New Hope
By F. A. Ramnon
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Después de “Dos pasos al olvido”, F. A. Ramnon regresa con un capitulo imperdible que nos revela fascinantes pormenores.
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New Hope - F. A. Ramnon
Epilogo
Agradecimientos
"A Federico, mi inestimable e irremplazable
redactor de borrador. "
"A Renata, Patrizia, Valentina, Aline y Diana,
mis más fervientes admiradoras."
"Por último, pero no menos importante
a Gustavo de la Rosa, mi traductor al español,
sin cuyo trabajo esta opera no estaría aquí ahora."
Capitulo 1
Fue una semana en la que no hacia otra cosa más que exámenes médicos y aún no tenían suficientes.
Sólo una última prueba psicomotora
Sólo una última prueba psicológica
Sólo... sólo...
Si escuchaba la palabra sólo
una vez más, se volvería loco.
Se levantó de la cama de nuevo, se dirigió hacia la ventana y miró hacia afuera.
Al menos estoy en la Tierra,
pensó Mark, mirando a unos niños jugar en el parque delante del pabellón del hospital.
No recordaba mucho de su rescate. Sólo recordaba haber despertado en la enfermería de aquella que podía ser una goleta terrestre. Había vislumbrado a Patricia y Aleck en las camas adyacentes, después le habían inyectado ipospray y después no recordaba nada más, hasta que se despertó en aquella estancia.
Probó varias veces pedir información sobre sus compañeros, pero solo obtenía palabras tranquilizadoras, nada más. Ni siquiera podía salir del cuarto, ya que estaba constantemente vigilado por la Milicia Terrestre. Todo esto le parecía algo extraño. La Milicia Terrestre dependía directamente de Madre, mientras que él habría esperado estar bajo el control de la Milicia Interplanetaria, que dependía de Padre; después de todo era un ex-miembro, en realidad, un efectivo desde que su designación había sido reactivada en la Luna. Tenía muchas preguntas sobre lo que estaba sucediendo. Ya se sentía bien, no podía esperar a salir de allí y recomenzar a vivir. Había obtenido una segunda posibilidad del destino, o al menos así se sentía. No quería desperdiciarla allí dentro. Aún tenía mil preguntas a las que dar respuestas, sobre todo sobre sí mismo. Tenía que reconstruir su vida, encontrar otro trabajo; sus ahorros no durarían por siempre. Quería volver a ver a Aleck y Patricia. Su mente era un torbellino de pensamientos, mientras afuera los niños corrían jugando.
La puerta se abrió y entró una enfermera, viéndolo de pie le dijo:
Mayor Nimoy, ¿qué hace de pie? ¡Regrese a la cama!
Pero me siento muy bien, además, estar en la cama hace que me duela la espalda. ¡Necesito moverme!
dijo Mark.
¿Dolor de espalda? ¡Ve que no está bien! Venga, acuéstese,
dijo la enfermera preparando un kit médico cerca de la cama.
Mark se acostó y viendo el kit dijo: ¿Otra muestra? ¿Aún no me han tomado suficiente sangre?
Ja, ja,
río la enfermera, pero se veía desde lejos que estaba fingiendo. ¡Usted siempre tiene ganas de bromear! ¡Es sólo una muestra!
concluyó la enfermera, mientras Mark estaba visiblemente frustrado.
Hubo un breve lapso de tiempo en el cual ninguno dijo nada. Sólo se oía el ruido del aparato mientras tomaba y metía la sangre de Mark en una probeta hermética.
¡Muy bien! ¿Vio? ¡Sólo nos llevó un segundo!
dijo la enfermera, mientras Mark pensaba: ¡Nunca cambia de chiste! ¿No puede permanecer callada?
La enfermera metió en su lugar el kit médico y comenzó a dirigirse hacia la puerta, se detuvo un instante, se volteó y dijo:
¡Olvidaba decirle que tendrá visitas esta tarde!
¿Visitas? ¿Quién? ¿Cuándo?
preguntó Mark. Finalmente pasaría algo que rompería la rutina diaria. Pero podía ser un inspector o alguien de la milicia enviado a interrogarlo, entonces no sería algo que disfrutaría.
Era extraño que aún nadie hubiera venido a hacerle al menos una pregunta sobre lo que había sucedido en la Luna.
No lo sé, pero sabía que la noticia le gustaría,
dijo la enfermera, dibujando en su rostro una sonrisa enigmática. Después se fue, dejo a Mark solo con sus conjeturas.
La mañana transcurrió como siempre. Otras pruebas, otras muestras, almorzó pollo con puré de papas. ¡Ni siquiera a un perro le daría esta bazofia!
pensó Mark, tratando de comer algo. Estaba verdaderamente harto. Poco después llegó la encargada de limpieza del piso para llevarse la bandeja.
¡Casi no ha tocado la comida!
dijo volviéndose hacia Mark: ¿se siente bien? ¿Debo llamar a la enfermera?
No, ¡por favor! No tenía hambre. Después de todo no hago otra cosa que estar en cama, en honor a la verdad, debo decir que no es mi comida favorita.
Dijo Mark intentando utilizar un tono de voz conciliador y bromista.
Como usted diga, pero ¡debo entregar mi reporte!
dijo la encargada yéndose, fría como un cubo de hielo.
Perfecto, ¡sólo falta que me controlen más, solo porqué odio esa basura!
se dijo Mark, regresando a la cama en espera de la visita del doctor. ¡Esta vez tendrán que decirme cuanto tiempo piensan tenerme aquí! No pueden siempre sólo decirme: - ¡se lo haremos saber! -
Mark se sentía combativo. Obtendría sus respuestas y si no las tenía, se iría, de una forma u otra.
Finalmente, la puerta se abrió. Mark estaba listo para una batalla verbal con el doctor, que ganaría a como diera lugar, pero quien entró no era a quien esperaba.
¡General!
dijo Mark, tratando de levantase velozmente.
¡Tranquilo, muchacho!
dijo el General haciendo un gesto informal con la mano: Hace mucho tiempo que no nos vemos y lamento hacerlo en una circunstancia como esta.
A este punto creí que no vería a nadie de la milicia. Llevó aquí una semana, desde que recuerdo, y nadie ha venido a hacerme ninguna pregunta,
dijo Mark.
No estoy aquí en una visita oficial. He cobrado algunos favores para poder estar aquí hoy,
dijo el General acercándose hacia la cama de Mark, y mirándolo a los ojos, agregó: Lo que hablaremos hoy, no saldrá de esta habitación.
¡Claro!
dijo Mark.
El motivo por el cual nadie ha venido es porque han utilizado la sonda mental,
dijo el General sin darle vueltas al asunto.
Mark palideció y dijo:
Pero, ¿no es ilegal?
El General, sonriendo ligeramente, dijo: ¡estamos en guerra! ¡Se tienen que hacer algunos sacrificios si queremos sobrevivir!
La sonda mental es un aparato capaz de extraer las imágenes de la memoria de corto y mediano plazo directamente del cerebro. La secuencia de la misma no es lineal ni coherente, exactamente como un sueño, pero sondeando por largo tiempo los recuerdos, era posible reconstruir, gracias a un software heurístico, la secuencia exacta de los hechos sucedidos.
Mark no estaba preocupado por los aspectos militares, pero si de los personales que se hubieran filtrado. Aún recordaba perfectamente el beso que le había dado a Aleck y lo que había sentido. Se puso pálido, se sintió congelado, como si hubiera revelado un secreto atroz. De improviso se sintió desnudo frente al General.
Entiendo,
logró decir melancólicamente Mark.
Pude echarles un vistazo a los datos.
El General se interrumpió, dejando que en la mente de Mark se pudieran concretizar todas las implicaciones relativas a aquella frase y agregó: ¡Debió ser muy difícil!
Bueno, era una situación sin esperanza. Haber logrado sobrevivir, me sorprende mucho,
dijo Mark, tratando de dirigir el argumento sólo sobre los aspectos puramente estratégicos.
Es verdad. Han tenido mucha suerte,
dijo el General midiendo las palabras, pero me interesa más una evaluación subjetiva y emocional de lo sucedido que solo un informe gris de imágenes.
¿Emocional?
pensó Mark, palideciendo aún más. ¿Qué sabe? ¿Qué ha visto?
¿Concretamente que falta en el reporte de la sonda mental?
preguntó Mark, tratando de parecer calmado y dueño de sí mismo.
La sonda mental no puede evaluar las emociones, ¡desde ese punto de vista nos falta todo!
dijo el General.
Imaginando que estaba hablando del arma psiónica de los aliens, se relajó un poco y dijo: "El arma enemiga es verdaderamente devastadora. Me quedé completamente paralizado debido a ella. En la estación Event Horizon fui incapaz de reaccionar. Por suerte el compuesto preparado por el dron médico fue de gran ayuda. Creo que deberíamos partir de allí para tratar de producir una defensa adecuada."
Cierto, lo sabemos y ya estamos trabajando,
el General hizo una pausa y agregó: ¿No tienes algo más que agregar? ¿Algo fuera de lo común?
preguntó el General mirándolo directamente a los ojos.
Además de eso, ¡no!
dijo Mark desviando la mirada
Bien, entonces, creo que es todo,
dijo el General.
Espero que nos vemos pronto en mejores circunstancias,
dijo comenzando a dirigirse hacia la puerta.
¡Cierto, General!
dijo Mark un poco más tranquilo.
El General llegó a la puerta, aferró la manija, se detuvo y sin voltearse dijo: "Ser un hombre de verdad no significa ser lo que los otros esperan que seas, ¡Mark! Significa ser coherente consigo mismo, afrontar nuestros temores y vivir con ello. Por tanto, si debes analizar un lado de ti que no conocías hasta ahora, hazlo, ¡o no crecerás nunca! ¡De otra forma nunca serás un hombre de verdad!
Después de decir esto, abrió la puerta y salió al corredor.
¡Mi padre lo sabe todo!
pensó Mark engañado. En un instante se sintió de nuevo un muchacho, co-dependiente y temeroso de aquella figura carismática y autoritaria que era su padre. Tenía cuarenta años y no había cambiado nada. Frente a él era siempre el chiquillo inútil y agallas de siempre. Faltaba sólo que se enterara de cosas personales e íntimas, cosas que ya eran difíciles de manejar sin presión externa. Estaba desconcertado de su posición. Si hubiera tenido que apostar, hubiera apuntado a que su padre habría jugado la carta del deshonor de la familia, diciendo que algo así era inaudito. Increíblemente no había sido así. Conociéndolo, aquello era más cercano a un apoyo que a una condena.
En el corredor un militar alto y delgado esperaba, era el asistente del General.
¿Lo ha hecho?
preguntó el General.
Si, Señor. Como ordenó me aseguré de la nueva asignación del recluta Scarlet Aleck.
"Bien. Vamos, tengo una agenda muy ajetreada.
Si, Señor,
dijo el asistente tomando el maletín del General.
Tendrás que crecer, hijo mío, ¡te guste o no!
pensó el General atravesando el corredor.
Capitulo 2
Finalmente lo vería, no lograba estar quieta de la emoción. Había tomado el primer vuelo tras-atmosférico desde Rio hasta Sídney, cuando descubrió el hospital especializado en el cual se estaba recuperando, y finalmente estaba allí. Había utilizado varios favores que le debían algunos colegas para poder saber dónde encontrarlo. Estaba agitada y seguía yendo y viniendo en la sala de espera, poniendo nerviosas a las otras personas presentes, pero Lorenzo estaba allí, y eso era lo único que contaba.
Para Patricia el último mes había sido muy difícil: primero la comisión de investigación, que tenía la tarea de investigar sobre la violación del comando de prioridad uno, después la corte marcial a la cual había sido sometida después de que le atribuyeron a ella la mayor parte de la responsabilidad, tal y como se esperaba, la correspondiente sentencia a muerte, elección obvia debido al estado de guerra contra los aliens, el veto presidencial contra la sentencia, que fue para ella una inmensa sorpresa, y finalmente la expulsión con deshonor del cuerpo del Mantenimiento de la Seguridad. Todo esto la destruyó emotivamente y como persona. Había salvado todas esas vidas en Nueva Berlín y querían ajusticiarla. Lo encontraba terriblemente injusto. Había escapado de la muerte para ser involucrada en una disputa política entre el presidente de la Tierra y la Milicia Interplanetaria. Sin embargo, seguía viva.
Cuando recuperó la libertad, su única obsesión fue tener noticias de Lorenzo. Gracias a sus contactos supo que había sido herido gravemente durante los encuentros para la reconquista de la estación Uno y que había sido enviado de urgencia a Sídney para ser tratado. La noticia minó su certeza. Lorenzo en aquel momento, era un salvavidas para su mente, algo a lo que aferrarse para no morir. Se había convertido en su único objetivo en la vida. La noticia según la cual estaba gravemente herido y probablemente en peligro de muerte, la conmocionó; tenía que verlo. Por ello se dirigió lo más rápidamente posible a Sídney desde su lugar de detención en Rio de Janeiro.
Mientras estaba en la sala de espera del aeropuerto, se le acercó un hombre vestido de civil que le mostró una credencial de reconocimiento del Contraespionaje Terrestre. Fue una entrevista extraña, donde el hombre miraba alrededor, al parecer buscando a alguien o algo que pudiera estar vigilándolo.
¿Teniente Romanov?
preguntó el hombre.
¡Ya no soy teniente!
dijo Patricia observando a este hombre, delgado, insignificante y anónimo mientras se sentaba a su lado.
Le pido una disculpa por la molestia, esta es mi tarjeta de presentación,
dijo el hombre, proporcionándole sus credenciales en un anticuado cartón, pero en brillante manufactura.
Veo, Señor Smith,
dijo Patricia leyendo su nombre en la tarjeta, que trabaja para el gobierno terrestre. ¿Qué puedo hacer por usted?
Patricia asumió un tono cortés, sólo para evitar problemas posteriores. No quería ser retenida en aquella ciudad sólo por golpear a alguien en la espinilla, que trabajaba para el sistema, que la había decepcionado y humillado.
Sabemos que por el momento no tiene trabajo y estamos interesados en su perfil,
dijo el hombre mirándola a los ojos un instante antes de volver a mirar alrededor.
Interesante, es la primera vez que no tengo que pelear para obtener algo... la oferta, si me permite la expresión, ¡me huele mal!
dijo Patricia, sin saber aún cómo valorar esa situación.
El hombre sonriendo ligeramente, dijo: "Timeo danaos et dona ferentes[1], la comprendo muy bien. En la tarjeta encontrará un número para llamar, por si cambia de idea y decide irse de aquí por un rato."
Patricia no entendió la primera parte de la frase pronunciada en un idioma para ella desconocido, lo pasó por alto y dijo: ¿Qué le hace pensar que le llamaré? Por el momento estoy, por decirlo de algún modo, pensando en mí misma y necesitaré algo de tiempo antes de decidir qué hacer.
Lo imagino, pero, conociendo su perfil, creemos que con razón o sin ella decidirá irse cuánto antes de Sídney, y aún mejor de este planeta. ¡Piénselo!
Al decir esto, el hombre se levantó y desapareció entre la multitud. Patricia permaneció perpleja, pero tenía otras cosas en que pensar, otros objetivos.
Durante todo el viaje había estado ansiosa por llegar. Seguía mirando el reloj, como si eso pudiera acelerar el paso del tiempo y ahora estaba finalmente allí.
¿Señora Patricia Romanov?
Al escuchar su nombre Patricia dejo de caminar y se volteó hacia el médico que la buscaba.
Si, doctor, dígame,
El médico se acercó y le dijo: Siento haberla hecho esperar. Usted está aquí para visitar al señor Lorenzo Picard, ¿verdad?
Señor, no agente
pensó Patricia, entonces el también él fue expulsado del cuerpo.
También tenían eso en común, habían luchado juntos, arriesgado sus vidas, habían sufrido heridas psicológicas y físicas por la raza humana, y así eran recompensados, con el deshonor.
Si, así es, doctor.
Sígame por favor.
Patricia lo acompaño sin dilación. No podía esperar a ver a Lorenzo. Podía estar herido, tal vez convaleciente, pero podían hablar. Podía volver a sacar fuerzas de su cercanía.
Patricia tuvo un horrible presentimiento cuando el doctor entró en el pabellón de reanimación. ¿Tal vez Lorenzo estaba en coma? Inconscientemente comenzó a tronarse las manos. Los eventos la habían marcado y mucho, a esta mujer una vez indestructible.
El doctor se detuvo frente a un vidrio completamente opaco. Tuvo un momento de vacilación, se volteó hacia Patricia y dijo: Según el reglamento, solo podemos permitir a la familia conocer el estado físico de los pacientes, pero en este caso, el paciente no tiene padres o hermanos y la ex-esposa ha expresado claramente la voluntad de no querer hacerse cargo...
¿Ex-esposa?
pensó Patricia, ¡no lo sabía!
... Y sus dos hijos son menores de edad, hasta dónde sé...
dijo el doctor.
¡Hijos y ex-esposa!
estas revelaciones golpearon a Patricia como un puño en el estómago.
El doctor no se dio cuenta del impacto que sus palabras tuvieron sobre Patricia: Por lo que sé, ustedes dos eran muy cercanos y ahora mismo, ¡la cercanía con alguien importante en la vida de este hombre es psicológicamente fundamental.
Al decir esto se volteó hacia un panel al lado del vidrio opaco, digito un comando autenticándose con la huella digital y el vidrio se volvió transparente.
Dentro de la habitación solo había una cama, con un hombre conectado a una infinidad de máquinas, que tenían la tarea de mantener todas sus funciones vitales activas. No podía ver su rostro, el cuál estaba cubierto de una máscara que le permitía respirar. No lo hubiera podido reconocer como Lorenzo de no ser por las palabras del doctor.
Patricia se acercó al vidrio y apoyó el palmo de la mano izquierda.
"¿Es...grave, doctor? Preguntó, temiendo la respuesta.
Actualmente el paciente está en coma farmacológico y sus condiciones son estables. El disparo alienígena ha literalmente destruido algunas vértebras de la columna. La médula ha sido lesionada. Hemos reconstruido con un nuevo tipo de aleación las vértebras y dentro de poco las sustituiremos, pero en cuanto a la médula, aún no hay forma de curar este tipo de daño. Existe un procedimiento experimental, pero será muy dolorosa para el paciente y no garantiza resultados. Es muy probable que siga paralizado del cuello hacia abajo.
¡Paralizado!
Pensó Patricia acercándose aún más al vidrio y apoyando la frente. ¿Y qué quiere que haga, doctor?
Preguntó Patricia con un hilo de voz apenas audible.
Cómo le decía, el paciente necesitará de alguien que permanezca cerca de él lo más posible, que lo asista, y que le de fuerza en este momento.
Patricia había venido buscando ayuda para sí misma. Había sido encarcelada, pisoteada, humillada. La habían destruido psicológicamente en todas las formas posibles. Casi la habían violado y aún no se había recuperado del todo, estaba agotada, cansada, incapaz de tan sólo pensar en cargar con algo así. Oh, Lorenzo, ¿por qué? ¡Si supieras cuando necesito de ti!
Patricia no se sentía lo suficientemente fuerte para afrontar también esto. Además, después de todo, se conocían desde hace poco. No sabían nada el uno del otro y las pocas palabras iniciales del doctor no había hecho más que confirmar lo que pensaba. Sólo era una mujer enamorada, pero ella se sentía una cobarde. Había ido para obtener consuelo y fuerza, ni siquiera le había pasado por la cabeza que tendría que ser ella quien la tendría que suministrar. No, no lo había considerado.
Doctor, yo... yo no puedo. ¡No lo lograré!
dijo Patricia con un hilo de voz.
Lo entiendo,
dijo el doctor, parece que la raza humana es verdaderamente cruel. Ha sido abandonados por todos.
Patricia, con un movimiento irritado, miró al doctor y con fuego en los ojos: "¿cree que sólo a él le tocó? No tiene idea