Viena: Guía para descubrir la ciudad
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Book preview
Viena - Juan Carlos Moreno
SUMARIO
Viena hoy
Recomendaciones para el viaje
Mapa de Viena
Transporte público
Gastronomía
Dónde comer
De compras
Recorridos por la ciudad
1. Por el casco histórico
2. Por la Viena imperial
Agenda
VISITAS IMPRESCINDIBLES
1 San Esteban y Viena medieval
Plaza de Esteban
Núcleo antiguo
Hoher Markt
2 Hofburg y Viena imperial
Hofburg
Neue Burg
Escuela Española de Equitación
Augustinerkirche
Iglesia de los Capuchinos
La Albertina
3 Hundertwasserhaus y Stadtpark
Ringstrasse
Hundertwasserhaus
Postsparkasse
Stadtpark
4 Ring monumental
Ópera Estatal de Viena
Burggarten
Kunsthistorisches Museum
MuseumsQuartier
Volksgarten y el Parlamento
Del ayuntamiento a la Votivkirche
Pasqualatihaus
5 Karlsplatz y alrededores
Musikverein
Iglesia de San Carlos Borromeo
Academia de Ciencias
Wiener Secession
Naschmarkt
Schwarzenbergplatz
6 Schönbrunn
Los jardines
El zoo y los museos
7 Belvedere
Alto Belvedere
Bajo Belvedere
Jardín Botánico
Cementerio de St. Marx
8 Prater y Danubio
Prater
El Danubio
Donau-City
Alte Donau
9 Zentralfriedhof
San Carlos Borromeo
10 Grinzing
ALREDEDORES DE VIENA
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Viena hoy
El nombre de Viena tiene resonancias imperiales. Pero también suena a música, a óperas de Mozart, a sinfonías de Beethoven y a valses de la familia Strauss. Es una ciudad que encarna la tradición en su máxima expresión, pero que no quiere quedarse encerrada en la nostalgia de un tiempo que ya no volverá. De ahí también ese dinamismo que lo impregna todo y hace que lo antiguo y lo nuevo se den la mano tanto en la calle como en los espacios museísticos, en las vías comerciales o en los cafés y restaurantes. Y todo siempre con ese punto de sofisticación y no menos de mestizaje, inevitable en una ciudad que, durante siglos, fue capital de un imperio plurinacional, pluricultural y plurilingüístico.
Fueron los romanos los que, a principios del siglo I y aprovechando un antiguo asentamiento celta, construyeron en este lugar un cuartel, uno más de los muchos que, repartidos por toda la línea del Danubio, debían salvaguardar las fronteras del Imperio del empuje de los bárbaros. Al final cedieron, pero mientras que otras de esas plazas fronterizas se despoblaron y cayeron en el olvido, Viena entró en la Edad Media con fuerza hasta convertirse en una próspera ciudad comercial. La osada aguja de su catedral, visible desde cualquier punto, sigue siendo la mejor imagen de aquella época.
Mas el destino de Viena era otro y quedó marcado en 1556, cuando el emperador Carlos V decidió repartir sus dominios entre su hijo Felipe y su hermano Fernando. Al primero, le dio la corona española; al segundo, el cetro de lo que entonces era el Sacro Imperio Romano Germánico y que, a partir de las guerras napoleónicas, pasó a ser el Imperio austríaco y, algo más tarde aún, en 1867, el Imperio austrohúngaro.
Desde entonces, Viena fue la capital de los Habsburgo y su imperio, y como tal, un irresistible foco de atracción para los mejores arquitectos, pintores y músicos de Europa. También de aristócratas de los dominios imperiales, que empezaron a construir en ella palacios que, menos en la escala, nada tenían que envidiar a los de la familia imperial. Es esta la Viena barroca y magnificente del Hofburg, Schönbrunn y el Belvedere, cuya grandeza aun debió saber a poco al emperador Francisco José y a su esposa Isabel de Baviera, la popular Sissi. Fue entonces, en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la alianza del Imperio y la aristocracia con la nueva burguesía triunfante cambió radicalmente la cara de Viena. Las viejas fortificaciones fueron demolidas y en su lugar se abrió una amplia avenida ornada con edificios que, a través de la apoteosis del historicismo arquitectónico (del neogótico, el neogriego, el neorrenacentista), quería hacer ostentación de su poder, su fortaleza y su prestigio, aunque en ocasiones la grandeza se confunda con pomposidad y la monumentalidad, con mera y hueca retórica.
No obstante, esa Viena orgullosa y segura de sí misma, y con ese toque frívolo representado por la opereta y el vals, era la cabeza de un gigante con pies de barro. Uno cuyos oropeles inútilmente se esforzaban por esconder las crecientes tensiones en el seno de un Imperio compuesto por nacionalidades, culturas y lenguas diferentes. La crisis al final llegó, y lo hizo primero en la propia Viena y del lado de los artistas, quienes se revolvieron contra el culto al historicismo y contra todo aquello que había definido la creación artística hasta entonces: el orden, el equilibrio, la armonía o la misma belleza. Nacía así la Secession, el modernismo vienés del cambio del siglo XIX al XX, cuya defensa de un arte enraizado en la naturaleza y la vida plasman los edificios de Otto Wagner, las pinturas de Gustav Klimt o las sinfonías de Gustav Mahler. Paralelamente, un médico llamado Sigmund Freud revelaba que la perturbadora verdad de que el Yo ni siquiera es el dueño de su propia casa, de su alma, sino una confusión de impulsos, muchos de ellos inconscientes, que escapan al control racional…
El fin de la Primera Guerra Mundial en 1918 trajo consigo el colapso de ese Imperio y su disgregación en varios Estados nacionales. Viena quedó entonces reducida a capital de una pequeña república que, tras el negro paréntesis del nazismo, ha buscado su propia personalidad y la ha encontrado precisamente en ese carácter mestizo que tuvo antaño, cuando era la capital común de austriacos, bohemios, húngaros, bosnios, italianos…, pueblos y acentos a los que hoy se han unido otros llegados de más lejos aún. Un viaje en metro o tranvía da cuenta de esa variedad, como también un vistazo a los apellidos vieneses. El viejo dicho de que para ser un auténtico vienés hay que tener una abuela checa, se ve hoy enriquecido con otras muchas procedencias.
Viena tiene mucho que ofrecer al visitante. Por supuesto, brillan con luz propia su parte histórica y monumental, sus museos, sus teatros y auditorios, espejo de una capital para la que la cultura ha sido siempre una seña de identidad. El incendiario Karl Kraus, una de las figuras capitales de las letras de la Viena finisecular, lo dejó bien claro cuando escribió: En Viena, las calles están cubiertas de cultura; en otras ciudades lo están de asfalto
.
Pero el atractivo de la vieja capital de los Habsburgo no se agota ahí. Vale la pena pasear por una ciudad que ha sabido preservar una asombrosa unidad arquitectónica, con edificios que, sea de la época que sean, presentan una tipología y una altura parecidas, todo ello humanizado por 850 parques y zonas ajardinadas, como el Prater o la isla del Danubio, en los que lo verde su une a lo recreativo. Igualmente, hay que descubrir la Viena que queda a la otra orilla del gran río, esa sí arquitectónicamente vanguardista, pero al mismo tiempo con parques naturales y el recuerdo de lo que fue el viejo Danubio antes de la remodelación de su curso a finales del siglo XIX. Y luego, la zona de viñedos y sus tradicionales Heurigen en los que degustar el vino y la gastronomía locales. O, de nuevo en el núcleo urbano, sus cafés, cada uno con su personalidad y estilo, y todos alma de una ciudad que sabe disfrutar de lo bueno y lo exquisito, y que se siente orgullosa de su pasado y mira con optimismo los retos del presente y el futuro.
Recomendaciones para el viaje
Los ciudadanos de la Unión Europea pueden entrar y moverse libremente por Austria como parte del espacio Schengen. Basta con que tengan en regla su documento nacional de identidad o su pasaporte.
Cómo llegar
La forma más rápida y fácil de llegar a Viena es por aire. Compañías como Iberia (www.iberia.com), Vueling (www.vueling.com), Austrian Airlines (www.austrian.com), Lufthansa (www.lufthansa.com) o AirBerlin (www.airberlin.com) ofrecen vuelos regulares a la capital austriaca. Otra opción, operada por Ryanair (www.ryanair.com), es volar hasta la vecina Bratislava, en Eslovaquia, separada de Viena por poco más de 50 kilómetros. Las compañías de autobuses Slovak Lines (www.slovaklines.sk), Postbus (www.postbus.at) y Flixbus (www.flixbus.co.uk) conectan el aeropuerto eslovaco con la Hauptbahnhof, la estación central de trenes vienesa, previo paso por el aeropuerto de Wien-Schwechat. Conviene consultar los horarios en la web de cada compañía.
Transporte desde el aeropuerto
Situado a unos 16 kilómetros al este de Viena, el aeropuerto de Wien-Schwechat (www.viennaairport.com) está bien comunicado con la ciudad por tren y autobús. La opción más rápida y cómoda para llegar al centro es el CAT o City Airport Train (www.cityairporttrain.com) que, con frecuencias de media hora, lleva hasta la estación de Wien Mitte, en el centro de la capital austriaca, en 16 minutos. El billete sencillo cuesta 12 € (10 si se cuenta con la Vienna Card), aunque vale la pena pagar 14 y adquirir un billete complementario válido para moverse en el transporte público vienés (metro, tranvía y autobús). Los billetes se pueden comprar en la estación, en las máquinas expendedoras y en la Oficina de Turismo del aeropuerto, así como online. En esta última modalidad resulta más económico, 11 €. Para