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X de Sodoma: Una Canción para el Fin
X de Sodoma: Una Canción para el Fin
X de Sodoma: Una Canción para el Fin
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X de Sodoma: Una Canción para el Fin

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About this ebook

Jonna nació un Terminante.
Desde el momento que nació su planeta reaccionó violentamente a él; sólo el toque de los rayos del sol sobre su piel casi destruye el mundo. Su destino fue sellado desde su nacimiento y fue exiliado del resto de la humanidad. Jonna nació un Terminante; conectado a su planeta y con el poder de juzgar y escoger el destino final de su mundo. Han nacido Terminantes en toda la galaxia, pero se creía imposible que naciera uno en el planeta de origen.
El conteo ha comenzado porque el Terminante de La Tierra ha nacido, y el día de juzgar ya está cerca.

LanguageEspañol
PublisherK.R. Columbus
Release dateMar 29, 2012
ISBN9781476155654
X de Sodoma: Una Canción para el Fin
Author

K.R. Columbus

Born August 4, 1982 in Mayagüez, Puerto Rico, K.R.Columbus [Kemuel Ríos Colón] is a prolific Puerto Rican Science Fiction and Fantasy author, with more than twenty novels, and young adult books sold all around the world. With novels that have reached the top 50 charts in England and Australia. Before becoming a writer, he trained to be a sumo wrestler for four years. Currently lives in Puerto Rico reading good books, drinking coffee, enjoying rare music, and obscure Cinema. To contact the author – antiquarianage@gmail.com

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    X de Sodoma - K.R. Columbus

    X de Sodoma - Una Canción para el Fin

    Por Kemuel Ríos Colón

    Copyright 2012 Kemuel Ríos Colón

    Smashwords Edition

    This ebook is licensed for your personal enjoyment only. This ebook may not be re-sold or given away to other people. If you would like to share this book with another person, please purchase an additional copy for each recipient. If you’re reading this book and did not purchase it, or it was not purchased for your use only, then please return to Smashwords.com and purchase your own copy. Thank you for respecting the hard work of this author.

    Este libro está disponible en inglés bajo el titulo -

    Sodom’s X - A Song for the End by K.R.Columbus.

    Otros libros por Kemuel Ríos Colón

    (Títulos y fechas pueden cambiar en cualquier momento)

    X de Sodoma (Duología)

    1 - Una canción para el Fin

    2 - El Mundo Termina por Ti

    Duología Completa

    Los Tesoros de Shamarkanda (Serie)

    1 - Vagantes a Shamarkanda (verano 2012)

    Aposento del Rey Montañés (Otoño 2012)

    Seremos Como Dioses (Serie)

    1er Testamento - Sueño Vestigial (invierno 2012)

    Por Kemuel Ríos Colón

    -MAPAS E ILUSTRACIONES-

    -SOMORRA-

    1 – Escotilla de embarque olvidada.

    2 – Enfermería y cuartos médicos.

    3 – Catedral principal.

    4 – Zona de Cuarentena.

    5 – Dormitorios principales.

    6 – El Templo.

    7 – Área de los baños

    8 – Salones de clase.

    9 – Muelles de embarque principal

    10 – Pasillo secreto de Rongo.

    11 – El Ojo del Cielo

    12 – El Parque Carnaval.

    13 – Dormitorios de los Parleros.

    14 – Muelle de acople escondido.

    15 – Área de restaurantes y comedor

    16 – Torre de observación.

    17 – Centro de Comunicaciones.

    -Hablo a su vergüenza. ¿Qué no saben que juzgaremos ángeles?, que los santos juzgarán este mundo…

    -La Biblia

    Capitulo Uno

    -Jonna; El Terminante-

    Hay algo que cuelga en los vestigios de nuestra existencia, un sentir suspenso que nos llena al ser queridos y amados por algún alma. Se podría decir que tal sentir estuvo presente en el día que Jonna nació; sí, fue amado, pero los eventos que transcurrieron después de su nacimiento marcaron por siempre su vida, y las vidas de aquellos que le amaban.

    -¿Qué nombre le pondrás?- Pregunta la enfermera.

    -Jonna; justo como su tío. Sabes, él murió en la guerra santa.

    -Ese es un buen nombre, un nombre fuerte.- La enfermera le asegura a la orgullosa madre mientras le entrega el recién nacido.

    Jonna nació justo al mediodía. Un pequeño bebé regordete con suficiente energía en su cuerpecito para sobrevivir el mundo. Esto pensó su madre en el momento que el niño fue colocado en sus cansados brazos. Por un largo momento siente el peso del recién nacido.

    -Dejadme verlo, abre las cortinas para poder verle con mejor claridad.- Ésta dijo en un hilo de voz temblante.

    Con el sonido de la voz de su madre el bebé comenzó a reír, tan hermoso era aquel reír que la enfermera dio un giro para ver mejor al bebé, mientras su mano toma la sedosa esquina de las cortinas.

    -Qué risa tan placentera, será divertido tenerle cerca cuando uno se encuentre en apuros. Poniendo a todos felices con su sonrisa, yo…

    Antes de terminar su línea de pensamiento la enfermera aló las cortinas. Mucho antes que la luz tocara el bebé algo horrible ocurrió con el mundo. En el momento que el primer hilo de luz penetró el cuarto el bebé comenzó a llorar, a gritar con tanto dolor que su madre no pudo aguantarlo, era como si la piel del bebé súbitamente se hubiese tornado tan caliente como el fuego. El bebé rodó hasta el suelo sobre una frisa y cayó con un sórdido sonido que liberó terribles gritos provenientes de la madre y enfermera. En una situación normal esos gritos hubieran sido porque el bebé cayó al suelo, pero no esta vez. Los gritos y suspiros que escaparon de sus labios estaban allí por otra razón. Porque en el momento que la luz tocó la desnuda piel del bebé está comenzó a mancharse; haciendo nacer un tatuaje. Antes que el tatuaje fuese terminado sobre la espalda del bebé la enfermera ya había marcado el símbolo de Dios sobre su frente, pero nunca estaría lista para lo que sabía se aproxima.

    -¡No! ¡Noooo!- Cubriendo su dolor con sus manos la madre gritó, terminando aquello con un chillido de desesperación. -¡Noooooooo! ¡Maldita yo por recibir esta maldición, este sortilegio! ¿¡Por qué yo entre todas las madre!? ¿¡Por qué yo!?

    Su pregunta no estaba dirigida a Dios, ni a nadie en lo alto. En realidad aquello ni era una pregunta; aquello era un clamor de suma desesperanza para si misma; la que sus sueños ahora yacían roto en sólo un instante.

    Sólo tomó un segundo para que aquel tatuaje se plasmara permanentemente en la espalda del bebé; sobre sus hombros desnudos ahora estaban las marcas de un terminante; dos hermosas alas negras con un triangulo en el centro, y dentro del triangulo El Ojo que Todo lo ve.

    Ambas mujeres se petrificaron donde estaban, habían escuchado historias sobre los terminantes nacidos en otros mundos, los cuentos de su propósito y qué esperar ante su nacimiento. ¿Pero qué harían ahora? El bebé no les dio tiempo para pensar o hacer nada, porque en aquel instante el bebé agarró con su mano la mera tela de lo invisible, y como si tomara del vacío ellas vieron una red de luz ser expulsada de su minúscula mano. Una vibración siguió aquella red de luz. Jonna había tocado la vida y energía del planeta, porque en aquel momento aquella leve vibración comenzó a ser imitada por el mundo entero. Era como si todas las partículas que forman la existencia estuvieran súbitamente horriblemente inestables.

    La Cemíca es una composición de materiales muy resistente que es utilizada para construir. Con la Cemíca se construye casi todo. Este material se siente como una mezcla de la cerámica con el plástico. La Cemíca amplifica la luz, y si es necesario puede mantener un edificio caliente o frío dependiendo de las especificaciones impuestas sobre el material antes de su construcción. Que un edificio de Cemíca reaccione a un terremoto es algo insólito, después de todo la Cemíca es el material más estable construido por la mano del hombre, pero decir que en aquel momento reaccionó es bajarlo de categoría en proporciones infinitas.

    Los edificios se mecían y temblaban tan terriblemente que las mujeres paralizadas no sabían si el fin había llegado.

    (¿Qué puedo hacer? Debo salvar mi vida, debo hacerlo de alguna manera.) Esta pregunta estaba en la mente de la enfermera mientras la mirada de la madre se perdía en la lejanía de la inestable ciudad, y al irse su mirada un poco después su mente la siguió.

    Fue como si su mente se hubiera ido, la madre se veía en paz, sí, pero esta paz era una paz inquietante.

    Como si una bala perdida le hubiese alcanzado la cabeza una respuesta vino a su mente.

    Parándose como un árbol apunto de caer la madre jaló las cortinas con todas sus fuerzas; anillos de cortina volaron en todas direcciones. Justo cuando lo peor estaba apunto de comenzar ella colocó la cortina sobre el desnudo cuerpecito del bebé. Para la madre aquella cortina tomó eternidades en tocar la piel de su bebé.

    Un gran suspiro fue escuchado, no fue la enfermera la que suspiró, ni la madre; fue La Tierra misma la que suspiró. Justo en el momento que el mundo se calmó la enfermera comenzó a sollozar justo en el momento que gritos y clamores fueron escuchados provenientes de los otros cuartos del hospital.

    Un acontecimiento como éste nunca había ocurrido en la historia de La Tierra, terremotos sí, pero el sentir de vacío y desesperanza que prosiguió fue demasiado grande; algo que no se podía limpiar; era como una mancha de sangre.

    En el momento que la cortina fue colocada sobre él, su mundo fue dividido, él ya no les pertenecía a ellos, ni ellos a él; porque sus muertes fueron marcadas por su llegada. Debajo de la cortina el bebé no conocía el destino que se le había impuesto sobre sus hombros; algo más grande que él. Un destino que le separaba del mundo como un velo eterno. Bajo la cortina el bebé ríe al creer que todo es un juego, algo que al terminar culminaría con una lluvia de besos y abrazos.

    Sonríe Jonna, sonríe por los días que vendrán, por los años que se arrastraran sobre tu existencia.

    Los días vinieron y los años se arrastraron. Aquel día bajo la cortina fue el primer y el último de sus días bajo la luz del día, y bajo la calidez de su madre.

    El gobierno se encargó de Jonna; le otorgaron un lugar donde vivir, comida, una educación con los mejores maestros virtuales; pero nada más.

    ¿Y qué del amor? Sí. ¿Qué del amor?

    Déjenme contarles un pequeño secreto. No importa cuan sola esté una persona en este mundo, el mundo siempre encuentra una manera de proveer a ese individuo con una saludable dosis de amor. Algunas veces las cosas no salen como deben y algunos no tienen lo suficiente, pero el amor siempre está allí, el sentir primordial, bajo capas y capas de protección. Siempre estará allí.

    El encargado de cuidar de Jonna era un joven llamado Ícaro Valentin; y tenía sólo veinte años cuando tomó el trabajo; ahora casi tiene treinta y seis. Ícaro fue seleccionado porque él es un enfermero especializado en cuidar niños; y también porque su madre está a cargo de Enkidu; el programa que preteje a Jonna. Aparte de ser su hijo, Elizabeth Valentin sabe otra cosa sobre Ícaro que le ganó el trabajo; que él es un joven muy gentil y bondadoso, que sabe cómo tratar a su prójimo. ¿Qué mejor persona para este trabajo?

    Para enfrentar la verdad cara a cara, ella tenía sus dudas en los primeros años del proyecto, pero al ver crecer a Jonna vio que había tomado la mejor elección. Aunque en parte esté arrepentida.

    -Hijo, no te encariñes con él, si lo haces estás destinado al dolor. Ya sabes cual es el futuro de ese niño.

    Su voz fue escuchada sólo por el viento, y eso la hizo feliz. Ahora, después de dieciséis años La Tierra todavía se encuentra a salvo al igual que Jonna. ¿Pero por cuánto tiempo?

    ………….

    Nadie les vio venir de las profundidades del espacio, ningún sistema de seguridad planetaria captó su nave al entrar en la atmósfera de La Tierra. Durante la noche una solitaria nave infiltró La Tierra y aterrizó exactamente sobre Enkidu; el edificio secreto donde mantienen a Jonna. Para los pocos que vieron aquella nave les parecía un templo, porque todo su diseño parecía haber sido esculpido en piedra. Todas sus formas eran sublimes con todas las líneas de ensamblaje brillando en colores saturados azul y púrpura.

    Ya era demasiado tarde cuando Elizabeth Valentin y su equipo se percataron de lo que sucedía. Sin esperar mandó tropas para proteger la escotilla principal de Enkidu; pero para entonces ya era demasiado tarde.

    Llegaron como adiestrados por serpientes y entrenados por sombras.

    -Deténganse allí, esto es un edificio privado del gobierno.- Gritó uno de los guardias con un arma lista para disparar a las figuras blancas que se acercaban por el pasillo.

    En medio segundo los guardias que ella había enviado estaban gimiendo de dolor al pie de la escotilla principal que lentamente se estaba abriendo por si misma. Aquella escotilla lleva a las profundidades del complejo subterráneo de Enkidu, donde sin percatarse Jonna era prisionero.

    Sin ninguna otra opción a su disposición Elizabeth decidió abrir las escotillas hacia las profundidades, para poder interceptarlos a mitad de camino; después de todo ella había estado esperándoles por los últimos dieciséis años. Antes que dijera cualquier palabra sus dos visitantes hablaron en unísono.

    -No pueden encerrarle por siempre; por cosas así se paga…un precio.

    -Sabemos lo que estamos haciendo, no le hemos estado escondiendo. Hemos estado protegiéndole de lo que le espera afuera de este lugar.

    -¿En serio?- La figura bufa. -¿Y por qué no le dejan juzgar esto por si mismo? Ya saben cual es su destino, estamos aquí para asegurarnos que pueda cumplir su cometido, su destino. Ese es nuestro designio, nuestro propósito.

    -La Sociedad de los Terminantes.- Ella saborea sus propias palabras.

    -Eso es cierto…- Bufan las figuras.

    En donde ella estaba parada no se podía ver bien a los parleros de La Sociedad de los Terminantes, pero ella sabía que estaban vestidos con trajes blancos que cubrían completamente sus esbeltos cuerpos, mientras en sus cabezas llevan corvinas máscaras de Cemíca con el diseño en el centro de un triangulo con El Ojo que Todo lo ve. En el área donde la boca se supone está la máscara se torna un pico de cuervo.

    Nadie está seguro si los parleros son seres humanos, algo está horrendamente mal con la forma que se sienten sus presencias; dan la impresión de estar sobre poblados; como si cada cuerpo poseyera una legión de seres. Estar frente a éstos uno se siente débil y minúsculo ante tanto poder y grandeza. Conocer a un parlero es como conocer a una criatura salvaje; algo sin domesticar. Pero Elizabeth sabía que tenían que ser seres humanos, después de todo no existen otros seres en esta área del universo que estén infectados con el Virus del Jardín del Edén.

    -¿Se lo llevaran ahora, sin preámbulos ni preparaciones?

    -Sí, ese es el propósito de nuestra visita.- El parlero principal le contesta.

    -Tengo órdenes de mantenerlo aquí a salvo, pero por lo que veo no hay manera de detenerlos. ¿Verdad?

    -Lo que desean mantener a salvo no es a él o a ella…

    -Es un joven.- Ella añade con su frente fruncida.

    -El punto es, que lo que su gente protege no es al terminante.

    -Ese punto es obvio y de más en esta insolente conversación. Ni siquiera nos hemos presentado formalmente.- Ella murmuró mientras mira a las figuras, con braveza pero muy asustada.

    -Los nombres no serán necesarios, ésta será la última vez que nos veremos. Esta noche él vendrá con nosotros.

    -Él no sabe nada.- Ella dijo en terror pero firme de voz.

    -¿No sabe nada? ¿Y en qué fundación le retienen aquí? ¿Qué putrefactas mentiras le han contado sobre su existencia?

    -Conoce tan poco… lo único que le dijimos era que el mundo fuera de esta institución no era para él.

    -Cruel y sin escrúpulos. No me extraña que allá nacido en este mundo.- La criatura dijo.

    -No todos somos crueles…- Ella añadió; fatigada por su presencia colectiva.

    -No. Después de todo él no es uno de ustedes.

    -¿Podemos por lo menos dejarle saber esta noche? Mi hijo le puede contar. El le tiene mucho cariño.

    -Amor…el amor es algo que su mundo tiene a su favor, pero no les salva de la balanza. Díganle, díganselo con la mayor de las gentilezas. ¡Desembarcamos a media noche!

    No tuvo tiempo de decir más, en el momento que la criatura gritó medianoche sus blancas figuras se desvanecieron en un aletear de blanco; como el sacudir de un paño.

    …………

    Jonna creció y llegó a ser algo grueso, extremadamente pálido, pero fuerte. Sus rizos color azabache le tornan más pálido de lo que en realidad es por naturaleza.

    Al despertarse aquella noche Jonna vio que su vida era diferente, algo había cambiado. Al frotarse los ojos él notó dos cosas que afirmaban la diferencia, la escotilla de sus aposentos estaba completamente abierta; y esa es una escotilla que nunca está abierta. La otra cosa es Ícaro se encontraba sentado en una silla en frente de su cama sus ojos estaban rojos y rebosando de lágrimas a las que trataba de retener. Jonna le había visto llorar antes muchas veces, pero él sabía que esta vez era diferente, y la diferencia se estaba amontonando en su pecho como un objeto pesado. Mucho antes que el otro le dirigiese una sola palabra, ya él sabía que algo andaba mal.

    -Buenos días Jonna.- Ícaro dijo entre rasgados respiros.

    Era claro que Ícaro estaba tratando de esconder su dolor, pero no había nada que podía hacer; aquel dolor se filtraba por sus poros como si fuera sudor, de la misma manera que no existe un cáliz que pueda contener el mar.

    -Tenemos que hablar…

    -¿Por qué lloras?- Le pregunta Jonna.

    -Alguien ha venido a recogerte.

    -¿Alguien de afuera? ¿Es mi madre?

    -No, son unos enviados de una escuela.

    -Una escuela… ¿Voy a ir a una escuela en el exterior? ¿Pero cómo? No puedo tocar la luz del sol.

    -No conozco mucho sobre ella Jonna, pero es una escuela especial; no se encuentra en La Tierra.

    -No está en La Tierra…- Sostuvo su aliento.

    Las palabras se repetían dentro de su ser, profundamente y con verdad, hasta el punto que entendió porque Ícaro lloraba. Él ya conocía la verdad, pero su corazón le jugaba trucos, trucos que ocultan la verdad. Trucos que le ciegan.

    -¿Vienes conmigo, verdad?- Jonna pregunta con fútil velo.

    -Jonna, no puedo; sólo pueden tomar gente como tú a donde van.

    -¿Gente como yo?- Un dedo dividió las arenas de su alma.

    Los insignificantes espacios que le dividen súbitamente se tornaron inmensos en el momento que la pregunta deja sus labios atrás, fue como si un gran evento que siempre había estado allí en secreto se hubiera revelado por un presente al que no se puede detener. Pero como sea, una parte de si no podía reunir las piezas de información que se le estaban dando, no podía tomarlas y unirlas por si mismo para formar la imagen completa. Todos los años perdidos en escondite, las muchas preguntas sin respuestas y lo inevitable de todo el caso estaba apunto de ser desmoronado por unas cuantas palabras, y él en su desnuda humanidad sólo teme mientras los segundos se conglomeras entre la pregunta y la inevitable respuesta.

    -Nunca te he mentido Jonna. Una vez te conté que eras especial, alguien diferente al resto.

    -Sí, pero no comprendo. Tú eres especial también.- Dijo al acercarse y poner una mano en la cara velluda de Ícaro.

    -Jonna, cuando naciste llegaste a este mundo con un don especial; naciste unido a La Tierra. No sabemos cómo, ni por qué, pero ya a pasado antes en otros mundos. Sea sólo un toque del sol y morirías; eres tan sensitivo a nuestro sol que te puede matar, y en ese proceso destruirías a La Tierra y a todos los que habitamos en ella.

    -Por eso es que mi madre me abandonó.

    Junto al significado de estas palabras Ícaro podía ver un torrente de memorias sin fundamento, una vieja cinta de película que constituye su vida, actuando la oculta y sin contar historia sobre su madre. Ya habían hablado de ella, y sobre su padre en el pasado, pero después de todo no eran nada más que sombras en una falsa trama llena de agujeros y eventos mal escritos.

    Aquella película comenzó a derretirse, a desvanecerse lentamente ante un telón en negro lleno de colores opacos y luces al máximo furor. Lentamente pero cierto aquella película estaba siendo reemplazada por el frío y oscuro sentir de la verdad.

    -Jonna, no sé mucho sobre tu madre, y lo que te dije de ella, me lo dijo a mí la mía. Eso ya lo sabes.

    -Lo, lo sé.- Jonna tartamudea al tomar un espacio hacia atrás antes de sentarse en su cama.

    -No tengo todas las respuestas, pero sé que los parleros sabrán mucho más sobre ti de lo que nosotros sabemos.

    -¿Habrá otros como yo? ¿Cómo nos llaman?- Jonna preguntó, con miedo a la respuesta.

    -terminantes

    -¿Y cuándo nos…yo, me iré?

    -Esta noche…

    ………….

    Ícaro ya se había ido cuando Jonna comenzó a empacar sus pertenencias, era fácil hacerlo; tenía pocas pertenencias, después de todo, sus cosas le pertenecen al gobierno de alguna forma u otra. Con sus ojos un poco hinchados y con una expresión estoica tomó su ropa interior y la dobló lo mejor que pudo para guardarla en su mochila. Sólo tomó unos diez minutos, diez largos minutos llenos de fatiga, reinados por su rota disposición.

    -Ya es hora de partir a la oficina principal; allí esperaras con Elizabeth y su hijo.- Era sacrilegio escuchar a un soldado referirse a Elizabeth sin honoríficos y rangos, pero aquella era la única manera que Jonna le podía entender, porque él no sabía nada de rangos militares.

    En el momento que los dos toscos guardias vinieron a buscarle, él se encontraba en frente de la escotilla principal de su cuarto; aquella escotilla que nunca estaba abierta para él. Aquella escotilla sólo se habría para Ícaro, y aquella escotilla era el limite de su reino. Ahora se encontraba en el borde de lo que se encontraba allí y era algo temible. Era casi como si las paredes quisieran tragarle con su lenta respiración; tratando de tragar su alma.

    Vestido con un abrigo de temperatura regulada con manguillos largos color carmesí, y con unos pantalones Cargo color crema Jonna puso sus manos contra su frente y respiró profundamente. Sintiéndose pequeño y muy vulnerable Jonna se abrazó el pecho al comenzar a caminar a través de la escotilla; un soldado le acompañaba en cada esquina. Los soldados siguieron caminando sin darse cuenta que Jonna se había detenido ante la escotilla. Sólo al llegar a la escotilla percibieron que el no les seguía, y con miradas vacantes le observaron.

    Respirando una bocanada de aire frío Jonna sintió su aliento fallecer, y como si estuviera conectado a sus brazos y piernas comenzó a sentirse débil. Frotándose las manos caminó como un esclavo, como un prisionero que está cerca de su fin, aguantándose a las pocas memorias que lentamente estaban convirtiéndose en su única esperanza.

    A Jonna siempre le han gustado los abrigos de uno o dos tamaños más grandes de su tamaño habitual, el espacio extra le hace sentir cómodo y libre, pero esta noche esto le trae poco consuelo.

    -Sólo síguenos, y no te alejes.- Dijo uno de los guardias al ver a Jonna mirar a ambos lados del pasillo.

    El pasillo era largo y construido de Cemíca color crema, adornada con líneas de luz azul en las esquinas de los muros. El pasillo se sentía desolado y vacío; como un hospital sin sus pacientes.

    Después de un rato los soldados decidieron caminar detrás de Jonna; no podían dejarlo vagabundear, y con aquella nueva posición Jonna comenzó a caminar. Si alguien le hubiera visto hubieran dicho que no caminaba, sino que se tambaleaba pisada por pisada hacia su destino. Y aunque los soldados no podían verlo, y más importante sentirlo, para Jonna aquella caminata era como ser arrancado del vientre de su madre, tripa, por tripa y así volviéndose más y más frío en el proceso.

    Su derredor no cambió mucho al llegar a la escotilla de la oficina central; que se abrió lentamente al detectar a Jonna. En su interior él podía ver a Elizabeth leyendo unos papeles ópticos, mientras su hijo mira a Jonna; su mirada era fría, y en su estado actual esto fue desastroso para el joven terminante.

    -Vamos, entra.- Uno de los guardias dijo antes de marcharse.

    Su mirada se quedó en aquellos soldados, él nunca les había visto antes, pero utilizando la lógica él sabe que siempre han trabajado en Enkidu; ese pensamiento le frisó la mirada en una lejanía incierta. Pero él sabía que no debía guardarles rencor, él conocía lo que se esperaba de un soldado por lo que había aprendido en

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