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Mágica Leyenda del Dorado-Tomo I
Mágica Leyenda del Dorado-Tomo I
Mágica Leyenda del Dorado-Tomo I
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Mágica Leyenda del Dorado-Tomo I

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About this ebook

Primera parte de tres volúmenes, publicado con el subtítulo Regreso de Bochica y Tisquesusa. Narrado en forma de novela histórica, este libro reconstruye algunos tejidos sociales y muchos rasgos culturales de la etnia muisca asentada en los actuales departamentos de Cundinamarca y Boyacá, arrasada por la voracidad ilimitada de los conquistadores españoles, ansiosos de enriquecerse a costa de la depredación, el pillaje y la imposición violenta de la religión católica.

Mediante una serie de sucesos articulados por medio de la fantasía y la realidad, esta novela identifica la desaforada ambición de las tropas comandadas por el conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada y las dificultades que tuvo con el español Sebastián de Belalcazar y el alemán Nicolás de Federman, avarientos por encontrar los fantásticos tesoros del cacique muisca que según la leyenda se sumergía en una laguna repleta de artesanías fabricadas en oro, en una zona denominada El Dorado.
Sin lugar a dudas esta obra es digna de ser llevada al cine, pues contiene elementos similares a los del Señor de los Anillos o las series de Indiana Jones, con la característica específica que enfoca el proceso evolutivo de las etnias de los países hispanoparlantes y coadyuva a reconstruir la identidad cultural de Latinoamérica.
Es una obra muy recomendada para adolescentes de los grados 8, 9 y 10 como texto de estudio literario, pero también como texto de lectura y enriquecimiento literario para todos los públicos.
El objetivo final de la saga, pretende que los lectores identifiquen los orígenes de la colombianidad, disciernan la mezcla étnica y cultural derivada de la conquista y colonia, el cambio dramático de valores y la desaparición de una de las etnias mas pacificas y creativas de Latinoamérica.

LanguageEnglish
Release dateMar 13, 2017
ISBN9781370141364
Mágica Leyenda del Dorado-Tomo I
Author

Luis Alberto Villamarin Pulido

Luis Alberto Villamarín Pulido, natural de Fusagasugá - Cundinamarca, coronel retirado del Ejército colombiano, con 25 años de experiencia militar (1977-2002), más de la mitad de ellos dedicado a las operaciones de combate contra grupos narcoterroristas en Colombia, y después de su retiro del servicio activo, profuso investigador de temas relacionados con la geopolítica del Medio Oriente, el Asia Meridional y el continente americano; el terrorismo internacional islámico y comunista, historia y proyección estratégica de grupos islamistas como Al Qaeda, Isis, Hizbolá, el conflicto árabe israelí y la Primavera Árabe, así como la amenaza nuclear del régimen chiita de Teherán.Sus obras Narcoterrorismo la guerra del nuevo siglo, Conexión Al Qaeda, Primavera Árabe: Radiografía geopolítica del Medio Oriente, ISIS: la máquina del terror yihadista, el Proyecto Nuclear de Irán y Martes de Horror (atentados terroristas del 9-11), son referentes para el estudio, conocimiento de la complejidad política, geopolítica y geoestratégica del convulso Medio Oriente.Algunas de sus obras han sido traducidas a inglés, francés, alemán, portugués y polaco. Su libro En el Infierno traducido a inglés como In Hell, es base para una película en Hollywood-California, y los demás textos son utilizados como material de estudio en diversas universidades del mundo.

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    Mágica Leyenda del Dorado-Tomo I - Luis Alberto Villamarin Pulido

    Mágica

    Leyenda del

    Dorado

    Coronel

    Luis Alberto Villamarín Pulido

    Ediciones Luis Alberto Villamarín P

    www.luisvillamarin.com

    Mágica Leyenda del Dorado

    Colección Novela Histórica de Colombia (1)

    Tomo I

    © Luis Alberto Villamarín Pulido

    © Ediciones Luis Alberto Villamarín Pulido

    Teléfono: 9082624010

    New York City USA

    www.luisvillamarin.com

    Email:

    lualvipu@hotmail.com, lualvipu@latinmail.com

    info@luisvillamarin.com, lualvipu@gmail.com

    Actualización a enero de 2014

    ISBN-9781370141364

    Publisher: Smashwords Inc.

    Sin autorización escrita del autor, no se podrá reproducir este libro ni parcial ni totalmente, en ninguna de las formas impresas o electrónicas, químicas, físicas, de audio, de video, reprográficas, gráficas o fílmicas. Todos los derechos reservados. Hecho el depósito de ley en Colombia.

    TABLA DE CONTENIDO

    BIOGRAFÍA

    NOTA DEL AUTOR

    CAPÍTULO I

    CAPÍTULO II

    CAPITULO III

    CAPÍTULO IV

    CAPITULO V

    CAPÍTULO VI

    CAPITULO VII

    CAPÍTULO VIII

    CAPÍTULO IX

    OBRAS DEL AUTOR

    BREVE BIOGRAFÍA DEL AUTOR

    Luis Alberto Villamarín Pulido, natural de Fusagasugá-Cundinamarca, coronel de la reserva activa del Ejército colombiano, con 25 años de experiencia militar, más de la mitad de ellos dedica do a las operaciones de combate contra grupos narcoterroristas en el país.

    Distinguido entre sus compañeros de armas en quehaceres operacionales y académicos castrenses, pues, además de ser un brillante comandante de tropas en el campo de batalla, ha plasmado su visión investigativa en 33 libros y más de 1000 artículos de su autoría, relacionados con el complejo conflicto colombiano, el terrorismo internacional, la geopolítica, la defensa nacional y la historia patria.

    Miembro de la Sociedad Bolivariana de Colombia, la Academia de Historia del Huila y la Academia Colombiana de Historia Militar; este oficial lancero, paracaidista y contraguerrillero rural ha recibido los galardones Latino Literary Awards 2003 por el libro La Silla Vacía en Los Ángeles-California; Verdadero Orgullo Hispano 2006 por la obra Delirio del Libertador, en Elizabeth New Jersey; y Premio Internacional de Literatura, Jairo Hoyos Salcedo 2009 en Washington D.C, por el texto Complot contra Colombia.

    Algunas de sus obras han sido traducidas a idiomas inglés, portugués, alemán, francés y polaco. Su libro titulado En el Infierno es base para una película en Hollywood-California, y los demás textos son utilizados como material de estudio en prestigiosas universidades del mundo, tales como Harvard en Estados Unidos, Complutense en España, Autónoma de México y Los Andes de Colombia, para la elaboración de tesis de pregrado, postgrado, maestrías o doctorados en temas afines a sus escritos.

    Ha sido entrevistado como analista especializado para programas de opinión en estaciones de radio y televisión de diversos países, de manera individual o como participante en paneles de expertos internacionales en asuntos estratégicos atinentes al terrorismo, los conflictos armados, la guerra de guerrillas, la geopolítica, la defensa nacional y la seguridad hemisférica.

    El Instituto Colombiano de Ciencia y Tecnología de Colombia (Colciencias) avaló su registro en el CVLAC en las especialidades de Ciencias Militares, Ciencias Políticas y Ciencias Sociales, en la base de datos que agrupa a los investigadores científicos de Latinoamérica y el Caribe.

    NOTA DEL AUTOR

    A partir del primero de tres tomos del libro titula do Mágica Leyenda del Dorado, escrito como un texto de ficción basado en sucesos reales, pretendo reconstruir el ambiente social, político y religioso en que vivían las tribus muiscas, cuando se produjo el hallazgo de América y a la vez, describir la forma despiadada como fue ron arrasados por los invasores ibéricos.

    Recuperar para la memoria colectiva mundial la mágica historia de las tribus muiscas, es un paso trascendental para reconstruir los orígenes del tejido social del llamado Nuevo Mundo.

    La fantástica historia indígena de la existencia se creta de un cacique predestinado, que cubría su cuerpo con oro en polvo y luego se arrojaba a una laguna atiborrada de joyas y piezas artesanales fabricadas en el preciado metal, para encontrarse con los dioses del más allá, desencadenó una sangrienta búsqueda, desarrollada por avarientos conquistadores europeos, ansiosos del enriquecimiento personal y la obtención de títulos nobiliarios concedidos por la entonces poderosa corona española, a cambio de jugosos pagos.

    De generación en generación, los escasos sobrevivientes muiscas transmitieron un rico acervo histórico conservado por tradición oral, pese a la violenta desaparición de la cultura muisca y la imposición violenta de la escala de valores religiosos, políticos y sociales, importados de España, incluidos la expropiación, la esclavitud y la humillación contra los aborígenes sometidos.

    Presentada en forma de novela histórica con elevada carga de ficción y acción cinematográfica, esta obra articula en tres narraciones secuenciales, los sueños y las ejecutorias del cacique Tisquesusa, el último Gran Zipa muisca, guerrero, estadista y estratega, cuya miserable muerte marcó el principio del fin de una de las más cultas civilizaciones precolombinas.

    Invito a los lectores a disfrutar de esta historia, a coleccionar y a completar en su biblioteca la trilogía que resume un proceso histórico, que no puede quedar en el olvido, pues revivir los sucesos, las tradiciones y los mitos de las civilizaciones que no tuvieron acceso a la asombrosa e impredecible tecnología moderna, es una de las formas de adentrarse en los fantásticos vericuetos de la por siempre ilimitada imaginación del ser humano.

    El autor

    Capítulo I

    Después de la tempestad viene la calma

    Con destellos de codicia reflejados en el brillo de los ojos, pero al mismo tiempo, influido por evidentes indicios de temor expresados con nerviosos movimientos de los labios, Uldarico el locuaz y fogoso minero, personaje controvertido e impertinente, cuyo comportamiento siempre desentonó dentro de la sencilla forma de vida de los habitantes de la vereda La Ilusión, interrumpió la amena reunión para manifestar con altanera prepotencia, ante los mesurados dirigentes de la junta de acción comunal de la aldea:

    —¡Se aproxima el invierno!.... Por fin despejaremos dudas, pues sabremos de una vez por todas, si es cierto que algún espíritu indígena protege una guaca, un entierro muisca, o un tesoro escondido debajo del misterioso fogón de tres piedras, que existe en el potrero aledaño a la casa de Luvil y Arvig, como todos sabemos des-de hace muchos años—

    Sentados sobre rústicas sillas de madera ubicadas en desorden frente a una mesa sin adornos ni mantel, los asistentes a la concurrida reunión, todos humildes campesinos forjados en la dura labor agrícola o la rudimentaria minería, escucharon atentos la azarosa invitación de Uldarico, pero no pronunciaron palabra alguna, en relación con aquello que durante muchas generaciones fue un secreto a voces.

    Por marcado credo atávico fundamentado en ancestros culturales, nadie había osado abrir las entrañas de la tierra bajo el exótico fogón, porque los supersticiosos moradores de la región, sabían de antemano que el singular orificio alojaba rayos y centellas caídos durante las tormentosas épocas invernales.

    En tales circunstancias, trepanar la corteza terrestre para buscar escondrijos o desvirtuar supersticiones en el misterioso lugar, significaría correr graves riesgos sobrenaturales, multiplicados por la fuerza de las suposiciones y las supersticiones, que ninguno de aquellos campesinos estaba dispuesto a asumir.

    —¡No creo ni en espíritus, ni en fuerzas del más allá!— arguyó Joselín con el ánimo de minimizar la trascendencia del credo popular.

    Acto seguido exhaló un calculado suspiro agregó:

    —Tengo miedo de los vivos, no de los muertos. No puede ser cierto que alguien se idiotice por sacar provecho del oro, si para eso existe. Mucho menos creo que espíritus indígenas revivan para agredir o encantar a quien se atreva a buscar las riquezas que dejaron enterradas nuestros antepasados. Creer eso es continuar sumergidos en la ignorancia de nuestros caciques, uzaques, zipas y zaques, razón por la cual los invasores españoles arrasaron su cultura—

    Luego de un súbito silencio compartido y del intercambio de dubitativas miradas, se escuchó una voz firme y serena en el salón comunal:

    —Uldarico y Joselín: Si es cierto que no sienten temor, ¿por qué durante 15 años acumulados como mine-ros, no se han atrevido a cavar debajo del fogón?— preguntó irónico Luvil, al ritmo de la sonora carcajada de los demás contertulios.

    Todos rieron eufóricos para mofarse de quienes acostumbrados a hablar más de la cuenta, tal vez producto del heroico miedo, pretendían aparentar mucha valentía ante un asunto tan delicado.

    La reunión prosiguió. Como de costumbre entre los labriegos de la vereda La Ilusión, cada vez que se mencionaba el tema de la guaca enterrada en predios cercanos a la casa de Luvil, surgieron muchos conceptos y puntos de vista encontrados, sustentados con historias del más allá y mentiras multiplicadas o aumentadas, de acuerdo con la capacidad de rumor en cada versión, para sostener desde la óptica particular de cada quien, la explicación acomodada alrededor del misterio.

    Sin concretar ningún acuerdo, producto del alboroto generado, una hora más tarde los mineros suspendieron la reunión y regresaron a sus casas. En pequeños grupos por aparte, cada uno de ellos habló y supuso a su manera, lo que pensaba acerca del extraño fenómeno.

    Ocho días después de la referida reunión comunal, mientras en la vetusta mina de El Horcón, localizada a cinco leguas de distancia al sur de la vereda La Ilusión, 14 curtidos mineros custodiados por Luvil dormitaban, la oscura y tempestuosa oleada invernal del mes de mayo, enrareció aún más la preexistente atmósfera de pánico nocturno en toda la región aurífera.

    El poder de la furia natural nacida en el grisáceo firmamento —fenómeno natural al que tanto temieron los mohanes y sacerdotes muiscas— vertió multiformes relámpagos azules, representados con trepidantes lengüetas eléctricas; proseguidas por atronadores estallidos de sucesivos rayos desprendidos de las congestionadas nubes.

    Llovía a torrentes sobre la vereda La Ilusión. Uno de los innumerables fogonazos iluminó el horizonte. En el intento de escabullir el inclemente aguacero, las siluetas de cinco reses guarecidas debajo de los empapados árboles de samán, parecieron formar una graciosa fila de doradas manufacturas de la cultura muisca, dentro de la enigmática composición del tenebroso paisaje.

    Por acto reflejo, los semovientes mugieron con pavor ante la descomunal intensidad de la prolongada tormenta, o tal vez para responder con reflejos instintivos, a la extraordinaria e insólita aparición en el aire de ilusorias figuras precolombinas.

    Igual que en anteriores y posteriores descargas eléctricas, similares a las sucedidas aquella enigmática y lluviosa noche, un estruendoso rayo golpeó inclemente sobre la extraña hoguera, que en contra de la lógica y en abierto desafío al descomunal aguacero, mantenía vivas las llamas del primitivo fogón de campo para uso de los moradores de casa, construido en la intemperie con tres piedras, a manera de eventual cocina prehistórica.

    Absorbido por el minúsculo cráter ubicado en el centro de la fogata, el fulminante latigazo eléctrico se esparció por el suelo del anegado potrero, casi en el mismo instante que una llama azulácea con visos y destellos dorados expedidos en fulgores de tres en tres, o de cinco en cinco, formara en el aire ilusorias figuras de orfebrería precolombina, al compás del firme paso de duendes que representaban las efigies de Bochica y Tisquesusa, situación que de acuerdo con la tradición oral de los moradores de la región, era privilegio repetitivo en aquella estancia durante los periodos invernales.

    Balbo, el fiel perro de raza Labrador, comprado por Luvil con el doble propósito de llevarlo de cacería a la montaña, o para cuidar de Arvig y de las pertenencias de casa durante las prolongadas ausencias laborales del minero, ladró asustadizo, consecuencia lógica del efecto visual generado por la inexplicable fogata, el paso de los espíritus indígenas, los imaginarios tunjos danzantes y los conmovedores mugidos de las vacas.

    Resultado de la mezcla del frío de la noche con el temor causado por los ensordecedores estallidos de los rayos, Balbo dio varios pasos hacia atrás, metió el rabo entre las piernas, y al compás de lánguidos aullidos buscó refugio debajo de una silla grande tipo sofá de madera ubicada en el típico corredor de la casa campestre y se acurrucó aterido, sobre un retazo de alfombra descolorida. Los asustadizos ojos del can sobresalieron inquietos como si presenciaran algo sobrenatural.

    Con la progresión de las innumerables descargas eléctricas, luces encantadoras y murmullos surgidos de un coro de suaves voces indígenas, aumentó el misterio en el entorno de la cabaña de Luvil y Arvig, en cuyo interior una voz clara, inteligible y pausada, emergida desde la oscuridad al lado opuesto de la habitación, puntualizó con tono de autoridad conminatoria:

    —Serás la madre de tres hijos con destinos atados por la fe, la disciplina y la decisión. Tus críos encarnarán los espíritus de Tisquesusa, Pauso y Tota, tres grandes líderes muiscas. Viajarás hacia el pasado y el futuro con la tripulación de la Excelencia abordo de la nave Reflexión. Al final del periplo comprenderás todo—

    El ambiente era extraño. Los efectos extrasensoriales desprendían la coral de voces cantoras, o los lamen tos de una raza indígena que cinco siglos atrás perdió la vitalidad, producto de la intrusión de los invasores europeos.

    Arvig despertó sobresaltada, sudorosa y confundida, pero sin precisar nada relacionado con la espectral voz que trajera a sus oídos el emocionante mensaje.

    Afuera de la humilde cabaña, otro estallido aturdidor que también culminó en la absorbente boca de fuego eterno, indicó la amenazadora persistencia de más truenos, rayos y centellas, provenientes de las aterradoras tinieblas.

    En contraste con la tenebrosa combinación de lluvia con tormenta eléctrica, el sobrecogedor instante surtió extrañas variaciones dentro y fuera de la cabaña, al ritmo de la alegre danza aérea de refulgentes piezas de orfebrería muisca, más conocidas entre los habitantes de la región con el calificativo de tunjos encantados.

    Arvig sintió que su humanidad era estremecida por un extraño escalofrío que la indujo a permanecer dentro del rústico dormitorio rural, frente al solo intento de otear el panorama exterior a la cabaña, temerosa por los misterios que oculta la oscuridad nocturna en las zonas tropicales boscosas, sumados al comentario que corría de boca en boca en la vereda La Ilusión, acerca de presumibles hechizos producidos por las fantásticos figuras pre-colombinas, contra quien se atreviera a caminar por el campo durante las noches lluviosas.

    Para aquella sobresaltada campesina sería imposible guarecer las vacas bajo el cobertizo de paja y guadua, porque por olvido involuntario, la talanquera de entrada al cálido refugio animal estaba cerrada.

    Llegar hasta el árbol donde escampaban las reses, para arrearlas hacia el establo, implicaría padecer la totalidad de las inclemencias de la copiosa lluvia, so pena de morir fulminada por un rayo, o quizás de ser raptada por un tunjo encantado.

    Como suele suceder en la zona andina colombiana, la lluvia fue menos intensa en la vecina vereda La Esperanza. En el colindante paraje, el ambiente de borrasca presentó otras connotaciones.

    No obstante, el silbido del viento en las copas de los árboles del lugar, hizo más aterradora la negruzca boca de entrada de la antiquísima mina de oro denominada El Horcón.

    En cumplimiento de la exigente tarea de vigía, cubiertos los pies con botas de caucho y protegido el resto del cuerpo con una gruesa capa de hule amarillo con cubrecabezas negro, Luvil apuntó el potente haz de luz de la linterna de minero, para observar mejor el horizonte circundante, mientras los otros 14 jornaleros dormían plácidos sobre las sencillas barracas instaladas dentro de la mina.

    El agotado vigilante miró el reloj para precisar la hora. Eran las tres y cinco de la madrugada. Pronto amanecería.

    Luvil iría descansar un par de horas para recuperar el sueño perdido durante la vigilia, mientras que sus compañeros partirían entusiasmados hacia el lugar de la excavación en la veta marcada con el número 15, para intentar por enésima vez más el hallazgo del ansiado tesoro, que sin éxito muchos mineros y aventureros, pretendieron localizar antes.

    En ese instante, totalizaban cinco meses y tres días, el tiempo dedicado por parte del grupo de los 15 entusiastas buscadores en la excavación a lo largo y ancho de la desvencijada mina, en aras de ubicar la ansiada veta productiva.

    Durante este periodo de trabajo, aquellos titanes incógnitos solo toparon rocas duras y vestigios de cientos de años, dejados por otros mineros que murieron, envejecieron o enfermaron obnubilados, tras la esquiva riqueza material oculta en las entrañas del polvoriento socavón.

    Presionado por las circunstancias, por enésima vez Luvil recordó con preocupación un monólogo reiterativo, del que aún no hallaba respuesta satisfactoria:

    —La limitada situación económica que comparto con Arvig es desesperante. La escasa leche producida por las cinco vacas a duras penas alcanza para fabricar los quesos y las cuajadas. Necesitamos encontrar el oro, para vender algunos gramos en el mercado del fin de semana, pagar deudas, comprar más ganado, adecuar los potreros y mejorar la construcción del rancho—

    Las reflexiones del minero fueron interrumpidas por la espontánea aparición sobrenatural pero majestuosa del Cacique Tisquesusa, quien con paso triunfante en el aire, marchaba sostenido sobre una difusa columna de humo horizontal paralela al suelo, seguido por miles de güechas o soldados del zipa, cuyos pies descalzos tampoco tocaban el piso.

    El valeroso y enigmático guerrero, inolvidable e inigualable líder de las tribus muiscas, detuvo el paso frente a Luvil, miró fijo a los ojos del sorprendido labriego, es tiró el brazo derecho con la lanza cuya punta señalaba hacia el infinito y vociferó a todo pulmón:

    —¡Somos los espíritus del nuevo ejército que vencerá a Chibchacún y sus aliados!....¡Únete a nuestra causa en compañía de tu esposa!—

    Un formidable rayo amarillento iluminó el ambiente. Luvil quedó estupefacto. El duende que presentó ante sus ojos al legendario guerrero Tisquesusa continuó la marcha hacia adelante, hasta confundir con las sombras de la noche, la atlética silueta de quien fuera el más famoso de los grandes zipas de Bacatá.

    Para aumentar la inusitada caracterización del exótico escenario, los güechas de la escolta imperial, desaparecieron uno por uno en la medida que desfilaron frente al estático y sorprendido centinela de la mina.

    Aferrado al terreno como una estatua, Luvil escudriñó con la luz de la linterna hacia el fondo del túnel, pues trató de identificar una seguidilla de extraños ruidos, pero el foco de su lámpara manual fue anulado por un sorpresivo y poderoso haz de luz, desprendido de una figura en forma de balsa muisca, pletórica de esplendorosas artesanías manufacturadas en oro puro durante el periodo de la orfebrería precolombina.

    Para aumentar la incredulidad del desconcertado minero, la barcaza navegó jubilosa sobre una azulosa laguna imaginaria. Transcurrieron algunos segundos que a juicio de Luvil parecieron una eternidad.

    —¡Eh!. ¡eee...stoy viendo visiones!— balbuceó con torpeza el esposo de Arvig.

    Quizás en parte producto del consustancial intento para justificar, o, explicar por sí mismo algo tan anormal, Luvil agregó sin saber porque pronunciaba tantas frases a la vez:

    —¿Será por aguantar hambre o por no dormir bien?, ó, ¿será que en verdad los duendes aparecieron por aquí? O ¿será que Uldarico intentó cavar en el fogón de mi casa?... Pero no, pues Uldarico está aquí dentro de la mina... ¿Qué será entonces?—

    La intensidad de la novedosa luz fue cada vez más fuerte, hasta el punto que cesó la borrasca externa, para configurar lo insólito e inesperado, ante los aguzados sentidos de Luvil. Igual que el pomposo desfile del zipa Tisquesusa, con el horizonte iluminado por una esplendorosa luna llena, la balsa dorada se perdió en la distancia secundada por las aguas mansas de la piscina ilimitada, que para mayor curiosidad, cruzaron el entorno sin salir del límite visual ni causar inundación.

    Luvil alargó el brazo para verificar las condiciones físicas de las límpidas aguas posadas frente a él, pero evidenció que el envejecido guante de cuero con el que cubría la mano, salió seco pese a introducirlo dentro de la laguna imaginaria.

    Lo increíble del suceso no se detuvo allí, porque sin pausa surgió de la serpenteante gruta minera incrusta da en la verde montaña, un reluciente número tres confeccionado en oro bruñido, que ejecutó una jolgoriosa danza por el aire.

    En fracción de segundos, un destellante signo ma temático por (X) de color dorado, evacuó a gran velocidad de la cueva, y raudo rozó la cara del cada instante más asombrado testigo mudo.

    Después el número cinco seguido por el signo ma temático igual (=), se elevaron pausados hacia el infinito con las demás figuras, hasta explotar como pólvora y dejar a su alegre paso por el extenso cielo una rutilante constelación de 15 estrellas, transformadas con mágica lentitud en veleidosos pectorales indígenas y dos serpientes de oro, puro que escabulleron entre una densa columna de humo similar al tricolor colombiano.

    Los demás mineros no escucharon el estruendo porque estaban dormidos, o en su defecto, pudieron haberlo confundido con los estallidos de los truenos y centellas que caían inclementes sobre la vecina vereda La Ilusión.

    Para corroborar que no soñaba despierto, Luvil frotó los párpados con los nudillos de los dedos índices de cada mano. Observó otra vez hacia el cielo y musitó con los labios temblorosos:

    —Las 15 estrellas danzan alegres al ritmo de una canción de música andina, ejecutada por flautistas y tamboreros, que no veo por ninguna parte. ¡Qué extraño!....

    Ahora se pierden con jovial lentitud en la oscuridad de la noche y me parece ver a Arvig ataviada de cacica muisca acompañada por los custodios sagrados de las reliquias muiscas—

    Nadie escuchó el monólogo del vigía.

    Testigo del inmediato e inexplicable regreso de la pertinaz lluvia, sentado en posición fetal frente a la entrada de la antiquísima mina, sobresaltado y dubitativo, Luvil recordó cientos de leyendas orales contadas por los ancianos de la vereda La Ilusión, acerca de los tesoros en cantados, que fueron enterrados por los antepasados aborígenes.

    Vino a la memoria de Luvil la imagen de su abuelo Tiburcio vestido con la túnica de un mago talentoso, quien en la plenitud de su infancia lo maravilló con canciones y cuentos de hadas, o cuando reiterativo le advertía:

    —Nunca contraríes a los fantasmas dorados. Son los dueños de la noche y podrías convertirte en roca si desconoces su poder. Nunca intentes desenterrar las guacas sagradas, porque ellas son el patrimonio histórico de los muiscas, que algún día resucitarán para concentrar todos sus tesoros en algún lugar secreto y a la vez para luchar por la grandeza de un gran imperio cultural erradicado por la fuerza de los invasores—

    Poseído por mil ideas que bullían

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