Vive 50 · Cambiar de vida sin cambiar de barrio
By Neus Arqués
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A los cincuenta, ¿aún hay margen de maniobra? Neus Arqués no solo responde con un «sí» rotundo, sino que defiende esta etapa de la vida como la de mayor libertad, especialmente para la mujer. Los cincuenta son los nuevos dieciocho. A los dieciocho te conviertes en mayor de edad; a los cincuenta, en mayor. Y como ya eres mayor, puedes hacer lo que quieras.
«¡Confía y disfruta!». Este es el lema de #Vive50 y lo dice casi todo. La misión es la siguiente: expandirse sin miedo. Neus es en Vive 50 la maestra de ceremonias de tu celebración más especial. Ella se propuso vivir cincuenta experiencias memorables en el año de su cincuenta aniversario, pequeños retos para cambiar de vida sin cambiar de barrio; hoy te toca a ti, este libro te cuenta cómo hacerlo.
Vive 50 es un regalo, una reflexión sensible e inteligente acerca de un momento crucial, ese mezzo del cammin di nostra vita, que acaba convirtiéndose en un reto para todas aquellas personas que se hayan hecho alguna vez la fatídica pregunta: «¿Aún hay margen?». Paseando por el barrio de Gràcia de Barcelona, la autora se encontró con una máxima reveladora grabada en una camiseta cualquiera: Your life is now. ¡Vive ahora!
Neus Arqués
Neus Arqués es escritora y analista digital. Considerada una de las 35 españolas más influyentes en Internet, su palabra clave es "Visibilidad". ¿Qué factores determinan que las personas sean o no visibles? ¿Cuáles son los pros y contras de la notoriedad?Neus aborda la visibilidad en los manuales de referencia "Y tú, ¿qué marca eres?", "Marketing para escritores" y "Tu plan de visibilidad" y en las novelas "Un hombre de pago" (traducida al ruso y al portugués), "Una mujer como tú" y "Todo tiene un precio", ganadora del Premio nacional ALARES.Neus vive en www.neusarques.com y en @NeusArques***Neus Arqués is a writer and a digital analyst. Her keyword is "Visibility": What makes people visible? What are the pros and cons of notoriety? Neus writes from Barcelona. She can be found online at www.neusarques.com and at @NeusArques
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Vive 50 · Cambiar de vida sin cambiar de barrio - Neus Arqués
Vive 50
Cambiar de vida sin cambiar de barrio
Neus Arqués
Vive 50
Cambiar de vida sin cambiar de barrio
Neus Arqués
Primera edición electrónico: noviembre de 2017
© Neus Arqués
www.neusarques.com
Editorial de la edición electrónica: Smashwords, Inc.
ISBN: 978-1-370-29054-3
Diseño y maquetación de la versión electrónica: Hooked ebooks, www.hooked.es
Diseño de cubierta: Virgínia Pol
Foto de portada: Tamara López Seoane
Edición impresa: © Editorial Comanegra
www.comanegra.com
Quedan rigurosamente prohibidas y estarán sometidas a las sanciones establecidas por ley: la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento, incluidos los medios reprográficos o informáticos, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo público sin la autorización expresa de la autora.
Índice
Me presento
Organizar tu cincuenta cumpleaños no es fácil. Tampoco es necesario
I. Solsticio de verano
1. Superluna
2. Solsticio de verano
3. Pastel de zanahoria
4. El retrato
5. La feria de la infancia
6. Júpiter en Cáncer
7. Loca
PRIMER MES
8. Île de Ré
9. En el parking de Carcasona
10. Paella crucial
11. Fiestas de Gràcia
12. La patria y el fin del verano
BESO MEJOR QUE GUISO, PERO ESTO VA A CAMBIAR
13. Nuevo look
14. El viaje de Ulises
MADRID
15. Dos ríos
16. «¡Con lo que nosotras hemos sido!»
17. Diplomacia y dignidad
18. Entre dos ciudades
BÉA: SEGUNDA PARTE
19. Una piscina de chocolate y tres millones de euros
20. De congreso
21. «El universo sabía que vendríamos»
DOS AMIGOS. 72 HORAS. 4.764 KILÓMETROS
22. Zapatillas noruegas
23. Un crucero particular
24. La Gutiérrez
CONFIAR CUESTA
II. Solsticio de invierno
25. Solsticio de invierno
26. El escritor
27. Fin de año
28. Tipas interesantes
29. En el reino del sofrito
30. Tiradors, tres
31. «Usted puede ponerse lo que quiera»
NOTA A MÍ MISMA
32. «Si hay que ir, se va»
ADMINISTRANDO MI VIDA
33. Librera por un día
34. 8 de marzo
35. ¿Quién es aquí el perdedor?
36. ¿Me pincho o no me pincho?
37. Bala de Plata
38. Ochenta
39. De boda por las terrazas
RECAPITULANDO A 22 DE ABRIL.
40. Matar al dragón
41. «Querida Dra. Valentina Tereshkova»
42. Qué significa ser mujer, explicado por un hombre que es una mujer que es un hombre
43. Tarot
44. Suelo ¿qué?
45. Una catedral particular
¿CUÁL ES LA «VIDA NORMAL»?
46. La orquídea
47. La primera promoción
48. Si no lo leo, no lo creo
49. El niño sabio
50. Paso palabra
III. Mujer de cincuenta años busca mito
Mujer de cincuenta años busca mito
Lecciones aprendidas
Aventuras pendientes
Manual de instrucciones para celebrar una vida
Los cincuenta son la excusa perfecta para
Escribe tu propia lista
A modo de despedida: persigue tu felicidad
Con mi agradecimiento
Sobre la autora
Mira, Joana: mamá es así
«Instrucciones para vivir una vida:
Presta atención.
Sorpréndete.
Cuéntalo».
Mary Oliver, «Sometimes»
Me presento
Los cincuenta son los nuevos dieciocho. A los dieciocho te conviertes en mayor de edad; a los cincuenta, en mayor. Y como ya eres mayor, puedes hacer lo que quieras.
Me llamo Neus y he cumplido cincuenta años. En vez de una fiesta, tuve una crisis.
El aniversario me pilló en horas bajas, bandeando el temporal de la recesión económica —que había borrado de un plumazo el setenta por ciento de mis ingresos— y de mis propias dudas. No sabía si continuar escribiendo; en realidad, no sabía muy bien qué hacer. Sin embargo, empujada por la convicción — tan fuerte como irracional— de que la vida hay que celebrarla, me puse en marcha. En vez de congregar a mi gente en un restaurante o escapar del invierno en un resort soleado, decidí vivir cincuenta experiencias a lo largo de un año, insertándolas en mi vida cotidiana. Cada una de ellas forma un capítulo en el libro que ahora empiezas.
Durante este año de tu vida no existe el off-limits. Propones a amigos y conocidos —a desconocidos incluso— los planes más peregrinos y los aceptan. Yo lo he celebrado con personas importantes para mí. A algunas las veo a menudo; a otras no las he visto en lustros. También lo he celebrado sola. He diseccionado mi vida. La infancia y la amistad. El deseo y el cuerpo que cambia. Los amores perdidos y los sueños posibles. El dinero y el éxito. Vivir y escribir. La crisis y la patria. Los planetas y el universo. Estar vivo, en definitiva.
Somos la suma de las preguntas que nos hacemos. Yo empecé este proyecto planteándome si había invertido bien mi tiempo. ¿He hecho lo que quería? ¿He hecho lo que debía? Después, en una isla francesa, otra mujer cambiará la pregunta y, al hacerlo, lo cambiará todo. En adelante, ¿sigo o me paro?
En este viaje entiendes que para salir adelante, primero necesitas mirar atrás. Al grito de «¡Cincuenta!» nos ponemos firmes. Hemos cruzado el meridiano, porque a los babyboomers la genética todavía no nos garantiza que lleguemoa centenarios. Diez mil días me quedan, según la previsión demográfica. Si cuentas tu futuro en días, lo piensas con más cuidado. No hay tiempo que perder.
Los cincuenta son una edad de transición. O te reencuentras o te reinventas. Escuchamos narrativas personales que comienzan con «Lo dejó todo y se fue a….». Cambio de trayectoria. Cambio de pareja. Cambio de país. Frente al reset radical, me interesa la reinvención desde dentro. Estoy empeñada en volver a ser quien soy, no en ser otra.
Concibo Vive 50 como una declaración de amor a cada una de las personas que ha recorrido parte del camino conmigo y lo escribo como una invitación a que tú emprendas tu propio viaje.
Organizar tu fiesta de cumpleaños no es fácil.
Tampoco es necesario.
El 23 de junio cumplí cincuenta años.
Cuánto tiempo imaginando el momento, escogiendo el vestido (muy escotado y de color azul) y la música (éxitos llenapistas). Mi gran plan consistía en una cena de gala que celebraríamos en un marco incomparable con piscina. ¿Por qué una cena de gala? Porque todos, homenajeada e invitados, merecemos ser princesas por un día. ¿Por qué una piscina? Porque después de tanto glamour terminaríamos todos en el agua y ese era un buen fin de fiesta.
La iniciativa contaba con su comité organizador. Louise y Nina buscaban un espacio adecuado. Jane diseñó la invitación, que mostraba unos fuegos artificiales sobre mi noche ideal. A mis parientes y a los amigos cercanos les había alertado hacía tiempo. Estaban expectantes. Mi prima Tania cosía su vestido. Solo faltaba avisar a quienes vivían a un avión de distancia.
Gala con piscina: ese era el plan. No pude sacarlo adelante. Mi velada mágica era un proyecto que exigía dedicación. Tiempo. Y dinero. Y capacidad de atención. Todos esos recursos mermaron de forma alarmante en los seis meses anteriores al día D.
La recesión, que hasta ese momento habíamos orillado, fulminó el setenta por ciento de mis ingresos. Mis clientesno podían contratarme o no podían pagarme. A mi alrededor, amigos y vecinos perdían sus empleos. Algunos emigraron. La vida conocida se desmoronaba a la velocidad de la luz.
A pesar del tsunami económico que nos zarandeaba implacable, me mantuve firme en mi propósito de dejar de fumar. El esfuerzo, como saben los exfumadores, es sobrehumano y te convierte en una persona monotemática.
Para más inri, en esas mismas fechas cambié de agente literaria. Las separaciones nunca son fáciles y la mía provocó un aluvión de dudas. ¿Valía la pena tanto esfuerzo? La pregunta, que en otro momento hubiese merecido un paquete de Marlboro, ahora me la hacía a pelo. Empecé a replantearme mi trayectoria como autora. Igual no era el camino. Las ganas de escribir no las perdí del todo. «Buena señal», pensaba, como cuando estás enfermo pero conservas el apetito. Aun así, no había tema.
La crisis. El cigarrillo. La ruptura editorial. Cada una de estas tres circunstancias por sí sola te pone el nivel de estrés por las nubes y el mío estaba desbocado. Entonces llegó el remate: organizar la comunión de mi hija. Sin tiempo ni dinero, con un montón de ayuda, sacamos su día adelante. Resultó un día bien bonito, la verdad. Bonito y agotador.
Ese domingo, a un mes escaso de mi cumpleaños, me encontraba exhausta a todos los niveles: físico, psicológico, económico. No quería ver otra fiesta ni en pintura. Ni siquiera la mía. Sin embargo, no celebrarlo me resultaba inadmisible. ¿Cómo puede alguien obviar un hito así? ¿En qué clase de paria social me estaba convirtiendo? ¿Acaso me había rendido a la crisis?
No, mi aniversario merecía un intento. Cincuenta años son muchos para pasarlos por la puerta de servicio. En cuanto se fue el último invitado a la comunión, volví a las andadas. En vez de cena de gala, barbacoa en casa y en chándal. «Lo importante es que estemos juntos», pensé, como premio de consolación. Apuré un email a modo de globo sonda a los amigos que más lejos vivían. «El 23 de junio celebro cincuenta años. ¡Cuento contigo!».
Su respuesta fue rápida y reveladora. No había tiempo y no habría cuórum. Rápidamente envié un segundo correo abortando el plan. Lo había intentado y no sería posible. No habría cena de gala junto a la piscina. Ni habría barbacoa en chándal. No habría nada, porque no me quedaba energía.
Archivé los diseños de la invitación. Desconvoqué al comité organizador, cuyos miembros lo aceptaron con más pena que una homenajeada demasiado cansada para estar triste. Bueno, no pasaba nada. La salud es lo primero. Lo segundo, facturar y cobrar. Ya celebraría los cincuenta y uno, total, uno más. Así lo expliqué a quien me preguntó. Mi prima Tania dejó de coserse el vestido y yo me liberé de toda planificación, dispuesta a esquivar el próximo cigarrillo, inmersa en una lucha feroz conmigo misma para decidir si continuaba escribiendo.
Y pasó un día, y luego otro. Y una noche. Y otra. Los cincuenta se acercaban y yo no me quitaba de la cabeza que este hito no tendría ningún tipo de eco en mi vida. Y ahí empecé a sentirme triste. No desolada. Ni amargada. Triste. En tiempos de crisis, «dejar de celebrar» es lo normal. Me había resignado. Así era la vida ahora.
Fue entonces cuando Sílvia se cruzó en mi camino.
La solución de Sílvia
A Sílvia me la presentaron en un baby shower, esos encuentros en que la embarazada reúne a sus amigas y hablan de hijos y comen cupcakes. La tradición estadounidense se está abriendo camino aquí, igual que antes importamos Halloween y antes incluso el fast food. Esta mujer morena, muy enérgica, tiene una empresa de castings y calibra a la gente con una facilidad pasmosa: te mira y adivina tu talla. ¡Ganó todos los concursos que la anfitriona había preparado! Entre una prueba y otra hablamos de los años que pasan. Le comenté mi frustración: no habría fiesta junto a la piscina.
—Yo lo celebré diferente —me anunció, tan tranquila. Y entre copa y cupcake me contó cuál había sido su plan.
Sílvia decidió festejar su cumpleaños con cincuenta encuentros y se dio un año entero para lograrlo. Lo celebró con su familia inmediata y con la extensa; con amigos de ayer, de hoy y de siempre. Mientras la escuchaba, yo ya estaba empezando mi lista. ¡Eso era lo que haría! Al plan sólo le veía ventajas. Desaparecía la presión de organizar un magno evento en un plazo breve y sin recursos suficientes. Planificándolo bien… ¡incluso podría viajar! El plan era factible: era como un sabático troceado. La idea me pareció tan maravillosa que le pedí ipso facto permiso para replicarla. Sílvia estuvo encantada de que su proyecto se hiciese popular como los baby showers.
En cuanto llegué a casa anuncié la nueva iniciativa. Mi marido y mi hija estaban enfrascados en una partida de cartas y se limitaron a asentir. Les di por informados.
Manos a la obra
El único consejo que Sílvia me había dado es que escribiera la lista de contactos a lápiz.
—Ya verás cómo algunos caen y te van saliendo otros. A partir de ahí, espabila.
La lista salió fácil. Al primer intento llegué a los treinta y siete nombres de personas que habían sido importantes en mi vida: amigos cercanos y lejanos, compañeros de facultad y de trabajo, parientes, ex novios. Mi antigua secretaria. Algún cliente.
Tocaba pasar a la acción, porque el año tiene cincuenta y dos semanas y no había tiempo que perder, así que hice dos cosas. Me compré una libreta en la que anotaría toda la información relativa al proyecto, un cuaderno de tapas verdes —por lo del color de la esperanza— pequeño, para que cupiera en el bolso. En segundo lugar comenté el plan con el extinto comité organizador. Nina me hizo una pregunta que me dio que pensar: ¿Para qué iba a resucitar historias pretéritas? ¿Con qué excusa convocaría a los fantasmas?
Entendí que tenía que definir mi propio método. ¿Qué quería averiguar? ¿Quería revisitar mi pasado? ¿Valorar en qué y con quién había invertido mi vida? ¿O simplemente quería pasarme un año de jarana y petardeo? Nina me hizo ver que necesitaba un objetivo y esa necesidad empezó a parpadear en mi subconsciente.
En cualquier caso, preferí saltar sin red y ver qué sucedía cuando explicase el plan.
Y esto fue lo que sucedió.
Primeras impresiones
A pocos días para el día D empecé a sondear a los familiares y amigos más cercanos. Estaba escarmentada y no quería otro fracaso.
Pero ¡al contrario! La cosa fluía. Me di cuenta de que a todo el mundo le gusta vivir una experiencia singular. «¿Por qué no nos vamos de viaje?» era una propuesta habitual. En algún caso, el viaje se entendía —esa persona y yo nos habíamos conocido en un lugar determinado y proponía volver a visitarlo— pero en la mayoría se trataba de una nueva aventura. Como si todos quisiésemos escapar de nosotros mismos. No sólo yo: todos queremos reinventarnos.
Me di cuenta de que también quería celebrar mis cincuenta años sola. Pensaría en mí, en mi pasado y en mi futuro, sola. De otro modo el año se me escurriría yendo en pos de los demás y esa abnegación no entraba en mis planes de mujer madura. Más que en encuentros, prefería enfocarme en experiencias que viviría acompañada —o sola.
Y me di cuenta, además, de que la forma plena de vivir estas cincuenta experiencias era recopilándolas. Anotaría las reflexiones en la libreta verde. Al escribirlas, las interiorizaría. Podría compartirlas con otras personas. Quizás alguien se animaría a embarcarse en una aventura similar. Volvía a tener una historia tirándome de la manga. La mía.
En esas cavilaciones andaba el domingo veintitrés de junio. Ese día me puse en marcha.
I. Solsticio de verano
1. Superluna
Una derivada inevitable de cumplir cincuenta años es que te invitan a un montón de fiestas de cincuenta años. El día 23 de junio empezó a correr en una de esas fiestas.
La cita en honor a Anna era en un restaurante italiano junto a su casa. A la homenajeada la trajo su pareja, mi amigo Alfons, en moto; suerte tuvo del casco tras el que escondió la sorpresa. Mi fiesta hubiese podido ser así, pero sería distinta. La primera de mis cincuenta experiencias consistiría en celebrar el cumpleaños de otra persona.