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Un aspecto de la violencia Historiografía y visión sociopolítica de la violencia en Colombia (1953-1963)
Un aspecto de la violencia Historiografía y visión sociopolítica de la violencia en Colombia (1953-1963)
Un aspecto de la violencia Historiografía y visión sociopolítica de la violencia en Colombia (1953-1963)
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Un aspecto de la violencia Historiografía y visión sociopolítica de la violencia en Colombia (1953-1963)

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A comienzos de la década de los años sesenta del siglo XX, la vida socio-política de Colombia estaba agitada, porque coincidían en el panorama el reciente acuerdo del Frente Nacional celebrado entre los dos partidos tradicionales para alternarse el poder durante 16 años continuos entre 1958 y 1974, como mecanismo de proyección gubernamental, luego de que la junta militar retornara el poder político central, al estamento civil, como corolario del gobierno militar del general Gustavo Rojas Pinilla; el inusitado crecimiento del Partido Comunista y sus guerrillas terroristas, los rezagos de la violencia entre liberales y conservadores en las zonas rurales; las ambiciones egocéntricas de Alfonso López Michelsen que se inventó una escisión del partido liberal y se alió con los comunistas en búsqueda del poder y la descarada incidencia de la recién subida dictadura cubana de los hermanos Castro, en apoyo del terrorismo comunista contra Colombia. En esos días, tres intelectuales colombianos publicaron un documento sesgado,que titularon La Violencia en Colombia, que pretendía liberar de toda responsabilidad a los comunistas y los liberales gaitanistas de las atrocidades diarias cometidas por las cuadrillas armadas de sus partidos políticos, sindicando al partido conservador y a las Fuerzas Armadas de la tragedia. Enfocado en reconstruir la verdad histórica el profesor universitario y abogado Alonso Moncada Abello, realizó una exhaustiva historiografía de la violencia fratricida, sin ocultar la responsabilidad delictiva y política de cada uno de los actores. Así, en nueve capítulos complementados con fotografías y documentos originales, el autor analiza y describe la responsabilidad histórica de liberales y conservadores en los niveles de violencia alcanzados durante mas de dos décadas, la filosofía comunista de la violencia como método de acción para la toma del poder, la irresponsabilidad crónica de los medios de comunicación que terminan siendo cómplices de los terroristas, la responsabilidad del dirigente campesino comunista Juan de la Cruz Varela en la organiación de cuadrillas de bandidos en el Tolima y Cundinamarca, la aparición de repúblicas independientes orientadas por el Partido Comunista en diversos lugares del país, la aparición de las guerrillas del Movimiento Obrero Estudiantil Campesino con cuadrillas de forajidos armados en el Vichada y las asociaciones para delinquir orquestadas por los comunistas colombianos, que desde entonces proyectaban el nacimiento de las Farc. Sin lugar a dudas, Un Aspecto de la Violencia, es un libro de obligatoria lectura para quien se interese por conocer los orígenes del sucesivo desarrollo del narcoterrorismo comunista del Eln, el M-19, el Epl y las Farc contra Colombia, al la par que constiuye un valioso documento para los historiadores, sociologos, geopolítologos y analistas del complejo conflicto colombiano, que ha asediado a Colombia durante más de cinco décadas.

LanguageEspañol
Release dateMar 24, 2018
ISBN9781370693467
Un aspecto de la violencia Historiografía y visión sociopolítica de la violencia en Colombia (1953-1963)
Author

Alonso Moncada Abello

Abogado, historiador, escritor y educador colombiano, que deddicó gran parte de su carrera académica a dsentrañar los orígenes, responsabilidades y consecuencias de la enquistada violencia liberal-conservadora, que por extensión dió paso al terrorismo comunista inspirado desde Cuba para el Eln y el M-19; y desde Moscú para las Farc. Su obra es un legado de historia qeu no puede faltar en la biblioteca de todos los estudiosos del tema o de los lectores de habla hispana que quieren conocer o profundizar acerca del complejo fenómeno de la violencia comunista contra Colombia.

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    Un aspecto de la violencia Historiografía y visión sociopolítica de la violencia en Colombia (1953-1963) - Alonso Moncada Abello

    Un aspecto de la violencia

    Alonso Moncada Abello

    Ediciones LAVP

    www.luisvillamarin.com

    U

    n aspecto de la violencia

    © Alonso Moncada Abello

    Promotora Colombiana de Ediciones y Revistas

    Apartado Aéreo, 20092 Bogotá

    Primera Edición, julio de 1963

    Reimpresión,

    Ediciones LAVP

    Lualvipu@gmail.com

    New York, City USA

    Noviembre de 2015

    Sin autorización escrita del editor, no se puede reproducir esta obra, ni parcial, ni totalmente, en ninguna forma física, electrónica, reprográfica. Tampoco puede ser utilizada para actividades de audio o video. Hecho el depósito de ley en Colombia.

    Un aspecto de la violencia

    A manera de prólogo

    Todos somos responsables

    Filosofía comunista de la violencia

    Aplicación de la filosofía comunista de la violencia

    La prensa comunista y la violencia

    La complicidad de los criminales

    Juan de la Cruz Varela

    Repúblicas independientes

    El caso del Vichada

    Las asociaciones políticas delictivas y el Estado colombiano

    A manera de prólogo

    P acto entre Sangrenegra y el comunismo

    Noticias procedentes de Cabrera (Cundinamarca), dicen que el famoso bandido Sangrenegra se entrevistó recientemente en Sumapaz con el líder comunista Juan de la Cruz Varela.

    Agregan las informaciones que Juan de la Cruz Varela y Sangrenegra fue firmado un pacto de asistencia técnica y en esa forma 20 forajidos de la cuadrilla del conocido antisocial, permanecen en Sumapaz asesorando a los ya conocidos asesinos que siguen las órdenes del líder comunista en Cundinamarca.

    La entrevista tuvo lugar en la región de Guatimbol, en donde están concentradas las fuerzas comunistas.

    Todos somos responsables

    Si bien, dentro de la moral católica, no parece existir la responsabilidad colectiva más que como agregado cuantitativo de la responsabilidad individual, y sin querer aminorar la culpa particular al diluirla entre el conjunto, intentaré mostrar cómo la violencia es un pecado de todos los colombianos, aunque hay diferenciación de grados.

    Ante todo, para el estudio de lo que hemos dado en llamar La violencia deben tenerse en cuenta diversos aspectos del fenómeno, que de no diferenciarse nos llevan a confundir los efectos con las causas profundas o a involucrar éstas con motivos irritativos históricos o actuales, que si no han sido sus productores sí fueron los causantes de su irrumpir, como manifestación tangible del subconsciente patrio.

    Para este análisis puede ser dividido el problema en efectos, causas sociales, causas irritativas iniciales, causas irritativas actuales.

    Efectos

    Muertos

    El número de muertos que la violencia ha causado en el país es imposible de calcular exactamente. La falta de estadísticas o fuentes de información es total. La censura de prensa impidió que se registrara la gran mayoría de los hechos de sangre.

    La situación anormal de la justicia y de las autoridades hizo que los crímenes no fueran denunciados ni investigados. Por otra parte, son muchos los asaltos en despoblado que fueron descubiertos años después de cometidos, al aparecer restos de las víctimas. La gran mayoría de los crímenes no dejaron huellas. Los cadáveres se arrojaban, a los ríos o a los despeñaderos; en otros casos los sacrificados cavaban sus fosas antes de que los asesinaran.

    En el cálculo apreciativo del número de muertos que de 1949 a la fecha hemos tenido, hay los más dispares criterios.

    Para el general Alberto Ruiz Novoa las víctimas llegan 300.000 y "sus cadáveres podrían cubrir el camino entre la Plaza de Bolívar y el Puente de Boyacá".

    Para el doctor Gutiérrez Anzola, según estadísticas de la policía nacional que él acoge, en los últimos años la violencia ha producido estas cifras:

    1958 3796

    1959 2550

    1960 2557

    1961 3186

    Para monseñor Germán Guzmán, en su libro "La Violencia en Colombia", después de un estudio serio y razonado, el número de muertos entre 1949 y 1962 debiera llegar a la cantidad de 200.000.

    Para Vicente Laverde Aponte, en un estudio publicado en el Diario El Tiempo del 23 de septiembre de 1962, el número de muertos ha sido exagerado por los comentaristas y según sus reflexiones no debiera pasar de 100.000 entre los años 49 y 62.

    El doctor Charry Samper, ministro de Justicia, decía para El Espectador el 3 de enero de 1963 que las cifras oficiales del ministerio a su cargo arrojaban estos datos:

    1958 3798

    1959 2264

    1960 2013

    1961 2488

    1962 1897

    A mí solamente me ha sido posible analizar la mortalidad por la violencia en los años de 1960 y 1961; pero reconstruyendo los hechos de sangre en todos los municipios, corregimientos e inspecciones de policía del país y conociendo los nombres de las víctimas, sus edades, su filiación política, el sitio, la forma y la causa de su muerte y a veces los posibles autores, estoy bastante lejos de las apreciaciones del señor ministro de Justicia.

    En los datos estadísticos de estos dos años que presento al estudio de los interesados, no quiero decir que he obtenido la certeza de haber conocido la totalidad de los crímenes, sino que, estas cifras deben tenerse como un "por lo menos" cierto.

    Con profundo desagrado presento la posible discriminación de las víctimas por su filiación política.

    Los muertos no tienen filiación, son colombianos sacrificados en el altar de la barbarie. Tengo la esperanza de que ninguno de los miopes que aún tiene d país, haga cábalas sobre la filiación de aquellos que aparecen con ella desconocida.

    1960

    En 1960 murieron por culpa de la violencia tripartidista, 2105 hombres, 149 mujeres, 71 niños, 110 ancianos, 120 funcionarios de las Fuerzas Militares y de Policía, 170 bandoleros, para un total de 2731 personas fallecidas.

    De esta cifra 611 eran liberales, 646 conservadores, 6 comunistas, y 1468 de filiación política sin precisar.

    Por departamentos las cifras son:

    Antioquia 92, Boyacá 48, Caldas 560, Caquetá 1, Cauca 92, Córdoba 1, Cundinamarca 14, Huila 85, Meta 73, Santander 393, Tolima 632, Valle del Cauca 73p, Vichada 1.

    1961

    En 1961, perdieron la vida 3401 personas por causa de la violencia política: 2440 hombres, 235 mujeres, 228 niños, 104 ancianos, y 434 de edad sin precisar debido a la desfiguración de los cadáveres.

    De ellos 432 eran liberales, 359 conservadores, y 2610 sin filiación política establecida.

    Antioquia 412, Atlántico 6, Bolívar 4, Boyacá 94, Caldas 731, Cauca 113, Córdoba 1, Cundinamarca 50, Guajira 5, Huila 134, Magdalena 7, Meta 25, Nariño 13, Norte de Santander 22, Santander 264, Tolima 547, Valle del Cauca 965, Vichada 1.

    Las pérdidas en vidas de las Fuerzas Armadas tienen también una alta cifra. En la lucha fratricida desde 1950 hasta 1962, son las siguientes:

    Año Oficiales Suboficiales Soldados

    1950 ― 14 70

    1951 3 15 117

    1952 7 17 310

    1953 6 20 213

    1954 1 3 21

    1955 2 20 140

    1956 ― 16 28

    1957 ― 5 30

    1958 ― 11 62

    1959 2 3 11

    1960 1 12 18

    Totales 22 136 1120

    ***

    El hábito del pueblo colombiano a la diaria noticia de 10 campesinos asesinados se refleja en el informe quincenal de Orden Público N° 7470 de la Seccional del DAS de Ibagué, del 1° de octubre de 1959.

    E) Apreciación de la situación.

    ─A pesar de las actividades de los agitadores violentos, la situación en líneas generales es aparentemente buena, ya que hay meses que el índice general de muertos es superior a cien (100) y en otras ocasiones inferior a esa cantidad, como se puede apreciar comparando el informe del mes de agosto y el presente.

    Para humanizar el problema y poder entender la tragedia campesina ante la violencia y la inseguridad rural, incluyo una pequeña historia de la vida en un municipio azotado por la locura.

    Tratando de no escoger el peor de los sitios del país, en la crudeza de la sangría, no lo he tomado de los departamentos más adoloridos sino del Cauca, el municipio de Miranda, simpático villorrio perdido en el macizo de los Andes, con una población, en la fecha, de 5.470 habitantes en su cabecera y de 7.360 en las veredas.

    Actos de violencia

    Año 1956

    Septiembre

    Fue herido Víctor Sarria, asesinado tiempo después.

    Incendiadas las casas de las fincas de Luis Alfonso Escobar P., Marcos Fidel Largo, Segundo Barreiro, Adán Castrillón y Nepomuceno Acevedo, incendios estos realizados en el transcurso de una semana.

    Octubre

    Atacados y heridos con arma de fuego y corto-punzante los hijos de Daniel Sarria.

    Herido a puñal en Las Pilas Waldino Quintero.

    Heridos en su casa Gildardo y José Guirald quienes abandonaron su finca. Incendiadas las casas de las fincas de Daniel Sarria, Isabelino Agredo, María de Bedoya, Benjamín Patino y un señor de apellido Sánchez.

    Noviembre

    Herido con arma de fuego el señor Daniel Sarria.

    Incendiadas dos casas de Nepomuceno Acevedo.

    Diciembre

    Herido a bala Leonardo Yunda en el sitio La Cuchilla de Calandaima. Atacado y herido a machete José Alberto Ramírez corregidor de Monterredondo.

    Año 1957

    Febrero

    Asaltada la finca de Alejandro Burbano en Monterredondo.

    Marzo

    Dinamitada en Monterredondo la casa de Damasio Lardo. Amenazado a muerte, hecho por el cual vendió su finca por lo que pudo.

    Herido con arma cortopunzante en Monterredondo, Luis Enrique Rincón. Asaltada la finca de Valdino Patiño e hijos en Monterredondo.

    Abril

    Asaltada la finca La Florida situada junto al páramo y robados caballos, aperos y cosechas de Sergio y Aníbal Carvajal.

    Asaltada la finca de Eurípides Vivas en Monterredondo; saqueo a la propiedad.

    Mayo

    Herido a bala en Monterredondo un trabajador de Israel Canart.

    Junio

    Atacado y herido en Monterredondo el ciudadano Floro de Jesús.

    Día 2. Ricardo Arenas e hijos y Arcadio García, despojados de sus parcelas y quemadas sus casas en Rionegro.

    Día 21. Quemada la casa, destrozados los cultivos y asesinado Eduardo Prado R. en Caraqueño; en la misma noche atacado y robado Aparicio Alegrías en Campoalegre.

    Julio

    Día 1° Atacada la casa de Carmelo Pimentel, la misma noche que fue asesinado don Amadeo Rivas; sitio Tierradura.

    Día 6. Asaltado y dañado a bala el bus Marconi del señor Elías Vergara T. en Rionegro.

    Día 9. Asaltada por tercera vez la casa de Ana Orozco viuda de Gómez esposa hoy de Isaac Jurado; muerto Juan Burbano y heridos 2 niños con bombas de dinamita.

    Día 13. Herido y después muerto en Pueblonuevo (Florida) José Indicué.

    Día 16. Masacre en Cañas Arriba (Florida) en la misma zona montañosa donde antes habían sido asesinados los Villalobos, Medina, Sarria, otras 18 personas con arma de fuego y cortopunzante.

    Día 18. Herido en Monterredondo el ciudadano Ramón Chati.

    Día 23. Asaltada la hacienda San Fernando de don Harold Eder, ministro de Fomento. Robados $ 13.000.00.

    Septiembre

    Día 14. Atacado y herido a machete en Monterredondo, Cayetano Quiguanás, indígena.

    Día 15. Herido a machete Julio Orozco Muñoz; heridos además en fecha anterior Alfonso Hernández y Nicolás Guerrero.

    Noviembre

    Atacado y herido con arma cortopunzante en Monterredondo, Dimas Castillo Castillo.

    Herido con arma cortopunzante el ciudadano Héctor H. Tascón.

    Día 1° Incendiada la casa de la finca de Eurípides Vivas en Monterredondo.

    Día 13. El ciudadano Salvador Vivas Torres fue sacado de Miranda en un automóvil y asesinado con arma de fuego en la carretera central que conduce a Florida.

    Diciembre

    Día 2. Herida a bala en la garganta la niña Yolanda Machado Acevedo, de 12 años; sitio: Hacienda Las Pilas.

    Día 9. Herido y robado Luis Hernando Villarino.

    Día 20. Fueron robadas a don Abraham Martínez 47 reses; se registra también para esta fecha la comisión del mismo delito al señor Joaquín Mosquera.

    Día 15. Incendiados los cañaduzales del padre Velásquez.

    Día 28. Atacado y lesionado a machete un cabo de la policía.

    Año 1958

    Enero

    Día 6. Atacado y herido en Monterredondo Luis Carlos Molina.

    Febrero

    Día 12. Atacado y herido en Potrerito Domingo Talega.

    Marzo

    Día 20. Incendiadas las casas de los ciudadanos Martín Sarria en Potrerillo y Simón Orozco en Caraqueño.

    Día 21. Incendiadas las casas de Tomás Noé y Ramón Hernández: sitio El Cabildo.

    Día 22. Incendiada otra casa de Marco Fidel Largo y atacada la finca de Ana de Jesús viuda de Gómez, siendo heridos Eloy Ruiz y dos trabajadores.

    Día 28. Asalto a Santo Domingo. Asesinados 13 agentes de la policía y 11 civiles entre los cuales se encontraron algunos niños. Las unidades de la policía asesinadas son: subteniente Tarsicio Tulcanaza Rosero; sargento segundo Nicolás Rojas Rodríguez, dragoneante Manuel Antonio Benavides Navia y los agentes: Arango José Jesús, Verdugo Moncayo Abel, Narváez Reyes Inocencio, Lemus Moreno Jorge Enrique, Burbano Mendoza Segundo Ezequiel, Días Norberto, León Montenegro Carlos, Troces Ordóñez Emigdio, Vargas Luis Guillermo y Burbano Cenón J.

    Abril

    Día 4. Herido a puñal en Potrerito el ciudadano Timoteo Vagué.

    Día 31. Herido por tres impactos de arma de fuego el señor Celestino Solot a quien habían quemado su casa en la jurisdicción de Florida.

    Mayo

    Día 5. Violadas las hijas de Apolinar Dagua.

    Julio

    Día 4. Atacados a bala algunos señores entre los cuales se encontraba Argemiro Viveros.

    Día 5. Robadas 14 reses a Joaquín Tafur.

    Día 6. Atacada a dinamita la casa de Tomás Noé López.

    Día 8. Robadas 40 reses de Antonio y Ramón Vivas Torres.

    Día 10. Quemada la casa de Parménides Cabrera.

    Día 16. Asaltado y robado en su tienda de la plaza de este municipio el señor Gilberto Arenas por la cuadrilla del capitán Fierro.

    Día 27. Incendiadas las casas de los ciudadanos Alejandro Orozco Cometa, Víctor Pardo y Carlos Martínez; fueron además macheteadas sus caballerías.

    Noviembre

    Día 3. Asaltada y robada la hacienda "Oriente" de propiedad de Carlos Escobar Pineda.

    Día 8. Asalto y robo del pago de la hacienda Las Pilas ($3500.oo)

    Día 22. Encuentro entre la policía nacional y unos uno de éstos de apellido Grajales; sitio: Las Pilas.

    Diciembre

    Día 20. Faustino Gómez, inspector de sanidad, herido a machete en la garganta.

    Día 21. Liborio García asesinado a machete en Santana

    Año 1959

    Enero.

    Día 9. Asesinado en su farmacia con arma de fuego, el señor Luis Alfonso Escobar P.

    Día 22. Atacado y herido con arma cortopunzante el señor Luis F. Suárez.

    Día 24. Fueron incendiadas las llantas del tractor y la enramada de la finca La Nunda de propiedad de Román Marín.

    Día 24. Asesinado de 2 impactos de arma de fuego don Emiliano Suárez.

    Día 25. Asesinado de 14 puñaladas el señor Víctor Manuel Prado de 20 años de edad. Este hecho ocurrió en las propias calles de Miranda.

    Día 26. Fueron robadas 20 bestias al señor Abraham Martínez V.

    Abril

    Día 12. Herido con arma de fuego el señor Jorge Velásquez.

    Día 15. En el sitio Campoalegre fue herido con arma contundente Alberto Lugo.

    Día 28. El señor Eliécer Prado fue muerto por el policía Luis Ortiz Medina de un tiro de fusil; se dice haber sido el móvil ataque de obra e insultos del occiso al agente de la policía.

    Mayo

    Día 11. Fue muerto el agente de la Policía Nacional Tobar Valencia Manuel, con arma de fuego y por desconocidos. Le fueron robados el fusil y la respectiva dotación.

    Julio

    Día 8. Fue herido por la cuadrilla de bandoleros que dirige Alberto Cuetía Bolaños alias "caballito" y con arma de fuego el señor Luis Carlos Cardona.

    Día 13. Fue muerto con arma cortopunzante el señor Manuel Santiago Donoso.

    Día 18. En la vereda Chaparroso fueron heridos los señores Guillermo y José Dagua por los bandoleros comandados por Gilberto Cuetía Solanos alias caballito.

    Día 19. En la vereda Desbaratado fue muerto por desconocidos el señor Alfonso Otálora, siendo los victimarios, bandoleros comandados por Gilberto Cuetía Bolaños alias caballito.

    Día 20. En la hacienda La Renta fue muerto por desconocidos y con arma de fuego el señor Otoniel Peñafiel.

    Septiembre

    Día 10. Con arma cortante fue muerto el señor Julio César Córdoba Sánchez.

    Octubre

    Día 6. En el café Luz fue muerto con arma de fuego el señor Manuel Girón.

    Diciembre

    Día 30. En la vereda San José fue muerto el señor Leonel Mosquera.

    Año 1960

    Abril

    Día 4. Fue encontrado el cadáver del indígena Serafín Chati quien había sido ultimado

    3 días antes. Se utilizaron armas de fuego y cortantes.

    Mayo

    Día 8. En la vereda La Celia fue asaltada por desconocidos la casa del ciudadano Pedro Grajales, resultando muerto éste y su esposa Esther Julia Bernal de Grajales a quienes se les practicó el corte de franela (degollados).

    Junio

    Día 10. En la vereda Santa Ana resultó herida María Ninfa Betancourt al ser asaltada la finca de Antonio Becerra; en el mismo hecho fue herido un asaltante quien logró huir.

    Día 17. En el sitio Monterredondo fue muerto por el ejército el bandolero Noé Ascensión González.

    Día 22. En el sitio de Monterredondo fue muerto por desconocidos con arma de fuego el ciudadano Salvador Cunda.

    Julio

    Día 7. Fue herido con arma de fuego por los celadores de la finca del señor Pablo Vitones el sujeto Luis Sánchez, en el momento en que se disponía al robo de ganado,

    Septiembre

    Día 3. En la región del Desbaratado fue asesinado a bala y puñal el mayordomo de nombre Miguel Ángel Restrepo de 62 años de edad, hecho ocurrido en la finca de Delfín Salazar.

    Octubre

    Día 2. En el corregimiento de Santa Ana, fue muerto por desconocidos el sujeto Justiniano Cabuyales, quien estaba detenido por el delito de lesiones personales.

    Año 1961

    Febrero

    Día 11. Muerta Nubia Rojas.

    Día 4. En la hacienda La Renta fue muerto el agricultor Ricardo Lozano, de 24 años, con

    arma de fuego; se cree que los victimarios fueron miembros de la cuadrilla de Gabriel Castillo alias el cabo Castillo; móvil: robo.

    Abril

    Día 8. En el corregimiento de Potrerito, mientras se efectuaba un baile en casa del inspector de dicho lugar, fueron heridos Francisco Ruiz y José Muñoz.

    Junio

    Día 6. En la vereda Monterredondo fue muerto por patrulla del Ejército el bandolero Paulino Velasco, antiguo guerrillero de las cuadrillas comandadas por Aguililla y Tijera. El occiso era prófugo de la cárcel de Popayán y sindicado de varios delitos.

    Año 1962

    Enero

    Día 22. En la vereda Cualtiplán fue herido con arma de fuego el señor César Villota.

    Febrero

    Día 3. En asalto a la hacienda El Oriente de propiedad de Juan Valencia, fueron heridos Samuel Alvarez y Jesús Pinilla.

    Abril

    Día 15. Fue muerto con arma de fuego en la región de las Cañas, Antonio Villegas Galarza, de 33 años de edad, agricultor, y casado; móvil: robo.

    Día 21. Sitio Calandaima corregimiento Monterredondo, fue muerto en asalto a la finca de su propiedad, el agricultor Pedro de Jesús Sarria, de 50 años de edad, de estado civil casado.

    Mayo

    Día 13. Unidades del Ejército dieron muerte en la región El Guanábano, dieron muerte al sujeto Benjamín Rivera Dagua de 20 años de edad y soltero.

    Día 18. Fueron heridos los señores Juan Saúl Serna y Carlos Arturo Becota, el primero de los cuales murió al ser trasladado al hospital.

    Julio

    Día 25. En la vereda Cecilia fue muerto el agricultor Julio Yacué. Octubre

    Día 16. Con arma cortopunzante fue muerto Tulio Buitrago (soltero, agricultor), lugar: hacienda Avelina.

    Día 27. En el corregimiento Monterredondo fue muerto con arma cortante Arcadio Velasul.

    EXILADOS

    Sobre el enorme problema de los exilados por la violencia no se ha publicado ningún estudio serio estadístico global. El doctor Roberto Pineda Giraldo presentó en el cuaderno N° 6 de las Monografías Sociológicas del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional su trabajo sobre el impacto de la violencia en el municipio de El Líbano, pero, aunque con datos muy completos, solo analiza el caso estudiado, sin que por él se pueda conocer el tamaño del trauma en todo el país. Sin embargo, sus frases nos muestran la tragedia que han padecido quizá un millón de compatriotas que debieron abandonar sus hogares, sus laderas, sus querencias, para poder salvar la vida.

    La investigación del doctor Pineda se realizó sobre 500 familias de emigrantes, residentes en el Líbano y estas son algunas de sus observaciones:

    "El 88% de los emigrantes por la violencia tenían una procedencia rural; embargo, no puede tomarse el dato de emigrantes de las veredas de El Líbano al pueblo, como cifra demostrativa del movimiento demográfico provocado por la violencia en los campesinos del municipio. Según las informaciones obtenidas, la seguridad en el área urbana en aquel desastroso período era muy aleatoria, razón por la cual muchas familias se dirigieron a Ibagué o a otros municipios del Tolima, o a otros departamentos.

    Al abandonar el campo y tomar la decisión de no regresar a él, como lo afirma el 93% de

    los emigrados, los campesinos se vieron enfrentados a una situación completamente nueva para ellos. Debían empezar por hallar trabajo, generalmente como peones rasos, pues no tenían calificación para desempeñar ocupaciones técnicas: El propio cultivo de sus tierras lo venían haciendo con los sistemas tradicionales, mezcla de la tecnología aborigen y de las prácticas usuales de las técnicas del siglo XVI, con muy pocos avances"

    "Hallar ocupación en un pueblo relativamente pequeño como El Líbano, sin industrias, azotado el mismo por la violencia, paralizado en su comercio por la inactividad total del campo, ya era problemático; y se volvió más difícil aún con el aumento considerable de la oferta de brazos en el mercado de trabajo, debido a la afluencia de estas gentes del campo. Trabajo ocasional y salarios bajos fue lo que hallaron quienes huyendo de los estragos de la violencia buscaron refugio en la localidad"

    Con los escasos recursos obtenidos del trabajo debían atender a la subsistencia diaria de la familia: alimentación, vestido, drogas, y servicio médico; y a un renglón antes no incluido en sus egresos: el arrendamiento para obtener una vivienda. La subalimentación característica del campesino colombiano se acentuó aún más entre estas familias por las nuevas circunstancias.

    Los pequeños patrimonios de las familias se han esfumado en gran parte; más del 40% de los propietarios declararon no conservar ya su propiedad rural. De los dineros obtenidos por esas ventas, algunos han sido utilizados en comercio; otros se invirtieron en la compra de una casa (realmente de un rancho) y los restantes sirvieron para mantener el equilibrio presupuestal familiar, por algún tiempo. Pero, generalmente han dejado de ser productivos o ya no existen. Estos propietarios se desvincularon totalmente de la tierra y de la producción agraria.

    El Líbano, como todos los pueblos colombianos, tenía una estructura socioeconómica dentro de la cual cabía cómodamente una clase baja, de obreros no calificados, para los cuales siempre o casi siempre se encontraba alguna ocupación remunerativa. Y tenía también sus mendigos, ya conocidos, como se conoce el personaje típico del pueblo, los cuales podían ser absorbidos fácilmente; es decir, había suficientes limosnas como para que no perecieran de inanición y de necesidades, ni se vieran forzados a recurrir a procedimientos violentos (robo, ratería, etc.), para sobrevivir. Con la llegada de los desplazados por la violencia el panorama tradicional se cambió paulatinamente. La clase baja de peones rasos, de gentes sin ninguna calificación técnica se aumentó a más del doble; las fuentes de ocupación disminuyeron y 10 consecuencia crecieron la mendicidad y la indigencia, acompañadas de sus secuelas lógicas, cuando ellas dejan de ser esporádicas y limitadas para convertirse en una situación permanente con la extensión señalada".

    Los datos están indicando que las familias con ingresos inferiores a $50.00 mensuales y las que nada tienen, son indigentes o mendicantes, y su número no es bajo; 96 en total, correspondientes al 21.2 % del total de las familias investigadas. Y quiero limitar solo a estas la situación, la cual podría hacerse extensiva muy bien a un número mayor, a otro 21.8 % más, que representa a las 99 familias que tienen entradas mensuales entre $50.00 y $99.99.

    "Tomando el máximo de salarios de esta categoría, los $99.99 y aplicándolos a una familia promedio de 6 personas, obtenemos el dato de $16.67 por persona y por mes; o $0.55 por persona y por día. Insuficientes a todas luces para una alimentación adecuada y con mayor razón para cubrir los gastos de alojamiento, vestido, educación, drogas, servicios médicos, etc."

    "Las ocupaciones todas de un bajísimo rendimiento en los salarios o utilidades devengadas que apenas sirven para complementar un poco el desajustado presupuesto familiar; en el caso de viudas, para llevar un poco de dinero al hogar y poder pagar el arrendamiento y algunos pocos productos alimenticios".

    Efectuar deliberadamente el tránsito del campo a la ciudad en busca de mejores oportunidades es un paso grave para una familia tradicionalmente vinculada al campo porque implica un cambio substancial en sus formas de vida y de pensamiento, cambio precedido siempre de un período de adaptación difícil que culmina muchas v en situaciones conflictivas referentes sobre todo a la integración y al funcionamiento de las familias en términos de lo que ella representaba.

    Muy distinta es la situación cuando ese paso se da a la fuerza, impelido por la tremenda circunstancia de una amenaza pendiente contra la propia vida, los bienes y aún la honra de los familiares, ya no se trata de una migración consciente y pensada cuidadosamente, sino de una fuga, de un impulso defensivo acicateado por pérdida de uno o varios de los miembros del grupo que representaban la seguridad económica de la familia.

    "Esto implica llegar en la condición de soldados en derrota, en forma imprevista a un nuevo medio de muy escasas posibilidades, muchas en contacto con personas de aspiraciones muy limitadas, muchas de ellas vencidas por ese medio y resignadas a una vida sin mayores perspectivas, pero en el cual encuentran un cierto margen de seguridad. Y esa seguridad, en un ambiente tan restringido se ve amenazado por los recién llegados, porque ellos son competidores en los escasos medios pueblo o competidores en los gajes de la caridad pública.

    Y estos hechos lo ocultan o hacen imposible la reintegración social, el ordenamiento formal de las relaciones y el funcionamiento normal de la comunidad. Además, estas gentes vienen de un infierno, anhelantes, resentidas, temerosas, cargadas de odio y de desconfianza. ¿De qué pueden fiarse si impunemente fueron asaltados, reducidas robados sus haberes y si ante esas incursiones vandálicas, no se vio la acción salvadora de instituciones locales o nacionales que secularmente habían representado para el campesino las nociones de justicia, autoridad, honestidad y el modelo de vida"

    Dispersas las familias emparentadas entre sí; desechos los vínculos con el espacio, con el paisanaje; rota la fe en gran parte de las instituciones; colocado el individuo en una situación económica inferior a la que tenía y situado en un ambiente de incertidumbre y de inseguridad para la subsistencia y el mantenimiento de su prole, no era dable esperar que el nuevo medio nuevo medio fuera base propicia para la recreación de una comunidad adecuadamente integrada"

    "El funcionamiento de la institución del parentesco, así como la del compadrazgo y la vecindad veredal, reconocida y cimentada por continuas relaciones interpersonales de prestación de servicios, fueron destruidas por la dispersión de las gentes. Las consecuencias de esa destrucción son muy claras, se manifiestan en la otra institución y en los valores que en ellas se sustentaban; la familia y los otros principios morales anexos al estatus de la mujer soltera, del niño, y aún del individuo adulto; se han presentado con caracteres alarmantes, la prostitución en las mujeres jóvenes casi niñas, prostitución muchas veces disfrazada bajo la forma de uniones libres, generalmente inestables y el incesto se está tornando común"

    "De otra parte la mendicidad es grande y empieza a reemplazar la antigua valoración de vivir y progresar a base del trabajo. En los niños la situación es grave: han cambiado sus antiguas ocupaciones en las labores del campo, por la mendicidad y el concepto del trabajo ha cedido el paso a la vagancia.

    Sin ocupación definida, sin posibilidades de ir a la escuela, teniendo como vivienda un cuarto en las peores condiciones, el niño no tiene expansión diferente a la pequeña pandilla, la cual lo conduce a la mendicidad ya señalada y a atentar contra la propiedad ajena, en cosas desde luego nimias, pero que satisfacen sus exigencias infantiles, de golosinas, alimento y diversión".

    "Si se miran cuidadosamente los datos relativos a la composición por edades y mejor aún el árbol de la población, salta a la vista un hecho interesante de destacar, hay en él una distorsión representada por una población de 5 a 9 años, mayor que el grupo correspondiente de 0 a 4 años. Esto puede ser interpretado de dos maneras diferentes, puede ser consecuencia de una altísima mortalidad infantil, o consecuencia de la limitación voluntaria de la natalidad".

    "Al lado de los problemas de los exilados surgen otros como el crecimiento de barriadas en las ciudades, sin servicios públicos de ninguna índole, el aumento de los índices de criminalidad por la vagancia forzada ante el exceso de mano de obra, el aumento de la mortalidad infantil por la falta de higiene, que le hiciera decir al padre Lebret: En general, cuando se interroga a una madre que acaba de pasar su climaterio, responde que la mitad de sus hijos han muerto.

    Es secuela también de esta emigración masiva, desordenada y paupérrima, el aumento espectacular de la prostitución en las ciudades afectadas.

    "El señor Francisco Nelson Muñoz, jefe de la oficina de Orden Público del DAS en Armenia, decía el 29 de septiembre de 1960 en el informe N° 0066, que en la ciudad estaban registradas 9.091 meretrices, anotando que no le había sido posible obtener la información total del número de profesionales, por existir establecimientos reservados y clandestinos que no pudo tabular."

    Si la población censal de Armenia era de 106.740 habitantes para 1960, llegamos la

    conclusión de que una de cada tres mujeres entre las edades de 16 a 40 años estaba registrada

    para tan antiguo oficio, en esa localidad. Tampoco podrá nadie contar el número increíble de viviendas que han sido destruidas, incendiadas. Pueblos enteros fueron entregados a las llamas y miles de humildes ranchos campesinos desaparecieron.

    Y, ¿quién dirá el valor de las tierras abandonadas, de las cosechas perdidas, de los hechos por generaciones, que se atomizaron en un día?

    Rotura de frenos éticos y morales

    Pero quizás el más grave de los efectos que la violencia ha producido a la sociedad, haya sido la rotura de todos los frenos éticos y morales, en las zonas afectadas. Cuando hayamos logrado extirpar las cuadrillas, cuando hayamos estancado la sangre y el fuego, aún estaremos sufriendo las consecuencias de esta rotura.

    Los monstruos que el contacto con la fiereza ha formado de los cientos de niños presenciaron, ejecutaron o sufrieron el impacto de la lucha, están tipificados en reportaje, que un cronista del diario La República hiciera en un campamento de niños huérfanos.

    'Yo no hice más que sacarle un ojo —dijo un chiquillo— Otro manifestó no hice más que atravesarle el cuello con unas tijeras... y, otro señaló que no hice más que pasarle un punzón de oreja a oreja... y todos coincidieron en que a ese señor no lo matamos... estaba aún con vida.

    Tales declaraciones fueron dadas por tres rapazuelos, integrantes de un gran núcleo de pequeños que tiene un campamento en cierto lugar del Tolima, que vive sin padres, sin parientes, sin Dios y sin Ley, saldo de la violencia en esa sección del país.

    La víctima: un funcionario de la Caja de Crédito Agrario que a los pocos minutos expiró. Su cadáver fue encontrado no sólo con las heridas causadas por estos pequeños antisociales sino con setenta más propinadas en diferentes partes del cuerpo, por todo un escuadrón de chiquillos (futuros bandoleros) que entre carcajadas y saltos desafiaron la muerte… síntomas ya del sadismo que se apoderaba de sus almas y de sus cuerpos.

    Casi un centenar de estos infelices criminales en embrión declararon luego ante las autoridades haber participado en martirizar a ese señor, lo que hizo imposible la detención de estos pequeños asesinos, todos menores de edad.

    Y allí siguen madurando futuros planes, inventando nuevas aventuras; los secuestros, robos, genocidios. La mayoría dice no saber sus nombres y mucho menos quienes fueron sus padres. Se limitan a manifestar que me dejaron chiquito cuando los mataron allá en aquel alto y agregan que "no sé dónde, pero creo que fue allá en esa ensenada".

    Estos antisociales en potencia, ¿dentro de breves años serán reclutados para el ejército? ¿o irán a engrosar en miles de cientos las filas de los bandoleros? Si ahora, caen como hormigas hambrientas contra un ser humano, ¿qué no harán a medida que vayan creciendo?

    Llega a tal punto la degeneración humana, la insensibilidad, la costumbre de vivir con los muertos, con cadáveres mutilados, con horrorosas escenas, que hace cuando se registró un genocidio en el cual cayeron treinta y dos campesinos de una vereda del Tolima, cerca de Ambalema, un pequeño de solo diez años de edad, gozó, se divirtió durante largo tiempo escogiendo entre las 32 cabezas que rodaron por el suelo, la correspondiente a cada cuerpo.

    Esta, coronel (le decía al comandante de un grupo de soldados), pertenece a don Antonio, aquella a Jacinto y aquella a Jesús María; esta otra es de la señora Anita... Y poco a poco, los cuerpos y las cabezas iban siendo colocadas en cajas baratas, llevadas allí por el ejército. En el suelo, quedaban masas informes, sanguinolentas. Las cabezas fueron cogidas por los cabellos".

    El caso de Teófilo Rojas, alias "Chispas", niño de 13 años cuando se vio obligado a esconderse en el monte, es caso clásico del adolescente campesino convertido en monstruo por la sociedad. Cuando "Chispas" muere, sus crímenes habían llegado a 592 asesinatos, 81 heridos, 2 desaparecidos, 4 niñas secuestradas.

    Sobre los cadáveres de sus víctimas, en las paredes de los ranchos campesinos donde había cometido sus vesanias, "Chispas" dejaba su firma, aunque era analfabeta: "Aquí estuvo Chispas".

    Como una muestra de esta generación de niños traumatizados por el crimen en la edad en que debieran estar recibiendo instrucción y cultura en planteles, transcribo un aparte de la carta N° 206 de la Seccional del DAS de Ibagué, del 16 de noviembre de 1959:

    "3 —Como mensajeros utilizan a niños debidamente adiestrados para cometer crímenes, como el caso de Gustavo Giraldo Ríos, de 13 años, quien disparó su revólver por 2 ocasiones sobre el cuerpo del señor Luis Felipe Yepes, alcalde de Villahermosa, hecho ocurrido en pleno centro del poblado, a las 10 de la mañana, para más tarde pasar por el camino que de ésa conduce a Pavas y entrar a casa de Andrés García, donde pidió agua de panela, mostrando el revólver con 2 vainillas, y 4 cápsulas blindadas en el tambor del arma".

    Se tiene conocimiento de que dicho menor está comprometido en varios crímenes más ocurridos en esta región.

    La increíble bestialidad de los llamados cortes no puede caber sino en cerebros de anormales, monstruos que perdieron el derecho a ser llamados humanos, pero que fueron llevados a este estado por causa de la sociedad en que les tocó nacer.

    El jefe del grupo de la Policía Judicial y Orden Público de Neiva, relataba el 7 de abril de 1961, un crimen:

    El día 19 de abril del corriente año, a las 6:00 horas en el municipio de Palermo, inspección de Santa María, vereda la Esperanza, finca Bélgica, tres bandoleros, desconocidos, uniformados de militares, hirieron gravemente con arma de fuego (fusil) a Luis Eduardo Sánchez Cutiva, de 45 años de edad, agricultor de profesión, estado civil casado. Los mismos sujetos hirieron de gravedad con machete a Ornar Sánchez Velásquez, de 25 años de edad, estado civil casado, agricultor, de profesión, e hijo del anterior. Los asaltantes se hicieron pasar por miembros de las Fuerzas Armadas, diciendo que iban en cumplimiento de una misión de autoridad, mientras ejecutaban el asalto. Cumplido éste y seguros de que sus víctimas habían perecido se alejaron hacia la montaña entonando canciones.

    Pero nada puede compararse con la vesania de los engendros traficantes del delito, de

    aquellos favorecedores de los asesinos y usufructuarios económicos o políticos de sus crímenes, que desde el pueblo o la ciudad planean a sangre fría la masacre de una familia campesina, pagando a los criminales por quedarse con sus tierras, obtener una venta a menos precio o mantener por el terror una supremacía política caciquesca en la región.

    No podemos buscar en una locura inexplicable de nuestro campesino el origen profundo de esta violencia.

    Si se escarba en las razones que han llevado a Colombia a convertirse ante la faz del mundo en cuna de asesinos, nos encontramos con la existencia de profundas causas sociales que hicieron posible este fenómeno, y de causas imitativas, unas históricas y otras actuales, que, arañando en el substrato del pueblo, sacaron aflorada la violencia como anormal manifestación de otros motivos.

    Causas sociales

    El rápido paso del hombre colombiano de un régimen paternalista y agrario hacia la actual organización capitalista fabril, dejó sin protección las masas campesinas que, bien o mal, la estaban recibiendo en organización semifeudal.

    Cuando la manifestación del capital dejó de ser la tierra-tenencia y se produjo el fenómeno del ausentismo de los dirigentes municipales, que al menos representaban la cultura, la tradición y a veces la moral en el agro, nació el gamonal que debe buscar su rápido enriquecimiento para hacerse a un prestigio, sin haber tenido el tiempo necesario para adquirir la cultura indispensable en su labor de líder.

    En el curso de una generación se alteraron las escalas de valores, tanto en las clases dirigentes como en las masas populares. El rápido proceso de la muerte de nuestros municipios quizá tenga esta explicación.

    Mientras tanto, otro de los frenos e impulsadores de la grandeza patria, la religión, perdió gran parte de su influencia.

    La virtual expulsión del laico del cuerpo místico fue herencia española que nos condujo a creer que éramos un pueblo católico porque bautizábamos a nuestros hijos o asistíamos a procesiones. Más que un pueblo de católicos somos un pueblo de ritualistas.

    El sacerdocio ha contado con problemas de escasez. La evidente politización de parte considerable del clero, quizá como residuo de nuestras últimas guerras civiles le ha causado no poco desprestigio.

    El haberse tomado la carrera religiosa, en algunos casos, más como profesión para ascender que como ocupación para servir, ha sido también motivo de censura.

    La incapacidad de muchos de sus miembros, tanto por formación como por conformismo, está haciéndole perder a la Iglesia Católica las masas con que antaño contara, así fuera en teoría.

    "Las clases dirigentes quisieran explicar los problemas de miseria como causados por el bajo ingreso nacional. Los economistas insisten en la pequeñez del mismo y en la imposibilidad de elevar los niveles vitales de campesinos y obreros, mientras no se aumente la productividad. Nadie niega que la suma por ingreso nacional es exigua, nadie duda de la necesidad de dirigir todos los esfuerzos del conjunto patrio hacia su aumento; pero la mala distribución de este ingreso, aunque sea pequeño, es raíz de la intranquilidad social que se respira en las ciudades y es una de las causas de la violencia como manifestación abortiva de un problema económico.

    Se dirá que en algunos departamentos de tradicional pobreza no se ha presentado violencia, aunque las condiciones de vida de sus habitantes sean francamente infrahumanas. Quizá hay todavía allí un pueblo resignado a sus desgracias que no ha abierto los ojos para despertar con una conciencia de agresividad explicable y esperable.

    Por cada peso recibido por las clases campesinas y obreras, que juntas representan el 80% de los habitantes, el 5%, la clase de altos ingresos, está obteniendo 16 pesos. Cuando la clase media económica, el 15% del país, obtiene un peso por su trabajo, el 5% está recibiendo 12.20.

    Esta desproporción imposibilita a los estratos bajos y medios para ascender, eclosionando los canales normales de la sociedad; prohíja la rebeldía y puede ser cuna de la revuelta anárquica.

    No puede pedirse un resignado conformismo, alegando la pequeñez del ingreso, mientras las diferencias económicas se acentúan por la concentración de capitales en unos, y la concentración en otros de miseria.

    Tampoco puede alegarse como razón de los males del trabajador rural su bajo rendimiento.

    Si bien es cierto que el 53,8% de la mano de obra está dedicado al campo, cifra comparativamente alta cuando en otros lugares el 8% basta para suplir ese frente, debe tenerse en cuenta que nuestra agricultura es de ladera y que el capital monopolizó los valles para ganadería extensiva. Pero aun así sólo cultivamos el 9.7% de las tierras en explotación rindiendo en ellas el 64.5% del producto bruto nacional, mientras que la ganadería con el 90.8% de las tierras explotadas, rinde el 35.5% de dicho producto.

    Agregase a esto la injusta distribución de la tenencia de la tierra que hace que 3.59% de la población sea dueña del 64.17% de la superficie explotada, o dicho, en otros términos; que el 94.41% de los campesinos posee el 35.83% de la tierra que trabaja.

    Son estas cifras las causantes del estado de subversión en que el país se mece. Si los grupos comunistas actúan en la creación del caos, es porque encuentran los semilleros preparados para su labor; no dándose las condiciones de abismo creciente entre las capas, difícilmente podrían obtener los resultados que hoy consiguen.

    Las estadísticas de alimentación de nuestro pueblo humanizan el problema, explicando lo que hemos dado en llamar pereza de los trabajadores.

    Frente a las recomendaciones mínimas nutricionales, el pueblo colombiano dispone de 9.6% de proteínas cuando necesita de un 12%; de 16.9% de ácidos grasos cuando requiere un 28%, y en cambio consume un 73.5% de hidratos de carbono para una recomendación de 60%. Como en la frase popular está engañando el hambre.

    Estas son las disponibilidades, es decir, es esta la cantidad nutritiva obtenida por toda la producción agropecuaria del país, y estas serían las deficiencias dietéticas si la repartición de los alimentos se hiciera dividiendo igualitariamente la totalidad de los que se producen entre el conjunto de los habitantes. Pero la realidad es muy distinta: como la capacidad de compra no es la misma para todos los estratos, y como las posibilidades alimentarias se encuentran en razón directa de ésta, tendremos:

    El 5% de los habitantes tienen una capacidad de adquisición del 81.632% sobre la producción nacional. El 15% puede obtener el 13,265% de los productos y el 80% de los habitantes tienen un poder de compra del 5,102% de lo ofrecido en el mercado.

    Debe anotarse que el balance no se realiza tanto cuantitativamente como cualitativamente. En el desfiladero por donde transitamos, solo un rápido viraje capaz de una radical reforma de la propiedad y el ingreso, puede evitar que caigamos en la disolución. Es necesario entender que es ésta una época en la que las clases altas deben aceptar su cuota de sacrificio o resolverse a ser llevadas hacia la catástrofe anárquica y liberticida.

    Es posible que alguien piense que es esta una presentación intencionada y unifocal de los problemas patrios, desde un ángulo intranquilizador, buscando el efectismo antes que la construcción. Las cifras están ahí con un mudo lenguaje, aunque se las quiera ignorar y solo su conocimiento es capaz de interesarnos en la búsqueda de fórmulas nacidas de la autenticidad y del realismo.

    Para evitar que se me tache de pesimista al presentar un examen de conciencia severo, mostrando llagas entre las que nos debatimos, transcribo aquí las apreciaciones del doctor Belisario Betancourt en su obra Colombia Cara a Cara, donde enjuicia la educación colombiana.

    "Las estimaciones globales indican un déficit de 40.000 aulas escolares de primera enseñanza, en 1961, suponiendo 30 alumnos por aula; al tiempo, un déficit de 80.000 maestros, sobre la base de que la operación docente requiere un maestro por aula y de que habría necesidad de completar el equipo de maestras para las aulas existentes y de sustituir no pocos de los que están en actividad, por inadecuación o incapacidad. Desde el Informe Lebret se sabía de un déficit de 38.575 maestros para 1954, calculada una población en edad escolar de 2.375.478, con 1.350.128 no matriculados. Y se señalaba en 49.451 el crecimiento anual de la población escolar.

    Cifras de 1958 muestran un 67% de población en edad escolar matriculada, lo cual significa que el 33% se quedó sin escuela. Pero como la población en edad escolar se incrementa a una tasa de 2.9% acumulativo anual, en 1961, se calculan en 851.000 niños sin acceso a la primaria, es decir, un 42% de los que deberían tenerlo. Y cuenta que a pesar de que la explosión demográfica sigue siendo principal mente campesina, la asistencia escolar en el campo representa el 38.9% de la enseñanza primaria; y solo el 7% de la población rural se matriculó en aquel año, frente al 17.45% de la urbana.

    El proceso de la deserción escolar es doloroso; de cada 100 alumnos que ingresan a la escuela en la zona rural, pasan 47 al segundo curso, 6 al tercero, uno al cuarto y solo un porcentaje de 0.6 al quinto.

    "Ausentismo y deserción aparecen más que de relieve mirados los datos de 1959:

    a) Población en edad escolar 2.696.160 niños

    b) Total de matriculados 1.568.572 niños

    c) Porcentaje de ausentismos 58.2%

    d) Total de examinados 1.313.363 niños

    e) Deserción durante el año 255.209 niños

    f) Total de aprobados 1.022.835 niños

    "Este cuadro hizo clamar al entonces ministro de Educación, Reinaldo Muñoz Zambrano, en 1959, por una cruzada educacional que retenga las vocaciones pedagógicas y oriente hacia ese escenario inversiones privadas de todo orden, en la seguridad de estar abonando la culturización y fortaleciendo el desarrollo económico del país.

    Porque se daba cuenta de que los dos años que tiene de escuela rural alterna Colombia, lo que la convierte en la más corta del mundo, y las 2.100 horas que cursan en promedio los escolares (frente a 12.000 del niño suizo, del ruso y del estadounidense), determinan el aumento gradual del analfabetismo.

    Un grupo de analistas considera este hecho como una denegación de educación. Signataria Colombia de la carta de las Naciones Unidas que establece que toda persona tiene derecho a recibir educación; y de la declaración de Derechos Humanos en la cual se consagra la gratuidad de la enseñanza primaria, cuya obligatoriedad, por otra parte está consignada en la constitución nacional, la sola consideración de que el analfabetismo mantiene el margen de la cultura grandes núcleos y de que se trata de un rudimento que toca con la dignidad del hombre, debería convocar a la comunidad en torno de ese propósito con prioridad a todo otro problema. Allí reside uno de los índices reveladores del nivel cultural de un pueblo, por más que la alfabetización sea apenas instrumento de capacitación."

    ¿Cuáles son las raíces? La insuficiencia de locales y de maestros, la pobreza de recursos estatales y privados, el ausentismo y la deserción, los cuales tienen origen en el minifundio, que obliga a la totalidad de la familia a alquilarse desde la edad escolar; en el latifundio, que quiere prolongar con la ignorancia la existencia de situaciones de estirpe feudal; en las condiciones de salud del niño y en su desnutrición.

    El concepto de alfabeto y analfabeto comprende, para el Departamento Nacional de Estadística, la población a partir de los quince años, es decir, la que ha salido del límite de escolaridad obligatorio que se cierra a los catorce. Las cifras que trae el Boletín N° 131 de enero de 1961 no encierran, por tanto, el dato de analfabetismo total, puesto que no aparecen consignadas las de analfabetos entre los siete y los quince años: para 1959 se estimaba en 7.721.200, la población total con quince años y más; en ella, 4.813.200 de alfabetos y 2.908.000 de analfabetos. Las referencias del Plan Cuatrienal presentado por el gobierno a fines de 1960, con base en cálculos para 1958, son más dramáticos: alcanzan a un 44% de la población total, 5.906.000 personas, incluyendo a las en edad de escuela primaria que carecen de ella, y arraigadas en un 76.2% en el campo. Este es el itinerario del analfabetismo colombiano, según el Plan Cuatrienal. Este es el sitio de donde brotan la baja productividad, la violencia, el irracionalismo.

    La mitad del pueblo colombiano relega a la otra mitad a la ignorancia. En el catálogo de los problemas del país es este el interrogante de mayor inquietud, puesto que mientras no se allanen los obstáculos que mantienen el subdesarrollo intelectual no habrá cómo romper las barreras del subdesarrollo económico.

    Hay íntima correlación entre el avance cultural y el adelanto material. En cuanto la masa asalariada esté en el subsuelo de la cultura, será menor su productividad y menor el crecimiento económico general. Si éste depende de la mayor producción por habitantes, la mayor cantidad producida por persona será un derivado de su capacitación, es decir, de su educación. Las notas de saber y saber hacer están involucradas dentro del concepto más amplio del conocimiento y son presupuestos básicos de la idea de desarrollo.

    Causas irritativas iniciales

    El más claro de los motivos que pudieran llamarse irritativos iniciales, entre los desatadores de la violencia, fue la irresponsabilidad de las luchas políticas. Aunque no con las mismas características actuales, la lucha política colombiana produjo siempre violencia y sangre y quizás estuvo distanciada de la lógica por no estar siempre informada por ideas. El siglo XIX está lleno de guerras fratricidas forzadas por ambiciones o disquisiciones políticas nimias.

    Hasta muy poco tiempo ha, la única fuente de enriquecimiento era el control del estado. La repartición de sus gajes, prebendas y contratos debe defenderse en las urnas evitando que quede en manos de adversarios. Las campañas electoreras no intentan convencer a la opinión pública de la bondad de un programa de gobierno sino de alejar a los enemigos de la mesa de sufragio.

    El pueblo colombiano, a quien poco debieran interesar los partidos políticos, se ha lanzado a ellos queriendo encontrar la manera de resolver su natural necesidad de asociación, en un país carente de ellas.

    Por otra parte, es el Estado el único vínculo de unión entre la individualidad colombiana, lo que hace aparecer al país más como un conglomerado de personas que como un ente distinto de su realidad numérica. La cohesión nacional se ve afectada inclusive, porque los linderos naturales de la geopolítica se encuentran fracturados por barreras artificiales entre dos regiones o departamentos que debieran formar un todo, los partidos sirven de únicos aglutinantes, detrás de consignas que no de ideas.

    Es del año 46 hacia adelante cuando esta rebatiña por el poder empieza a caracterizarse con una mayor acerbía. Fresca historia patria de la que hoy sentimos horror si se repasa. Creen los dirigentes políticos que el poder debe ser retenido al costo que las circunstancias reclamen, todos los sistemas de lucha son santificados si están al servicio de la causa de secta.

    Gobernantes, como los dijera Belisario Betancourt, ejercen su mandato, no con la imparcialidad que impera en la ley, sino ladeando el peso coactivo según sus preferencias. Los cuerpos colegiados dan cabida a los asesinatos y a los asesinos. Desde los irresponsables micrófonos del Congreso, los dos partidos incitan diariamente a los campesinos para que liquiden a sus adversarios.

    Los directorios regionales y municipales con más ceguera aún que sus jefes, concretan las órdenes políticas en la desaparición del rival parroquial y consideran a los que del grupo contrario como bajas en los censos electorales. La criminal sima a que llegaron los dirigentes políticos se tradujo en sangre de campesinos.

    Inútil y absurda la disquisición de quien dio comienzo a esta carrera loca, solo conduce, como la del huevo y la gallina, a evitar que tomemos la responsabilidad de nuestros hechos porque como en el drama español hemos sido Fuenteovejuna. Todos a una. El cruel pecado de los directores de la opinión fue derramar en explosión de sectarismo analfabeto, el bagaje idealista de un pueblo, que ha podido conducirse con furor mítico hacia causas más valiosas. En este pecado de la violencia deben ver los dirigentes sus huellas dactilares impresas con torrentes de sangre colombiana.

    Pero no es toda la culpa del ciego sectarismo de los dirigentes públicos, ni de los gobernantes de turno.

    Fuimos todos, quienes les dimos nuestro apoyo. Fue, el que Gaitán llamara país nacional, el que respondió a las consignas de odio y de venganza. Fue el país nacional el que distinguía entre bandoleros y guerrilleros según qué operaran los asesinos en una zona geográfica que él creía de sus adversarios. Fuimos todos los colombianos los que algunas veces sentíamos horror ante una masacre si las víctimas habían sido de nuestro bando o satisfacción no disimulada si lo eran del contrario.

    Sin apoyo efectivo y constante de la opinión nacional, de los particulares, de todos los colombianos, no hubieran podido los políticos desencadenar la fiereza de esta guerra civil. Por otra parte, ante la falta de rectores de la opinión capaces de frenar esta carrera loca hacia el absurdo, la iglesia y su jerarquía no dieron el alto con la fuerza que las circunstancias necesitaban, y eran los jerarcas los únicos capaces de haber taponado a tiempo la sangría.

    El ejército y la policía, politizados como todos los demás colombianos, utilizaron su organización para atizar el fuego, olvidando que el uniforme es un símbolo de la nacionalidad, con el escudo o la bandera, y que no puede portarse para cometer con él las mismas hazañas de aquellos a quienes perseguían.

    Ejemplo sintomático de esta locura colectiva lo tuvimos en el mes de junio de 1951.

    Se reunió en Bogotá una conferencia episcopal que estudió el problema de la violencia. Produjeron una suave, casi contemporizante, pastoral al colectiva que fue publicada el 13 de junio por los dos periódicos que portaban las teas incendiarias en la lucha entre colombianos: El Tiempo y El Siglo.

    Al día siguiente, sábado 14 de junio de 1951, El Tiempo titulaba así su primera página:

    El siglo adulteró y mutiló la pastoral de los obispos. Marcado fin político tratan de dar al documento. Tendenciosamente le agregaron a un párrafo en que se hablara sobre la violencia en general las palabras vindictas Rojas. También mutilaron en la pastoral un párrafo en el que se aludía a la situación actual que atraviesa el país.

    Mientras tanto, el mismo día 14 de junio, El Siglo titulaba así su primera página:

    El Tiempo mutilo la pastoral de los obispos. Denunciamos otra maniobra de los falsarios. No aparecieron los párrafos contra los bandoleros, el terrorismo económico, las campañas calumniosas y el desconocimiento de la autoridad.

    Con los pactos que hicieron posible el Frente Nacional, la incitación del odio político dejó de ser el motor de la violencia. Sin embargo, no todos los dirigentes públicos han sido capaces de entender la altura del acuerdo y todavía en algunas zonas, caciques de secta mantienen coqueteos con algunos criminales.

    Pero esta situación que retrata la pequeñez de unos pocos que se habían creído dirigentes de la comunidad está siendo superada por el deseo del pueblo de ganar la paz

    Los últimos rezagos cavernarios son los denunciados en el telegrama que Francisco Lemus Arboleda, gobernador del Cauca, se viera forzado a enviar a la dirección nacional en solicitud de ayuda, y que dice:

    Doctor Carlos Lleras Restrepo, Bogotá.

    Mientras viajo a Bogotá objeto tratar asunto con gobierno nacional, permítome informarle Directorio Departamental Liberal, por razones de solidaridad con sindicatos violencia Norte Cauca ha resuelto ponerse en oposición con gobierno departamental y está consiguiendo asamblea apruebe proyectos heroicos, supresión empleados indispensables. Pese a la citada oposición cumpliré con mi deber, mientras tenga confianza de gobierno nacional, pero paréceme grave que consideraciones políticas impídanme pacificación este departamento y perjudíquesele tan gravemente por lo que he considerado necesario usted esté informado ocurrencias. Ruégole excusar haya molestado su atención. Servidor y amigo:

    Firmado: Francisco Lemos Arboleda. Gobernador

    Ejemplo de la misma absurda actitud la dio hace poco uno de los directorios conservadores de Ibagué, cuando permitió que en la casa de su sede se hiciera cámara ardiente y velación del cadáver del asesino Pedro el malo, muerto a manos de la policía en el momento en que realizaba una fuga colectiva de la Penitenciaría del Departamento.

    Causas irritativas actuales

    Pero con la superación del odio político fratricida no desapareció el fenómeno de la violencia, ante el surgimiento de nuevas causas irritativas que en la actualidad se mantienen. Son éstas, entre otras, la carencia de justicia, el contrabando de armamento y la constante presión, financiación y apoyo de toda índole del comunismo nacional e internacional a los actuales grupos de bandoleros y a la formación de nuevas cuadrillas de asesinos.

    Justicia

    A la postre el fenómeno que hemos venido denominando la violencia, no es sino un recrudecimiento del índice criminológico, rodeado de las más perversas características de sevicia y de inhumanidad. Fenómeno éste que en una parte inconmensurable se ha visto agravado por la carencia de justicia y por el reino de la impunidad.

    El país no cree en la justicia colombiana y los criminales saben que ella no existe, dándoles esta certeza una mayor audacia y una mayor seguridad para actuar. El doctor Belisario Betancourt en su obra Colombia cara a cara decía: "Con nostalgia hay que reconocer que el pueblo pierde la fe en la autoridad. El rescate de esa confianza es primordial a toda recuperación. Tal renacimiento supone una reforma tan básica del Estado, de su comportamiento más que de su régimen legal, que ello no será posible conseguirlo sino tras un itinerario a largo plazo, a un plazo quizá tan largo como ha sido el de la descomposición" (1)

    (1) Belisario Betancur C., Cara a Cara, Ediciones Tercer Mundo, Bogotá 1961 pg. 37

    Y Jorge Enrique Gutiérrez Anzola no pudo menos que exclamar: "El punto culminante de esta gran crisis, el que constituye el mayor irrespeto a la cultura, consistió en haber derrotado en un dado momento de nuestra historia el sentimiento de justicia, que, los colombianos poseían natural e intuitivamente como todos los pueblos civilizados.

    Pero la demagogia penetró al recinto de la justicia, el crimen impuso su ley en forma repugnante y agresiva, la pena perdió toda su eficacia por ausencia del temor a la misma; la autoridad se desprestigió por sus abusos o por la ilegitimidad de su poder, y, el concepto de juridicidad, que debía presidir todos nuestros actos, sucumbió en estratégicas interpretaciones inicuas y nefandas. Entonces, se desbarató lo único que nos quedaba para reconstruir la república". (2)

    (2) Jorge Gutiérrez Anzola, Violencia y Justicia, Ediciones Tercer Mundo 1961, pg. 96

    Si en algún tópico estamos de acuerdo todos los colombianos, éste es el de que en Colombia impera la criminalidad y la justicia cojea, pero no llega.

    Con la fría elocuencia de las cifras transcribo una parte del informe del doctor Hugo Humberto Rodríguez personero delegado en lo penal, en el Distrito Especial de Bogotá, en el que analiza el tamaño de la injusticia y la magnitud del problema:

    "Como complemento del estudio anterior y con el objeto de hacer más patente el problema de la justicia en el Distrito Especial, sobre los datos enviados por los funcionarios de la Rama Jurisdiccional al Ministerio de Justicia, a cuyos funcionarios agradezco esta colaboración, y los arrojados por la Estadística Criminal de la Policía Nacional, presentó los siguientes cuadros:

    Según los datos de criminalidad en esta ciudad, publicados por la Policía Nacional, durante el año de 1961, se denunciaron en total 17.072 delitos, de los cuales, 422 son de competencia de la justicia castrense, quedando por consiguiente el número de 16.650 para conocimiento de la justicia ordinaria. En este mismo año finalizaron los siguientes procesos:

    Procesos Cantidad Promedio

    Sobreseimientos definitivos 499 6,42%

    Sentencias condenatorias 648 8,34%

    Sentencias absolutorias 407 5,34%

    Aplicación Art 153 varios 804 10.34%

    Prescripción 5414 69,66%

    Total 7722 100%

    En las anteriores cifras se hallan comprendidas las tres cuartas partes de los procesos en los juzgados penales del circuito, por delitos cometidos en jurisdicción diferente a la del Distrito Especial.

    "De acuerdo con el anterior cuadro se deduce que, de 16.650 denuncios formulados en esta ciudad capital, solamente terminaron 7.772 quedando un remanente de 8.878 procesos, es decir, que, sobre el número total de denuncios, solamente terminaron: por sobreseimientos definitivos, sentencias condenatorias, sentencias absolutorias,

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