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Las trampas de Dios
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Las trampas de Dios

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En “Las trampas de Dios”, Rubén Silva se abisma en un laberinto de temas filosóficos, sociales, científicos y espirituales que conducen a la irremediable cámara central de un edificio teológico destinado a confundir a los hombres desde que el mundo es mundo: Aceptada la existencia de una entidad todopoderosa que monitorea cada aspecto de nuestras vidas, y suspendida toda incredulidad al respecto, ¿qué es lo que quiere esa entidad todopoderosa de nosotros? ¿Qué leyes o concatenaciones de causa-efecto desconocidas nos aplica inmutable, con la soberbia de lo eterno?

Los protagonistas de esta novela se debaten entre estas interrogantes, algunos de manera más consciente que otros, y se cruzan en una trama donde las diferentes hipótesis devienen en un alegato contra ciertos conceptos que la sociedad contemporánea, en más de una ocasión, replica de manera autómata, encapsulada en lugares comunes cuyos andamiajes parecen venirse abajo ante el mínimo roce crítico.

La estampida de dudas y preguntas que inflaman las páginas de este texto no puede dejar a nadie indiferente, porque son las preguntas esenciales apuntaladas en la base de todo ser humano. Abreviarlas aquí no tendría sentido. El lector debe abrir el texto y hacer frente al desafío siempre flamígero y ensordecedor de preguntar sin saberse receptor de una respuesta certera.

LanguageEspañol
PublisherRubén Silva
Release dateApr 24, 2018
ISBN9781370812110
Las trampas de Dios
Author

Rubén Silva

Nací en Valdivia en 1986. He publicado Los Neronianos (Cuentos, 2012), Blues Suicida (Novela Corta, 2013) y Los Hijos de los Hombres (Cuentos, 2015), estos dos últimos en la editorial independiente La Polla Literaria. También los libros de poemas Espacios Otros (2016) e Ishango (2017) por la editorial Gato Jurel. Varios de mis textos han sido publicados en Lakuma Pusaki, en Experimental Lunch y en la revista virtual de España Ariadna- RC. En la actualidad vivo Santiago de Chile, dirijo el proyecto de música experimental Ustvolskaya Band y la Asociación Cultural Espacio Sur. Soy padre de Benjamín y de Gabriel, que está pronto a aterrizar en la tierra. Las Trampas de Dios es mi última novela y la primera que publico en formato digital.

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    Las trampas de Dios - Rubén Silva

    En Las trampas de Dios, Rubén Silva se abisma en un laberinto de temas filosóficos, sociales, científicos y espirituales que conducen a la irremediable cámara central de un edificio teológico destinado a confundir a los hombres desde que el mundo es mundo: Aceptada la existencia de una entidad todopoderosa que monitorea cada aspecto de nuestras vidas, y suspendida toda incredulidad al respecto, ¿qué es lo que quiere esa entidad todopoderosa de nosotros? ¿Qué leyes o concatenaciones de causa-efecto desconocidas nos aplica inmutable, con la soberbia de lo eterno?

    Los protagonistas de esta novela se debaten entre estas interrogantes, algunos de manera más consciente que otros, y se cruzan en una trama donde las diferentes hipótesis devienen en un alegato contra ciertos conceptos que la sociedad contemporánea, en más de una ocasión, replica de manera autómata, encapsulada en lugares comunes cuyos andamiajes parecen venirse abajo ante el mínimo roce crítico.

    La estampida de dudas y preguntas que inflaman las páginas de este texto no puede dejar a nadie indiferente, porque son las preguntas esenciales apuntaladas en la base de todo ser humano. Abreviarlas aquí no tendría sentido. El lector debe abrir el texto y hacer frente al desafío siempre flamígero y ensordecedor de preguntar sin saberse receptor de una respuesta certera.

    A Benjamín y Gabriel, mis hijos.

    Capítulo 1

    Era viernes por la noche y la mujer estaba en la cama mientras la televisión transmitía el noticiero. En medio de voces de periodistas, la suya al teléfono demostraba buen ánimo. Su semblante reflejaba un color claro, brillante, apenas visto en los últimos meses. En toda la semana no había parado de hablar de su recuperación. La confianza parecía haberse apoderado de ella. Al entrar su hijo a la pieza con la cena en una bandeja, se despidió con quien hablaba, cerró la tapa del celular y lo dejó en el velador. Estaba hambrienta, por lo que empezó a comer de inmediato. Su hijo se sentó en una silla al lado de la cama a revisar uno por uno los canales de televisión.

    ─ ¿Cómo te fue en la universidad?

    ─ Fue un día normal. Hay buenos estudiantes en el curso que estoy dictando.

    ─ ¿Te llevas bien con los alumnos? ─preguntó en tanto se llevaba un vaso de jugo a la boca.

    ─ Mejor de lo que pensé.

    La mujer le pidió una servilleta que el joven había olvidado. Él fue por ella. Al regreso, volvió a sentarse y siguió cambiando de canal. Películas, noticieros, deportes, dibujos animados y documentales de animales pasaban frente a ellos. Todo se podía ver como un collage con escasa coherencia, imágenes y palabras disparadas al azar. Hasta que se detuvo en un reportaje que mostraba el primer intento de clonación humana.

    ─ ¿Crees que serán capaces de hacerlo?

    ─ Cada vez están más cerca. Sólo se interpone la comisión de ética internacional.

    ─ Es un juego engañoso, sólo traerá problemas.

    ─ Es una necesidad. Los infinitos beneficios de la clonación de humanos están a la vista. El problema es que son pocos los que reconocen esto de manera pública. Piensa en cuantas enfermedades podrían ser eliminadas si pudiéramos manipular al hombre genéticamente…

    ─ Y en cuantas nuevas enfermedades aparecerían también ─interrumpió la mujer.

    ─ Eso es discutible. Cada día hay mayores progresos en la ingeniería genética. En un tiempo más eso no será problema.

    ─ Los científicos tienen tanta fe como las personas religiosas.

    ─ Otra vez con lo mismo ─respondió molesto.

    ─ No hay experiencia sobre lo que acabas de mencionar y aun así supones que ocurrirá. El joven guardó silencio. La mujer, formada en las ciencias al igual que él, no titubeaba a la hora de argumentar. El joven lo sabía. A veces buscaba esta tensión en la conversación. Pero cuando se veía sobrepasado, evadía, guardaba silencio.

    ─ No tengo ganas de discutir.

    ─ Yo no lo estoy haciendo ─dijo en tono amable.

    La mujer terminó de comer. El joven retiró la bandeja y la llevó a la cocina; acto seguido se levantó de la cama y fue a mirar por la ventana. La ciudad estaba resplandeciente. Los autos se veían diminutos desde el piso treinta. Un helicóptero rondaba la ciudad; el sonido del motor y la hélice hicieron retumbar la habitación. Desde la parte baja de la nave una luz iluminaba las calles. Deben estar buscando a alguien, pensó la mujer. Al instante el joven volvió a la pieza y alarmado le dijo a su madre que se acostara.

    ─ ¿Por qué tanto alboroto?

    ─ Tienes prohibido levantarte. Lo sabes muy bien ─le dijo molesto, acercándose a ella y llevándola a la cama.

    ─ Estoy sana ─respondió mientras se volvía a acostar.

    El joven agachó la cabeza y la movió en señal de desaprobación.

    ─ Soy una mujer fuerte.

    Después de haber perdido a su marido en un accidente, la mujer visitó una iglesia que quedaba cerca de su trabajo y al tiempo se hizo creyente. Al comienzo fue una dura batalla contra la incredulidad, aunque algunos buenos amigos ayudaron a que su fe no decayera. Estudios teológicos, reuniones en la iglesia y una permanente ayuda social, la mantuvieron activa alrededor de diez años, hasta que le diagnosticaron cáncer al esófago en etapa terminal. Nadie, ni su familia, ni su círculo de amigos más cercano se explicaban el porqué de esta inesperada enfermedad.

    ─ Las quimioterapias no han dado resultado.

    ─ Yo tengo otra opinión al respecto.

    ─ Mamá, no es que no quiera que te mejores ─dijo alterado─. Es más, es lo único que quiero. Necesito verte bien, espero el día en que te recuperes de verdad. Aunque no será por arte de magia.

    La mujer pensó una respuesta severa, pero prefirió callar, por lo que su hijo continuó.

    ─ Los médicos te han dado un diagnóstico y no hemos visto mejorías.

    ─ Tengo la convicción de que el examen que me hicieron la semana pasada será la evidencia que necesitas para convencerte.

    ─ ¿A qué te refieres? ¿Convencerme de qué? ─preguntó, mordiendo levemente su labio inferior.

    ─ Cuando lo vayamos a buscar, te sorprenderás.

    El joven pensó que su mamá estaba enloqueciendo. Trató de mantener la calma y aceptar su situación. Mal que mal, a nadie se le puede negar la fe, pensó.

    ─ Está bien mamá, está bien. Sólo quiero que sepas que me gustaría que visitáramos a otro especialista. En la universidad contacté a un médico muy bueno. Él puede indicarnos un tratamiento alternativo.

    ─ Los exámenes le darán la razón a esta mujer ─dijo ella mientras se acomodaba en la cama y se concentraba en la televisión que pasaba el noticiero de las nueve horas.El sonido del helicóptero se volvía a escuchar a lo lejos como una leve vibración que sacudía el aire.

    Capítulo 2

    El bar apenas había abierto sus puertas cuando el joven entró tambaleándose. Saludó a los meseros y al barman y se echó en el mesón. Su aspecto descuidado no pasaba desapercibido. Una vida vertiginosa y nocturna se reflejaba en su cuerpo delgado y trasnochado. El barman lo saludó con un apretón de manos.

    ─ Parece que no has dormido.

    ─ ¿Se nota? ─preguntó mientras dejaba la billetera sobre la mesa.

    ─ A cinco cuadras de aquí podría darme cuenta.

    El barman lo conocía hacía unos meses. Habían entablado conversaciones interesantes, especialmente cuando el bar cerraba. Ellos se quedaban dentro, fumando y escuchando música. El joven era músico y poeta (había publicado textos a través de una editorial independiente). Con su grupo de rock había tenido algunas presentaciones en el bar, que desafortunadamente terminaron en discusiones con el dueño. El barman sentía simpatía por el chico, que a veces le recordaba a su hijo, también músico, muerto en una pelea callejera.

    ─ ¿No tienes pensado volver a tocar?

    ─ La verdad no me interesa. ¿Sabes? ─preguntó con la mirada perdida en algún lugar ─, tu jefe es un bueno para nada. La última vez que tocamos se demoró una eternidad en pagarnos. Y se suponía que debía entregarnos el dinero una vez terminado el show.

    ─ Hace unos días también tuvo problemas con otro grupo.

    ─ Las mujeres y el alcohol le están pasando la cuenta.

    ─ ¿Qué vas a tomar?

    El joven pidió una cerveza individual que bebió hasta la mitad de un solo sorbo, mientras el barman atendía a una pareja que se ubicó en la esquina de la barra. El joven miró la televisión que transmitía un partido de futbol. No le interesaba el deporte, sin embargo, siempre que iba al Tren Nocturno terminaba viendo los partidos con los demás asistentes. Era una rutina que le hastiaba pero no sabía cómo liberarse de ella.

    Segundos más tarde su atención se concentró en la mujer que acaba de entrar: jeans, chaqueta de cuero y labios

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