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Germen
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Germen

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About this ebook

Capítulo final de la Saga que ha mantenido con el aliento suspendido a los lectores amantes de las distopías, pero no solo a ellos, sino a los que se dejaron llevar por la apasionada historia de amor entre Kendall y Trevor. Una historia de amor compleja, atormentada y obstaculizada por un gobierno cuya única finalidad es transformar a toda la humanidad en un amasijo de títeres.

Kendall finalmente logró huir de la sede principal del Mind, donde Axel la mantenía prisionera con la ayuda de una Manipulación mental. Pero ahora que su pasado ha vuelto a emerger, ¿cómo afrontará el presente y el terrible futuro que le esperan? Los Huérfanos residentes del Mausoleo trataron de adiestrarla, y Trevor, que con ella será el más duro de todos, hará lo posible para ayudarla a entrar en contacto con su propia Raíz.

Pero ¿será esto suficiente?

“A veces en la vida, hay momentos en los que para ganar… se debe perder”.

Un final que los hará reconsiderar a cada personaje. Y hasta la última página recuerden que… ¡todo puede suceder todavía!

LanguageEspañol
PublisherBadPress
Release dateDec 10, 2017
ISBN9781547502073
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    Germen - Liliana Marchesi

    Tatt.jpg

    La historia narrada en la Saga R.I.G. habla de la guerra más antigua que el hombre haya tratado de ganar.

    Pero las guerras no se pueden ganar porque, en todo caso, solo hay pérdida.

    Lo que de verdad puede poner fin a una batalla es la coexistencia.

    Por lo tanto, dejen que el corazón infunda pasión a sus ideas y que la mente guíe el corazón hacia las salidas justas.

    A Tanzi.

    No recibiré ya los papeles en que me mostrabas los errores tipográficos, pero espero que, de alguna manera, mis novelas puedan llegar también ahí.

    Freccia.jpg

    Prefacio

    Freccia.jpg

    Lo primero que advertí al despertar fue el calor del cuerpo acostado al lado del mío. Estaba acostada en una cama, y encima tenía solamente mis prendas íntimas y una estrecha venda en la pierna.

    Estaba viva

    Si bien los recuerdos ligados al momento en que Trevor se había arrojado del Puente de Brooklyn conmigo en brazos todavía eran borrosos, era claro que ambos habíamos sobrevivido al impacto con el agua.

    Y a juzgar por las paredes de piedra de la estancia en que me encontraba, ahora teníamos que estar seguros en el Mausoleo.

    Deseosa de perderme en los ojos azul de Trevor, y de saborear los intensos besos, lentamente me di vuelta.

    Pero la sonrisa de la persona que me estaba sujetando y que me dio la bienvenida en el mundo no fue la de Trevor.

    En la cama, junto a mí, con los dedos posados sobre mis caderas desnudas... estaba Matthew.

    1. Juntos

    Freccia.jpg

    Cuando el desconcierto apareció en mi rostro, la sonrisa de Matthew vaciló.

    Las cálidas manos posadas sobre mi cuerpo, que en mi primer momento había creído que pertenecían a Trevor, no me infundían más el sentido infinito de paz que había sentido en cuanto recuperé la conciencia. Ahora, era como si los dedos de Matthew me estuviesen quemando la piel, desencadenando en mi la furia de las emociones que había sofocado durante todos los días en que había sido prisionera de Axel.

    No tenía idea de cómo había terminado en la cama de aquel chico, o de cómo hubiese él terminado él en la mía, pero en el medio del vórtice de recuerdos que habían asaltado mi mente, logré entrever un episodio que me hizo revolver las vísceras todavía más.

    Se trataba de la vez en que Matthew, con la excusa de mostrarme el Mausoleo, me había conducido al gimnasio. Y en una de aquellas salas para entrenamiento mental me había obligado casi a besarlo contra mi voluntad, Manipulándome con su Raíz.

    —¡TÚ!, —mi voz salió raspando, como si tuviese días que no hablase. Signo de que debía haber estado privada del sentido por mucho tiempo.

    Antes de que Matthew pudiese decir algo para disculparse, sin embargo, mientras buscaba protegerse de los torpes y desordenados golpes con que intenté alejarlo de mí, la puerta de la estancia se abrió de pronto.

    Julia entró jadeando, como si acabase de correr por todos los corredores subterráneos del Mausoleo, y sin mostrar el mínimo estupor al verme a mí y a Matthew acostado en la misma cama, se dirigió a él.

    —¡Matt te conviene levantar el trasero de ahí! ¡Ahora! —Cada vez más confundida, también por el hecho de que había reconocido inmediatamente a Matt y Julia, me quedé quieta observando a Matthew mientras, sin demasiada prisa, apartaba las sábanas y se ponía un par de jeans recogidos del suelo—. ¡Matt apresúrate! ¡Está llegando!, —la ansiedad que permeaba la voz de Julia hizo acelerar todavía más mis latidos.

    —¿Y con esto? ¡Solamente debería agradecerme! Si no fuese por mí su novia estaría muerta, —exclamó Matthew poniéndose de pie y terminando de ponerse los pantalones.

    —Tienes razón, Matt, —Trevor acababa de aparecer en el umbral—. Deja que te apriete la mano en señal de reconocimiento... ¡así te despedazo los dedos!

    El infinito dominio con el que Trevor contenía la ira que estaba sintiendo en aquel momento, visible a través de sus ojos y el lenguaje del cuerpo: tenso y listo para atacar de un momento a otro; hizo crecer todavía más en mí el deseo de abrazarlo y besarlo.

    Verlo ahí, a pocos pasos...

    Los recuerdos habían resurgido casi completamente ya, y la consciencia de lo que Trevor y yo habíamos pasado juntos, de cuanto nuestro amor había sido puesto a prueba, dio vida a las lágrimas más amargas que hubiesen surcado mi rostro.

    —¡Matt! ¡Es hora de irnos!, —Julia aferró a su amigo por un brazo, decidida a arrastrarlo detrás mientras dejaba la habitación.

    —¡Comprendo!, —respondió Matt irritado, renunciando, de una vez por todas a terminar de volverse a vestir con calma.

    Y luego... finalmente Trevor y yo nos quedamos solos.

    Por un breve instante, que me pareció eterno, nuestros ojos se abrazaron en una mirada vibrante de emociones, emociones tan intensas que ni el espejo del alma podía reflejarlas plenamente.

    Luego, de pronto, la puerta se cerró de un golpe. Una fuerza invisible hizo girar la llave en la chapa, sellando la pequeña estancia para dejar fuera al resto del mundo.

    Las sábanas que celaban mi cuerpo se fueron a los pies de la cama.

    Y Trevor estaba sobre mí en un instante.

    Sus manos se deslizaron por mis caderas acariciándolas con deseo, como habían hecho muchas veces en el pasado, incitando a la piel a revocar cada una de sus caricias, cada uno de sus besos.

    En aquel momento, sentir su cuerpo unido al mío me llevó con la mente a los días en que había estado prisionera por Axel y, en particular, a los instantes en que mi Raíz había podido, de alguna manera, crear una relación entre Trevor y yo.  Y, ahora que finalmente podía percibir la tonicidad de sus músculos oprimidos contra mí, sin algún muro invisible que nos separase, sentía todavía más dolor volviendo a pensar en esos momentos, y en lo que me habían quitado.

    Sin dar demasiada importancia a la herida en el muslo, que todavía quemaba, elevé las piernas para atrapar a Trevor de su cintura. A pesar de que sabía que no se alejaría de mí.

    Nuestras respiraciones se entrecortaban una contra la otra para luego hacer eco en la habitación, acompañadas de los latidos de nuestros corazones excitados y felices de haberse vuelto a encontrar finalmente. Porque si el corazón de Trevor vivía dentro de mí, el mío vivía en él.

    Luego, la preocupación hacia lo que podía haber pensado Trevor al sorprender a Matt en mi cama, se evaporó como agua en el fuego cuando sus labios incendiaron los míos.

    Y yo, arrebatada por la intensidad de lo que estaba sintiendo, no podía hacer más que dejarme transportar sobre una nube de placer que me conduciría al paraíso.

    —Kendall, —la voz de Trevor, cálida y suave, me llegó en el débil sueño en que estaba envuelta luego de haber tocado las estrellas más luminosas del cielo—. Kendall, ¿cómo te sientes? —y cuando abrí los ojos, en cambio, me volví a encontrar bajo la inspección de las estrellas más luminosas de la Tierra. Eran de un azul intenso, estriado de gris. En un primer momento no logré decir nada. Las emociones que había sentido antes y las que todavía estaba sintiendo, estando simplemente entre los brazos de Trevor, eran tan fuertes que temía no lograr controlar la voz... y las lágrimas—. Pensaba que te habían herido en la pierna, no en la lengua, —bromeó Trevor acariciándome los labios con el pulgar.

    Después, gracias también a aquel su lado irónico que no perdía ocasión para embrujarme, volví en mí.

    —No está herida, pero recientemente se ha detenido mucho, —respondí risueña.

    En aquel punto me esperaba que Trevor saliese con otra de sus bromitas, pero no lo hizo. Aferrándome el rostro con una mano, me selló la boca con la suya, haciéndome saborear otro poco de su alma. Aquella que en todo este tiempo había sufrido a escondidas. Aquella que en todo este tiempo no había dejado un solo instante de esperar que las cosas entre nosotros volviesen a ser como antes.

    —Me hiciste falta, —ese susurro pasó de sus labios a los míos sin ver la luz del mundo que nos había dividido.

    —También tú a mí, —susurré secando con el rostro una lágrima solitaria que, silenciosa, había trazado una línea de dolor en la mejilla del hombre que amaba.

    Luego de unos minutos transcurridos escuchando nuestro silencio, hecho de respiraciones y latidos, Trevor me apartó un mechón de cabellos de la frente para depositar en ella un beso, alejándose luego lo suficiente para mirarme a los ojos.

    —No has respondido a mi pregunta, Kendall, ¿Cómo te sientes? —No habría podido hacerme una pregunta peor.

    —Confundida, —respondí suspirando—. ¿Qué hacía Matt en la cama junto a mí?

    —Estaba tratando de suicidarse.

    —Trevor, estoy hablando seriamente. ¿Qué hacía en la cama conmigo?, —el tono decidido con que reformulé la pregunta lo obligó a poner a un lado la ironía.

    —Cuando fuimos arrojados del puente te desvaneciste casi inmediatamente. Habías perdido mucha sangre de la pierna y, además, estabas bajo los efectos de una enorme dosis de veneno. Busqué protegerte con mi cuerpo, del impacto con el agua, y luego, nadé por los dos hasta la orilla más cercana. Cuando llegamos aquí al Mausoleo habías casi caído en hipotermia, —saber del modo en que Trevor me había puesto a salvo, me hizo ver todavía más cuán fuertes eran sus sentimientos hacia mí—. Y ese Huérfano mocoso de Matt, desde hace unos años hasta esta parte ha desarrollado precisamente el poder que te podría... dar calor.

    —¿Me estás diciendo que Matt era en la cama conmigo para salvarme la vida?  —recordando el modo en que lo había agredido inmediatamente después de haber abierto los ojos y me sentí culpable.

    —¡No! Te estoy diciendo que yo te he salvado la vida. Él solamente se ha transformado en un termosifón, —verlo buscar esconder los celos me hizo sentir deseos de besarlo de nuevo.

    —Entonces, ¿Matt puede controlar la temperatura de su cuerpo? —de pronto me acordé del día en que había venido a presentarse llevándome comida. Esa no era la primera vez que lo veía, pero dado que Trevor me había quitado los recuerdos de la noche en que había llegado al Mausoleo con Emily, no recordaba quién era. Luego de haber quedado junto a Julia para que me mirara comer, me había ayudado a descender de la cama. Y cuando posé los pies desnudos en el suelo y mi cuerpo tembló, su mano al contacto con mi espalda se había hecho, de pronto, más caliente.

    —Sabrá también encenderse como una antorcha, pero hará mejor en aprender a controlar los espíritus hirvientes, si no quiere morir antes de tiempo.

    —Y ¿por cuánto tiempo tuviste que dejarme entre sus brazos? —pregunté despertando un poco más los celos que lo habían llevado a abrazare con fuerza como para querer recordar que era suya y de nadie más.

    —Dos interminables días, —dijo acariciándome el cuello con su propia respiración.

    —¿Y cómo es que llegaste de pronto aquí? ¿Cómo hiciste para saber que me había despertado? —En respuesta, Trevor estiró el brazo atrayendo mi atención a un muy extraño reloj negro. Y cuando me detuve a examinarlo descubrí que no era, de hecho, un reloj. En el cuadrante pequeño y rectangular no había números sino imágenes. Imágenes en movimiento—. Pero esto es...

    Trevor no me dejó terminar la frase.

    —Dado que después de la fuga de la sede del Mind, las aguas se han movido mucho allá arriba, tuve que apresurar algunas cosas que no me permitieron estar a tu lado. Pero no podría dejar el Mausoleo sin poderte vigilar en modo alguno. Por lo que instalé en esta estancia una pequeña videocámara conectada directamente a este artefacto.

    —Di la verdad. Lo hiciste para vigilar a Matt, ¿no es así?

    —Digamos que era una de las ventajas de poder estar presente al menos virtualmente, —Trevor todavía estaba detrás de mí, con la boca tocándome el cuello. Y por el movimiento de sus labios comprendí que estaba sonriendo.

    —Y ¿cuáles son las ventajas de poder estar presente... físicamente? —en un modo u otro, nuestras conversaciones terminaban con transformarse en algo emocionante.

    —Te las muestro inmediatamente, si quieres.

    Deseosa como nunca de abandonarme nuevamente a él, recliné la cabeza hacia atrás, ofreciéndole la dulzura de mis labios.

    Pero un ligero toque en la puerta nos trajo nuevamente a la realidad, ay de mí.

    —Chicos. No me odien, pero Sfinge los quiere ver, —con voz llena de pena, Julia nos recordó dónde estábamos y a quién teníamos que rendir cuentas.

    —Dile que vamos, —respondió Trevor, seco.

    Luego, tomándome por sorpresa, me hizo rodar en la cama quedando sobre mi cuerpo. Me elevó los brazos sobre la cabeza. Y, sabiendo que haciendo esto encendería en mí la mecha de la pasión; una emoción siempre a punto de explotar en su presencia, se puso a mordisquearme bajo las costillas, alternando la agresividad de los dientes a la delicadeza de la lengua.

    —Trevor... —jadeé—. Debemos ir, —suplicarle que se detuviese era lo último que hubiese querido hacer. Pero, francamente, quería evitar ver a Sfinge pasar la puerta de la habitación.

    Luego de haberme besado un costado, hasta hacerme faltar la respiración, Trevor se detuvo.

    Sus ojos ardían tanto de deseo, que tuve que apartar la mirada para lograr levantarme de la cama.

    —Desde esta noche te transfieres a mi habitación, —me ordenó Trevor volviéndose a poner los jeans y el suéter negro que se había quitado quién sabe cómo y quién sabe cuándo.

    Y yo, que nunca había sido tan feliz de recibir órdenes, bromeé, resignándome al hecho de que aquel momento idílico había sido interrumpido.

    —¿Tienes miedo de que Matt se meta de nuevo en mi cama?

    —No. No me gusta dejar... ciertas cuestiones en suspenso. —sus manos volvieron a buscarme—, Y te aseguro que no he terminado todavía contigo.

    2. Raíces

    Freccia.jpg

    Después de haberme puesto una camiseta gris con la palabra Free escrita en ella que Trevor me dijo que había elegido en el caso de que hubiese perdido nuevamente la memoria.  Un pequeño indicio para recordarte que ahora eres libre, estas fueron sus palabras; me puse, con esfuerzo un par de vaqueros claros y ligeramente lisos a la altura de las rodillas.

    La herida en la pierna todavía dolía.

    —¿Cómo se ve mi muslo? —pregunté preocupada.

    —Yo diría que muy bien, —la mirada lánguida de Trevor me dio a entender que su respuesta no se refería a la herida.

    —¡Trevor!

    —¡Vamos Kendall! Déjame divertirte un poco. La última vez que fuiste huésped del Mausoleo tuve que fingir que te conocía solo por el episodio de Emily.

    —Lo siento, —de pronto volví a pensar en todo lo que Trevor había pasado luego de haberme nublado la memoria por primera vez. Cuando mi amor por él estaba atrapado en una parte remota de mi mente—. Solo necesito un poco de tiempo para comprender lo que me ha sucedido y, reelaborar la información, creo.

    —Lo sé, no te preocupes, —la mano de Trevor me acarició una mejilla infundiéndome un poco de paz en el corazón—. Pero, no creo que Sfinge sabrá ser paciente.

    Y fue así que la paz se apagó.

    —Sfinge... —exclamé mientras Trevor abría la puerta de la estancia que nos había regalado algunas horas de amor e intimidad, invitándome a seguirlo al pasillo—. Hay algunas cosas que preferiría que no supiera, —le confié.

    —Una empresa un tanto ardua ya que puede leerte la mente, ¿no crees?, —subrayó él.

    —Sí. Pero tú habías logrado esconderle que habías ido al local por mí, aquella vez en que te preparé aquel delicioso sándwich con salsa tabasco.

    En cuanto terminé de hablar, la melódica risa de Trevor hizo eco en todas las paredes de piedra del corredor por el que pasábamos.

    —A propósito de aquel delicioso sándwich. Bonito nombre el que me diste.

    —¿Qué? ¿Cuál nombre?

    —Sr. Tabasco, —Trevor me lanzó una mirada cargada de testosterona que me hizo enrojecer como una niña.

    —Y tú ¿cómo lo sabes?, —inmediatamente después de haberle hecho la pregunta, recordé lo que me había dicho para darme seguridad poco antes de arrojarse del puente de Brooklyn conmigo en brazos: No te preocupes, Kendall. Piensa en tu Sr. Tabasco.

    —¿Recuerdas la vez en que, en el anfiteatro del Mausoleo, Sfinge me pidió restituirte los recuerdos?, —Sin decir nada asentí—. Obviamente ya sabía que no funcionaría. Cuando venía a encontrarte de noche, para estar a tu lado mientras dormías, sucedía que te despertabas. Así, antes de obnubilar el recuerdo de mi presencia en tu estancia, hacía un pequeño intento para ver si lograba hacer emerger algo.

    —Lo sé. Ahora... lo sé. —admití con tristeza, sin lograr agregar más debido al nudo que se me había formado en la garganta pensando en el dolor que Trevor había tenido que soportar, solo.

    —Sin embargo, —continuó él—, Aunque nunca logré obtener ningún resultado, aquella vez en el anfiteatro algo emergió. Tú lograste ver algunos instantes, aunque no relacionados entre sí, de la noche en que salvaste la vida a Emily, mientras que yo logré entrever otros pequeños detalles. Incluido el simpático nombre que me diste. Recordar el episodio que había dado origen al sobrenombre Sr. Tabasco hizo surgir una sonrisa en mis labios, que, sin embargo, fue inmediatamente oscurecido por los temores ligados al encuentro que me esperaba. Sfinge, al menos estando en las conversaciones que habíamos tenido durante mi breve permanencia en el Mausoleo, sabía quién era yo. Luego de que Axel me había golpeado con el dardo infectado, obligando a Trevor a inyectarme un compuesto a base de células Radicales para contrarrestar los efectos mortales, algunos recuerdos habían regresado. Y Jason los había examinado por órdenes de Sfinge. Fue en aquella ocasión que la Guía de los Huérfanos se acordó de mí y de mi madre, y de la noche en que vinimos con ella al Mausoleo en búsqueda de ayuda. Ayuda que nos fue negada. Me había dicho que había mandado a Darnell, que en ese momento cubría el mismo rol de Líder que ahora tiene Trevor, para informarse sobre nuestra identidad. Y él, junto con la información que se le pidió, le reportó también la noticia de que mi madre y yo estábamos muertas. Mi madre estaba muerta, yo en realidad... había desaparecido, quién sabe dónde. Esa fue la única información que Sfinge se había dignado a compartir conmigo, pero estaba claro que sabía

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