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No soy lo que piensas
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No soy lo que piensas

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About this ebook

Una joven caminaba sola en la oscuridad de la noche. En su camino se cruzaron Michael y Dan. Dan pensó que se trataba de una mujer de la noche. Al final se retiró y dejó a Michel con ella y, a pesar de no ser una de "esas mujeres", no se separaron hasta que éste cogió su avión a España. A Dan le mataba no saber qué había pasado entre los dos. Él era quien tenía un don con las mujeres y rechazaba cualquier otro tipo de vida, incluida la vida en familia. Sin embargo, no pudo saberlo porque Michael cogió el avión antes de que pudieran hablar. Lo que éste no sabía era que volvería a juntarse con "la joven" de ojos pardos...
LanguageEspañol
Release dateFeb 14, 2017
ISBN9788491624011
No soy lo que piensas
Author

Corín Tellado

Corín Tellado es la autora más vendida en lengua española con 4.000 títulos publicados a lo largo de una carrera literaria de más de 56 años. Ha sido traducida a 27 idiomas y se considera la madre de la novela de amor. Además, bajo el seudónimo de Ada Miller, cuenta con varias novelas eróticas. Es la dama de la novela romántica por excelencia, hace de lo cotidiano una gran aventura en busca del amor, envuelve a sus protagonistas en situaciones de celos, temor y amistad, y consigue que vivan los mismos conflictos que sus lectores.

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    No soy lo que piensas - Corín Tellado

    CAPÍTULO PRIMERO

    —¿Puedo pasar, papá?

    El caballero no levantó la cabeza. Estaba sentado tras su mesa del despacho y tenía un papel ante sus ojos. Si oyó la voz de su hija, se hizo el desentendido.

    —¿Puedo pasar, papá?

    —Pasa —dijo al fin con voz alterada—. ¿Qué diablos quieres, Ava? Ahora tengo mucho trabajo y no estoy para atenderte.

    Ava Haymes se detuvo en el umbral. Hubo un raro destello en sus ojos pardos, muy claros. Una arruga rasgó su frente y la boca se entreabrió en una triste sonrisa.

    No obstante, avanzó hacia la mesa. El señor Haymes no elevó los ojos. Era un hombre de cabellos grises, alta estatura, y delgado, y aún muy interesante pese a sus cincuenta años.

    —Quería hablarte de Jarry, papá.

    Ahora, el caballero levantó vivamente la cabeza. Sus ojos pardos como los de su hija centellearon.

    —¿Otra vez, Ava? ¿Es que quieres hacerme recordar lo sucedido? Supongo que tu flaqueza te ha servido de experiencia para que jamás vuelvas a recordar lo que pasó.

    —No quiero a Jarry, papá.

    Lo dijo con fuerza, intensamente, denunciando una indómita pasión en aquel cuerpo esbelto, flexible y atractivo que se erguía ahora ante su padre.

    El señor Haymes dio un puñetazo sobre la mesa y agitó vigorosamente la cabeza gris.

    —Hace un año que eres su prometida y nunca me has dicho nada. Supongo que ahora no vendrás a decirme que piensas escaparte de nuevo. No te admitiré más en mi hogar, Ava, si vuelves a cometer semejante falta. Puedes darte por satisfecha si Jarry se casa contigo.

    —No hice nada malo —murmuró la joven desfallecida—. Defendía mi felicidad pero yo no soy ambiciosa. No le amo y no me casaré con él.

    El caballero salió tras la mesa y cogiendo a su hija por el brazo la sacudió como si fuera una muñeca.

    —¿Qué sabes tú lo que es la felicidad? —preguntó fríamente—. Jarry te lleva quince años. ¿Y qué? Yo le llevo a tu madre…

    —¡No es mi madre! —gritó Ava apasionadamente.

    ¡Paf! La bofetada cayó en la mejilla femenina como un trallazo.

    Ava no se apartó. Erguida y firme esperó otra bofetada pero el señor Haymes se abstuvo de dársela.

    —Eres una descarada —dijo con irritación—. Por esta causa te pegué muchas veces y cada bofetada que te doy es como si me pegara a mí mismo, ¿comprendes? Eres una descarada, Ava. Me haces enfurecer y después no sé lo que hago. Me destrozas los nervios. Yo le llevo muchos años a tu madre —recalcó. Ava se estremeció, pero nada repuso. Tenía la mejilla amoratada y dos lágrimas prendidas de sus espesas pestañas— y somos felices. Jarry tiene algunos años más que tú… ¡Quince! ¿Qué son quince años en una vida?

    —Todo —repuso Ava intensamente.

    El caballero hizo como que no la oía.

    —Pero tiene mucho dinero y tú lo necesitas.

    —Yo no necesito el dinero. Quiero amor y Jarry no ama mi corazón, ama mi juventud.

    —¡Cállate!

    En la puerta del despacho apareció la luminosa belleza de una mujer alta, esbelta, de abundante cabello negro. Los ojos de aquella mujer se posaron desdeñosamente en la frágil figura de Ava y avanzó hacia ella.

    —Ava —murmuró posando su larga y fina mano en el hombro de la muchacha.

    La joven se desprendió bruscamente.

    —No me toques, Elvira. No quiero que me toquéis ninguno de los dos.

    Y salió rápida de la estancia, sacudida por los sollozos.

    El caballero pasóse una mano por la frente. Elvira se aproximó a él y le acarició mimosamente.

    —No te aflijas, querido —dijo sumisa—. Ava tiene los nervios destrozados. Desde que cometió la fechoría de escapar se ha vuelto intratable.

    —¿Tendré yo la culpa, Elvira?

    Los ojos de la mujer relucieron. Ocultó aquel fulgor de rabia y manifestó con dulzona voz:

    —No, querido mío. Tú no puedes tener la culpa, puesto que amas profundamente a tu hija. Yo también la amo, Harry. Lo que sucede es que a pesar de los años que llevo en esta casa, Ava no se acostumbra a mí… Pero se casará con Jarry, ya lo verás.

    Harry Haymes se sentó en el tablero de la mesa y quedó profundamente pensativo.

    —Elvira, ¿y si Jarry no hiciera la felicidad de Ava?

    La mujer se estremeció.

    Era evidente que tenía un terrible ascendiente sobre aquel hombre de débil voluntad, que se plegaba a los deseos de la mujer joven y hermosa. No podría jamás adivinar que Elvira odiaba a Ava, y no lo hubiera admitido en forma alguna. Y sin embargo, era verdad.

    —Jarry es un hombre elegante, Harry. Tiene mucho dinero. Tú sabes que nosotros no andamos sobrados de él y hay ciertas hipotecas por medio. No hay que fiarse de la juventud, querido —añadió suavemente—. Cuando me casé contigo no te quería como te quiero hoy. Ava hoy no ama a Jarry, pero lo amará después. Es preciso que se casen, Harry. Lo necesitamos todos y más que nadie ella que es joven, le gusta el lujo y la vida cómoda, y nosotros no podríamos ofrecerle esa comodidad si no es con la garantía de que al fin una su vida a Jarry. Por otra parte, tú sabes que nadie ignora que tu hija se marchó de casa. Si Jarry no se casa con ella, no creo que otro hombre quiera

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