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Genios de la Estrategia Militar Volumen XI
Genios de la Estrategia Militar Volumen XI
Genios de la Estrategia Militar Volumen XI
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Genios de la Estrategia Militar Volumen XI

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El segundo tomo de Creadores de la Estrategia Moderna enfatiza la la correlación geopolítica-estrategia nacional de defensa y seguridad, y dedica gran parte el contenido a analizar el fenómeno sociopolítico del crecimiento del nazismo, como parte de una estrategia integral de gobierno y expansión geopolítica a mediano y largo plazo. Este solo hecho es una poderosa razón para leer y evaluar esta recopilación de artículos especializados, escritos por especialistas del tema.

Con documentos probatorios los autores analizan la visión de Alfred Mahan en torno al poder marítimo, de Douhet en el poder aéreo de las naciones, la visión de Winston Churchill, George Clemencau y Lloyd George en los criterios del manejo civil de la defensa nacional y la conducción de las guerras, asi como los preceptos de guerra revolucionaria comunista de Lenin, Trotsky y Stalin.

Esta obra revisa igualmente, las visiones estratégicas y geopolíticas de todos los actores en las dos grandes guerras. Por su contenido analítico, este es un libro de obligatoria consulta para profesionales de todas las disciplinas sociales relacionadas con el tema, para líderes de equipos de trabajo en cualquier campo del quehacer humano, estrategas de publicidad o mercadeo, directores de campañas políticas, docentes de ciencias políticas o sociales y en general para lectores interesados en incrementar su cultura general. Documento sugerido 100% pues además es de fácil comprensión para legos y especialistas en el asunto.

LanguageEspañol
Release dateMay 12, 2018
ISBN9780463125434
Genios de la Estrategia Militar Volumen XI
Author

Harvey Deweerd

Los autores Harvey De Weerd, Hans Speier, Edward M. Earle, Irving Gibson, Derwent Whitlessey, margaret Tuttle Sprout, Alexander Kiralfy, y Edward Werner, fueron estudiosos de las ciencias políticas y militares de diversas nacionalidades que a comienzos durante la primera mitad del siglo XX dedicaron ingentes esfuerzos en la cuantificación y la cualificación de hechos de historia militar, guerras y estrategias empleadas en los conflictos bélicos, aplicados como principios científicos al devenir social, la defensa nacional y la historia de la humanidad.

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    Genios de la Estrategia Militar Volumen XI - Harvey Deweerd

    ÍNDICE

    De la Primera a la Segunda Guerra Mundial

    Churchill, Lloyd George, Clemenceau: La aparición del civil

    Ludendorff: El concepto Alemán de la Guerra Total

    Lenin, Trotsky y Stalin: Conceptos de Guerra Soviéticos

    Maginot y Liddell Hart. La Doctrina de la Defensa

    Haushofer: Los Geopolíticos

    Guerra en el Mar y en el Aire

    Mahan: Evangelista del Poder Naval

    Doctrinas Continentales del Poder Naval

    La Estrategia Naval Japonesa

    Douhet, Mitchell, Seversky: Teorías de la Guerra Aérea

    Epílogo Hitler: El Concepto Nazi de la Guerra

    SECCIÓN IV

    DE LA PRIMERA A LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

    CAPITULO XII

    CHURCHILL, LLOYD GEORGE, CLEMENCEAU: LA APARICIÓN DEL CIVIL

    Por Harvey A. De Weerd

    La forma democrática de gobierno y la filosofía de la vida, presentan problemas de responsabilidad, organización y control militar, que eran prácticamente inexistentes en la época de las monarquías. Para empezar, los mejores cerebros y los hombres más emprendedores de los Estados democráticos, rara vez se sienten atraídos por la profesión de las armas.

    Tocqueville, escribiendo sobre los Estados Unidos y refiriéndose a un etapa inicial de nuestra historia, observó que lo más caracterizado del país rehúye la profesión militar, porque esa profesión no es bien considerada, y la profesión no es bien considerada por que lo mejor del país ha dejado de tener interés en ella .

    Además, la separación de los poderes y el sistema de represión e igualdad tan importantes en impedir la posible aparición de un tirano, implicaban desventajas para la eficiente administración y exitosa conducción de la guerra que aumentaban a medida que las operaciones se tornaban más complejas.

    Es así como mientras los elementos civiles de los Estados democráticos rehuían en su gran mayoría la vida militar y solo en forma reluctante se interesaban por los problemas militares, que toda guerra importante en que se vieron envueltos trajo consigo dificultades tan grandes, y reveló defectos tan manifiestos en su administración de guerra, que generalmente acompañaron o siguieran a esos esfuerzos militares reformas de carácter absoluto .

    En una democracia, la responsabilidad fundamental del elemento civil en cuanto a supervisión de los asuntos militares, descansaba, como lo puntualizaron Madison y otros pensadores norteamericanos de épocas pasadas, en la obligación primordial del gobierno de proteger al Estado .

    El control civil en los asuntos militares de una democracia no podía ser abdicado sin poner finalmente en peligro la soberanía del pueblo. La evolución gradual del control de la política militar de los Estados Unidos por el Congreso, que viene realizándose desde la ratificación de la Constitución hasta la aprobación de la Ley de Defensa Nacional de 1916, señala sin embargo, lo poco dispuesto que el gobierno nacional estuvo, para actuar con la autoridad y responsabilidad involucradas en la facultad constitucional de crear y mantener ejércitos, acordada por el Congreso .

    De tener los elementos civiles que controlar la política militar, esto implicaría una responsabilidad ineludible de tener que extenderse más allá del simple apoyo financiero y legislativo, para controlar o participar, en forma más o menos directa, en las operaciones militares mismas.

    Así las cosas, el civil se inmiscuiría en la tradicional esfera de acción del soldado profesional y crearía de este modo un vasto campo de controversias y de fricción de carácter civil-militar. De no ser las consideraciones políticas, por sí mismas, lo suficientemente poderosas como para obligar una creciente participación civil en los asuntos militares, actuarían otros factores tales como la orientación técnica, capaces de lograr los mismos fines.

    Oswald Spengler observó que la técnica de guerra seguía en forma vacilante el progreso de la habilidad de los artesanos hasta el comienzo de los tiempos modernos, cuando súbitamente obligó a, poner a su disposición todas las posibilidades mecánicas. Veía una estrecha relación en el hecho de que la pólvora y la imprenta entraran a emplearse casi al mismo tiempo; de que la reforma contemplara los primeros volantes y cañones de campaña; y de que la primera lluvia de folletos políticos tuviera lugar casi al mismo tiempo que la gran concentración de fuego de artillería en Valmy .

    Una relación aún más íntima entre la guerra y los perfeccionamientos técnicos siguió a la revolución industrial, que hizo posible vestir, armar y aprovisionar las masas de los ejércitos inspirados por la revolución francesa. La fabricación de maquinarias hizo posible la existencia de esos ejércitos; el ferrocarril les dio movilidad en un grado hasta entonces inconcebible. Según un observador Su fomento produjo una revolución, pero muy grande, en la base física del manejo de los ejércitos: de un alcance no menor del que en el mar trajo aparejado, la substitución de la vela por el vapor" .

    "Esta revolución mecánica se hizo sentir en la guerra de Italia del año 1859, pero indiscutiblemente se puso en evidencia en 1862, cuando tuvo lugar la hazaña de Haupt al ordenar el traslado por ferrocarril de dos cuerpos de ejército desde el Potomac hasta Nashville; traslado que se realizó en una semana. En el año 1870 los ferrocarriles permitieron al mayor de los Moltke desplegar 400.000 hombres sobre la frontera francesa en el término de 16 días, y al Moltke más joven, concentrar en 1914 cuatro veces ese número de tropas dentro del mismo espacio de tiempo .

    Aunque la creciente relación de dependencia entre las funciones militares e indus-triales no se evidenció de inmediato, los siglos diecinueve y veinte fueron testigos de una creciente participación de los elementos civiles de la sociedad en la preparación y conducción de la guerra. Fue una previsión de este desenvolvimiento lo que llevó a Engels a preguntar: ¿Quién llevó al ejército las victorias de la revolución francesa? No fueron los generales; sino el poder civil .

    El profesor Wright ha dividido la historia de la guerra del siguiente modo, en una serie de períodos razonables: a) La adopción de las armas de fuego (1450-1648); b) El período de los ejércitos profesionales y de las guerras de dinastías (1648-1789); c) La capitalización de la guerra (1789-1914); d) La totalitarización de la guerra (1914-1942) .

    Durante los dos últimos períodos hubo una orientación definida hacia la mecanización de la guerra, hacia el aumento en grandor de los ejércitos, hacia la militarización de la población, hacia la nacionalización del esfuerzo de guerra, y hacia la intensificación de las operaciones militares .

    A pesar de que la conducción de la guerra en tiempos pasados fue principalmente incumbencia de almirantes y generales, el problema de orientar todos los recursos de una nación hacia un objetivo definido, era demasiado vasto para ser manejado eficientemente por una sola clase de líderes. Se había convertido en la responsabilidad de todo el pueblo y del gobierno .

    Así todo, la falta de interés de los líderes civiles en cuanto a asuntos militares, juntamente con una amplia apreciación de que la paz constituía la situación permanente y normal de la sociedad, hicieron que los elementos civiles estuvieran mal preparados para asumir en la guerra el papel activo y creciente, que el progreso técnico e industrial hacían inevitable.

    Dado que la capacidad de hacer la guerra está íntimamente ligada con la naturaleza misma del gobierno, era inevitable que los países democráticos, con métodos de control descuidados y una menor organización centralizada sufrieran desventajas cuando se veían incitados a luchar contra países más estrechamente organizados pero menos democráticos.

    La filosofía de paz que propugnaban algunas de las democracias se opuso a la adopción de medidas que les hubiera permitido movilizar y orientar sus esfuerzos militares siguiendo el camino que señalaban la tecnología progresista y las condiciones modernas.

    A eso se debe que mientras muchos Estados continentales europeos estructuraban sus organismos principales para dirigir la actividad militar siguiendo el modelo del Estado Mayor General prusiano-alemán, Gran Bretaña y los Estados Unidos retardaran hasta el siglo veinte la implantación de un sistema semejante de control y planificación militar.

    El temor del establecimiento de un organismo así, que hacía probable comprometerlos en preparativos específicos de guerra ─de ahí que creyeran en la guerra─, influyó en impedir una más pronta adopción del sistema de Estado Mayor General a pesar de sus evidentes ventajas .

    De este modo ni en Gran Bretaña ni en los Estados Unidos existía una organización que planificara y coordinara la acción militar y que gozara de algo parecido al prestigio de los antecedentes históricos o autoridad del Gran Estado Mayor General alemán.

    En muchos aspectos, la Guerra de Secesión fue un anticipo de la Gran Guerra de 1914 a 1918. Vio el empleo de ejércitos en masa, de ferrocarriles, telégrafos, buques blindados, artillería sobre vías férreas, globos, cañones Gatling, fusiles de repetición, trincheras y defensas de alambradas de púa. En cierto sentido, la Guerra de Secesión fue la primera guerra moderna del material.

    Las industrias del Norte superaron mucho en importancia y características militares a las del sur. Máquinas tales como la segadora mecánica que dejó libres para el servicio militar a los agricultores y al mismo tiempo permitían a Estados del Norte apoderarse de los mercados de granos de Europa, fueron factores de considerable importancia en el resultado final de la guerra.

    El rápido desarrollo de la potencia de fuego de las armas modernas abrigaba la esperanza de llevar a los soldados a ocupar trincheras . A menos que se obtuvieran decisiones en las etapas iniciales de la guerra, se llegaría fatalmente a una lucha de agotamiento. Estas enseñanzas se vieron reforzadas por la Guerra de los Boers y la Guerra Ruso-Japonesa.

    En 1914 los planes militares de los Estados Mayores Generales europeos contemplaban, sin embargo, una guerra de movimiento tradicional en la que la maniobra llevaría el conflicto a una decisión. Con la sola excepción de Lord Kitchener, los dirigentes profesionales compartían unánimemente en su creencia, la idea de que la guerra terminaría en una cuestión de meses. Este punto de vista persistió hasta después de la Batalla del Marne (septiembre 6 al 9 de 1914), a la que siguió en el Oeste el recurso de la guerra de trincheras. Para principios de 1915 la línea de trincheras se extendía desde el mar hasta Suiza. Esto llevó a los beligerantes a una situación en la que no existían flancos que pudieran girar de la manera convencional y en la que una guerra de movimiento resultaba imposible.

    Las trincheras, protegidas por ametralladoras y artillería, fueron muy pronto rodeadas por franjas de alambradas de púa, que tenían que ser destruidas mediante un prolongado bombardeo de artillería, y eliminaban el factor sorpresa. Con la sorpresa y el movimiento eliminados en el Frente Occidental, se llegó a una guerra de posiciones en la que las únicas alternativas eran el desgaste y el costoso recurso del ataque frontal .

    II

    En 1915 el material pasó a ser el factor decisivo de la guerra. Las exigencias de la guerra de trincheras en toda clase de equipos y abastecimientos militares excedieron todas las expectativas anteriores. No tardó en resultar evidente que en semejante lucha los líderes militares profesionales no podían organizar y distribuir los recursos nacionales en forma eficiente . Se requería una cooperación entre los líderes tanto militares como civiles en un grado hasta entonces nunca alcanzado en la guerra. Por tratarse de una guerra de coaliciones que se desarrollaba en vastos teatros de operaciones, requería también para su dirección el concurso de la mente y de las energías civiles.

    Con el riesgo de incurrir en una exagerada simplificación, puede decirse que la guerra de 1914 a 1918 presentó dos problemas de solución difícil. Uno consistió en cómo prepararse eficientemente para una guerra de material, El otro en cómo coordinar el esfuerzo militar en una guerra de colación moderna. Ambas a dos y por la naturaleza de las cosas, estas tareas podían ser cumplidas más eficaz y rápidamente, más bien por el elemento civil del Estado que por el militar.

    Ni siquiera una monarquía como la del imperio alemán encontró que no podía hacer la guerra de 1914 a 1918 sin la ayuda de importantes elementos civiles. El Dr.

    Walther Rathenau debe contarse entre los primeros civiles de Alemania que previeron todas las complicaciones que reportaría la guerra de trincheras y la lucha por el material que sobrevinieron.

    Director de la Electrochemische Werke, de la Allgemeine Elektmzitáts-Gesettschaft y otras cien firmas, había intervenido en el establecimiento de grandes empresas en muchas partes del mundo. Su conocimiento de los procesos de fabricación y sus amplias relaciones con países y gente fuera de Alemania le proporcionaron una perspectiva infinitamente más amplia que la del oficial medio de Estado Mayor.

    Se percató de que en su esencia la guerra era en realidad una gigantesca empresa de movilidad, de abastecimiento, de alimentación y de cuidado de una multitud de hombres dedicados a una obra más bien destructiva que constructiva. La guerra moderna desgastaba el material mucha más rápidamente que las guerras anteriores.

    Cuando la Batalla del Mame echó por tierra las esperanzas de Alemania de obtener una rápida victoria en el oeste, Rathenau vio la necesidad de conservar y organizar sus materias primas para la lucha más larga en perspectiva. Como lo expresara el profesor Shotwell:

    En lugar de tropas en marcha y del choque de ejércitos en el campo de batalla, tuvo una visión de altas chimeneas despidiendo humo y de resplandecientes hornos de fundición iluminando el cielo todo a lo largo desde Berlín hasta el Rin. Esto tal como él lo veía, era el elemento vital en la guerra moderna .

    Rathenau no fue el único industrial o economista que alcanzó a ver las palabras bíblicas escritas en la pared. Se sabe que a principios de 1914, Arthur Dix envió a Moltke un memorándum insistiendo sobre la necesidad de disponer de un Estado Mayor General Económico. Se dice que Moltke le contestó: No me moleste con la economía, estoy ocupado dirigiendo la guerra .

    Rathenau tuvo más éxito con el general Falkenhayn, quien era ministro de guerra en 1914 y pasó a ser sucesor de Moltke después de la derrota del Marne. Consiguió convencer a Falkenhayn de que una movilización total y un empleo sistemático de las materias primas alemanas eran requisitos previos para una feliz continuación de la guerra. A fines de 1914 estableció una organización denominada la Kriegsrohstoff-Abteilung con un primer directorio, integrado por tres personas, y la labor de su repartición se volvió tan importante que en 1918 era la mayor dependencia del ministerio de guerra . Su obra, juntamente con la del Dr. Fritz Haber, cuyo talento en química y en ingeniería permitió a Alemania poder hacer frente a sus necesidades en altos explosivos una vez cortadas las importaciones de nitratos chilenos por el bloqueo británico, fueron factores en extremo importantes en la resistencia contra una coalición suma -

    mente superior en recursos y potencial humano, con que Alemania contó durante cuatro años. Así todo, la producción de la industria de Alemania entre 1914 y 1918 fue descorazonadora para Rathenau, y no pudo impedir el derrumbe de ese país.

    La enseñanza evidente a ser deducida de la derrota alemana fue que para una futura guerra de revancha se requeriría un control más completo de todas las industrias y recursos, incluyendo el potencial humano.

    La economía de guerra fue celosamente estudiada en la Alemania de posguerra, y aún antes de la terminación de la guerra Rathenau vio que eran inminentes grandes cambios en la estructura social económica de Alemania .

    Estos cambios tendían hacia el socialismo en la paz y la autarquía militar en la guerra. Las enseñanzas de la Primera Guerra Mundial fueron reunidas en el Estado Mayor General Económico creado y presidido por el general George Thomas, y fueron los verdaderos y principales motivos del famoso Plan de los Cuatro Años de Göering .

    En Gran Bretaña ciertos hombres como sir David Lloyd George y Winston Churchill lucharon por resolver los problemas militares, industriales y políticos que involucraba la guerra de material de 1914 a 1918.

    Actuaban en una democracia parlamentaria, sometida a las restricciones y desventajas inherentes a ese sistema de administración de guerra. En consecuencia, su contribución al pensamiento y conducción de la guerra merece ser tratada con un detalle algo mayor que la de Rathenau.

    En cuanto a guerra, Lloyd George carecía de ilustración y experiencia: su vida había sido dedicada enteramente a los problemas sociales, legales y políticos. Mr. Churchill había pasado por un breve período de adiestramiento en Sandhurst y había prestado servicios en la India; y eso lo condujo a abrazar la profesión de corresponsal de guerra, historiador y político.

    Durante la Guerra con los Boers, Lloyd George se había destacado como crítico del imperialismo, y después de esa guerra su pasión por la legislación social lo llevó a oponerse a todo presupuesto militar y naval abultado .

    Churchill, por el contrario, se vio directamente relacionado con los asuntos navales después de 1911 y se sintió con títulos suficientes para escribir un memorándum que dirigido al Consejo de Defensa Imperial, trataba el probable desarrollo de una invasión alemana a Francia en el momento de la crisis de Agadir .

    Ambos hombres se vieron envueltos en los acontecimientos de 1914 a 1918 a través de sus cargos oficiales. En 1914, Lloyd George fue Canciller del Exchequer (Ministro de Hacienda) y Churchill Primer Lord del Almirantazgo.

    Cuando en 1914 estalló la guerra, Churchill interpretó sus funciones de Primer Lord del Almirantazgo en la forma más amplia posible. Escribió al respecto: Acepté toda la responsabilidad en cuanto a lograr resultados exitosos, y en tal sentido ejercí una atenta supervisión general sobre todo lo que se hacía o se proponía hacer. Más aún, reclamé y ejercí un poder ilimitado de sugestión e iniciativa de todo orden, sujeto únicamente a la aprobación y acuerdo del Primer Lord del Mar en lo concerniente a toda orden operativa .

    La disposición de Churchill para aceptar responsabilidades, su rapidez de percepción, y su brillante oratoria, lo hacía moverse entre sus más calmosos colegas de gabinete, como una pantera entre focas. Su cargo lo puso enseguida en contacto íntimo con todas las fases de la guerra. No satisfecho con controlar los mares, se aventuró también en los dominios de la estrategia militar.

    El 5 de septiembre de 1914, envió un memorándum a Lord Kitchener sugiriéndole el traslado de dos cuerpos de ejército ruso de Arcángel a Ostende para atacar las comunicaciones alemanas . Tomó parte personalmente en la defensa de Amberes y urgió la necesidad de un plan para conseguir países aliados en los Balcanes . De ese modo, un civil emprendedor, jefe de uno de los ministerios del gobierno, pasó a ser en cierto sentido, un Estado Mayor General voluntario.

    Tanto Churchill como Lloyd George reconocieron el significado del estancamiento en las trincheras de Francia de 1915, pero dedujeron de ello conclusiones ligeramente divergentes. Para Churchill el problema se resolvería por sí mismo mediante el restablecimiento de la maniobra. La ametralladora atrincherada presentaba un problema mecánico frente al cual las doctrinas militares existentes resultaban anticuadas. En tal sentido, escribió:

    Las batallas se ganan con la matanza y la maniobra. Cuanto más hábil es el general, tanto más contribuye en el éxito de la maniobra, y tanto menos exige en matanzas. La teoría que ha exaltado llevando al primer plano a la Battaille d'usure o sea La batalla de agotamiento", es contradicha por la historia y sería rechazada por los grandes capitanes del pasado.

    Casi todas las batallas que son consideradas como obras maestras en el arte militar y de las cuales han derivado la formación de Estados y la fama de los comandantes, han sido batallas da maniobras en las que el enemigo muv a menudo se ha sentido vencido por algún novel recurso o invento, o por alguna embestida o estratagema extraña, rápida e inesperada.

    En muchas de tales batallas, fas pérdidas de los vencedores han sido pequeñas. Para la formación de un gran comandante se requiere no solamente un sólido sentido común y poder de raciocinio, no solamente imaginación, sino también un elemento de prestidigitación; un golpe original y siniestro que deje al enemigo tanto perplejo, como vencido. La razón por la cual la profesión militar está tan bien considerada es debido a que se atribuye a sus líderes militares la posesión de esos dones que les permiten asegurar la victoria y salvar vidas. De no ser su arte más que un procedimiento pesado de lucha de vida y de recuento de sobrevivientes al final, ocuparían los militares un lugar mucho más bajo dentro de la estimación humana...

    El peligro mecánico (el torpedo y la ametralladora) debe ser vencido por un medio mecánico. Una vez logrado, tanto la flota más poderosa como los ejércitos más poderosos, recuperarán sus propiedades ofensivas normales. Hasta tanto eso ocurra, ambos lucharán en vano y todos padecerán .

    Churchill arribó a la conclusión de que la solución del problema residía en interponer una delgada protección de acero entre el buque y el torpedo y entre el pecho del soldado y el proyectil de la ametralladora. Buscó salir del punto muerto existente en Francia, estableciendo nuevos teatros de operaciones en el cercano Oriente y en los Balcanes. Lloyd George no se preocupó por los aspectos militares de la guerra hasta que hubo terminado con las medidas financieras requeridas por la transición del estado de paz al de guerra. Recién entonces su mente activa comenzó a explorar en la organización militar y en el programa que su ministerio estaba financiando. Lo que descubrió lo llevó a tomar una parte cada vez más directa en la preparación y finalmente en la dirección de la guerra misma.

    La guerra se le presentó como una lucha por el material, y a su entender el sistema de abastecimiento del ministerio de guerra se veía obstruido por los tradicionales métodos reaccionarios. Al estallar la guerra se encontró con que toda cuestión de abastecimiento del ejército británico, hasta llegar a los contratos de sastrería, estaban celosamente llevados por el ministerio de guerra .

    Lord Frech, el primer comandante de la Fuerza Expedicionaria Británica, y Haig, su sucesor, eran oficiales de caballería: Kitchener era un oficial de ingenieros. Tuvo la sensación de que ninguno de estos generales o muy pocos en Europa, habían previsto por análogas razones, la magnitud de las necesidades en abastecimientos que exigía la guerra de trincheras . Tardaron en reconocer los cambios que las nuevas armas y los nuevos métodos hicieron inevitables. Al principio rechazaron los pedidos de granadas de alto explosivo a cambio de las granadas comunes shrapnel.

    Lloyd George no culpó al ministerio de guerra por carecer de la adecuada previsión en cuanto a munición y equipo para las numerosas fuerzas que se vio eran necesarias para seguir la guerra, pero sí lo acusó de "torpeza mental por no estar al día con los adelantos modernos en materia de munición y de maquinarias para la producción de municiones .

    Lo hizo responsable de no haberse dado cuenta de que la guerra en el siglo veinte sería en gran parte una lucha entre químicos y fabricantes. Cuando en octubre de 1914 insistió en que debía aumentarse la capacidad de producción de las fábricas de armamentos existentes, el director general de armamentos rehusó emplear los fondos a su disposición, basándose en que las firmas en cuestión no habían solicitado ayuda .

    El ministerio de guerra conservaba su creencia de la época de preguerra: que solo los arsenales y unas cuantas firmas con experiencia eran capaces de producir buenos equipos militares.

    En un memorándum de fecha 22 de febrero de 1915, Lloyd George hizo notar que la gran esperanza de la causa aliada tenía por base su superioridad en recursos industriales . De ser esos recursos rápida y totalmente empleados y llevados a coordinar el esfuerzo militar de los aliados, la victoria sobre las potencias centrales estaba asegurada. Hizo resaltar repetidamente la necesidad de movilizar todos los recursos industriales para la producción de" guerra.

    A todas sus sugestiones tendientes a mejorar el problema de las municiones se le opusieron un sin fin de objeciones y obstáculos militares. Ese estado de cosas continuó hasta que la controversia de los Dardanelos produjo en 1915.un sacudimiento político cuyo resultado fue la creación de un ministerio de municiones con Lloyd George a su cabeza.

    Las ideas de Churchill sobre el estancamiento de la guerra de trincheras y la falta de coordinación entre los aliados, fueron condensadas en un memorándum al primer ministro, de fecha 24 de diciembre de 1914. Escribió, así:

    ... Creo es bastante posible de que en el teatro de operaciones occidental ninguno de los bandos dispondrá de la fuerza suficiente para penetrar en las líneas del otro... Sin pretender que esto pueda crear una realidad, mi impresión es que la posición de ambos ejércitos no es probable que experimente un cambio decisivo cualquiera, aunque no hay duda de que varios cientos de miles de hombres serán sacrificados para satisfacer en este asunto el punto precisamente militar

    "En el supuesto de que estas apreciaciones sean correctas, surge el interrogante de ¿cómo deberemos nosotros emplear nuestro creciente poderío militar? ¿No hay otras alternativas que las de enviar nuestros ejércitos a roer alambradas en Flandes? Además, ¿no puede llevarse el poder de la marina de guerra a presionar más directamente sobre el enemigo? De ser imposible o por demás costoso atravesar las líneas alemanas en los frentes actuales, ¿no debiéramos atacarlo en nuevas fronteras a medida que fuéramos disponiendo de nuevas fuerzas, y permitir que los rusos hicieran otro tanto?

    ... Los aliados actúan casi independientemente. Se podría ahora trazar planes, para ser ejecutados en abril y mayo, que ofrecerían buenas perspectivas de llevar a la guerra a una etapa decisiva tanto en tierra como en el mar. No debiéramos dejarnos estar

    Debiéramos considerar ahora, mientras hay tiempo, el alcance y carácter que deseamos dar a la guerra para principios del verano. Debiéramos concertar nuestra acción con nuestros aliados, y particularmente con Rusia. Debiéramos trazar un plan para una ofensiva continuada y progresiva, y estar preparados para esta nueva alternativa cuando los ataques frontales directos contra las líneas alemanas en Francia y Bélgica hayan fracasado si es que tal cosa ocurre, lo que creo sucederá.... .

    Cuando ninguna otra alternativa inmediata parecía existir cerca, Churchill encomendó a la marina de guerra la realización de un ataque a los Dardanelos, que el 18 de marzo de 1915 condujo a un costoso revés naval, y finalmente a una sangrienta e infructuosa tentativa por parte del ejército de apoderarse de la península de Calípoli. Este fracaso dio pie a una acalorada controversia acerca de la dependencia de relaciones entre el Primer Lord del almirantazgo y su asesor profesional. El cargo en general consistía en que Churchill había hecho caso omiso de la opinión del almirante Lord John Fischer, Primer Lord del Mar, quien renunció a su cargo en protesta por las pérdidas sufridas en los Dardanelos.

    Todo el problema de cómo introducir el pensamiento civil en la esfera militar quedó circunscrito a las relaciones entre dirigentes civiles del gobierno y sus asesores militares profesionales. El sistema de la responsabilidad de los civiles con pleno control militar de las operaciones en los resultados militares a que en estas se llegara, obraba solamente cuando los asesores militares eran técnicamente competentes y estaban al día con los conocimientos de la época.

    El sistema fallaba y era seguido de serias controversias cuando estos asesores, basándose en estrechos razonamientos profesionales, se negaban a reconocer las enormes potencialidades de la ciencia y de la industria, y se aferraban a un programa estratégico que eran incapaces de defender en debates con los políticos más avezados .

    III

    El desastre de los Dardanelos le costó a Churchill su posición de Primer Lord del Al-

    mirantazgo, y durante un tiempo quedó relegado a un puesto sinecura, el de Canciller del Ducado de Lancaster. Así todo antes de dejar el Almirantazgo tuvo que poner en ejecución un proyecto que había de producir la innovación táctica más importante de la guerra: la creación del tanque.

    Mediante fondos del almirantazgo, había ordenado la construcción de un tractor oruga, con coraza, armado con ametralladoras y destinado a atravesar el terreno quebrado del campo de batalla. En un memorándum dirigido a Lord French el 3 de diciembre de 1915, trató el empleo de dicho vehículo . El primer tanque tuvo todos los inconvenientes de una nueva invención, pero con el tiempo produjo una revolución en la táctica.

    De ahí que a pesar de la importancia de los servicios prestados por Churchill como ministro de municiones de 1916 a 1918, el tanque y todo lo que de él resultó, debe ser considerado como su mayor contribución a la historia militar de ese período.

    Mucha gente intervino en el perfeccionamiento del tanque; pero es evidente que el principal motivo para el empleo de esa máquina, que en este caso es el motor a combustión interna y estuvo llamado a vencer los impedimentos del terreno en los campos de batalla de 1914 a 1918, provino de la mente de un civil.

    Durante los años de la guerra, Churchill escribió a los líderes militares y políticos de Gran Bretaña innumerables memorándums en los que demostraba poseer una comprensión poco común de los problemas estratégicos y una notable visión en cuanto a los futuros acontecimientos. En 1917, por ejemplo, hizo una apreciación sobre las limitaciones y posibilidades de los aviones militares demasiado extensa para -ser citada aquí, que puso de manifiesto una visión profética del empleo futuro de esa arma .

    Años más tarde y con mirada retrospectiva, Churchill, desde la destacada posición de 10 Downing Street (Ministerio de Relaciones Exteriores) y en medio de una guerra más llena de sorpresas militares y de problemas que la del 1914 a 1918, recapituló su experiencia en el campo de la administración militar con las siguientes palabras: La guerra moderna es total, y para su conducción es necesario que las autoridades técnicas y profesionales sean apoyadas, y si es necesario, dirigidas por los jefes del gobierno, quienes tienen la capacidad de poder abarcar no solamente a las fuerzas militares, sino también a las políticas y económicas en acción, y quienes tienen además el poder que permite concentrarlas para la obtención del fin perseguido .

    Una vez tomada la decisión de atacar a los Dardanelos en 1915, Lloyd George lo apoyó con toda su energía, y no porque pensara que era la región más promisoria para una acción militar aliada, sino porque evitaba se cometiera el error de atacar al enemigo en su punto más fuerte. Se opuso a las ofensivas en el Frente Occidental basado en que los aliados no disponían de poder suficiente para tener éxito en tales acciones. El fracaso aliado de so correr a Serbia en 1915, aumentó sus dudas acerca de la capacidad de Kitchener en la esfera estratégica.

    Como ministro de municiones en 1915, tuvo la sensación de que los planes elaborados en el ministerio de guerra para la organización y armamento de las nuevas divisiones eran totalmente inadecuados. En consecuencia, se abocó a la tarea de proveer cañones en la proporción de un 25 por ciento mayor que lo estimado por el ministerio de guerra, y proyectó que con esa mayor proporción de equipo fueran armadas 100 divisiones en lugar de las 70 que figuraban en el programa del ministerio de guerra .

    Cuando Lord Kitchener estableció que el número de ametralladoras requeridas por cada batallón era de 2, Lloyd George le dijo a Geddes: eleve ase número al cuadrado, multiplique el resultado por dos y cuando tenga eso a la vista, duplíquelo para que tengamos buena suerte . También intervino en la práctica normal de la adopción de un tipo de armas para el ejército, ordenando la provisión de 1000 morteros Stokes, a pesar de la oposición del ministerio de guerra.

    Vemos así como dos líderes civiles, tanto Churchill como Lloyd George, presionando sobre una institución militar recalcitrante la obligaron a modificar su sistema doctrinario mediante una verdadera afluencia de armas nuevas. Lloyd George insistió repetidas veces en la necesidad de coordinar la acción militar interaliada. A este respecto escribió después de la guerra: "La verdadera debilidad de la estrategia aliada residió en que esta nunca existió. En lugar de una gran guerra con un frente unido, existieron por lo menos seis guerras separadas y distintas, cada una de ellas con una estrategia distinta e independiente.

    Hubo cierta intención en regular el tiempo para asestar los golpes desesperados con una simultaneidad más bien aproximativa. El calendario constituyó la única base en la estrategia interaliada... No existía una verdadera unidad de concepción, de coordinación de esfuerzo o de agrupación de recursos, realizada de manera tal que permitiera asestar al enemigo los golpes más fuertes en su punto más débil.

    Para ello había que dirigir tantos ejércitos de distintas nacionalidades, cada uno de ellos con su propia estrategia y sus propios recursos. No existía noción en cuanto a la distribución de hombres, cañones o munición en forma tal de que produjeran el mayor de los resultados con los recursos aliados disponibles tomados en conjunto.

    No se realizó un verdadero esfuerzo para juntar los cerebros con miras a estudiar la situación en todos los vastos campos de batalla y decidir dónde y cómo podían asestarse al enemigo los golpes de mayor efecto. Antes de 1917, ningún general que actuaba en el Frente Este había tomado contacto siquiera una vez, con un líder militar importante del Oeste. Las conferencias de dos días de duración de los grandes Generales que tuvieron lugar hacia fines de cada otoño para determinar la campaña a seguir el año siguiente, resultaban ser reuniones de apretones de manos y nada más.

    Todos ellos concurrían a la conferencia con sus planes en el bolsillo. Nada había para discutir. Era imprescindible crear un organismo que estableciera un pensamiento común..." .

    Los esfuerzos realizados para unificar el comando o colocar los comandos británicos bajo el control francés para las operaciones específicas, tuvieron que hacer frente, así todo, a la decidida oposición del Jefe del Estado Mayor General Imperial y del Comandante en Jefe británico en Francia. Esta controversia, que corría paralelamente con la disputa Lloyd George-Haig-Robertson respecto del control estratégico de la guerra imperial, empeoro aún más las relaciones entre el primer ministro y el alto comando. Los Generales consideraban que cualquier tentativa de establecer un comando único era una maniobra oculta para disminuir su propia autoridad.

    Pudieron impedir su implantación apelando a los sentimientos nacionales y aún a fundamentos constitucionales. Finalmente, el desastre de marzo de 1918 obligó a la adopción del comando único en Francia Los líderes profesionales militares se opusieron a muchas de las sugestiones de Lloyd George con el argumento aplastante de que lo que proponía era técnicamente imposible. La adopción del sistema de convoyes para la protección antisubmarina fue un ejemplo. A ese respecto escribió:

    "Las dificultades experimentadas por el gabinete de guerra en abordar este problema son inherentes a todas las operaciones de guerra, cuando la opinión de los civiles choca con la de los expertos. La ciencia y estrategia navales son asuntos muy fuera del alcance de los profanos y la aureola de autoridad resplandecía sobre los dirigentes del Alto Comando Naval. Cada vez que yo insistía en la adopción del sistema de convoyes, me encontraba, como lo he expresado, con el indiscutible razonamiento de que los expertos del Almirantazgo sabían por razones técnicas que ello era imposible. Eso, por supuesto, era un argumento muy difícil de rebatir.

    "Una insistencia por su parte de unas pocas semanas más en su negativa de escuchar el consejo de los de afuera, habría significado una ruina irreparable para los aliados... No fue la primera vez en esta guerra que se aprendía la lección forzadamenteque ninguna gran empresa

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