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Yo Mujer
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Yo Mujer

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About this ebook

Este libro es una denuncia en contra del hombre latino machista. Es un grito de libertad!


Es un enfrentamiento al moustro, ese moustro que nos va cercando dia a dia nuestra libertad de expresin, nuestra voluntad, hasta convertirnos en su esclava.


Ese imbecil sin sentido que nos obliga a aceptar por medio del abuso fisico y verbal.


Es una narracin de cmo ese hombre que amamos, que lo convertimos en padre de nuestros hijos, se ye asfixiado por las responsabilidades de los hijos.


Ese hombre que ye amenazada sus ganas de vivir y para lograr esa doble vida tan anhelada, somete a esa esposa fiel y abnegada, que lo ama, golpeandole lo mas bello que ella tiene: Su Dignidad de Mujer.


Este libro te va ayudar a enfrentar al moustro, que te devuelva tu lugar, te va a ensear lo que es el amor verdadero a los hijos, ya que por ese mismo amor esta mujer con su auto estima pisoteada y su dignidad en el suelo, aprende a recupera ambas, para volver a ser Ella, Ella Mujer.


Hago mis campanas personales por todas partes, tanto en el supermercado como en mi trabajo a esas Mujeres Latinas cuya tristeza en sus ojos delatan el abuso y la sumisin y me doy cuenta que tienen su auto estima en el suelo y es entonces que me aproximo a inyectarles mi punto de vista, tratando de llegar a sus corazones, invitandolas a que salgan de ese yugo opresivo en el que han estado.


Espero que el mensaje de este libro pueda llegar a esas mujeres que estan, como Eclipse estuvo, que pueda romper ese circulo vicioso de violencia en contra de nuestras Mujeres Latinoamericanas.

LanguageEspañol
PublisherAuthorHouse
Release dateAug 5, 2008
ISBN9781434379900
Yo Mujer
Author

PALMIRA MONCADA-WASSERMANN

Nacî un 25 de Mayo de 1957 en la ciudad de Managua, Nicaragua, como   tercera de nueve hermanos. Madre de cuatro hijos, madrastra de dos que la vida me regaló. Abuela de trece nietos de los cuales cuatro están en Costa Rica y nueve en California. Emigro a los Estados Unidos a mis treinta años. En 1991, obtengo mi certificado como Manager en Pequeños Negocios. En 1996 me divorcio, quedando con la custodia de mis cuatro hijos. En el 2002, me gradúo de mi educación general en San Bernardino Valley College. En el 2003, adquiero mi certificado en conocimiento de Procesador de Préstamos. En el 2004, obtengo mi certificado como Sicóloga de Trabajo Social. En el 2005, adquiero mi certificado como Paralegal. En el 2009 como sobreviviente de la Violencia Doméstica, publico mi libro “Yo Mujer”. Actualmente trabajo como Asistente del Administrador, en un centro de diálisis en Yucaipa, California. He donado mi libro a la mayorîa de refugios de mujeres abusadas del Inland Empire, y estoy luchando para que me acepten como voluntaria en el programa del gobierno Alternative Domestic Violence (ADV) de Riverside County.

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    Book preview

    Yo Mujer - PALMIRA MONCADA-WASSERMANN

    © 2009 Palmira Moncada-Wassermann. All rights reserved.

    No part of this book may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted by any means without the written permission of the author.

    First published by AuthorHouse 2/17/2009

    ISBN: 978-1-4343-7990-0 (e)

    ISBN: 978-1-4343-7991-7 (sc)

    Library of Congress Control Number: 2008903713

    A MIS HIJOS, CON AMOR

    AGRADECIMIENTO

    Agradezco a Dios infinitamente porque ha sido el único en darme el conocimiento para la realización de este acto; mi sueño, mi gran sueño: escribir un libro.

    También agradezco el empuje, colaboración y asesoría a la Doctora en Matemáticas de Claremont College, señora Asuman Aksoy.

    Asimismo agradezco a la escritora y profesora de gobierno de la misma universidad, señora Judith Merkle Riley, quien con su dedicación e inspiración en su trabajo, me dio el ejemplo para la iniciación de mi libro.

    De la misma manera agradezco la correccion de mi obra, a mi hermana

    del Alma Doctora Mayra Azucena Moncada Flores, de la cual

    me siento inmensamente orgullosa, al igual que toda mi

    familia.

    A ELLAS MIL GRACIAS.

    DEDICADO A

    Todas las mujeres de mi bella Latinoamérica, especialmente a las de Nicaragua; tierra que me vio nacer y crecer; mujeres que en algún momento de la vida han sido pisoteadas, ultrajadas y humilladas por el odioso machismo del hombre latino.

    Que este libro pueda llevar a ellas ese mensaje, que sepan que en la vida todo se puede lograr si se tiene fe en Dios, primero, y en una misma, después.

    PROLOGO

    Hoy 1 de agosto de 1991, a las 8:30 minutos de la noche, bajo un verano acariciante en la ciudad de Rialto, California, de los Estados Unidos de América, doy inicio a la realización de mi libro que durante diez años de mi vida han venido inquietando el iniciarlo.

    No ha sido fácil comenzar este día ya que he sido presa de la indecisión debido al trauma sufrido todos estos años, pero me he decidido y me he dicho que si no comienzo hoy, no tengo cuándo porque no creo en el ayer, sino en el día que vivo y en mi mañana, además tengo muchas vivencias para la realización del mismo.

    Quiero aclarar que esta historia que voy a relatarles es un hecho de la vida real de una pobre muchacha presa por la inocencia natural de su edad, inmadurez y falta de experiencia como cualquier adolescente, y con el pasar del tiempo cómo se fue dando cuenta de su grave error: amar y entregarse totalmente.

    El fin de este libro se debe a algo sabio que oí un día de labios de una de mis hermanas: Palmira el ser humano viene a cumplir tres funciones en esta vida:

    PLANTAR UN ÀRBOL

    TENER UN HIJO

    ESCRIBIR UN LIBRO

    Por esta razón estoy consciente que las dos primeras ya las cumplí, y el día de hoy inicio la tercera.

    El objetivo de esta historia es mandar directamente un mensaje a la mujer latina, a esas mujeres que hoy están como estuvo Eclipse.

    ¡¡A todas ellas, mi más sincero respeto!!

    PREFACIO DEL AUTOR

    Soy oriunda de Nicaragua, país centroamericano donde parte de nuestra dieta diaria se prepara con la mazorca del maíz que se cultiva en nuestras fértiles tierras.

    Nicaragua, donde los ríos son de leche y las piedras de cuajada, tierra del Poeta Universal Rubén Darío, quien con su mágico pensar representó a nuestro país con orgullo en toda Latinoamérica y algunos países europeos. Nieta del general José María Moncada quien gobernó mi país de 1929 a 1932.

    Procedo de una mezcla perfecta de mi padre, hombre honesto y trabajador, y mi madre, mujer humilde y sencilla, quien procreó nueve hijos, de gran aguante y mucha tenacidad.

    Soy una dama, una mujer afable y generosa, cristiana, poseedora de un gran espíritu de superación, muy trabajadora, sencilla, consistente, perseverante y con principios morales.

    La tercera de ocho hermanos pero la mayor de ellos de corazón. No sé si por aquellas cosas buenas o malas de la vida me casé muy joven. Luego de cuatro meses de noviazgo y aún sin saber si compaginábamos, como también las circunstancias de un apellido y miles de tabúes; factores que jugaron un papel muy importante en mi decisión, tuve que dejar mi casa a la edad de 18 años para casarme, ya que necesitaba ese papel para callar la boca de toda una sociedad que me condenaba, que estaba en contra mía, al igual que toda mi familia por haberme entregado a ese hombre del cual me había enamorado.

    Tenía 19 años, exactamente al año de casada, cuando me embaracé de mi primera hija, convirtiéndome en madre tres meses antes de cumplir 20 años.

    En medio de todo lo que viene de atrás como tristezas, alegrías, amores e infortunios pasaron los años y nacieron mis otros tres hijos. A la edad de 28 años ya era madre de cuatro criaturas a las que amaba y protegía como una leona. Ellos me dieron la fuerza y todo el ánimo del mundo para enfrentar la vida y hacerme cada vez más fuerte.Por las condiciones críticas de mi país, a causa de una guerra civil, tuve que emigrar a los Estados Unidos de América, además del olvido absoluto de un esposo infiel.

    Recibo nuevamente a mis cuatro hijos junto a su padre a un año de estar sin ellos en un país extraño, sin mi lengua, sin mis costumbres, aprendiendo día a día y queriéndome adaptar a una sociedad que no era la mía.

    Decido darle la última oportunidad al padre de mis hijos pero fracasamos y decido divorciarme a la edad de treinta y nueve años. Mis limitaciones eran extremas y descubro que puedo subsistir por medio de una pequeña compañía de limpieza que inicio, contratando dos personas de mi entera confianza quienes me apoyaban en mantener limpias veintidós casas al mes en un término de quince años.

    El tiempo pasa y me veo en medio de mis tres hijos mayores en plena juventud y lo que ese tiempo arrastra, sin un padre a su lado ya que al divorciarme de él, él también se divorció de mis hijos.

    Mi hija mayor se embaraza, mi familia y su padre me culpan. Mi segunda hija se embaraza y nuevamente mi familia me vuelve a culpar, al igual que el padre ausente que huyó a Georgia para su comodidad acompañado de una de las tres amantes que tenía al momento que lo despaché de mi hogar. Mi hijo llega a los 19 años y a la misma edad que mis dos hijas mayores, embarazó a su novia de su misma edad naciendo mi tercera nieta.

    En medio de mi tiempo libre comienzo mi educación graduándome en San Bernardino Valley College con una Licenciaura en Lenguas.

    Decido obtener la ciudadanía norteamericana ya que en medio de mi situación como madre soltera temo pase algo en mi salud, y como ciudadana, al menos, el gobierno estadounidense cuidaría de mí permitiéndome un hospital para convalecientes; también al estar segura de no regresar a vivir a mi país natal porque aquí residen mis hijos y nietos a los cuales amo por ser todo en mi vida.

    En college conozco a un moreno intelectual con el que mantengo una relación de seis años y medio, y por muchas razones que no convienen a mi futuro, terminé la relación con el único contentamiento que crezco intelectualmente.

    Paso cuatro años sola y en medio de ese lapso de tiempo pierdo a mi madre un 15 de marzo de 2005. Me golpea muchísimo, sintiéndome huérfana, triste, muy triste y comienzo a pedirle al Dios del Cielo me envíe un esposo a su parecer pues temo escoger por mi cuenta. ¡Un error a mi edad sería fatal!

    Un 26 de mayo, un día después de mi cumpleaños cuarenta y ocho y luego de estar orando a Dios todos los días por un esposo, conozco al hombre que después de año y medio se ha convertido en mi segundo esposo.

    Estable, temeroso de Dios, comprensivo, amoroso, con treinta y un años de reputación en su trabajo como analista financiero, puedo decir que la búsqueda ha terminado.

    Ya no tengo necesidad de limpiar casas para hacer dinero extra los fines de semana luego de mi trabajo en la oficina de diálisis, en la cual laboro desde hace cuatro años. Mis clientes mimados de hace quince años los he tenido que dejar por completo; mis manos ya no me responden, no quiero ir al médico para no saber lo que padezco, sólo sé que en las noches de mucho frío me punzan y tengo que usar guantes acompañada con dos tylenol para calmar mi dolor.

    Tengo lo que siempre quise: en mi garaje, una moto 600 Yamaha, la cual uso los fines de semana para pasear a mis nietos; y tres carros que no caben en mi garaje y que nos llenan de comodidad a mi esposo y a mí. Allen, mi esposo, es el hombre más bueno del mundo, el cual me ama, mima y cuida de mí y quien recibe de mi persona todo mi sincero respeto.

    Estoy bien, estoy contenta con Dios y con la vida, ya que a mis 50 años me siento realizada como madre, como ser humano y como una buena cristiana.

    Me doy cuenta que tuve que pasar todo lo que pasé para crecer como mujer, como ser humano, aprendiendo de mis errores pasados, asegurándome no cometerlos nunca más.

    ¡Quiero vivir! ¡Vivir a través de la sonrisa de mis doce nietos, el respeto de mis dos hijastros a los cuales amo como míos, el eterno amor y la inquebrantable amistad de mis cuatro hijos!

    He ganado la batalla de la vida y la única forma ha sido de la mano del Todopoderoso, ya que aunque nunca he sido religiosa, lo he convertido en mi mejor amigo.

    Contents

    EL INICIO

    MIS NOVIAZGOS

    EL ENCUENTRO

    LOS ESTUDIOS

    LA PARTIDA DE MI HERMANA GREY

    LA ENTREGA

    LA BODA

    MI PRIMER EMBARAZO

    EL NACIMIENTO DE MI PRIMERA HIJA

    LA PRIMERA TERRIBLE ENFERMEDAD DE MI HIJA

    MI SEGUNDO EMBARAZO

    MI TERCER EMBARAZO

    EL NACIMIENTO DE MI TERCER HIJO

    EL COMIENZO DEL CAMBIO

    NUESTRO SIGUIENTE NIDO DE AMOR

    MI CUARTO EMBARAZO

    EL NACIMIENTO DE MI CUARTA HIJA

    MI AUTORRECONOCIMIENTO

    Y OTRO CAMBIO

    MI VIAJE A LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÈRICA

    MI NUEVA VIDA EN LOS ESTADOS UNIDOS

    ACERCA DE MÌ

    El Inicio

    Sí, tengo un hogar: la mejor esposa del mundo y cuatro hijos, un hogar envidiable que cualquier hombre desearía tener, pero allá, largo de mí. Yo estoy aquí en mi mundo que vivo día a día. ¿Déjenme, por favor! Nadie tiene derecho a meterse en él; lo de mi hogar es otra cosa, yo tengo que vivir lo mío: era el pensamiento de Alí: joven, bello, apuesto y arrogante. Poseía algo envidiable: su juventud y los inmensos deseos de vivir al lado de su moto, formando un conjunto perfecto de la vida y la libertad, lleno de matices y armonía que rodeaban su diario vivir.

    Era la primavera del año 1975 y en la caliente capital de mi pequeño país, en una tarde perfecta, bajo un cielo esplendoroso y una brisa refrescante, oí el ruido de una moto y de pronto lo vi detenidamente desde el comedor de mi casa.

    ¡Sí, era guapo como me lo había descrito Paul! Me acerqué muy tímidamente a la puerta del frente de mi casa, pues mi madre se encontraba regando su jardín como solía hacerlo todas las tardes. Me quedé por unos minutos contemplando su belleza varonil, sus fuertes brazos sujetaban aquella moto que lucía todo su cuerpo, sus ojos cual dos esmeraldas encendidas que al reflejarse con la luz del sol, irradiaban rayos multicolores. En realidad era todo un jinete con el juguete más bonito entre sus manos, una moto Yamaha del año.

    Pasaron los días y su rostro no se apartaba de mi mente. En medio de la curiosidad quedé con la rara sensación de verlo nuevamente, así, desde lejos, sin que lo notara, ya que esa primera y única vez que lo vi había tenido el tiempo suficiente para observarlo a mi gusto.

    Mis Noviazgos

    Corría el mes de enero, de esos eneros de mi Nicaragua donde podemos aprovechar un poco la frescura del clima ya que prevalece el calor casi todo el año, donde el capitalino no está acostumbrado al frescor del invierno, quebrándose de frío en medio de una leve ventolada fresca que nos brindan los primeros meses del año. Fue en ese tiempo que me reencontré con Frank, a quien había conocido en el mismo instituto donde había cursado mi bachillerato: de tez morena, cabello crespo, guapo, de fácil sonrisa, con un acento argentino ya que estudió en la Universidad de Argentina obteniendo el título de Arquitecto. Su andar recto de valiente gladiador lo hacía lucir más educado de lo normal.

    En medio de mi suave coqueteo, me encantó verlo nuevamente esa noche en la fiesta cercana a mi casa y bailamos toda la noche. Su abrazo tenue, perfecto, me hizo soñar con príncipes y princesas de mi hermosa juventud. Me susurraba al oído que estaba más bella que nunca, lo que no creí porque yo no era bella. Sí, era simpática, y aunque Dios no me dotó de belleza física, me lo compensó en gracia; gozaba de un carisma increíble, siempre era yo el espíritu de alegría de las fiestas, y si faltábamos mi hermana Iris y yo, no había fiesta.

    Esa noche Frank me pidió que fuera su novia, que lo pensara, que él me buscaría en los siguientes días para darle la respuesta. Sabía que Roy no me iba a dejar así tan fácilmente, pero correría el riesgo pues no me podía resistir al encanto de ese moreno gracioso que me pedía algo tan fácil para mí.

    Esa noche la pasamos bailando invitados por la felicidad de nuestros años de adolescencia. Luego de esa eterna noche de encantos y sueños logré verlo a los dos días por mi casa, me dijo que yo le gustaba y que estaba enamorado de mí, y me pidió que lo aceptara como novio; yo, ni tonta ni perezosa, le dije que sí.

    Tenía días de haberle dado la quiebra a mi novio Roy, con el cual llevaba dos años de noviazgo. Estaba cansada de tantos problemas y celos, quería acapararme y eso me molestaba, quería dirigir mi vida. También estaba atormentada por los largos cinco años de enfermedad de mi hermana mayor, Grey. Verdad es que estaba muy confusa en medio de tantos acontecimientos buenos y malos que rodeaban en ese momento mi joven vida. Roy y yo habíamos tenido un noviazgo de dos años y sus celos me tenían cansada, así que decidí mandarlo por un tubo un par de meses, a ver si se cansaba de esperar y se encontraba a otra por ahí. Roy, muy astutamente, se había sabido ganar el cariño y la simpatía de toda mi familia, lo cual me causó muchos problemas a la hora de nuestro rompimiento ya que por mi parte y sin querer, yo también me había ganado el cariño de su familia.

    El Encuentro

    Mi vecina y mejor amiga, Leo, de perfecta figura y hermoso encanto que enloquecía a todos los muchachos del vecindario, me convenció para que la acompañara a ir a Sierra, que era uno de los barrios más pobres de la capital, donde vivía la abuelita de Paul, su novio. El plan se formuló y logramos que ella obtuviera el permiso de mi madre y yo el permiso de la de ella. Habíamos acordado que al siguiente día, a las nueve de la mañana, estaríamos en el kilocho (una de las entradas al barrio Sierra). La noche anterior Paul me insinuó algo sobre su hermano pero yo no le presté atención porque lo que me motivaba era acompañar a mi amiga Leo a su cita clandestina, disfrutar un rato del paseo en moto y salir de la rutina al estar gozando de mis vacaciones a la espera del nuevo año escolar.

    Desde pequeña me sentí atraída por las motos. La sola idea de manejarlas me producía adrenalina. Tuve la suerte que a la edad de 13 años mi primer novio, René, me enseñó a conducirlas, convirtiéndome en una de las pocas mujeres de mi país que manejaba moto. Éramos privilegiadas con sólo montarnos en ella y echarla a andar; por supuesto que era difícil hacerlo en medio del machismo porque los que igualmente me admiraban también me repudiaban.

    Paul, el novio de mi amiga Leo, tenía una moto Honda 350. Me fascinaba, la conducía todas las tardes que Paul visitaba a Leo y me la prestaba, y yo disfrutaba manejarla con una o dos ocupantes más, ¡qué más daba! La verdad es que lo más importante para mí era lo que me provocaba manejarla. Debido a la confianza que Paul depositaba en mí, nuestro lazo de amistad se estrechaba aun más, aparte de la simpatía que ya existía con el sólo hecho de ser el novio de una de mis mejores amigas.

    ¡Qué sorpresa fue verlo ahí luego que bajamos del bus! Él, en ese lugar, de pie, junto a la moto que Paul había llevado días antes y yo había conducido y que por ningún motivo se me hubiera ocurrido que era la moto del hombre que marcaría profundamente mi destino. No sabía qué lucía más bello: la moto o él. Una canilla puesta en el asiento de la moto y la otra sostenía su cuerpo musculoso, perfecto. Su presencia irradiaba rayos de luz que al chocar con mi aura me estremecía. Era tierno pero altivo, todo un galán, sus ojos transmitían esa juventud que emanaban sus 23 años. Él y su hermano Paul tenían largo rato de esperarnos, pero en ese instante pasó una camioneta y saludé con mi mano. Curiosamente él me preguntó quién era y yo respondí: -Es mi novio que va manejando la camioneta.

    Y efectivamente era Frank que se dirigía con su familia a uno de los balnearios cercanos de la capital. Seguidamente Paul me presentó a su hermano formalmente y supe su nombre: Alí. Era ese suave nombre formado por tres letras que significaría algo muy grande en mi vida.

    Apretó suavemente mi mano al presentarse y suavemente la fue soltando con un tierno y leve roce en medio de sus grandes dedos entrelazados con los míos. ¿Qué era eso nuevo y a la vez exquisito que mi cuerpo sentía? ¡Era un frío candente que recorría todo mi ser, algo nuevo que de pronto me embriagó y al mismo tiempo me envolvió sin darme cuenta! ¡Era magia; bella magia que desde ese momento había marcado mi destino!

    Me quedé impresionada de la belleza de sus ojos, eran hermosos, de una hermosura increíble, sus pestañas tupidas y negras combinaban con el encuentro de sus gruesas cejas y sus ojos levemente rasgados que reflejaba en él el toque indio de su sangre materna con la mixtura de su sangre libanesa paterna. Su cabello negro, un poco despeinado hacia atrás, su jean azul y su camisa verde con rayas negras lo marcaba de un perfecto parecer. Me ofreció un cigarrillo el cual acepté gustosa aunque no podía fumar, pero el llevar el cigarro a la boca me daba en ese momento tan lleno de magia y colorido, cierta seguridad en mí misma, aunque en realidad estaba muy lejos de mi verdadera personalidad: tímida y cálida.

    Llegó el momento de abordar las motos. Leo con Paul y yo al lado de ese hombre que aunque era segunda vez que lo veía, ya inquietaba mis inocentes instintos de mujer. Las motos se encendieron, monté en la moto de Alí un poco tímida, nerviosa y tomamos el camino polvoso de grandes subidas y bajadas, que al precipitarnos en el mismo hacía que mis pechos vírgenes rozaran en la bien formada espalda del poderoso gladiador que me llevaba en su moto.

    Alí era un experto en la seducción y aceleraba aun más en las bajadas para sentir el roce de mis senos en su espalda. Yo, al darme cuenta de su morbosa y atrevida intención, traté de despegarme bruscamente pero la inclinación era demasiada y más bien lo que provocaría era una mala maniobra que podía terminar en un deslizamiento a tierra; entonces me dejé llevar por la gravedad de la magia angelical que vivía en ese momento. Alí se percató de mi pena y con un leve disimulo comenzó a entablar conversación mostrándome los plantíos de tomates, sandías y bananos por los dos extremos del camino, además de brindarme hasta el más mínimo detalle de todos los lugares donde solía refugiarse de niño.

    El trayecto fue largo y polvoso hasta que llegamos a la humilde casita que había compartido desde niño con su abuela. Estaba pintada de un rosado pálido, con un pequeño pero hermoso jardín al frente, la hermosura del patio adornado de toda clase de árboles la hacían lucir radiante, fresca y pintoresca; cada detalle estaba bajo un cuidado indiscutible. Pensé: ¿Cómo un hombre solo cuidaba tan bien de semejante belleza de jardín? Me aclaró que era su abuela la que dedicaba gran parte de su tiempo en el cuidado del mismo.

    No podía comparar la casa de Alí con la de su madre situada en un mejor barrio de la capital, con grandes corredores llenos de plantas y rosas de diferentes colores que emanaban el olor poderoso de su polen, piso abrillantado, casi como espejo, fotos gigantes de la familia distribuidos cuidadosamente, los altos respaldos de las sillas de mimbre en la sala y las mecedoras de pino en la antesala, la infaltable hamaca marcando el típico nicaragüense, en fin, era el prototipo de las casas de clase media de nuestra capital. Nunca pensé que Alí viviera en un barrio tan humilde y el contraste me causó mucha impresión. La casa de Alí estaba como acabadita de limpiar, todo en orden como me gustaba, como mi madre me había enseñado, y pensé: -Si en realidad este muchacho vive solo, al ver el pichel de limonada que aún conservaba algunos trozos de hielo y su sudor, entonces, ¿quién limpia? Supuse que más de alguna mujer se encargaba del cuidado intachable de la humilde vivienda. Me apenó preguntarle porque lo estaba conociendo y no quise ser indiscreta.

    Leo y Paul en la sala, Alí y yo nos quedamos en el patio platicando, hablando de todo. Me gustaba cómo me explicaba sus vivencias: tomaba una ramita y comenzaba a dibujar en un trozo de tierra, a un lado y a otro lado, hasta que clarificaba todo con un cierre perfecto. Uhhh, ¡Qué hombre! Estaba hechizada y ya se había ganado un cien de mi parte. Me parecía estupendo, atractivo e inteligente.

    Alí y yo decidimos dar una vuelta ya que Leo y Paul querían estar solos. Me preguntó qué moto quería manejar. ¡Por supuesto que la de él!, era más nueva que la de Paul y partimos.

    ¡Qué hermoso se miraba! Por un momento mis sentimientos vacilaron al pensar: ¿Qué es lo que verdaderamente me gusta, Alí o su moto? Pienso que las dos cosas, ya que con la misma fuerza que Alí me atraía, esa misma fuerza de atracción sentía hacia esas máquinas.

    La hermosura del verdor del campo, el olor a estiércol y la belleza indiscutible de las casitas de paja se entrelazaban formando un triángulo perfecto con la naturaleza. El grito inconfundible del gallo sonaba como un saludo matutino, el curucucú del zensontle brincando de un lugar a otro por la alborada, y el vaivén de las gallinas y ardillas cruzando el camino una y otra vez me producía una paz interna que se mezclaba con el éxtasis que me inundaba manejar por primera vez una moto en tierra.

    Eran las diez y treinta minutos de la mañana y el sol brillaba en todo su esplendor. Yo iba adelante y Alí detrás resguardando mi seguridad, mi nueva travesía. Me apenaba cometer una torpeza, pero la tenía que cometer porque no tenía experiencia manejando en tierra, sólo en carretera; en cambio Alí se miraba tan seguro de sí mismo. Llegamos a una trepadita de tierra que divisé con un poco de miedo. Alí me hizo señas para que yo subiera primero y le dije que nunca había trepado por subidas tan empinadas, además que el estrecho terreno estaba rajado por las fuertes lluvias que marcaban la quebradura del mismo. -Mejor sube tú las dos motos –le dije- y así fue. La primera moto que subió fue la de él, conmigo atrás, dejándome arriba. Me dijo que me presentaría con los dueños de la propiedad, luego bajó a pie y subió la otra moto. ¡Con qué facilidad trepaba! Era increíble, ¡era todo un gladiador!

    Los dueños del rancho, al oír el ruido de las motos, salieron a nuestro encuentro. Era una pareja de campesinos de sencillo vestir: Jacinto de cotona blanca, sombrero de paja y sus caites de cuero; y Rosa, de fácil sonrisa con su delantal blanco adornado con encajes en su alrededor, quien apresurada limpiaba sus manos llenas de masa ya que preparaba tortillas. Eran sus amigos que lo conocían desde pequeño. Nos ofrecieron café calientito y las infaltables tortillas nicaragüenses con un trozo de queso, las que aceptamos gustosamente. A medida que comíamos, platicábamos con esas personas de rostros angelicales. Se sentían complacidos de atendernos y brindarnos lo poco que tenían. Luego de desayunarnos nos invitaron a caminar por el terreno y Alí colocó su taza de café a un lado, me estiró la mano invitándome a levantarme y me dijo: -¿Vamos? Contesté gustosa que sí.

    Comenzamos a caminar por todo el sembradío de maíz. Había toda clase de árboles frutales. Me cortaba una fruta y me la ofrecía, cortaba otra y se la comía, y así transcurrió más de una hora mostrándome las diferentes clases de maíces en medio del sembradío plantado: de tomates y verduras de toda clase, y así, poco a poco, me fui envolviendo en la magia infinita del momento. Me tomó de la mano y me invitó a sentarnos. Luego nuestras miradas se encontraron y fue en ese momento que me di cuenta nuevamente de la belleza de sus ojos. Él se fijó profundamente en los míos, lo sentía, podía oír su respiración agitada, luego bajó su mirada y la depositó en mis labios y fue entonces que sentí un estremecimiento de pie a cabeza y me incorporé, caminé nerviosa, el corazón se me salía, la sangre me ardía, todo mi cuerpo temblaba. ¿Qué era eso? ¿Qué me estaba pasando? Alí se percató de mi timidez, de mi nerviosismo y me siguió. Bajamos una cañadita y doblamos a la derecha hasta llegar a la humilde chocita. Nos despedimos cortésmente dando las gracias y continuamos nuestro paseo.

    El Camino, así lo bauticé desde ese día. Paul me había hablado tanto de él, tenía tantas ganas de conocerlo y al fin se me presentaba la oportunidad. Ahora sí me sentía con más seguridad para bajar la trepada. Tomé la moto y lo pude hacer. Al llegar abajo busqué a Alí quien me seguía y sólo me inclinó su cabeza dándome a entender que lo había hecho bien, y proseguimos por aquel hermoso sendero nuevo para mí pero muy conocido por Alí.

    Las gallinas seguían jugueteando en medio del camino cruzándose de un lado a otro en un loco correteo que le daba aun más belleza y esplendor a aquella inolvidable mañana. El ruido de las motos atemorizaba a todo animal que cruzaba por nuestro camino y eso nos divertía. Todo era nuevo para mí ya que únicamente conocía a medias la capital de mi país de donde nunca había salido a mis cortos diecisiete años. Seguimos por el camino y de pronto todo parecía tan pero tan blanco.

    Estábamos atravesando una inmensa hacienda cual nunca mis ojos habían visto, hasta la última piedra estaba pintada de un blanco calizo; las vacas pintas hacían un precioso juego con el blanco inmaculado de cada detalle y entonces me detuve ya que no podía creer la hermosura que veían mis ojos: -¿Qué era esto? Era la combinación perfecta entre el verdor de la estepa, los árboles, las piedras de un blanco esplendoroso, hasta donde mi vista podía alcanzar podía observar tal belleza. ¡Sí, era la Madre Naturaleza en todo su esplendor! ¡Dios mío! ¿Dónde había estado que no me había dado cuenta de lo bello que era el campo? ¿Por qué hasta ahora sentía esta paz infinita que me producía el internarme en ella y poder disfrutar de este bello día en el campo? Continuamos nuestro camino y Alí se adelantó. Pensé que estaba haciendo piruetas para impresionarme y no le di importancia, pero de pronto, al dar una vuelta, no divisé más el camino y frené con violencia pensando que me esperaba un abismo. ¡Qué susto, pero no!, solamente era el comienzo de una inmensa inclinación.

    La moto se me había apagado al frenar violentamente. Busqué el neutro, le di la patada e inmediatamente encendió, y con todo el cuidado que los frenos pueden brindar, tomé la inmensa bajada que minutos atrás me había asustado. Pude divisar a Alí al lado de un árbol, estaba orinando, y al oír mi moto se apresuró a cerrarse el zipper y hacer como que solamente se había bajado a esperarme. Por mi parte estaba muy asustada ya que Paul me había dicho que me cuidara de su hermano ya que al menor descuido me embarazaría. La verdad era que Alí no me parecía abusivo pero tampoco me podía arriesgar confiando demasiado en él pues apenas lo estaba conociendo.

    Pasé a su lado ignorando que lo había visto, luego me alcanzó e íbamos a la par hasta la cima del camino el cual se partía en dos y desde allí decidimos regresar, pero ahora yo quería manejar

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