Objetivo: casarse
By Kathryn Ross
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About this ebook
Carrie no podía creer la suerte que había tenido cuando el guapísimo abogado español Max Santos le ofreció hacerse pasar por su prometido. Lo que Carrie no sospechaba era que Max también tenía sus necesidades... entre las que se incluía una esposa...
Kathryn Ross
Kathryn Ross is a professional beauty therapist, but writing is her first love. At thirteen she was editor of her school magazine and wrote a play for a competition, and won. Ten years later she was accepted by Mills & Boon, who were the only publishers she ever approached with her work. Kathryn lives in Lancashire, is married and has inherited two delightful stepsons. She has written over twenty novels now and is still as much in love with writing as ever and never plans to stop.
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Book preview
Objetivo - Kathryn Ross
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2003 Kathryn Ross
© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Objetivo: casarse, n.º 1492 - septiembre 2018
Título original: A Spanish Engagement
Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-9188-647-1
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Si te ha gustado este libro…
Capítulo 1
ERA EXTRAÑO cómo la vida podía cambiar en un instante, pensó Carrie tomando asiento en la primera clase del avión. En otra época, cuando iba en viaje de negocios a la oficina de París, se marchaba de compras por los Campos Elíseos después de las reuniones. O tomaba una copa con los colegas. Últimamente le daba igual, sólo pensaba en volver a casa para estar con su sobrina.
Carrie miró el reloj al oír al piloto disculparse por el retraso y anunciar que la hora estimada de llegada a Barcelona eran las cuatro y media. Era dudoso que pudiera llegar a tiempo para recoger a Molly del colegio. En otra ocasión no hubiera importado, pero Silvia, la niñera, le había pedido unos días libres, y su aspecto era tan lamentable que Carrie había accedido. Se las había apañado para recoger ella misma a Molly durante toda la semana. Había sido duro, pero también muy satisfactorio. De hecho el mejor momento del día era el instante en que Molly salía corriendo de clase con una enorme sonrisa en el rostro. La ternura de la bienvenida y la forma en que Molly se lanzaba a sus brazos siempre la conmovía.
Carrie era una ejecutiva publicitaria de éxito y estaba acostumbrada a las prisas, pero tenía que reconocer que durante los últimos meses, desde el momento en que Molly se había mudado a vivir con ella, sus prioridades habían sufrido un verdadero vuelco. De pronto su carrera profesional había dejado de ser lo más importante en su vida. Y para Carrie ese era un cambio supremo. Siempre había sido una mujer entregada a su profesión: la primera en llegar a la oficina por la mañana y la última en marcharse. Y esa dedicación le había valido un importante puesto en la sucursal de Barcelona de la agencia publicitaria. Sin embargo últimamente sólo deseaba volver cuanto antes a casa, y prefería leerle cuentos a Molly por las noches que repasar informes.
Los compañeros de la oficina comenzaban a notar el cambio… y Carrie sabía que a su inmediato superior no le sentaba nada bien. Se trabajaba bajo una enorme presión a cambio de un sueldo alto, y había muchas personas por debajo esperando a que Carrie dejara el puesto libre.
Pero Carrie no tenía intención de cometer ningún error. A pesar de haberse visto presionada al límite en dos ocasiones aquella semana había conseguido numerosos contratos nuevos, demostrando con ello que seguía en la brecha. Por eso no le importaba demasiado lo que pensaran los demás. Molly la necesitaba y eso era lo único que importaba.
Hacía ya tres meses del trágico accidente que había arrebatado a la niña a su padre. Carrie no había vacilado entonces en tomarla a su cargo. ¿Qué otra cosa podía hacer? Molly era la hija de su hermanastro, y no tenía más parientes que unos abuelos que vivían en Australia a los que apenas conocía.
Un simple vistazo a aquella niña asustada que la esperaba en la comisaría había bastado para que Carrie firmara los papeles. Y aunque le había causado muchos trastornos en su vida profesional y social, prácticamente ya inexistente, Carrie no lo lamentaba. De hecho había rellenado hacía unas semanas la solicitud de adopción legal de Molly. Carrie creía que se trataría de una simple formalidad, pero la abuela de Molly le había mandado una desagradable carta en la que le decía que esa adopción no le hacía ninguna gracia y que pronto iría a verla. De hecho debía llegar al día siguiente por la noche, y Carrie estaba muy ansiosa.
Carrie abrió el maletín y trató de olvidar el asunto. Al día siguiente era viernes, quedaba un día entero de trabajo por delante. Y un día importante, porque Carrie tenía mucho interés en conseguir el contrato de promoción de las Bodegas Santos. Se le habían ocurrido unas cuantas ideas en la reunión de la oficina de la semana anterior, y su jefe, José, le había dado el visto bueno. Sin embargo Carrie sabía que José comenzaba a observar su trabajo con ojo crítico. La verdadera prueba consistiría en venderle la idea al director de las Bodegas Santos en su encuentro del día siguiente.
Carrie estaba inmersa en el trabajo cuando un hombre se sentó en el asiento de al lado. Alzó la vista un segundo sonriendo cortésmente y… de pronto ocurrió algo… Era incapaz de concentrarse de nuevo ante aquellos ojos oscuros. Aquel hombre era guapísimo.
Por mucho que lo intentara su presencia la distraía. Era perfectamente consciente de su largo y musculoso cuerpo a escasos centímetros de ella, jamás le había ocurrido algo así. Nunca en la vida había sentido semejante atracción por ningún hombre. Hasta la sutil fragancia de su loción de afeitar la trastornaba.
Carrie le lanzaba miraditas de reojo de vez en cuando. Observaba su bello perfil, su cabello espeso y moreno, el corte de su traje caro e incluso sus manos, grandes y capaces. Y notó la forma en que la azafata le sonreía al pasar. Indudablemente era un hombre acostumbrado a que las mujeres lo admiraran, pensó. Así que, a propósito, trató de hacer caso omiso.
Tenía que guardar los papeles y cerrar el maletín para despegar. Al comenzar el avión a tomar velocidad Carrie se agarró al brazo del sillón y rozó accidentalmente la mano del vecino.
–Perdón.
Él sonrió. Aquella sonrisa tuvo un efecto de lo más extraño en Carrie: el corazón le dio un vuelco. Carrie sonrió educadamente y apartó la vista. Detestaba esa sensación, le gustaba controlar cuanto le ocurría, y el hecho de que no fuera así era un infierno. Debía calmarse, se dijo. Era una mujer de negocios de veintinueve años, no una adolescente.
Nada más despegar el avión Carrie volvió a abrir el maletín y a sacar los papeles. Notó la mirada de él sobre sí mientras trataba de leer, fue muy consciente de que la observaba con profundo interés. Ojalá aquella mañana no se hubiera peinado con aquel moño severo, no le hubiera ido nada mal una cortina de pelo tras la que esconderse.
–¿Va usted a Barcelona en viaje de negocios? –preguntó él de pronto.
–No, vivo en Barcelona. Vuelvo de un viaje de negocios.
Carrie admiró el atractivo acento español con que hablaba inglés. Eso explicaba que sus cabellos fueran morenos y sus ojos oscuros y penetrantes, pensó.
–¿Y usted? –preguntó Carrie, incapaz de reprimir la curiosidad–. ¿Vive en Barcelona, o va en viaje de negocios?
–Un poco de todo –sonrió él.
Aunque su curiosidad era grande, Carrie reprimió el ansia de preguntarle a qué se dedicaba. Era evidente que era un hombre de éxito, tenía un fuerte aire de autoridad. Carrie trató de volver a los papeles, pero de pronto se dio cuenta de que estaba leyendo el mismo párrafo una y otra vez. Su mente se negaba a concentrarse, observaba cada movimiento y cada palabra de su vecino.
Lo escuchó charlando en español con la azafata. Si su acento le había parecido sexy hablando en inglés, no era nada comparado con aquellos tonos profundos y cálidos de su lengua nativa. Carrie era inglesa de nacimiento, pero hablaba español con tal fluidez que no le costó seguir la conversación. La azafata flirteaba descaradamente con él, y él no se mostraba reacio. De hecho flirteaba también.
Carrie frunció el ceño. Debía dejar de escuchar. No era asunto suyo. Lo importante era conseguir el contrato con Bodegas Santos al día siguiente, y si lo preparaba bien tendría tiempo de limpiar la casa y prepararse para la visita de la abuela de Molly.
–¿Quiere tomar algo? –preguntó él de pronto.
Carrie alzó la vista y vio a la azafata esperando. Se sintió tentada de aceptar, pero finalmente sonrió, sacudió la cabeza y contestó:
–Gracias, pero no puedo. Tengo que concentrarme en esto.
–Muy sensata –sonrió él.
Aquella sí que era una sonrisa preciosa, pensó Carrie. El avión se bamboleó de pronto y unos cuantos papeles cayeron al suelo a los pies de él, que inmediatamente se agachó a recogerlos.
–Gracias.
Sus manos se rozaron accidentalmente. Carrie tomó los papeles y se quedó de pronto sin aliento. ¿Qué le ocurría? Había conocido a muchos hombres, pero ninguno le había causado ese efecto.
–¿Trabaja usted para Bodegas Santos? –preguntó él observando el membrete de uno de aquellos documentos.
–No exactamente. Trabajo para una agencia de publicidad, y espero poder ocuparme de los anuncios televisivos de esos vinos.
–¿En serio? ¡Vaya, qué interesante! Son unos vinos excelentes.
–¿Sí? –sonrió Carrie de pronto, olvidando su habitual reserva–. Yo no los he probado… aunque supongo que no debería contárselo.
–Probablemente –contestó él con una sonrisa maliciosa muy atractiva.
–Pero puedo venderlos de todos modos. Se me da bien eso de buscar ideas nuevas para los productos, por malos que sean. Es mi trabajo.
–¿Y no sería de gran ayuda que creyera en lo que está vendiendo?
–Por supuesto –asintió Carrie–. Mañana lo sabré todo acerca de las Bodegas Santos, voy a ir a visitarlas y a hablar con los productores.
De pronto él le lanzó una larga mirada de arriba abajo, tomando nota de todo: desde el elegante peinado de los cabellos rubios hasta el traje de chaqueta y falda negra. Carrie sintió que la sangre se le calentaba con aquella mirada. Era casi como si la tocara con los ojos.
–Bien… si me disculpa… –dijo ella apartando la vista–. Será mejor que vuelva al trabajo.
–Por supuesto –asintió él educadamente.
Carrie se preguntó si serían imaginaciones suyas, si verdaderamente la había mirado con interés. La azafata se presentó en ese momento con una copa, y Carrie los oyó charlar. Poco después sirvieron la comida, y se vio obligada a cerrar una vez más el maletín. Era extraño, pero se sentía más vulnerable sin esos papeles. No podía fingir que