viejas: en Palenke y Utatlán, en el indio legendario, y en el inca sensual y fino, y en el gran Moctezuma de la silla de oro. Lo demás es tuyo, demócrata Walt Whitman.) Buenos Aires; Cosmópolis. ¡Y mañana!

    *

     El abuelo español de barba blanca me señala una serie de retratos ilustres: Este, me dice, es el gran don Miguel de Cervantes Saavedra, genio y manco; éste es Lope de Vega, éste Garcilaso éste Quintana. Yo le pregunto por el noble Gracián, por Teresa la Santa, por el bravo Góngora y el más fuerte de todos, don Francisco de Quevedo y Villegas. Después exclamo: ¡Shakespeare! ¡Dante! ¡Hugo… ! (Y en mi interior: ¡Verlaine… !) Luego, al despedirme—: Abuelo, preciso es decíroslo: mi esposa es de mi tierra; mi querida, de París.

    *

     ¿Y la cuestión métrica? ¿Y el ritmo? Como cada palabra tiene

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