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Buscando a Nick
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Ebook175 pages2 hours

Buscando a Nick

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About this ebook

Quizá cuando descubriera su pasado conseguiría algo más que una historia… quizá consiguiera al hombre de su vida.
Hacía ya tiempo que el bombero neoyorquino Nick Carlucci se había retirado a la tranquilidad de Tribute, Texas, para escapar de sus demonios. No quería volver a recordar… ni a sentir. Pero entonces apareció la bella reportera Shannon Malloy y consiguió que volviera a hacer ambas cosas. Shannon no iba a permitir que Nick la evitara, para lo cual tendría que desvelar sus secretos, unos secretos que lo unirían a ella más de lo que jamás habría imaginado…
LanguageEspañol
Release dateJan 11, 2018
ISBN9788491707752
Buscando a Nick
Author

Janis Reams Hudson

Janis Reams Hudson has lived in California, Colorado,Texas, and Oklahoma. After a career in broadcast television, she decided to tackle the stories whirling around in her head. She focused her attention on writing. This took sacrifice. She sacrificed cooking and cleaning. Janis and her husband Ron live in Oklahoma City, where their dogs Pookie and Buttercup take them on daily walks.

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    Buscando a Nick - Janis Reams Hudson

    HarperCollins 200 años. Désde 1817.

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2006 Janis Reams Hudson

    © 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Buscando a Nick, n.º 1667- enero 2018

    Título original: Finding Nick

    Publicada originalmente por Silhouette® Books.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.:978-84-9170-775-2

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Portadilla

    Créditos

    Índice

    Prólogo

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Epílogo

    Si te ha gustado este libro…

    Prólogo

    Invierno 2003

    Nueva York

    Era el mismo sueño que tenía la mayoría de las noches. Nick Carlucci no podía pasar una semana sin vivir aquel horror. El polvo y las cenizas lo cegaban, lo ahogaban. Los escombros estaban tan calientes que se deshacían las suelas de las botas.

    Buscaba desesperadamente a algún superviviente, pero en especial, a su padre y a su hermano, tenía que encontrarlos.

    Entonces oyó un gemido y vio una mano moverse.

    Excavó desesperado.

    «¡Aguanta! Ya te tengo».

    Volvía a tener esperanzas. Respiraba con fuerza. ¡Tenía que cavar con más rapidez!

    Ahí estaba. El hombre hablaba.

    ¡Júbilo!

    Un minuto después, moría en los brazos de Nick, que mantuvo abrazado su cuerpo sin vida hasta que alguien lo separó de él.

    «Fracaso». No había conseguido salvar a aquel hombre.

    Tenía que seguir buscando, excavando, gritando. Quizás alguien pudiese oírlo.

    De pronto, el haz de luz adquirió una forma grotesca, se balanceó.

    «¡Cuidado!»

    Nadie lo oyó, los hombres no se apartaban del mortal acero que iba a caer sobre ellos. Él, con los brazos extendidos, avanzó derribándolos para salvarlos.

    ¡Qué dolor! Oyó gritos y sintió un dolor agudo en la espalda.

    Y después… nada.

    Nick se despertó y respiró profundamente, la cama estaba empapada de sudor. Siempre lo atormentaba la misma pesadilla. Se frotó la cadera y el muslo, doloridos, y luchó por apartar de su mente aquellos recuerdos.

    Pero los recuerdos no desaparecían, ni tampoco el dolor. Ni el sentimiento de fracaso.

    La culpa.

    ¿Podría haber cavado más rápidamente? ¿Habría pasado al lado de alguien sin darse cuenta?

    «Debí quedarme dentro. Debí morir con los demás. Con papá y con Vinnie».

    Salió de entre las sábanas mojadas y arrugadas. No podía seguir durmiendo aquella noche. El whisky lo ayudaría a olvidar, durante unas horas, que la vida, tal y como él la había conocido en el pasado, ya nunca volvería a ser igual.

    Capítulo 1

    Otoño 2006

    Tribute, Texas

    Lo habían aclamado como a un héroe en las calles de Nueva York, en la televisión de todo el mundo, incluso en su parque de bomberos, la Compañía de Rescate Número Uno, pero Nick Carlucci sabía que no era un héroe. Sólo era un fracasado.

    Menudo héroe, pensó Nick resoplando, si algo tan simple como el cielo podía ponerle el pelo de la nuca de punta.

    En realidad, no era el cielo. Era aquella pequeña ciudad de Tribute, en Texas. Llevaba viviendo allí más de dos años y todavía no se había acostumbrado a que hubiese tanto espacio. Tanta tranquilidad. Tanto aire fresco. O tan poco tráfico, tan poca gente.

    Estaba acostumbrado a los rascacielos, los atascos y el humo. A las multitudes. El metro. Los ascensores. Los taxis.

    Estaba acostumbrado a Nueva York, su hogar.

    En Tribute, Texas, no había ni un solo taxi, ni mucho menos, metro, a no ser que contase los túneles cavados por las ardillas de tierra en el patio de su tía, aquél era el metro de los roedores.

    Un atasco en Tribute era tres coches detenidos detrás del único semáforo que había en la calle principal.

    Y, en lo que a los rascacielos se refería, la estructura más alta que había era un silo de grano que había al lado de la vía del tren.

    ¿Cómo era posible que le gustase vivir allí? Sacudió la cabeza. ¿Quién se lo habría dicho? Había querido escapar del desastre en que se había convertido su vida y había acabado allí, en Texas.

    El ego de Nick no era tan grande como para pensar que su tío Gil se había muerto dos años antes con el fin de que su tía Bev lo necesitase en Dallas para que la ayudase a arreglar todo lo relativo a la herencia y a volver a Tribute, donde había vivido unos años antes.

    No, Nick no cargaba con aquella culpa. El tío Gil había convivido con la leucemia durante años. Su muerte no había tenido nada que ver con las necesidades de Nick.

    Lo que necesitaba Nick en aquellos momentos era a una mujer que volviese a despertar su libido.

    Llegó a la calle principal y se detuvo en el bordillo para que pasase un coche. El conductor tocó el claxon y levantó la mano en señal de agradecimiento. En Nueva York le habrían levantado un dedo, pero allí saludaban al sobrino de Bev Watson. El bedel del instituto de Tribute.

    Aquello sí que era un cambio. De apagar fuegos, salvar edificios y vidas, había pasado a limpiar suelos. A cualquiera le habría parecido que Nick había ido a menos, pero él no lo veía así. Estaba aprendiendo lo gratificante que podía ser convertir un suelo lleno de polvo y suciedad en una superficie resplandeciente.

    Casi rió en voz alta sólo de pensarlo. Se estaba convirtiendo en una ama de casa de los años 50.

    Nick devolvió el saludo al conductor, no porque le apeteciese demasiado, sino porque eso era lo que se hacía allí. Además, le había parecido que era el primo del alcalde, que era amigo de su tía Bev. No merecía la pena ser grosero y avergonzar a su tía sólo porque se sintiese amargado. Así era como se sentía últimamente. Y encima, era lunes.

    Como no venían más coches, cruzó la calle bajando el bordillo con cuidado, con la pierna buena, para evitar caerse de bruces al suelo.

    Menudo héroe.

    Tres calles más allá estaba en el instituto y sede de los Tigres de Tribute. Mientras se dirigía a la puerta principal, sacó las llaves y sintió cómo su amargura desaparecía.

    Le gustaba el centro. Le gustaban los chavales, la gente que trabajaba allí y su propio trabajo. Se sentía útil, volvía a ser un miembro productivo de la sociedad.

    Allí evitaba pasarse el día bebiendo y podía volver a mirarse al espejo sin hacerlo con desdén.

    Ya dentro del instituto, recorrió el vestíbulo de entrada, escuchando el sonido de sus pasos en el edificio vacío.

    No tardaría mucho en llenarse. Poco tiempo después, cientos de pies golpearían aquel suelo. Era hora de ponerse a trabajar.

    Sentada en su coche de alquiler, Shannon Malloy vio cómo el hombre abría la puerta del instituto y sintió que se le aceleraba el pulso. Era él. No había duda. Nicholas Giovanni Carlucci, en carne y hueso. Y menuda carne… Las fotografías que había visto en los periódicos y las imágenes de la televisión no le habían hecho justicia, pero los pantalones vaqueros que llevaba puestos aquel día sí que se la hacían.

    Era alto, tenía los hombros anchos y las caderas, estrechas. Su pelo era negro y brillante y sus ojos, en las fotos eran oscuros, pero tendría que comprobarlo en persona.

    Si no hubiese sabido que se había roto la espalda y se le había aplastado la pelvis y la cadera, no se habría dado cuenta de la leve cojera mientras atravesaba las puertas de cristal. Los médicos le habían dicho que nunca volvería a caminar. Pero Nick Carlucci había sobrevivido al acero y su voluntad había sido tan fuerte como éste.

    ¿Que nunca volvería a caminar? Caminaba muy bien. Shannon se había dado cuenta de la cojera porque había seguido la línea de sus vaqueros hasta llegar a las botas de cowboy. Eso era lo único que podía hacer para evitar salir del coche y correr hacia él.

    Aquel impulso la sorprendió. No porque ella no fuese impulsiva por naturaleza, lo era. Sino porque también era una periodista profesional que sabía cuándo tenía que correr y cuándo debía ser paciente.

    Llevaba semanas intentando que Carlucci le concediese una entrevista, pero él se había negado a devolverle las llamadas. Por fin había conseguido localizarlo y lo había seguido hasta la otra punta del país. No iba a dejarlo escapar. Quizás aquél fuese el mejor momento para hablar con él, antes de que empezase a llegar gente.

    Shannon bajó del coche y cruzó la calle para llegar al instituto.

    No sabía con seguridad la razón por la que su corazón latía con tanta fuerza cuando entró en aquel edificio desierto. Era una entrevista más, ya había hecho tantas que había perdido la cuenta. Pero cuando vio a Nick Carlucci acercarse a ella supo que aquella entrevista, aquel tema y aquel hombre, serían diferentes.

    —¿Puedo ayudarla? —preguntó Nick al llegar a su lado.

    Shannon extendió la mano e intentó presentarse:

    —Señor Carlucci, soy…

    No pudo continuar, porque cuando la mano de aquel hombre tocó la suya, se quedó completamente en blanco. No podía hablar, ni tampoco pensar. Sólo podía sentir cómo un escalofrío recorría todo su cuerpo, de la cabeza a los pies.

    Así, con las manos unidas, se miraron a los ojos.

    Shannon sintió cómo le subía la temperatura. Se imaginó a aquel hombre en su cama y suspiró. Hizo un tremendo esfuerzo para apartar la mano. La sensación de excitación se atenuó, aunque no desapareció por completo.

    —¡Guau! —exclamó él sorprendido y sonriendo.

    Aquellos ojos oscuros le confirmaron a Shannon que él había sentido lo mismo que ella.

    Shannon seguía muda y, afortunadamente, un portazo la salvó de ponerse a balbucear o tartamudear como una tonta.

    Shannon parpadeó. Dio un paso atrás para marcharse, impactada por la reacción de su cuerpo ante aquel hombre cuando él la agarró por el brazo.

    —Espere un momento. No sé cómo se llama.

    Ella se esforzó por recordar a qué había ido allí.

    —Shannon Malloy —respondió.

    Nick dejó de sonreír.

    —¿Es una broma?

    —No.

    —¿Me ha seguido hasta aquí por todo el país?

    A pesar de que el deseo seguía empañando su cerebro, Shannon se encogió de hombros.

    —No respondía a mis llamadas.

    —¿Y por eso ha venido a buscarme?

    Ella volvió a encogerse de hombros.

    —¿No se le ocurrió pensar que si no le devolví las llamadas era porque no quería hablar con usted?

    Shannon sintió que no podía obligarlo a darle una entrevista cuando seguía bajo los efectos de aquella atracción que la había pillado por sorpresa.

    —Mire —consiguió decir por fin—. Sé que no es el mejor momento. Está trabajando. Volveré a ponerme en contacto con usted para intentar encontrar una ocasión más adecuada.

    Y huyó. Por primera vez en su vida, huía de un hombre, de una entrevista. Huía de ella misma.

    Nick se quedó quieto, viéndola marchar. Podía haberla detenido. Parte de él quería que se quedase allí. Pero, afortunadamente, su mente era más fuerte. Se dio media vuelta y sacudió la cabeza.

    El destino le había jugado una mala pasada. Sólo unos minutos antes, Nick había deseado que una mujer despertase su libido. Allí la tenía. Era la primera vez que sentía algo así tan sólo

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