No nos extrañará el sistema
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Antonio Malpica
Antonio Malpica es músico, dramaturgo y novelista, además es ingeniero en sistemas. Cuando ya había terminado la carrera de ingeniero, descubrió que le divertía más contar historias. Así que empezó a hacer teatro con su hermano Javier y, luego, a escribir novelas. Hoy tiene publicados más de veinte libros. En Océano El lado oscuro ha publicado: Siete esqueletos decapitados, Nocturno Belfegor, El llamado de la estirpe y El destino y la espada. Ha ganado, entre otros, los premios Barco de vapor y Gran Angular convocados por SM, México; Novela Breve Rosario Castellanos, y el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil Castillo de la Lectura. Antonio Malpica se convirtió, en 2015, en el primer autor mexicano en obtener el Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil.
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No nos extrañará el sistema - Antonio Malpica
A BERNARDO RUIZ
The increase in the world's population
represents our victory against death.
Julian Simon, Doom-Slayer
no sé
darle razón a este boli y esta plaqueta
Contar, por ejemplo, que mirar a los roñas por la ventana es gratificante. Usar palabras como gratificante.
o nomás escribir por escribir por escribir por escribir
todo lo que me pasa por la mente como:
necesito una mina.
Me revienta tener que subir siempre al dobleú de la azotea.
La noche es bacán.
por ejemplo
o también...
Recién terminé el libro que me prestó el profesor.
Eso. Y así. Sin preguntarme más. Así. Dejar que todo fluya por la plaqueta igual que fluye por mi cerebro.
Así.
así
Recién terminé el libro que me prestó el profesor. No puedo decir que me haya gustado. Ese tipo de historias me desorientan, tal vez porque no son posibles, porque no me gusta que nadie pretenda hacerme creer cosas que no pueden ocurrir. Pero igual le dije a él que me gustó. Solo porque es buena persona y porque seguro que es lo que estaba esperando oír. Además, se esmeró mucho hablándome de los dos primeros volúmenes, tratando de construir la historia que yo debía continuar en el tercero, que es el que me prestó, hablándome de todos esos hobbits, magos y elfos que le fascinan tanto. De cualquier modo me dio gusto leer el libro completo, porque aquí nadie lee. Excepto el profesor, claro. Y como él es el mejor tipo de este lugar, yo, tal vez por parecerme un poco más a él que a todos los demás, acepté su propuesta de echarme el libro por las noches. Casi tres meses me llevó la hazaña. Así que recién terminé el libro, fui a su colchoneta en la cocina y lo toqué en el hombro para despertarlo. Le dio tal gustazo saber que ya lo había terminado que quiso platicarlo de inmediato. Y volvió a entristecerse por no contar con los otros dos volúmenes. Un buen tipo el profesor. Un buen
tipo
y así
ayer descubrí a dos besándose. Uno al que le decimos el Greñas y otro que casi ni habla. Todos creemos que es extranjero porque cuando llega de trabajar nomás saluda sin decir nada y se va a acostar. Ya todos estaban dormidos y yo me paré al baño. Oí un ruido y apreté los ojos para luego ver mejor en la oscuridad. El Greñas y el extranjero se besaban y se metían mano. No es que esté en contra de esas cosas. Al contrario, creo que cada quien tiene derecho de hacer lo que quiera con quien quiera. Pero sí me puse a pensar que a ver si al final no acabamos todos de imbugas a falta de mujeres. Uno nunca sabe.
Venía como a las nueve de la noche del trabajo y me detuvo un roña en la calle, en la esquina de Miguel Laurent con Insurgentes. Nomás te ven uniformado y creen que los puedes ayudar. Sobre todo cuando no eres policía, porque piensan que tienes algo que ver con el gobierno o con el sistema. Me dijo: Vale, consígueme laburo, ya no aguanto dormir en la calle
. Y hasta eso que se veía bien. No se veía somado, ni borracho, ni nada. Pero yo ni me detuve. Pensé en echar mano de una parte de los ochenta pesos que llevaba de circulante, porque sí me dio buena espina el compañero. Pero ya no insistió y mejor los guardé. Nunca se sabe para qué puede servir el dinero después.
a la hora de la cena Sherman, Luis y el Greñas se pusieron a contar chistes de negros enfrente del Cambujo. Pero hasta eso que agarró la onda el moreno. Y luego él se puso a contar chistes de borrachos. Me gusta cuando estamos así, cuando nadie se pelea con nadie y todos agarran la onda de que aquí nos tocó y es mejor apretados que en la calle. Además, con tener trabajo ya está uno del otro lado. Por lo menos vas al baño y comes y duermes sin broncas. Hasta el profesor se rio de uno que otro chiste. Bacán.
que se me antojó
salir temprano para el laburo, para antes hacer fila en el mart de la esquina y comprarme un donut. Total, si no, para qué trabaja uno. Y hasta eso, nadie me dijo nada. Me gusta cuando nadie pregunta que por qué haces esto o por qué haces lo otro. No como el licenciado que vivía aquí hace dos meses. Me acuerdo que no podía ni pararme al dobleú a una hora distinta de la de siempre porque luego luego empezaba con sus preguntas. Cochino paranoico. La verdad, qué bueno que lo desemplearon. Sabrá dios dónde andará mendigando ahora. Creo que Luis lo vio una vez por allá por donde trabaja él, cerca del centro. Pero quién sabe. Así que me salí temprano y me fui a formar. Habría apenas cien gentes, porque todavía estaba oscuro y algunos le sacan a irse a formar cuando no hay luz. Yo hace mucho que les dejé de tener miedo a los roñas. Claro que a mí me molestan menos que a otros. A lo mejor por el uniforme o porque estoy joven. Una hora y media y ya tenía el donut en los dientes. Total, si no, para qué trabaja uno tanto. Lástima de los dos mocosos que se me pegaron todo el rato que me tardé en acabármelo.
Hay una mina nueva en el trabajo asignada al corredor C. No está nada mal. Además, el uniforme le viene muy bien, no como a la Flaca que trabaja conmigo acomodando. A ella nada le viene bien, creo. Pobre. Ella qué culpa tiene, de todas maneras. A veces me da lástima, porque es de esas que parece que no valoran tener laburo (aunque sea así de pinche como el nuestro, acomodando gente en el metro) porque siempre está como triste. A veces me mira a lo lejos (ella se encarga del último vagón. Yo, del antepenúltimo) y siempre me viene la idea de que no ha comido en varios días. En cambio la mina nueva, una Morena con todo muy bien puesto en su lugar, hasta me sonríe. Las dos veces que pasé por su corredor para ir al dobleú me sonrió. En una de esas hasta me animo a hablarle.
No podía dormir y me fui a parar a la sala, ahí donde duermen cuatro de los quince que vivimos aquí en el 202. A veces me entretengo viendo por la ventana de la sala a la gente que duerme en la calle. Sobre todo porque no siempre duermen. Algunos comparten el chupe, otros conversan, otros discuten, otros juegan. Me tocó ver una cáscara de futbol. Hasta tomé partido desde lo lejos. Eran las tres de la mañana y ahí estaban esos vales jugando. Chavalos, chavalas y abuelos participaron también. Me dieron ganas de apagar el cigarro y pedirles que me dieran chance de entrarle. Pero ya se sabe cómo es esto. Les da uno la mano y se toman el pie. Nadie puede entablar conversación con un roña o su familia sin que en un ratito ya estén pidiendo dinero o que los dejes meter a tu casa o
Se descompuso el frízer y estuvimos sudando como malditos puercos hasta que lo arreglaron. Con dos horas tuvimos para que el departamento empezara a apestar morongo.
Iba para el trabajo por Insurgentes y
una mina me empezó a seguir por ahí del Eje cinco. Honestamente, a veces le pienso para eso del comercio sexual en la calle. Pues total, qué bronca hay en vaciarse con una desconocida. Nomás te tapas con la chambra que siempre traen encima y ni pierdes tiempo: cinco minutos y ya está. Además, todo el tiempo traigo circulante. Pero me da no sé qué cosa. A lo mejor porque todas casi siempre andan en algo: en el soma, el alcohol o algo peor. O a lo mejor no me late hacerlo con tanta gente alrededor, muy a pesar de la chambra. Quién sabe. El caso es que me venía siguiendo esta mina y yo le empecé a pensar. Pero como ella no traía nada encima, me di cuenta de que no podía ser una exprés. Era otra onda. Total que me dejé alcanzar. "¿Por qué me