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Genios de la Estrategia Militar Volumen IV, Douglas Mc Arthur El César del Siglo XX
Genios de la Estrategia Militar Volumen IV, Douglas Mc Arthur El César del Siglo XX
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Genios de la Estrategia Militar Volumen IV, Douglas Mc Arthur El César del Siglo XX

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La grandeza y la estatura mental de los líderes, es indescriptible. Es difícil escoger términos para expresar con exactitud el alcance de quienes talvez vivieron dentro de una época, la cual no les correspondía.
El general Douglas Mc Arthur es uno de ellos. Con sobradas razones alguien lo denominó el César de Siglo XX. El expresidente de Estados Unidos Richard Nixon lo catalogó como uno de los hombres más grandes de todos los tiempos. Roosevelt lo llamó la encarnación del pueblo americano, pero Harry Trumman lo destituyó del cargo de Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en el Pacífico, debido a ligerezas temperamentales del entonces presidente de Estados Unidos y no por conveniencia para los intereses del mundo occidental, que se dirimían en el Lejano Oriente.
Es difícil resumir las virtudes del militar norteamericano en cuyo haber figura la mayor genialidad, puesta al servicio de intereses militares de Estados Unidos, durante el desarrollo de las dos grandes guerras mundiales. Hijo de otro general Douglas Mac Arthur nació y se crió en medio de la milicia, luego se hizo grande en el manejo del arte de la guerra, y murió considerado como uno de los mejores estadistas a lo largo de todos los tiempos.
Criticado, vituperado, difamado y hasta calumniado, siempre fue altivo. Su dignidad sobrepasó linderos del común usanza. Tuvo la fortaleza para ser obstinado en persecución de propósitos, con los que coadyuvó directamente a engrandecer la política exterior de su país, y a enaltecer los principios que profesa el mundo occidental, en aras de la libertad individual.
Genios de la Estrategia Volumen IV, resalta con amplios detalles la vigencia estratégica y militar de las ideas del general Douglas Mc Arthur, su clara visión acerca del expansionismo comunista, su amor por la libertad del ser humano, y su arraigada vocación castrense. La biografía de este ilustre militar es emotiva. Cada paso dado por el insigne general Douglas Mac Arthur refleja la abnegación exclusiva de los grandes capitanes de la historia universal. Entre las muchas enseñanzas que dejó grabadas para la posteridad podemos extractar a guisa de ejemplo, las siguientes:
1. Los problemas subversivos deben enfocarse como un todo y deben atacarse por la cabeza para erradicar el mal de raíz.
2. Nadie más que el soldado, ansia la paz con tanta vehemencia, ya que es el dado quien debe soportar en primera instancia los horrores de la guerra.
3. En la guerra no hay nada que substituya la victoria.
4. El comunismo solo quiere el poder. El apaciguamiento ante la agresión marxista-leninista es un procedimiento indigno. La pacificación mediante la victoria es lo único digno en esta y en cualquier guerra.
5. La guerra no es la confrontación de un ejército contra otro, o contra fraccio-nes guerrilleras. Es una lucha total y frontal en que están comprometidos la nación, el gobierno y sus fuerzas militares.
6. Se puede tener un ejército mal alimentado, mal armado, mal equipado y sobrevivirá pero cuando llegue el combate decisivo, este ejército será incuestionablemente derrotado.
7. El mejor comandante es quien gana la guerra con mínimas bajas en sus fi-las.
8. A las personas se les debe decir, que es lo que se debe hacer, pero no como hacerlo y el jefe se sorprenderá de los resultados.
9. No esperar a que llegue la guerra. Es necesario intuirla y prepararse ade-cuadamente para afrontarla.
10. Echar cenizas al pasado. Cada guerra vendrá de manera diferente.
11. Si se desea alcanzar el éxito en las operaciones militares, se debe estimular la preparación integral de los cuadros de mando, para que decidan y actúen con el mayor nivel de eficiencia. La preparación es la llave del éxito.
12. El entrenamiento físico es fundamental para las tropas que van al combate.
13. Si un país quiere ganar una guerra debe entrenar muchos oficiales. Cualquier esfuerzo legal y moral que se haga en pos de conquistar la paz como producto

LanguageEspañol
Release dateMar 24, 2017
ISBN9781370856169
Genios de la Estrategia Militar Volumen IV, Douglas Mc Arthur El César del Siglo XX
Author

Luis Alberto Villamarin Pulido

Luis Alberto Villamarín Pulido, natural de Fusagasugá - Cundinamarca, coronel retirado del Ejército colombiano, con 25 años de experiencia militar (1977-2002), más de la mitad de ellos dedicado a las operaciones de combate contra grupos narcoterroristas en Colombia, y después de su retiro del servicio activo, profuso investigador de temas relacionados con la geopolítica del Medio Oriente, el Asia Meridional y el continente americano; el terrorismo internacional islámico y comunista, historia y proyección estratégica de grupos islamistas como Al Qaeda, Isis, Hizbolá, el conflicto árabe israelí y la Primavera Árabe, así como la amenaza nuclear del régimen chiita de Teherán.Sus obras Narcoterrorismo la guerra del nuevo siglo, Conexión Al Qaeda, Primavera Árabe: Radiografía geopolítica del Medio Oriente, ISIS: la máquina del terror yihadista, el Proyecto Nuclear de Irán y Martes de Horror (atentados terroristas del 9-11), son referentes para el estudio, conocimiento de la complejidad política, geopolítica y geoestratégica del convulso Medio Oriente.Algunas de sus obras han sido traducidas a inglés, francés, alemán, portugués y polaco. Su libro En el Infierno traducido a inglés como In Hell, es base para una película en Hollywood-California, y los demás textos son utilizados como material de estudio en diversas universidades del mundo.

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    Genios de la Estrategia Militar Volumen IV, Douglas Mc Arthur El César del Siglo XX - Luis Alberto Villamarin Pulido

    NOTA BIOGRÁFICA DEL AUTOR

    Luis Alberto Villamarín Pulido, coronel retirado del ejército colombiano, con 25 años de experiencia militar (1977-2002), más de la mitad de ellos dedicado a las operaciones de combate contra grupos narcoterroristas en Colombia, y profuso investigador de temas relacionados con la geopolítica del Medio Oriente, el Asia Meridional y el continente americano; el terrorismo internacional islámico y comunista, historia y proyección estratégica de grupos islamistas como Al Qaeda, Isis, Hizbolá, el conflicto árabe israelí y la Primavera Árabe, la amenaza nuclear del régimen chiita de Teherán así como del conflicto colombiano.

    Sus obras Narcoterrorismo la guerra del nuevo siglo, Conexión Al Qaeda, Primavera Árabe: Radiografía geopolítica del Medio Oriente, ISIS: yihad, terrorismo y barbarie, el Proyecto Nuclear de Irán y Martes de Horror (atentados terroristas del 9-11), son referentes para el estudio, conocimiento de la complejidad política, geopolítica y geoestratégica del convulso Medio Oriente. Algunas de sus obras han sido traducidas a inglés, francés, alemán, portugués y polaco. Su libro En el Infierno traducido a inglés como In Hell, es base para una película en Hollywood-California, y los demás textos son utilizados como material de estudio en diversas universidades del mundo.

    Mc Arthur, el César del siglo XX, es parte de la colección Estrategia y Liderazgo, compilada y escrita por el coronel Villamarín para aportar a profesionales de todas las disciplinas, elementos de ayuda en la conducción de personas y la formulación de planes a largo plazo.

    Distinguido entre sus compañeros de armas en los quehaceres operacionales y académicos, castrenses pues, además de ser un brillante comandante de tropas en el campo de batalla, ha plasmado su visión investigativa en 33 libros y más de 1000 artículos de su autoría, relacionados con los temas de su especialidad.

    Miembro de la Sociedad Bolivariana de Historia, la Academia de Historia del Huila y la Academia Colombiana de Historia Militar; este oficial lancero, paracaidista y contraguerrillero rural ha recibido los galardones Latino Literary Awards 2003 por su obra La Silla Vacía en Los Ángeles-California; Verdadero Orgullo Hispano 2006 por la obra Delirio del Libertador, en Elizabeth New Jersey; y Premio Internacional de Literatura, Jairo Hoyos Salcedo 2009 en Washington D.C, por la obra Complot contra Colombia.

    Por sus conocimientos y especialidades académicas, el coronel Luis Villamarín Pulido ha sido entrevistado como analista especializado para programas de opinión en estaciones de radio y televisión de diversos países, de manera individual o como participante en paneles de expertos internacionales en asuntos estratégicos, o como conferencista en temas de estrategia militar aplicada a la vida industrial y comercial para altos ejecutivos de diversas empresas.

    El Instituto Colombiano de Ciencia y Tecnología de Colombia (Colciencias) avaló su registro en el CVLAC en las especialidades de Ciencias Militares, Ciencias Políticas y Ciencias Sociales, en la base de datos que agrupa a los investigadores científicos de Latinoamérica y el Caribe.

    COMENTARIO INICIAL

    La grandeza y la estatura mental de los verdaderos líderes, es indescriptible. Es muy difícil escoger los términos para expresar con exactitud el alcance de los logros de aquellos hombres, quienes talvez vivieron dentro de una época, la cual no les correspondía.

    El general Douglas Mac Arthur es uno de ellos. Con sobradas razones alguien lo denominó el César de Siglo XX. El expresidente de Estados Unidos Richard Nixon lo catalogó como uno de los hombres más grandes de todos los tiempos. Roosevelt lo llamó la encarnación del pueblo americano, pero Harry Trumman lo destituyó del cargo de Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en el Pacífico, más debido a ligerezas temperamentales del entonces presidente de Estados Unidos, que de una conveniencia para los intereses del mundo occidental, que en ese momento se dirimían en el Lejano Oriente.

    Es difícil resumir en un breve prefacio todas las virtudes del militar norteamericano en cuyo haber figura la mayor genialidad, puesta al servicio de los intereses militares de Estados Unidos, durante el desarrollo de las dos grandes guerras mundiales. Hijo de otro general del ejército estadounidense, Douglas Mac Arthur nació y se crió en medio de la milicia, luego se hizo grande en el manejo del arte de la guerra, y murió siendo considerado como uno de los mejores estadistas de su país a lo largo de todos los tiempos.

    Criticado, vituperado, difamado y hasta calumniado, siempre fue altivo. Su dignidad sobrepasó los linderos de la común usanza. Tuvo la fortaleza suficiente para ser obstinado en persecución de nobles propósitos, con los que coadyuvó directamente a engrandecer la política exterior de su país, y a enaltecer los principios que profesa el mundo occidental, en aras de la libertad individual.

    Genios de la Estrategia Volumen IV, resalta con amplios detalles la vigencia estratégica y militar de las ideas del general Douglas Mc Arthur, su clara visión acerca del expansionismo comunista, su amor por la libertad del ser humano, y su arraigada vocación castrense. La biografía de este ilustre militar es emotiva. Cada paso dado por el insigne general Douglas Mac Arthur refleja la abnegación exclusiva de los grandes capitanes de la historia universal. Entre las muchas enseñanzas que dejó grabadas para la posteridad podemos extractar a guisa de ejemplo, las siguientes:

    1. Los problemas subversivos deben enfocarse como un todo y deben atacarse por la cabeza para erradicar el mal de raíz.

    2. Nadie más que el soldado, ansia la paz con tanta vehemencia, ya que es el dado quien debe soportar en primera instancia los horrores de la guerra.

    3. En la guerra no hay nada que substituya la victoria.

    4. El comunismo solo quiere el poder. El apaciguamiento ante la agresión marxista-leninista es un procedimiento indigno. La pacificación mediante la victoria es lo único digno en esta y en cualquier guerra.

    5. La guerra no es la confrontación de un ejército contra otro, o contra fracciones guerrilleras. Es una lucha total y frontal en que están comprometidos la nación, el gobierno y sus fuerzas militares.

    6. Se puede tener un ejército mal alimentado, mal armado, mal equipado y sobrevivirá pero cuando llegue el combate decisivo, este ejército será incuestionablemente derrotado.

    7. El mejor comandante es quien gana la guerra con mínimas bajas en sus filas.

    8. A las personas se les debe decir, que es lo que se debe hacer, pero no como hacerlo y el jefe se sorprenderá de los resultados.

    9. No esperar a que llegue la guerra. Es necesario intuirla y prepararse adecuadamente para afrontarla.

    10. Echar cenizas al pasado. Cada guerra vendrá de manera diferente.

    11. Si se desea alcanzar el éxito en las operaciones militares, se debe estimular la preparación integral de los cuadros de mando, para que decidan y actúen con el mayor nivel de eficiencia. La preparación es la llave del éxito.

    12. El entrenamiento físico es fundamental para las tropas que van al combate.

    13. Si un país quiere ganar una guerra debe entrenar muchos oficiales. Cualquier esfuerzo legal y moral que se haga en pos de conquistar la paz como producto de la victoria, es valedero en todos los casos.

    Como estos y muchos aspectos tienen aplicación en situaciones políticas, militares, geopolíticas, diplomáticas, comerciales, empresariales, etc., lo más adecuado para el efecto, es leer detenida y analíticamente, el pensamiento de un extraordinario ser humano, que tuvo la fortuna de ser triunfador en las guerras en que participó.

    A lo largo de su fulgurante carrera militar, Douglas Mc Arthur venció toda clase de obstáculos, adversidades y dificultades. Su obra es un ejemplo para los oficiales de los ejércitos de todo el mundo y para los ejecutivos de todas las áreas.

    Así, quien lo lea esta obra, podrá decir con certeza que ha escudriñado el pensamiento del militar más distinguido del siglo XX, reconstruido para Genios de la Estrategia Volumen IV, con base en diversas biografías, documentos y las Reminiscencias publicadas en marzo de 1964, pocos meses antes de morir, cuando el general Douglas Mc Arthur presentó en un libro de su autoría, apartes de una historia, una autobiografía y extractos de un diario, elaborado bajo su dirección y supervisión, dedicado a su esposa, su hijo y todos los hombres y mujeres que participaron bajo su mando, en las dos guerras mundiales y el conflicto de Corea en que se comprometió su país.

    ASI SE FORJÓ LA PERSONALIDAD DE UN GRAN ESTRATEGA (1880-1912)

    En aras de establecer el perfil del liderazgo estratégico desplegado por el general Douglas Mc Arthur dentro y fuera del campo de batalla, es pertinente ver algunos detalles de sus antecedentes personales y familiares. La familia Mac Arthur proviene de Escocia. Como parte integrante del Clan Campbell, las tradiciones familiares estuvieron ligadas a la vida del héroe Lord King Arthur y los caballeros de La Mesa Redonda.

    Los Campbell se dividieron en dos grupos, uno liderado por Argyle y otro por Mc Arthair, en cuyo honor y reconocimiento a sus virtudes personales y familiares, tuvieron el privilegio de encabezar el clan, a partir del credo cultural compartido:

    —El escudo es verde, negro y dorado. Verde como el crecimiento de las espigas. Negro como el abatimiento de la soledad y dorado como el fulgor de las espigas finas. La norma era escuchar, escuchar, escuchar—

    En diferentes episodios de servicio a la nación, Douglas Mc Arthur fue forzado a escuchar, escuchar y escuchar como lo hacía el clan. Su abuelo Arthur Mc Arthur, llegó en 1825 a Estados Unidos con la esperanza de triunfar en una nueva tierra, donde las guerras contra los indios eran frecuentes, situación que atrajo al heredero de un clan guerrero.

    Así, Arthur Mc Arthur se integró a las fuerzas militares de Massachusetts, en las que ostentó el grado de capitán de infantería Posteriormente fue Juez Auditor Militar del Distrito Militar del Oeste, y más tarde fue nombrado gobernador del Estado de Wisconsin.

    En 1870 el presidente general Ulysses Grant, estratega y victorioso durante el periodo de la guerra civil, llevó a Arthur Mc Arthur para integrarlo a la Corte Suprema del Distrito de Columbia. Años antes, en 1862 mediante una carta dirigida al presidente Lincoln acompañado envió a Arthur hijo, o sea el padre de Douglas Mc Arthur, acompañado por el senador Doolittle, en busca de una vacante laboral en la Casa Blanca, pero por razones de las guerra de secesión (1861-1865), terminó enrolado en el Batallón 24 de Voluntarios de Wisconsin, perteneciente al regimiento de Milwaukee, destinado a conquistar la gloria en los ensangrentados campos de batalla.

    Según relató en sus memorias Douglas Mc Arthur:

    —Cuando estalló la guerra civil, mi padre aún no había cumplido 16 años. Su juventud había transcurrido en Milwaukee, leyendo historias acerca de los debates

    entre su héroe Abraham Lincoln con Stephen Douglas. Cuando se produjo el llamamiento a tomar las armas ciudadanas, mi padre solicitó ser aceptado en el Ejército de la Unión, le dijo a mi abuelo que deseaba enrolarse a las filas, pero aquel le recomendó, que sería más conveniente ingresar primero a una Escuela Militar, donde se destacó por sus habilidades tácticas—

    —En octubre de 1862 estas tropas llegaron al corazón de Kentucky. El regimiento era inexperto y estaba parcialmente entrenado. El enemigo atacó con fiereza, pero los soldados contuvieron el ataque y lo hicieron retroceder. Por haberse destacado en las acciones, mi padre fue ascendido al grado de capitán. Excepto la medalla de honor, por aquellos días, no se concedían ni ascensos ni condecoraciones. Para mi padre Arthur Mac Arthur, esto fue el comienzo de su gran estimación por parte del general Sheridan, refrendada en el campo de batalla de Missimary Ridge y los sucesivos ascensos a mayor y teniente coronel, que lo convirtieron en el oficial más joven de alta graduación en el Ejército de la Unión.

    Inclusive cuando la Casa Blanca ordenó inspeccionar las tropas para verificar los ascensos, y los delegados de Washington intentaron negar el ascenso del coronel Arthur Mc Arthur, los soldados se sublevaron contra los representantes del alto gobierno. Después de Perguille, la División pasó a Nashville, allí el general Sheridan comprendió que el adecuado entrenamiento de las tropas es esencial para triunfar en la guerra. Cuando ocupó altas posiciones de comando, Douglas Mc Arthur siempre intentó convencer a los gobernantes estadounidenses de suplir esta necesidad, bajo el argumento que se ha dicho con alguna extravagancia pero es casi cierto, que las batallas se ganan en el terreno de entrenamiento y no en el campo de combate.

    Según decía el general Sheridan:

    —Todo el trabajo que se haga en este campo, será para prepararnos para el ataque que hasta ahora, significó una veloz llegada. Entrenamientos, paradas, reconocimientos, abastecimientos, patrullas y guardia, sirvieron como elementos de instrucción en esta escuela, complementada por los frecuentes cambios, en la localización de las diferentes brigadas, ya que la división tenía que aprender como abrir brechas cuidadosamente y como desplazarse con rapidez dentro de la marcha.

    —El entrenamiento era intenso. Se salía al campo sin equipo, únicamente con las armas, municiones y raciones indispensables y estrictamente necesarias Los resultados de este cuidadoso entrenamiento se palparon infinidad de veces en la sangrienta contienda en Tennessee a comienzos de 1863. Las tropas del norte lo llamaron Murfreesboro y las tropas del sur lo llamaron Stone River—

    —Por otra parte, mi abuelo Arthur Mac Arthur llegó a ser uno de los principales criminalistas y penalistas cuyos aportes doctrinarios revolucionaron el sistema judicial estadounidense. Su sentido innato por la correcta aplicación de la justicia, aunado al profundo conocimiento de la naturaleza humana, fueron los ele mentos que

    motivaron sus veredictos: pero también sus veredictos fueron severos en aquellos casos en que se presentaron flagrantes violaciones a la ley.

    La guerra terminó en 1865 con el triunfo del Ejército de la Unión, entonces el Batallón 24 Wisconsin marchó triunfante por las calles de Milwaukee. Lamentablemente hubo llanto y tristeza en aquella recepción, porque el regimiento había perdido más de 2/3 de sus oficiales y soldados. Arthur Mac Arthur regresó a estudiar derecho durante un año, pero por las venas le corría el llamado de la guerra en el oeste.

    Así en febrero de 1866 aceptó una comisión como subteniente en el Regimiento 17 de infantería. Pronto fue promovido a teniente y luego a capitán. Durante los siguientes siete años participó en combates para imponer la ley y el orden en territorios indios en Utah y Wyoming contra famosos bandidos, tales como James Bog, Bill el salvaje, Hickock y Búfalo Bill.

    Según Douglas Mc Arthur:

    —Se estaba construyendo el ferrocarril del Pacífico, destinado a unir la región Central con la costa oeste de los Estados Unidos, pero la obra avanzaba con demasiada lentitud. Mi padre se encontraba operando en esa región, cuando ocurrió la ingrata sequía de 1870, que arruinó la ganadería, dejando sin empleo y sin amparo a miles de vaqueros.

    —Por esta razón, mi padre asistió a las reuniones del general Sheridan, con los jefes indios para acordar el cese de hostilidades y experimentó las difíciles circunstancias en que se fumó la pipa de la paz, sin que los nativos creyeran del todo en lo que se les decía—

    Después de siete años de guerra en Utah y Wyoming, el capitán Arthur Mc Arthur fue trasladado a New Orleans donde conoció a Mary con quien contrajo matrimonio en 1875. Su primer hijo Arthur, nació en agosto de 1876. El segundo de nombre Malcolm nació en 1878. Y el tercero de nombre Douglas nació en Little Rock en enero de 1880. Medio años más tarde falleció su pequeño hermano Malcolm.

    De allí el capitán Arthur Mc Arthur fue trasladado como comandante de un fuerte militar ubicado en la frontera con México, donde el pequeño Douglas aprendió a convivir con la vida militar desde sus primeros años. Por la misma época se introdujo un nuevo sistema de educación para los oficiales del Ejército. Las escuelas de caballería e infantería fueron ubicadas en Fort Leavenworth-Kansas.

    Las mejores compañías de cada regimiento fueron concentradas en ese lugar con el fin de adiestrar tácticamente a oficiales, suboficiales y soldados. La Compañía K comandada por Arthur Mc Arthur fue escogida para el efecto.

    En sus Reminiscencias Douglas Mc Arthur escribió:

    —El crecimiento y la evolución del Ejército de Estados Unidos fueron lentos.

    Desde aquel entonces el país ya acostumbraba reducir sus fuerzas armadas por debajo de los niveles requeridos. Mi padre llevaba veintitrés años en el grado de capitán cuando el general Alexander Mc Look, recomendó a la ayudantía general que lo promocionaran al grado de mayor, con el siguiente texto:

    —Él es sin lugar a dudas el mejor capitán del Ejército de Estados Unidos, debido al valor y la buena conducta demostrados durante la guerra. Él es un maestro y un estudiante de la profesión militar, tiene habilidad para desempeñarse en el cargo, además de ser un hombre muy modesto—

    —Mi padre fue ascendido al grado de mayor. Washington era diferente a lo que yo conocía. Era mi primer vistazo hacia el vértice del lustre y la pompa, de la política y la diplomacia, de los hombres de Estado y las intrigas. Pero no hallé que sustituyera el color y la excitación natural de la frontera oeste. Ingresé a la Escuela de Massachusetts donde terminé estudios primarios. Fui un estudiante común y corriente—

    —Mi hermano Arthur fue aceptado como cadete en la Academia Naval de Annapolis en 1892. Era un excelente estudiante. Se graduó como uno de los guardiamarinas más jóvenes de su clase en el año de 1896. Era un buen atleta. Ganó una competencia nacional e impuso una marca en esta modalidad. Arthur continúo la carrera hasta alcanzar el grado de capitán de navío en el año de 1918—

    —En condición de oficial, Arthur presenció una acción de guerra naval en que una flota española fue destruida durante la insurrección de las Filipinas y la rebelión de China. Más tarde fue comandante un submarino, posteriormente se dedicó al estudio de las tácticas y estrategias de la guerra submarina. Como miembro del Colegio de Guerra y como oficial naval, pasó varios años de su vida embarcado en buques de guerra y acorazados—

    Durante Primera Guerra Mundial, Arthur comandó el luminoso crucero Chatanoga que enfrentó con éxito una flotilla de submarinos alemanes. Por esta acción recibió la Cruz Naval y la medalla de Servicios Distinguidos.

    —El ejército le confirió la mención de comendador por su habilidad e inagotable energía. Para mayor desgracia -anotó Douglas- mi hermano Arthur murió repentinamente en el año de 1923. Yo lo quería muchísimo, y su muerte dejó un vacío en mi vida que nunca jamás pudo ser llenado con nada—

    —En septiembre de 1893 mi padre fue trasladado a Texas. Dicho traslado de guarnición me agradó. Era la unidad militar más grande que yo había visto. Ubicada en Fort Sam Houston, era la encargada de la protección de nuestras fronteras hacia el sur y considerada estratégicamente como uno de los puntos más importantes del Ejército de Estados Unidos. Aquí inició la transformación en mi vida—

    Douglas Mc Arthur ingresó a la Academia Militar de Texas dirigida en ese año por el reverendo Alien Burlessoa, capellán del ejército, cuyo lema de trabajo era:

    —Si se busca la razón, se debe buscar la verdad—

    Las matemáticas abstractas aparecían como un reto para los jóvenes cadetes y de paso, opacaban la importancia del latín y el griego puertas de entrada para seguir

    los pasos de los grandes líderes del pasado, aquellos que con valor y entusiasmo se comportaron como grandes capitanes en el campo de batalla y fuera de él. El estudio abrazó por completo al adolescente Douglas Mc Arthur.

    Sus notas fueron las más altas, razón la cual le otorgaron varias medallas por mérito académico. Según sus palabras, en ese lugar aprendió a ser humilde frente la victoria o los éxitos. Como Douglas era aficionado a las prácticas deportivas, participó en varias competencias de fútbol, béisbol, y tenis de campo.

    El 26 de mayo de 1896, el mayor Arthur Mc Arthur fue ascendido al grado de teniente coronel. En enero de 1897, fue trasladado a St. Paul en Dakota.

    —Aquellos cuatro años en Texas fueron los más felices de mi vida. Texas siempre será un segundo hogar para mí. No obstante, ambicionaba estudiar en West Point, la mejor academia militar del mundo, que además es un sitio privilegiado, dada su ubicación geográfica aunada a los entornos históricos que abarca—

    —En la primavera de 1898 participé en un examen de competencia para ser aceptado en West Point. Por primera vez no pude dormir. Llegué a New York la noche antes del examen. Estaba mareado, pero reconfortado con palabras de mi madre:

    —Doug, tu ganarás. No pierdas tu valentía. Debes creer en ti mismo o si no nadie creerá en tí. Se auto-confidente y anímate, y si aun así no puedes, sabrás que eres el mejor y anímate—

    Se publicaron los resultados de los exámenes. Douglas Mc Arthur fue aceptado como cadete de West Point. La preparación cuidadosa había sido recompensada. Muy joven comprendió que la preparación es la clave del éxito y de la victoria.

    El 24 de abril de 1898, la Casa Blanca declaró formalmente la guerra contra España. La actividad diplomática quedó aislada. El país navegaba en la arena del mundo de los políticos.

    El teniente coronel Arthur Mc Arthur fue trasladado como Jefe de Estado Mayor del Tercer Cuerpo del Ejército, para apoyar la rebelión de Cuba contra España y complementar el éxito militar del almirante George Dewey en la bahía de Manila, quien en una osada acción conquistó la cabeza de playa, restando importancia a los torpedos escondidos, y la capacidad de combate de las tropas españolas.

    Los ojos de los dirigentes políticos de Estados Unidos se enfocaron hacia el Pacífico, y las Filipinas. La historia filipina está manchada con la sangre de héroes y patriotas, quienes han sacrificado sus vidas esperanzados en ver libre de toda interferencia su país. Muchas banderas han ondeado sobre Manila. Valga la pena aclarar por detalle histórico, que Magallanes llegó a las Filipinas 27 años antes de que Colón descubriera a América.

    Además, China, Holanda, e Inglaterra hicieron varios intentos para dominar las Filipinas, pero para la dirigencia filipina, el objetivo nunca ha cambiado. El gusto por la libertad es un privilegio al que últimamente ningún humano ha podido resistir.

    La Casa Blanca planeó enviar tropas a Filipinas para apoyarla en la lucha contra España. Inicialmente se creyó que se trataba de una ocupación militar, pero en realidad trataba de ayudarlos a buscar su independencia definitiva.

    El 1 de junio de 1898, el coronel Arthur Mc Arthur fue ascendido al grado de brigadier general y enviado como comandante del cuerpo de voluntarios de las Filipinas. El cadete Douglas Mc Arthur estaba ansioso por que pasara rápidamente su permanencia en West Point, para unirse a su padre en las Filipinas, pero una carta de su progenitor lo aplacó temporalmente:

    —Hijo mío, aquí habrán muchos combates durante los próximos años, prepárate—

    El 31 de julio de 1898, el brigadier general Arthur Mc Arthur asumió el comando de la Segunda Brigada de la Primera División, para conducir operaciones coordinadas con el Ejército de Filipinas con el fin de sitiar a Manila. La resistencia de los defensores españoles en el sector asignado a la Segunda Brigada fue tenaz.

    Los combates dentro de las casamatas a lo largo de la carretera Singalong fueron encarnizados. Sin embargo la ciudad capituló y Estados Unidos negoció un tratado de paz con España. El padre de Douglas fue ascendido al grado de mayor general, y a la vez designado comandante de la Segunda División del Octavo Cuerpo de Ejército.

    De acuerdo con las condiciones estipuladas en el tratado de París, España cedió las islas Filipinas a Estados Unidos, en cuya reciprocidad fueron cancelados veinte millones de dólares.

    La administración republicana del presidente McKinley favoreció la expansión, pero los demócratas liderados por Grover Mac Cleveland y William Jennings, estaban convencidos, que lo más conveniente para los intereses del gobierno estadounidense, era llevar una política de aislamiento en este caso.

    En respuesta, el presidente McKinley evaluó la situación de esta manera:

    —El futuro de las islas Filipinas se encuentra ahora en nuestras manos. Lo que hemos acordado en el Tratado de París, es orientarlos para liberarlos de las influencias anteriores, con generosa simpatía, ya que no serenos ocupadores sino emancipadores. El Congreso dirigirá de otra forma. Será deber del Ejecutivo mantener las Filipinas, propendiendo por la paz y el orden con los beneficios del gobierno—

    —Les daremos la oportunidad de proseguir con sus fundamentos legales, y les ayudaremos a impulsar el desarrollo de la industria y en general de todos los renglones de la economía—

    —Les haremos ver que somos sus amigos y no sus enemigos, que ellos serán buenos ciudadanos y nosotros los dirigiremos, que nuestra preocupación es su bienestar, pero que ni nuestras aspiraciones, ni nosotros podemos sentirnos realizados, hasta tanto nuestra autoridad no sea reconocida e indiscutiblemente aceptada, ya que los habitantes de las Filipinas serán los beneficiados por esta república—

    —Tengo la firme convicción que ellos harán su propio gobierno, bajo nuestra orientación, porque nosotros creemos en la libertad. Así ellos permanecerán fieles a su propio gobierno y a sus propias instituciones—

    —No existen ocultos deseos imperialistas en nuestras mentes, porque ello es ajeno a los sentimientos, propósitos y pensamientos del pueblo americano. Nuestro lema será, ¿Por qué vamos a menoscabar la libertad que les conquistamos para salvarlos? Si podemos beneficiarlos, ¿quién nos objetará?—

    —Si dentro de diez años los filipinos han estabilizado un gobierno dentro de la ley y el orden, ¿quién retribuirá nuestro sacrificio? ¿Quién revivirá nuestro heroísmo y sentido humanitario? Siempre ellos, seguramente ellos siempre, aun bajo la oscuridad y los nubarrones, para ellos brillará el sol, a costa de nuestro sacrificio, pensando a toda hora en su educación y civilización—

    —Encuentro la luz y el conocimiento comunes a los hombres de este país. No hago profecías. La situación actual me absorbe por completo, sin embargo no puedo pasar por alto la cuota de sangre regada en las trincheras en los alrededores de Manila, porque las gotas de sangre de un soldado filipino o americano entristecen mi corazón—

    —En el futuro venidero, siguiendo el impulso que traemos del año anterior, estas islas serán las gloria de los mares tropicales, serán una tierra de infinitas posibilidades, sus gentes serán devotas por las artes y la paz, comerciaran con todas las naciones, disfrutaran de la libertad civil y religiosa de la educación familiar en todos los hogares, y los hijos de sus hijos bendecirán la república americana, porque los emancipó y redimió la tierra de sus padres al inducirlos por la senda de la mejor civilización del mundo—

    Ese discurso causó profunda impresión al joven cadete Douglas Mc Arthur. Según su testimonio, años más tarde este sería su guía de conducta, durante la ocupación japonesa a las Filipinas, y durante el periodo que ofició como gobernador de Japón, vistos en cada caso durante la Segunda Guerra Mundial, como países derrotados.

    Luego de la salida de España, la situación en las Filipinas era caótica a comienzos del siglo XX. Su meta no era el futuro. Muchos filipinos no querían un periodo de tutela estadounidense, sino independencia absoluta.

    En una asamblea de líderes de su partido revolucionario, Emilio Aguinaldo quien se había proclamado dictador, publicó la Declaración de Independencia de su amado país.

    Se celebraron varios congresos con el fin de cambiar la nueva constitución. El mismo Aguinaldo se cambió el título de dictador por el de Presidente Revolucionario de las Filipinas.

    Las relaciones entre las Filipinas y Estados Unidos empeoraron y el 5 de febrero de 1899 la situación degeneró en la iniciación de una guerra. Fue una larga y sangrienta reyerta. La capital del gobierno revolucionario se trasladó a la ciudad de

    Malolo. Todos los ciudadanos entre 18 y 35 años de edad fueron llamados a empuñar las armas. Se calcula que 40.000 insurrectos rodearon la capital Manila, mientras en las provincias el número aumentaba al doble.

    Pese a que su bravura y coraje fueron puestos a toda prueba, los rebeles filipinos anti-yanquis carecían de armas, equipos y disciplina militar. El comandante del ejército estadounidense ordenó avanzar con el propósito de destruir las fuerzas rebeldes encabezadas por Aguinaldo. El general Arthur Mc Arthur condujo el ataque principal con un ejército menor que la mitad del enemigo. El terreno fangoso, cubierto con árboles gruesos aumentó los problemas operacionales y logísticos de las fuerzas invasoras, ya que los vehículos no podían transitar.

    Se añade que los rebeldes filipinos habían organizado y atrincherado sus líneas defensivas. El plan estadounidense consistía en avanzar por escalones primero un flanco y luego el otro, abriendo brechas y ganando espacios con maniobras de engaño. Así, todas las posiciones rebeldes fueron capturadas.

    En menos de un año los rebeldes fueron derrotados en sucesivas batallas. Aguinaldo perdió su ejército y se refugió en Bancoc Hill. En consecuencia, los ascensos

    de Arthur Mc Arthur fueron vertiginosos. Pronto llegó a ser Comandante del Octavo Ejército de Estados Unidos y gobernador militar de las Filipinas.

    Sin embargo la insurrección fue más lejos de lo que se esperaba. Se inició la guerra de guerrillas inspirada por el general Aguinaldo, quien organizó su fuerza guerrillera proyectada desde Bengoet hacia todos los puntos cardinales del país, con el invaluable apoyo de la población civil, que les ayudó a operar en la clandestinidad.

    No era nada nuevo, pues las Filipinas siempre han empleado las tácticas guerrilleras para combatir contra enemigos superiores.

    Ya habían empleado estos métodos para combatir contra los españoles durante la guerra de independencia y cuatro décadas más tarde contra los japoneses, e inclusive, después de la independencia de las Filipinas del dominio japonés, los disidentes comunistas alentados por Moscú y Pekín emplearon la misma táctica para combatir contra sus propias fuerzas armadas.

    Para pacificar a las Filipinas a comienzos del siglo XX, Arthur Mc Arthur intuyó que la única forma de detener el ímpetu ofensivo de aquel movimiento guerrillero sería mediante la captura de Aguinaldo, el símbolo de la resistencia. En su opinión las medidas represivas, solo servirían para intensificar la resistencia y retardar la paz en la administración de las islas. Como gobernador militar detuvo las acciones armadas e intensificó las labores de inteligencia militar, tendientes a la búsqueda y localización de Aguinaldo y su escondite.

    La oportunidad llegó al ser interceptada una carta que revelaba donde se encontraba Aguinaldo. El general Arthur Mac Arthur envió una pequeña fuerza coman dada por el general Houston con la misión de capturarlo. Fue llevado a Manila donde recibió trato de huésped y no de prisionero. Los líderes guerrilleros no creían que su ídolo había sido capturado, porque pensaban que se trataba de un plan para desarticularlos e inducirlos a que se rindieran.

    Manuel Quezon por ese entonces un joven oficial del ejército rebelde, y quien más tarde fuera amigo personal de Douglas Mc Arthur, le contó que a él lo había comisionado el general Tomás Mascardo, para determinar si era cierto que Aguinaldo había sido capturado:

    —Me rendí en Mariveles ante el teniente Miller primer estadounidense con quien tomé contacto personal. Me dijo que podría considerarlo si entregaba el revólver y la daga. Le entregué mi daga como regalo, la cual fue devuelta 35 años más tarde, por el mismo Miller cuando resulté elegido presidente de la república—

    —Conté al teniente Miller la delicada misión que el general Mascardo me había impuesto. El teniente me respondió: Naturalmente es cierto que Aguinaldo ha sido capturado. Él es un prisionero de guerra pero actualmente vive en el Palacio de Malacañan, con el gobernador, y allí es tratado con la mayor cortesía y consideración. Informaré a Manila acerca de su misión, es posible que usted lo vea con sus propios ojos

    —Al día siguiente fui llevado a Manila y conducido al Palacio Malacañan el lugar desde el cual nos habían gobernado los españoles y que desafortunadamente yo no conocía. Fui llevado a la oficina del general Mac Arthur. Fred Fischer, quien años más tarde integraría la corte suprema de justicia fue nuestro intérprete, para explicar al general Arthur Mc Arthur el motivo de mi visita—

    —El general estadounidense se puso de pie, levantó la mano sin decir nada y me indicó que siguiera a su oficina. Emocionado atravesé el hall y seguí al salón. En la puerta había dos soldados americanos con bayoneta y guantes. Seguí pensando que no encontraría a nadie—

    —Cuando llegué al cuarto vi al general Aguinaldo, al hombre a quien yo había considerado la personificación de mi propio país, al hombre a quien yo había visto rendirle gloria por parte de generales, soldados, hombres de Estado, políticos, hombres pobres y ricos, quienes lo habíamos honrado—

    —Ahora veía al mismo hombre solo en cuarto como un prisionero de guerra. Es imposible describir lo que sentí, pero al escribir estas líneas veintidós años más tarde, mi corazón palpita como en aquella ocasión. Confieso que sentí que el mundo se desmoronaba—

    —Duré unos minutos para recuperarme del impacto recibido. Finalmente pude decirle en tagalog: He sido enviado por el general Mascardo para saber si continuamos la guerra o abdicamos—

    —El general Aguinaldo contestó: He hecho juramento de lealtad a Estados Unidos y considero incorrecto que ustedes sigan combatiendo. Era una orden. Mascardo y los demás líderes depusieron las armas. El general Arthur Mc Arthur proclamó una amnistía, y le autorizó una pensión de treinta pesos para el regreso a la vida normal, lo cual constituyó el fin del movimiento revolucionario—

    Al cesar las hostilidades el gobierno de Estados Unidos colaboró en la rehabilitación de las Filipinas, debido a los estragos propios de la guerra y la preparación necesaria para su futuro independiente.

    El general Arthur Mc Arthur comprendió que la soberanía era la única solución posible para fortalecer la libertad de ese pueblo amistoso, es decir la soberanía de un amigo especial de su país. La mayor dificultad seria sanar los odios generados por la guerra, y convertirlos en respeto mutuo con mucho futuro.

    Al referirse el propósito de la ocupación norteamericana, Arthur Mc Arthur puntualizó:

    —La principal razón que justifica nuestra presencia en las Filipinas, es que pretendemos transmitirles aquellas ideas que durante siglos han sido consideradas

    como la esperanza de la humanidad. Hay dos cosas que llegan a lo más profundo del corazón humano: Uno es la esperanza por alcanzar un grado de libertad personal, y el otro es la inmortalidad. La primera ha evolucionado lentamente y emergió como una necesidad de los siglos, encontrando su más completo desarrollo en los Estados Unidos—

    —La idea de la libertad personal permite al ciudadano hacer cualquier cosa dentro de los límites del deber, en aras de su legítima felicidad. Esa idea se la estamos planteando al oriente. Siempre que los americanos generamos alguna idea ella prospera. Creo que esta idea evolucionará rápidamente en las Filipinas. Los filipinos desean ser ellos mismos. La gente nos pregunta que si vamos a apoyarlos económicamente. Nosotros les decimos que sí. La raza humana ha generado sus más grandes ideales sobre una sucesión de olas y estas olas están llegando más allá del Pacífico—

    Los odios desaparecieron y los nativos encontraron la igualdad dentro de un programa fundamentado en la administración civil y el desarrollo económico. La acción del gobierno estadounidense se orientó hacia la educación, las leyes, la defensa nacional y la prosperidad. En el área de la educación se abrieron las escuelas públicas libres, ramificadas en normal para profesores, dependencias educativas para artes y comercio, además de las escuelas para sordos y ciegos.

    Fue tal la integración del ejército estadounidense con la educación de los filipinos, que para muchos analistas la ocupación de los Estados Unidos a las Filipinas como uno de los capítulos trascendentales de su historia, bajo el argumento que mientras algunos países conquistaron por medio de la cruz (religión) y otros lo hicieron por medio de la espada, Estados Unidos lo hizo por medio de la educación.

    El antiguo código penal filipino, plagado de injusticias, crueldades, totalitarismos, fue reemplazado por un código de procedimiento civil, que es la base actualmente de la jurisprudencia filipina. Se estableció por primera vez el derecho de Habeas Corpus. Se crearon las cortes civiles, incluyendo la Corte Suprema de Justicia, compuesta por nueve personas seis filipinos y tres oficiales estadounidenses.

    —Desde aquel entonces ningún sistema judicial en el mundo ha funcionado con tanta ecuanimidad y dignidad— aseguró Douglas Mc Arthur en 1964.

    Las políticas para la defensa nacional eran claras. Las costas eran defendidas con soldados filipinos. El ejército estadounidense les facilitó los medios y la instrucción militar, posteriormente empleada para combatir la invasión japonesa. Con el claro propósito de promover la prosperidad económica y el bienestar ciudadano de los filipinos, se adoptó como regla de oro, la construcción de vías públicas, se improvisaron puertos, se planeó el servicio civil, se organizaron los puestos de salud, se augeó la industria nacional, se modificaron las tarifas de los impuestos restringiéndoles las cuantías, y el gobierno local inició a planear las elecciones. Con el acople sistematiza do de estos esfuerzos, se realizó la transición del gobierno militar al civil el 4 de julio de 1901.En sus Reminiscencias, Douglas Mc Arthur escribió al respecto:

    —El 13 de junio de 1899, ya pertenecía a la Escuela Militar West Point. Allí la vida estaba fundamentada sobre una rígida disciplina de culturización y aprendizaje, pero no se trataba de una esclavitud en un mundo aparte de otros mundos—

    —Las actuales condiciones de vida en West Point se diferencian muchísimo a las de aquellos días. Era emocionante participar en las pruebas atléticas, los bailes y departir alegres momentos en compañía de lindas niñas. Trabajaba fuerte y me divertía mucho. Tuve algunos incidentes dentro de esos cuatro felices años. Uno de ellos sucedió cuando me encontraba próximo a ser oficial—

    —Gran parte de la disciplina y el control lo ejercían quienes obtenían los mejores promedios académicos en las aulas. Se inculcaba a los cadetes el valor y el arrojo mediante el auspicio de métodos violentos e incontrolados. En 1900, en forma insistente el presidente McKinley solicitó al Congreso una investigación especial, para esclarecer un incidente ocurrido un año antes de mi ingreso, y así mismo establecer la magnitud de los malos tratos ocurridos. Se me citaba para aparecer como testigo en la Corte, en un caso en el cual yo era la víctima. Expliqué lo que sabía pero no di nombres de alumnos involucrados—

    —Mi padre y mi madre habían inculcado dos principios fundamentales e inmutables: No mentir, no murmurar. Me encontraba ante una situación muy incómoda. Si la corte insistía y ordenaba revelar los nombres, y yo rehusaba a obedecer la orden, era probable mi expulsión con el consecuente fin de mis sueños y esperanzas. Así mismo sería fácil ceder y luego me culparían—

    —Mi madre se encontraba en West Point. Durante un receso de la Corte, recibí el siguiente mensaje que ella me envió:

    —¿Sabes que tu alma es parte de la mía, y que tu pareces fibra del centro de mi corazón? Nadie puede responderme como tú puedes hacerlo. Nadie puede honrarme como tú. Acuerda que el mundo pronto conocerá esta culpa, si las sombras o la oscuridad empañan tu nombre—

    —Como madre te digo que como hijo deberás decir la verdad. El mundo juzgará en gran parte a tu madre. Será entonces tu tarea, si será tu tarea, forjar la honra del mundo para que homenajeen la dignidad. Seguramente dirán cuando el veredicto salga a tu favor: Ella cosechó lo que sembró. Ese hombre es su hijo—

    —Esperaba la pregunta y evadía la respuesta. Estaba salvando unas personas que se estaban enjuiciando. Llegó la orden corta, perentoria e inequívoca. Yo estaba de pie pensando que todas las esperanzas de mi vida se cifraban en ser oficial del Ejército, que siempre había sido un abanderado del valor, la cual me había enseñado a empuñar mi padre desde la época de la guerra civil y de la guerra contra los indios. Ya que no existía ningún castigo tampoco me despojaría del uniforme militar. Mis pensamientos se interrumpieron en el momento que la voz de un oficial dijo: La corte entra en receso. Llévenlos a sus cuarteles

    —Esperé varias horas para que me llevarán arrestado, pero afortunadamente eso no ocurrió. Los nombres fueron obtenidos de otra manera. Nunca más volví a dudar acerca de lo que debería hacer y cómo proceder correctamente en mis actos. Jamás me volvieron a temblar las piernas y solamente una vez más sentí nauseas. Los cuatro años que pasé en West Point fueron las glorias de mi juventud, es decir se caracterizaron por ser formas literarias muy grandiosas en el léxico de mi vida—

    —Fui distinguido con la letra A en muchas calificaciones y mantuve el puntaje más alto de West Point durante veinticinco años. Siempre me impresionó ese récord, lo que no he podido entender es porqué, ya que soy consciente que entre mis compañeros, y estoy seguro que en los otros cursos, había muchos estudiantes más inteligentes que yo. No estudié ni más duro, ni más tiempo que mis compañeros, creo y lo puedo afirmar que tal vez tuve más claridad que ellos acerca de los sucesos. La mejor satisfacción es que lo primero es lo primero—

    El 11 de junio de 1903, Douglas Mc Arthur se graduó como subteniente del arma de ingenieros. En la ceremonia de graduación el Secretario de Guerra Elihu Rood expresó:

    —De acuerdo con los hechos que estamos presenciando y los precedentes de nuestra historia, antes de que ustedes se retiren del ejército, estaremos comprometidos en otra guerra, ya que las guerras abundarán y no tardarán en llegar. Señores oficiales preparen su país para la guerra—

    Para completar la satisfacción del subteniente Douglas Mc Arthur, su primera asignación militar fue en las Filipinas. En ese momento, el general Arthur Mc Arthur era el comandante de las tropas encargadas de la seguridad de la costa Pacífica de Estados Unidos, cuyo cuartel general estaba instalado en el puerto de San Francisco.

    Su hijo, el subteniente Douglas Mc Arthur llegó a las Filipinas después de navegar treinta y ocho días a bordo del buque Sherman. Durante un año participó activamente en la ejecución de diversos trabajos de ingeniería militar en las islas, e hizo parte del equipo que desarrolló el proyecto para mejorar el puerto de la bahía de Manila y las fortificaciones de Corregidor instaladas en las montañas de Bataan.

    Los filipinos se habituaron a acatar la ley y el orden por la fuerza de la costumbre, acorde con las pautas que transmitían los oficiales norteamericanos y con base en la experiencia acumulada en los trabajos de ingenieros militares. En esos días, Douglas Mc Arthur fue consultado para la elaboración de textos de ingeniería y reconocimiento técnico del terreno con fines militares, para uso del ejército de su país.

    Durante esta comisión del servicio el subteniente Mc Arthur entabló amistad con los jóvenes filipinos Manuel Quezon y Sergio Osmena, recientemente graduados en la Universidad de Santo Tomas.

    Cuarenta años después Mc Arthur sería comandante de la fuerza expedicionaria estadounidense al otro lado del planeta, y los dos inquietos filipinos llegarían a ser distinguidos presidentes de las Filipinas.

    En abril de 1904 Douglas Mc Arthur fue ascendido al grado de teniente y en octubre zarpó hacia San Francisco en el transportador Tomás, trasladado a California, con la misión de cuidar las minas de oro. En octubre de 1905, fue enviado al Japón donde su padre se encontraba como observador de la guerra ruso-japonesa. El propósito de la visita era una misión de inteligencia estratégica para determinar las capacidades militares terrestres, navales y aéreas de los japoneses y establecer sus métodos tácticos y estratégicos de hacer la guerra.

    En Washington había malestar creciente. Ya en enero de 1903 el ambicioso presidente Theodore Roosevelt había exteriorizado una premonición político-estratégica que zumbaba en los oídos del teniente Douglas Mc Arthur:

    —Si Japón es cuidadoso y se guía por la inteligencia de su emperatriz, puede convertirse en uno de los líderes de las grandes naciones, pero si ella se fanatiza y se aísla, si ella trata de sacar provecho de su victoria en la guerra ruso-japonesa, abarcando más de lo que debería tener, todos los poderosos se moverán en su contra y su

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