301 Chistes Cortos y Muy Buenos + Se me va + Las Reglas del Juego. De 3 en 3
()
About this ebook
301 Chistes Cortos y Muy Buenos
Ainhoa Montañez
Una recopilación de chistes cortos y muy buenos. Una muestra:
–Hola, ¿tiene usted una película que se llama "Tu culo está estacionado”?
–¿Sabe el título en inglés?
–Sí. Your ass is park.
Adivina qué es: tiene ojos y no ve, tiene pico y no pica, tiene alas y no vuela, tiene patas y no camina, ¿qué es?
Un pajarito muerto.
Cuando en un hospital se termina la anestesia, se acabó lo que sedaba.
–Le has dicho a tu hermana que es fea y ahora está llorando. Ve ahora mismo y dile que lo sientes.
–Laura, siento que seas tan fea.
¿Qué tienen en común Batman, un submarinista y una persiana?
Que todos son persianas, menos Batman y el submarinista.
Un ratoncito paseaba con su madre por el campo y pasó un murciélago:
–Mamá, mamá... ¡Mira! ¡Un ángel!
En el médico:
–Señora, ¿usted tiene orgasmos?
La mujer se levanta un momento, abre la puerta y le grita al marido, que estaba sentado en la sala de espera:
–¡¡Manolo!! ¿Nosotros tenemos Sanitas, Orgasmos o Adeslas?
No dejes escapar esta oportunidad.
+
Se me va
Elena Larreal
"Soy una persona muy sociable, aunque mis amigas no existan."
Elena, una esquizofrénica no tratada que habla con sus electrodomésticos, conoce a Román, un chico romántico capaz de hablar con los muertos. Pero también conoce a Hombre Misterioso, un joven que asegura haber absorbido durante el embarazo a su hermano gemelo y que tiene la capacidad de ponerla como una moto. Como pasa con todas las cosas buenas de la vida, Elena tendrá que elegir a uno de los dos. O quizá haya otra salida.
El mejor chick lit en vena. Un novela hilarante protagonizada por tres locos de los que te enamorarás.
+
Las reglas del juego: Una aventura de aceitunas asesinas
Myconos Kitomher
Susan, una mujer atrapada en un juego macabro con su grupo de nuevas amigas, se verá obligada a enfrentarse a ellas para salvar la vida de su marido y de sus dos hijos.
Fragmento:
—No sé lo que es, pero Isobel tiene uno. Se lo vi el pasado viernes, durante la partida. Le caminaba por debajo de la piel, le bajaba por el cuello.
—¿Y no dijiste nada?
—Me pareció divertido. Supongo que no estaba en mis cabales.
—¿Y ahora lo estás?
—¡Ahora lo tengo dentro! ¡No es lo mismo, joder!
—A ver, no te muevas. Déjame que lo mire otra vez. Quizá hayan sido imaginaciones mías.
Susan volvió a apartarle el pelo, pero esta vez le metió el cañón de la pistola en el costado.
—No te muevas si quieres conservar las tripas dentro.
—Qué agradable te has vuelto.
—Culpa vuestra.
El bulto había desaparecido. Susan estaba por creer que se lo había imaginado cuando volvió a localizarlo, en medio del cuello. Muy despacio, sin creer que aquello pudiera estar sucediendo realmente, pero consciente de que no soñaba, acercó un dedo al extraño bulto. Era más bien alargado, más o menos del tamaño de una canica, pero con la forma de un melón. Cuando Susan lo palpó con el dedo índice, la cosa echó a correr cuello abajo, abultando la piel a su paso.
—Dios Santo...
—¿Qué pasa?
—Madre mía...
—¡Susan!
—¿No lo sientes? Te... te está bajando.
—¡No siento nada de nada! ¡Déjame parar, no puedo conducir así!
Tres lecturas que te encantarán.
Read more from Ainhoa Montañez
301 Chistes Cortos y Muy Buenos, Volumen 2 Rating: 5 out of 5 stars5/5301 Chistes cortos y muy buenos Rating: 4 out of 5 stars4/5301 Chistes Cortos y Muy Buenos + Se me va + Un Comienzo para un Final. De 3 en 3 Rating: 0 out of 5 stars0 ratings301 Chistes Cortos y Muy Buenos + Se me va + Colección Completa Cuentos. De 3 en 3 Rating: 0 out of 5 stars0 ratings301 Chistes Cortos y Muy Buenos + Se me va + El Misterio de los Creadores de Sombras. De 3 en 3 Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsPack Ahorra al Comprar 2 (No 024): 301 Chistes Cortos y Muy Buenos & Enseña a dibujar en una hora Rating: 0 out of 5 stars0 ratings301 Chistes Cortos y Muy Buenos + Se me va + Metavida. De 3 en 3 Rating: 5 out of 5 stars5/5Pack Ahorra al Comprar 2 (No 023): 301 Chistes Cortos y Muy Buenos & Aprende a dibujar en una hora Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsSe me va & 301 Chistes Cortos y Muy Buenos. De 2 en 2 Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsPack 2 Fantásticos ebooks, no27. Un Comienzo para un Final & 301 Chistes Cortos y Muy Buenos Rating: 0 out of 5 stars0 ratings301 Chistes Cortos y Muy Buenos + Se me va + El Inspirador Mejorado. De 3 en 3 Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsPack 2 Fantásticos ebooks, no29. Metavida & 301 Chistes Cortos y Muy Buenos Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsPack 2 Fantásticos ebooks, no026. Colección Completa Cuentos y 301 Chistes Cortos y Muy Buenos Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsPack Ahorra al Comprar 2 (No 025): El Misterio de los Creadores de Sombras & 301 Chistes Cortos y Muy Buenos Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsPack Ahorro, 3 ebooks A un Precio Excepcional Rating: 0 out of 5 stars0 ratings301 Chistes Cortos y Muy Buenos + Se me va + El Cruce. De 3 en 3 Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsPack 2 Fantásticos ebooks, no028. El Inspirador Mejorado & 301 Chistes Cortos y Muy Buenos Rating: 0 out of 5 stars0 ratings
Related to 301 Chistes Cortos y Muy Buenos + Se me va + Las Reglas del Juego. De 3 en 3
Related ebooks
Los impertinentes Rating: 5 out of 5 stars5/5Pack Ahorra al Comprar 2 (No 024): 301 Chistes Cortos y Muy Buenos & Enseña a dibujar en una hora Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsCuatro maneras de reír Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsHola, humano. ¿Sabes lo cabrón que puedes llegar a ser? Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsCumbres Borrascosas Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsNovelistas Imprescindibles - Arthur Conan Doyle Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsChistes de pareja Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsPoesías Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsRISAS SIN LÍMITES. Explorando el mundo del humor Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsPedro de Urdemalas Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsProsas Profanas Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsPoesía De La Vida, Y El Amor: Como Encontrar Paz Interior a Través De La Poesía Rating: 5 out of 5 stars5/5Desde el infierno 2: El túnel de los gritos Rating: 5 out of 5 stars5/5La tristeza del zelota Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsChistes para viajes Rating: 5 out of 5 stars5/5Poesia De Amor, Pasión Y Vida. Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl ansia de vagar Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsRisa adentro Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsTestigos de la verdad Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLos mejores chistes mundiales Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsCuriosidades de la historia Los hechos curiosos de la historia comentados con ironía Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl Matador Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLa dama duende Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsCómo escribir una carta de amor Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsTus Ojos…Tu Pelo…Sonetos Al Viento Poemas Al Alma… Rating: 1 out of 5 stars1/5Vive y pásalo Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsMonólogos de una pringada Rating: 5 out of 5 stars5/5María Antonieta: Una reina con un trágico destino Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl crimen de Lord Arthur Saville Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsDichos y Refranes para Reflexionar Rating: 0 out of 5 stars0 ratings
Personal Growth For You
Los secretos de la mente millonaria: Cómo dominar el juego interior de la riqueza Rating: 4 out of 5 stars4/5El cuerpo habla Rating: 4 out of 5 stars4/5Inteligencia emocional para la vida cotidiana: Una guía para el mundo real Rating: 5 out of 5 stars5/5El cerebro del niño explicado a los padres Rating: 4 out of 5 stars4/5Como ser irresistible Rating: 5 out of 5 stars5/5El Ayuno - Una Cita con Dios: El poder espiritual y los grandes beneficios del ayuno Rating: 5 out of 5 stars5/5Autodisciplina diaria: Hábitos cotidianos y ejercicios para construir la autodisciplina y alcanzar tus metas Rating: 4 out of 5 stars4/5La sanación de las 5 heridas Rating: 4 out of 5 stars4/5Piense y hágase rico (Traducción: David De Angelis) Rating: 5 out of 5 stars5/5No me puedes lastimar: Domina tu mente y desafía las probabilidades Rating: 5 out of 5 stars5/5Hábitos para ser millonario: Duplica o triplica tus ingresos con un poderoso método Rating: 4 out of 5 stars4/5Consigue el éxito con hábitos inteligentes: dale poder a tus acciones diarias para tener todo lo que quieras Rating: 5 out of 5 stars5/5Put* el que no lo lea Rating: 4 out of 5 stars4/5El Secreto (The Secret) Rating: 4 out of 5 stars4/5La receta del éxito Rating: 5 out of 5 stars5/5¿Autoestima baja? 100 soluciones simples para mejorarla Rating: 4 out of 5 stars4/5Burlar al diablo. Secretos desde la cripta Rating: 5 out of 5 stars5/5Frases que Venden: Descubre cómo promocionar tus productos, atraer clientes y cerrar las ventas Rating: 4 out of 5 stars4/5Cartas para Claudia: Palabras de un psicoterapeuta gestálico a una amiga Rating: 5 out of 5 stars5/5Aprende a Confiar en Ti Mismo y Recupera Tu Autoestima: Curso Completo Rating: 5 out of 5 stars5/5Hay que tener más huevos que esperanza Rating: 5 out of 5 stars5/5Autoestima Rating: 4 out of 5 stars4/5
Reviews for 301 Chistes Cortos y Muy Buenos + Se me va + Las Reglas del Juego. De 3 en 3
0 ratings0 reviews
Book preview
301 Chistes Cortos y Muy Buenos + Se me va + Las Reglas del Juego. De 3 en 3 - Ainhoa Montañez
LAS REGLAS DEL JUEGO, UNA AVENTURA DE ACEITUNAS ASESINAS
Myconos Kitomher
Sin título:Users:jkvelez:Documents:Escritor:amazon:Pack 2 Fantasticos ebooks:104:reglas interior ebook.jpg
I
Llevaba cerca de dos horas consultando libros y no encontraba nada que pudiera serle de utilidad. Presentía que el caserón donde se reunía con las demás estaba encantado. No había una explicación racional para aquello. Todas habían cambiado su manera de ser, todas excepto ella, y la única posibilidad que quedaba era que la casa estuviera influyendo, interfiriendo o lo que fuera en su capacidad de raciocinio.
Se estaban volviendo locas.
...
Susan tomó aquella misma tarde de viernes la difícil decisión de abandonar las partidas. Con esa idea en mente se presentó a la de aquella noche. Se veía incapaz de seguir sentándose entre aquellas mujeres.
Aún estaba a tiempo de no acudir. Se encontraba delante de la verja que delimitaba el jardín del viejo caserón. Vio allí el coche de Isobel, la vieja motocicleta de Dorothy, el descapotable azul marino del esposo de Rose, la triste bicicleta de Mary, y supuso que Sarah, que acudía a pie igual que ella, ya estaría dentro, aguardando con las demás su llegada. También supuso que las otras habrían acordado reunirse diez minutos antes, sin decirle nada. A no ser que tuviera el reloj atrasado y fuera ella misma quien no había respetado el horario.
Se le hizo un nudo en el estómago sólo de pensar en esa posibilidad. Tenía la certeza de que llevaban allí bastante tiempo. No se había cruzado con ninguna, y la carretera de la antigua iglesia, por la cual se llegaba al caserón, era también el único camino que conducía a aquel siniestro lugar.
La iglesia, en ruinas, podía contemplarse desde el ático de la destartalada mansión, si uno tenía ganas de deprimirse o hacer un estudio sobre el paso del tiempo en las obras acometidas por la mano del hombre y su fugacidad. Pero Susan no pensaba ahora en la iglesia, aunque interior y paradójicamente, estuviese rezando.
Contempló por un momento la horrible construcción donde organizaban sus reuniones clandestinas. Si no acudía a la partida, las otras tomarían medidas al día siguiente, y por nada del mundo pondría en peligro la vida de sus seres queridos. No correría semejante riesgo.
Pero... ¿Podía seguir fingiendo que no sentía repugnancia ante los violentos actos de las mujeres? ¿Podía hacerles creer que el motivo de su abandono era otro?
Debía abandonar siguiendo las reglas. Según Isobel, cualquier eventualidad estaba contemplada en las mismas. Había una forma de hacerlo bien; se valdría de ella.
Sin atreverse siquiera a respirar traspuso la verja, cruzó el jardín y subió los cinco peldaños que la llevaron ante un gran portón que había sido de madera, y que ahora se asemejaba a un colador, tan enfermo de carcoma que Susan no entendía como se mantenía en su sitio. Antes de tocar a la puerta, ésta se abrió y una sonriente Rose le dio la bienvenida.
—Oh, Susan... Pensábamos que ya no venías.
A oídos de la recién llegada, el saludo ya encerraba una amenaza.
—No me lo perdería por nada del mundo —mintió, al parecer con efectividad.
Tras los besos de compromiso se cerró para Susan la única escapatoria. Trató de calmarse mas se sabía aterrorizada y de nada le sirvió respirar profundamente varias veces sino para recordarle lo fácil que se había vuelto en este mundo que una dejara de hacerlo.
Minutos después se encontraban sentadas, alrededor de una mesa redonda, seis mujeres. Un tapete de negro terciopelo cubría la superficie donde habían sido grabados los símbolos pertenecientes a cada una de las mujeres desde el mismo momento en que habían entrado a formar parte del grupo. Sobre el tapete colocaron el tablero de juego, construido por la master, sobre una madera barnizada de dudosa procedencia, posiblemente sacada de la misma casa donde se reunían, y por ello igual de maldita.
Siete eran las fotografías dispuestas, seis de ellas, de las casas donde vivían las jugadoras. La séptima, situada en el centro del tablero, doblaba en tamaño a las otras. Mostraba la mansión donde se hallaban reunidas en todo su tétrico esplendor. En una vieja caja de bombones, metálica y sorprendentemente sucia, se guardaban los sobres que contenían sugerencias o instrucciones, además de una baraja de cartas que esperaban su estreno dentro de su cajita blanca, cuya única marca, impresa en rojo, relucía en su sencillez como la sangre: una Cruz de Sobrarbe.
—Podemos comenzar —enunció Isobel, ceremoniosamente.
Susan, sin poder evitarlo, clavó en ella una intensa mirada de pánico. Podía ver más de lo que deseaba en el rostro de aquella mujer. Le resultaba increíble no haber percibido desde el principio el atisbo de locura y violencia que irradiaban sus ojos.
Isobel era la mayor, con casi cincuenta años bastante bien llevados. Rose y la misma Susan eran las jóvenes, no alcanzaban la treintena. Dorothy, Mary y Sarah se hallaban en algún punto intermedio entre ambas edades.
Si se diera la circunstancia de que algo impidiera a Isobel, la master, ocupar su lugar como cada viernes, la siguiente en edad ocuparía su lugar. No sabía si las reglas contemplaban tal eventualidad, pero con seguridad se seguiría ese criterio. Por ese motivo Susan se sentía en desventaja.
Cualquier sugerencia que hiciera solía ser rechazada como si no tuviera voz ni voto por ser la más joven. La miraban como mirarían a una niña. Peor, la miraban como si fuese retrasada. La mujer temía que no la tomaran en serio cuando les planteara el abandono.
Temía a cada una de sus compañeras. Temía por su vida.
Susan llenó de valor sus pulmones, pero al soltar el aire también se esfumó su determinación. Sarah, una rubia que podía presumir (y lo hacía) de poseer un cuerpo formidable, cogió los dos dados y se dispuso a lanzarlos, pues le tocaba por derecho abrir la partida ese día.
Los lanzó al aire.
Mientras todas las miradas se centraban en los dados, Susan no quiso alargar por más tiempo su estancia allí. El grito sobresaltó a todas.
—¡Espera!
Antes de que los rutilantes dados tocaran la mesa, Susan los atrapó, uno con cada mano. Los mantuvo en el interior de sus puños, con tanta fuerza que se clavó sus propias uñas en el tenar. Isobel dio un manotazo en la mesa y su voz retumbó de un modo acusatorio en el oscuro salón.
—¡Maldita seas, Susan! ¡No puedes interrumpir una partida! —La quemó con la mirada. —¿A qué viene esto? ¿Qué pasa?
—No he interrumpido nada, la partida aún no ha comenzado. —No dio pie a que aquellas asesinas replicaran. —Tengo algo que comunicaros.
—Espero que sea importante —dijo Sarah, enojada.
—Lo es. —No sabía cómo plantearlo para que el impacto fuera mínimo. —He decidido... Bueno... He decidido abandonar el juego.
—¿Qué?
—¿Cómo dices?
—Estás loca.
Pues sí, las había impactado. Se armó un revuelo de protesta e indignación, dando todas su acalorada impresión a la vez, excepto Isobel, que escudriñaba el semblante de Susan buscando alguna cosa que pudiera explicar su postura, como un ataque de histeria o de locura repentina. Sólo Satanás sabe a qué viene esto, pensó.
—¡¡SILENCIO!!
Poco a poco las voces fueron apagándose, los humos se enfriaron. Isobel tenía la autoridad, era la master de aquellas reuniones y le debían un respeto. Además, no era bueno hacerla enfadar. Durante un eterno par de minutos la master se limitó a examinar silenciosamente la expresión de Susan: sus puños apretados pero extrañamente firmes (no descubrió ni el más mínimo temblor, parecían dibujados en un lienzo, estáticos carceleros de los dados); la determinación en su mirada, que pese a todo delataba su temor; la rigidez de sus pómulos; la vena que palpitaba en su sien o la piel tirante de su cuello.
Está muerta de pánico, nos teme... Pero quizá sea normal. Si logro que se quede dos semanas más puede que comience a gustarle. Aunque... algo le pasa a esta mujer. Es posible que...
Sonrió para tratar de suavizar un poco la tensión.
—¿Quieres abandonar? Muy bien. Pero antes, explícanos tus motivos.
Susan tomó en consideración la pregunta y su posible respuesta. No deseaba mentir, aquella maldita mujer lo sabría. Optó por ser sincera, aunque no ofensiva.
—No me gusta este juego, no me gusta esta casa, ni estas reuniones. No estaré nunca a gusto. Este no es mi lugar.
—¿Eso es todo? ¿O hay algo más?
—No… no puedo aceptar… las muertes. No soy capaz de matar. Y no podéis oponeros a mi decisión.
—Nada más lejos de nuestra intención, querida. Pero, Susan, conoces las reglas del juego.
Las demás se miraron con sardónicas sonrisas en los labios, mas Susan no apartó la mirada de la de Isobel, como si desviarla pudiera hacerle perder una batalla.
—No. No las conozco. Siempre te has esforzado en ocultar las malditas reglas.
Isobel se enfureció. Sacó de la caja metálica un cartón forrado en plástico y se lo lanzó a la cara.
—Lee —ordenó, incapaz de disimular su ira.
Susan buscó en las reglas la que hablaba de abandonar el juego, pero no dejó los dados sobre la mesa. Mientras los tuviera tendrían que hacerle caso, aunque ya no estaba segura de si aquello era bueno o malo. Era temerario, lo cual no la tranquilizaba. Trató de controlar un temblor repentino en sus manos. Se le habían quedado blancas y heladas. Cuando encontró lo que buscaba procuró leer con tranquilidad, pero a medida que lo hacía fue enmudeciendo hasta acabar en un murmullo inaudible.
—El jugador que desee renunciar al juego solo podrá hacerlo si resulta vencedor al finalizar una partida, o bien ofreciendo al MASTER como intercambio uno de sus miembros, a negociar.
—Bien Susan. Gana esta noche y podrás renunciar al juego, o bien ofréceme tu mano derecha si tanta prisa tienes. ¿Qué decides?
La aludida observó incrédula el rostro de cada una de las mujeres al tiempo que se preguntaba cómo demonios se había metido entre aquel grupo de dementes. Las expresiones de todas ellas oscilaban entre la diversión y la satisfacción de verla en apuros.
—¿Qué decides? —Instó Isobel, sacando de alguna parte un enorme cuchillo de carnicero.
Susan quedó perpleja, sin poder apartar la vista del filo.
—¿Te corto la mano? ¿Te rebano la muñeca? ¿Eso quieres? —La voz de la master sonaba igual que si estuviera ofreciendo unos dulces a un grupo de adorables infantes.
Susan intentó hablar, pero no consiguió articular palabra, sólo un extraño chillido.
—¡EL QUE CALLA, OTORGA! —gritó Isobel, levantando ágilmente el terrible cuchillo.
II
Sarah no pudo evitar soltar una estruendosa carcajada, a la que siguieron las de Dorothy y Mary.
—Jugaré... ¡JUGARÉ! —Fue todo un alarido, temiendo, una vez pudo hablar, que Isobel no la oyera, con las incontroladas risotadas de las otras.
La master bajó el cuchillo y lo dejó en su regazo. Susan se permitió respirar de nuevo mientras esperaba la resolución de Isobel.
—Juguemos —sentenció. —Y vosotras, ¡callaos!
En cuanto Sarah recuperó los dados de las reacias manos de Susan, que afortunadamente para ella, aún conservaba, empezó la partida. Aquel juego era la adaptación libre que el grupo había hecho de un conocido juego de rol. Susan no se explicaba cómo habían llegado a tales extremos. Cuando la invitaron a participar en las reuniones ella aceptó de buen grado, segura de haber encontrado buenas amigas. Incluso una de ellas, Mary, había sido compañera de Susan en su trabajo de cajera en un supermercado, hacía varios años, mucho antes de que comenzara aquel horrendo juego. Ahora Mary ya no era