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Gritos ahogados en mi silencio
Gritos ahogados en mi silencio
Gritos ahogados en mi silencio
Ebook277 pages3 hours

Gritos ahogados en mi silencio

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About this ebook

¡La espectacular fuga de la carcel mas cuidad en la España de Franco! 

La historia real de un joven anarquista, que solo quería protestar mediante la palabra contra la tirania en su pais. 

Camionero internacional de profesion es detenido en Inglaterra y luego entregado a las autoridades en España. Floreal entra en la carcel unos dias despues del nacimiento de su unica hija, aquien da el nombre de Acracia, en honor a la ideologia que profesa.

Al fin, cuando el dictador muere, todos los presos politicos son amnistiados, y tambien Floreal vuelve a su hogar y las rutas de Europa. Pero ya nada será lo mismo y por ende debe continuar la lucha por un mundo mejor.

LanguageEspañol
Publisherjosefcarel
Release dateFeb 22, 2018
ISBN9781985268821
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    Gritos ahogados en mi silencio - FLOREAL RODRIGUEZ DE LA PAZ

    Floreal Rodríguez de la Paz

    Copyright @ 2018 Floreal Rodríguez de la Paz

    Todos los derechos reservados

    DEDICACION

    No podría abrir el escenario de las dedicatorias sin comenzar mi mejor alegato para mi hija Acracia. Fue ella una extraordinaria idea, que no habría sido posible sin quedar estigmatizada en mi mente su bienvenida a la vida: Disfruté inmensa felicidad; no obstante, a pesar de que Acracia no conoce a su Padre, con las ideas verdaderas, por ausentes, cuando más necesitaba de ‘ellas’. No pude disfrutar el privilegio que concede su bienvenida a la vida.

    A mi hermana Aurora, porque ella hizo posible un antes y un después, cuando todo tenía un mismo origen, una misma dimensión y todo un mismo sentimiento de gratitud.

    A mi sobrino Manuel Castelló Rodríguez de la Paz, porque dejó el mejor ejemplo familiar, para siempre ser recordado, al haber extendido el mayor tesoro, desde el cariño y sensatez, para que la familia ‘maternal’ encontrase fuentes de cariño inagotables. Su tío Floreal, rendirá pleitesía a su joven y magnífica opinión sobre la vida. Su mujer -Fina- y su hija Tania, deben estar orgullosas de él, como él lo está de ellas, al igual que yo mismo, al haberlo conocido casi desde la Cuna.

    A Magdalena, porque ella, siendo madre, cumplió ese hermoso gesto social de la concepción: No obstante, dejó recuerdos de ajustados criterios, sin criterio.

    A mis nietos Jordi y Nuria, hijos de Acracia -mi única hija-, porque los sueños, sueños son. Solo deseo que comprendan que no existe culpa, cuando todo es voluntad sensata.

    A mi familia que fue consciente de lo acaecido, cuando fuera a la deriva mi propia circunstancia en el hogar, sin que lográsemos encontrar el antídoto oportuno.

    A Alfonso Pedrazo -residente en Rodgau-, hijo de mi gran poeta y maestro, Antonio Pedrazo: Recordando sus lecciones de sabiduría sublimada; será siempre mi mayor fuente de inspiración, desde los años en que defendí mi puesto de trabajo, de encofrador a su lado, en Frankfurt -Alemania-. ¡Qué hermosa etapa de mi vida entre sus costumbres culturales educadoras! Antonio inspiró el nombre de Floreal y Seres para sus estudiosos nietos.

    Al compañero Antonio Corpas (militante de CNT-AIT) y su compañera María, por cuanto vivieron en el revés sufrido en mi propia familia, a pesar de nuestra distancia, desde Alemania-Novelda, Novelda-Alemania; por la obligada circunstancia de ser emigrantes económicos, porque así lo determinó la dictadura franquista, tan lejana de hoy 2018.

    Dedico esta Obra a Luis, camionero de profesión -como yo-, marido de mi cuñada Rosa, hermana de Magdalena -de mi primer matrimonio-, por el torrente humanitario que siempre supo ofrecerme. Orgullo que seguro legó a su mujer, como a sus encantadores hijos Pedro Luis y Yolanda.

    A mi gran Pueblo, Novelda, en tanto que Ciudad autodeterminante en proyectos futuristas. A los grandes amigos y amigas que pusieron en mi mente la mejor amistad desde los primeros juegos parvularios. Novelda es uno de los caminos de la auténtica realidad disfrutada. Qué alegría vernos por esas calles, en saludo constante. Cuando quince añero, entre mis iguales en toda clase de juegos, comentaba en repetidas ocasiones: Cuando yo sea mayor, mirando la estatua en la Plaza del Ayuntamiento, entre los mejores juegos, pensando en que bien podrían conservar en el museo al insigne Jorge Juan, para los restos, sentándome yo en su lugar. ¡Siempre me encantó esa idea! ¿Por qué no? Pero claro, lo que hizo Jorge, no es comparable a mis rebeldías simplistas, aunque de osadas algaradas. La Cultura de los pueblos deben evolucionar, sin caer en las fantasías evocadoras, petrificadas en el tiempo pretérito oxidado por las rutinas sociales.

    A José Fernando Martínez Fernández, -Charly Rebel-, residentes de nuestro Valle, en tanto que Novelda, alma del Valle del Vinalopó. Hicimos un viaje a Inglaterra en Camión ‘frigo’ -40 toneladas de arrastre-, cuando la juventud nos tenía en fase o clave de aventuras; él ya era profesor del idioma inglés, que fuera para mí todo un apoyo importante en la gestión de mi profesión camionera. La vida desde una cabina de camión es otra forma de vivir, amarrado a un volante. Pero estoy convencido de que Fernando guarda buen recuerdo de haber recorrido unos pocos miles de kilómetros, siempre con la cámara de fotos, recogiendo imágenes para el gusto de nuestros archivos personales. No podía faltar recordarle desde esta obra o memorias.

    Tabla de contenido

    DEDICACION

    AGRADECIMIENTOS

    Mi agradecimiento, Feliz para siempre

    CAPITULO 1

    Niñez, aprendiendo Libertad

    Este es mi pueblo

    CAPITULO 2

    Juventud, crece la rebeldía

    Capitulo 3

    A la acción, y su precio

    CAPITULO 4

    Recuperar la libertad

    CAPITULO 5

    Vivir en Prisión, aberración humana

    Canción del preso y sus esperanzas

    Hermanados por la pena

    CAPITULO 6

    La Fuga, ansias de libertad

    Organizando La Fuga

    El precio del fracaso

    Valores Semánticos

    CAPITULO 7

    Acracia, su vida y la mía

    Una pareja, dos ilusiones, años perdidos

    Acracia cumple un año

    Acracia cumple dos años

    Acracia cumple tres años

    Acracia cumple cuatro años

    Acracia cumple cinco años

    Acracia cumple seis años

    Acracia cumple siete años

    Acracia cumple ocho años

    Acracia tiene 8 años y yo la libertad

    Acracia tiene veinte años

    APENDICE

    Genealogía

    Este es mi pueblo

    Mi arma de trabajo

    El compañero José Luis Alonso Pérez

    La detención

    Instrumentos de Fuga

    La entrañable amiga Pily Herrero Escribano

    Mis estudios sobre Medicina

    Ensayos de dibujante – El Guernica

    Después de la liberación – amigos y familia

    Prensa de aquellos tiempos

    La amnistía

    Diseño de la Fuga

    Después de la liberación – tengo trabajo

    Prensa de aquellos tiempos (2)

    Acracia tiene 20 años

    Acracia 1992

    Así fue mi familia

    EL AUTOR

    AGRADECIMIENTOS

    Agradecimiento por esa oportunidad que hiciera posible escribir este capítulo de mi vida, sobre todo cuando me tenían en los claustros españoles, sin que la herida cicatrizase, a pesar del esfuerzo por superar los pasados especialmente abyectos. Y por ser un orgullo muy selectivo poder seguir escribiendo, para que ese largo silencio de ‘ocho años encerrado y vilipendiado’, pueda servir de alguna manera, para que se conozcan las tragedias sociales, sin ser única, que pudieron ser evitadas, si los gobernantes supiesen gobernar esta sociedad, sirviendo de ejemplo, para que no se apaguen las luchas por la conquista de las libertades ausentes; y por las luchas perdidas, mientras otras, no fueron conquistadas todavía. Fue lamentable, fue canallesco, resultó hasta inhumano; pero mereció la pena enfrentarse a los riesgos, cuando éstos eran avasallados por el dictador y sus lacayos. Agradeciendo sin posibilidad de corregir, que fui condenado a 20 años de prisión, cuando mi condición de trabajador no tenía ni tendrá cambios, mientras mi mente esté aferrado a la idea de estar al lado de los trabajadores; esas personas que tienen un ideal, un deber, un compromiso y un fin concreto, sobre todo, pensando en que la sociedad no puede ser gobernada por criterios enfermos, rayanos con la locura, fuera de toda firmeza equilibrada y sensata. No sería justo que mi agradecimiento quedase escrito con palabras hermosas y bellas: Porque cuando conocí las torturas, vi, observé, que la humanidad está enferma, como obsesionada de que lo importante es el Poder: Mientras que sólo desde esa circunstancia tan adversa, se puede decir que la praxis confirma la teoría, -no lo contrario- porque se suele entender que la teoría es toda aquella persona diplomada, mientras que la práctica es, todo aquello que sufre o corrige constantemente, tanto como lo ordena y manda la sabiduría diplomada, académicamente cuestionada, especialmente para los que sufren las incongruencias de aquellos, según puedo testimoniar.

    Mi agradecimiento, Salomé para siempre

    El futuro tiene destino afortunado,

    Sigamos, sumando y creando albas,

    Vivimos en paraíso privado, sí,

    Soñando, emocionados y joviales.

    Caminemos sin prisa, lentos, despacio,

    Con paso decisivo, seguro, firme.

    Siempre recuerdo tu inigualable belleza,

    Seguimos felices, sublimada felicidad.

    Eres Mujer incombustible como yo,

    Musa meritoria, noble y amiga mía,

    ¡Eres aguerrida, sin duda, sin duda!

    Caminas libre, muy libertaria,

    Los años soñados se van, se alejan.

    Como los climas del crecimiento,

    Mi abrazo será entrañable, muy grande,

    Reflexiono en mi consulta con mi espejo,

    Infinitas veces, desde el Alba al Crepúsculo.

    Cuida tu bello carácter, se que es erudito.

    Eterniza los llanos caminos de futuro.

    Inspiras mis versos y poemas, son para ti,

    con magia y deseo de auténticos amantes.

    Vivir es arte, desde nuestra naturaleza,

    Damos ejemplo, aunque somos insignificantes.

    Sé fuerte, te espero en todas las estaciones.

    ¡Felicidad! ¡Conquistada para que germine!

    Te dejo mil besos encantados, mil, mil besos.

    CAPITULO 1

    Niñez, aprendiendo Libertad

    Los primeros cuatro años son recordados con sonrisa inevitable. Calor, demasiado calor. Mi abuelo Juan solía llamarme Negrín; por el moreno de piel en todo mi cuerpo, como tostado azabache por el sol aplomado del mediodía.

    En Manzanares, mi pueblo nativo, los veranos impiden cobijarse a la sombra, no había nada de árboles. Yo era muy feliz, sin más preocupación que la de buscar juegos de riesgo. Vivíamos[1] en una casa de la calle López con mi madre y mis hermanas Libertad y Aurora. Yo nunca veía a mi padre, aunque sin comprender nada, muy vagamente oía decir que estaba en la cárcel. Aquellos comentarios me alejaban de toda responsabilidad: Pues no sabía despejar para nada la importancia que tenían eso de padre, madre o cárcel. La comida escaseaba, porque siempre tenía hambre. Un día, a eso de las tres de la tarde, conseguí llegar a la ropa de mi tío Paco, viviendo en la Era de Muñoz, y le vi una peseta, la cogí y marché a una pequeña tienda quiosquera, muy cerca de la Era y compré toda la peseta de caramelos de chocolate con leche. Otro amigo y yo estuvimos comiendo los caramelos hasta terminarlos. Yo me tragué algo, creo recordar que fue una pequeña canica, de los juegos a las bolas. Me quedé muy preocupado, aunque mi amigo decía, no te preocupes que saldrá, ahora lo que hay que ver es si la encontramos ya o tarda más tiempo. Una ligera diarrea nos tenía alertados para ver si salía entre los excrementos.

    Pero mi tío notó la falta de la peseta y alertó a mi abuela. Inmediatamente fueron a la tienda a ver si había estado yo por allí. Le contaron que había comprado los caramelos. Mi abuela me habló con un cariño que jamás olvidaré. Quedó en mí un alto nivel de responsabilidad, que debió servir para siempre en mi conducta.

    Los días eran muy pesados en calor. Mi abuelo estaba en plena siega del trigo. A la Era de Muñoz veía yo que traían grandes manojos de trigo que los iban repartiendo por la era que estaba muy bien alisada. Yo estaba absorto de lo que los mayores hacían. Mi abuelo me puso encima de la trilla y me dijo que no se saliese la mula dando vueltas por encima de la mies. Para mí era muy divertido, con las riendas de la mula en mi mano me permitía conseguir hacer los círculos correctamente. ¡Bua, qué calor! Mi abuelo era un ser encantador. A su lado me sentía seguro. Me decía cosas de mi madre, pero no las consideraba importantes, pues eso de que era mi madre daba como hecho que era lo mejor y de lo que sin lugar a dudas no podía ser de otra manera.

    Pasó un tiempo y yo crecía muy rápido, sintiéndome cada vez más seguro en mi propia felicidad: Recuerdo haber sido feliz, lejos de toda preocupación. Pero los mayores, notaba yo que se contaban cosas con sonido feúcho: no lo entendían. Mis juegos se desarrollaban con ánimo de ganar no sé qué batallas...Mi padre estaba en la cárcel. Algo que no me caía bien. Sin embargo, me quedaba claro que no lo entendía. Ser niño tiene esa desventaja.

    1942 es uno de los años que recuerdo con cierto miedo en los mayores: Mis cuatro años no pensaban otra cosa que no fuese pasarlo bien: Siempre tenía hambre. El hambre me permitía pensar y reinventar nuevas hazañas. Pero aparecían soluciones, porque recibía tanto cariñó de mi madre y de mi abuela, que se iba la preocupación como estrella que se funde en la nada: Recuerdo el luminoso brillo de la mirada de mi madre, con palabras musicales preciosas, junto a su hermosa sonrisa. No era mucho, pero me caía dormido en sus brazos. Mis hermanas por allí, estaban haciendo cosas, sin que yo reparase en qué...

    Mi padre era ferroviario y en mis juegos cerca de la estación, por donde pasaban los trenes, le imaginaba conduciendo uno muy largo, ¡qué ilusión! – decía yo con sonrisa interior - Pero la posguerra, que también debió ser para mí una triste realidad, no obstante, no la sufría, pues pensaba que son problemas de mayores: Y se me ocurría soñar despierto que, cuando fuese mayor, esos problemas no serán preocupación para nadie, sobre todo de mi familia. Insisto que ¡yo era muy feliz! Y pensaba que los mayores jugaban a las guerrillas mentales. Manzanares era para mí de lo más grande. Claro, no conocía otras ciudades, ésta parecía mi gran paraíso. Los días pasaban y yo crecía entre los juegos que inventábamos algunos amigos y amigas. De aquella primera percepción de mi realidad, siempre la resolvía con fórmulas mágicas y vuelos allende, los horizontes confusos de ahora. Mi pensamiento registraba mundos nuevos, sin perfiles concretos todavía, aunque libres de preocupaciones sociales.

    Me contaba tía Lorenza, que mi madre tenía que trabajar unas horas para poder comer. Iba a una finca cerca de la Era de Muñoz, señores caciques de Manzanares. Regresaba y traía verduras y frutas: ¡Qué placer tan feliz que ocasionaba aquello! Todavía no distinguía demasiado bien el sufrimiento que ocasionaba no tener para comer: Aunque todos los mayores luchaban para subsistir. Y cuando alguien decía que el señorito tal, o el señorito Pascual, mis reflexiones notaban las serias dificultades existentes entre ricos y pobres. ¡Pero yo no quería ser pobre! Las murallas existentes entre unos y otros, me lo prometí a mí mismo, quedaron fijas en mi pensamiento, pues sería lo único que marcó para siempre las rebeldías excepcionales, que aparecerán en todas partes, siempre que haya que decir que No a lo que tiene que ser que no.

    Mi crecimiento comienza a despuntar en todas las escenas sociales. Me cuentan que, al estar mi padre en la cárcel, mi madre se las tenía que ver con el crecimiento de sus cuatro hijos: Acracia (17 años), Libertad (10 años), Aurora (6 años) y yo – Floreal - (5 años)

    Una etapa fugaz en mi vida sin demasiados acontecimientos, aunque, así y todo, mi madre se las tuvo que ver ante las asombrosas murallas de la subsistencia y se vio con la idea posible de internarnos, para que no sacrificásemos nuestras vidas en la circunstancia tan adversa que había, de hambre, miseria y controles por los que dicen que ganaron la guerra que al parecer terminara en 1939.

    Mi madre despejó la difícil situación de la escasez donde todo era control y persecución en Manzanares, lo hizo como mejor pudo: Acracia fue internada en el convento de las monjas Carmelitas Misioneras Teresianas (Aunque tengo entendido por la información que he podido conseguir, que mi hermana la mayor fue ingresada en el Convento mucho antes). Libertad en una de las casas de ricos de Manzanares, para estar al servicio de ellos y lógicamente poder comer. Los más pequeños, parece ser que Aurora estaba más pegada a nuestra madre en horas de limpieza, por algunas casas. Y finalmente a mí: recordando que se trataba de internado en un Colegio, también de monjas, de Ocaña, donde puedo recordar un Patio muy grande, unas camas, unos enfermos y algún que otro en el quirófano, donde por lo visto curaban a los heridos. Lugar en el que vi a un hombre con la mano colgada de una forma poco natural, llorando y chorreando sangre, sentado en un escalón de entrada. Una monja le decía, enseguida vendrán y te atenderán... no llores... Pocas palabras, minutos muy largos en la espera. Muchos niños y niñas veíamos aquello con asombro y pena. En mi ánimo quedo para siempre esta imagen guardada, para ocasiones como ésta. En el Patio jugábamos a correr, a dar patadas a cualquier piedra que sirviera de pelota. Y de vez en cuando observaba que alguien llamaba por un gran portón del Patio: Se acercaba el llamado, cogía por los huecos de la puerta algo muy bien envuelto en papel resistente, y mi curiosidad por saber qué sería lo que le daban, lo supe de inmediato, eran lentejas, en otros casos trigo y o cebada. ¡Me quedé impresionado para siempre! ¡Niños y niñas, todos juntos, comiendo aquello, que tanta falta hacía en nuestros estómagos vacíos! Las madres que pasaban esos pequeños envoltorios por debajo de la puerta, bien decían a quienes tenían que cogerlo (pensaba yo en las madres, porque los padres estarían presos, como lo estaba el mío): Comerlo entre todos. Mi vida allí quedo tatuada, imposible de olvidar, porque la parte negativa de por qué aquello, tenía nombres y apellidos: ¡Dictadura militar! ¡Fascismo! ¡Posguerra! ¡Los poderosos ricos dominando!

    Después vendría que mi padre salió de la cárcel y fue desterrado, fijando su vida en Novelda, Provincia de Alicante. Luego supe que ya vivía una hermana en este pueblo, Josefa Rodríguez de la Paz y su marido Tío Atanasio Nieto. Fueron ellos los que le tendieron la mano y buscaron la forma de comenzar nueva vida, aunque lo de ferroviario no, pues ahora se trataría de trabajar como agricultor.

    Un año fue necesario para que mi padre pudiese llevarnos desde Manzanares[2] a Novelda (Aunque no exactamente a la Ciudad, pues entre Novelda y su Estación de Renfe, hay una pequeñísima Villa; con diez casas, diez familias; Pueblo y Estación separados por el Río Vinalopó, conocido también por Rambla: Pues la Villa está situada en la parte más cercana a la Estación, junto al río de lluvias, que nace en los montes de Villena. En esta Villa, conocida como Barrio de la Tejera, en la casa Nº 10, se había instalado mi padre y es donde empezó su destierro, por orden del comunicado judicial en Manzanares.

    ***

    Este es mi pueblo

    Juegos y Aventuras fueron inventados para disfrutar sin perecer mis ojos azules fueron siempre reflectores luminosos de vida mis pasos con firmeza no se detuvieron ante improvisaciones

    Felicidad se llama mi morada, como ilusión de villa o pueblo desde mi Novelda supe despejar inmensos cielos azulados mis sueños arrolladores, enfrentados a limites importantes.

    Descubrí algo mientras estudiaba la disciplina de toda ciencia murallas infranqueables aprendí a escalar evitando lo vertical soporte crudos inviernos portadores de aflicciones conocidas.

    Mis maestros fueron la sabiduría sublime de los diccionarios levante inmensos castillos para familias y grandes amigos. Escribí versos, compuse para la libertad, libertarios poemas.

    Conocí el amor perfecto y lo disfruté dichoso en aventuras abracé cuerpos, siempre hermosos de adorables eufemismos soñaba paraísos de horizontes nuevos, estando bien despierto.

    Fui a pecho descubierto sembrando ideas libertarias en Acracia ¡Nada es finito, cuando se sabe vivir, envuelto de amores...!

    Supe alejarme desde niño, del odio que se practica en las guerras ¡Encontré la felicidad y supe eternizarla, conseguida si dudas! me enamore y desenamore, volví al amor y quedé dormido en su lecho

    ¡Soñé dormido, también ante el fracaso, pero no hice mía la costumbre! y si se me parase el corazón alguna vez, deseo que sea en el Valle del

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