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La trampa del diablo
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Ebook137 pages2 hours

La trampa del diablo

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About this ebook

Segunda entrega de la saga sendero oscuro, trilogía de la misma autora de romance paranormal, en breve publicaré el desenlace; Regreso a Black Mountain

Anderson no se resigna a perder a su hija Catherine, y planea rescatarla de su yerno el vampiro, por quién no siente nada de simpatía pero entonces ocurre un hecho inesperado: un joven náufrago asegura ser su hijo Tim, perdido en el mar tres años atrás y un tercer personaje dispuesto a llevar a cabo su venganza contra Bram, el príncipe de los centinelas pondrán emoción a la historia. Y Bram deberá luchar por la mujer que ama y enfrentar al ser más nefasto de la oscuridad: un demonio invencible, que lleva mucho tiempo esperando la revancha...

LanguageEspañol
PublisherCamila Winter
Release dateSep 15, 2017
ISBN9781386186120
La trampa del diablo
Author

Camila Winter

Autora de varias novelas del género romance paranormal y suspenso romántico ha publicado más de diez novelas teniendo gran aceptación entre el público de habla hispana, su estilo fluido, sus historias con un toque de suspenso ha cosechado muchos seguidores en España, México y Estados Unidos, siendo sus novelas más famosas El fantasma de Farnaise, Niebla en Warwick, y las de Regencia; Laberinto de Pasiones y La promesa del escocés,  La esposa cautiva y las de corte paranormal; La maldición de Willows house y el novio fantasma. Su nueva saga paranormal llamada El sendero oscuro mezcla algunas leyendas de vampiros y está disponible en tapa blanda y en ebook habiendo cosechado muy buenas críticas. Entre sus novelas más vendidas se encuentra: La esposa cautiva, La promesa del escocés, Una boda escocesa, La heredera de Rouen y El heredero MacIntoch. Puedes seguir sus noticias en su blog; camilawinternovelas.blogspot.com.es y en su página de facebook.https://www.facebook.com/Camila-Winter-240583846023283

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    La trampa del diablo - Camila Winter

    El sendero oscuro II

    La trampa del diablo

    Camila Winter

    Nota de la autora.

    Esta es la continuación del sendero oscuro que forma parte de una trilogía. En breve publicaré la tercera entrega.

    PRIMERA PARTE

    El regreso de Lázaro

    William Anderson llegó a su casa en las afueras de Pensilvania en su camioneta furgón negra y suspiró. Estaba cansado y había tenido una jornada agotadora, demasiada prensa por su último guión, entrevista y tanta tontería estresante que él en lo personal no se había buscado. Bueno, al menos el film sobre zombis había sido un éxito y su guión había recibido muy buena crítica.

    Entró en la casa y pensó que era triste no encontrar a su hija ni a la señora que realizaba la limpieza. Debía conseguirse una mascota, un perro de esos lanudos y grandotes que se adueñaban de sillones, camas y eran un perfecto estorbo.

    Encendió la televisión en busca de algún informativo que lo regresara a ese mundo real, sabía que solo le esperaba una ración formidable de crímenes, ataques terroristas, algún descubrimiento científico, política y el informe del tiempo pero necesitaba distraerse, ver algo sin pensar en nada, eso era la televisión. Como le había confesado un antiguo amigo periodista: es que la gente llega cansada del trabajo y necesita distraerse de sus problemas y no pensar por eso enciende la T.V.

    Luego fue por algo comestible.

    Tenía un montón de viandas con alimentos saludables que le preparaba la encantadora señora O’sullivan, esa dama sí que sabía cocinar, de haber sido bonita tal vez...

    Desechó el suflé de verduras, la tarta de espinacas, las milanesas de vegetales y optó por algo chatarra, sí, necesitaba comer algo insalubre de vez en cuando para no sentirse un enfermo crónico, un naturista o algo peor: un anciano que debía cuidarse de todo. Y como la atenta señora O ‘Sullivan había quitado todo lo tóxico de su nevera excepto las cervezas y los refrescos azucarados decidió llamar al delivery de pizzas, sí, esa noche se le antojaba cenar pizza con aceitunas negras, anchoas y cubierta de queso derretido. Una lata de cerveza sería la compañía.

    Mientras esperaba la encomienda sintió el timbre de la puerta y pensó que no podía ser el repartidor de pizzas, era muy pronto, vaya...

    Pero no era el chico, era su hija Cathy.

    —Hola papá, ¿cómo estás? Te ves algo cansado.

    —¡Cathy!

    La abrazó y besó como hiciera mil años que no la veía, luego de la tenebrosa aventura de Black Mountain la veía tan poco y la echaba tanto de menos... Pero la dicha de ver a su hija se vio empañada por la oscura presencia de su yerno vampiro. Bram.

    Intercambiaron miradas, no solían saludarse y esa ocasión no fue la excepción. Cada vez que ella lo visitaba él la acompañaba y vigilaba que no hubiera peligro alguno.

    Siempre llegaban con la oscuridad, no porque ella no pudiera llegar de día, era porque él no podía andar a la luz del día por ser lo que era: una criatura de la oscuridad. El príncipe de los centinelas, una hueste de vampiros muy antigua y soberbia que vivían encerrados en el castillo negro de las montañas de Black Mountain.

    —Pasa Cathy, qué sorpresa preciosa. Bram...

    Él entró primero, siempre lo hacía, registraba la habitación y buscaba algo no sabía qué. ¿Algún ajo o cruz colgada? Nada de eso funcionaba con su yerno, ya lo había intentado. Y de haber podido, de haber encontrado algo que espantara a ese vampiro y fuera efectivo no habría dudado en usarlo.

    —¿Has recibido visitas últimamente, Anderson?—preguntó él sin mirarle y se detuvo en una ventana como si quisiera ver algo. Sospechaba de su propia sombra.

    —Muchas visitas, mi agente, mi cocinera, un vecino pintor que huele bastante mal y un escritor principiante que tiene toda la intención de que lo ayude a mejorar...

    Bram lo miró con fijeza mientras Cathy se sentaba a su lado y le sonreía con esa expresión distante y angelical que tanto echaba de menos.

    —Hubo alguien más aquí, señor Anderson. Yo he hablado con usted, ¿lo recuerda?—insistió el vampiro.

    El escritor lo miró furioso. Rayos, quería hablar con su hija, ¿por qué tenía que estar ese latoso presente? ¿Es que nunca la dejaba en paz? ¡Qué infierno de hombre! Se quejó para sí antes de responderle con cautela:

    —Por supuesto, el temible demonio Eric. Pues te aviso que no he recibido la visita de ninguna criatura infernal, este es un pueblo muy tranquilo, por eso estoy aquí y si hubiera recibido la visita de tu amigo Eric, ¿por qué iba a ocultarlo?

    Se miraron enfrentados. El vampiro sostuvo su mirada.

    —Estuvo aquí, señor Anderson, frente a esta ventana—señaló Bram.

    No se había movido de ese lugar, nada más entrar recorrió el comedor y se detuvo en ese rincón. Al parecer los vampiros podían intuir la presencia de sus enemigos demonios, o de cualquier ser extraño. Eran criaturas extrañas, místicas, por llamarlo de alguna manera, con poderes extra sensoriales muy desarrollados.

    Cathy palideció y Bram guardó silencio, no quería asustarla. La amaba tanto y no le importaba que su suegro lo odiara, jamás permitía que saliera sin escolta. Ese demonio vigilaba al padre de Cathy, no sabía por qué, o tal vez sí sabía: era la forma de llegar a ella, de saber dónde estaba y buscar la oportunidad de llevársela. Hace dos años había fallado en Black Mountain y ahora estaba furioso, buscaría vengarse.

    Anderson tomó la palabra.

    —Bueno, creo que estoy sorprendido... Si estuvo aquí te aseguro que no lo vi, debió ser una visita relámpago. Te aseguro que no vi nada extraño, ni olor a azufre ni... ¿Cómo es ese demonio en realidad? ¿Qué apariencia tiene?

    —Un demonio es un espíritu maligno muy poderoso, pero en este mundo solo puede moverse en las sombras excepto si toma forma humana: si logra robarse un cuerpo, entrando en él a la fuerza... Podría ser cualquiera, su vecino pintor, el escritor... Solo sospeche señor Anderson si alguien a quien apenas conoce insiste en su amistad con cualquier excusa. Aquí hay una marca y no necesito verla, su olor inmundo está impregnado así que la visita fue reciente.

    El escritor parpadeó.

    —¿Y qué quiere de mí el demonio, Bram? ¿Acaso no lleva siglos esperando a mi hija? —quiso saber.

    —Así es señor Anderson, pero no puede entrar en las montañas negras ni en mi castillo para llevársela. Y cada vez que su hija lo visita corre peligro porque Eric está aquí, acabo de tener la prueba.

    —Está bien, no reñiremos Bram, vamos siéntate Cathy, no te marches ahora. Beban algo, charlemos. Dime, ¿cómo están las cosas en esa montaña?

    Cathy iba a ir pero Bram la retuvo, estaba alerta, acababa de recibir un mensaje, oír una voz.

    —Debemos irnos preciosa, no podemos quedarnos más tiempo hoy—dijo.

    Ella frunció el ceño y lo miró suplicante, eran tan pocas las visitas a su padre y duraban un suspiro.

    —Por favor Bram, acabamos de llegar.

    —No es prudente quedarnos Cathy.

    Una sola mirada alcanzaba para que hiciera su voluntad y Anderson lo sabía, su hija estaba embrujada por ese sujeto, no solo la había raptado hacía dos años con la excusa de protegerla del demonio Eric sino que también doblegaba su voluntad. ¡Maldito vampiro!

    Ella se acercó y lo besó.

    —Debo irme papá, lo lamento, luego vendré, otro día sin tanta prisa, lo prometo.

    Anderson miró a su yerno furioso, sus ojos echaban chispas, y sí, no le interesaba disimularlo. Era el sujeto más dominante y antipático que había conocido en su vida. Y claro, había embrujado a su hija con sus poderes especiales, porque al igual que el demonio Eric, él también llevaba centurias buscándola. Black Mountain había sido el señuelo, alguien lo guió a ese pueblo ese día maldito porque querían robarle a su hija, sospechaba que había sido Bram y no el temible demonio Eric, a quién por otra parte no tenía el placer de conocer. Se preguntó si no sería otro invento de Bram para que doblegar a su hija y mantenerla cautiva y asustada por la eternidad...

    Cuando Catherine se marchó sintió que un rayo de sol se extinguía y regresaban las tinieblas a esa casa, a su vida y dejó escapar una maldición.

    La llegada del repartidor de pizza con una suculenta y condimentada cena chatarra tampoco logró animarle, ya no tenía apetito y mientras le entregaba un billete de cincuenta dólares se preguntó si ese joven flaco y pelirrojo con cara de conejo sería el diablo Eric. Parecía improbable.

    Maldito Bram.

    Lo extraño era que su hija no se había convertido en vampiro. Nunca había entendido bien por qué, pero Catherine seguía siendo humana. Una humana cautiva y dominada por un vampiro que... Bueno, nunca le había preguntado su edad pero debía tener algunos cientos de años encima.

    ¡Y qué bien los llevaba! Él acababa de cumplir cincuenta y cuatro y se sentía un anciano a veces, mientras que su yerno, que era un vejestorio con patas parecía de veinte, treinta, no más...

    Suspiró cansado preguntándose cómo podría rescatar a su hija de esa criatura.

    Bueno, al menos no la había convertido. Eso debía agradecerlo. Sin embargo Cathy tampoco era del todo humana y siempre había sido demasiado buena para ese mundo, esa era la verdad.

    Encendió de nuevo la televisión, y mordisqueó un trozo de pizza, mientras viajaba al pasado. Luego de su aventura en ese pueblo maldito y de haber perdido a su hija, no había tenido descanso, ni paz.

    No era lo que había deseado para ella y eso no cambiaría.

    Era prisionera de un vampiro, una jovencita solitaria, introvertida, manipulada por un ser como ese, que llegó con la historia de que era su amante eterno y que había estado esperándola desde tiempos remotos.  Porque era Prudence, la novia puritana de la colonia que tuvo en una de sus vidas... ¡Patrañas, puras y auténticas patrañas para seducirla y volverla loca! Una historia que no era más que una fábula, alguna antigua leyenda de los viejos puritanos del Mayflower.

    Habían pasado dos años desde ese nefasto día en que Black Mountain: el pueblo fantasma al que llegó en busca de paz, había desaparecido y su hija Cathy fue raptada por el vampiro Bram y llevada a las montañas negras de ese siniestro bosque. Y para él había sido ayer... Todos los hechos ocurridos en

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